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El día del Urbanismo

y las cosas que nos pasan

Los problemas de la Ciudad de Mendoza en 2022


(Reflexiones alrededor del día del Urbanismo y de nuestra situación de una
ciudad en un Oasis irrigado)

Arquitecto Roberto Dabul

Como cada 8 de noviembre, el día del urbanismo es motivo para reflexionar


sobre nuestro hábitat. Para los círculos técnicos, debería ser el motivo diario.
Pero la intención de esta nota es el resto, los comunes, los ciudadanos que, sin
conocimientos técnicos sobre el tema, transitan, producen, estudian, trabajan, se
divierten sobre un territorio del que podemos desconocer sus particularidades,
pero sufrimos y disfrutamos las consecuencias.
La extensión del territorio donde desarrollamos nuestras vidas es una
construcción colectiva, motivo de permanentes conflictos a los que los
mendocinos no estamos encontrando respuestas. Deberíamos involucrarnos
conscientemente en estos problemas. Porque la solución debe surgir de debates
y acuerdos. Y, tal como están las cosas, los técnicos, los comunes y los
gobernantes, pretendemos que sea resuelto por algún círculo de especialistas,
pulseando desde la calle, desde un escritorio o por una gestión municipal junto
con el alumbrado, el barrido y la limpieza.
Pero primero, definamos lo que particulariza a esta época, en relación a otros
momentos de la historia.
Existen problemas globales que afectan al planeta desde los polos hasta el
ecuador. Cambio climático y crisis energética, son fenómenos transversales a
todas las actividades y culturas. Están enlazados y se retroalimentan. Pero hay
un tercero del que nada se habla. La complejidad es la tercera pata de esta mesa.
No hay posibilidad de despegar los problemas y sus soluciones, de los vínculos
que los entrelazan.
Complejidad significa inter relación de elementos, actores, vinculaciones y
consecuencias cruzada. Porque los problemas de producción, movilidad,
construcción, trascienden la solución técnica. Un sistema urbano es una red
lógica y entendible, fusionada entre lo tecnológico y lo biológico.
Veamos lo que los mendocinos hemos hecho en los últimos tiempos.
A principios de 2019, se implementó el MendoTran, un sistema de transporte
promocionado como una herramienta para desalentar el uso del vehículo
individual. Hoy no es más que colectivos que vienen y van. Debería estar
presente en nuestra vida diaria, pero no. Quien puede subir a su auto y evitar el
transporte público, lo hace. Con el tiempo, los discursos se han desplazado a las
ciclovías. Y, otra vez, son sendas donde las expresiones de deseo se anteponen
al pensamiento, sin relación con el Metrotranvía, un elemento de vida separada,
al que, en 2019, alguien consideró como inviable su prolongación a Luján, pero
tres años después se está realizando.
Si un sistema de transporte olvidó la vida de los comercios, el patrimonio y el
arbolado urbano; si una ciclovía no contempló las escuelas de las inmediaciones,
los vehículos que deben ingresar a sus casas y considera a una plaza como un
espacio disponible para el trazado, los elementos desvinculados no resolverán
lo que se esperaba. Y seguramente lo empeorarán.
Es más grave lo que ocurre con la interpretación de los recursos hídricos. ¿Quién
puede no estar de acuerdo en optimizar el uso y evitar el derroche? Pero las
obras que deberían ser resultado de un pensamiento que vaya en esa sintonía,
carecen de reflexión local. Pretendemos solucionarlo evitando el riego del
arbolado que ya no se replanta y descuidando los espacios públicos que carecen
de tomeros. Se supone que esas medidas no tendrán consecuencias en el
paisaje y la vida. Todo se circunscribe al riego agrícola y que salga agua de las
canillas.
Las buenas intenciones no son pensamiento. La repetición de lemas de moda,
no es solución. La crisis hídrica debió desencadenar nuestra creatividad. Pero
nos hemos orientado a administrar la escasez.
Los mendocinos hemos desarrollado una legislación tendiente a la participación
plena de la ciudadanía. Contempla todas las instancias para debatir, escuchar y
considerar la diversidad de opiniones. Las calificadas en alguna disciplina y las
de los ciudadanos que se sienten involucrados por las consecuencias; las de la
experiencia, de la academia, la producción y la ciencia. Necesitamos generar
una confianza que hoy no existe. El estancamiento en que nos encontramos es
hijo de este ambiente de sospechas. Lo que ocurrió con el intento de
modificación de la ley 7722, debió servirnos para replantear lo que hacemos y
decimos.
La legislación provincial contempla todas estas instancias y establece los
ámbitos donde se debe generar. Pero falta decisión política para ponerlo en
marcha. Ninguna gestión de gobierno ha mostrado intención de impulsarlos. Y
hasta ahora no hay interés en comenzar por algún lugar distinto a lo conocido y
fracasado. Se insiste en meter los temas por la ventana y mantener cerrada la
puerta.
Podrá suponerse que, si es el día del urbanismo, nada tienen que ver la
producción; que una ciclovía es un tema menor; que los problemas de desarrollo
urbano son los que hacen a calles, viviendas y plazas.
Pero, Urbanismo, en los tiempos que nos toca vivir, en el territorio que nos toca
habitar, es esta suma de complejidades. Nuestro sistema urbano abarca desde
la toma de agua de los ríos hasta la última acequia y canilla. Sobre ese territorio
irrigado, ese 4% de la superficie de la provincia, vivimos el 97% de los casi 2
millones de mendocinos.
Deberíamos tomarnos un poco más en serio. Sostener lo que cada uno cree,
defenderlo en los ámbitos que corresponde, con objetivos que propicien puntos
de entendimiento. Porque en las actuales condiciones, seguimos pulseando
desde la desconfianza sin un proyecto de provincia y sin posibilidades de salir
de este estado de mediocridad.

Arq. Roberto Dabul


Autor del libro
“Espacio, formas y tramas del Oasis Norte de Mendoza”

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