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DNI trans para ‘todes les niñes’

En los temas de género no hay blancos o negros. Existe


un control de nuestros cuerpos por parte de otro cuerpo,
el político, absolutamente inadmisible y violento
NURIA LABARI
06 FEB 2021 - 00:30 CET

Varias personas trans con pancartas durante la semana del orgullo LGTBI en Madrid en
julio de 2020.MARCOS DEL MAZO / LIGHTROCKET VIA GETTY IMAGES
El borrador de la nueva ley trans permite a las personas de más de 16 años que no se
sienten ni hombre ni mujer no poner el sexo en el DNI. Yo estoy deseando que se
apruebe para eliminar una etiqueta tan dañina como obsoleta del mío y eso que
supuestamente me autopercibo como mujer y he nacido con una vulva entre las
piernas. No obstante, siento que esta ley también va conmigo.

Según la OMS, las personas trans son entre el 0,3% y el 0,5% de la población mundial.
Sin embargo, la nueva ley trans, tan urgente para este colectivo, atañe a todas las
personas nacidas en España en tanto podría suavizar la vieja y rígida relación que el
Estado establece con nuestros cuerpos. Y en este sentido, creo que todes (binarios, no
binarios, fluidos, trans o cis) necesitamos un contexto legal más abierto, flexible y
respetuoso hacia nuestros cuerpos y géneros.

Cuando nacieron mis hijes, antes incluso de que nacieran, sentí en el entorno lo
importante que era saber si iban a ser niñas o niños. La razón de tanto interés es que su
vida y su identidad serían muy distintas en función de una u otra asignación. También su
educación, los modelos que recibirían del exterior, los juguetes que se les ofrecerían,
las revistas del quiosco, hasta los dibujos animados… En su caso, los médicos
declararon que serían niñas, porque hasta ahora son los médicos quienes asignan el
sexo a las personas. Así que, si todo va como en la mayoría de los casos, dentro de
unos años serán mujeres hechas y derechas y entonces su sexo marcará también su
salario, sus gustos, sus cargas mentales, sus inseguridades y hasta su deseo.

“Cuando me miro a mí misma me pregunto cómo coño me he pasado toda la vida


construyendo esto. Mi cuerpo, mi personalidad y hasta mi alma en función de lo que
creía que deseaban los tíos. Me da hasta vergüenza, me siento una farsante”. Así
explica Jules (Hunter Schafer), ídolo juvenil y protagonista de la serie Euphoria (HBO)
cómo ha construido su feminidad. Ella es una joven trans de 20 añitos y yo a mis 41
supuestamente cis suscribo cada una de sus palabras. Mi feminidad, como la de todas
las mujeres que conozco, también ha sido construida con esfuerzo y artificio. Estoy
segura de que Jules no querría poner su sexo en el DNI. Y como ella, todas las
personas que han sufrido por encajar en una de esas dos categorías estatales a las que
llamamos hombre o mujer.

Las personas trans sufren de un modo feroz el control de las instituciones sobre su
cuerpo y tienen la valentía de enfrentarse a la marca política que les fue asignada al
nacer. Pero este control y categorización de nuestro cuerpo por parte del Estado lo
padecemos todas las personas. De hecho, también existe un sufrimiento feroz en todas
las niñas que intentamos alguna vez convertirnos en mujeres. Y en los niños que tratan
de encajar en ese traje a veces monstruoso que llamamos hombre. En realidad, no
conozco a una sola persona que no haya tenido que pelear y sufrir para construir su
identidad por encima de las implicaciones sociales, culturales y en última instancia
políticas, asignadas a su sexo de nacimiento. Me pregunto entonces qué persona en
este país no cree que tenga derecho a la autodeterminación de género. ¿En qué
momento aceptamos que un asunto tan absolutamente íntimo puede ser determinado
por otros o por instancias públicas?

Mis hijes no tienen DNI. El documento no es obligatorio hasta los 14. Y para entonces
espero que escribir hombre o mujer en su carta de identidad resulte tan obsoleto como
informar sobre el estado civil de cada une, algo que tuvieron que hacer mis padres
antes que yo. Cuando el Estado creía que aquello también era asunto suyo. Al final,
tanto si eres cis como si eres trans, identificarse como hombre o mujer en un
documento oficial no es una cuestión sencilla. Si nos preguntamos seriamente lo que
significa la categoría hombre o la categoría mujer y lo escribimos en un papel,
encontraremos una definición compleja y llena de matices. Y además, esta definición
será muy distinta a la que escriba cualquier otra persona. Siempre habrá quien
argumente que el sexo es solo una cuestión genital, pero si ese fuera el caso, entonces
en el DNI deberíamos señalar si nacimos con pene o vulva. Y esta historia no va solo de
eso.

Que el sexo sea una categoría estatal es un disparate tan grande como que lo fuese la
raza. ¿Alguien se imagina que nos hicieran confesar si somos blancos o negros en
documentos oficiales? Evidentemente, tendrían que darnos más de dos categorías para
elegir, porque en el siglo XXI ya hemos entendido que la raza no es una cuestión
binaria. Incluso si nos hicieran decir si somos blancos o no lo somos, sería dificilísimo
responder. Porque mucha gente preguntaría cómo de blanco hay que ser para
responder que uno es blanco. Algunos dirían que hay que ser albino, otros que basta
con ser latinos, otros dirían que no hay blanco como el asiático. Al final, habría que
asumir que no existe una piel del mismo color que otra y que esta categoría no puede
ser en ningún caso oficial pues la sola pregunta convertiría al Estado que la formulara
en un Estado racista. Exactamente igual que la categoría del sexo en el DNI convierte a
cualquier Estado que la exija en un Estado sexista.

En los temas de género tampoco hay blancos o negros. Lo que existe es un control de
nuestros cuerpos por parte de otro cuerpo, el político, absolutamente inadmisible y
violento. ¿Que hay que ser trans para librarse de esta condena? Entonces seamos
todos trans. “Para mí ser trans es algo espiritual, no lo digo en plan religioso o una
congregación. Es mío, me pertenece a mí”, explica en otro momento la joven y preclara
Jules. Visto así, nada me parece tan universal como el grito de este colectivo. Es hora
de que el Estado quite sus sucias manos de nuestros cuerpos. Y el DNI es un buen
comienzo. Sin sexo y para todes.

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