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Es la orientación sexual por la que un individuo siente atracción física, afectiva,

sentimental, sexual y emocional hacia individuos del mismo sexo. Esta


orientación está vinculada tanto a hombres como a mujeres. Al hombre
homosexual coloquialmente se le denomina gay, mientras que a la mujer se le
denomina lesbiana.

Según recoge la American Pshycological Association (APA) La homosexualidad


no es una elección, muchos científicos consideran que una persona es
homosexual debido a una interacción compleja de factores biológicos,
cognitivos y del entorno.

Los primeros indicios de atracción emocional o sexual de una persona tienden a


surgir durante el comienzo de la adolescencia, ya sea hacia personas de su
mismo o de distinto sexo (o ambos, en el caso de la bisexualidad). En su
momento, esta asociación, junto a otros colectivos, consideró la
homosexualidad como un “trastorno mental y emocional”, aunque en 1937
decidió eliminar a la homosexualidad de este grupo.

El portal oficial en la web de la Asociación Psicológica Norteamericana afirma:

«La realidad es que la homosexualidad no es una enfermedad. No exige


tratamiento, y no es posible cambiarla».

Después advierte que la terapia de conversión tiene una documentación muy


pobre, y que podría terminar causando daño. El portal de la Asociación añade:

«No hay evidencias científicas publicadas que apoyen la eficacia de la “terapia


de reparación” como tratamiento para cambiar la orientación sexual de la
persona»

¡Pero sí las hay! Los psicólogos cristianos Stanton Jones y Mark Yarhouse han
realizado una investigación en conjunto con la organización Éxodo Internacional
durante varios años.
Han puesto a prueba el impacto de los programas de ex homosexuales en los
que han participado y si han experimentado cambios reales.

Era de esperar que cuando aceptaste a Cristo, aprendieras que eres una nueva
criatura «en Cristo», y que las cosas viejas pasaron. No solo eso, sino que Dios te
sacó del reino de las tinieblas y te llevó al reino de su Hijo amado. Ya no estás
«en Adán», sino vivo «en Cristo».

Puesto que esto es cierto, es probable que te hayas preguntado por qué sigues
luchando con algunos de tus viejos pensamientos y hábitos. O tal vez hayas
acudido a Cristo con la esperanza de que tu adicción al sexo o a las sustancias
químicas se resolviera, pero sigues teniendo los mismos apetitos y los mismos
pensamientos.

Hay una explicación lógica y bíblica en cuanto a esto. Debido a la caída:

 Nacemos físicamente vivos, pero espiritualmente muertos (Efesios 2:1).


 No teníamos en nuestra vida ni la presencia de Dios, ni el conocimiento de
sus caminos.
 Nuestras emociones y pensamientos estaban plagados de mentiras y
crecimos llevando una vida lejos de los planes del Creador.

Por eso, durante esos primeros años de formación, aprendimos a vivir


independientes de Dios. Entonces un día aceptamos a Cristo, y todo lo que yo
escribí hace dos párrafos se convirtió en realidad en nosotros, pero nadie apretó
la tecla de «borrar» de nuestra mente.

Todo lo que había estaba programado en nuestra memoria seguía estando allí.
Por eso Pablo escribió:

«No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación


de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de
Dios, agradable y perfecta» (Romanos 12:2)
Sin Cristo, aprendimos a arreglarnos solos o a defendernos, como medios de
supervivencia.

Una fortaleza mental es un patrón de pensamiento que nos conduce a un estilo


de vida que es contrario a lo que Dios diseñó para nosotros. La palabra
“Fortaleza” aparece en 2 Corintios 10:4-5:

“Usamos las armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las
fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos. 5
Destruimos todo obstáculo de arrogancia que impide que la gente conozca a
Dios. Capturamos los pensamientos rebeldes y enseñamos a las personas a
obedecer a Cristo”

La palabra que se traduce como “Fortaleza” hace referencia a una plaza militar o
castillo fortificado que era edificado para establecer una base de control sobre
un territorio.

Pablo nos está diciendo que en nuestra mente se pueden edificar esos patrones
de pensamiento que originan nuestro comportamiento. Por lo que si queremos
cambiar nuestra conducta, necesitamos derrumbar esas fortalezas construidas a
base de mentiras y malas experiencias.

Los psicólogos les dan a estas técnicas de supervivencia el nombre de


mecanismos de defensa:

 La negación,
 La racionalización,
 la proyección,
 El culpar a otros,
 La mentira,
 El aislamiento emotivo y otros más.

También se los conoce como esquemas carnales, o fortalezas enemigas en la


mente.
Estos esquemas de pensamiento que constituyen hábitos mentales son como
senderos que han abierto surcos en nuestro cerebro. Es algo parecido a cuando
se conduce un camión siempre por el mismo lugar en medio de un pasto, haya
lluvia o sol, todos los días durante meses. Se forman profundos surcos en la
tierra, y no pasa mucho tiempo sin que sea posible dejar que el camión avance
solo por esos surcos sin usar el timón. De hecho, todo intento por timonear para
salirse de los surcos encuentra resistencia.

Esas fortalezas enemigas las asimilamos de dos maneras distintas a partir del
ambiente en el que hemos crecido.

 Primero, se desarrollan en nuestra mente por medio de las experiencias


prevalentes, como el hogar en que crecimos, la escuela donde
estudiamos, la iglesia a la que asistimos (o no asistimos) y los amigos y
enemigos que nos encontramos. Las actitudes mentales se captan más de
lo que aprenden.
Por ejemplo, es posible que unos amigos de tu vecindario te hayan
mostrado revistas pornográficas, o hayan tenido experiencias sexuales
contigo. Tal vez alguna niñera te acarició sexualmente. Esas experiencias
tienen efectos duraderos en la persona, a menos que esta los enfrente.
 La segunda contribución de importancia al desarrollo de fortalezas en
nuestra mente está formada por las experiencias traumáticas. Mientras
que las experiencias prevalentes son asimiladas en nuestra mente a lo
largo del tiempo, las traumáticas se graban con fuego en nuestra memoria
debido a su intensidad.
Por ejemplo, la muerte de uno de los padres, un divorcio, un incesto o una
violación. Estas experiencias quedan almacenadas en nuestra memoria, e
influyen sobre nuestra manera de pensar.
Nuestra esclavitud no tiene que ver tanto con estas experiencias como
con las mentiras que, como consecuencia de estos traumas, decidimos
creer acerca de Dios, de nosotros mismos y de la vida en general.
 La tercera fuente de fortalezas mentales la encontramos en un sistema
mundano impío.
Por ejemplo, los constantes bombardeos de ideologías que nos quieren
hacer creer que las desviaciones sexuales son naturales y que deben ser
aceptadas por toda la sociedad. Es importante que comprendamos que
podemos seguir conformándonos a este mundo, aunque seamos
cristianos, si creemos mentiras, leemos materiales indebidos, y cosas por
el estilo.

No hay inmunidad contra las seducciones de este mundo; nos es posible permitir
que afecten a nuestra manera de pensar y de actuar.

«Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según
las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no
según Cristo» (Colosenses 2:8).

Puesto que vivimos en este mundo, nos vamos a enfrentar continuamente a la


tentación de conformarnos a él. Pero no es pecado que seamos tentados. Si así
fuera, Cristo habría sido el peor pecador que haya vivido jamás, puesto que fue
«tentado en todo según nuestra semejanza» (Hebreos 4:15).

Pecado es ceder a la tentación, cosa que Cristo nunca hizo.

Toda tentación es un intento por parte de Satanás de lograr que vivamos con
independencia de Dios; de que caminemos según la carne, y no según el Espíritu
(lee Gálatas 5:16-23). Satanás conoce con exactitud cuáles son las teclas que
tiene que apretar cuando nos tienta, porque es un gran observador de la
humanidad. Él conoce tus debilidades y tu historia familiar. Está consciente de
las experiencias, tanto prevalentes como traumáticas, que te han hecho
vulnerable a ciertas tentaciones. Basado en tu conducta pasada, sabe que eres
vulnerable a las tentaciones sexuales.

Cada tentación comienza con un pensamiento que el mundo, la carne y el diablo


mismo estimulan.
Si seguimos reaccionando con decisiones incorrectas ante las tentaciones,
podremos adquirir un hábito en cuestión de seis semanas. Si el hábito perdura,
en nuestra mente surge una fortaleza del enemigo.

 El alcoholismo
 Las adicciones
 Complejos de inferioridad o superioridad
 Los trastornos alimenticios (Anorexia y Bulimia)
 Adicciones y perversiones sexuales

La homosexualidad y cualquier otra desviación de la sexualidad es una fortaleza


enemiga. Sin embargo, cuando se condena a los que luchan con esta forma de
conducta, los resultados son contraproducentes. No son más condenaciones lo
que ellos necesitan. Ya están sufriendo a causa de una increíble crisis de
identidad. Lo primero que ha impulsado a muchos a adoptar este estilo de vida
ha sido un autoritarismo prepotente.

La mayoría de los que luchan con tendencias o formas de conducta


homosexuales han tenido:

1. Una formación muy pobre en sus años de desarrollo.


2. Han sufrido alguna clase de abuso sexual,
3. Crecieron en una familia disfuncional (donde muchas veces están
invertidos los papeles del padre y de la madre),
4. Tuvieron contacto con literatura homosexual antes de tener la
oportunidad de desarrollar por completo su propia identidad sexual,
5. Sufrieron las burlas procedentes de sus compañeros o familiares y
6. Tuvieron relaciones pobres o traumáticas con el sexo opuesto

Todo esto se ha unido para contribuir a su desarrollo mental y emocional. Los


mensajes confusos conducen a emociones también confusas.
Estamos equivocados si creemos que la primera respuesta a una persona LGTBIQ
es señalarle que está en pecado. Ni Jesús ni los discípulos enseñaron tal cosa.

La primera respuesta de la iglesia debe ser mostrarle el amor incondicional de


Dios como persona, independientemente de su condición y su necesidad de
Cristo. Muchos líderes se preocupan tanto por la conducta y la apariencia de los
«pecadores» que se olvidan de que su misión es «hacer discípulos», no condenar
pecadores (Jn 3:17). El cambio viene de dentro hacia fuera.

Luego, si la persona rechaza a Cristo, motivarle a cambiar su estilo de vida es un


doloroso e infructuoso proceso, excepto si se trata de dar una ayuda integral
profesional a un adolescente. En muchas ocasiones aun la persona homosexual
adulta que conoce al Señor debe aprender que una vez que la puerta de la
homosexualidad se abrió, difícilmente se cerrará por completo; siempre sentirá
cierta atracción sexual y debe aprender a vivir sabiendo que hay una puerta
abierta. Es exactamente como alguien que fue adicto a una sustancia y sabe que
su corazón lo llevará a ella en un momento de tensión.

1. Debemos evitar en la iglesia un discurso sexista, ofensivo y denigrante hacia


las personas LGTBIQ.
2. Llamar a cada persona por su nombre y apellido, darle la bienvenida,
mirarle a los ojos, abrazarle y ver que cada uno fue hecho a imagen y
semejanza de Dios, aunque ahora se vea distinto.

Normalmente, una persona LGTBIQ que está sufriendo emocionalmente no


tratará de llegar a la iglesia para «presumir» sino para encontrar «el agua
viva».

3. Debemos estar abiertos a abrazar, recibir y amar a toda persona LGTBIQ


que se acerca a la iglesia con hambre y sed del Señor. Entendamos que
puede llevar en su vida una cicatriz muy profunda que humanamente no
puede ser borrada; esto no significa que alguien con un estilo de vida LGTBI
deba ser aplaudido, adulado o bien ser tratado con hipocresía.
4. Un adolescente o joven que «sale del clóset» con su líder necesita
comprender que su sexualidad aún no se ha formado, y que tenga
inquietudes no lo definen como «gay» o «lesbiana».
5. Detrás de la necesidad sexual siempre está el afecto y la necesidad de
fortalecer un estilo de vida guiado por un afecto fraternal hacia ambos
sexos, que le afirme en su identidad y valor personal.
6. Si una persona LGTBIQ se entrega a Cristo o ya se entregó a Cristo, necesita
aprender que su identidad no depende de su orientación o identidad sexual
sino de su misión en la vida, y al igual que todos los jóvenes es llamado a
vivir una vida sexualmente pura y casta.
7. Posiblemente necesite de un acompañamiento espiritual de muchos años y
un mentoreo en su nuevo caminar en su relación con Dios.

Jesús debatía sobre los problemas, pero más que eso, amaba a la gente. Todo
tipo de personas se le acercaban para hablar con Él cuando estuvo en la tierra.
Los infiltrados religiosos. Los socialmente marginados. Los discapacitados. Los
indeseables. Los ricos, los pobres, los jóvenes, los viejos. Algunos a quienes otros
les habían arruinado la vida, y otros que se habían arruinado la vida ellos
mismos.

Y Jesús amaba a todos, hacía tiempo para todos y respetaba a todos. No siempre
estaba de acuerdo con ellos (y Él, más que nadie, no estaba de acuerdo con los
infiltrados religiosos). Sin embargo, siempre los amó, especialmente a los que
iban a Él con su sufrimiento. En una hermosa frase tomada del profeta Isaías y
aplicada a sí mismo, Jesús describió su actitud hacia ellos:

“La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará” (Mateo


12:20).

La metáfora visual que Jesús emplea es importante para recordar y bella de ver.
Jesús no permitirá que personas frágiles se desmoronen o caigan bajo el peso de
sus luchas; Él quiere tomar a aquellos que sienten que están a punto de
apagarse y devolverles el brillo y el calor. Jesús es dulce y tierno con aquellos
que piensan que no pueden seguir adelante.

Jesús comparó la vida con Él con «hallar descanso», e invitó a los agobiados a
venir y disfrutarla:

Luego dijo Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas
pesadas, y yo les daré descanso. 29 Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles,
porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el
alma. 30 Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana»
(Mateo 11:28-30).

De modo que si estás leyendo esto y sientes que estás por llegar al límite de tus
fuerzas, si sientes que tu llama es muy, muy tenue o que estás demasiado
quebrado para mantenerte de pie, o bien conoces a alguien que está en esa
situación,

Jesús dice:

Entiendo y veo lo que está pasándote. Te amo y quiero ayudarte. Tal vez no
siempre esté de acuerdo contigo, pero es porque quiero lo mejor para ti. He
venido para fortalecerte, no para quebrarte. No apago los pábilos que
humean. Quiero avivar esa llama.

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