El modelo CAC “Compra Afectivo-Cognitiva” intenta superar las líneas generales

que plantea la conceptualización de la implicación del consumidor, en donde

supone una introducción a la cara emocional de ellos.

En este contexto surge una corriente de investigación que se interesa por la

vinculación que existe entre los objetos (bienes, productos y servicios) con la
propia estima y realización del sujeto. De manera general a dicho tipo de conducta
de compra se la viene denominando compra simbólica.

los mercados abastecidos de productos, son potencialmente capaces de producir

las mismas utilidades funcionales, es por ello que las empresas con sus marcas y
conceptos buscan cada día la diferenciación a través de lo que denomina la
personalidad de los productos.

Podemos observar diversos estudios que se han realizado desde los años en
donde muchas investigaciones ponen de manifiesto patrones de consumo y uno
de ellos es la compra por impulso o, también conocida como la compra no
planificada, en la que se identifica, más restrictivamente, con la compra de
productos baratos, de bajo riesgo o de baja deliberación cognitiva.

Frecuentemente el consumidor sigue sus impulsos como guía de su conducta,

independientemente de criterios racionales; criterios cognitivos como, por ejemplo,
la regulación y el autocontrol. La llegada de la sociedad de consumo ha supuesto
un cambio radical en nuestras costumbres. Pero también es cierto que nuestros
hábitos y estilos de vida han influido considerablemente en las nuevas formas de
consumo.

El modelo estructural CAC, si conlleva también elementos de valoración cognitiva,

puede ser o bien integrativa o bien conflictiva. El criterio entre una u otra es un
criterio sencillo de grado de ajuste entre lo que emocionalmente tendemos a
comprar y lo que cognitivamente o normativamente establecemos.

El elemento impulsivo de la compra se suscita como deseo de poseer las

cualidades subjetivas que el producto sugiere, ya bien sea por identificación ya
bien sea por deseo.