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“El diálogo: la llave que frena las guerras”

Monterrey, México. El lenguaje trae al ser humano la capacidad de relacionarse con otros. Es a
través de la conversación que construimos nuestro mundo, damos nuestra opinión y punto de
vista acerca de las cosas. Lo primero que aprende a decir un niño, después de mamá, papá y agua,
es mío. Así aprendemos a defender nuestros derechos, empezamos a construir nuestro “Yo” desde
aquello que nos pertenece.

Y con esta búsqueda de pertenencia e identidad viene el conflicto. ¿Cuál quieres, el tuyo o el de tu
hermanito? La respuesta invariable es el de mi hermanito. La curiosidad y el deseo de poseer lo
que no tenemos, aflora en nosotros de manera natural.

Se dice que: “Un conflicto es una conversación pendiente”. ¿Por qué rehuimos a solucionar
conflictos? La respuesta es que no nos sentimos fuertes en este tipo de conversación, no sabemos
escuchar, no aceptamos que el otro pueda tener un punto diferente al mío, confundimos a la
persona con el juicio emitido.

Cuando alguien no piensa igual que yo, pienso de inmediato, que el otro está en mi contra, creo
que me está rechazando. De esta manera, dejamos la conversación pendiente. Es importante
saber dialogar de manera cordial y sincera, escuchando para aprender desde donde el otro está
observando la situación; si así lo hiciéramos, aprenderíamos otra mirada. Un punto de vista es solo
una vista desde otra perspectiva.

Al crecer creamos recursos para tener conversaciones, por ejemplo: aprendemos a ser corteses y
diplomáticos para conseguir o negociar lo que nos interesa; justo ahí, nos damos cuenta del poder
que tienen nuestras palabras. Dice el dicho popular: “En el saber pedir está el dar”. Maduramos
como personas cuando aprendemos a hacer peticiones, a compartir nuestros deseos.

También requerimos la habilidad para hacer ofrecimientos. Aunque a veces con el pasar de los
años lo que pensamos de una situación nos limita.

Por ejemplo: “Quiero pedir un aumento de sueldo, pero no lo hago pues creo saber lo que me van
a contestar”—como si leyéramos la mente de los demás— y pienso que dirá que no me lo
merezco, que no hay dinero…. De tal manera que no hago mi petición por miedo y me siento
víctima de las circunstancias, cómo si no pudiera hacer nada.

Cuando aprendemos a conversar, en cualquier tipo de circunstancia, tenemos el mundo a nuestro


favor, pues no habrá problemática que nos detenga. Esto nos libera, nos da un poder de acción
increíble, pues dejo de ser víctima y me responsabilizo de lo que me pasa.

Entonces, pregúntate: ¿qué no he dicho que debo decir?, ¿qué puedo decir que pueda resolver un
conflicto?, ¿este conflicto vale tanto como para perder la relación con esa persona?

Decía el Filósofo Romano, Séneca: “No es porque las cosas sean difíciles por lo que no nos
atrevemos; sino que, por no atrevernos, ellas se hacen arduas”. Con esta reflexión deducimos que
Muchas situaciones se convierten en conflictos, porque no nos atrevemos a enfrentarlos en ese
momento. Creemos que el tiempo lo resuelve todo; sin embargo, cuanto más pasa el tiempo, es
más difícil poderlos resolver.

Nosotros valoramos mantener la relación que ganar el conflicto. Nos peleamos y nos separamos
por tantas tonterías que no valen la pena y nos alejamos de personas muy queridas. La vida es una
sola y hoy es tu oportunidad de usar el poder de las conversaciones. Habla con tus seres queridos
para decirles lo importantes que son para ti.

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