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Cresto, Juan José

Título La correspondencia que engendró una guerra

Tags Guerra del Paraguay Liberal Mitrista

Año @10/12/1971

Ciudad Buenos Aires

Editorial Ediciones Convergencia

Status Done

La Guerra con el Paraguay ha sido un tema de historia estudiado por investigadores


de diverso origen: unos lo han hecho con rigor y documentación científicos, otros
con pasión y no pocos pretextaron el conflicto para justificar actitudes políticas o
demostrar pretendidas te sis. Nada de esto último impulsa al autor. Como ocurre
siempre con los acontecimientos imprevistos en la vida de los hombres o de los pue
blos, una guerra tan cruenta y costosa en vidas y bienes, perfiló a sus protagonistas
con trazos definitivos. Hubo héroes y víctimas, mercade res que lucraron con el
conflicto, políticos que aprovecharon ventajas de partido, conductores que sufrieron
el peso de tanta responsabilidad. Para el autor rotundamente dicho y como examen
de conciencia- un lugar de privilegio lo ocupa el heroico pueblo paraguayo, que
enfrentó a la adversidad con sacrificio en pos de un líder fascinante y mesiánico,
pero sincero y patriota hasta el sacrificio.

Prólogo
Enrique de Gandía

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ideas politicas que, en tiempos de la guerra, no eran conocidas. Por un lado el


nazismo; por el otro, el comunismo. La figura de Francisco Solano López fue
deformada, envuelta en ropajes que no le co rrespondian. Cada historiador, según
sus nuevas ideas políticas, quiso asimilarla a su pensamiento, utilizarla como un
antece dente o justificativo de sus ideas politicas. No faltó quien, en su odio a Gran
Bretaña, por su pasión marxista y comunista, atribuyera la guerra nada menos que a
los politicos ingleses. Otros, en su afán de desnaturalizar la historia argentina, de
presentar a sus proceres como a seres indignos de los monu mentos que tienen,

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echaron las culpas de la guerra, el verdadero origen de la guerra, a uno o más
determinados personajes. Mitre y los estadistas brasileños habrían sido los
culpables del incen dio. Las pruebas no existen, pero esto no importa. Se suponen,
se deducen o se inventan. La historia, para estos historiadores, es una historia de
sospechas y de inducciones. Talentos mal entendidos o mal aplicados. Hasta un
hombre de tan buen sen tido como Alberdi arrojó la plena culpabilidad de la
conflagra ción al Brasil. Las excepciones de historiadores realmente sen satos son
pocas. En la Argentina, Juan Beverina y Ramón J. Cárcano son los grandes
maestros de la historia de esa guerra, como técnico militar, uno, y como conocedor
profundo de las causas de la guerra, el otro. En el Brasil son muchos los auto res de
obras discutibles. En el Paraguay, un pequeño mundo de cronistas, de
memorialistas y de evocadores que en ningún momento deben ser olvidados; pero,
entre ellos, como luminarias imperecederas, dos nombres: Juan E. O'Leary y Efraim
Car dozo. O'Leary fue el poeta, el mago, que revivió seres y hechos con un espíritu
de epopeya. Sus libros los poseemos todos dedicados son un enorme poema de
heroismo, de locura y de amor. López fue el superhombre, el semidiós de la guerra,
el patriota insuperable, único en la historia de América

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del mundo. Sus libros emocionan y estremecen. Parecen una novela y son una
realidad. Fuimos amigos y no olvidaremos ja más el honor de esta amistad. Y
tampoco olvidaremos el afecto de otra gran amistad, desde nuestra juventud hasta
nuestra edad madura: la de Efraim Cardozo: el critico más profundo, el in vestigador
más incansable, el evocador perfecto en sus resu rrecciones. Junto a ellos, siempre
en el dulce Paraguay, una mujer de talento extraordinario: Concepción L. de
Chaves. Supo revivir la historia dramática de Elisa Lynch de Quatrefages con
realismo y poesia. Su biografia hace sentir y comprender como muy pocos libros las
almas de López y de su amante, de la guerra y del pueblo sorprendente pueblo-
paraguayo.
No nos detenemos en los pseudoestudios de comunistas y otros historiadores que
quieren explicar esta guerra con el pen samiento de Marx o con sus odios al Brasil y
a Mitre. Libros y folletos insensatos e indocumentados, falsos y calumniosos. Hay
que ir a las fuentes, analizar los documentos del tiempo, conocer las verdaderas
causas que encendieron el choque de pueblos más grande que hubo en América
después de la guerra civil hispanoamericana de donde surgió la independencia de
nuestras naciones. Esta labor es la que han hecho historiadores eminentes y la que
hay que profundizar para demostrar, cada vez con más seguridad, las verdaderas

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causas de la guerra. Nosotros también la hemos acometido, desmenuzando la
corres pondencia de Mitre y López. Cartas de hombres equilibrados y justos.
Hicieron lo humanamente posible para impedir el esta llido.

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López fue arrastrado a la contienda por los politicos del partido blanco del Uruguay.
Nosotros di jimos, directamente: rosistas y citamos el primer ejemplo de Lorenzo
Torres, enviado por Mitre para tratar con López y rechazado, al cabo de varias
conversaciones, por el propio López que lo consideraba un hombre peligroso. El
historiador que acude a nuevas fuentes y expone una nueva visión es el profesor
Juan José Cresto.

13.

Lo indudable es que el partido blanco, sabiéndose vencido, trató de convencer a


López -y lo logró de que lo sostuviese en el poder para oponerse a la opresión del
Brasil.

La guerra del Paraguay en el contexto de nuestra historia

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La caída de Rosas es un hecho irreversible porque en Ca seros quedó sepultado el


sistema de predominio personal que ejercía mediante las facultades extraordinarias
otorgadas por una Legislatura complaciente, que formaba parte del esque ma en su
conjunto y cuyo concurso le era necesario para con validar sus actos.
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La victoria de Buenos Aires en Pavón dio un vuelco a la situación anterior. Las


disensiones dentro de la Confederación, la tenaz negativa del presidente Derqui a
un avenimiento, los sucesos de San Juan y la intransigencia del Partido Federal en
el reconocimiento de los diplomas de los diputados electos de Buenos Aires,
determinaron la ruptura de las relaciones entre los dos bandos, el abandono de la
política de fusión y finalmente la guerra. Repentinamente Buenos Aires, esta vez
debidamente alistada, se presenta al combate con una táctica nueva que su jefe, el

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general Mitre, gobernador de la provincia, había escu chado reiteradamente al
general José María Paz, el más lúcido táctico de nuestras guerras

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Quien se hacía cargo del país era una eminente figura, paciente, sereno y reflexivo,
siempre dueño de sus actos y de sus emociones, cuya presencia cubre de manera
descollante medio siglo de la vida nacional, cual un Pericles revivido, florecido a
orillas del Plata. El destino le había dado mejor origen que a Urquiza: tuvo contacto
urbano, frecuentó a los hombres ilus trados de la época, intimó con ellos y pese a
haber elegido la profesión de las armas por la necesidad del momento, contra
riando, según expresara más tarde, su íntima vocación de poeta y escritor ", tuvo
oportunidad de educarse y vivir en contacto con el mundo europeo, a una edad en
que el joven Urquiza se abría camino en una pulpería de campaña en Entre Ríos,
en medio de gauchos analfabetos y luego, por imperio de su volun tad y de su
esfuerzo, corría a través de las cuchillas con la lanza tacuara, al frente de sus
hombres, enarbolando un pendón rojo.
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Buenos Aires se hacía cargo de la organización nacional y continuaba la obra que,


con escasos medios económicos y gran des sacrificios, había comenzado el Gran
Entrerriano. Mitre, persuadido de su política de paz, desoyó los consejos de sus
amigos de Buenos Aires y penetró en el interior. No obstante, estaba convencido
que había llegado la hora de remover defini damente a los caudillos sobrevivientes
de la época rosista y sustituirlos por aquella joven generación liberal de los proscrip
tos ya no tan joven-, lo que motivó fuertes resistencias. Esta acción de Buenos Aires
tiene repercusión internacional en los países vecinos. El jefe de la vanguardia
mitrista en Pavón había sido el general oriental del Partido Colorado, don Venancio
Flores.

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Mitre es en gran parte el fundador de los principios de la política exterior argentino.


En la larga controversia que sostuvo con Sarmiento en su misión por los países del
Pacífico, camino de Estados Unidos, donde sería nuestro representante, Mitre
expuso en nota del 15 de marzo de 1865, extensa y fatigosa, ya que consta de
4.500 pa labras, que pueden leerse en el Archivo Mitre (Política Exte rior. Edición de
"La Nación", 1913). "...que la verdad era que las repúblicas americanas eran
naciones independientes, que vivían de su vida propia y debían vivir y

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desenvolverse en las condiciones de sus respectivas nacionalidades, salvándose
por sí mismas, o pereciendo si no encontraban en sí propias, los medios de
salvación. Que era tiempo ya que abandonáse mos esa materia pueril de que
éramos hermanitos y que como tales debíamos auxiliarnos, enajenando
reciprocamente hasta nuestra soberanía...". Y cuando Sarmiento, quijotescamente,
se inmiscuye en el problema de las islas Chinchas, le dice: "...¿qué tenemos
nosotros que ver en este asunto?" (José Sal vador Campobassi, Sarmiento y Mitre:
Hombres de Mayo y Caseros, pág. 173, Ed. Losada). ¡Y Francisco Solano López se
va a poner en guardia porque Brasil ataca al Uruguay, lejos de su casa, de su tierra
y de sus problemas!
No obstante, dos acontecimientos habrían de perturbar esa obra de Mitre,
trastrocarla y transformarla en una inmensa hoguera. Esos dos hechos fueron: la
asunción del mando en octubre de 1862 a la presidencia de la República del
mariscal Francisco Solano López, a raíz de la muerte de su padre y la invasión de
Venancio Flores al Uruguay, en Rincón de las Ga llinas, el 19 de abril de 1863.
Queda, pues, bien en claro, que la República Argentina, ni su pueblo, ni su
gobierno, en ese momento, ni en los inme diatos anteriores, tenía motivos,
necesidades o deseos de iniciar una guerra, inmiscuirse en ella o procurarla directa
o indi rectamente, por sí o por otros.

Los protagonistas y los hechos


A) El Uruguay

Veamos el caso de Venancio Flores, ya que él es actor principalísimo en esta


contienda.
Flores es un típico hombre de "a caballo", valeroso y simple, templado en todas las
luchas, en todos los combates. Simple y sencillo, parece un centauro mitológico. No
tiene temor ni tiene piedad. Fue soldado de Artigas, fue hombre fiel de Fructuoso
Rivera, hizo la campaña de las Misiones, estuvo con los 33 Orien tales, intervino en
todos los entreveros y sus correrías cruzaron en mil direcciones diferentes las
tierras de su patria. Pero hombre práctico, no tiene escrúpulos en pedir ayuda a su
pode rosa vecina para tomar el poder. No lo hace ocultamente, sino de frente,
consciente que obra con beneficio para su país. El, personalmente, fue siempre
pobre. Invade el Uruguay después de haber hecho la campaña de Mitre, de quién
es amigo personal, y siembra el terror.

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B) El Paraguay
F. Solano Lopez: Orgulloso hasta el límite del ridículo, celoso de sus pre rrogativas,
cuidadoso del detalle del protocolo y capaz de exal tarse en caso de zaherir su
persona, con una vanidad pomposa, dueño de una inteligencia sagaz para las cosas
pequeñas, pero ciego para los asuntos de conjunto y, por sobre todo, apasio nado,
devorado por una llama inextinguible de acción, por una parte, tenía también la
actualidad de la energía, del vigor puesto en práctica en una dirección determinada
y con un em puje asombroso. Era un hombre superior en muchos aspectos y un
líder nato. Los hombres de este tipo, finamente condu cidos por los lazos sutiles de
las palabras, suelen ser títeres de los aduladores que persiguen un propósito, como
también enemigos irrenunciables de los que se oponen a ellos, o ver dugos de los
que se subsumen..
33.

30 años necesitó el doctor Francia para aislar al Paraguay del mundo civilizado; 18
años Carlos Antonio López 18 para hacer reconocer la independencia y trabar
relaciones amistosas con el mundo; sólo dos años le fueron suficientes a López II
para reforzar sus ya importantes defensas y arrojarse a una loca aventura.
Cierto es que Paraguay tenía problemas seculares. Son los antecedentes remotos
de esta guerra. Son aquellos que mencionan con justificado motivo- los
historiadores que han tratado este tema. Pero nosotros no los creemos suficientes,
porque los problemas existían por años y la guerra estalló en un momento
determinado y no precisamente, para solucionar esos mismos problemas, si bien se
mencionan incidentalmente en las declaraciones, sino para aventar situaciones
específicas: "la ruptura del equilibrio político del Plata a raíz de la in vasión brasileña
a la República del Uruguay [guerra al Im perio], la ayuda a los revoltosos del Partido
Colorado por parte del gobierno de Mitre y su negativa a trasladar por la provincia
de Corrientes tropas armadas [guerra a la República Argentina]".

Epílogo y síntesis
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El doctor León Rebollo Paz ha expresado que, en su opi nión, la guerra se debe
exclusivamente al carácter del mariscal López. A nuestro modo de ver, a esa tesis le
falta el ingre diente del argumento inficionado en la materia. El Dr. Cárcano expresa
la complejidad de motivos territoriales. El Dr. Horton Box, a los numerosos motivos
combinados, que tejieron su trama y escaparon de las manos de los protagonistas,
sin acen tuar uno de ellos en especial. Fermín Chávez, a la obra sola pada de Mitre.
Menciona para ello a Alberdi, quien dice: "La cuestión del Paraguay, no es más que

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una faz de la cuestión interior argentina. Esta cuestión interior ha sido toda la causa
y origen de la guerra del Paraguay, que jamás hubiese llegado a existir si Mitre
hubiese estado por la unión argentina con la verdad". Evidentemente, esto no es
así. Los numerosos, difíciles y complejos problemas interiores de Mitre, tenían su
solución dentro del marco de las fronteras; Mitre no necesitaba crear una guerra
internacional para solucionar problemas in teriores, sino, por el contrario,
necesitaba, anhelaba con vehe mencia, la paz internacional. El gran Alberdi, cierra
el paso al profundo pensador, para dejar surgir en este caso al pole mista, el
hombre enconado e injustamente relegado de su pa tria.
Para León Pomer, todo es obra de la diplomacia maquia vélica de Mitre.
Resumiendo ligeramente, Mitre lo envía a Flores a levantarse en armas en su patria,
lo ayuda con dinero y hombres, prevé que en esa guerra el gobierno blanco se verá
obligado a molestar a los ganaderos riograndenses: los "gaúchos" del sur del Brasil
pedirán ayuda a Río; San Cris tóbal acudirá en ayuda de los colorados; Paraguay se
verá obli gado a ayudar a los blancos y Argentina se verá involucrada con
excelentes aliados, porque Paraguay no podrá atacar a Brasil directamente. Si Mitre
hubiera previsto todas estas si tuaciones, no habría sido un genio, sino un vidente.
Lo que no está explicado, es para qué Mitre hubiera querido un con flicto de este
tipo y qué ventajas le hubiera reportado.
Diferente, por el alto magisterio de su pluma, por la hon dura de su reflexión y la
exhibición de documentos, es la obra del ilustre oriental Luis Alberto de Herrera,
caudillo mo derno que ha dejado hondas huellas en su país. Para Herrera, el
culpable es Mitre ("La culpa mitrista"). Y nosotros debemos decir con la claridad
meridiana de nuestra conciencia que si bien el culpable es el que arroja la lanza, no
menos responsa bilidad le cabe al que lo instiga y crea el clima. Ellos son pre
cisamente los hombres del Partido Blanco, de su partido, espe cialmente el canciller
Dr. Juan José de Herrera, su ilustre padre.
Evidentemente, Herrera es un historiador honesto, de ideas claras y su obra es
coherente con sus principios, que sostuvo a lo largo de toda su vida pública,
entregada generosamente a su patria y a sus conciudadanos. No obstante, como
tantos autores ya que es materialmente imposible mencionar a to dos-, sostiene que
Mitre apoya con todos sus medios a su amigo el general Venancio Flores, en las
correrías a través de las cuchillas de su patria. Lo dice una y otra vez, pero no lo
puede probar nunca. Ni en ésta, ni en ninguna otra obra que critica en este punto a
Mitre, pueden demostrar de una manera clara o velada, la ayuda que dicen le presta
al rebelde político colorado.

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Y la neutralidad mantenida por Mitre con respecto a Flo res la sostuvo
inquebrantable frente al conflicto entre Paraguay y Brasil. Puede verse en este
sentido la correspondencia entre el presidente y el gobernador de Entre Ríos y más
que eso, mucho más que eso, es este hecho verídico: el señor Anacarsis Lanús,
hombre de negocios (de los tantos proveedores que tu vieron los ejércitos en el
frente y que lucraron con la guerra), en uno de sus últimos viajes a Asunción le
manifestó a Mitre que haría uno próximo con fecha 25 de marzo (1865), en el vapor
"Salto". Dicho barco, por noticias del doctor Gutiérrez, redactor de la "Nación
Argentina" y expresiones de su capitán, el señor Fidanza, a quien recabaron
noticias, llevaba un impor tante cargamento de armas, para el Paraguay, por lo que,
siendo las diez u once de la noche fueron a la casa particular del presidente, para
solicitar que le ordenaran desembarcar los bul tos que lo contenían. Pero el general
Mitre reflexionó un momento y dijo: "No veo inconveniente ninguno en que el vapor
lleve armas, no podemos negar al Paraguay lo que no negamos al Brasil: deje
usted, no dé paso ninguno". ¿Puede pedirse una neutralidad más honesta? Y las
armas fueron a manos del presidente López. Pero esto ocurría el 23 de marzo y ya
el 15 de ese mes, el presidente paraguayo había firmado la declaración de guerra a
nuestro país, es decir ya estábamos en pleno conflicto, Mitre lo ignoraba, y
entregaba las armas a sus enemigos.
Esta neutralidad se confirma en la negativa del presidente de armar a la provincia
de Corrientes y en numerosa correspondencia dirigida al gobernador Lagraña le
pide que conserve
la serenidad frente a los aprestos militares de sus vecinos.
Nada hay bajo, nada hay indigno por donde se busque, documento tras documento
en este trágico asunto. Y hasta re sulta edificante ver la respuesta de Urquiza a una
clara pre gunta de Mitre: "Qué hará V.E. si el Paraguay invade nuestra patria?".
Urquiza es partidario de permitir el paso de los ejér citos paraguayos por las
misiones despobladas. Mitre insiste en su tesis: ello implicaría la violación del
territorio nacional. Urquiza, finalmente se convence. Y le contesta: "Si cualquiera de
los beligerantes, si el Paraguay, si el Brasil, si alguna nación por alta que fuera su
jerarquía, desconociese los respetos que merece la República como estado
independiente, atentase a su soberanía, desconociese sus derechos o se atreviese
a humillar su gloriosa bandera, si tal llegare a suceder, no sería posible hesitar en
tomar un camino. Sólo hay uno posible, para un pueblo digno y valiente, uno solo
para el gobierno, a quien ese pueblo le ha confiado sus destinos y ese camino único
sería marchar unido y resuelto, sin economizar sacrificio ni perdonar medio alguno

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legítimo, de tomar del [injusto] agravio de su honra vulnerada, la condigna
satisfacción de sus derechos agredidos".

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