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SEMIÓTICA DE LA PRIVATIZACIÓN DE LA SEGURIDAD:

VIGILANTISMO E INSEGURIDAD EN TEPITO1

Arturo Díaz Cruz*

Resumen: Este artículo reflexiona etnograficamente sobre la semiótica de la privatización de la


seguridad, para lo cual toma como referencia el caso de un grupo de vigilantes en Tepito. Con
base en el trabajo de campo realizado entre 2016 y 2017, analizo las distintas interpretaciones
locales acerca de la labor que efectúan a diario policías estatales y vigilantes. El artículo mues-
tra cómo se perciben ciertos rasgos “privados” en la seguridad “pública”, así como algunos ele-
mentos “públicos” en la seguridad “privada” de los vigilantes. El trabajo sigue el análisis
semiótico sobre la dicotomía público-privado que propone Gal para pensar en los significados
locales sobre la seguridad.
Palabras claves: privatización de la seguridad, semiótica, vigilantismo, Tepito.

Semiotics of the Privatization of Security:


Vigilantism and Security in Tepito
Abstract: In this article I use an ethnographic approach to reflect on the semiotics of the priva-
tization of security. Based on the fieldwork conducted between 2016 and 2017 with a group of
vigilantes in Tepito, I analyze the different local interpretations about the work carried out
every day by state police and vigilantes. The article shows how certain "private" features are
perceived in "public" security, as well as how some "public" elements permeate the "private"
security provided by vigilantes. My work follows the semiotic analysis of the public-private di-
chotomy proposed by Gal (2002) to think of local meanings about security
Keywords: privatization of security, semiotics, vigilantism, Tepito.

INTRODUCCIÓN 1
menudo no sabemos qué hacer con las
ambivalencias que traen consigo las

A
shis Nandy (2002) atisbó con distintas imágenes que existen sobre
agudeza un asunto central de la esta organización política: ya sea vis-
vida pública contemporánea: ta como “protector”, “agente moderni-
durante décadas hemos visto una an- zador” o “árbitro”, por mencionar
siedad constante alrededor de la idea algunos ejemplos, pareciera perdurar
del Estado. Como señala el autor, a
* Doctor en ciencias sociales con especialidad
en sociología, El Colegio de México. Línea prin-
1
  Agradezco los comentarios de Claudia cipal de investigación: inseguridad, violencia,
Zamorano, Vicente Moctezuma y de los dicta- estado, etnografía urbana Correo electrónico:
minadores anónimos. arturodiazcruz84@gmail.com

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Semiótica de la privatización de la seguridad: vigilantismo e inseguridad en Tepito 45

con insistencia cierta obsesión con siones alarmistas sobre el “declive” o


querer definir al Estado en términos el “retiro” del Estado, que más bien la
esencialistas. Creo que algo parecido privatización de la seguridad trae con-
ocurre con la noción de lo público. sigo una “redefinición” de las relaciones
Así, en los últimos años, diversos entre lo público y lo privado (Hibou,
trabajos han analizado la “privatización 1999; Abrahamsen y Williams, 2011).
de la seguridad” a nivel global, es decir, Sin embargo, de nuevo esto sugiere
la expansión de “nuevos actores” en la cierta claridad en los trazos divisorios.
gestión de dicho rubro, lo que ha impli- De este modo, encuentro en el grue-
cado un quiebre con la visión monopólica so de las obras referidas unos acerca-
del Estado. En ese proceso destaca, por mientos, de tal manera que la idea de
un lado, la proliferación de empresas lo público no puede aparecer desvincu-
que ofrecen servicios especializados de lada del Estado, es decir, suelen abor-
protección y vigilancia (Krahmann, 2010; darse como dos categorías articuladas
Abrahamsen y Williams, 2011). Por otro de manera intrínseca. Como consecuen-
lado, dentro de la “privatización de la cia de ello, la noción de privatización ha
seguridad” se ha incorporado un con- estado asociada con la incursión de esos
junto de manifestaciones “no estatales” “nuevos actores no estatales” a los que
y fuera del mercado, a través de las me refería con anterioridad, ya sean las
cuales las personas procuran constituir empresas o los vecinos del barrio. Uno
mecanismos de seguridad (Smith, 2004; de los problemas que tienen estos en-
Hansen, 2006; Comaroff y Comaroff, foques normativos es que dejan de lado
2016). A las formas “civiles” por las los estudios que han mostrado con
cuales los ciudadanos se organizan para precisión la porosidad de las fronteras
tomar “la ley por propia mano”, recu- entre Estado y sociedad, así como entre
rriendo al uso de la violencia o a la lo público y lo privado (Gupta, 1995;
amenaza de emplearla con el objetivo Mitchell, 1999; Migdal, 2001; Hansen
de reprimir la criminalidad y proteger y Stepputat, 2001). Por otra parte,
sus propias “comunidades”, se les co- también suelen quedar al margen los
noce como “vigilantismo” (Abrahams, textos que han subrayado el carácter
1998; Pratten y Sen, 2008). ambiguo y polisémico que, tanto his-
Ahora bien, algo que quiero enfati- tórica como teóricamente, ha registrado
zar sobre estas discusiones es que la la dicotomía público-privado (Warner,
noción de privatización se encuentra, 2005; Rabotnikof, 2010).
en ambos casos, ligada a la incorpora- Una vez advertido lo anterior, en
ción de agentes o grupos “no estatales”, el presente artículo me propongo re-
lo cual sugiere, de entrada, que la flexionar desde el punto de vista de la
mayoría de los trabajos da por sentada etnografía sobre la noción de privati-
la separación entre el Estado y la so- zación de la seguridad, partiendo del
ciedad, así como de lo público y lo pri- caso particular de un grupo de vigi-
vado. A lo mucho, algunos textos han lantes en el barrio de Tepito. Ubicada
señalado, a contracorriente de las vi- en las inmediaciones del Centro His-
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tórico de la Ciudad de México (chcm), más sobresalientes del análisis semió-


esta zona es conocida a nivel interna- tico es que nos permite observar cómo
cional por sus mercados “informales”. las características o atributos asocia-
Al respecto, busco distanciarme de las dos a lo público o lo privado pueden
miradas que parten con un sentido trasladarse a diferentes objetos socia-
predeterminado sobre el Estado, lo pú- les (grupos, actividades, interacciones).
blico y lo privado, y más bien sigo a Del mismo modo, podemos apreciar
Zamorano (2019), quien se pregunta cómo la oposición dicotómica se repro-
acerca de lo que hay detrás de dichas duce en diferentes escalas mediante
categorías. Así, me interesa analizar, procesos de recursividad.
cómo a partir de los encuentros cotidia- Al proceder siguiendo un análisis
nos entre las policías, los vigilantes y semiótico, mi etnografía busca hacer
la población local, se producen signifi- una contribución a la discusión sobre
cados e imágenes sobre lo público y lo la privatización de la seguridad, real-
privado, en relación con la seguridad. zando el modo de captar algunos ras-
Este artículo se basa en las observaciones gos “privados” en la manera en que se
extraídas mediante una extensa prác- interpreta el desempeño de las policías
tica de campo etnográfico realizada estatales. Por el contrario, sugiero que
entre 2016 y 2017, durante el cual pude podemos vislumbrar algunos elemen-
acompañar en sus labores diarias al tos “públicos” en la actuación de los
grupo de vigilantes que aquí analizo.2 vigilantes del grupo que analizo. En
Al cuestionarme acerca de los sig- todo esto, como muestro en el artículo,
nificados alrededor de la privatización las valoraciones acerca de lo local y el
de la seguridad, considero apropiado Estado resultan cruciales, así como las
retomar la sugerencia de Gal (2002) ideas de justicia y legitimidad.
para pensar la dicotomía público- El artículo contiene tres apartados.
privado en términos semióticos, es En el primero expongo brevemente las
decir, como un fenómeno comunicati- continuas tensiones que han marcado
vo. Lo anterior implica que dicho bi- la relación entre la gente de Tepito y
nomio posee “propiedades indexicales” las policías, con el objetivo de describir
o, dicho en otras palabras, que los el contexto en el que surge la agrupación
sentidos que pueden asumir lo públi- de vigilantes. Subrayo la manera en
co-privado son relativos a los contextos que la policía es interpretada como una
específicos de uso. Uno de los aspectos corporación orientada por intereses
personales, desdibujándose la noción
2
  Este artículo formó parte de mi tesis doc-
normativa de la seguridad “pública”.
toral, la cual consiste en una etnografía sobre En el segundo apartado me enfoco en
la inseguridad en Tepito. Si bien aquí me con- los empeños discursivos llevados a cabo
centro en el grupo de vigilantes, mi trabajo de por los fundadores del grupo de vigi-
campo recoge observaciones, conversaciones
casuales y entrevistas con informantes diversos:
lantes, en los que se traza un contras-
burócratas estatales, comerciantes, dirigentes, te entre la violencia e injusticia de las
policías, residentes del barrio. policías frente a la protección local y
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comunitaria de aquéllos. Así, mi pro- Se trata de uno de los barrios antiguos


pósito consiste en mostrar cómo se más reconocidos, cuya reputación como
delinean ciertos rasgos “públicos” en “congregación de rateros, encrucija-
la seguridad que ofrecen los vigilantes, da de la ‘mota’ y de lo chueco”, en tér-
lo cual, como propongo, representa un minos de Monsiváis (2014: 283), ha
intento por legitimarse. El tercer apar- producido una fama peculiar que en-
tado expone cómo en las labores coti- tremezcla estigma y exotismo.4 La
dianas, los vigilantes llevan a cabo una colonia Morelos fue construida hacia
mimetización del trabajo de las policías, finales del siglo xix y formó parte de
lo cual trae consigo inevitablemente un un amplio proyecto urbano que contem-
proceso semiótico más, en el que los plaba la creación de zonas residencia-
atributos de violencia e injusticia se les destinadas para albergar a las
imponen también entre ellos. clases populares (Aréchiga, 2003). A
comienzos del siglo pasado, las condi-
PERCEPCIONES LOCALES SOBRE ciones de insalubridad y hacinamiento
EL TRABAJO POLICIAL: LO PRIVADO al interior de las vecindades de la co-
DE LA SEGURIDAD PÚBLICA lonia provocaban desconcierto entre los
planificadores urbanos.5 Del mismo
Para comprender los significados que modo, la criminología de la época mira-
circulan en Tepito sobre el Estado, y ba con sospecha aquellos espacios cuyo
en particular, sobre las policías, es deterioro físico y moral, de acuerdo con
preciso tener en cuenta la constante la incipiente ciencia, los hacía proclives
tensión que ha existido entre unos y al vicio y al crimen (Piccato, 2001).
otros, misma que se ha mantenido a Por otra parte, en aquellos mismos
lo largo del último siglo. Para ello ha años se consolidaron algunos mercados
sido crucial cierta imagen mediatiza-
da y estereotipada de Tepito, en la que entre finales del siglo xix y la primera mitad
del siglo xx. A pesar de ello, la autora resalta la
se le proyecta como un “otro interno”, vigencia de manifestaciones culturales que rei-
es decir, como un mundo autónomo y vindican cierta “identidad” en los barrios antiguos.
marginal, con “sus propias reglas”, 4
  Es abundante la cantidad de materiales
donde “habita” la ilegalidad, el crimen audiovisuales y escritos que aparecen en la
prensa y las plataformas digitales sobre el ba-
y la informalidad (Díaz, 2019). rrio de Tepito. El tono que se asume en ellos
Tepito, cuyo origen y delimitación casi siempre exotiza sobremanera el lugar, lo
física son objeto recurrente de debate que revela cierta comercialización del “barrio”
entre cronistas e historiadores, se lo- como un atractivo especial por ese carácter
“indócil” y “peligroso”.
caliza dentro de la colonia Morelos, al 5
  Las vecindades fueron un tipo de vivien-
norte del Centro Histórico de la capital.3 da horizontal edificada en las colonias obreras
de aquellos años. Su diseño consistía en uno o
3
  Cruz (2015) señala que en la actualidad dos pisos, con un acceso común (zaguán), y unas
no existe consenso acerca de las delimitaciones filas de casas con una habitación y taller do-
territoriales de los antiguos barrios de la capital, méstico, situadas alrededor de un patio en el
ya que la configuración administrativa los sub- cual se disponían servicios comunes, tales como
sumió a las emergentes colonias conformadas letrinas y lavaderos.
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callejeros de la zona, siendo El Bara- conversaciones que sostuve al lado


tillo el más famoso. Su reputación como de comerciantes, dirigentes y re-
lugar de venta de artículos robados sidentes, la violencia policial era una
alimentó el aura criminal del barrio de las preocupaciones centrales. Por
(y de la colonia Morelos) (Aréchiga, otra parte, en esos mismos meses
2003; Konove, 2018). Desde entonces realicé el seguimiento diario de una
se aprecia un largo trayecto a través plataforma de Facebook llamada
del cual la población local ha mante- Alerta Tepito, que congregaba a un
nido una relación conflictiva con el público en su mayoría local, en la
Estado. A raíz de la expansión del que se publicaban sobre todo “noti-
comercio callejero se han sucedido cias” acerca de operativos y diversas
tensiones provocadas por la ambigüe- intervenciones de los cuerpos poli-
dad legal del oficio (Meneses, 2011; ciales. En un gran número de casos,
Hayden, 2017). En gran medida, las tanto en la plataforma digital como
experiencias de la gente dedicada al en las pláticas con mis informantes,
comercio “informal”, así como las de eran constantes las expresiones de
los residentes del barrio en su conjun- agravio por el uso excesivo de la
to, están marcadas por una sensación fuerza y por las permanentes extor-
de abuso y extorsión de las autoridades, siones (mordidas) que llevan a cabo
en la que ocupan un lugar especial las fuerzas del orden.
diferentes corporaciones policiales. Por Si bien los reclamos solían diri-
ejemplo, en el trabajo clásico de Lewis girse hacia la policía en general,
(1961: 351) hallamos el testimonio de había alguien en quien se encarnaban,
Manuel Sánchez, quien tras narrar en particular, las imágenes de abuso.
sus encuentros hostiles con los policías Se trataba de Roberto, el entonces
en Tepito, se refiere a aquéllos como comandante del sector policial que
“el mejor sistema de gángsters orga- cubría la colonia Morelos.7 En reite-
nizados en el mundo”. radas ocasiones escuché anécdotas en
Me interesa subrayar que, más las que éste aparecía infringiendo una
allá de las fantasías populares por violencia desmedida e injustificada
las que Tepito aparece como un lugar contra gente inocente. Por ejemplo,
abstraído y marginal, donde “no en- en aquellos meses yo frecuentaba las
tra la policía”,6 la presencia de las reuniones que organizaba una agru-
corporaciones de seguridad ha sido pación de dirigentes de comerciantes,
recurrente y sistemática. Durante mi en cuyas sesiones solían dirimirse
trabajo de campo, en las múltiples diversos temas sobre el barrio, y a la

  Esta idea aparece en el guion de una serie


6 7
  Los nombres verdaderos de las personas
llamada Ingobernable, cuya trama está contex- que aparecen en el texto fueron reemplaza-
tualizada en Tepito. En la serie se condensan dos por seudónimos para resguardar sus iden-
los clichés y mitos alrededor del lugar. tidades.
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cual se invitaba a políticos o activis- Así, se pone sobre la mesa la mane-


tas. Una de esas tardes se recibió la ra como son percibidos localmente los
visita del representante de un dipu- agentes de seguridad pública, enten-
tado local. En aquella reunión se diendo por éstos los que están a cargo
discutieron temas de relevancia, pero del Estado. Como muestro arriba, la
el asunto que acaparó la atención acción de las policías se asocia con las
levantando emociones, fue la violencia mordidas y demás hechos orientados
perpetrada por Roberto y los agentes por intereses particulares, como la
a su cargo. Con asombro, el repre- supuesta venganza de Roberto, lo que
sentante del diputado escuchaba la desdibuja la visión de protección plas-
retahíla de casos en los que de- mada de forma jurídica e incorpora
nunciaban acciones prepotentes y elementos privados en dichas institu-
excesivas del comandante. Según ciones. Las acciones orientadas por
contó uno de los líderes, pocos días intereses personales en las instancias
atrás habían recibido la notificación policiacas también ha sido referidas por
de que Roberto había golpeado a una Azaola (2009) y Alvarado (2012), quie-
joven embarazada. También señaló nes señalan algunas prácticas de co-
que su agrupación estaba recopilan- rrupción recurrentes, como la extorsión
do videos y materiales diversos para o la venta de protección a personajes
documentar la violencia que estaban influyentes (políticos o criminales) para
sufriendo de manera constante en el obtener rentas utilizando una investi-
barrio. dura de gobierno. Todo esto ha nutrido
Tras una larga exposición de anéc- la permanente desconfianza hacia los
dotas puntuales, una de las personas policías y el sistema de justicia, lo que
en la reunión repitió un relato muy ha promovido el recurso de la “justicia
esparcido en el barrio: Roberto ejer- por propia mano” (Piccato, 2017).
cía con especial ahínco toda esa vio- De esta forma, la noción de segu-
lencia contra los tepiteños debido a ridad pública en Tepito se halla des-
que su padre había sido asesinado provista del sentido normativo, como
allí años atrás. Así, la historia local en gran parte de la capital, y más bien
afirmaba que aquellos abusos forma- se le asocia a una acción externa que
ban parte de una “venganza personal”, extrae recursos efectuando actos ile-
y por consecuencia, Roberto no se gales. Al mismo tiempo, constituye
detendría “hasta acabar con la gente parte de una trama institucional que
del barrio”. La imagen generalizada criminaliza y violenta a la población
que hallé a lo largo de mi trabajo de local, condición que alimenta el sen-
campo, en la cual la policía aparecía tido de desamparo y genera un impul-
como una corporación corrupta y ex- so por constituir medios de protección
torsionadora que ejercía de forma alternativos (Roush, 2014). Uno de
sistemática violencia ilegal, se con- estos ejemplos es la creación de grupos
densaba en la figura del comandante de vigilantes, como el que analizo a
Roberto. continuación.
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LEGITIMACIÓN DE LOS VIGILANTES: política (Castro, 1990; Cross, 1998).


LO PÚBLICO EN LA SEGURIDAD No obstante, la figura del líder suele
PRIVADA ser un tanto más ambivalente: oscila
una y otra vez entre la protección que
Aunado al entorno antes descrito, mis brinda a sus agremiados y la extorsión
informantes en el barrio también solían que ejerce sobre éstos por medio de la
destacar el incremento en el número imposición de cuotas (Díaz, 2019). Lo
de robos y extorsiones de los últimos cierto es que los líderes aparecen con
años, llevados a cabo por bandas o cierta dualidad, como una opción de
“ratas”, título genérico con el que nom- protección ante el contexto de desam-
braban a los delincuentes. Así, la in- paro (Roush, 2014).
seguridad en el barrio se componía al Este último matiz resulta impor-
menos de esas dos caras predatorias: tante para completar el escenario en
las actividades extractivas tanto de el que surge el grupo de vigilantes de
las policías estatales como de los cri- Ismael. Debido a que comerciantes y
minales. En este contexto surgió el clientes de los mercados eran constan-
grupo de vigilantes que creó Ismael, tes víctimas de robos, y ante la nula
un tipo fornido, de 40 años, quien tra- intervención de las policías estatales,
bajaba en la administración de la Ismael decidió conformar dicho equi-
asociación de comerciantes dirigida po cinco años atrás. Desde el primer
por un tío suyo.8 Al respecto, es pre- encuentro que sostuve con él en las
ciso señalar que los mercados de Te- oficinas de su Asociación, justo cuando
pito están organizados y divididos en me encontraba recibiendo su autori-
decenas de asociaciones de comerciantes, zación para acompañar a los vigilan-
siendo la de Ismael una de las grandes.9 tes en sus labores cotidianas, me
A la cabeza de estas agrupaciones se reveló una de sus estrategias de re-
encuentran los dirigentes, quienes clutamiento: “Verás, nosotros consi-
ostentan un papel de intermediario deramos que el barrio tiene sus cosas,
entre sus agremiados y las autoridades, hay que conocerlo muy bien. De ahí
se encargan además de gestionar di- que dijimos que, ‘para que la cuña
versos “apoyos” a cambio de lealtad apriete, tiene que ser del mismo palo’.
Los muchachos que jalamos tienen que
8
  Para asegurar el anonimato de mis infor- ser del barrio, es decir, conocer los
mantes, evito mencionar el nombre de la aso- movimientos, las tácticas, el modo en
ciación de Ismael, y me referiré a ella sólo como que operan los malhoras”.10
“Asociación”.
9
  El número total de asociaciones es incier-
Aquel criterio de selección que dic-
to, sin embargo, algunos de mis informantes taba que las personas involucradas en
estimaban que existían en ese momento alre- la vigilancia tenían que ser del barrio,
dedor de sesenta. En cuanto a los tamaños de abría una serie de implicaciones. La
aquellas, hay algunas que parten de varias
decenas de comerciantes hasta otras que agru-
pan centenares, como es el caso de la Asociación 10
  Término coloquial utilizado en México
de Ismael. como sinónimo de “maleante” o “malhecho”.
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necesidad de organizar un mecanismo parte de procesos de privatización de


propio de seguridad se explicaba, de la seguridad, procuran constituir cier-
inicio, como una respuesta ante la tos órdenes ejerciendo una soberanía
actividad delictiva y la inoperancia popular, movilizando discursos locales
policial. Sin embargo, ese requisito que de justicia (Hansen, 2006; Comaroff
invoca al barrio apuntaba hacia cier- y Comaroff, 2016). Lo anterior invita
ta reivindicación del ámbito local en a mirar con mayor detenimiento al-
la conformación de la seguridad. En gunas sutilezas de dicho proceso. En
ello, una vez más aparecían las con- particular, me interesa subrayar
frontaciones entre el barrio y los cuer- ciertos rasgos públicos en la actuación
pos de seguridad. de los vigilantes de Ismael, lo cual
Algunos textos enfocados en el contrasta con aquellos elementos
“vigilantismo” resaltan como un ele- privados de las policías estatales que
mento común, la idea de una comu- describía con anterioridad. Para ello
nidad cohesionada moralmente y con me baso en Warner (2005) y Rabotnikof
cierta identidad más o menos dibuja- (2010), quienes realizan un recuento
da (Abrahams, 1998; Pratten y Sen, histórico y teórico sobre la dicotomía
2008). En el caso de Tepito son noto- público-privado, con el propósito de
rios los esfuerzos llevados a cabo por desnaturalizarla, y exponen con cla-
cronistas, activistas y demás inter- ridad cómo existen diversos sentidos
mediarios culturales, en cuyos discur- atribuidos a dichas categorías. Entre
sos podemos apreciar que procuran los diferentes significados de lo públi-
definir una identidad entre la gente co-privado que ambos encuentran,
del barrio. Por su parte, algunos ar- tenemos las nociones de lo colectivo y
tículos académicos han hecho eco de común, que corresponden con lo pú-
esto, contribuyendo a difundir toda blico, frente a lo individual y particu-
una mitología alrededor de Tepito, lar, que es asociado con lo privado.
calificándolo como una comunidad más Como mostré antes, desde las
o menos cohesionada, con valores en- interpretaciones locales, las policías
tre los que destaca su rasgo autónomo estatales son vistas como corporacio-
(Couffignal, 1987; Reyes y Rosas, 1993). nes persiguiendo intereses personales.
Esos empeños por establecer una En el caso del grupo de Ismael, en
identidad barrial de carácter local en contraste, es posible captar despliegues
el caso de Tepito, coinciden con lo que discursivos a través de los cuales bus-
señalan Hansen y Stepputat (2001: ca proyectarse como un sistema de
23) respecto de cómo la noción de co- protección con elementos públicos. Para
munidad a menudo es utilizada para analizar esto sigo la sugerencia de Gal
representar al “otro” frente al Estado, (2002), quien propone pensar la dico-
imaginado por fuera de él, pero en tomía público-privado como un fenó-
una relación mutua. meno comunicativo. Partiendo de la
Las formas de protección etiqueta- semiótica de Charles Pierce, tal como
das como “vigilantismo”, vistas como la ha abordado la antropología lingüís-
52 Arturo Díaz Cruz

tica, Gal propone mirar las propieda- que, para él y su tío, como dirigentes,
des indexicales de aquel binomio, lo era importante fortalecer los lazos con
que, en otras palabras, significa que la gente del barrio. Debido a que se
los contextos específicos de uso esta- reconocía que Tepito “tiene sus cosas”,
blecen los sentidos relativos que pue- aludiendo a la inseguridad, Ismael se
den asumir lo público y lo privado. interesaba en muchachos que tuvieran
Atendiendo a esas propiedades indexi- antecedentes en el uso de la fuerza,
cales o contextuales, podemos observar incluso que hubieran tenido experien-
cómo los valores o atributos asociados cias delictivas. Con ello no sólo bus-
a lo público o lo privado pueden tras- caba contar con personal capacitado
ladarse (grupos, actividades, interac- para anticipar a los “malhoras”, sino
ciones), así como también pueden que esta acción también procuraba
reproducirse en distintas escalas. Esto delinear un perfil generoso e intere-
último nos habla de una fractalidad o sado por los muchachos del barrio. Por
recursividad.11 ejemplo, una tarde, tras concluir la
De este modo, el traslape que su- jornada de trabajo, los vigilantes y yo
pone la recursividad semiótica permi- nos dirigimos a la oficina de la asocia-
te observar atributos públicos que ción. Una vez que aquellos recibieron
pueden hallarse en lo privado, como su pago del día,12 se despidieron y se
en la gestión de la seguridad que llevan marcharon. Yo me quedé conversando
a cabo los vigilantes. Para esclarecer un rato con Ismael y con otros acerca
el argumento es preciso analizar la de la labor de los vigilantes. Me dijeron
retórica de Ismael y de la dirigencia que para ellos era importante dar
de la asociación. La estrategia de in- oportunidad a quienes, tras incursio-
tegrar el grupo con muchachos del nar en actividades delictivas, querían
barrio apunta hacia cierto arraigo reencauzar sus trayectorias. “Nosotros
local, lo que de ningún modo está des- apoyamos a estos chavos, porque es
vinculado de la mitología de la iden- gente de aquí, y quieren dejar atrás
tidad comunitaria a la que me referí todo lo malo. Aquí tienen prohibido
previamente. Ismael solía destacar consumir droga. Alcohol casi no toman;
si llegan borrachos los regresamos,
11
  De acuerdo con Gal (2002), la recursivi-
pero casi nunca ha pasado eso”.
dad fractal representa el proceso semiótico por Ese “nosotros” de Ismael en la cita
el cual categorías opuestas permanecen vigen- anterior alude a la dirigencia de la
tes en diferentes escalas, como ocurre con lo asociación. Sin embargo, con mucha
público-privado. Pensemos, por ejemplo, cómo
en lo convencional la casa es considerada par-
te de una esfera “privada”, frente a la calle, que 12
  Los vigilantes recibían un pago de 200
representa lo “público”. A cada uno de esos dos pesos por día, monto que era entregado al con-
espacios se asignan diferentes valores o se cluir la jornada. No contaban con seguridad
esperan distintas formas de conducirse. Sin social y si alguno faltaba, por enfermedad o
embargo, al interior de la casa, la alcoba repre- causa mayor, perdía la remuneración, aunque
senta “lo privado”, frente al comedor o la sala, se les podía conceder permiso de ausentarse si
que operan como lo “público”. avisaban.
Semiótica de la privatización de la seguridad: vigilantismo e inseguridad en Tepito 53

frecuencia, en su hablar ese vocablo que, como veremos, las distinciones


asumía borrosidades, difundiéndose entre éstos, las policías y los “malho-
entre el grupo y el barrio. Así, cuando ras” terminan por difuminarse. Para
reivindicaba la seguridad que brinda- comenzar, vale la pena considerar que,
ban sus muchachos, extendía los be- al suplantar y mimetizar las funcio-
neficios de la protección, en primer nes de las policías, los vigilantes se
lugar, a los comerciantes agremiados enfrascaban en un conjunto de accio-
y sus clientes, pero también solía re- nes que trascendían lo que se podría
ferirse a la gente del barrio, en gene- considerar como combatir a los de-
ral. Ese entrecruce discursivo de las lincuentes. Como señala Alvarado
nociones de lo local y el barrio, en (2012), la función policial cumple un
relación con la seguridad que presta- rol fundamental en la conformación
ban los vigilantes, proporcionaba un de determinados órdenes locales, ad-
toque de legitimidad a sus acciones, ministrando y negociando a discreción
en tanto que se proyectaban como las dimensiones legales y extralegales,
protectores de una colectividad, del a la vez que suelen reproducir conven-
barrio. De ahí que la retórica y la imagen ciones morales al juzgar las conductas
que procuraba lanzar Ismael permitía de las personas.
atisbar algunos elementos “públicos” Con dichos argumentos lo que su-
en el performance del grupo de los giero es que la mimetización de los
vigilantes. Más adelante describo al- vigilantes con los policías es una fa-
gunas otras facetas de esa “publicidad” ceta de la publicidad que he venido
contenida en las labores cotidianas de debatiendo. Esto podía apreciarse en
los vigilantes, pero subrayo aquí que la forma en que se distribuían terri-
en el despliegue discursivo de Ismael torialmente las posiciones de vigilan-
reverberaban las imágenes del barrio cia, identificando puntos “clave”, como
como una entidad cohesionada y a la los cruces de algunas calles, lo que
cual su asociación representaba, pese implicaba la determinación de pues-
a que el control de las calles en Tepi- tos fijos de observación. De esta ma-
to se encuentra fragmentado en diver- nera, los 16 muchachos del grupo eran
sos grupos. repartidos en las calles donde se loca-
lizaban puestos de comerciantes agre-
ILEGIBILIDADES E INDISTINCIONES: miados. En ese sentido, su jurisdicción
ENTRECRUZAMIENTO DE LO tenía delimitaciones espaciales, seme-
PÚBLICO Y LO PRIVADO jante a lo que acontece con la división
territorial de la policía estatal, la cual
Me interesa volver a la ambivalencia usa cuadrantes y sectores para prac-
que conlleva la estrategia de Ismael: ticar patrullajes.
“para que la cuña apriete, tiene que Al respecto, el ejercicio de sus fun-
ser del mismo palo”. Esta expresión ciones incluía realizar recorridos a pie,
sintetiza las ilegibilidades alrededor los cuales servían para intercambiar
de la actuación de los vigilantes, ya posiciones entre los muchachos y, al
54 Arturo Díaz Cruz

mismo tiempo, aprovechaban los tra- objetos principales de intervención.


yectos para inspeccionar la zona. Por Entre ellos, eran los segundos a quie-
otro lado, aunque no vestían uniformes, nes más se les perseguía. Una vez que
los vigilantes portaban gafetes que los se detectaba a una persona “activan-
identificaban como personal certifica- do” (término para referirse cuando se
do por la asociación, simulando las inhalan solventes), por ejemplo, se
placas de los oficiales estatales. Además, procedía a abordar al sujeto y pedirle
todo el tiempo utilizaban radios de de manera intimidatoria que se reti-
telecomunicación para compartir in- rara. En la mayoría de los casos, los
formación sobre sujetos o interacciones tipos accedían. Cuando esto no ocurría,
sospechosas. Aunado a lo anterior, sus los muchachos recurrían a la fuerza:
gestos adustos, sus cuerpos fornidos lo usual era someterlos sujetándolos
y el efecto de corporación imponía una del cuello y doblándoles un brazo y la
imagen de autoridad ante muchos de mano, hasta obligarlos a rendirse, tras
los que habitaban esos espacios.13 lo cual eran arrastrados entre empe-
Por otra parte, el grupo de vigilan- llones y golpes hacia las calles que ya
tes buscaba imponer tácticas de regu- no les correspondían cubrir.
lación social que se desprendían de Una restricción más que imponían
mandatos morales y estéticos. Como los vigilantes en la regulación del es-
ha señalado la literatura sobre el tema, pacio consistía en cerrar el paso a los
en el vigilantismo suele prevalecer vendedores que no contaban con auto-
cierto aspecto ideológico que juega un rización para circular por las calles
papel significativo en la constitución administradas por la asociación. Este
de fronteras sociales y físicas, incluso criterio discernía entre quiénes pagaban
si éstas resultan nebulosas (Abrahams, o no la cuota. No obstante, la regulación
1998; Pratten y Sen, 2008). Así, para de los accesos estaba matizada por cier-
prevenir supuestos actos predatorios ta “economía de favores” (Díaz, 2019).
resulta crucial identificar con antici- Con esto me refiero al conjunto de in-
pación las amenazas, lo cual conlleva tercambios e intermediaciones que en
una ambigüedad irremediable. ¿Qué un contexto donde los lazos familiares
determina una amenaza, quién la en- y de vecindad son preponderantes, ha-
carna? cen circular “paros” o gestiones cotidia-
El escrutinio minucioso de la calle nas en las que se brindan apoyos. De
por parte de los vigilantes iba dirigido este modo, algunos de los vigilantes
a discriminar algunas figuras estereo- concedían el paso a vendedores sin cer-
tipadas. Los borrachos y los drogados tificación, quienes a cambio proveían
eran dos tipos de sujetos indeseados, comida o bebidas gratuitas. Aunque
cabe destacar que uno de los rasgos
13
  La edad de los vigilantes variaba entre centrales de esas economías de favores
los 20 y 30 años. La mayoría de ellos habían
formado familias y tenían experiencias previas
es la ambivalencia de los intercambios,
en el uso de la fuerza en trabajos como “cade- ya que constantemente la diferencia
neros” en bares o incluso como policías. entre el favor y la coerción no resulta
Semiótica de la privatización de la seguridad: vigilantismo e inseguridad en Tepito 55

tan clara, por lo que, dependiendo las Por ejemplo, una tarde en la que
perspectivas, el hecho de dejar pasar a me encontraba comiendo con un in-
un comerciante a cambio de recibir formante y su novia (ambos han vi-
alimento, puede ser visto como una vido siempre en el barrio y, como
ayuda, pero también como una extorsión. activistas, se dedican a promover ac-
Aunado a esto último, me interesa tividades culturales) salió el tema de
destacar el uso de la fuerza o la ame- la seguridad en Tepito. Al cabo de po-
naza de recurrir a ella, ya que éstas cos minutos, surgió en la charla el
constituían uno de los rasgos centrales asunto de los vigilantes de Ismael. Al
en la función de los vigilantes. Destaco respecto, mi amigo señaló: “Lo que
lo segundo, “la amenaza”, debido a que hicieron esos cuates de la Asociación
la actuación cotidiana de los muchachos no resuelve ningún problema para la
estaba marcada por periodos en los que gente del barrio. En realidad, lo único
no ocurría nada, de modo que la mayor que hicieron fue juntar a puro malan-
parte del tiempo se limitaban a observar dro que no son más que golpeadores
cosas irrelevantes, lo cual provocaba en al servicio del dirigente. Eso es lo que
ellos cierto grado de aburrimiento. Sin hacen, sirven nada más a los intereses
embargo, dado que su autoridad gozaba de la Asociación”.
del reconocimiento entre los comercian- Así, en la semiótica de la privati-
tes agremiados y de algunos residentes zación de la seguridad se observa un
de la zona, casi nadie osaba desafiarlos. reajuste sobre la interpretación del
De este modo, el uso (potencial) de la papel de los vigilantes, el cual trae de
fuerza resulta fundamental para ana- vuelta la expresión “para que la cuña
lizar cómo era interpretada la labor de apriete, tiene que ser del mismo palo”.
los vigilantes. Al conformar su grupo de guardias,
Por un lado, era notable una visión Ismael empleó a algunos jóvenes del
autocomplaciente del personal de la barrio con antecedentes criminales.
asociación acerca de ese grupo, ya que Aunque en el discurso trataba de tra-
reivindicaba su actuación no sólo como zar una línea divisoria entre el ayer
algo necesario, sino también apreciaba y el hoy de los miembros del grupo,
que cumplía con una función justa y ante los ojos de otras personas sobre-
legítima, en oposición a las policías salía el que fueran “del mismo palo”
estatales, plagadas de corrupción, vio- los vigilantes y los criminales.
lencia extralegal e injusticias. Acerca Pero, además, si desde la mirada
de esto último, algunos vecinos y co- de Ismael su grupo representaba ofre-
merciantes de la zona me dijeron que, cer seguridad local y “pública” al “barrio”
en efecto, los robos habían disminuido como colectividad, vemos cómo se tras-
desde que comenzó a operar la seguri- lapa la interpretación negativa que se
dad organizada por la asociación. Sin tiene de los policías estatales y se im-
embargo, también escuché comentarios pone el trabajo de los vigilantes. En el
de vendedores y de gente del barrio en caso del comandante Roberto, veíamos
los que recelaban de los vigilantes. la discrecionalidad de una autoridad
56 Arturo Díaz Cruz

que se impone por medio del uso exce- privados en los agentes de la seguridad
sivo de la fuerza, conducta rechazada pública, siendo la extorsión sistemáti-
totalmente por la gente del barrio. En ca (las mordidas) y la violencia abusi-
respuesta, Ismael procuraba sumergir va y extralegal contra la población local
a su grupo en un baño de legitimidad los elementos más sobresalientes. Por
adornado por las ideas de justicia local su parte, en la actuación de los vigilan-
e identidad barrial. Sin embargo, por tes y en la retórica que empleaba el
la mimetización de los vigilantes que personal de la asociación, era posible
les permitía emular a la institución advertir ciertos elementos públicos.
policial en su labor cotidiana, por su Así, uno de los puntos principales
lealtad a la asociación y, sobre todo, de este artículo consiste en resaltar
por el uso discrecional de la fuerza, los algunos matices respecto a las nocio-
muchachos reproducían una imagen nes de seguridad pública y privada,
similar a la de Roberto y sus intereses más allá de los enfoques normativos
“privados”. Así, apreciamos un proceso que parten de categorías prestableci-
semiótico recursivo, en el que los atri- das. Tomando en cuenta las interac-
butos negativos asociados a las policías ciones cotidianas y mundanas entre
estatales se reproducen en el grupo de policías, vigilantes, comerciantes y el
Ismael. Ante esto, más de uno queda resto de la población local, las catego-
perplejo: ¿son los vigilantes protectores rías aparecen mucho menos estables
del barrio o victimarios, como el coman- y, en cambio, miramos deslizamientos
dante Roberto? que trasladan los atributos o caracte-
rísticas de lo público y lo privado a
CONCLUSIONES diferentes objetos sociales (las policías
o los vigilantes) y en diferentes escalas.
A partir del grupo de vigilantes de la Para analizar esto último, el concepto
asociación que aquí expuse, he querido recursividad fractal del enfoque semió-
analizar desde el punto de vista etno- tico resulta productivo en especial, ya
gráfico los procesos semióticos alrede- que nos permite resaltar esa continui-
dor de la idea de privatización de la dad de los opuestos, pero también nos
seguridad. Al considerar las interpre- sirve para pensar en esos traslapes
taciones que surgen alrededor de la que dejan ver lo privado en lo público
labor cotidiana que desempeñan tanto y viceversa. Sugiero que en esto resul-
policías estatales como el grupo de Is- ta fundamental las estrategias de
mael, he destacado algunas tensiones legitimación que persiguen las insti-
y contradicciones que apuntan hacia tuciones de seguridad.
los distintos sentidos a los que te pue- Por otra parte, mi trabajo busca
des dirigir cuando hablas de lo público intervenir en las discusiones sobre las
y lo privado, en particular, con refe- formas en que pensamos o entendemos
rencia a la seguridad. Siguiendo un la relación Estado-sociedad, así como
análisis semiótico, mostré cómo mis entre lo público y lo privado. Al situarme
informantes señalaban algunos rasgos con distancia de los enfoques normativos,
Semiótica de la privatización de la seguridad: vigilantismo e inseguridad en Tepito 57

los cuales parecen experimentar con Azaola, Elena (2009), Crimen, castigo y vio-
angustia la privatización de la seguri- lencias en México, México, ciesas/flacso.
dad a partir de la incursión de agentes Castro Nieto, Guillermina G. (1990), “In-
no estatales, sugiero que han dejado termediarismo político y sector informal:
de problematizar esos rasgos privados el comercio ambulante en Tepito”, Nue-
que a lo largo de la historia aparecen va Antropología. vol. 11, núm. 37, pp.
en la labor de las policías estatales en 59-69.
la Ciudad de México. Vemos así que Comaroff, Jean, y John L. Comaroff (2016),
el Estado y la idea de lo público no “Outsourcing Justice, Privatizing Pro-
siempre corren de la mano. Pienso que tection: Practices of Popular Sovereign-
esto permite comprender mejor esos ty”, en The Truth About Crime: Sove­reignty,
otros procesos de “privatización”, como Knowledge, Social Order, Chicago, The
los que ocurren bajo el rótulo de vigi- University of Chicago Press, pp. 181-217.
lantismo. Couffignal, Georges (1987), “Misterioso
Por último, mis reflexiones etnográ- Tepito”, Trace, núm. 11, pp. 35-41.
ficas suscitan una interrogante que Cross, John C. (1998), Informal Politics.
queda abierta y vale la pena continuar Street Vendors and the State in Mexico
explorando. Me refiero a cierto fatalis- City, Stanford, Stanford University Press.
mo ligado a la función de la seguridad Cruz Rodríguez, María S. (2015), “El barrio
y las ilegibilidades que se desprenden entre la colonia urbana y el pueblo,
de ella, ya que, sea vista como algo ¿indefinición territorial?”, en Marcela
público o privado, parece señalar un Dávalos López y María del Pilar Ira-
cuestionamiento ineluctable alrededor cheta Cenecorta (coords.), Barrios y
de la legitimidad y la función del uso periferia: espacios socioculturales, siglos
(potencial) de la fuerza. xvi-xxi, Zinacantepec, El Colegio Mexi-
quense.
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