Carta A Un Vandalo

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CARTA A UN VANDALO / VOY Y VUELVO

ERNESTO CORTES23 de mayo 2021, 10:15 A. M.

Los invito a que se indignen, griten y exijan, pero también a que


propongan y se comprometan

No tengo idea de quién es usted. Pero condeno su torpeza e insensatez. Porque


no se necesita ser demasiado inteligente para comprender que con su actitud
de destruir buses y estaciones de TransMilenio solo les está arruinando la vida
a las personas que más necesitan del transporte público en la ciudad, esto es,
a mamás cabeza de hogar (como la suya), adultos trabajadores (como sus tíos
o abuelos), jóvenes (como su hermana o su compañera), obreros (como su
papá), pensionados (como sus familiares), enfermeras (como las que lo atiende
en una urgencia), maestras (como las que trataron de enseñarle), empleados
públicos (como cualquiera de sus vecinos) o simples desocupados en busca de
trabajo (como usted mismo). Le pregunto: ¿habrá mayor estupidez que esa?
Mientras todas estas personas, que pueden ser su propia familia, deben gastar
horas y horas caminando para ir al trabajo o regresar a casa; mientras
muchas de ellas deben gastar en un taxi lo poco que consiguen en el día
porque a insensatos como usted les dio por dejarlos sin el único servicio
disponible; mientras la enfermera sale de cumplir turnos de doce y catorce
horas para luego enfrentarse a seres de su ralea, ustedes, los inconscientes, se
ufanan de romper portales, vandalizar buses, dañar señales, robar dispositivos
de las puertas y agredir a las personas porque creen que “esto les duele a los
ricos” o a “los políticos”. Otra muestra de su testarudez rampante.

Debe sentirse muy orgulloso de haber ayudado a dejar inservibles 54


estaciones, decenas de buses, entre ellos varios incendiados que apenas se
estrenaban. ¿Está satisfecho? ¡Ya hizo su gran obra! ¿Y qué? ¿Ganó algo? Tal
vez el efímero reconocimiento de ver en las páginas del periódico el fruto de
sus acciones. ¿Y ahora? Pues nada, vaya y consuele a su mamá o a su hermana
o a su novia o a la enfermera que le presta auxilio porque durante los
próximos meses sus vidas serán peores gracias a usted. Todas ellas y ellos
maldecirán el día en que un puñado de desadaptados los dejó peor que antes,
con más gastos, más afanes, más tristeza y menos plata. Y si es tan valiente
como cuando rompe un bus en medio del desorden –porque la cobardía no lo
deja hacerlo solo– póngales la cara a todos y dígales que el culpable es usted,
que lo hizo porque sí, porque usted es un “rebelde” y quiere “el bienestar para
todos”.

Dígales, si le queda un ápice de cordura, que gracias a su acción “valiente”


ahora ellos estarán mejor, aunque no sea cierto; miéntales y asegúreles que eso
“lo paga el Gobierno porque para eso existen pólizas”, y ojalá esté su papá o
su mamá por ahí cerca para que le den una bofetada por torpe, porque esos
daños los pagarán ellos con sus impuestos o sus parientes o usted mismo.
“Con esto que está pasando estoy sufriendo mucho”, es lo que le van a
responder.

Ignoro a quién le hace caso. Ignoro si hace parte de los enemigos


de TransMilenio que desde hace años, a falta de argumentos, decidieron
convertir el sistema de transporte público en un blanco político. Ignoro si al
menos comprende cómo funciona y por qué funciona así el sistema, que por
supuesto tiene fallas y muchas, pero fruto, entre otras cosas, de los colados, y
no me cabe duda de que usted es uno de ellos.

De lo que sí estoy seguro es que usted es una persona débil de carácter, que
hace mandados o que se deja llevar por la histeria colectiva de quienes aún se
comen el cuento de que destruir los bienes públicos constituye un acto
sublime, reivindicativo, justo, afín a las demandas del pueblo. No, ese pueblo
es el que ustedes han dejado sin cómo movilizarse, a merced de la
delincuencia, expuesto a otros peligros, lleno de desdichas porque ni siquiera
puede tener paz en su ardua lucha por sobrevivir.

Ya vimos otro acto temerario reciente: el bloqueo a los insumos químicos para
purificar el agua de Bogotá. ¿Eso también es para salvar al pueblo?

Señor vándalo o vándala: si aún le queda algo de conciencia, los invito a que,
así como se toman el trabajo de armarse para destruir, de infiltrarse en la
oscuridad, se tomen el trabajo de hacer una sencilla reflexión: ¿a quién creen
que castigan? Si ustedes son de la ciudad y la sienten suya, es vergonzoso. Si
no lo son y, por el contrario, están de paso en ella, bien puedan regresar por
donde vinieron. En esta ciudad aún existe una mayoría que la defiende y cuida
sus bienes porque hemos ayudado a construirlos y a sostenerlos; porque
queremos nuestra ciudad y lo mejor para ella. Incluso, hemos convertido
muchas de sus esquinas, calles y plazas en escenarios para protestar y exigir
sin tener que acabar con todo. Vean el ejemplo de Los Héroes. Aprendan de
quienes se manifiestan con cantos y tambores, con comparsas y cacerolas,
escuchen a la sinfónica, eso se llama civilidad.

Por fortuna, ustedes son pocos y nosotros, muchos. Y tal vez no lo hayan
notado pero cada vez son más las voces que, como las de su mamá, su papá,
sus tíos o la enfermera, les dicen: ‘así no, por favor’. Los invito a escuchar
esas voces, no solo las suyas; los invito a cambiar los bloqueos y el
vandalismo por la sensatez, los invito a no ser idiotas útiles de oscuras
campañas, los invito a que se indignen, griten y exijan, pero también a que
propongan y se comprometan, algo mucho más heroico que irse por el camino
fácil de romperlo todo.

¿Es mi impresión o... cada vez es más claro que la reforma tributaria debió
tramitarse por el Congreso y no dejársela al oportunismo político?
ERNESTO CORTÉS EDITOR GENERAL-EL
TIEMPOTwitter: @ernestocortes28

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