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Material de Lectura Unidad 5 Comportamiento y Actitudes
Material de Lectura Unidad 5 Comportamiento y Actitudes
Facultad de humanidades
Escuela de Psicología
Dirección de Educación Virtual
UNIDAD 5
Comportamiento y actitudes
Autora:
Contenido
NUESTRAS ACTITUDES PREDICEN NUESTRO COMPORTAMIENTO ............................................... 4
Cuando otras influencias sobre el comportamiento son mínimas ............................................................... 5
Cuando las actitudes son específicas del comportamiento ......................................................................... 5
Cuando las actitudes son poderosas .......................................................................................................... 6
TRAER LAS ACTITUDES A LA MENTE ................................................................................................. 6
ACTITUDES FUERTES QUE SE FORJAN POR LA EXPERIENCIA ....................................................... 6
CUANDO AFECTA NUESTRO COMPORTAMIENTO NUESTRAS ACTITUDES ................................. 7
INTERPRETACIÓN DE ROL ..................................................................................................................... 7
DECIR NOS LLEVA A CREER.................................................................................................................. 7
ACTOS MALIGNOS Y MORALES ........................................................................................................... 8
Interacción interracial y actitudes raciales ................................................................................................. 8
MOVIMIENTOS SOCIALES ...................................................................................................................... 8
AUTOPRESENTACIÓN: MANEJO DE IMPRESIONES ........................................................................... 9
AUTOJUSTIFICACIÓN: DISONANCIA COGNITIVA ............................................................................. 9
Justificación insuficiente: ........................................................................................................................10
AUTOPERCEPCIÓN .................................................................................................................................11
Expresiones y actitud ..................................................................................................................................11
Sobre justificación y motivaciones intrínsecas .........................................................................................12
COMPARACIÓN DE LAS TEORÍAS........................................................................................................14
BIBLIOGRAFIA ......................................................................................................................................17
En psicología social, las actitudes se definen como las creencias y sentimientos relacionados con
una persona o un suceso (Eagly y Chaiken, 2005). De este modo, es posible que una persona tenga
una actitud negativa hacia el café, una actitud neutral hacia el francés y una actitud positiva hacia su
vecino de junto. Las actitudes evalúan muy bien al mundo. Cuando tenemos que responder con
rapidez a algo, nuestro sentir acerca de ello puede guiar cómo reaccionamos. Por ejemplo, una
persona que cree que un grupo étnico específico es flojo y agresivo quizá sienta desagrado por sus
miembros y, por ende, intente actuar de manera discriminatoria. Podrá recordar las tres dimensiones
de las actitudes: afecto (sentimientos), tendencia del comportamiento y cognición (pensamientos).
El estudio de las actitudes es esencial para la psicología social y fue una de sus primeras
preocupaciones. Durante gran parte del siglo pasado, los investigadores se preguntaron cuánto
afectan nuestras actitudes a nuestros actos.
Actitud: Sentimientos que, con frecuencia, están bajo la influencia de nuestras creencias, que nos
predisponen a responder de manera favorable o desfavorable hacia objetos, personas y sucesos.
association test), que utiliza los tiempos de reacción para medir la rapidez con la que la gente
asocia.
Test de asociación implícita (IAT): Evaluación por computadora de las actitudes implícitas. Esta
prueba utiliza los tiempos de reacción para medir las asociaciones automáticas de la gente entre
objetos y actitudes, y palabras evaluativas. Los apareamientos más fáciles (y las respuestas más
rápidas) se toman como indicación de asociaciones inconscientes más fuertes.
Se pueden medir las actitudes raciales implícitas al evaluar si la gente blanca utiliza más tiempo
para asociar palabras positivas con rostros de personas negras que con rostros de personas blancas.
específicamente relevante para el comportamiento observado. Pero también existe una tercera
condición: una actitud predice mejor el comportamiento cuando la actitud es poderosa.
actitudes provenían de experiencias directas (quienes, por ejemplo, tenían que vivir fuera del
campus debido a la escasez) fueron los que de hecho actuaron.
Las secuelas mentales de nuestro comportamiento también aparecen en muchos ejemplos socio
psicológicos de la auto persuasión. Como veremos una y otra vez, las actitudes se presentan como
consecuencia de la conducta.
INTERPRETACIÓN DE ROL
La palabra rol: Conjunto de normas que definen cómo deben comportarse las personas en una
posición social determinada. se tomó prestada del teatro y, como ocurre allí, se refiere a las
acciones esperadas de aquellos que ocupan una posición social específica. Cuando actuamos nuevos
roles social, es posible que al principio nos sintamos como farsantes. Pero esa incomodidad rara vez
perdura. Piense en alguna ocasión en la que haya asumido un nuevo rol, quizá en sus primeros días
en un empleo o en la universidad. La lección más profunda sobre la interpretación de rol no es que
seamos como máquinas impotentes. Más bien, se refiere a la manera en la que algo que es irreal (un
rol artificial) puede transformarse de manera sutil en algo real. En una nueva carrera, como maestro,
soldado o empresario, por ejemplo, desempeñamos un rol que moldea nuestras actitudes.
MOVIMIENTOS SOCIALES
Hemos visto que las leyes de una sociedad y, por ende, su comportamiento, pueden tener una fuerte
influencia en sus actitudes raciales. Pero, ¿qué pasa si esas leyes y normas legitiman el odio? Para
muchos alemanes durante el decenio de 1930, la participación en los mítines del partido Nazi, la
exhibición de la bandera Nazi y, en especial, el saludo público de “Heil Hitler” establecieron una
profunda inconsistencia entre la conducta y las creencias. El historiador Richard Grunberger (1971)
informa que para aquellos que tenían dudas sobre Hitler, “el ‘saludo alemán’ fue un poderoso
dispositivo de condicionamiento. Luego de decidir entonarlo como muestra externa de conformidad,
muchos experimentaron… incomodidad frente a la contradicción entre sus palabras y sus
sentimientos. Al impedírseles que dijeran lo que pensaban, intentaron establecer su equilibrio
psíquico al inducirse de manera consciente a creer en lo que decían” (p. 27). La práctica no se limita
a los regímenes totalitarios. Una vez que el prisionero había dicho o escrito una declaración, sentía
una necesidad propia de establecer consistencia entre sus creencias y sus actos. A menudo, esto
conducía a los prisioneros a persuadirse a sí mismos de que habían hecho algo malo. La táctica de
“empieza en pequeño y ve aumentando” sigue utilizándose en la actualidad en la socialización de
terroristas y torturadores.
Teorías que buscan explicar el fenómeno de que las actitudes son consecuencia de la conducta:
▯ La teoría de la autopresentación: supone que por razones estratégicas expresamos actitudes que
nos hacen parecer consistentes.
menudo adaptamos nuestros pensamientos. Festinger creía que otra forma en que la gente minimiza
la disonancia es a través de la exposición selectiva a información que concuerda con sus ideas. La
teoría de la disonancia se ocupa mayormente de las discrepancias entre comportamiento y actitudes.
Estamos conscientes de ambas. Por ende, si percibimos una inconsistencia, quizá cierto grado de
hipocresía, nos sentimos presionados a cambiar varias predicciones sorprendentes.
Justificación insuficiente:
Imagine que participa en un famoso experimento planeado por el ingenioso Festinger y su alumno,
J. Merrill Carlsmith (1959). Durante una hora, se le pide que realice tareas aburridas, como girar
perillas de madera una y otra vez. Después de terminar, el experimentador (Carlsmith) explica que
el estudio se refiere a la manera en que las expectativas afectan el desempeño. Es necesario
convencer al siguiente participante, que espera afuera, de que el experimento es interesante. El
experimentador, aparentando estar alterado, y con quien Festinger ha pasado varias horas
entrenándolo hasta que se vuelve sumamente convincente, explica que el asistente que en general
crea esta expectativa no pudo llegar a la sesión. Mientras se frota las manos con angustia, le ruega:
“¿Podría sustituirlo en esa labor?”. Es por la ciencia y le están pagando, así que accede a decirle al
siguiente participante (que en realidad es cómplice del experimentador) que acaba de tener una
experiencia encantadora. —¿De verdad? —dice el supuesto participante—. Una amiga mía estuvo
hace una semana en este experimento y me dijo que es aburrido. —Para nada —responde usted—
en realidad es muy interesante. Te ejercitas muy bien cuando giras algunas de las perillas. Estoy
seguro de que lo disfrutarás. Para terminar, usted contesta un cuestionario sobre cuánto disfrutó en
verdad de la experiencia de girar perillas. Ahora veamos cuál es la predicción: ¿en qué condiciones
es más probable que crea en su pequeña mentira de que el experimento aburrido en realidad fue
interesante? ¿Cuando le pagaron un dólar por la mentira piadosa, como sucedió con algunos de los
participantes? ¿O cuando le pagaron la entonces generosa cifra de $20 dólares, como ocurrió con
otros? Contrario a la idea común de que las grandes recompensas producen grandes efectos,
Festinger y Carlsmith hicieron una predicción escandalosa: aquellos que recibieron solo un dólar
(apenas justificación suficiente para una mentira) tendrían mayor probabilidad de adaptar sus
actitudes a sus acciones. Al tener una justificación insuficiente para sus actos, experimentarían
mayor incomodidad (disonancia) y, por ende, estarían más motivados a creer en lo que habían
hecho. Los que recibieron 20 dólares tenían justificación suficiente para lo que hicieron (¡era mucho
dinero!) y, en consecuencia, justificación insuficiente: Reducción de la disonancia a través de
justificar en forma interna la propia conducta cuando la justificación externa es insuficiente. La
teoría de la disonancia predice que cuando nuestras acciones no se explican plenamente por las
recompensas externas o la coacción, experimentamos disonancia, que podemos reducir al creer en
lo que hicimos experimentarían menor disonancia.
AUTOPERCEPCIÓN
Teoría de la autopercepción: Teoría que afirma que cuando no estamos seguros de nuestras
actitudes, las inferimos en gran medida como lo haría alguien que nos observara, advirtiendo
nuestro comportamiento y las circunstancias en las que ocurre.
Aunque la teoría de la disonancia ha inspirado muchas investigaciones, una teoría incluso más
sencilla también explica sus fenómenos. Consideremos cómo hacemos inferencias sobre las
actitudes de otras personas. Vemos cómo actúa una persona en una situación específica y luego
atribuimos el comportamiento ya sea a los rasgos y actitudes de la persona, o a fuerzas ambientales.
Los actos que realizamos con libertad son autorreveladores.
Expresiones y actitud
Es posible que tenga dudas sobre el efecto de la autopercepción como yo [DM] las tenía. Los
experimentos sobre los efectos de las expresiones faciales sugieren una forma en que puede
experimentarlo. Cuando James Laird (1974, 1984) indujo a los estudiantes universitarios a fruncir el
ceño mientras ponían electrodos en sus rostros (“contraiga estos músculos”, “junte sus cejas”)
informaron sentirse enojados. Es más divertido hacer el intento con otro de los hallazgos de Laird:
aquellos inducidos a poner una sonrisa en su rostro se sintieron más felices y consideraron más
graciosas unas caricaturas. Aquellos a los que se les indujo a practicar en forma repetida
expresiones felices (en lugar de tristes o enojadas) quizá tengan recuerdos más felices y descubran
un estado de ánimo feliz prolongado (Schnall y Laird, 2003
▯ El botox suaviza las arrugas emocionales. Nos resulta difícil saber qué están sintiendo las
personas que se pusieron botox y que tienen la cara inmóvil, pero también les resulta difícil saberlo
a ellas mismas. Paralizar con botox los músculos que permiten que la persona frunza el ceño retrasa
la actividad en sus circuitos cerebrales relacionados con la emoción y vuelve más lenta su lectura de
oraciones relacionadas con la tristeza o el enojo (Havas et al., 2010; Hennenlotter et al., 2008).
Aplicar botox a esos mismos músculos disminuye los síntomas depresivos de los pacientes
psiquiátricos (Wollmer et al., 2012). (Aumentar el movimiento de fruncir el ceño cuando se mira al
sol fomenta los sentimientos agresivos [Marzoli et al., 2013]). Es más, la incapacidad para imitar las
expresiones de otras personas dificulta entender las emociones ajenas (Neal y Chartrand, 2011). El
botox entorpece la cognición corporizada. Cuando se instruye a las personas para que se sienten
▯ derechas y que saquen el pecho, tienen más confianza en sus ideas escritas que cuando se sientan
encorvadas y con la mirada hacia abajo (Briñol et al., 2009). Incluso los movimientos para articular
las palabras tienen tintes emocionales. En una serie de experimentos,
▯ individuos tanto de habla alemana como de habla inglesa prefirieron las palabras y nombres sin
sentido dichos con movimientos hacia adentro (como para tragar), como “BENOKA”, en lugar de
aquellos con movimientos hacia afuera (como para escupir), como KENOBA (Topolinski et al.,
2014). Todos hemos experimentado este fenómeno. Nos sentimos malhumorados y entonces
recibimos una llamada telefónica o alguien toca a la puerta y provoca en nosotros una conducta
amable y cordial. “¿Cómo te va?”. “Todo bien, gracias. ¿Cómo estás tú?”. “Oh, nada mal…”. Si
nuestro mal humor no era intenso, este comportamiento agradable puede cambiar nuestra actitud.
Poner un rostro alegre nos reaviva. Es difícil sonreír y sentirse enojado. Los movimientos activan
las emociones. Incluso su marcha puede afectar cómo se sienta. Cuando se levante después de estar
leyendo este capítulo, camine durante un minuto con pasos cortos, arrastrando los pies y con la
mirada baja. Esa es una estupenda manera de sentirse deprimido. “Si está todo el día sentado con
una postura desanimada, suspirando y respondiendo a todo con voz trágica, su melancolía persiste”,
señalaba William James (1890, p. 463). Si nuestras expresiones influyen en nuestros sentimientos,
¿imitar las expresiones de otras personas nos ayudaría a saber lo que sienten? Un experimento de
Katherine Burns Vaughan y John Lanzetta (1981) sugiere que así sucede.
Recuerde el efecto de la justificación insuficiente: el menor incentivo que induce a la gente a hacer
algo logrará de manera más eficaz que le guste y que siga haciéndolo. La teoría de la disonancia
cognitiva lo explica así: cuando las inducciones externas son insuficientes para justificar nuestro
comportamiento, reducimos de manera interna la disonancia mediante la justificación de la
conducta. La teoría de la autopercepción ofrece una justificación diferente: las personas explican su
comportamiento percatándose de las condiciones en las que ocurre. Imagine que escucha a alguien
que proclama la conveniencia de un aumento en las colegiaturas porque le pagaron 20 dólares. Con
seguridad esa declaración parecería más sincera si pensara que la persona expresa esas opiniones sin
que se le pague. Quizá hagamos inferencias similares cuando nos observamos a nosotros mismos:
observamos nuestras acciones no forzadas e inferimos nuestra actitud. Pero la teoría de la
autopercepción llega un paso más allá. Por el contrario de la idea de que las recompensas siempre
aumentan la motivación, las recompensas innecesarias pueden tener un costo oculto. Recompensar a
la gente por hacer lo que ya les gusta puede conducir a que atribuyan sus acciones a la recompensa.
En ese caso, eso socavaría su autopercepción de que lo hacen porque quieren. Los experimentos
confirmaron este efecto de sobrejustificación (Deci y Ryan, 1991, 2012; Lepper y Greene, 1979). Si
se le paga a la gente por armar un rompecabezas, después lo armarán menos que aquellos que lo
hacen sin recibir paga. Si promete a los niños una recompensa por hacer lo que disfrutan por sí
mismos (por ejemplo, jugar con marcadores), convertirá su juego en un trabajo (figura 4.6). Una
fábula ilustra el efecto de sobrejustificación: un anciano vivía solo en una calle donde todas las
tardes los niños hacían mucho ruido al jugar. El escándalo le molestaba, así que un día llamó a los
niños a su puerta. Les dijo que le encantaba el alegre sonido de las voces infantiles y les prometió
50 centavos si regresaban al día siguiente. La tarde siguiente, los jóvenes regresaron con gran prisa
y jugaron con más gusto que nunca. El anciano les pagó y les prometió otra recompensa al día
siguiente. De nuevo regresaron, haciendo gran alharaca, y el viejo les volvió a pagar, esta vez 25
centavos. Al día siguiente recibieron solo 15 centavos y el hombre les explicó que sus magros
recursos se habían acabado. “Pero, por favor, ¿vendrían mañana a jugar si les pago 10 centavos?”.
Los niños decepcionados le dijeron al viejo que no regresarían. Según pensaban, ya no valía la pena
jugar toda la tarde junto a su casa por solo 10 centavos. Como supone la teoría de la autopercepción,
una recompensa no anticipada no reduce el interés intrínseco, porque la gente sigue atribuyendo sus
acciones a su propia motivación (Bradley y Mannell, 1984; Tang y Hall, 1995). Y si los elogios por
un buen trabajo nos hacen sentir más competentes y exitosos, esto puede aumentar de hecho nuestra
motivación intrínseca. Cuando se aplican de la manera correcta, las recompensas también pueden
fomentar la creatividad (Eisenberger et al., 1999, 2003, 2009). Muchas tareas en la vida combinan
recompensas intrínsecas y extrínsecas. El efecto de sobrejustificación ocurre cuando alguien ofrece
de antemano una recompensa innecesaria como esfuerzo obvio del control del comportamiento. Lo
que importa es lo que implica una recompensa: las recompensas y elogios que le informan a la gente
sobre sus logros (que les hacen sentir “Soy muy buena en esto”) fomentan la motivación intrínseca.
Las recompensas que pretenden controlar a la gente y que la llevan a creer que fue la recompensa lo
que causó su esfuerzo (“Lo hice por dinero”) reducen el atractivo intrínseco de una tarea disfrutable
(Rosenfeld et al., 1980; Sansone, 1986).
Motivación intrínseca y extrínseca: Cuando las personas hacen algo que disfrutan, sin recibir
recompensa y sin forzarlas, atribuyen su comportamiento a su amor por la actividad. Las
recompensas externas socavan su motivación intrínseca al conducir a la gente a atribuir su
comportamiento al incentivo. Algunos incentivos para inducir el comportamiento deseado:
(Boggiano y Ruble, 1985; Cooke et al., 2011; Workman y Williams, 1980). Después de que la
persona accede, sugieren una razón intrínseca para hacerlo: “No me sorprende que las llamadas de
ventas hayan salido bien, porque eres muy bueno para dejar una buena primera impresión”. Si
proporcionamos a los estudiantes una justificación suficiente como para realizar una tarea de
aprendizaje y utilizamos las recompensas y señalamientos para ayudarles a sentirse competentes, es
posible que mejoremos su disfrute y su buena disposición para explorar los temas por voluntad
propia. Cuando existe demasiada justificación (como sucede en las aulas cuando los maestros dictan
el comportamiento y utilizan las recompensas para controlar a los niños) es posible que el
aprendizaje impulsado por los estudiantes se reduzca (Deci y Ryan, 1985, 1991, 2008).
Disonancia como agitación: ¿Podemos saber que una de las teorías es mejor? La teoría de la
disonancia gana en un sentido: la discrepancia entre actitudes y conducta sí parece provocar
agitación, en particular si la conducta tiene consecuencias indeseables de las que la persona se
siente responsable (Cooper, 1999; Elliot y Devine, 1994). Si en la privacidad de su habitación usted
dice algo que no cree, su disonancia será mínima. Será mucho mayor si tiene resultados
desagradables; es decir, si alguien lo escucha y le cree, cuando la afirmación causa daño y los
efectos negativos son irreversibles, y si la persona dañada es alguien a quien usted quiere. Es más, si
usted se siente responsable de esas consecuencias, si no puede encontrar con facilidad una excusa
para su acción porque accedió por su voluntad a ella y pudo prever las consecuencias, entonces
avivará una disonancia incómoda. Tal agitación relacionada con la disonancia se puede detectar
como un aumento en la transpiración y en la frecuencia cardiaca (Cacioppo y Petty, 1986; Croyle y
Cooper, 1983; Losch y Cacioppo, 1990). ¿Por qué decir o hacer algo indeseable de manera
voluntaria provoca tanta agitación? Porque, como sugiere la teoría de la autoafirmación, tales actos
son vergonzosos (Steele, 1988). Nos hacen sentir tontos. Amenazan nuestro sentido de competencia
personal y de bondad. En consecuencia, justificar nuestras acciones y decisiones es una
autoafirmación: protege y apoya nuestro sentido de integridad y valía personal. Cuando la gente
participa en acciones generadoras de disonancia, su lóbulo frontal izquierdo, encargado del
pensamiento vibra con una agitación adicional (Harmon-Jones et al., 2008). Estos son los
engranajes del cambio de creencias en acción. ¿Qué supone que sucede entonces si le ofrecemos a
la gente que cometió actos contradictorios una manera de reafirmar su autovalía, como realizar una
buena acción? En varios experimentos, las personas cuyos autoconceptos se restauraron sintieron
una necesidad mucho menor de justificar sus actos (Steele et al., 1993). Las personas con una
autoestima elevada y segura también se justifican menos a sí mismas (Holland et al., 2002). De
modo que las condiciones de disonancia sí agitan la tensión, en especial cuando amenazan los
sentimientos positivos de autovalía. ¿Pero esta agitación es necesaria para el efecto del cambio de
actitudes como consecuencia del comportamiento? Steele y sus colaboradores (1981) creen que sí.
En uno de sus experimentos, indujeron a los estudiantes de la Universidad de Washington a escribir
ensayos a favor de un gran aumento en las colegiaturas. Los estudiantes redujeron su disonancia
resultante suavizando sus actitudes contrarias a las colegiaturas, a menos de que después de escribir
el ensayo bebieran alcohol. En apariencia, la ingestión de alcohol los relajó lo suficiente como para
eliminar la agitación provocada por la disonancia.
Teoría de la autoafirmación: Una teoría acerca de que (a) con frecuencia las personas experimentan
una amenaza a su autoimagen después de participar en un comportamiento indeseable, y (b) pueden
compensarlo al afirmar otro aspecto de sí mismas. Si se amenaza el autoconcepto de las personas en
un ámbito, lo compensarán reenfocándose o llevando a cabo alguna buena acción en algún otro
ámbito.
Autopercepción: cuando no nos contradecimos La disonancia provoca una agitación incómoda. Eso
conduce a la autopersuasión después de actuar en contra de las propias actitudes. Pero la teoría de la
disonancia no puede explicar los cambios de actitud que ocurren sin disonancia. Cuando las
personas defienden una posición que es acorde a su opinión, aunque vaya uno o dos pasos más allá
de ella, no experimentan la agitación de la disonancia y, sin embargo, de todos modos adaptan sus
actitudes a lo que acaban de expresar (Fazio et al., 1977, 1979). La teoría de la disonancia tampoco
explica el efecto de sobrejustificación, porque recibir un pago para hacer lo que a uno le gusta no
debería provocar gran tensión. ¿Y qué pasa con las situaciones en las que las acciones no
contradicen ninguna actitud: por ejemplo, cuando se induce a la gente a sonreír o hacer muecas? En
esos casos tampoco debería haber disonancia. Para esas ocasiones, la teoría de la autopercepción
tiene lista una explicación. En pocas palabras, la teoría de la disonancia explica con éxito lo que
sucede cuando actuamos de manera contraria a las actitudes definidas con claridad: sentimos una
tensión, de modo que adaptamos nuestras actitudes para reducirla. En consecuencia, la teoría de la
disonancia explica el cambio de actitudes. En situaciones en las que nuestras actitudes no están bien
formadas, la teoría de la autopercepción explica la formación de actitudes. A medida que actuamos
y reflexionamos, desarrollamos actitudes accesibles con más facilidad que guíen nuestro
comportamiento futuro
BIBLIOGRAFIA
Básica:
Myer, D., Twenge, J. (2019) Psicología Social, Ciudad de México, Mc Graw Hill
Complementaria:
Navas, M. y Cuadrado, I. (Coords.) (2013). El estudio del prejuicio en Psicología Social. Madrid:
Sanz y Torres.
Morales, J. F. Moya, M. C., Gaviria, E. y Cuadrado, I. (Coords.) (2007). Psicología Social (3ª ed.).
Madrid: McGraw-Hill.
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MORALES, J. F, PÁEZ, D., KORNBLIT, ANA L., ASÚN, D (Coord.) (2002) Psicología Social.
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