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Cronica Luz Hernandez
Cronica Luz Hernandez
La velocidad de un virus
Esas noticias, que creímos no nos afectarían por estar en hemisferios opuestos,
lejanos, no era razón para preocuparnos, sin embargo, el letal y desconocido virus
iba ganando campo y extendiéndose por Estados Unidos, Europa y otros países,
donde el escepticismo y la ignorancia de muchos, daba pié a la expansión sin
control. Fueron los países de más alto desarrollo los primeros afectados, las
comunicaciones y negocios que allí se desarrollan se convirtió en su peor
enemigo. Sin darnos cuenta y en poco tiempo ya había muchas personas
infectadas a nivel mundial y un pronóstico devastador amenazaba el mundo.
Eran muchas las cosas que se decían, yo en mi trabajo escuche muchas veces:
que no afectaba en climas cálidos, que solo contagiaba a personas mayores; y
eran temas ya de discusión entre los ciudadanos: los riesgos, las amenazas, las
restricciones para socializar, las protecciones y condiciones; hasta que llegó a
América infectando a más y más personas. Gente que no creía, vio la muerte
desde cerca, familiares contagiados, hospitales abarrotados, este virus no
perdona: políticos, militares, miembros del clero. A la par la Organización Mundial
de la Salud (OMS) anuncia que la nueva enfermedad llamada coronavirus 2019
(Covid-19), se caracterizaba ya como una pandemia por haber afectado a miles
de personas en todo el mundo y propagarse con asombrosa velocidad.
Tras la mirada de todo aquel con conocidos infectados, leves o graves Venezuela
se une al clamor mundial y da recomendaciones a sus pobladores, mantener la
calma, tomar medidas de seguridad de protección y sobre todo permanecer en
casa. Ya la situación recrudecida en el mundo se comenzaba a instaurar en
Venezuela, mucho miedo comenzó a solaparse con angustia, noticias sobre
enfermos vagando como sombies, personas que caen en las calles, muertas en el
acto, fue uno de los comentarios de mi tía en Italia.
Ignorancia y negación
En mi trabajo pude ver gente que sin ninguna protección se instalaba y obligaba a
permanecer en las aulas a sus estudiantes, negándose a toda posibilidad de
contagio. También escuché comentarios negligentes de incredulidad ante la
enfermedad, mostrando negación ante la realización de actividades de manera
virtual, quizás por miedo al cambio, quizás por no tener dominio sobre las
tecnologías, o por no tener los medios para utilizarlos. Cosas como esas te hacen
preguntar: ¿cuánto vale la vida para ti?, tiene algún valor la vida de los demás?
Muchos de esos que antes no daban créditos a tan contagiosa enfermedad hoy no
están para responder esas preguntas. Un profesor director de área se dio a la
tarea de perseguir y juzgar a todo aquel que no hacía permanencia en sus clases
y por ende no atendía a sus estudiantes, y en menos de tres semanas,
desesperado ante los síntomas que nunca consideró fueran de Covid 19, falleció,
dejando también contagiados a su esposa y dos hijos menores.
Otro aspecto, quizás no tan malo, del Covid 19, fue la confinación voluntaria de las
familias en sus hogares. Teniendo que permanecer en ellas todo el tiempo y
compartiendo, mejorando sus relaciones, dejando a un lado la tecnología y vivir un
enlazamiento, padres que pasaban todo el día en el trabajo ahora pudieron
estrechar sus vínculos con sus hijos a diario, sin horario de atención previsto,
trabajando desde casa y haciendolo en armonía con el entorno familiar. Pero eso
dura muy poco ya que también me enteré de casos que tuvieron que aprender
nuevamente a vivir bajo el mismo techo, ante las condiciones actuales de
contagios, las familias aprendiendo a convivir, a un reaprender a conocer a su
pareja, a sus hijos, a sus padres, a sus abuelos, y en esto soy sincera y digo, que
no fue todo tan malo, porque conozco el caso de amigos que precisamente y
debido a la pandemia descubrieron que no podían vivir juntos, que ya por el tren
de trabajo o por la costumbre de no compartir se sentían extraños.
¿Cómo cambió la vida de todos esta pandemia, todavía presente en nuestras
vidas? Aun lloramos por los que ya no están, por los que están lejos y vivieron los
estragos de su padecimiento sin tener la compañía deseada de sus familiares, o
por padecerla y estar solos en nuestras casas. Familiares están lejos o los que no
lograron superarlo. Sé de familias enteras que perdieron la batalla juntos, que aun
con los tratamientos adecuados no lograron subsanarlos; se de familias que
perdieron la fe al encontrarse solos porque de tres miembros queda solo uno,
porque lograron encontrar los medicamentos pero perdieron todo cuanto tenían
para lograrlo.
Todo eso nos hace recapacitar y pensar que no todo es malo después de todo,
que esa angustia, incertidumbre, miedo y sentimientos encontrados que tenemos
por la llegada inopinada de una pandemia, valió la pena, porque nos ha hecho
más fuertes, mas unidos, más comprensivos y caritativos ante situaciones
extremas. Que podemos librar batallas y ganarlas o perderlas pero siempre nos
queda la experiencia y con ello la solidaridad que como seres humanos nos
caracteriza y distingue de otras razas…