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“Saber ambiental” por Enrique Leff

Síntesis Fase 2
El silencio como preludio de la acción y el cambio.
El silencio ha sido una expresión de resistencia una táctica de lucha que a través de su
eficacia simbólica ha logrado enfrentar al poder totalitario. El silencio ha sido la respuesta
a la violencia de las armas y al dialogo de la guerra; el silencio ha sido la reacción de las
comunidades indígenas ante la apropiación forzada de sus saberes.
En este contexto, la ética ambiental manifiesta una resistencia frente al nihilismo y la
desmoralización que ha dejado el derrumbe de las ideologías modernas y la perdida de
sentidos del pensamiento de la posmodernidad. Frente al poder del estado y del mercado,
la ciudadanía reclama su derecho de participar en los procesos de producción y el
abastecimiento de servicios básicos, asi como en la toma de decisiones que afectan sus
condiciones y su calidad de vida.
Mas allá de la enajenación tecnológica, el capitalismo real ejerce su poder represivo a través
de sus estrategias de silenciamiento y de simulación: en la indecibilidad y la indecisión
frente al límite. El capitalismo real genera una razón de fuerza mayor -el estado permanente
de urgencia que provoca la crisis económica y ecológica-, ante la cual es preciso actuar de
acuerdo con las leyes ciegas del mercado y las normas de los poderes establecidos. Las
utopías se precipitan en el abismo del fin de la historia.
La posmodernidad sustituye la construcción social de utopías con un juego de realidades
virtuales. Habiendo enterrado la fatalidad del destino y la construcción de sentidos, las
luchas por la libertad ante la sujeción del poder y el proyecto científico de la modernidad
para dominar y controlar la naturaleza, la posmodernidad anuncia el diseño de designios y
una saturación de signos que genera la des-significación del mundo. El pensamiento pierde
su sentido como razón teórica y práctica. Esta es la violencia simbólica de las estrategias
del silencio que instaura en las consciencias la hiperrealidad del mundo posmoderno.
Esta violencia ya no solo se ejerce a través del pillaje de tierras y recursos, sino por la
desposesión de saberes y prácticas, la carencia de conocimientos, la perdida de ideas y la
falta de perspectiva de acción. Lo que impone esta estrategia de silencio es el vaciamiento
de lo que hoy puede ser pensado como campo de posibilidades frente al oscurantismo
hegemónico de las leyes ciegas del mercado. Ante el poder simbólico de esta razón
totalitaria, nos hemos quedado sin palabras para significar y dar sentido a nuestra
existencia, sin un pensamiento capaz de orientar la construcción de nuestro futuro. Hemos
quedado paralizados ante el derrumbe de los referentes teóricos, axiológicos y
praxeológicos, desarmados ante la incertidumbre, impotentes ante las estrategias fatales
de la globalización, de una hiperrealidad inescapable que penetra nuestro tejido vital,
aniquilando el pensamiento critico y la acción creativa. De la imposibilidad del inconsciente
para realizar los sueños, pasamos a la impotencia histórica de soñar.
Frente al cerco omnipresente e impenetrable de la razón económica, ante el circulo perfecto
de la globalización planetaria, la consciencia ciudadana se asoma a la producción de
nuevos sentidos civilizatorios, de nuevos valores y referentes movilizadores de nuevas
utopías capaces de rellenar los vacíos de la subjetividad y de acción social; de pensar lo
inédito y la alternativa.
Los nuevos actores de estos procesos de cambio histórico se están forjando en los
movimientos ciudadanos, en el medio urbano y en el rural. La energía social reprimida y las
fuerzas contenidas por la historia se desbordan sobre la realidad, anunciando la posibilidad
de pensar nuevos futuros. Ante el bloqueo económico de las ideas, irrumpen estallidos
sociales, movilizaciones ciudadanas y luchas de resistencia; acciones y reacciones frente
a la globalización que están transformando el mundo para transitar hacia otro mundo. Ante
la desarticulación y disolución de los movimientos sociales, el saber ambiental emerge de
su sueño legitimando nuevos derechos humanos y despejando nuevas visas de
transformación histórica. De sus luchas de resistencia, la ciudadanía despierta a la
invención de nuevas utopías.
La ética ambiental reanima la nietzscheana voluntad de poder como un deseo de vida que
rompe el silencio, reabriendo los sentidos de la historia. El saber ambiental es movilizado
por esa voluntad de poder querer, que vincula el conocimiento a una ética del deseo. La
calidad de vida no busca el desbordamiento de los imperativos pulsionales ni la satisfacción
de necesidades normadas por la racionalidad económica. Es búsqueda de sentidos,
apertura del deseo y norma ante el reconocimiento de los límites.
La prohibición, el límite y la utopía.
La crisis ambiental expresa el limite en el orden de lo real. La ley como límite, constitutiva
de la cultura y de la subjetividad, se manifiesta ahora en el orden económico y ecológico.
La muerte entrópica del planeta abre un proceso de resignificación de la producción. La
economía política desemboca en una política de la vida. La prohibición como ley fue
internalizada en la cultura para externalizarse en la economía. De esta manera el deseo
incolmable abrió sus cauces en una demanda infinita de mercancías desbordándose sobre
la naturaleza finita. La entropía como límite y condición de sustentabilidad es negada y
pervertida por el discurso del crecimiento sostenible. Se abre allí la diferencia entre la
prohibición y el limite absoluto entre la muerte que como limite significa a la vida y la relanza
hacia los imaginarios de la reencarnación, al mas allá, al reino de los cielos, y la muerte
entrópica del planeta que cuestiona los fundamentos ideológicos del crecimiento y el
progreso, sin haber encontrado aun las vías para reconducir la significación de la vida
dentro de una nueva economía.
Vivimos en un mundo donde la perdida de sentidos existenciales, la desesperanza
generalizada por la marginación, el desempleo y la pobreza, y el hastío de la abundancia,
generan una reacción ciega que tiende a desvalorizar la vida misma. Hoy ya no hay muertes
románticas, sobrecargadas de goces patéticos donde se cantaba a la naturaleza y donde
la naturaleza era el reflejo del alma. Hoy se muere de inanición de sentidos. Es esta la
encrucijada de la civilización moderna, marcada por la ley limite, donde el saber y la acción
se paralizan ante la saturación de un mundo cerrado.
Fernando Savater nos recuerda citando a Gilles Deleuze, que “todos pensamos desde la
punta misma de lo que sabemos, hacia lo que ignoramos”. Hoy percibimos la crisis de la
racionalidad económica sobre la cual se ha construida la civilización moderna. Y al mismo
tiempo nos desencontramos en un mundo sin referentes teóricos ni asideros ideológicos
para guiar a una praxis transformadora de la realidad; para construir el nuevo mundo
guiados por una praxeología que oriente y visibilice el transito hacia una sustentabilidad
fundada en la democracia y en la recreación de los sentidos existenciales. La utopía
ambiental emerge como la resignificación del ser y la existencia desde el límite: el
constreñimiento de la lengua, la marca de la muerte, la ley de la entropía.
La diferencia como resignificación desde el limite se plantea como “como gasto sin reserva,
como perdida irreparable de presencia, como usura irreversible de la energía, como pulsión
de muerte y relación con el otro que irrumpe en apariencia toda economía” (Derrida, 1989).
Al mismo tiempo, la política de la diferencia despeja el campo de la utopía donde se
despliegan nuevas potencialidades y alternativas a partir de lo impensable y lo indecible.
En este renacimiento de las utopías, en la búsqueda antiparadigmática del conocimiento,
emergen nuevos actores sociales en un proceso de reapropiación de la naturaleza y de
recreación de sus modos de vida.
La globalización económica como proceso que conduce el sentido civilizatorio hacia la
realización del homo economicus como el estado mas acabado del sentido de la existencia
humana, y la mascarada del discurso de la sustentabilidad, que encubre el límite de la
capitalización de la naturaleza y de la cultura, forman una cortina de humo y una realidad
incontestables. La capacidad de simulación, de perversión y de seducción del discurso de
la sostenibilidad resulta mas grave que la violencia directa y la quema de libros por la
Inquisición durante las dictaduras que intentaron aplastar la poesía y el pensamiento crítico.
La estrategia de poder del hiperrealismo de la globalización se basa en el ocultamiento de
sus mecanismos de represión. De allí su eficacia e impunidad.
La capitalización de la vida y la forja de nuevas utopías.
La globalización aparece como el cambio histórico mas importante del orden mundial en la
transición hacia el nuevo milenio. Este proceso tiende a disolver las fronteras nacionales,
homogeneizando al mundo a través de la extensión de la racionalidad del mercado a todos
los confines del orbe. En este sentido, las nuevas estrategias del poder del capital en la
etapa de la globalización ecologizada no se reducen a la explotación directa de los recursos,
sino a una recodificación del mundo, de los diferentes ordenes de valor y de racionalidad,
a la forma abstracta de un sistema generalizado de relaciones mercantiles.
Frente a la globalización económica, los movimientos ciudadanos están legitimando nuevos
valores y derechos humanos, que están detonando el surgimiento de proyectos sociales
inéditos en la historia. La ciudadanía emerge configurando nuevos actores sociales fuera
de los campos de atracción de las burocracias estatales y los círculos empresariales, que
reclaman la autodeterminación de sus condiciones de existencia y la autogestión de sus
medios de vida. Su futuro se plantea como un espacio virtual en un campo de posibilidades
aun indefinidas, para abrir el orden cerrado y unidimensional de la racionalidad económica.
La ciudadanía forja sus sentidos a través de estrategias de poder, legitimando un espacio
propio en los procesos de toma de decisiones, ante el estado y la empresa. Sin embargo,
el nuevo orden unipolar no se democratiza a través de una distribución tripartita de poderes,
con la descentralización de un poder concentrado, o por el otorgamiento de un poder a los
grupos sociales marginados de los beneficios (cada vez mas dudosos) del orden
establecido. La autonomía del ciudadano ya no se plantea como una toma o distribución
del poder; no se trata de la apropiación de los medios de producción, de control político y
de coerción establecidos por los aparatos ideológicos del estado.
La cuestión ambiental emerge de nuevos valores y nuevos principios que llevan a la
reorganización social y de la producción para la reapropiación de la naturaleza y la cultura.
Ello implica el establecimiento de nuevas relaciones sociales de producción y de nuevos
sentidos civilizatorios, de donde emerge un poder hecho de una nueva materia, sujeto a
nuevas reglas. De allí que hoy en día los efectos simbólicos de una estrategia antibelicista
puedan desarticular la producción de armamentos nucleares, o la legitimación de los
derechos indígenas puedan desarmar la prepotencia del estado autoritario. La fortaleza de
los movimientos ciudadanos depende de su capacidad para inventar nuevas estrategias de
poder, capaces de burlar al poder tecno-burocrático y de construir una nueva racionalidad
social.
La emergencia de la ciudadanía como nuevo proyecto social plantea la posibilidad de forjar
nuevas utopías frente al mundo homogeneizado que anuncia el fin de las ideologías y de la
historia; la imaginación sociológica y la creatividad política se enfrentan al reto de generar
nuevas estrategias de poder capaces de vulnerar las fortalezas construidas en torno a los
intereses del capital, para arraigar en la naturaleza y en la cultura una nueva racionalidad
productiva. Se trata de la producción de nuevos sentidos de la opresión física y moral
generada por la racionalidad social dominante. Sin embargo, el ambientalismo no se limita
a sus luchas de resistencia; el ambientalismo no reduce sus estrategias a generar
contrapesos al orden dominante ni a esperar el derrumbe del capitalismo como condición
para la construcción de una nueva sociedad. La utopía ambiental plantea la creación de un
nuevo orden social. El poder mas consolidado que ha de ser desconstruido es la ideología
neoliberal; es la armadura más difícil de desarmar, a pesar de ser evidentes sus efectos
eco destructivos, su impacto en la producción de pobreza, el desmoronamiento de las
instituciones y la desmoralización de la sociedad.

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