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líderes del sector del Partido Republicano Federal Diputados el 3 de enero de 1874.
opuesto a la política «fuera de la órbita republicana» Contexto del acontecimiento
del republicano federal derechista Castelar. Fecha 3 de enero de 1874
Precisamente el objetivo del golpe era impedir que
Sitio España
Castelar fuera desalojado del gobierno, aunque como
este tras el golpe no aceptó seguir en el poder por Impulsores Manuel Pavía
A pesar de esta división no tuvieron problemas en proclamar el 8 de junio la República Federal, una
semana después de que se abrieron las Cortes Constituyentes bajo la presidencia del veterano
republicano "intransigente" José María Orense, por 218 votos contra dos:4
Cuando el presidente Figueras, que sufría una fuerte depresión por la muerte de su mujer, tuvo
conocimiento de que los generales "intransigentes" Juan Contreras y Blas Pierrad preparaban un
golpe de Estado para iniciar la República federal "desde abajo", al margen del Gobierno y de las
Cortes, temió por su vida y el 10 de junio huyó a Francia.5 Le sustituyó el republicano federal
"centrista" Francisco Pi y Margall, que estableció como prioridad derrotar a los carlistas que ya
llevaban más de un año alzados en armas, en la llamada Tercera Guerra Carlista, y la elaboración y
aprobación de la nueva Constitución de la República Federal. Pero, enseguida, el gobierno de Pi y
Margall se encontró con la oposición de los republicanos federales "intransigentes" porque en su
programa no se habían incluido algunas de las reivindicaciones históricas de los federales como "la
abolición del estanco del tabaco, de la lotería, de los aranceles judiciales y de los consumos repuestos
en 1870 por ausencia de recursos". Pero sobre todo lo que reclamaban los "intransigentes" era que las
Cortes, mientras se redactaba y aprobaba la nueva Constitución de la República democrática federal,
se constituyeran en Convención de la cual emanaría una Junta de Salud Pública que detentaría el
poder ejecutivo, propuesta que fue rechazada por Pi y Margall y por la mayoría de diputados
"centristas" y "moderados" que apoyaban al gobierno.6
El lema del nuevo gobierno de Salmerón fue el «imperio de la ley», lo que suponía que para salvar la
República y las instituciones liberales había que acabar con carlistas y cantonales. Para sofocar la
rebelión cantonal tomó medidas duras como destituir a los gobernadores civiles, alcaldes y militares
que habían apoyado de alguna forma a los cantonalistas y a continuación nombró a generales
contrarios a la República Federal como Manuel Pavía o Arsenio Martínez Campos —lo que no le
importó porque lo prioritario era restablecer el orden— para que mandaran las expediciones militares
a Andalucía y a Valencia, respectivamente. "Además, movilizó a los reservistas, aumentó la Guardia
Civil con 30 000 hombres, nombró delegados del Gobierno en las provincias con las mismas
atribuciones que el Ejecutivo. Autorizó a las Diputaciones a imponer contribuciones de guerra y a
organizar cuerpos armados provinciales, y decretó que los barcos en poder de los cartageneros se
consideraran piratas —lo que suponía que cualquier embarcación podía abatirlos estuviera en aguas
españolas o no".11 Gracias a estas medidas fueron sometidos uno tras otro los distintos cantones,
excepto el de Cartagena que resistiría hasta el 12 de enero de 1874.
La primera muestra de que Salmerón había dejado de apoyar al gobierno de Castelar se produjo por
esas mismas fechas cuando en la Diputación Permanente de las Cortes sus partidarios votaron junto a
pimargallianos e "intransigentes" en contra de la propuesta de Castelar de que se celebraran
elecciones para ocupar los escaños vacantes, por lo que fue rechazada.20 Esta votación planteó un
grave dilema a Castelar, «decidirse entre los federales y los conservadores», tal como informó el
embajador británico a su gobierno.21
A raíz de la derrota parlamentaria de Castelar, Cristino Martos, líder de los radicales, y el general
Serrano, líder de los constitucionales, que hasta entonces habían estado preparándose para las
elecciones parciales que ya no se iban a celebrar, acordaron llevar a cabo un golpe de fuerza para
evitar que Castelar fuera reemplazado al frente del Poder Ejecutivo por un voto de censura que
previsiblemente iban a presentar Pi y Margall y Salmerón en cuanto volvieran a abrirse las Cortes el 2
de enero de 1874. El acuerdo entre Serrano y Martos preveía que el primero ocuparía la presidencia
de la República y el segundo la presidencia del gobierno.17
Cuando el 20 de diciembre Emilio Castelar tuvo conocimiento del golpe que se preparaba llamó a su
despacho el 24 al capitán general de Madrid, el general Pavía, para intentar convencerle de que se
atuviera a la legalidad y no participara en la intentona. En esa reunión, según relató después Pavía,
este le pidió a Castelar que promulgara un decreto ordenando que continuasen suspendidas las Cortes
y que «yo hubiera fijado en la Puerta del Sol con cuatro bayonetas», a lo que se negó rotundamente
Castelar manifestándole que no se separaría un ápice de la legalidad. Sin embargo, como se preguntó
más tarde Pi y Margall al conocer los hechos, ¿Por qué Castelar permitió que Pavía continuara con su
proyecto de disolver por la fuerza las Cortes y no lo destituyó de forma fulminante de su puesto de
máxima autoridad militar de Madrid? Pavía afirmó después que cuando salió de la reunión con
Castelar se preguntó:«¿debo yo permitir que estalle la anarquía?»22 Una muestra de que el general
Pavía no admitía la supremacía del poder civil sobre el Ejército, lo que le llevó a considerar que el
golpe que tenía planeado dar era legítimo, se produjo unas semanas antes con motivo del entierro del
diputado Ríos Rosas en el que pretendió situarse en el cortejo fúnebre inmediatamente detrás del
Gobierno y por delante de la Mesa de las Cortes, teniendo que intervenir el propio Castelar para
restablecer la prelación.23
Una semana después, el 31 de diciembre, Castelar le escribió al
general José López Domínguez, que dirigía el sitio de Cartagena —
el último reducto de la rebelión cantonal—, para asegurarle que
nunca se saldría de la legalidad y que abandonaría el poder si las
Cortes así lo decidían, y también para que pedirle que se
mantuviera fiel a la legalidad asegurándole que estaba resuelto a
fundar la República «en el orden, a aumentar el Ejército y a
salvar la disciplina y a todo aquello que puede darnos patria».24
El general López Domínguez le contesta el 2 de enero: «¿Podrá
consentir este bizarro ejército que me enorgullezco en mandar, la
ignominia de ver triunfantes a los insurrectos? [...] Temo que la
Cámara pueda tomar un camino que su legalidad sea la deshonra
de la patria». Después de leer esto Castelar no lo destituyó.25
El golpe
Cuando se reabrieron las Cortes a las dos de la tarde del 2 de
enero de 1874 el capitán general de Madrid, Manuel Pavía,
antiguo partidario de Prim, con quien se había alzado en Villarejo
de Salvanés, tenía preparadas a sus tropas para el caso de que
Castelar perdiera la votación parlamentaria —además les había
pedido a los dirigentes del Partido Radical y del Partido
Constitucional que se reuniesen en una casa contigua al Congreso
y que allí esperasen sus "órdenes"—.27 En el lado contrario
batallones de Voluntarios de la República estaban preparados
para actuar si vencía Castelar —de hecho, según Jorge Vilches,
"los cantonales cartageneros habían recibido la contraseña de
resistir hasta el 3 de enero, día en que siendo derrotado el
Gobierno Castelar se formaría uno intransigente que «legalizaría»
su situación y «cantonalizaría» España", aunque según otros
autores no existe prueba documental de ello28 —. Al abrirse la
sesión intervino Nicolás Salmerón para anunciar que retiraba su
apoyo a Castelar porque su política se había salido de la «órbita de
los principios republicanos», ya que pretendía incluir en el
régimen al Partido Constitucional de Serrano que según él
representaba a la «oligarquía militar» antirrepublicana —aunque
esta vez admitía el acercamiento al Partido Radical de Cristino
Martos—. Salmerón terminó su intervención con una frase que se
hizo famosa: «Perezca la República, sálvense los principios» —lo General Manuel Pavía.
que, según Jorge Vilches, quería decir que "si no se podía
gobernar con los principios republicanos, se dejara la República a
otros"—. Le respondió Emilio Castelar haciendo un llamamiento al establecimiento de la «República
posible» con todos los liberales, incluidos los conservadores, y abandonando la "demagogia".29
Uno de los primeros en responder al telegrama de Pavía fue el general López Domínguez que
mandaba el ejército que sitiaba Cartagena:34
Este disciplinado ejército, que tengo el honor de mandar, inspirándose en los más elevados
sentimientos está dispuesto a apoyar al gobierno que se dé la nación, según lo manifestado
por el capitán general de Castilla la Nueva y que representa la honra, el orden y la libertad
del país
El líder del partido alfonsino Antonio Cánovas del Castillo le Retrato del general Serrano, último
comunicó a la reina exiliada Isabel II que «los principios presidente de la I República que
democráticos están heridos de muerte» y que tan sólo es cuestión impuso una dictadura, desde enero
de «calma, serenidad, paciencia, tanto como perseverancia y hasta diciembre de 1874.
energía» lograr la restauración de la Monarquía borbónica.38
Referencias
22. Barón Fernández, 1998, 28. Barón Fernández, 1998,
1. Barón Fernández, 1998, pp. 250-251; 259-260. p. 251. «Se insinuó que [Pi y
p. 259.
23. Barón Fernández, 1998, Margall] mantenía contactos
2. Fontana, 2007, p. 371. con los rebeldes a fin de que
p. 258.
3. Vilches, 2001, pp. 381-382. no se rindiesen, por lo
24. Barón Fernández, 1998,
4. López-Cordón, 1976, p. 58. menos antes de la sesión de
p. 252. «Castelar, que está
5. Vilches, 2001, pp. 382-383. informado de primera mano la Asamblea. No hay prueba
documental que acredite
6. Vilches, 2001, pp. 384-385. que si pierde la votación
este extremo, pero no es
7. Barón Fernández, 1998, sobreviene el golpe de
Estado, no tiene el valor de descartable el que hiciese
p. 89. todo lo posible por evitar la
destituir a los generales
8. López-Cordón, 1976, pp. 67- política entreguista de
alfonsinos y escribe una
68. Castelar, salvando la
carta lacrimógena a un
9. Vilches, 2001, pp. 387-388. general desafecto y sobrino República, según sus
conceptos y esto ´solo se
10. Barón Fernández, 1998, de Serrano».
podía lograr mediante la
pp. 90; 170-171. 25. Barón Fernández, 1998, derrota del Gobierno por
11. Vilches, 2001, pp. 390-391. p. 25. «Después de estas votación».
12. Vilches, 2001, p. 394. manifestaciones, López
Domínguez estaba 29. Vilches, 2001, p. 399.
13. Vilches, 2001, pp. 394-396. 30. Barón Fernández, 1998,
virtualmente sublevado y
14. Barón Fernández, 1998, poseído de la mentalidad de p. 263.
p. 240. que su misión no sólo era 31. Barón Fernández, 1998,
15. Barón Fernández, 1998, mandar el ejército sitiador pp. 263-264.
pp. 239-242; 222. sino intervenir militarmente 32. Vilches, 2001, pp. 399-400.
16. Barón Fernández, 1998, cuando la Asamblea
33. Barón Fernández, 1998,
pp. 241-247. adoptase puntos de vista
p. 321.
17. Vilches, 2001, p. 397. adversos a su personal
interpretación del 34. Barón Fernández, 1998,
18. Barón Fernández, 1998, patriotismo». pp. 252-253.
pp. 247-248; 250. 35. Vilches, 2001, p. 402.
26. Barón Fernández, 1998,
19. Barón Fernández, 1998, pp. 247-248. 36. Barón Fernández, 1998,
p. 249. p. 266.
27. Barón Fernández, 1998,
20. Vilches, 2001, p. 398. pp. 261-262. 37. López-Cordón, 1976, p. 70.
21. Barón Fernández, 1998, 38. Villares, 2009, p. 14.
p. 250.
Bibliografía
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Coruña): Edicios do Castro. ISBN 84-7492-896-6.
Fontana, Josep (2007). La época del liberalismo. Vol. 6 de la Historia de España, dirigida por
Josep Fontana y Ramón Villares. Barcelona: Crítica/Marcial Pons. ISBN 978-84-8432-876-6.
López-Cordón, María Victoria (1976). La revolución de 1868 y la I República. Madrid: Siglo XXI.
ISBN 84-323-0238-4.
Vilches, Jorge (2001). Progreso y Libertad. El Partido Progresista en la Revolución Liberal
Española. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-206-6768-4.
Villares, Ramón (2009). «Alfonso XII y Regencia. 1875-1902». En Ramón Villares y Javier
Moreno Luzón, ed. Restauración y Dictadura. Vol. 7 de la Historia de España, dirigida por Josep
Fontana y Ramón Villares. Barcelona-Madrid: Crítica/Marcial Pons. ISBN 978-84-4423-921-8.
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