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Golpe de Estado de Pavía

El golpe de Estado de Pavía, o simplemente


golpe de Pavía, fue un golpe de Estado que se
produjo en España el 3 de enero de 1874, durante la
Golpe de Estado de Pavía
Primera República y que estuvo encabezado por el
general Manuel Pavía, capitán general de Castilla la
Nueva cuya jurisdicción incluía Madrid. Consistió en
la ocupación del edificio del Congreso de los
Diputados por guardias civiles y soldados que

desalojaron del mismo a los diputados cuando se


estaba procediendo a la votación de un nuevo
presidente del Poder Ejecutivo de la República en
sustitución de Emilio Castelar que acababa de perder
la moción de censura presentada por Francisco Pi y
Margall, Estanislao Figueras y Nicolás Salmerón, Entrada de las fuerzas de Pavía en el Congreso de los

líderes del sector del Partido Republicano Federal Diputados el 3 de enero de 1874.
opuesto a la política «fuera de la órbita republicana» Contexto del acontecimiento
del republicano federal derechista Castelar. Fecha 3 de enero de 1874
Precisamente el objetivo del golpe era impedir que
Sitio España
Castelar fuera desalojado del gobierno, aunque como
este tras el golpe no aceptó seguir en el poder por Impulsores Manuel Pavía

medios antidemocráticos, el general Pavía tuvo que Francisco Serrano

reunir a los partidos contrarios a la república federal Cristino Martos


que decidieron poner al frente del gobierno nacional Motivos Impedir la formación de un
que promovía Pavía al líder del conservador Partido gobierno republicano
Constitucional, el general Francisco Serrano. Así se federal
inició la segunda etapa de la República que se suele
Influencias Conservadurismo,
denominar «República Unitaria» o «Dictadura de
ideológicas de los liberalismo
Serrano».
impulsores
El general Pavía en una intervención parlamentaria Gobierno previo
del 13 de marzo de 1875, es decir, después de Gobernante Emilio Castelar
producirse la Restauración borbónica, explicó con
Forma de gobierno República democrática
detalle el «acto del 3 de enero», como él designó al
federal
golpe de Estado que había encabezado —explicación
que en 1878 publicó en forma de folleto—.1 ​ Gobierno resultante
Gobernante Francisco Serrano
Forma de gobierno República dictatorial
Índice unitaria

Antecedentes: la proclamación de la República


Federal y la rebelión cantonal
La preparación del golpe
El golpe
Las consecuencias: el fin de la República
Federal y la dictadura de Serrano
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos

Antecedentes: la proclamación de la República Federal y


la rebelión cantonal
El 11 de febrero de 1873, al día siguiente de la abdicación de Amadeo I, el Congreso y el Senado,
constituidos en Asamblea Nacional, proclamaron la República por 258 votos contra 32, pero sin
definirla como unitaria o como federal, postergando la decisión a las futuras Cortes Constituyentes, y
nombraron como presidente del Poder Ejecutivo al republicano federal Estanislao Figueras.2 ​
En mayo se celebraron las elecciones a Cortes Constituyentes,
que a causa del retraimiento del resto de los partidos
supusieron una aplastante victoria para el Partido
Republicano Federal. Pero esta situación era engañosa, ya que
en realidad los diputados republicanos federales de las
Constituyentes estaban divididos en tres grupos:3 ​

Los "intransigentes" con unos 60 diputados formaban la


izquierda de la Cámara y propugnaban que las Cortes se
declararan en Convención, asumiendo todos los poderes
del Estado —el legislativo, el ejecutivo y el judicial— para
construir la República Federal de abajo arriba, desde el
municipio a los cantones o Estados y desde éstos al Caricatura de la revista satírica La Flaca
poder federal, y también defendían la introducción de del 3 de marzo de 1873 sobre la pugna
reformas sociales que mejoraran las condiciones de vida entre los radicales, que defienden la
del cuarto estado. Este sector de los republicanos república unitaria, y los republicanos
federales no tenía un líder claro, aunque reconocían federales que defienden la federal. Y
como su "patriarca" a José María Orense, el viejo
también sobre la pugna entre los
marqués de Albaida. Destacaban dentro de él Nicolás
federales "transigentes" e
Estévanez, Francisco Díaz Quintero, los generales Juan
"intransigentes".
Contreras y Blas Pierrad, y los escritores Roque Barcia y
Manuel Fernández Herrero.
Los "centristas" liderados por Francisco Pi y Margall coincidían con los "intransigentes" en que el
objetivo era construir una república federal, pero de arriba abajo, es decir, primero había que
elaborar la Constitución federal y luego proceder a la formación de los cantones o Estados
federados. El número de diputados con que contaba este sector no era muy amplio y en muchas
ocasiones actuaban divididos en las votaciones, aunque se solían inclinar por las propuestas de
los "intransigentes".
Los "moderados" constituían la derecha de la Cámara, estaban liderados por Emilio Castelar y
Nicolás Salmerón —entre ellos también destacaban Eleuterio Maisonnave y Buenaventura
Abárzuza Ferrer— y defendían la formación de una República democrática que diera cabida a
todas las opciones liberales, por lo que rechazaban la conversión de las Cortes en un poder
revolucionario como defendían los "intransigentes" y coincidían con los pimargalianos en que la
prioridad de las Cortes era aprobar la nueva Constitución. Constituían el grupo más numeroso de
la Cámara, aunque había ciertas diferencias entre los seguidores de Castelar, que eran
partidarios de la conciliación con los radicales y con los constitucionales para incluirlos en el
nuevo régimen, y los seguidores de Salmerón que propugnaban que la República sólo debían
fundamentarse en la alianza de los republicanos "viejos". Su modelo era la República Francesa,
mientras que para "intransigentes" y "centristas" pimargalianos lo eran Suiza y Estados Unidos,
dos repúblicas de estructura federal.

A pesar de esta división no tuvieron problemas en proclamar el 8 de junio la República Federal, una
semana después de que se abrieron las Cortes Constituyentes bajo la presidencia del veterano
republicano "intransigente" José María Orense, por 218 votos contra dos:4 ​

Artículo único. La forma de gobierno de la Nación española es la República democrática


federal.

Cuando el presidente Figueras, que sufría una fuerte depresión por la muerte de su mujer, tuvo
conocimiento de que los generales "intransigentes" Juan Contreras y Blas Pierrad preparaban un
golpe de Estado para iniciar la República federal "desde abajo", al margen del Gobierno y de las
Cortes, temió por su vida y el 10 de junio huyó a Francia.5 ​ Le sustituyó el republicano federal
"centrista" Francisco Pi y Margall, que estableció como prioridad derrotar a los carlistas que ya
llevaban más de un año alzados en armas, en la llamada Tercera Guerra Carlista, y la elaboración y
aprobación de la nueva Constitución de la República Federal. Pero, enseguida, el gobierno de Pi y
Margall se encontró con la oposición de los republicanos federales "intransigentes" porque en su
programa no se habían incluido algunas de las reivindicaciones históricas de los federales como "la
abolición del estanco del tabaco, de la lotería, de los aranceles judiciales y de los consumos repuestos
en 1870 por ausencia de recursos". Pero sobre todo lo que reclamaban los "intransigentes" era que las
Cortes, mientras se redactaba y aprobaba la nueva Constitución de la República democrática federal,
se constituyeran en Convención de la cual emanaría una Junta de Salud Pública que detentaría el
poder ejecutivo, propuesta que fue rechazada por Pi y Margall y por la mayoría de diputados
"centristas" y "moderados" que apoyaban al gobierno.6 ​

La respuesta de los "intransigentes" a la política de "orden y progreso" del gobierno de Pi y Margall


fue abandonar las Cortes el 1 de julio, acusando al gobierno de haber contemporizado e incluso
claudicado frente a los enemigos de la República Federal.7 ​ A continuación los "intransigentes"
exhortaron a la inmediata y directa formación de cantones, lo que
iniciaría la rebelión cantonal, formándose en Madrid un Comité
de Salud Pública para dirigirla, aunque "lo que prevaleció fue la
iniciativa de los federales locales, que se hicieron dueños de la
situación en sus respectivas ciudades". Aunque hubo casos como
el de Málaga en que las autoridades locales fueron las que
encabezaron la sublevación, en la mayoría se formaron juntas
revolucionarias. Dos semanas después de la retirada de las Cortes
la revuelta era un hecho en Murcia, Valencia y Andalucía.8 ​

Para acabar con la rebelión cantonal Pi y Margall se negó a aplicar


las medidas de excepción que le proponía el sector "moderado" de
su partido, que incluía la suspensión de las sesiones de las Cortes,
porque declaraba, con toda lógica, que los sublevados no hacían
más que seguir la doctrina federalista "pactista" que él había
proclamado. Confiaba en que la rápida aprobación de la
Retrato de Francisco Pi y Margall,
Constitución federal —lo que no sucedió— y la vía del diálogo —la
segundo presidente del Poder
"guerra telegráfica" que ya le funcionó cuando la Diputación de
Ejecutivo de la República.
Barcelona proclamó el Estado catalán— haría entrar en razón a los
sublevados.9 ​No obstante no dudó en recurrir a la represión.10 ​

Como la política de Pi y Margall de persuasión y represión no consiguió detener la rebelión cantonal,


el sector "moderado" le retiró su apoyo el 17 de julio votando a favor de Nicolás Salmerón. Al día
siguiente Pi y Margall dimitió, tras 37 días de mandato.9 ​

El lema del nuevo gobierno de Salmerón fue el «imperio de la ley», lo que suponía que para salvar la
República y las instituciones liberales había que acabar con carlistas y cantonales. Para sofocar la
rebelión cantonal tomó medidas duras como destituir a los gobernadores civiles, alcaldes y militares
que habían apoyado de alguna forma a los cantonalistas y a continuación nombró a generales
contrarios a la República Federal como Manuel Pavía o Arsenio Martínez Campos —lo que no le
importó porque lo prioritario era restablecer el orden— para que mandaran las expediciones militares
a Andalucía y a Valencia, respectivamente. "Además, movilizó a los reservistas, aumentó la Guardia
Civil con 30  000 hombres, nombró delegados del Gobierno en las provincias con las mismas
atribuciones que el Ejecutivo. Autorizó a las Diputaciones a imponer contribuciones de guerra y a
organizar cuerpos armados provinciales, y decretó que los barcos en poder de los cartageneros se
consideraran piratas —lo que suponía que cualquier embarcación podía abatirlos estuviera en aguas
españolas o no".11 ​ Gracias a estas medidas fueron sometidos uno tras otro los distintos cantones,
excepto el de Cartagena que resistiría hasta el 12 de enero de 1874.

Nicolás Salmerón renunció a su cargo porque no quiso firmar las


sentencias de muerte de varios soldados acusados de traición, ya
que era absolutamente contrario a la pena de muerte. Para
sustituirle las Cortes eligieron el 7 de septiembre a Emilio
Castelar.12 ​ Inmediatamente Castelar consiguió de las Cortes la
concesión de facultades extraordinarias para acabar tanto con la
guerra carlista como con la rebelión cantonal y la suspensión de
sus sesiones desde el 20 de septiembre de 1873 hasta el 2 de enero
de 1874, lo que entre otras consecuencias supuso paralizar el
debate y la aprobación del proyecto de Constitución federal.13 ​

Los poderes extraordinarios que obtuvo Castelar le permitieron


gobernar por decreto, facultad que utilizó inmediatamente para
reorganizar el cuerpo de artillería disuelto hacía unos meses al
final del reinado de Amadeo I, llamar a los reservistas y convocar
Emilio Castelar, cuarto presidente una nueva leva con lo que consiguió un ejército de 200  000
del Poder Ejecutivo de la Primera hombres, y el lanzamiento de un empréstito de 100 millones de
República Española. pesetas para hacer frente a los gastos de guerra.14 ​

A finales de noviembre el gobierno de Castelar ordenó al general


Ceballos, que dirigía el sitio de Cartagena tras la dimisión del general Arsenio Martínez Campos que lo
había iniciado el 15 de agosto, que bombardeara Cartagena para "quebrantar el ánimo de los
defensores o cuando menos molestarles, para no dar lugar a que permanezcan como han
permanecido, completamente tranquilos". El bombardeo comenzó el 26 de noviembre de 1873 sin
previo aviso y se prolongó hasta el último día del asedio, el 12 de enero de 1874, contabilizándose en
total 27.189 proyectiles, "un verdadero diluvio de fuego", que causaron 800 heridos y doce muertos y
destrozos en la mayoría de los inmuebles —sólo 28 casas quedaron indemnes—. Fue respondido por
los cañones de los castillos de Cartagena y de las fragatas, pero fueron mucho menos efectivos dada la
dispersión de las fuerzas gubernamentales que sitiaban la plaza por tierra.15 ​ Tras la primera semana
de bombardeo en que los sitiadores se percataron de que las defensas de Cartagena seguían intactas,
el general Ceballos presentó la dimisión y el 10 de diciembre fue sustituido por el general José López
Domínguez, que era también un general antirrepublicano y además era sobrino del general Serrano,
el líder del conservador Partido Constitucional. En la entrevista que mantuvo en Madrid con Castelar
este le insistió en que debía conseguir la rendición de Cartagena costara lo que costara antes del 2 de
enero, la fecha prevista para la reapertura de las Cortes.16 ​

La preparación del golpe


La política de Castelar de acercamiento a los constitucionales y a los
radicales, los dos partidos liberales que habían sustentado la
Monarquía de Amadeo I, encontró la oposición de los "centristas" de
Pi y Margall, pero también la de los "moderados" que seguían a
Nicolás Salmerón —que al principio habían apoyado al gobierno—
porque creían que la República debía ser construida por los
republicanos auténticos, no por los recién llegados —eran contrarios
a hacer una «política fuera de la órbita republicana»—.17 ​ Esta
oposición aumentó cuando Castelar nombró a generales de dudosa
afección a la República para los puestos más importantes —como
Manuel Pavía, nuevo Capitán General de Castilla la Nueva, que
incluía Madrid— y cuando cubrió los puestos vacantes de tres
arzobispados a mediados de diciembre —Toledo, Tarragona y
Santiago de Compostela—, lo que indicaba que había entablado
negociaciones con la Santa Sede, restableciendo de facto las
Nicolás Salmerón Alonso, tercer
relaciones con ella, y que se oponía a la separación de la Iglesia y el presidente del Poder Ejecutivo
Estado que defendían los republicanos.18 ​A ello se añadió un decreto de la Primera República
de 22 de diciembre por el que se autorizaba a los gobernadores civiles Española y uno de los líderes
a suspender periódicos sin necesidad de apercibimiento ni multa del sector "moderado" del
previa, y la supresión arbitraria de diputaciones y ayuntamientos, Partido Republicano Federal.
como el de Madrid cuyos concejales fueron sustituidos por otros más
conservadores.19 ​

La primera muestra de que Salmerón había dejado de apoyar al gobierno de Castelar se produjo por
esas mismas fechas cuando en la Diputación Permanente de las Cortes sus partidarios votaron junto a
pimargallianos e "intransigentes" en contra de la propuesta de Castelar de que se celebraran
elecciones para ocupar los escaños vacantes, por lo que fue rechazada.20 ​ Esta votación planteó un
grave dilema a Castelar, «decidirse entre los federales y los conservadores», tal como informó el
embajador británico a su gobierno.21 ​

A raíz de la derrota parlamentaria de Castelar, Cristino Martos, líder de los radicales, y el general
Serrano, líder de los constitucionales, que hasta entonces habían estado preparándose para las
elecciones parciales que ya no se iban a celebrar, acordaron llevar a cabo un golpe de fuerza para
evitar que Castelar fuera reemplazado al frente del Poder Ejecutivo por un voto de censura que
previsiblemente iban a presentar Pi y Margall y Salmerón en cuanto volvieran a abrirse las Cortes el 2
de enero de 1874. El acuerdo entre Serrano y Martos preveía que el primero ocuparía la presidencia
de la República y el segundo la presidencia del gobierno.17 ​

Cuando el 20 de diciembre Emilio Castelar tuvo conocimiento del golpe que se preparaba llamó a su
despacho el 24 al capitán general de Madrid, el general Pavía, para intentar convencerle de que se
atuviera a la legalidad y no participara en la intentona. En esa reunión, según relató después Pavía,
este le pidió a Castelar que promulgara un decreto ordenando que continuasen suspendidas las Cortes
y que «yo hubiera fijado en la Puerta del Sol con cuatro bayonetas», a lo que se negó rotundamente
Castelar manifestándole que no se separaría un ápice de la legalidad. Sin embargo, como se preguntó
más tarde Pi y Margall al conocer los hechos, ¿Por qué Castelar permitió que Pavía continuara con su
proyecto de disolver por la fuerza las Cortes y no lo destituyó de forma fulminante de su puesto de
máxima autoridad militar de Madrid? Pavía afirmó después que cuando salió de la reunión con
Castelar se preguntó:«¿debo yo permitir que estalle la anarquía?»22 ​ Una muestra de que el general
Pavía no admitía la supremacía del poder civil sobre el Ejército, lo que le llevó a considerar que el
golpe que tenía planeado dar era legítimo, se produjo unas semanas antes con motivo del entierro del
diputado Ríos Rosas en el que pretendió situarse en el cortejo fúnebre inmediatamente detrás del
Gobierno y por delante de la Mesa de las Cortes, teniendo que intervenir el propio Castelar para
restablecer la prelación.23 ​
Una semana después, el 31 de diciembre, Castelar le escribió al
general José López Domínguez, que dirigía el sitio de Cartagena —
el último reducto de la rebelión cantonal—, para asegurarle que
nunca se saldría de la legalidad y que abandonaría el poder si las
Cortes así lo decidían, y también para que pedirle que se
mantuviera fiel a la legalidad asegurándole que estaba resuelto a
fundar la República «en el orden, a aumentar el Ejército y a
salvar la disciplina y a todo aquello que puede darnos patria».24 ​
El general López Domínguez le contesta el 2 de enero: «¿Podrá
consentir este bizarro ejército que me enorgullezco en mandar, la
ignominia de ver triunfantes a los insurrectos? [...] Temo que la
Cámara pueda tomar un camino que su legalidad sea la deshonra
de la patria». Después de leer esto Castelar no lo destituyó.25 ​

En aquellos momentos Castelar ya sabía que Nicolás Salmerón iba


a sumarse al voto de censura porque el día anterior, 30 de
El general José López Domínguez, diciembre (o el 26 de diciembre según otras fuentes), en la
comandante del ejército que sitió y entrevista que había mantenido con él, Castelar no había aceptado
rindió el Cantón de Cartagena, a las condiciones que le había puesto para seguir dándole su apoyo:
principios del siglo XX. sustituir a los generales que Castelar había nombrado por otros
adictos al federalismo; revocación del nombramiento de los
arzobispos; cese de los ministros más conservadores dando
entrada en el gobierno a seguidores suyos; y discusión y aprobación inmediata de la Constitución
federal.20 26​ ​ Ese mismo día 31 de diciembre Pi y Margall, Estanislao Figueras y Salmerón se
reunieron para acordar presentar un voto de censura contra Castelar el día 2 de enero, aunque no
llegaron a decidir quién lo sustituiría.20 ​

El golpe
Cuando se reabrieron las Cortes a las dos de la tarde del 2 de
enero de 1874 el capitán general de Madrid, Manuel Pavía,
antiguo partidario de Prim, con quien se había alzado en Villarejo
de Salvanés, tenía preparadas a sus tropas para el caso de que
Castelar perdiera la votación parlamentaria —además les había
pedido a los dirigentes del Partido Radical y del Partido
Constitucional que se reuniesen en una casa contigua al Congreso
y que allí esperasen sus "órdenes"—.27 ​ En el lado contrario
batallones de Voluntarios de la República estaban preparados
para actuar si vencía Castelar —de hecho, según Jorge Vilches,
"los cantonales cartageneros habían recibido la contraseña de
resistir hasta el 3 de enero, día en que siendo derrotado el
Gobierno Castelar se formaría uno intransigente que «legalizaría»
su situación y «cantonalizaría» España", aunque según otros
autores no existe prueba documental de ello28 ​—. Al abrirse la
sesión intervino Nicolás Salmerón para anunciar que retiraba su
apoyo a Castelar porque su política se había salido de la «órbita de
los principios republicanos», ya que pretendía incluir en el
régimen al Partido Constitucional de Serrano que según él
representaba a la «oligarquía militar» antirrepublicana —aunque
esta vez admitía el acercamiento al Partido Radical de Cristino
Martos—. Salmerón terminó su intervención con una frase que se
hizo famosa: «Perezca la República, sálvense los principios» —lo General Manuel Pavía.
que, según Jorge Vilches, quería decir que "si no se podía
gobernar con los principios republicanos, se dejara la República a
otros"—. Le respondió Emilio Castelar haciendo un llamamiento al establecimiento de la «República
posible» con todos los liberales, incluidos los conservadores, y abandonando la "demagogia".29 ​

Pasada la medianoche se produjo la votación de la cuestión de confianza en la que el gobierno salió


derrotado por 100 votos a favor y 120 en contra, lo que obligó a Castelar a presentar la dimisión, y a
continuación se hizo un receso para que los partidos consensuaran el candidato que habría de
sustituir a Castelar al frente del Poder Ejecutivo de la República. En aquellos momentos el diputado
constitucional Fernando León y Castillo ya había hecho llegar el resultado adverso a Castelar al
general Pavía a través del también constitucionalista Víctor Balaguer.29 ​ Pavía dio entonces la orden
de salir hacia el Congreso de los Diputados a los regimientos comprometidos y él personalmente se
situó en la plaza frente al edificio con su estado mayor desde donde ordenó a dos ayudantes que
comunicaran a Salmerón, presidente del Congreso de Diputados, la orden de disolución de la sesión
de Cortes y el desalojo del edificio en cinco minutos. La Guardia Civil, que custodiaba el Congreso, se
puso a las órdenes del general Pavía.30 ​ Eran las siete menos cinco de la mañana del 3 de enero,
cuando se estaba procediendo a la votación para elegir al candidato federal Eduardo Palanca Asensi.

Salmerón, al recibir la orden del capitán general en una nota


entregada por uno de sus ayudantes en la que le decía «Desaloje el
local», suspendió la votación y comunicó lo que estaba sucediendo,
proclamando a continuación que las Cortes se declaraban en sesión
permanente hasta que no fueran disueltas por la fuerza.
Seguidamente intervinieron varios diputados pidiendo que Pavía
fuera declarado fuera de la ley y que fuera sometido a un Consejo de
Guerra propuesta que fue aceptada por el ministro de la Guerra, el
general José Sánchez Bregua, que redactó un decreto en el que Pavía
era destituido de su cargo y de todos sus honores y condecoraciones.
"Salmerón, muy dignamente, preguntó a los diputados si debían
dejarse matar sin abandonar sus escaños a lo cual respondieron
muchos diputados afirmativamente".31 ​ Pero cuando fuerzas de la
Guardia Civil y del Ejército entraron en el edificio del Congreso
Eduardo Palanca Asensi, el
disparando tiros al aire por los pasillos los diputados lo abandonaron
candidato de los republicanos
federales para sustituir a Emilio
rápidamente.32 ​ Se dijo que algunos diputados incluso se
descolgaron por las ventanas para escapar, a los que Pavía,
Castelar cuya elección fue
impedida por el golpe de Pavía.
sorprendido, preguntó: «Pero señores, ¿por qué saltar por las
ventanas cuando pueden salir por la puerta?».

El general Pavía nada más


desalojar el Congreso envió un telegrama a los jefes militares de
toda España en el que les pedía su apoyo al golpe, que Pavía
llamaba "mi patriótica misión", "conservando el orden a todo
trance". En el telegrama justificaba así lo que más tarde llamará
"el acto del 3 de enero":33 ​

El ministerio de Castelar... iba a ser sustituido por los que


basan su política en la desorganización del ejército y en la
destrucción de la patria. En nombre, pues, de la salvación Caricatura de Pavía durante el
del ejército, de la libertad y de la patria he ocupado el golpe, en La Madeja Política, dibujo
Congreso convocando a los representantes de todos los de Tomás Padró Pedret.
partidos, exceptuando los cantonales y los carlistas para que
formen un gobierno nacional que salve tan caros objetivos

Uno de los primeros en responder al telegrama de Pavía fue el general López Domínguez que
mandaba el ejército que sitiaba Cartagena:34 ​

Este disciplinado ejército, que tengo el honor de mandar, inspirándose en los más elevados
sentimientos está dispuesto a apoyar al gobierno que se dé la nación, según lo manifestado
por el capitán general de Castilla la Nueva y que representa la honra, el orden y la libertad
del país

Las consecuencias: el fin de la República Federal y la


dictadura de Serrano
El general Pavía intentó que se formara un "gobierno nacional" presidido por Emilio Castelar, pero a
la reunión de los líderes políticos constitucionales, radicales, alfonsinos y republicanos unitarios que
Pavía convocó con tal fin —los republicanos federales de Salmerón y de Pi y Margall y los
"intransigentes" quedaron obviamente excluidos—, Castelar rehusó asistir al no querer mantenerse en
el poder por medios antidemocráticos —"publicó el mismo día 3 una protesta contra las espadas
militares y las bayonetas federales que habían acabado con la República. Días después, desde su
periódico recién fundado, culpaba de la «dictadura militar» tanto a los golpistas como a los
intransigentes y a los socialistas"—. En la reunión Pavía defendió la república conservadora y por eso
impuso al republicano unitario Eugenio García Ruiz como ministro de la gobernación, mientras el
alfonsino Antonio Cánovas del Castillo propuso que el gobierno fuera «innominado» para que
preparase la restauración de la monarquía borbónica en la persona del príncipe Alfonso, hijo de la
reina destronada Isabel  II, siendo apoyado por el constitucional
Práxedes Mateo Sagasta, pero la negativa del también
constitucional general Serrano, que acabó siendo nombrado jefe
del nuevo gobierno, dejó a los alfonsinos al margen del mismo.35 ​

Estos hechos supusieron el final de facto de la Primera República,


aunque oficialmente continuaría casi otro año más, con el general
Francisco Serrano al frente —"nominalmente la República
continuaba pero completamente desnaturalizada", afirma José
Barón Fernández—.36 ​ Como ha señalado María Victoria López
Cordón, "la facilidad y la escasa resistencia con que Pavía terminó
con la República federal, irrumpiendo con sus tropas en el
Congreso, es el mejor exponente de la fragilidad de un régimen
que apenas contaba con base para sustentarse".37 ​

El líder del partido alfonsino Antonio Cánovas del Castillo le Retrato del general Serrano, último
comunicó a la reina exiliada Isabel  II que «los principios presidente de la I República que
democráticos están heridos de muerte» y que tan sólo es cuestión impuso una dictadura, desde enero
de «calma, serenidad, paciencia, tanto como perseverancia y hasta diciembre de 1874.
energía» lograr la restauración de la Monarquía borbónica.38 ​

Referencias
22. Barón Fernández, 1998, 28. Barón Fernández, 1998,
1. Barón Fernández, 1998, pp. 250-251; 259-260. p. 251. «Se insinuó que [Pi y
p. 259.
23. Barón Fernández, 1998, Margall] mantenía contactos
2. Fontana, 2007, p. 371. con los rebeldes a fin de que
p. 258.
3. Vilches, 2001, pp. 381-382. no se rindiesen, por lo
24. Barón Fernández, 1998,
4. López-Cordón, 1976, p. 58. menos antes de la sesión de
p.  252. «Castelar, que está
5. Vilches, 2001, pp. 382-383. informado de primera mano la Asamblea. No hay prueba
documental que acredite
6. Vilches, 2001, pp. 384-385. que si pierde la votación
este extremo, pero no es
7. Barón Fernández, 1998, sobreviene el golpe de
Estado, no tiene el valor de descartable el que hiciese
p. 89. todo lo posible por evitar la
destituir a los generales
8. López-Cordón, 1976, pp. 67- política entreguista de
alfonsinos y escribe una
68. Castelar, salvando la
carta lacrimógena a un
9. Vilches, 2001, pp. 387-388. general desafecto y sobrino República, según sus
conceptos y esto ´solo se
10. Barón Fernández, 1998, de Serrano».
podía lograr mediante la
pp. 90; 170-171. 25. Barón Fernández, 1998, derrota del Gobierno por
11. Vilches, 2001, pp. 390-391. p.  25. «Después de estas votación».
12. Vilches, 2001, p. 394. manifestaciones, López
Domínguez estaba 29. Vilches, 2001, p. 399.
13. Vilches, 2001, pp. 394-396. 30. Barón Fernández, 1998,
virtualmente sublevado y
14. Barón Fernández, 1998, poseído de la mentalidad de p. 263.
p. 240. que su misión no sólo era 31. Barón Fernández, 1998,
15. Barón Fernández, 1998, mandar el ejército sitiador pp. 263-264.
pp. 239-242; 222. sino intervenir militarmente 32. Vilches, 2001, pp. 399-400.
16. Barón Fernández, 1998, cuando la Asamblea
33. Barón Fernández, 1998,
pp. 241-247. adoptase puntos de vista
p. 321.
17. Vilches, 2001, p. 397. adversos a su personal
interpretación del 34. Barón Fernández, 1998,
18. Barón Fernández, 1998, patriotismo». pp. 252-253.
pp. 247-248; 250. 35. Vilches, 2001, p. 402.
26. Barón Fernández, 1998,
19. Barón Fernández, 1998, pp. 247-248. 36. Barón Fernández, 1998,
p. 249. p. 266.
27. Barón Fernández, 1998,
20. Vilches, 2001, p. 398. pp. 261-262. 37. López-Cordón, 1976, p. 70.
21. Barón Fernández, 1998, 38. Villares, 2009, p. 14.
p. 250.

Bibliografía
Barón Fernández, José (1998). El movimiento cantonal de 1873 (1ª República). Sada (A
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