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UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO

INSTITUTO DE TEOLOGÍA PARA RELIGIOSOS


FACULTAD DE TEOLOGÍA
SACRAMENTOS EN GENERAL
ESTUDIANTE: Fr. Jesús Camacho, scj.

APORTES TEOLÓGICOS DEL MAGISTERIO POST-CONCILIAR (CONCILIO


VATICANO II, CELAM Y EL CONCILIO PLENARIO DE VENEZUELA)

Cuando nos referimos a los sacramentos, nos hemos de encontrar con


toda una gama de reflexiones acerca de este punto; en el presente tratado solo
nos enfocaremos en los aportes que nos ofrecen el Concilio Vaticano II, las
Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano (Medellín y Puebla) y
el Concilio Plenario de Venezuela, sin dejar a un lado, los aportes de la teología
contemporánea. Nuestro punto de partida, será la invitación que nos hace el
Concilio Vaticano II “por el retorno a las fuentes” (a la Bíblia y a la patrística)
con la confrontación de los tratados teológicos actuales en un contexto más
unitario y de su recepción en las distintas culturas. Cabe señalar que se
considera que este giro teológico-reflexivo es fruto de dicho Concilio, dado la
novedad que este mismo nos ofrece, ya sea desde el mismo concepto de
sacramento1 al cual se le asocia a la realidad misma de la Iglesia en su índole
mistérica; esta convicción de fondo, se fundamenta de la eclesiología del
Vaticano II: sí, hay Iglesia, y la Iglesia es algo relevante para el mundo, y esto
se debe ante todo por su ser misterio 2, de esta forma, la Iglesia afirma su
identidad, dado que, ella se presenta como sacramento y signo de Cristo 3,
quien se hace presente en ella misma, principalmente en los actos litúrgicos 4,
uniendo en la oración a todo el Pueblo de Dios 5.

1
Por sacramento podemos entenderlo como signo visible que nos comunica la gracia
de “échaton” salvífico realizado en la pascua y dado a hombre por la Iglesia. (Cf.
SEMMELROTH, O. La Chiesa sacramento di salvezza, Napoli-1965)
2
https://www.scielo.cl/scielo.php?
script=sci_arttext&pid=S004934492017000300339#fn2
3
“Cristo está presente en su Iglesia, como sacramento y signo” (Cf. LG1 1) De
acuerdo Con Ramón Arnau, lo primero que reconoce el Concilio, es la función
sacramental de la Iglesia desde Cristo; dado que Él es desde la unión hipostática el
instrumento y el signo de la gracia, también lo es la Iglesia, desde su unión con su
Cabeza (Cristo), por lo que gracias a ello, puede ejercer una función de mediación u
de signo eficaz entre Dios y los hombres. (Cf. Tratado general de los Sacramentos,
BAC-Madrid 2001, pág. 239.
4
SC 7
En la nueva situación eclesial, la Iglesia como pueblo de Dios tiene como
vocación la santidad con la conciencia viva de ser comunidad orante y
celebrante, destinada a alabar a Dios y darle gracias en medio y en favor de
todos los hombres; esto es, gracias a las exigencias presentes en nuestra
sociedad que exige replantearnos el cómo vivir la fe, por lo que para responder
a estas cuestiones esenciales de la fe, es de suma importancia el poder
comprender la praxis simbólico-sacramental de la Iglesia 6, pues, el pueblo
cristiano debe percibir fácilmente las cosas santas, para que así puedan
participar activamente y plenamente de la celebración (Cf. SC 21).
Es por ello que, es importante resaltar: el cómo el cristianismo ha ido
entrando en las diversas culturas y tradiciones, mostrando por estas gran
respeto y admiración dado lo que significa para cada pueblo donde ha ido
extendiéndose; Esto se debe gracias al don del Espíritu Santo que hizo que el
cristianismo se enriqueciera y acogiera lo que cada cultura y tradición nos
ofrece, recibiéndolas como un don del Dios creador.
Ahora bien, la Iglesia ha de encontrar su fuente misma en la persona de
Jesús, dado que arraigándose en él, ella puede cumplir su misión en la historia
de los hombres: edificando la vida de los fieles y acompañándoles en la
vivencia de la fe7. De acuerdo con el Sínodo de 1971 acerca de la “Justicia en
el mundo”, enfatiza que para la transformación del mundo, es esencial la
predicación del Evangelio como fuente misma del mensaje 8 y de la sagrada
liturgia, pues en ella misma Dios se comunica: pues Cristo sigue anunciando la
buena noticia por medio de ella (Cf. SC 33).
Es cierto que, hoy nos encontramos en una sociedad que está golpeada
por la indiferencia ante la expresión simbólica sagrada, cuestión que se ha ido
robusteciendo gracias a la poca formación litúrgica, ya que argumentan que se
trata simplemente de realidades anacrónicas y mágicas; es por ello que, la
invitación de volver a las fuentes es para descubrir la raíz propia del Porqué los
sacramentos, dando así razón de nuestra fe.
Por otro lado, hay que considerar que la ignorancia y el indiferentismo
llevan a muchos a prescindir de los principios morales, sean personales o
sociales, ya que esto ha llevado a mucho a encerrarse en un simple ritualismo,
o en la mera práctica social de ciertos sacramentos o en las exequias, como
señal de su pertenencia a la Iglesia 9. Es por ello que, es importante promover la
formación litúrgica adecuada para el Clero y los fieles laicos, dado que aún

5
CHICA ARELLANO Fernando, Conciencia y misión de Iglesia, BAC-Madrid 1996,
pág. 168.
6
GARCÍA PAREDES José Cristo, Teología fundamental de los Sacramentos,
Ediciones Paulinas, Madrid 1991, pág. 87
7
CAT 1
8
PARRA Freddy, Desafíos a la credibilidad de la Iglesia en América Latina. Teología y
Vida, Vol XLV 2004
podemos notar vacíos acerca de este asunto, ya que esto ha comportado
consecuencias fatales para la vivencia de la religiosidad de nuestro pueblo,
pues no todos los creyentes poseen conciencia de la importancia de la
participación activa de los sacramentos. No podemos prescindir de este asunto
como si se tratase de algo trivial, tal cuestión nos lo insistirá el mismo Concilio
Plenario de Venezuela al abordar esta cuestión.
Es cierto que, la religiosidad se ha ido incorporando con la cultura y las
tradiciones de tal manera, que ha dado paso a la alta asistencia de fieles a las
celebraciones litúrgicas (Semana Santa, Navidad, algunas solemnidades
importantes como: San Juan Bautista, Corpus Christi, etc.), sin dejar a un lado
la participación de los otros sacramentos (sobre todo los sacramentos de:
bautismo, comunión y matrimonio) y la búsqueda asidua de sacramentales
(como el “agua bendita”) Sin embargo, ¿Esto solo ha traído ventajas? Si no es
así, ¿Cuáles son las consecuencias? primeramente muchos de los fieles han
perdido el verdadero sentido del porqué participar de las celebraciones
litúrgicas, pues este sentir religioso pareciera que solo es movido por el interés
supersticioso, pero ¿Cuál es la raíz a la problemática? ¿Por qué que muchos
de los fieles han olvidado el verdadero sentido del espíritu celebrativo? Cabe
señalar que, ello ha sido fruto de la evangelización de un catolicismo débil 10
que no aún no ha descubierto la riqueza de los sacramentos como signos que
nos comunican la gracia y la salvación; Por ello, la Iglesia debe tener mucho
empeño en educar en la fe cristiana al pueblo sencillo, naturalmente religioso, y
preparará en forma adecuada para la recepción de los sacramentos 11.
En efecto, el trabajo fundamental para la capacidad de asimilación y
comprensión de los sacramentos y su importancia en la vida de fe, tendría que
ir orientada a la purificación del mismo sentido de vida sacramental de los
mismos fieles, a fin que quede liberada de toda idea contaminada de
superstición, a fin de que se pueda recibir con recta intención, poniéndonos en
consonancia con el misterio salvífico y la gracia que nos proporciona (Cf. SC
11)
Para lograr una participación asidua de los fieles no se trata de inventar
nuevos ritos que no sean asimilables para las masas, sino de descubrir lo que
ya se encuentra presente en nuestros pueblos y su influencia en el sentimiento
religioso. Esto sería nuestro horizonte acerca de la reflexión litúrgica-
sacramental. Es de importante mención, el cómo en nuestra sociedad han
influido las nuevas formas socio-culturales sobre las manifestaciones de
sentimiento religiosa, debido a que se va buscando nuevos caminos para
expresar la fe; podríamos decir que hay un camino de revalorización de estos
9
Documento de Puebla, III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, N°
82
10
Cf. CAT 4
11
Documento de Puebla, III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, N°
157
signos, por lo que la Iglesia debe seguir de cerca estos procesos 12, así como lo
ha venido haciendo a través de la historia, redescubriendo los actos
sacramentales en un marco histórico-salvífico y existencial 13.
Este desarrollo paulatino acerca de la teología sacramental, en términos
afines a Schillebeeckx, ha tenido como resultado que, la profesión de la fe de la
comunidad eclesial en la liturgia, es portadora de valor dogmático en cuanto
que es fruto de la revelación, y por tanto debe ser transmitida 14.
Estos aportes teológicos postconciliares, más que hacer una simple
teorización acerca de la problemática sacramental, tiene como objetivo
ofrecernos herramientas necesarias para poder brindar un mejor servicio y
acompañamiento al pueblo de Dios. Por eso, para la formación de nuestra
gente es necesario recalcar la importancia de acrecentar la vida cristiana entre
los fieles (cf. SC 1) para que sumergidos en el misterio pascual a partir del
bautismo alcancen la salvación15. Por consiguiente, la Iglesia no solo comunica
la vida divina, sino que difunde a toda la creación el reflejo de la luz, curando y
elevando la dignidad de la persona humana (Cf. GS 40).
La Iglesia misma aporta sus riquezas salvadoras al mismo tiempo que va
asimilando su lenguaje y su cultura; este proceso de inculturación se trata de
incorporar vitalmente la riqueza de la pluralidad de grupos étnicos y los valiosos
elementos de su cultura, de la fe y de la nacionalidad. Ahora bien, esto no se
trata de buscar la simpatía y aceptación, ni mucho menos de una plasticidad
del mensaje que nos lleve a diluirnos en estas culturas haciendo que se pierda
la esencia misma de la fe, sino que ello procura conjugar el tesoro de una
experiencia que llena de vida, los valores y virtudes que nos aportan esta
novedad cultural.
Es verdad que para muchos dentro del circulo eclesial, los sentimientos,
imágenes, ritos y expresiones religiosas del hombre “natural” son “impuros” y la
religión de Cristo debe purificarlos, buscando la absoluta pureza del
cristianismo, pero, si se reconoce como miembros de la Iglesia a un grupo de
elegidos, pudiéramos preguntarnos: ¿Qué se entiende por el cristianismo puro?
¿Consideramos realmente que estos elementos son dañinos para la fe
católica? Consecuentemente, ante estas interrogantes, podríamos responder:

12
ARANAU Ramón, Tratado general de los Sacramentos, BAC, Madrid-2001, pág. 19
13
ROCCHETTA Carlo, Los sacramentos de la fe, Secretariado Trinitario, Salamanca
2002.
14
“El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas; las
obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina
y las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras
y explican su misterio” (Cf. DV 2)
15
Ella es la expresión de la inciativa libre y amorosa de Dios que alcanza en Cristo su
realización escatológica (Cf. ROCHETTA Carlos, Los Sacramentos de la fe,
Secretariado Trinitario, Salamanca 2002)
el hombre no ha de experimentar lo religioso en el vacío, sino en un contexto
sociocultural determinado y a partir de una identidad dada; utilizar estos
elementos para la vida cristiana es signo de apertura hacia Cristo que se
encuentra en la religiosidad popular, por lo que, la cuestión aquí no puede ser
eliminar estos elementos como si se tratase de un desecho, ya que se pueden
transformar con miras a la evangelización y la comprensión de la fe. Ahora si
observamos un poco las tradiciones de hoy, podemos notar que estos
elementos culturales han permanecido en la liturgia por la tradición, su
permanencia es la herencia de una riqueza evangelizadora. Entonces bien, en
la abertura a lo transmundano ¿Qué se advierte en esos ritos o acciones
religiosas populares? La cuestión está en preservarlos y cuidarlos en la medida
que sea válido para su utilidad. Entonces bien, ¿Qué es lo realmente válido de
las expresiones religiosas para que sean legítimamente cristiano? A esta
dificultad es evidente que mientras no se distorsione el mensaje, manteniendo
vivo los valores cristianos y la doctrina de fe, llevando al compromiso para la
vivencia de la fe íntegramente sin perderse la naturaleza misma de esta 16, es
de gran ventaja valerse de ellos en un sano equilibrio para facilitar la
comprensión de los misterios salvíficos.
Ahora bien, el Concilio Vaticano II, nos ha enseñar que: no quiere
imponer una rígida uniformidad, que fracture la expresión de la fe de un pueblo,
sino que, “respeta y promueve el genio y las peculiaridades de las distintas
razas y pueblos” y aún acepta lo que en las costumbres entre los pueblos esté
libre de errores y supersticiones, “con tal de que pueda armonizar con el
verdadero y auténtico espíritu litúrgico” (Cf. SC 37)17. Por consiguiente, la
Iglesia en la liturgia debe estar abierta a incorporar los distintos elementos
culturares de los pueblos donde se haga presente, sin que ella sea asimilada
por ellos con la intención de que diga algo para la persona.
La religión es esencialmente un diálogo, un acontecimiento intersubjetivo
entre Dios y el hombre; el cristianismo se ha de expresar como adhesión del
hombre a Dios. Este fenómeno por así decirlo, ha de tener como horizonte el
teocentrismo, es decir, debe estar orientada hacia Dios, como su principio y fin,
siendo Él mismo su objeto de interés18.
Por consiguiente, esta adhesión, se ha expresar en la venida de Dios en
la historia, una venida que halla en Jesucristo su plenitud y su centro. Jesús, de
hecho en cuanto Dios y hombre a su vez, es en su única persona, “el
sacramento” primordial del encuentro de Dios con el hombre y del hombre con

16
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, las ponencias de
Medellín, Pastoral de masas y pastoral de elites.
17
Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, las ponencias de
Medellín, Pastoral de masas y pastoral de elites.
18
(Cf. S. Th, II-II, 82)
Dios y, en virtud del acontecimiento del misterio pascual, Él es nuestra fuente
misma de salvación.
La gracia adquirida en Jesús, en su humanidad glorificada, se ha
realizado ya de modo perenne para todos los hombres, y Él la puede
representar en los eventos sacramentales, los cuales continúan la función
sacramental de su humanidad.
Por lo tanto, la liturgia es celebración, es la fiesta del Resucitado; de este
modo, se constituye en el alegre anuncio del kerigma. Celebrar la fe no es una
cuestión de euforia momentánea o del simple deseo de encontrarse consigo
mismo, sino de la conciencia de que Cristo resucitado vive por los siglos de los
siglos y se comunica totalmente a los suyos, colmándoles de su Espíritu Santo
y haciéndoles partícipes de su vida divina y su victoria sobre la muerte. La
fiesta de los bautizados es un evento pascual. La palabra de la predicación de
la Iglesia es anuncio de este evento. Los sacramentos son actuación de este
anuncio y eventos del encuentro con el Señor crucificado-resucitado en medio
de nosotros, un evento que se actualiza siempre y nos hace vivir en la espera
de la venida del Señor glorioso cada vez que celebrando sus misterios 19 hasta
que Él se manifieste y nosotros nos manifestemos en Él (Cf. SC 8).
En efecto, a modo de conclusión, el Concilio Vaticano II recoge la
importancia de vivir la comunión en la interculturalidad y la pluralidad de
tradiciones en miras de ser factores que promuevan la Buena Nueva de
Jesucristo; tal fue el eco que hicieron estas asambleas generales episcopales
(CELAM) y el Concilio Plenario de Venezuela, puesto que la Iglesia debe seguir
siendo signo y fruto de la obra redentora 20, por el cual, se sigue manifestando la
gracia (Cf. Ef 5, 25-27)

19
ROCCHETTA Carlo, Los sacramentos de la fe, Secretariado Trinitario, Salamanca
2002
20
Juan Pablo II, Audiencia General del Miércoles 27 de noviembre de 1991.

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