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El perro y su reflejo en el río

Un gracioso perrito que llevaba un hueso en la boca se asomó a la orilla


del río. Al ver su imagen reflejada, el inocente perrito creyó que era otro
perro como él quien le miraba y, con el movimiento del agua, le pareció
que llevaba un hueso más grande que el suyo, así que el muy glotón,
decidió quitárselo.
Pero cuando abrió la boca para mostrar sus colmillos y asustar al otro
perro, el hueso que llevaba cayó al agua y se lo llevó la corriente,
dejándole sin merienda.

Lo poco que tienes es lo mejor. Sé feliz con las pocas cosas que posees y
olvídate de envidiar las que tienen los demás. Lo más hermoso es
compartir con alegría y no codiciar lo que no podemos tener.
El lobo herido y la oveja

Un malvado lobo al que habían mordido los perros que vigilaban el rebaño
estaba tumbado lamiéndose sus heridas cuando pasó cerca de él una
oveja.
- “Ven, pequeña”, dijo el lobo. “Tráeme un poco de agua del río, que luego
yo me encargaré de buscar comida”. Pero la inteligente ovejita respondió:
“No te traeré agua ni me acercaré a ti, porque no quiero convertirme en
tu cena”.

No te fíes nunca de los malvados.


Cuando veas a tu alrededor a alguien que no demuestre tener un buen
corazón, sé prudente y no te creas lo que te dice.
El asno con la piel de león

El asno estaba harto de vivir con miedo a los animales salvajes, así que
decidió ponerse una piel de león y salió a pasear, y al ver que todos los
animales salían huyendo de él, se puso muy contento.
Durante el paseo, tropezó con un labrador que, al verse en peligro, se
enfrentó al falso león y le dio tantos golpes al asno con un palo, que nunca
más se le ocurrió hacerse pasar por quien no era.

No intentes aparentar lo que no eres.


No es bueno que quieras ser lo que no eres: tienes que intentar ser tú
mismo y que los demás te acepten tal y como eres, sin engaños.
La cigarra y la hormiga

En un día de verano, una hormiga recogía por el campo de granos de trigo


para comer en invierno. Una cigarra la vio y se sorprendió de qye fuera tan
laboriosa y de que trabajara cuando los demás animales estaban
descansando.
La hormiga, de momento, no dijo nada; pero cuando llegó el invierno con
la lluvia y el frío, la cigarra, hambrienta, le pidió a la hormiga que le diera
comida. Entonces ella respondió: “Cigarra, si hubieras trabajado entonces,
cuando yo me esforzaba y tú me criticabas, ahora no te faltaría comida”.

Esfuérzate todos los días.


Seguro que tus papás y profesores te aconsejan que trabajes día a día,
como la hormiga. No seas tan perezoso como la cigarra y piensa: ¿a quién
te pareces más, a la cigarra o a la hormiga?
El león y los tres bueyes

Tres bueyes estaban siempre juntos en el mismo prado pastando, pero allí
también vivía un malvado león que deseaba comérselos, aunque sabía que
mientras permanecieron juntos serían más fuertes que él.
Por eso, el león fue contando mentiras y sembrando cizaña para que los
bueyes se enemistaran entre sí y se alejaran unos de otros, momento que
aprovechó el león para atacarlos de uno en uno.

La unión hace la fuerza.


Siempre que te enfrentes a problemas más grandes que tú, piensa que la
ayuda de tus amigos, aunque sean pequeños, te ayudará a salir antes de
ellos.
El gallo y la perla

Había una vez un gallo muy comilón que cada mañana salía a picotear,
aunque rara vez tenía suerte, porque los pequeños pollitos eran muy
rápidos comiéndose los granos de maíz. Una mañana, el gallo que
picoteaba buscando el maíz se encontró una preciosa perla, pero la arrojó
a un lado y pensó con tristeza: “Es una pena, pero esta valiosa perla no me
sirve para nada”.

No todos damos el mismo valor a las cosas.

Seguro que para ti un caramelo es un tesoro, pero para tu hermanito es


mejor una pelota y para tu mejor amigo, un libro. Todos los tesoros valen.
El león y el mosquito luchador

Un mosquito guerrero le quiso demostrar al león que era más fuerte que
él retándole un combate.
El mosquito se colocó en el morro del león y empezó a darle picotazos y el
león, molesto, trataba de quitárselo de encima con sus zarpas, pero solo
conseguía arañarse, así que finalmente se dio por vencido. El victorioso
mosquito se marchó muy satisfecho, pero fue a caer en una tela de araña.
“Me parece que tú tampoco eres tan fuerte como creer”, le dijo el león
mientras lo liberaba.

Hay que saber ganar y perder.


Seguro que cuando ganas en un juego te sientes tan feliz que a veces te
pones a presumir delante de todos. Un buen ganador debe ser humilde y
el buen perdedor debe aceptar su derrota.
La zorra y el espino

Iba una zorra por el bosque, cuando tropezó y, para no caer, se agarró a
un espino que le quedaba cerca, con lo que se pinchó las patas.
“Te pido ayuda y ¿así es como me tratas?”, le reprochó la zorra al espino.
Pero él le contestó: “La culpa es tuya, por ir a agarrarte a quien tiene
púas”.

No te acerques a quien pueda dañarte.


¿Verdad que alguna vez en el cole o en el arque has visto niños que dicen
mentiras o que pegan? No son un buen ejemplo para ti, así que aléjate de
ellos y juega solo con los niños buenos.
Los caracoles

Estaban dos caracoles discutiendo vivamente sobre cuál de los dos sería el
más rápido en una carrera. Una rana que los observaba se echó a reír y les
dijo: “Pero no se dan cuenta de que los dos son igual de lentos? ¡Antes de
presumir de la velocidad con la que corren, fíjense si son capaces de
caminar!”.

No debes presumir de lo que no tienes.


No hay nada más ridículo que alguien vanidoso, pero cuando además no
tiene las cualidades de las que tanto presume, se convierte mezquino y
tonto.
El consejo de los ratones

Todos los ratones de Ratópolis estaban desesperados por culpa de un


terrible gato que los perseguía, así que se reunieron en un consejo para
decidir cómo podían deshacerse de él. El gran jefe Roequeso tuvo una
idea: ¡ponerle un cascabel al gato! Así, siempre podrían oírle llegar y les
daría tiempo de huir.
Pero, ¿quién sería el encargado de ponerle el cascabel al gato?: “Yo soy
demasiado viejo”, “yo, demasiado joven”, “yo soy corto de vista”… Y todos
abandonaron la reunión sin encontrar un voluntario ni una solución.

Es mucho más fácil hablar que actuar.


No es suficiente con tener buenas ideas: hay que llevarlas a cabo, así que
piensa bien y luego actúa con el valor y la astucia que tienes.

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