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Lo poco que tienes es lo mejor. Sé feliz con las pocas cosas que posees y
olvídate de envidiar las que tienen los demás. Lo más hermoso es
compartir con alegría y no codiciar lo que no podemos tener.
El lobo herido y la oveja
Un malvado lobo al que habían mordido los perros que vigilaban el rebaño
estaba tumbado lamiéndose sus heridas cuando pasó cerca de él una
oveja.
- “Ven, pequeña”, dijo el lobo. “Tráeme un poco de agua del río, que luego
yo me encargaré de buscar comida”. Pero la inteligente ovejita respondió:
“No te traeré agua ni me acercaré a ti, porque no quiero convertirme en
tu cena”.
El asno estaba harto de vivir con miedo a los animales salvajes, así que
decidió ponerse una piel de león y salió a pasear, y al ver que todos los
animales salían huyendo de él, se puso muy contento.
Durante el paseo, tropezó con un labrador que, al verse en peligro, se
enfrentó al falso león y le dio tantos golpes al asno con un palo, que nunca
más se le ocurrió hacerse pasar por quien no era.
Tres bueyes estaban siempre juntos en el mismo prado pastando, pero allí
también vivía un malvado león que deseaba comérselos, aunque sabía que
mientras permanecieron juntos serían más fuertes que él.
Por eso, el león fue contando mentiras y sembrando cizaña para que los
bueyes se enemistaran entre sí y se alejaran unos de otros, momento que
aprovechó el león para atacarlos de uno en uno.
Había una vez un gallo muy comilón que cada mañana salía a picotear,
aunque rara vez tenía suerte, porque los pequeños pollitos eran muy
rápidos comiéndose los granos de maíz. Una mañana, el gallo que
picoteaba buscando el maíz se encontró una preciosa perla, pero la arrojó
a un lado y pensó con tristeza: “Es una pena, pero esta valiosa perla no me
sirve para nada”.
Un mosquito guerrero le quiso demostrar al león que era más fuerte que
él retándole un combate.
El mosquito se colocó en el morro del león y empezó a darle picotazos y el
león, molesto, trataba de quitárselo de encima con sus zarpas, pero solo
conseguía arañarse, así que finalmente se dio por vencido. El victorioso
mosquito se marchó muy satisfecho, pero fue a caer en una tela de araña.
“Me parece que tú tampoco eres tan fuerte como creer”, le dijo el león
mientras lo liberaba.
Iba una zorra por el bosque, cuando tropezó y, para no caer, se agarró a
un espino que le quedaba cerca, con lo que se pinchó las patas.
“Te pido ayuda y ¿así es como me tratas?”, le reprochó la zorra al espino.
Pero él le contestó: “La culpa es tuya, por ir a agarrarte a quien tiene
púas”.
Estaban dos caracoles discutiendo vivamente sobre cuál de los dos sería el
más rápido en una carrera. Una rana que los observaba se echó a reír y les
dijo: “Pero no se dan cuenta de que los dos son igual de lentos? ¡Antes de
presumir de la velocidad con la que corren, fíjense si son capaces de
caminar!”.