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Pensamiento político de Simón Bolivar

Con Simón Bolívar, acontece lo que con grandes hombres, con retazos aislados de sus escritos se intenta
probar su identificación con las posturas ideológicas más disímiles. Pero una visión global de su
pensamiento tiene necesariamente que ir al análisis de los grandes ejes que articularon toda su
formación ideológica política. Esto supone no solamente una revisión de los elementos integradores del
pensamiento bolivariano, sino también el carácter de sus contradicciones.

Nicaragua

Galo Muñoz Arce

31 Mayo 2018, 12 a.m.

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Con Simón Bolívar, acontece lo que con grandes hombres, con retazos aislados de sus escritos se intenta
probar su identificación con las posturas ideológicas más disímiles. Pero una visión global de su
pensamiento tiene necesariamente que ir al análisis de los grandes ejes que articularon toda su
formación ideológica política. Esto supone no solamente una revisión de los elementos integradores del
pensamiento bolivariano, sino también el carácter de sus contradicciones.

Uno de los rasgos más sobresalientes, y quizá el más el más original del pensamiento de Bolívar, es que
consideraba a Hispanoamérica en conjunto como objeto de un análisis. El libertador inaugura la visión
de un subcontinente como sujeto de la acción histórica. Antes existían colonias españolas en América,
un “imperio” colonial pero solo desde el ideario bolivariano.

Y esto al menos en dos direcciones fundamentales, la una por hallar la identidad común de todos
nuestros pueblos, pese a sus diferencias e heterogeneidad. La otra complementaria a la primera, como
un intento de encontrar la distinción frente a Europa y Norteamérica.
Muchos autores e historiadores como el ecuatoriano Enrique Ayala Mora, se esfuerzas por encontrar la
identidad histórica de sus comarcas. “Bolivar fue más allá, intento abarcar toda Hispanoamérica como
objeto de su consideración.Esta ambiciosa visión de la realidad le anticipó por décadas a sus
coterráneos, pero significó al mismo tiempo que muchos de sus planes concretos carecieran de la
viabilidad y solidez necesarias para ponerse en acto.

El libertador fue un estadista ambicioso en su programa pero no un iluso. Al contrario puede


establecerse que otro elemento fundamental de su pensamiento, es el realismo. Bolívar fue un realista
cunado propuso sus formas de organización política de los nuevos países hispanoamericanos. “Las leyes
solo son buenas, cuando contemplan la realidad concreta de los pueblos en que van a ser aplicadas”,
repetía.

Otro elemento fundamental del pensamiento de Bolívar es su esfuerzo por hacer posible la democracia
hispanoamericana, es decir, por construir sistemas políticos nuevos y a la vez estables en las nacientes
repúblicas.

Bolívar creyó que una garantía especial de la supervivencia de la democracia era la vigencia del régimen
unitario. Consideraba, en ese entonces, que el federalismo podría ser perfecto , pero era absolutamente
inconveniente para Hispanoamérica. Con ello trató de superar una lucha feroz que desangró el
continente por casi cincuenta años.

Cuando el libertador habla del origen del poder en la voluntad de los miembros de la sociedad, plantea
la tesis de la soberanía popular. Pero ese “pueblo” sujeto a la soberanía no es el mismo al hablar de la
composición de la sociedad, o de su gobierno.

El pueblo es para Bolívar toda la población de la república. Está compuesta de blancos, criollos,
mestizos, pardos, indígenas y negros. Todos ellos por principios tendrían iguales derechos e igual
garantía de participación.

Por fin hay un rasgo fundamental del pensamiento bolivariano en su concepción internacional. Y es que
la afirmación de la identidad hispanoamericana y de su unidad se presenta como una garantía frente a
amenazas del creciente poder de los Estados Unidos, a la independencia y unidad de las antiguas
colonias españolas del sur.
El autollamado “Socialismo Siglo XXI”, visto como el ejercicio de un poder coactivo y arbitrario durante
esta última década de gobiernos “progresistas”, dieron lugar a formas de concentración del poder,
corrupción, represión y disciplinamiento de la sociedad pocas veces registradas en nuestra historia
latinoamericana.

El autoritarismo y verticalidad en la toma de decisiones ha sido la causa y consecuencia en la


construcción de un andamiaje institucional del Estado, controlado directa y absolutamente por la
función ejecutiva que no solo sacrificó la independencia de las funciones estatales, sino que se ha
estructurado un aparato de control policial sobre todas las esferas de la vida pública.

La democracia sin diversidad, sin discrepancias, sin debate, sin diferencias y sobre todo sin crítica no es
una auténtica democracia. No hay democracia donde impera el control del poder, donde se pretende
instaurar un movimiento político hegemónico, donde se restringe la libertad de expresión, donde se
criminaliza la protesta social donde se institucionaliza la represión a los opositores.

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