Está en la página 1de 4

Entrégueme a mi esposo o dígame donde está su cuerpo

Por. Olimpo Cárdenas Delgado

“Ya tenía vejigas en las manos de tanto escarbar”, dice doña Natalia refiriéndose a la angustiosa
labor de abrir huecos en una extensión de tierra denominada Los Pinos, en Tibú, Norte de
Santander, en donde los paramilitares del Bloque Catatumbo bajo el mando de Salvatore Mancuso
acostumbraban llevar a sus víctimas para enterrarlas. En esa gigantesca fosa común ella duró
meses escarbando, buscando el cuerpo de su esposo William desaparecido a manos de los
paramilitares ocho años atrás.

William Walens, era vallecaucano y llegó a finales de los años 80 a Tibú, en el Norte de Santander,
para trabajar en Ecopetrol a donde ingresó gracias a las recomendaciones de un primo suyo,
ingeniero de la petrolera. William empezó como perforador y pronto se afilió a la Unión Sindical
Obrera de la industria del petróleo, fue buen activista, pero no llegó a ser directivo del sindicato.
Un par de años después sufrió un accidente grave en su labor de perforador de pozos y tuvo que
ser reubicado en la sección de seguridad como vigilante - alcabalero. William además de trabajar
para Ecopetrol era amante de la buena salsa, hincha furibundo del América de Cali, árbitro de
futbol aficionado y un hombre bueno y solidario que disfrutaba organizando a los chiquillos en
equipos de futbol y dirigiendo un programa de radio sobre deportes.

Doña Natalia recuerda casi todos los detalles de su vida familiar con William, y estaba muy al tanto
de los ires y venires de la región en materia de orden público y de conflictividad laboral, aunque
William se sentía muy tranquilo a ella siempre le inquietó su seguridad por trabajar en Ecopetrol y
estar afiliado a la USO, por eso tiene mucha claridad de los hechos que antecedieron a su
desaparición. Ella es una mujer campesina, muy inteligente y con carácter, por eso no ahorró
esfuerzos para encontrar la verdad sobre la desaparición y asesinato de William, los autores
materiales y los determinadores de su trágica muerte. Por ejemplo, recordó el 29 de mayo de
1999 cuando llegaron los paramilitares provenientes de Urabá y perpetraron la masacre de ocho
personas en pleno centro de Tibú a pocas cuadras del comando de policía y de todas las
instituciones estatales. Ese sería el preámbulo de una serie de crímenes abominables contra los
campesinos de la región, e inexplicablemente el hecho que fijaría el conteo regresivo para la
tranquilidad de la familia de los Wallens y para el ocaso de la vida de William.

El 17 de julio de 1999, a pesar de la alerta que las autoridades tenían por la llegada de los
paramilitares y la masacre perpetrada en sus propias narices, estos arremetieron de nuevo
asesinando en pleno corazón de Tibú a siete personas señaladas de ser auxiliadoras de la guerrilla,
y se llevaron a otro grupo de personas del pueblo en unos camiones. Esa misma noche, muy lejos
de allí, comenta doña Natalia, William se encontraba trabajando en su turno de vigilante en la
alcabala número dos, y grande fue su sorpresa cuando observó la llegada de unos camiones de
donde se bajaron hombres uniformados y armados exigiéndole abrir el paso y orientarles el
camino hacia La Gabarra, una vereda del municipio de Tibú. Ingenuamente, William prestó
resistencia y les dijo que no les podía abrir porque ese era un campo petrolero de propiedad de
Ecopetrol, y que además por esa ruta no llegarían a La Gabarra. Los hombres ofuscados lo
insultaron y lo obligaron a quitarse la ropa para verificar supuestas marcas que dejan los equipos y
las armas en los cuerpos de los combatientes, acusándolo de guerrillero. Al no encontrar las
marcas procedieron a raptarlo para que les sirviera de guía, dejándolo horas más tarde a
kilómetros de allí amenazándolo por la suerte que pudieran correr en su camino hacia La Gabarra.
William regresó a pie a Tibú para contar su historia.

William advirtió la presencia de gente tirada boca abajo en el piso de los camiones en que se lo
llevaron secuestrado esa noche los paramilitares. Lo que no supo sino hasta el día siguiente, fue
que los habían asesinado vilmente en el mismo camino donde fue abandonado en la oscuridad, y
muchos días después de esa horrible noche se enteró que una de las víctimas de la masacre había
sobrevivido milagrosamente al hacerse el muerto tras un disparo que le propinaron cerca de su
oído derecho. Sería ese hombre llamado Andrés Vermont Martínez, quien destaparía un escándalo
que para los pobladores de Tibú no era ningún secreto, los paramilitares del recién nacido Bloque
Catatumbo venían actuando con la complacencia de las autoridades policiales y militares, y con el
apoyo de empleados de Ecopetrol. De hecho, Vermonth Martínez señaló la complicidad del
vigilante de la alcabala que esa noche dejó pasar sin problema los camiones hacia el interior del
campo petrolero por donde ingresaron al batallón del ejército para ser torturados antes de
llevarlos por el camino a La Gabarra donde fueron ultimados. William fue llamado por la fiscalía
para que rindiera su testimonio de los hechos y despejara dudas frente a su posible complicidad
esa noche, pero el propio Vermonth Martínez, el sobreviviente, dejaría claro que William nada
tenía que ver porque el vigilante cómplice estaba en la alcabala uno y William trabajaba en la dos.

Casi un año después fueron puestos tras las rejas varios oficiales del ejército y de la policía
vinculados a estos grupos paramilitares y a las masacres. Sin embargo, no fueron esos terribles
hechos los que le costarían la vida a William dos años más tarde. Doña Natalia, con mucha
seguridad sostiene que durante ese tiempo estuvieron muy tranquilos en su casa y sobrellevaron
el ambiente de violencia desatada en toda la región, aunque el control paramilitar seguía a ojos
vistos a William no lo molestaron para nada. ¿Entonces qué pasó doña Natalia, por qué se llevaron
a William y por qué lo mataron?, y ella … entre sollozos… “No sé, no sé, William no tenía líos con
nadie. El último día que lo vi, era un 29 de mayo de 2001, me dijo que pediría permiso en el
trabajo porque esa noche jugaba el América en la copa libertadores y a él le gustaba ver los
partidos en casa conmigo y con los niños, pero pasó el primer tiempo y el segundo y los niños se
quedaron dormidos esperando a su papá. Jamás regresó, pero mi esperanza era que estuviera en
el hospital, porque andaba con una molestia en su pierna y yo antes de salir de casa ese día lo
regañe y le exigí que fuera al médico, me dije a mi misma eso fue que lo dejaron hospitalizado,
mañana iré a llevarle las chanclas y una pantaloneta para que esté cómodo”.

A la madrugada, Natalia se levantó a preparar las cosas para llevarle a William al hospital, pero
cuando iba saliendo notó algo raro, uno de sus compañeros de nombre Fernando Contreras al que
le decían el tailandés llegó a su casa con el uniforme de trabajo, lo que suscitó algo de extrañeza
en ella, el tailandés le preguntó por William y Natalia le respondió que él no estaba y que porqué
venía tan temprano y con uniforme de trabajo, pero este la evadió y con excusas se fue retirando;
luego en el camino hacia el hospital se encontró con un jefe de William quien desde su carro la
abordó y le preguntó por él y por sus amigos más allegados, entonces ella aún más extrañada le
dijo que iba para el hospital a buscarlo, el jefe se ofreció a llevarla y le dijo que habían rumores de
que William se había ido al bar América a ver el partido y se había emborrachado, pero ella le dijo
que eso era imposible, conocía muy bien a William y esas no eran sus costumbres mucho menos
para amanecer, el sí tomaba, pero en la casa enfatizó doña Natalia. Fueron al bar, pero su moto no
estaba allí y el jefe se ofreció a verificar, William no estaba allí. El jefe insistió que la noche anterior
había salido con un amigo de apellido Cantor. Luego fueron al hospital, pero allí tampoco dieron
noticia de su esposo.

Fueron donde Cantor, con quien supuestamente había salido en la moto la noche anterior, y el
confirmó que cuando salieron de la empresa otro compañero de trabajo llamado Armando
Montaño lo había llamado para decirle algo en privado y como se demoró y William estaba
afanado para ver el partido, se fue solo en su moto. A partir de ese momento empezó el calvario,
los amigos que eran muchos organizaron grupos de búsqueda, sospechaban de los paramilitares,
Natalia no dudo en irse directo a la casa del jefe paramilitar a buscar razón de su esposo, agarró a
sus niños y se fue para la casa de alias Mauro, jefe de los paramilitares, quien vivía en barrio Barco,
en el casco urbano de Tibú, todo el mundo sabía que esa era su casa, dice doña Natalia que la
policía cuidaba a los paramilitares cuando iban a disfrutar en el río. Doña Natalia se metió a casa
de alias Mauro sin permiso y sin mediar palabra le dijo entrégueme a mi esposo o dígame en
donde está, nosotros no lo tenemos respondió, desde que llegaron a esta región ustedes son los
únicos que matan y desaparecen aquí, entréguemelo o dígame donde está su cuerpo…voy a
investigar y la mando llamar dijo alias Mauro y le pidió a un guardaespaldas que la sacara junto
con sus hijitos, ella antes de salir le advirtió a Mauro que no descansaría hasta encontrar la verdad
y que algún día el mismo le tendría que decir donde estaba el cuerpo de su esposo, por qué lo
habían matado y quienes estaban detrás de su desaparición y muerte.

Y como si fuera un designio, esa campesina casi iletrada, pero de abundante inteligencia y llena de
valor y de amor, fue a todo lado a denunciar, a preguntar y llegó el día en que la ley de justicia y
paz le daría la posibilidad de encontrarse cara a cara con Alias Mauro, pero esta vez sería Natalia
quien llevaría las riendas, “Mauro” no se había sometido sino que fue capturado con sus secuaces,
en la audiencia ella le habló firme y le recordó el episodio de su casa en Tibú, le exigió ante los
reproches del juez que le confesara todo. “Mauro” dijo que el dio la orden de asesinarlo, que sus
hombres lo habían raptado, torturado y asesinado, por ser guerrillero, pero que luego se dieron
cuenta que era una buena persona cuando ya era tarde, manifestó que los determinadores eran
tres empleados de Ecopetrol, uno de ellos de alto rango, pero que no sabía sus nombres, señaló a
alias el Oso como el autor material y dijo que él sabía el nombre de quienes habían determinado
su muerte. Un año más tarde doña Natalia encaró al “Oso” y este finalmente confesó que el
ingeniero Juan Carlos Chamorro, y los empleados Fernando Contreras apodado el tailandés, y
Armando Montaño, el mismo que engañó a Cantor el día de la desaparición de William para que se
fuera solo en su moto, eran los tres determinadores de su asesinato, ellos informaron falsamente
a los paramilitares que William era jefe guerrillero y organizador de paros armados. El “Oso”
señalo el presunto lugar donde habían enterrado los restos de William, Los Pinos el terreno donde
una y otra vez Natalia escarbó con sus uñas dentro de la tierra buscando a su compañero inerte.

Pero solo hasta septiembre 11 de 2009, después de agotar casi por completo las esperanzas
Natalia encontró no solo el cuerpo de William sino de muchas otras personas, Natalia se convirtió
en una suerte de sabuesa a la cual seguían otras personas que también buscaban a sus seres
queridos. Días antes había encontrado también la moto de William enterrada en otro lote que
estaba en construcción. Entendió, las verdaderas causas de la desaparición y muerte de su amado,
él William, había descubierto una noche un cargamento de armas y uniformes que pretendía
ingresar Armando Montaño en una camioneta para guardar en el club de Ecopetrol, el mismo club
donde los paramilitares eran atendidos como reyes, y hasta usaban la ropa oficial de los ingenieros
de Ecopetrol. Esa noche William en desarrollo de sus funciones exigió revisar la camioneta que
conducía Montaño, y aunque este se negó finalmente se vio en la obligación de hacerlo, William
encontró armas y uniformes y le advirtió a Montaño que eso quedaría consignado en su libro de
control, William con esto firmaba su sentencia de muerte.

A pesar de las confesiones de los paramilitares, los determinadores de la muerte de William nunca
fueron procesados, al parecer fueron trasladados por la empresa Ecopetrol y gozan de libertad.
Natalia aun llora desconsolada en medio de los amargos recuerdos, su voz se entrecorta cada que
menciona el nombre de William y cada vez que recuerda que le faltaban solo meses para salir
pensionado; sus planes frustrados eran regalar su casa de Tibú a una familia humilde que ya él
había escogido, e irse para Cali a vivir con su padre viudo en compañía de su inseparable Natalia y
sus pequeños hijos.

También podría gustarte