El neoclásico represento la entrada de México a la modernidad, que se enmarco por las
ideas de la ilustración la cual se aferró todo el siglo XIX. El gusto estético varia en los cánones de los estándares de belleza grecorromanos. El ideal de belleza neoclásico se define por “Noble simplicidad, serena belleza”. El valenciano Rafael Jimeno Planes llega a México a finales del siglo XVIII para hacerse cargo de la dirección de pintura en la Real Academia de San Carlos. Era un gran dibujante, realizó dos excelentes retratos. Uno del grabador Gerónimo Antonio Gil y otro del arquitecto Manuel Tolsá. En la pintura neoclásica, los colores claros sustituyeron al tenebrismo de la pintura colonial y los escorzos dieron paso al dibujo fuerte, correcto y a la emoción frenada. Podemos ver al primer gran cuadro de la academia en donde se incluyen todas las clases sociales de la nueva España. Se trata del “Milagro del pósito” en el que se narra la aparición de la virgen de Guadalupe. Podemos ver representador por primera vez a los indios a la manera neoclásica. Rodríguez Alconedo estuvo preso en España, su estancia fue de dos años los cuales aprovechó para estudiar la técnica del pastel. En esta técnica se aplica sobre papel áspero, cartón, lienzo o pergamino. Dentro de la tendencia realista y como temática importante de la cultura neoclásica, tenemos el retrato. Juan Cordero fue uno de los pintores que mejor realizaron este género. En su auto retrato se le dejan ver algunos rasgos del romanticismo. Los pintores del siglo XIX del neoclásico se les pedía junto con la destreza técnica, la corrección en la forma y el dibujo, la armonía, la delicadeza en sentimiento, la nobleza, la elegancia, la sencillez, etc. Debian unir lo bello dando preferencia a la claridad.