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DIOS CUANTO TE AMO

PERDIDO ESTOY SI TÚ NO ME SALVAS

Este momento estoy en tu presencia, arrepentido, rogándote por perdón de mis pecados. Mi Dios
Todopoderoso tú me dijiste soy tu hijo, y yo no te entendí e hice obras malas de las que no estoy
orgulloso de ello. Quitarlo yo mismo quisiera, pero no puedo. Y en mi angustia te busco para que
seas tú el que me quites, todas estas pesadeces. Carga que no me deja avanzar.

Más recuerdo que tú me dijiste envío a mi Hijo, tu Salvador. No comprendí al principio, pero me di
cuenta que tú me facilitas el camino y me dices a quien puedo entregar toda esta carga pesada, su
nombre es Jesús el Cristo. Recorrí por todas partes para encontrarlo, hice según mi parecer para
entregar mi carga, hasta que en un momento escuche YO SOY EL CAMINO, esto me hizo detener lo
que estaba realizando.

Me di cuenta lo equivocado que estaba. No es por mi camino ni por los caminos que yo escogí, para
dejar mi carga. Pues dejé mi voluntad de búsqueda. Y sólo me dije: debo obedecer nada más. Así
que pensé: mi Dios dijo: que envío a su Hijo, mi Salvador, se llama Jesús y dijo: YO SOY EL
CAMINO.

Ahora si entendí EL CAMINO no es un lugar, es un Nombre, Nombre sobre todo nombre. Me


pregunté ¿Cómo sigo a ese Nombre? Alguien dijo: NACER DE NUEVO. No comprendí, ¿nacer de
nuevo? ¿Como puedo hacerlo? ¿Quién me hará nacer de nuevo? Me vino muchas cosas a mi
pensamiento del nacer humano, pero no comprendía. Ya que nacer de nuevo, es ser nuevo en todo,
no tener ningún recuerdo anterior, estar en paz. Los ojos miran la belleza que está a nuestro
alrededor. Caminar confiado. Si resbalo o tropiezo no caigo, porque se siente que alguien me
sostiene.

Si nacer de nuevo es confiar en ese Nombre, pues lo hago. Y al hacerlo sentí una fuerza que me
impulsaba a entregar toda mi carga a ese Nombre, lo único que dije fue: Señor te entrego todas mis
cargas. Fue tan instantáneo que me pareció una milésima de segundo y yo era distinto. Recién pude
decir JESÚS ES SU NOMBRE, me sentí sin peso alguno, hasta pensé que mi peso era en
miligramos, parecía que flotaba.

Fue en ese instante que levanté mis ojos y vi a mi Salvador y veía su obra que hacía para mí: me
lavaba con agua y con su sangre me cubría completamente. Y me dijo eres santificado y eres
justificado. Yo solo pensé, obedezco su obra. Para mí era una obra maravillosa. Nadie hizo eso
conmigo.

Más mis ojos se aclararon y vi como los ponía en prisión a satanás y demonios, todos esos malignos
eran puestos prisioneros. Y esos nada podían hacer para escapar. Mucho más se aclaró mis ojos, y
vi a mi Señor, que solamente HABLA y se cumple todo. Es decir, él habló y ya está todo hecho, con
tal rapidez que mis ojos apenas podían distinguirlo.

Me pregunté ¿eso es su Poder? Y yo mismo me respondí SU PODER ES SU PALABRA, y escuché:


por su PALABRA todas las cosas fueron hechas. Quise ver quien habló, y no lo encontré.

Mientras veía las obras que hacía Jesús mi Salvador para mí, sentí una brisa tan delicada, tan suave
que nunca la sentí y escuché: REVESTIDO DEL ESPÍRITU SANTO ESTAS. La voz era tan clara y
tan suave, pero al mismo tiempo como el ruido del estrepitoso mar.
Desde ese momento sentí una fuerza, que no es la definición que conocemos de fuerza, porque es
un conjunto de un todo en uno solo: Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Bondad, Benignidad, Fe
Mansedumbre, Templanza. Esa fuerza no me obligaba a nada, solo yo lo aceptaba. Fue ahí que se
me dijo: es el Espíritu Santo quien te hará recordar todas las cosas que viste y escuchaste.

Ahí reaccioné, y no me di cuenta donde estaba. Es un lugar que nunca lo vi. Porque no era con las
características de la tierra, era muy distinto. Empezando de esa luz brillante, tan fuerte que no daña,
ni cansa. Empecé a mirar, todo es tan distinto a lo que estaba acostumbrado a ver.

Y oí alabanza que empezó tan suave hasta que fue tan fuerte, pero no me dañaba en nada. Vi que
todos estaban vestidos de blanco, con vista a un trono y había alguien sentado. Y miré su rostro, y
de ahí salía esa luz fuerte tan clara que alumbra a todos. Y todos a una sola voz, alaban al Señor.
Cuando me di cuenta era el último de todos.

El lugar es una planicie, pero nadie se salía de ella y todos estaban juntos, giré mi cabeza y vi todo
oscuro, y de forma rápida volví a mirar adelante y no quise volver a mirar atrás.

La alabanza es fuerte ALELUYA, HOSANA. El tono de voz es tan suave y tan fuerte al mismo tiempo
que no dañaba mi oído. La alabanza es permanente. Y escuché YO SOY EL CAMINO Y LA
VERDAD Y LA VIDA. NADIE VIENE AL PADRE SINO ES POR MI. Ahí respondí: gracias mi Señor
Jesús, tú eres el Cristo Hijo del Dios Altísimo, ayúdame, salvame.

Abrí mis ojos y estaba nuevamente en mi lugar, tan distinto a lo que vi. Fue ese momento que
escuché: TUS PECADOS TE SON PERDONADOS. Instantáneamente yo creí. Me sentí libre.
Liviano. Y confié que Jesús el Cristo, hizo su obra para mí.

Sentí que le pertenezco, soy su hijo y él es mi Padre, tan sencillo de entender. Empecé a leer su
Palabra, y lo que no podía comprender. Oraba al Padre en el Nombre de Jesús, que me revele por
su Espíritu y pueda comprender lo que estaba escrito. En la milésima de segundo esa Palabra se
hacia vida en mi vida y no me olvidé nunca más.

Ahora digo: que no es necesario convencer a las personas, es solo hablar la Palabra de Dios. Y son
ellos mismos que sentirán de forma individual, seguir a Jesús el Cristo, o rechazar su Palabra.

Hablar su Palabra significa lo que está escrito, y lo que fue y es revelado por el Espíritu Santo. Sentí
una brisa con una voz que dijo: mis ovejas oyen mi voz. Y YO SOY EL BUEN PASTOR. Tan claro
que no se requiere persuadir a nadie.

Solo que escuchen la Palabra de Dios. Porque la misma Palabra obra como espada y como martillo
y como fuego. Aquellos que fueron traspasados, que fueron desmenuzados, que fueron quemados,
me refiero a sus pensamientos, palabras y obras, buenas y malas, estos se arrepintieron y buscan a
su Salvador. que es Jesús el Cristo.

Estoy en este mundo, pero no soy del mundo. Yo sé el camino. Conozco ese camino. Por eso, yo
seguiré ese camino caminando. No me desviaré de la Doctrina de Jesús, mi Señor. Porque su
Doctrina me hace avanzar ese camino, que es vida. Es el camino de Salvación y al llegar escucharé:
YO SOY LA PUERTA, el que por mi entrare, será salvo: y entrará y saldrá, y hallará pastos.

Esto es lo veraz, es real. Comprendí que no es bueno molestarse, ni enojarse por las obras del mal.
Ya que deben ser manifiestas en todo el mundo, y cuanto mayor sean estas, Dios Todopoderoso
dice: ya estoy cerca y te arrebataré en un cerrar y abrir de ojos. Y permanecerás conmigo por
siempre jamás. Mientras tanto permanece fiel.
Fue en ese instante que clamé diciendo: Señor tus juicios justos son. Tu misericordia es nueva cada
mañana. Ten misericordia de mí. Mi ser: espíritu, alma y cuerpo, te alabará. Y mientras viva en esta
tierra, tú mi Dios eres mi socorro y mi ayuda. Líbrame del mal. Amen.

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