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TEMA 2. LA EUROPA DE LAS REVOLUCIONES: LA REVOLUCIÓN FRANCESA.

En todos los países de Europa se consideraban buenas las ideas de la Ilustración y se


gobernó de acuerdo con ellas (es lo que hemos llamado Despotismo Ilustrado), hasta las reinas de
Rusia y Suecia se carteaban con los filósofos ilustrados. Solo los reyes de Francia hicieron como si
todo aquello no fuera con ellos. Luis XV y Luis XVI, sucesores del Rey Sol, fueron reyes
mediocres que solo imitaron la pompa y el lujo del rey Sol, los gastos en fiestas y óperas, la
construcción de palacios y jardines, etc., aunque la procedencia del dinero les resultara indiferente.
También María Antonieta, la mujer de Luis XVI, fue seducida por ese ajetreo vistoso,
elegante, delicado y refinado. Era una joven de 14 años cuando se convirtió en reina de Francia. En
1777, su hermano, el emperador austríaco, José II, le escribió: “Las cosas no pueden seguir así
mucho tiempo; y, si no la previenes, la revolución será terrible”.
Sin embargo, todo continuó igual. En 1789, cuando no quedaba dinero con que pagar las
guerras y las fiestas y hacía años que las malas cosechas arruinaban y condenaban al hambre a los
campesinos, el rey Luis XVI convocó en Versalles la asamblea de representantes de los tres
estamentos, los Estados Generales, para que le aconsejaran sobre la manera de conseguir dinero.
El primer problema que se planteó tenía que ver con el
procedimiento. Las normas exigían que los representantes de cada
estamento se reunieran por separado y emitiesen un voto conjunto,
con lo que nobleza y clero siempre votaban en el mismo sentido. Los
representantes del estado llano, junto a algunos miembros del clero y
de la nobleza, amenazaron con abandonar los Estados Generales si no
se aceptaba el voto per capita (por cabeza). Ante la negativa del rey,
el 17 de junio dejaron los Estados Generales, se reunieron en el Jeu
de paume (un frontón), allí se constituyeron en Asamblea
Nacional, jurando no disolverse hasta dotar a Francia de una Juramento del Jeu de Paume, Jacques-Luis David
Constitución, comenzaba la Revolución Francesa.
Aunque el rey aceptó de mala gana la situación, trató de acabar con ella. Cuando el 14 de
julio el pueblo de París se percató del movimiento de las tropas reales, se dirigió a la cárcel de la
Bastilla, símbolo del poder absoluto del monarca, la asaltó y la redujo a escombros. La violencia se
extendió por el resto del país dando comienzo a la época llamada “la grande peur” (el gran miedo):
la nobleza rural y la aristocracia huyeron de sus residencias ante el temor de ser linchados.
Entretanto, la Asamblea Nacional, que protagoniza la fase moderada de la revolución
(1789-1792), había tomado algunas decisiones inauditas: había decretado la supresión de los
privilegios de la nobleza y del clero; había aprobado la Declaración de los derechos del hombre y
del ciudadano y había sometido a la Iglesia al control del Estado, culminado su obra con la
aprobación de la Constitución de 1791, que supo plasmar los principios de la Ilustración. Francia
se convirtió en una monarquía constitucional, en la que, en aplicación de la teoría de Montesquieu,
el rey asumía el poder ejecutivo, la Asamblea Nacional el legislativo y los tribunales de justicia el
poder judicial. Se estableció un sistema de sufragio muy restringido llamado censitario, pues sólo
tenían derecho a votar y a ser elegidos los hombres que contaban con un alto nivel de rentas y con
domicilio fijo. Todo lo cual impedía a la mayor parte de la población, los que habían defendido la
revolución en las calles, participar en la vida política, lo que hizo aumentar su enfado y frustración.
Estos alcanzaron su máximo nivel cuando se supo que Luis XVI y su familia habían
intentado huir de Francia, siendo apresados el 21 de junio en Varennes. La Asamblea Nacional
suspendió al Rey de sus funciones y lo puso a buen recaudo, lo que precipitó la declaración de
guerra por parte de Austria y Prusia. El país entero se levantó contra aquella indeseada intromisión ,
cualquier aristócrata o monárquico resultó sospechoso de ser un traidor y miles de nobles fueron
sacados de sus casas y muertos al grito de “libertad, igualdad y fraternidad”.
En este contexto fueron convocadas unas nuevas elecciones, esta vez por el sistema de
sufragio universal masculino. Francia se convirtió en una República y la nueva Asamblea pasó a
llamarse Convención Nacional, que no dudó en mandar a la guillotina al rey Luis XVI y a su mujer,
María Antonieta. Comenzaba así la fase más radical de la revolución (1792-1794).
Como los moderados (girondinos) no fueron capaces de solucionar los problemas del país ni
de contener a las fuerzas extranjeras que lo invadían, los radicales (jacobinos y sans culottes) se
auparon al poder de la mano de su jefe de filas, Maximiliano Robespierre, un abogado, sobrio y
seco que pronunciaba discursos interminables, que no se dejaba sobornar con ningún regalo ni
conmover por ninguna lágrima. Era terrible y no dudó en usar el terror para mantener unida
Francia, para imponer los principios de la revolución y derrotar a los invasores extranjeros, cosas
que consiguió. Lo que no pudo impedir fue probar las bondades de la guillotina, Robespierre murió
decapitado el 28 de julio -el mes de termidor- de 1794, tras el golpe de estado que dio paso al
llamado Directorio.
El Directorio (1794-1799) supuso una vuelta a 1791, al sufragio restringido para elegir al
poder legislativo, del que salía un directorio de cinco miembros que detentaba el poder ejecutivo.
Por su carácter moderado, el Directorio sufrió ataques de los partidarios del Antiguo Régimen y de
los revolucionarios más radicales. Para sofocar estas rebeliones el ejecutivo tuvo que recurrir a la
institución más sólida de Francia: el ejército, dirigido por Bonaparte, cada vez más fuerte después
de derrotar a las potencias europeas. Tantas veces tuvo Napoleón que solucionar los problemas del
Directorio que decidió que lo mejor era tomar el poder con el golpe de estado del 18 de Brumario.
Se inicia el Consulado (1799-1804), durante el cual Napoleón
llevó una vida cortesana e hizo volver a muchos nobles desterrados
pero, sobre todo, se dedicó a poner orden en Francia. Acabó con la
guerra civil y con la crisis económica. Hizo preparar un Código de
leyes (el Código napoleónico) basado en los principios de la
revolución francesa -libertad e igualdad-. Reformó la administración,
que quedó abierta para siempre al talento, e instauró el sistema de
enseñanza -público, gratuito y laico- más moderno de Europa. Y para
atraerse al pueblo llano firmó un concordato con la iglesia católica de
La coronación de Napoleón, Jacques-Luis David 1805-1807
Roma. Este hecho permitió al papa Pío VII asistir el 2 de diciembre
de 1804 en la catedral de Notre Dame de París, a la coronación de Napoleón como emperador,
por la gracia de Dios y de la constitución de la República, comenzaba el Imperio (1804-1815).
Las bases del Imperio fueron la diplomacia y el ejército, gracias a ellos Napoleón impuso la
hegemonía de Francia sobre Europa. Aunque no pudo derrotar a Inglaterra, su verdadera enemiga,
sí aplastó militarmente a Austria y a Prusia, desquiciando el mapa de Europa.
La hegemonía napoleónica sobre Europa se estructura en tres unidades:
-el Imperio de Francia: integrado por Francia y algunas zonas fronterizas anexionadas desde 1792.
-el Gran Imperio: federación a cuyo frente figura Napoleón y que agrupa a Francia y los Estados
satélites gobernados por parientes, protegidos o príncipes aliados. Entre ellos se encuentra España,
donde Napoleón obligó a Fernando VII a devolver el trono a su padre, Carlos IV, que lo entregó a
Napoleón y este a su hermano José I Bonaparte, quien fue apoyado por los llamados afrancesados,
que se enfrentaron a los patriotas en una cruenta guerra civil, que fue a la vez una Guerra de
Independencia contra el invasor francés. La situación será aprovechada por los liberales para
convocar las Cortes en Cádiz, que aprobaron en 1812 la primera constitución española que,
curiosamente, estará inspirada en la francesa. Y, finalmente,
-el “sistema continental” formado por el Gran Imperio y sus aliados Rusia, Prusia, Dinamarca y
Suecia, que tuvo en 1810-1812 su época de esplendor.
En junio de 1812 Napoleón prepara un gran ejército para invadir Rusia. De los 610.000
hombres que salen, vuelven solo 1.000, 60 caballos y 9 cañones. El Gran Ejército, base del Gran
Imperio, había dejado de existir.
Una gran coalición europea aplasta las últimas fuerzas de Napoleón, que es desterrado a la
Isla de Elba el 6 de abril de 1814. Francia vuelve a sus fronteras de 1792 y Luis XVIII es nombrado
rey. La arbitrariedad del nuevo monarca provocará tal descontento en el pueblo y el ejército, que en
marzo de 1815 Napoleón volverá en el Imperio de los 100 días. Tras la derrota de Napoleón en
Waterloo el 18 de junio de 1815, será desterrado a la Isla de Santa Elena, donde muere en 1821.

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