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Arthur trató de alejarse una vez más de la rubia pegada a su brazo, pero
como las veces anteriores, la chica seguía adherida a él como una lapa.
¡Joder! Miró alrededor de la habitación, buscando a alguien que pudiera
ayudarlo, pero ni Alan ni Taylor estaban por allí para socorrerlo.
Suspiró resignado, tenía que deshacerse de esa chica solo. Le dio una
falsa sonrisa a la manada de barbies que lo rodeaban, y con un ‘voy al baño y
regreso’ apenas murmurado, escapó rápidamente sin mirar atrás.
Ya conocía la casa, así que no perdió tiempo en buscar el baño del piso
superior y en unos cuantos pasos llegó allí sin problemas. Se miró en el
espejo, y el cansancio reflejado en su mirada, decía claramente que no podía
seguir así, aparentando algo que no era. Y menos ahora que había ‘salido’
frente a sus compañeros del equipo de atletismo.
Estaba agradecido que nadie del equipo lo insultó o lo hizo sentir mal.
Todos sus compañeros lo habían apoyado, y habían bromeado con buscarle
un novio ahora que estaba fuera del clóset. Y aun así, era difícil decirles a las
chicas que lo asediaban, que era gay.
Respiró profundamente.
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de esos ojos, esos labios rojos, esa piel blanca y cubierta de pecas, y esos
músculos muy bien definidos que lo hacían anhelar cosas que nunca antes
había querido.
Arthur sonrío divertido, conocía muy bien esas voces, pero la sonrisa
pronto se disolvió de su cara cuando sintió dos pares de manos tocándolo
lentamente.
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Arthur tragó el nudo en su garganta, levantó sus manos, intentando
empujar al chico frente a él, pero quedó paralizado al sentir la caliente piel
rozando las palmas de sus manos. ¡Mierda! El chico frente a él sólo llevaba
una chaqueta que dejaba su torso al descubierto.
¡Oh Dios! Esos labios eran tan suaves y dulces, y se estaba poniendo
duro por el calor de esos dos cuerpos que lo tenían aprisionado entre ellos.
Gimió al sentir unas cálidas manos levantando su camiseta, y acariciando
suavemente la piel de su abdomen.
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Tembló al sentir el cálido pecho rozando su espalda, lentas lamidas
recorrieron la piel de su cuello, y volvió a gemir cuando sus tetillas fueron
pellizcadas y acariciadas aleatoriamente. Pequeños besos fueron salpicados
por su pecho hasta que una caliente y húmeda lengua empezó a lamer y
chupar su ombligo, mordisqueando sensualmente hacia abajo.
Arthur sólo pudo emitir un corto gemido antes de que su boca fuera
tomada en un hambriento beso, el gemelo tras él bebió de sus gemidos
mientras el eje de Arthur era tomado en una húmeda y caliente boca.
Saber que era Damien quién devorada su polla con una seductora
habilidad, y que Dylan pellizcaba sus pezones fuertemente mientras lamía y
besaba el punto sensible de su cuello, era una revelación eróticamente
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placentera. Gimió al sentir las caricias en sus bolas. Damien estaba llevándolo
a la locura con el movimiento de su lengua en la cabeza de su pene.
Sólo balbuceos sin sentido salían entre sus labios, y Arthur se abandonó
al placer. Todo era mejor que los sueños que había tenido con los gemelos
O’Brian.
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Sus rodillas se doblaron, y fue detenido de caer al suelo por los dos
pares de manos que aún seguían acariciándolo. Se apoyó en el pecho de
Dylan, intentando calmar el frenético latir de su corazón. Los dedos y la boca
lo abandonaron, y Arthur gimió anhelante. Damien volvió a poner su sensible
eje tras los pantalones, y jaló a Arthur para un beso. Arthur pudo saborearse a
sí mismo en el beso, y le encantó. Se aferró a Damien, y lo besó con hambre.
Quería desnudar a los gemelos y tenerlos a merced de sus caricias.
—¿Por qué? —preguntó. No quería que esto fuera sexo de una sola vez.
Los quería a ambos en su cama y en su vida.
—Porque eres…
—…amable…
—…tierno…
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—…sexy…
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—Yo también los quiero —murmuró con devoción.
Los gemelos sonrieron, y esas sonrisas hicieron brillar sus ojos verde
hierba intensamente. El corazón de Arthur se apretó en su pecho al ver el
brillo de felicidad titilando en sus miradas. Ambos tomaron su boca,
turnándose, plasmando en cada beso los sentimientos que no podía expresar
con palabras.
La polla de Arthur se puso dura como una roca cuando escuchó esas
palabras. Y los gemelos tenían razón, él también quería verlos jadear
extasiados cuando los follara. Sonrío por el giro extraño que su vida había
dado en tan sólo el poco tiempo que duró el apagón.
FIN
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