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APAGÓN: ENTRE LOS GEMELOS O’BRIAN

Arthur trató de alejarse una vez más de la rubia pegada a su brazo, pero
como las veces anteriores, la chica seguía adherida a él como una lapa.
¡Joder! Miró alrededor de la habitación, buscando a alguien que pudiera
ayudarlo, pero ni Alan ni Taylor estaban por allí para socorrerlo.

Suspiró resignado, tenía que deshacerse de esa chica solo. Le dio una
falsa sonrisa a la manada de barbies que lo rodeaban, y con un ‘voy al baño y
regreso’ apenas murmurado, escapó rápidamente sin mirar atrás.

Ya conocía la casa, así que no perdió tiempo en buscar el baño del piso
superior y en unos cuantos pasos llegó allí sin problemas. Se miró en el
espejo, y el cansancio reflejado en su mirada, decía claramente que no podía
seguir así, aparentando algo que no era. Y menos ahora que había ‘salido’
frente a sus compañeros del equipo de atletismo.

Recordó los nervios, el nudo en su garganta, la voz temblorosa, el frío


sudor recorriendo su espalda, el miedo aferrándose sin control sobre su piel,
y a pesar de todo eso, lo había dicho, y había sido lo más osado que había 2
hecho alguna vez en su vida.

Estaba agradecido que nadie del equipo lo insultó o lo hizo sentir mal.
Todos sus compañeros lo habían apoyado, y habían bromeado con buscarle
un novio ahora que estaba fuera del clóset. Y aun así, era difícil decirles a las
chicas que lo asediaban, que era gay.

Respiró profundamente.

No había imaginado que tan sólo al llegar a la fiesta, se vería rodeado


de chicas que sólo buscaban sexo con el capitán del equipo de atletismo, y
eso lo enfadaba e incomodaba mucho.

Sólo quería conocer a un chico, que lo hiciera temblar y anhelar algo


más que sexo. Unos ojos verde hierba colmaron sus pensamientos. ¡Joder!
No quería pensar en ello. Pero a pesar de eso, sus sueños estaban cargados

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de esos ojos, esos labios rojos, esa piel blanca y cubierta de pecas, y esos
músculos muy bien definidos que lo hacían anhelar cosas que nunca antes
había querido.

¡Dios! El recuerdo de su último sueño, lo puso duro en un sólo instante.

Se echó agua al rostro, tratando de alejar esos pensamientos, y gruñó


frustrado cuando vio el brillo de calor ardiendo en sus ojos castaños. Se secó
el rostro, y volvió a respirar, tratando de ahuyentar los extraños pensamientos
que insistían en volver a su mente.

Dejó la toalla en su sitio, y se giró para salir cuando todo quedó a


oscuras.

—¡Joder! —gruñó fastidiado.

El ruido de la puerta abriéndose lo puso en alerta. ¿Quién demonios se


metía en un baño cuando había un apagón?

—¡Auch!… Ten cuidado… —murmuró una voz en un susurro enojado.

—¿Estás seguro que entró aquí?


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—Sí, y cállate. No quieres alertarlo de nuestra presencia ¿o sí?

—Claro que no —murmuró enfurruñado la segunda voz.

Arthur sonrío divertido, conocía muy bien esas voces, pero la sonrisa
pronto se disolvió de su cara cuando sintió dos pares de manos tocándolo
lentamente.

—¿Qué creen que están haciendo? —murmuró sorprendido, mientras


intentaba apartarse de ellos.

—Mmmm… hueles bien…—susurró una voz a su espalda.

—Sí, y te sientes bien también…—dijo la voz frente a él.

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Arthur tragó el nudo en su garganta, levantó sus manos, intentando
empujar al chico frente a él, pero quedó paralizado al sentir la caliente piel
rozando las palmas de sus manos. ¡Mierda! El chico frente a él sólo llevaba
una chaqueta que dejaba su torso al descubierto.

—¿Qué…? —su pregunta fue callada con un beso.

¡Oh Dios! Esos labios eran tan suaves y dulces, y se estaba poniendo
duro por el calor de esos dos cuerpos que lo tenían aprisionado entre ellos.
Gimió al sentir unas cálidas manos levantando su camiseta, y acariciando
suavemente la piel de su abdomen.

—Yo también quiero probarlo —el cálido aliento rozando la piel de su


cuello, lo hizo estremecerse. Rompió el beso y se giró, su boca fue tomada
otra vez en un duro beso. ¡Joder! El chico lo devoraba con intensidad, Arthur
abrió más su boca y dejó que lo explorara profundamente.

Sus labios fueron liberados, y en unos movimientos rápidos su camiseta


fue quitada de su cuerpo. ¡Mierda! Los gemelos estaban minando su control,
y traían a su mente los recuerdos de los sueños y las fantasías que había
tenido con ellos desde que entraron al equipo de atletismo. Joder. Quería
que la energía eléctrica volviera para poder observarlos a placer. Quería mirar 4
y lamer los hinchados labios de Damien, esos labios que siempre sonreían
con travesura, y deleitarse observando la profunda mirada de Dylan, mirar sus
verdes ojos nublándose de placer. Ambos chicos lo tenían siempre duro
cuando los miraba ejercitarse diariamente, y los ansiaba con locura. Eran tan
distintos pero parecidos a la vez. La grave voz de Dylan cuando gruñía alguna
orden, lo hacían estremecerse de excitación de pies a cabeza; y la mirada de
Damien, llena de promesas calientes, lo ponían duro y palpitante.

No sabía por qué estaban seduciéndolo ahora, pero no iba a


detenerlos por nada del mundo.

—Oh… Dios… —jadeó—. ¿Dylan? ¿Damien? ¿Qué…? —gimió


extasiado mientras lentas y suaves caricias llenaron la piel al descubierto.

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Tembló al sentir el cálido pecho rozando su espalda, lentas lamidas
recorrieron la piel de su cuello, y volvió a gemir cuando sus tetillas fueron
pellizcadas y acariciadas aleatoriamente. Pequeños besos fueron salpicados
por su pecho hasta que una caliente y húmeda lengua empezó a lamer y
chupar su ombligo, mordisqueando sensualmente hacia abajo.

Su respiración se detuvo por unos segundos, apoyó su cabeza en el


hombro de uno de los gemelos tras él, y esperó ansioso mientras el otro
gemelo arrodillado frente a él, desabotonaba y abría apresuradamente la
cremallera de los pantalones de Arthur, sacando su pene y sus bolas, y
haciéndolo temblar incontrolablemente.

—Mmmm… me encanta tu olor.

Arthur sólo pudo emitir un corto gemido antes de que su boca fuera
tomada en un hambriento beso, el gemelo tras él bebió de sus gemidos
mientras el eje de Arthur era tomado en una húmeda y caliente boca.

Cada lamida y succión encendían chispas de electricidad que le


recorrían los nervios. Sus manos se aferraron al cabello del gemelo que le
estaba haciendo la mejor mamada de su vida. Rompió el beso, dejando salir
su respiración en fuertes jadeos. 5

—¿Damien? —preguntó, queriendo saber la identidad de cada chico


en la oscuridad.

—No puede responderte —susurró la voz en su oído mientras lamía y


chupada la piel de su cuello—, tiene la boca muy llena en estos momentos —
informó, dándole una pequeña mordida al lóbulo de su oreja.

Arthur tembló. Los escalofríos de placer deslizándose en su piel, el calor


acumulándose en su eje, la presión contrayéndose en sus bolas, lo tenían al
borde de un abismo de placer.

Saber que era Damien quién devorada su polla con una seductora
habilidad, y que Dylan pellizcaba sus pezones fuertemente mientras lamía y
besaba el punto sensible de su cuello, era una revelación eróticamente

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placentera. Gimió al sentir las caricias en sus bolas. Damien estaba llevándolo
a la locura con el movimiento de su lengua en la cabeza de su pene.

Sólo balbuceos sin sentido salían entre sus labios, y Arthur se abandonó
al placer. Todo era mejor que los sueños que había tenido con los gemelos
O’Brian.

—Chupa —ordenó Dylan, metiendo un par de dedos a la boca de


Arthur.

Arthur abrió la boca y chupó, imaginando las pollas de los gemelos


mientras succionaba y humedecía esos largos dedos. Dylan gimió, y apartó
los dedos de la boca de Arthur, tomándola en un beso desenfrenado
mientras deslizaba un húmedo dedo en el apretado agujero de Arthur,
haciéndolo temblar y arquear la espalda. Arthur sabía que sólo unos
movimientos de ese dedo, y se vendría fuertemente.

—Eres tan caliente… —gruñó Dylan después de romper el beso.

—Sí,… y muy delicioso —murmuró Damien al liberar la polla de su boca.

Arthur no pudo responder. El dedo deslizándose en su interior tocó su 6


próstata, enviando estremecimientos por todo su cuerpo.

—Da…mien… Dy…lan… —gimió, queriendo tener a uno de ellos en su


boca mientras el otro lo tomaba con fuerza por su ansioso agujero. Era la
fantasía que siempre tenía al masturbarse, y ahora, entre los brazos de los
gemelos quería tanto poder cumplirla. Disfrutó mucho de las placenteras
atenciones que ambos le prodigaban pero quería más.

Damien volvió a meter su eje en su caliente boca, chupando duro la


cabeza, y Dylan tenía ya dos dedos follándolo implacablemente una y otra y
otra vez. Eso fue todo lo que necesito para correrse. Arthur gritó. Un
poderoso orgasmo golpeó su ser, su corazón se saltó un latido, chispas
blancas nublaron su visión, y su respiración se paralizó unos segundos. Largas
cuerdas de semilla fueron bebidas por la lujuriosa boca de Damien mientras
su hermano seguía machando su sensible punto de placer hasta dejarlo con la
mente nublada y el cuerpo débil y satisfecho.

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Sus rodillas se doblaron, y fue detenido de caer al suelo por los dos
pares de manos que aún seguían acariciándolo. Se apoyó en el pecho de
Dylan, intentando calmar el frenético latir de su corazón. Los dedos y la boca
lo abandonaron, y Arthur gimió anhelante. Damien volvió a poner su sensible
eje tras los pantalones, y jaló a Arthur para un beso. Arthur pudo saborearse a
sí mismo en el beso, y le encantó. Se aferró a Damien, y lo besó con hambre.
Quería desnudar a los gemelos y tenerlos a merced de sus caricias.

Rompió el beso, y se giró a besar a Dylan. ¡Joder!. Quería las bocas de


ambos chicos otra vez sobre él. Se separó lentamente de Dylan, y respiró
profundamente. Sonrió cuando ambos chicos lo abrazaron, haciendo un
sándwich de Arthur.

—¿Por qué? —preguntó. No quería que esto fuera sexo de una sola vez.
Los quería a ambos en su cama y en su vida.

—Porque eres…

—…amable…

—…tierno…
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—…sexy…

—…y muy caliente…

—…y te queremos…—dijeron los gemelos a la misma vez.

Arthur río. Siempre se maravillaba cuando escuchaba terminar a uno las


palabras del otro. Suspiró feliz. Se sentía muy bien estar entre ellos,
recibiendo su cariño y pasión.

La luz volvió, iluminando el baño y a sus ocupantes. Arthur cerró los


ojos un momento antes de abrirlos otra vez. El atractivo rostro de Dylan llenó
su visión. Pero fue el brillo de incertidumbre en su mirada lo que lo puso en
alerta. Tenía que decirles que él también los quería. Giró su rostro para
encontrarse con los cálidos ojos verdes de Damien, y le sonrió.

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—Yo también los quiero —murmuró con devoción.

Los gemelos sonrieron, y esas sonrisas hicieron brillar sus ojos verde
hierba intensamente. El corazón de Arthur se apretó en su pecho al ver el
brillo de felicidad titilando en sus miradas. Ambos tomaron su boca,
turnándose, plasmando en cada beso los sentimientos que no podía expresar
con palabras.

Arthur se sentía en el paraíso, sus labios hinchados y calientes fueron


liberados después de unos minutos. Estar entre los pelirrojos O’Brian era un
sueño hecho realidad.

Ambos le ayudaron entre caricias, a ponerse otra vez su camiseta.

—Vamos —urgió Dylan, tomando su mano y jalándolo hacia la puerta.

—Aún no te hemos saboreado muy bien…—dijo Damien, deslizando su


mano por la cintura de Arthur y apretándolo a su lado.

—…y queremos ver esta vez…

—…tu rostro lleno de placer…


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—…cuando te corras…

La polla de Arthur se puso dura como una roca cuando escuchó esas
palabras. Y los gemelos tenían razón, él también quería verlos jadear
extasiados cuando los follara. Sonrío por el giro extraño que su vida había
dado en tan sólo el poco tiempo que duró el apagón.

Se dejó llevar sin ningún inconveniente, feliz porque pronto estaría


vibrando de placer entre los brazos de los gemelos O’Brian.

FIN

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