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La familia, escuela de valores

Valores educativos
El fenómeno de los cambios espectaculares del significado de los
valores, en el mundo actual, debido a las ideologías que influyen en
nuestra sociedad, que propugnan un individualismo y un materialismo
que producen, con mucha persistencia, una influencia negativa en
nuestros hijos. Hoy más que nunca, con ánimo y de forma positiva,
debemos insistir en la necesidad de formar en valores auténticos a
los niños y a los jóvenes. Somos conocedores de la realidad actual,
si bien tenemos la esperanza de que la familia sea portadora de
valores que perduran en la conciencia de las personas. Es por esto
que el tema de los valores educativos tiene hoy en día una prioridad
en el espacio familiar. Se trata de que los hijos integren en su
existencia los modelos asumidos por la convivencia y adquieran una
visión de trascendencia por un futuro más humanizado.

Iniciaremos estas reflexiones sobre los valores que se transmiten a


través de la familia, de la escuela, y otros ambientes en que nuestros
hijos e hijas se relacionan, especialmente los amigos. En artículos
anteriores, de este Curso de ''Formación para padres'', algunos
importantes ya han quedado indicados: el valor de la responsabilidad,
la sinceridad, la discreción, el respeto, la tolerancia, etc... De hecho
todos los valores están entrelazados; no sería coherente decir: ''ahora
vivo la sinceridad, después diré una mentira''; la persona que vive la
sinceridad, se esforzará por decir siempre la verdad y seguramente lo
hará con discreción, prudencia y caridad. Las personas no son como
un mueble de cajones que se abren y después, una vez cerrados no
se vuelven a abrir, sino que los valores conforman toda la vida como
una unidad.

Un valor es una cualidad, algo valioso, que siempre perfecciona a la


persona que lo posee; de valores materiales o técnicos no
hablaremos, lo haremos de los que ayuden a la educación personal.
Lo que deseamos los padres es que hijos e hijas aprendan el primer
valor: saber amar. En nuestros días, con los contravalores y de la
manera que se ensalza la violencia, la pornografía, el buscar el
placer, podría confundir-se amar con ambicionar la propia comodidad,
el egoísmo, el capricho. La felicidad, que proporciona hacer el bien,
podría ser mal interpretada y buscarla en el dinero, el dominio o la
satisfacción inmediata, cuando esta tiene que ser consecuencia de la
bondad de la persona generosa.
Procuraremos profundizar y hacer reflexionar a padres y madres
sobre la importancia de enseñar a vivir la comprensión, aprendiendo
a perdonar y olvidar agravios, para conseguir una convivencia vivida
con gozo y serenidad. Se puede asegurar que la jerarquía de
valores la tenemos que encontrar en esta frase, que oí hace muchos
años: ''En primer lugar buscar a Dios, en segundo lugar servir a los
demás, y por último, pensar poco en un mismo. ‘‘Sería un resumen
de todo lo que iremos diciendo a lo largo de estas consideraciones,
que meditadas por cada cual según sus circunstancias particulares,
llegará a la conclusión de lo que quiere legar a sus hijos.

Laboriosidad, reflexión y orden


Al iniciar este artículo, recordaba el cuento de la tortuga y la liebre, el
trabajo que hacen las hormigas y también en las celdas que
construyen las abejas. Tampoco me parece extraño, ya que en el
hogar de mis padres, como también pasaba a la mayoría de quienes
desconocíamos la televisión de pequeños, escuchábamos fábulas en
las que nuestros progenitores añadían el modelo práctico que hacía
falta seguir en el caso y en la situación concreta en que, de niños,
nos encontraban para aprender el valor del trabajo. Era lo que ahora
llaman "la moralina", que se aceptaba con agradecimiento y
confianza. De todo esto surgía, entre otros valores, el de
la laboriosidad. De hecho uno no podía parar, y la expresión
aburrimiento estaba excluida de la mayoría de familias. Quizás influía
que la comunicación verbal se hacía más evidente, por no haber
empezado todavía la invasión de la televisión. También recuerdo
rogar a menudo a Dios para tener siempre trabajo. Sin pensar en el
dinero. Se entendía el trabajo como una bendición del cielo porque,
ciertamente, este trabajo era necesario para cubrir las necesidades
básicas de la vivienda, alimentación, escuela, cultura... Y además, se
comprendía que era una cosa buena. Trabajar para hacerse rico no
se contemplaba nunca, y creo que, a muchos de mi generación, les
pasó una cosa parecida a lo que acabo de explicar. Al parecer, la
"moda" actual es ganar mucho trabajando poco. Aceptad un consejo
práctico: procuremos no hacer nunca comentarios de los amigos o
conocidos delante de los hijos e hijas valorando como un bien el
hecho de tener muchos medios materiales; comentemos, más bien,
quienes son y que hacen en bien de los demás.

Se dice que el tiempo es oro y realmente es un tesoro. Por esto,


debemos educar a nuestros hijos para que no lo malogren y para que
lo aprovechen al máximo, con orden y previa reflexión sobre aquello
que tienen que hacer. Para dar testimonio, nosotros los padres
debemos prever todas las tareas y planificarlas en la agenda; así
tenemos la cabeza más centrada en lo que estamos haciendo y
olvidamos los temas pendientes. Ya nos ocuparemos en su
momento. Los cambios de esta sociedad, más tecnificada, exigen
enseñar a la familia a reflexionar para organizarse. Dice el psiquiatra
Aquilino Polaino: "Se trata de afrontar los problemas surgidos en
muchos niños y jóvenes por haber reducido la razón humana a
cálculo, a la vez que la imagen ha sustituido a la lectura y la
reflexión". Es de ahí que, con paciencia y tenacidad, enseñaremos a
los niños y jóvenes a pensar, a ser aplicados en el momento de hacer
los deberes de la escuela o los encargos del hogar, a ser constantes
y a actuar con diligencia para acabar lo que se ha empezado.
Vienen bien las palabras del poeta Antonio Machado: "Despacito y
buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hecho de
hacerlas". No es laborioso aquel hijo que empieza muchas
actividades y continuamente está en movimiento, sino el que prevé lo
que tiene que hacer y lo lleva a cabo con constancia.

Hemos empezado hablando de animalitos, y por esto os recomiendo,


si os parece, leer con los hijos pequeños la fábula de la tortuga y la
liebre, estudiar la vida de las abejas y, por ejemplo, ver juntos la
película Bichos de Pixar Disney. Desde luego, también se puede
recurrir a otros muchos cuentos que tengamos a mano, que les
hagan entender la importancia de no ser perezosos. Se trata de irles
inculcando los valores de la reflexión y del orden y fomentar
la perseverancia, el trabajo bien acabado y la previsión.
Pensemos un poco para aplicarlo a la vida personal y analizar cómo
vivimos estos aspectos, para saber si los transmitimos con la fuerza
conveniente a nuestros hijos e hijas. Todas estas consideraciones
son para irlas haciendo escalonadamente, según la edad de los hijos.
Cuando llegan al uso de la razón, va muy bien hacer unas cuantas
preguntas para educar la reflexión: ¿Por qué has decidido dejar los
deberes y ver la televisión? ¿Por qué te gusta este libro? ¿Por qué
quieres ver esta película? ¿Te has informado del argumento, de los
actores? ¿Hagamos un horario para anotar aquello que tenemos que
hacer? ¿Qué piensas hacer, con este dinero que te han regalado los
abuelos? ¿Puedes acabar este trabajo con más diligencia? ¿Tendrás
tiempo para visitar un familiar enfermo, participar en una tarea de
voluntarios...? Procuraremos establecer unas pautas para lograr los
valores de la laboriosidad, la reflexión y el orden. Haría mucha pena
que, por no haber sido atentos a la tarea de fomentar el
aprovechamiento del tiempo, nuestros jóvenes buscaran la felicidad
en la fugacidad del placer o del consumo, sin disfrutar del gozo del
trabajo realizado con esfuerzo.
Obediencia y alegría
Me parece que la obediencia siempre está impulsada por el amor.
Por eso es por lo que, padres y madres, tenemos que hacerla
agradable y entendedora a través de la confianza. Esta confianza
está basada en el afecto, que facilita al niño obedecer. Destacaremos
unos puntos para reflexionar, viviéndolos también nosotros mismos,
que no nos pase como aquella pequeña que, preocupada porque su
madre le decía que regalara un juguete, le preguntó: ¿y tú que das?,
así la madre aprendió a pensar y preocuparse por ser un modelo para
su hija, entregando ella también algo.

1. Actitud positiva: La alegría y el buen humor juegan un papel


muy importante en los sentimientos de los pequeños, incluso
en los de las personas grandes. Nada de desaliento ni de
órdenes negativas. Quienes tenemos el deber de educar,
debemos dar las instrucciones necesarias y claras para
hacernos obedecer, con la comprensión de que los niños o
jóvenes tienen que hacer un esfuerzo y con la paciencia de
que los resultados nunca son inmediatos. Cuando hablamos
de obediencia nunca podemos pensar en formas violentas de
autoritarismo, que sería fruto de querer dominar, ni de
sobreproteccionismo o de imposición que anularían la voluntad
del niño. No es buena una obediencia de esclavo.

2. Influencia del ambiente: Actualmente se confunde


la comodidad y el egoísmo con la realización personal,
cuando precisamente el espíritu de generosidad hacia los
demás es lo que comporta más gozo. Se vive la verdadera
libertad cuándo, dejando el amor propio, escuchamos lo que
nos proponen y cambiamos de opinión y de forma de actuar.
Seguro que cuando nos lo dicen con prudencia y con aprecio,
no se hace ningún rechazo. No son los hijos e hijas los únicos
que han de obedecer, sino también la mujer al marido y el
marido a la mujer, y también ponderar consejos que nos
lleguen de otros entornos. La convivencia se hace agradable
cuando sabemos ceder en las preferencias personales y
sabemos entregar el propio juicio. Dice el pedagogo Otto
Dür: "La persona imbuida del propio "yo", encuentra una gran
dificultad en obedecer". Por esto, es recomendable en el
ámbito familiar habituarse a utilizar en el lenguaje el
"nosotros."

 
3. Comunicación: Quien debe obedecer ha de amoldarse al
criterio del otro, pero para hacerlo, necesita ejercitar
su libertad, preguntar, pedir más información, tener
iniciativas. Si hay una comunicación real entre quien dirige y
quien debe obedecer todo es más efectivo. La palabra
obediencia proviene etimológicamente de ob-audire: "escuchar
con atención". Esto es aplicable, además de las relaciones
familiares, a las laborales y a las sociales, para hacer el trabajo
más productivo y para saber convivir con armonía. Sobre todo
se trata de no formar personas rebeldes y contestatarias, que
sólo saben ver la parte negativa de la vida, quejándose y no
buscando nunca soluciones, limitándose a criticarlo todo y a
querer hacer valer sólo sus ideas, sin respeto hacia la opinión
de los demás. Se trata de comprender el mensaje dado y
asimilarlo e integrarlo como propio.

Comportamiento: civismo y solidaridad


Educar a los hijos en los buenos modales y en la urbanidad es
colaborar en enseñar a vivir el respeto y en pensar en la vida de los
demás. Y también, tanto en el hogar como en sociedad, contribuyen a
hacer la vida agradable y a crear un clima cálido y afectuoso. 

Se destaca como un mal de nuestros tiempo el individualismo y la


propia realización personal, dos hitos para conseguir la felicidad, y no
es demasiado lejana la frase: "yo hago siempre lo que me da la gana"
para demostrar que se ha llegado a la máxima aspiración. También
se puede ridiculizar a la persona que sabe respetar, diciendo de ella
que es una reprimida, cuando sabe callar para no importunar a los de
su alrededor. La dignidad de la persona está, más bien, en vivir para
los demás, aunque esto degenerara en una cierta pérdida de
valoración que quedaría compensada por su gozo profundo de saber
amar. Es uno mismo quien debe evaluarse y tener una jerarquía de
valores, que le indiquen que camino escoge. 

Acostumbrar a las criaturas a estar por los detalles pequeños para


hacer la vida más placentera a los demás es aprender a convivir en
paz. No es necesario tener demasiadas normas de urbanidad escritas
en un libro, sino que padres y madres tienen que dar testimonio. En
este tema del comportamiento, sí que queda grabada la imagen que
se da en casa. 
 

Hace poco, mientras esperaba mi turno para comprar en una tienda,


un pequeño de tres años reclamaba a su madre la golosina que le
había comprado. Ella, serenamente, le contestó: por favor, y el niño
lo repitió y recibió la golosina, también con el recordatorio de dar
las gracias y tirar el papel de envolver en la papelera. 
 

Otro día, yendo en autobús, subió un anciano, haciendo un gesto de


contrariedad puesto que todos los asientos estaban ocupados. De la
parte de detrás se levantó una niña de unos 12 años y, con
una sonrisa, sentó materialmente al hombre en el asiento que ella
ocupaba. 

Andando por la calle de mí barrio vi la siguiente escena: una chica


muy bien arreglada estaba sentada en un banco de la calle, dando
conversación a un mendigo, de aquellos que van recogiendo con un
carrito todos los desechos aprovechables que encuentran. 

Tres ejemplos vividos a los que podríamos, cada uno de nosotros,


añadir otros; cosas pequeñas de la vida diaria que ayudan a vivir
el civismo y la solidaridad. 

En una entrevista a Núria Gispert, Presidenta de Cáritas, se le


preguntaba sobre el civismo. Una de las respuestas que daba
haciendo referencia a los medios de comunicación, decía que "eran
responsables del lenguaje pobre de los niños, que repiten lo que
aprenden a la televisión". ¿Estamos atentos en la familia de tener
cuidado de las palabras que utilizamos y de qué programas ven
nuestros hijos? 

El comisario de la Exposición "Buenas prácticas urbanas" del Foro


2004, Nicholas You, en una reciente entrevista publicada, explicaba
la iniciativa de la ciudad de San Andrés (Brasil): "La ciudad decidió
convocar a los jóvenes 'grafistas', organizando concursos, y a los
ganadores se les hacen encargos oficiales. La ciudad se aprovecha
de su arte y a la vez canaliza sus intereses en formación, diseño,
oficios...". 
 

Para concluir: ¿somos realmente transmisores de valores que animan


al buen comportamiento en el ámbito familiar y en el ámbito social?
Dejamos escritos unos cuántos puntos para reflexionar como vivimos
estos puntos, pensando en la educación, en "el saber estar" de los
chiquillos y jóvenes. 
 
 Promover el buen gusto y la sensibilidad por las cosas bonitas.
 Evitar ver programas de televisión de violencia, de tele basura
o de lenguaje grosero.
 Moderación en las comidas, procurar conversar en la mesa
escuchando las opiniones de los demás.
 Aspecto personal agradable, sin estar a la última moda, pero
pulcro. - Canalizar la rebelión de los adolescentes, procurando
lugares de tiempo de ocio adecuados.
 Puntualidad para no hacer perder el tiempo a quienes nos
están esperando.
 Escuchar música con el tono adecuado.
 Civismo en la calle: hacer servir contenedores, papeleras, no
ensuciar.
 Deferencias con las personas mayores, inmigrantes, etc. 
 

Cada cual tiene a su alcance muchas otras prioridades, estas son las
mínimas para convivir con cortesía y respeto.

Fortaleza y generosidad
La fortaleza es una virtud necesaria para llevar a término la
generosidad, propia de un alma noble por naturaleza. Quien es
generoso siempre genera alegría. Esta afirmación tan contundente,
está garantizada por el mismo amor. Amar siempre es fruto del olvido
personal para hacer el bien a los que tenemos más cerca de
nosotros. La generosidad siempre ayuda a la mejora individual y, con
el propio testimonio, a la perfección humana de nuestros hijos.
Enseñar a dar, aunque sea jugando: "ahora te toca a tú tener este
juguete", "ahora me toca a mí"...de esta manera sencilla deberíamos
conseguir una relación fundamentada en el afecto dónde el dar y el
recibir sea recíproco y se palpe cómo algo bueno.

Enseñar a hijos e hijas a ser generosos es tarea especialmente


adecuada entre seis y doce años, puesto que en estas edades se
encuentran más bien dispuestos a colaborar, a hacer encargos y a
ayudar a su familia. Pero es de bien pequeños, como demuestra la
fotografía de la izquierda que ilustra este artículo, cuando se
manifiesta el sentimiento de propiedad que pueden tener, además
de su tendencia al egoísmo, como queda bien reflejado con los
llantos de este niño a quien han quitado su pala y con la tranquilidad
con que los demás juegan.

Educar es un arte que requiere observación y comprensión para ir


formando a las criaturas en la generosidad, que no les genera
ninguna frustración sino alegría. A la vez que animamos en este
valor, se ejercita la fortaleza, tan necesaria para vivir con
responsabilidad en una sociedad impregnada de materialismo y de
consumismo, donde actuar impulsivamente para complacer el propio
"ego" es más habitual de lo que sería deseable. Es por este motivo
que para formar criaturas y jóvenes fuertes, resistentes a las
dificultades que irán encontrando a lo largo de su vida, hace falta
ayudarles a controlar sus impulsos, con firmeza y, prioritariamente,
que no tengan inmediatamente lo que piden. Todo se puede
gratificar, pero se debe aprender a tener paciencia y esto se asimila
en la familia.

¿Y qué se puede hacer ante una situación como la de los cuatro


hermanos que vemos en la fotografía comentada?

La solución es tener una actitud serena, observar que ha pasado,


preguntar, sin regañar, para saber por qué le han quitado la pala,
comprender la edad del de 2 años, que es de autoafirmación, de
responder con llantos, y motivar a los tres mayores que le devuelvan
el juguete. Parece que esto se ha conseguido como vemos en la
siguiente ilustración, la de la derecha, si bien todavía se ve la mejilla
del pequeño húmeda por una lágrima. Todos han aprendido: los
padres a no dramatizar, los niños a ceder. Seguro que si tuviéramos
la continuación de la historia nos encontraríamos con que la pala
pasaría a manos de los mayores, otra vez, sin ninguna resistencia, y
todos jugarían juntos.

Finalmente reflexionemos si vivimos en casa los siguientes puntos:

1. Demostrar que el espíritu de servicio hacia los demás es una


fuente de compensaciones profundas, que nada puede
sustituirlas. Fomentar el saber compartir la vida con los
padres, con los compañeros, con los abuelos, con los
enfermos, con los que tienen menos posibilidades de todas
clases, físicas o materiales.
2. Que demuestren su fortaleza en sus responsabilidades,
desde retrasar el tomar una golosina hasta después de la
comida principal, cuando son pequeños, a ser austeros en las
comidas, sobrios en los gastos, en las diversiones, que tengan
la seguridad de que en las cosas pequeñas encontrarán
muchos motivos para esforzarse y ser felices.
3. Procurar la convivencia con otros niños y niñas, fuera de las
horas de escuela, especialmente si sólo se tienen uno o dos
hijos. Saber razonar, sin imponer, el porqué de ceder las
propias cosas. Llegar al corazón de los nuestros para aprender
a vivir el desprendimiento de los bienes materiales.

Amistad y Lealtad
¿Qué es la amistad?

La amistad es un gran valor que ayuda a la persona, ser sociable por


naturaleza, a comunicarse y a perfeccionarse en compañía de sus
amigos. Es una relación de reciprocidad donde especialmente
la confianza juega un papel importante. Es un valor que ayuda a ser
mejor y desde este nivel lo reflexionaremos. En el hogar, nuestros
hijos e hijas encontrarán el modelo para vivir sin estar aislados y para
aprender a crecer y a madurar personalmente. La amistad es un
compartir afectos, anima a darse y a dar, a recibir y a comprender al
otro, no por pura simpatía, sino por el conocimiento que se fomenta
con el trato. 
 

Aspectos importantes para vivir en familia

 Que entre padres e hijos se consiga una verdadera amistad


para hablar todos los temas, procurando no ser dogmáticos y
saber preguntar con delicadeza, sin herir la sensibilidad.
Confiar siempre en lo que dicen y creer todo lo que nos
explican. Saber corregir con suavidad, pero con la sinceridad
que crea el vínculo afectivo de la relación padres-hijos.
Aprovechar momentos de descanso para disfrutar juntos de las
aficiones de los hijos.

 Que en la familia no se haga nunca ninguna crítica, ni juicio, ni


murmuración de nadie. Recuerdo haber leído "el triple filtro" de
Sócrates cuando le querían explicar algo de un conocido. Él
preguntaba si reunía estos tres aspectos: la Verdad, la
Bondad, y la Utilidad; si estas tres premisas no se
encontraban, respondía al que quería explicar algo de otro: "si
lo que me quieres decir no sabes si es verdad, si es bueno o
incluso útil, ¿por qué me lo quieres decir?"

 Que se enseñe con el ejemplo como se acoge siempre a quien


viene a casa: con amabilidad, con respeto. Que siempre estén
abiertas las puertas del hogar de los padres para recibir los
amigos y amigas de los hijos, aunque este hecho represente
un trabajo añadido. En la adolescencia se debe tener mucho
cuidado en saber quiénes son los del grupo de nuestro hijo,
por ser una edad muy influenciable. Por esto, es aconsejable
organizar actividades para conocer con quienes comparten
amistad (profundizaré este tema en la ampliación del "tiempo
libre").

 Que vean que sabemos perdonar si nos hemos sentido


ofendidos. Agradecidos si nos han hecho un favor. Dispuestos
a ayudar si alguien nos necesita. Que nunca utilizamos la
amistad para recibir ningún privilegio. Que se dé ejemplo de
desinterés, sino no sería amistad.

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