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Gastón Bachelard
Mi hermana se niega.
Dice que tiene escuela y que quiere dibujar.
Solo decir:
mi mamá va a morir.
VI
El cisne rojo acurruca a los niños en el agua: Braceo tan mal que salen truenos.
¿Por eso aprendes a nadar?
Sobre La Cueva de las Quimeras Marinas, desfila Eres tan buena instructora que podrías enseñarle a las rocas.
un ejército
destinado a evitar el fin del mundo. Imagino a una montaña navegando.
Ryuji, dios dragón, hundió un buque; los liberó y
me los regaló: ¿Si las tortugas nadan por qué no las montañas?
28 mil patitos de hule están bajo mis órdenes. Porque tú no les has enseñado.
Son un ejército que espera a que la maldad de
tiburón se
desborde.
¡¿Quién quiere ser de hule y pelear en el agua para mí?!
Levanto mi mano. IX
—Ya no puedo.
XVI
en el carril vecino,
un jubilado nada muy lento.
Le regalo distancia.
Me empujo y lo alcanzo.
XXVIII
Tercer consejo.
Ten cuidado con La Cueva de las Quimeras Marinas,
XXX
el agua escucha y el agua cumple,
y no siempre nos da lo que queremos.
XXXI
Eres los labios de un koi kamikaze, Bachelard; carne que impide XXXIII
el ingreso del agua.
Ahora ya no piensas cada cinco brazadas:
XXXIV
Escuché que trae a los nuevos a la piscina. Kaori tocó a la puerta el día de mi cumpleaños. Mi hermana le abrió.
Que es hija de una geisha. Fue una noche tranquila y bonita con 26 velas y con ellas dos.
Que se hundió buscando a su padre. Kaori me regaló calcetines con estampados de ballenas.
Que entró a La Cueva de las Quimeras Marinas. Mi hermana un dibujo.
Que lloró la sal que envenenó a las ballenas. Ella atiborró a Kaori con preguntas que contestó.
Y que su padre, un dragón, le cumplió su deseo.
¿A qué te dedicas? Tocaba para la filarmónica.
Pero nunca escuché que dijeran: regálale dos gemas. Pues qué edad tienes, te ves muy joven. 29, 30 el próximo julio.
Si lo hubieran hecho, yo no le habría dicho: ¿Por qué lo dejaste? Me di cuenta de que nunca sería tan buena.
hay un buque hundido en el que viven kois fosforescentes, ¿Y ahora qué haces? Doy clases de natación.
hay un avión hundido en el que viven tiburones. ¿Ahí eres buena? La mejor de la piscina, pero la peor del mundo.
Así también tus manos: Manju y Kanju. ¿Y tus papás qué piensan? Tiene años que no los veo.
La derecha recuerda a una marea baja y a un coral Mi mamá murió el año pasado. Lo sé, me contó tu hermano
y la izquierda, ese tornado negro negro.
Kaori aceptó dormir conmigo.
Le presté una camiseta y unos shorts.
Cuando se acurrucó en la cama le dije:
es mi primer cumpleaños sin mi mamá.
Luego,
No sé digerir la comida: dejé de nadar.
descubrí en la piscina un bello tatuaje de sirena.
Mi hermana lo sabe, me dibuja con un enorme vientre pariéndola.
Cola azul como mi pelo y piel de hueso como mi madre.
Me ordena.
Le dije al tatuaje:
— Trae a Kaori a la casa, me cae bien.
—Mi padre es un dragón.
Sonrió.
A mí también me caía bien su canción, su gesto, su chapoteo.
Siento como mi vientre estalla por la sal.
En la noche,
Pero mi hermana no es una recién nacida y yo no soy su padre.
Bachelard me descubrió besándome con la sirena.
Qué podía esperar.
—Estás muy solo desde que mamá murió.
Él ya lo había escuchado:
—Perdón.
“Le gusta traer a los nuevos a la piscina”.
—No pidas perdón, no has hecho nada malo.
¿Si las tortugas nadan por qué no las montañas? Yo maté a mi mamá. Le quité la mascarilla y esperé a que tuviera un
Porque no les enseñaste. colapso. Lo que nadie me dijo es que tardaría horas en morir ahogada.
Y estuve a su lado, escuchando como me pedía vivir.
Pero no obedecí. La maté para dormir y que mi her-
mana pudiera dibujar.
Sí.
XLIII
XLV
XLVII
Pero no quiero caminar sobre el agua y ser inmortal. Habló de pensión, de tutela, de mi incapacidad para
Solo quiero nadar y morir. cuidarla.
Sentenció que ella era su hija.
Él era invisible, pero era su padre.
XLVIII
LIII
Por eso juega al equilibrista:
guarda tu aliento,
abraza tus piernas.
Recuerda, sobre la marea, la ola y la quietud, eres globo,
no buque, porque los buques se vuelven fantasmas
y los globos siempre flotan.
Yo sujetaré la piscina y la agitaré como una botella.
Pero tú no regresaste.
No sé qué quiero.
Quieres a tu hermana.
LVIII
LIX
© 2022
Escrito por Martín García López