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Cuaderno de Estudios Africanos

Volumen 8, número 1
Otoño 2004
Después de Arusha: la justicia de Gacaca en la Ruanda posterior al genocidio
ALANA ERIN TIEMESSEN
Resumen: El epicentro de la sociedad y la política ruandesas tras el genocidio ha sido la necesidad de
reconciliación para apaciguar las tensiones étnicas y acabar con la cultura de la impunidad. El Tribunal Penal
Internacional para Ruanda (TPIR) todavía no ha cumplido su objetivo de reconciliación en Ruanda: El fracaso
del tribunal va más allá de sus deficiencias institucionales y puede atribuirse a las normas del derecho penal
internacional que lo convierten en una respuesta inadecuada para criminalizar la violencia masiva. Los
tribunales Gacaca resurgieron en Ruanda como una forma autóctona de justicia reparadora. Los principios y el
proceso de estos tribunales esperan mitigar los fallos de la "Justicia de Arusha" en el tribunal y buscan castigar
o reintegrar a más de cien mil sospechosos de genocidio. Sus fundamentos restaurativos exigen que los
sospechosos sean juzgados por los vecinos de su comunidad. Sin embargo, la revelación de que Gacaca es una
justicia reconciliadora no excluye su potencial para incitar a la tensión étnica si pretende servir como
instrumento de poder tutsi. El enfoque de la justicia de mando impuesto por el Estado ha politizado la
identidad de los participantes en Gacaca: los autores siguen siendo hutus y las víctimas y los supervivientes
siguen siendo tutsis.
Además, la negativa del gobierno de Kagame a permitir que se juzguen los crímenes del FPR en los tribunales
de Gacaca refuerza la idea de que la supervivencia de los tutsis está condicionada por el poder y la impunidad
de los tutsis. Si Gacaca no consigue acabar con la percepción de impunidad en la Ruanda posterior al
genocidio, tendrá un coste mucho mayor para la reconciliación que el fracaso del TPIR. La relevancia de la
justicia después del genocidio habla de la idoneidad de los modelos de justicia retributiva y restaurativa en una
sociedad post- genocidio como Ruanda. Además, el modelo de justicia debe conciliarse con la naturaleza de un
régimen político que impone la unidad bajo una minoría etnocrática.
INTRODUCCIÓN
A menudo se dice que la reconciliación en las sociedades post-genocidio no es posible sin justicia. En Ruanda,
la forma que debe adoptar la justicia está en el centro del debate. El genocidio de 1994 en Ruanda dejó más de
800.000 muertos y más de 130.000 encarcelados por ser sospechosos de cometer actos de genocidio. El
reciente décimo aniversario del genocidio conllevó la celebración de actos conmemorativos, entierros y el
resurgimiento de recuerdos violentos. En medio de este ambiente, también hubo una retórica política llena de
culpa, culpabilidad y decepción. A pesar del evidente deseo de hacer justicia a las víctimas y de
responsabilizar a los autores, la impunidad persiste en Ruanda.
Alana Tiemessen es estudiante de doctorado en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de
Columbia Británica en Vancouver, Canadá. Está especializada en la política y los conflictos de la región de los
Grandes Lagos (en particular, Ruanda) y en cuestiones de justicia y reconciliación en regiones que han sufrido
violencia masiva o genocidio. Su tesis doctoral abordará los efectos de los modelos de justicia retributiva y
restaurativa en la reconciliación en sociedades post- genocidio como Ruanda y Camboya. Recientemente
presentó su trabajo "Rwandan Gacaca: Competing and Collaborating for Justice After Genocide" en la
Convención Anual de la Asociación de Estudios Internacionales en marzo de 2004.
La comunidad internacional respondió a las atrocidades con un llamamiento a la rendición de cuentas y al fin
de la impunidad. Esto dio lugar a la creación del Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR). Este
tribunal, plagado de deficiencias institucionales, ha sido una respuesta insuficiente e inapropiada para
criminalizar la violencia masiva. Los ruandeses se han cansado de su ineficacia y sienten que sus principios
son contrarios a su visión de la justicia y la reconciliación.

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Con la infraestructura judicial destruida y la mayoría de los fiscales y jueces asesinados en 1994, no había
ninguna posibilidad de que el sistema judicial nacional pudiera procesar a todos los responsables de esos
crímenes. Incluso ahora, después de años de reconstrucción, los tribunales nacionales no pueden atender un
volumen tan elevado de casos. En respuesta a la ineficacia del tribunal y a la incapacidad de su sistema judicial
nacional, el gobierno ruandés ha reactivado una forma tradicional de resolución de disputas llamada Gacaca
(ga-CHA-cha).
10.000 tribunales Gacaca juzgarán a los sospechosos de genocidio en las comunidades donde se cometieron
sus crímenes. Serán juzgados por sus vecinos.
Gacaca representa un modelo de justicia restaurativa porque se centra en la curación de las víctimas y los
autores, las confesiones, los acuerdos de culpabilidad y la reintegración.1 Son estas características las que lo
convierten en un enfoque radicalmente diferente de la naturaleza retributiva y punitiva de la justicia del TPIR y
de los tribunales nacionales. Se han depositado grandes esperanzas en la capacidad de la justicia restaurativa
para contribuir a la reconciliación a nivel individual y comunitario. La justicia Gacaca pretende ser tan íntima
como el propio genocidio: Si no es capaz de proporcionar la reconciliación, tendrá un alto coste para la
sociedad ruandesa. En este documento se argumenta que la caracterización del gobierno ruandés como una
"etnocracia tutsi" y su enfoque de mano dura para la reconciliación han contaminado Gacaca como una forma
de justicia del vencedor. Si el proceso Gacaca se ve amenazado por una aproximación a las mismas
identidades étnicas politizadas que alimentaron la violencia, la reconciliación no será posible.
En la siguiente sección se describirán brevemente los problemas de la justicia tras el genocidio y la
importancia de comprender las relaciones entre las víctimas y el grupo opresor. A continuación, se revisarán
los dos tipos de modelos de justicia disponibles para criminalizar la violencia masiva: la justicia retributiva y la
justicia restaurativa. Es necesario describir las características ideales de estos modelos antes de analizar sus
manifestaciones institucionales (es decir, el TPIR como retributivo y Gacaca como restaurativo). En la tercera
sección se abordará el tema de Gacaca en sí y se tratarán dos aspectos. En primer lugar, ¿qué es Gacaca en
términos de sus tradiciones, procesos y objetivos? En segundo lugar, como forma de justicia restaurativa,
¿cómo pueden las normas y procesos de Gacaca contribuir a la reconciliación de un modo que los modelos
retributivos, es decir, el TPIR, no han conseguido? La cuarta sección abordará los controvertidos peligros
políticos y sociales asociados a Gacaca. Estos peligros, sobre todo en forma de reanudación de la violencia
étnica, se discuten en varios niveles. En primer lugar, ¿qué elementos del proceso de los juicios Gacaca violan
los derechos humanos y las expectativas de reconciliación de las víctimas? En segundo lugar, ¿cómo se
relaciona esta forma de justicia con la crítica de que el gobierno representa una etnocracia tutsi? Por último,
¿se trata en última instancia de una forma de justicia del vencedor disfrazada por su carácter indígena y
restaurador?
OPCIONES PARA LA JUSTICIA Y LA RECONCILIACIÓN DESPUÉS DEL GENOCIDIO EN
RUANDA
Contexto ruandés
El genocidio produjo estadísticas asombrosas que indican la enormidad de la reconciliación en términos de
alcance y proceso. El genocidio provocó un desplazamiento inicial de la población de 1,7 millones de hutus
por temor a las represalias, dejó 400.000 viudas, 500.000 huérfanos y
130.000 encarcelados sospechosos de cometer actos de genocidio.2 El incipiente sistema judicial del país
quedó prácticamente destruido en cuanto a personal e infraestructura en la primavera de 1994. El poder
judicial fue uno de los principales objetivos durante el genocidio, que eliminó a todos los jueces, excepto a 244
de los 750 anteriores, y muchos de los supervivientes huyeron al exilio.3 En 1997, los tribunales de Ruanda
sólo contaban con cincuenta abogados y una notable ausencia de infraestructura y administración,
concretamente de tribunales de apelación, en los doce condados.4 Los 130.000 prisioneros detenidos bajo
sospecha de haber cometido crímenes durante el genocidio, requerían un sistema judicial nacional capaz y
amplio. Como señaló el embajador ruandés en Estados Unidos, Richard Sezibera, "aunque habíamos pedido a
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la comunidad internacional que creara un tribunal para Ruanda, sabíamos que, dado el funcionamiento de los
organismos internacionales, el grueso de los casos tendría que ser tratado por nuestro propio sistema
jurídico".5
Los derechos humanos y la justicia no han gozado de una relación de trabajo viable en Ruanda. En agosto de
2003, el Ministerio de Justicia declaró que 6.500 de los 130.000 encarcelados habían sido condenados por
casos de genocidio en los tribunales nacionales, 700 recibieron la pena de muerte y veintitrés fueron
ejecutados.6 El ritmo creciente de enjuiciamiento en los tribunales nacionales ruandeses ha hecho que los
presos languidezcan en cárceles superpobladas, sufriendo malnutrición y enfermedades, cumpliendo condenas
sin el debido proceso.7 El gobierno ruandés ha respondido a las acusaciones de violaciones de los derechos
humanos basadas en las condiciones de las prisiones afirmando que no tienen otra alternativa y que continuar
con el "proceso judicial occidental llevaría demasiado tiempo y, por tanto, sería una violación de los derechos
humanos en sí misma".8
En el centro de esta controversia se encuentra la determinación de qué forma de justicia es la más adecuada
para tratar estas decenas de miles de casos y facilitar la reconciliación. Es la naturaleza de la sociedad posterior
al genocidio de Ruanda, y no la forma de violencia que se produjo, la que indica qué tipo de justicia es la más
adecuada. Mark Drumbl ha ideado una tipología de sociedades post-genocidio que describe la relación entre
los grupos de víctimas y opresores y prescribe un modelo de justicia apropiado. Define tres tipos de
sociedades: homogéneas, dualistas y pluralistas. 9 Drumbl sostiene que Ruanda constituye una sociedad
dualista post-genocidio.
La descripción de Drumbl de una sociedad dualista post-genocidio enumera un conjunto específico de
características. En primer lugar, su tipo de sociedad requiere que ambos grupos, víctimas y opresores,
coexistan dentro del Estado-nación y que la división territorial no sea posible. Las características secundarias
son: el control del poder político y económico (y la importancia numérica de los grupos), el nivel de
participación en la violencia y la distribución geográfica de los dos grupos. Ruanda cumple con las
características de una sociedad dualista post-genocidio en todos los aspectos. En Ruanda, tutsis y hutus
coexisten en un Estado-nación superpoblado en el que la división territorial entre ambos grupos sería
imposible. Además, ambos grupos viven en las mismas comunidades y participan en la sociedad civil,
compartiendo cultura y estatus social. En
En cuanto al reparto del poder, los tutsis son los que ejercen el mayor poder político a pesar de ser
numéricamente más débiles, ya que sólo representan entre el diez y el quince por ciento de la población. En
cuanto al nivel de participación, los testimonios documentados indican que participó un gran número de civiles
y que queda un gran número de víctimas y supervivientes.10
Una sociedad post-genocidio de esta naturaleza plantea dos preocupaciones importantes en relación con la
justicia y la reconciliación. En primer lugar, una sociedad dualista post-genocidio corre el riesgo de que vuelva
a producirse un genocidio si las instituciones y la sociedad civil son incapaces de garantizar que ambos grupos
puedan coexistir en el mismo espacio social y político. En segundo lugar, las instituciones que tratan de
reconciliar a los dos grupos deben ser conscientes del riesgo de que castigar la violencia del pasado pueda
incitar a más violencia.11 Por ello, puede ser necesaria la moderación en las medidas punitivas. En las
sociedades dualistas posteriores al genocidio, la restauración, La justicia restaurativa es más necesaria que la
retributiva para moderar las medidas punitivas y maximizar la posibilidad de reintegración mediante el énfasis
en la vergüenza sobre la culpa.12 El resto de esta sección comparará los componentes normativos de los
modelos de justicia retributiva y restaurativa y los relacionará con el contexto ruandés.
Justicia retributiva frente a justicia reparadora
El concepto de justicia, específicamente en el contexto de la reconciliación postconflicto, puede tener muchos
calificativos descriptivos que denotan diferentes reglas, procedimientos y objetivos. Además, los paradigmas
de justicia asignan a diferentes partes los papeles de arquitectos y beneficiarios del proceso judicial. Tanto en

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el caso del TPIR como en el de los tribunales Gacaca, los arquitectos de cada sistema han otorgado diferentes
nociones de legitimidad al proceso a través de diversos componentes institucionales y normativos.
Los arquitectos del TPIR, la comunidad internacional, han construido un tribunal que sigue las reglas y los
procedimientos de la justicia retributiva para intentar acabar con la cultura de la impunidad. La justicia
retributiva es punitiva, se centra en el acusado y en la relación adversarial entre la defensa y la acusación. El
éxito puede medirse por la equidad del proceso y la igualdad y proporcionalidad de las sanciones.13 Además,
los delitos son abordados por profesionales del derecho que no están relacionados con las partes en litigio. Este
tipo de justicia ha sido considerado por la comunidad internacional como una respuesta adecuada al genocidio
de Ruanda. Forma parte de un régimen de atrocidades que hace converger el derecho penal internacional con
los crímenes contra la humanidad y los abusos de los derechos humanos. A pesar de su mandato de promover
la reconciliación, está diseñado para satisfacer a sus arquitectos exigiendo medidas punitivas contra los
criminales de élite del genocidio. Así, la naturaleza politizada de la justicia retributiva ha permitido que los
arquitectos del TPIR sean también sus únicos beneficiarios, dejando a los ruandeses esencialmente ajenos a su
proceso.
La justicia reparadora es la alternativa a la justicia retributiva. Los objetivos de la justicia restaurativa son
reparar el daño, curar a las víctimas y a la comunidad, y devolver a los delincuentes a una relación sana con la
comunidad. El éxito se mide por el valor del delincuente para su comunidad después de la reintegración y el
nivel de restitución emocional y financiera para la(s) víctima(s).14 El proceso requiere que los delitos sean
abordados en y por la comunidad.
Además, la justicia restaurativa puede diferenciarse de la justicia retributiva por su enfoque en la vergüenza
reintegrativa sobre la culpa y su impacto en la reconciliación: "La vergüenza reintegrativa significa que las
expresiones de desaprobación de la comunidad, que pueden ir desde una leve reprimenda hasta ceremonias de
degradación, van seguidas de gestos de readmisión en la comunidad de ciudadanos respetuosos de la ley".15
En la siguiente sección se mostrará que las normas que subyacen a Gacaca se parecen mucho a las de la
justicia reparadora.
LOS TRIBUNALES GACACA: LA MANIPULACIÓN DE LA JUSTICIA INDÍGENA PARA LA
RECONCILIACIÓN

¿Qué es Gacaca?
El restablecimiento de un modelo tradicional de resolución de conflictos para tratar a los más de cien mil
sospechosos de genocidio que esperan ser juzgados ha recibido una respuesta mixta tanto dentro como fuera de
Ruanda. Gacaca, que significa "juicio sobre la hierba", ofrece una solución pragmática y comunitaria. Se
espera que alivie la congestión de las prisiones ruandesas, que son la fuente de muchas violaciones de los
derechos humanos. Además, la reintegración de los sospechosos en la comunidad y el hecho de que las
confesiones digan la verdad ofrecen una esperanza de reconciliación. Los atributos positivos de Gacaca residen
en su caracterización como modelo de justicia restaurativa.
En su forma precolonial, la Gacaca se utilizaba para moderar las disputas relacionadas con el uso y los
derechos de la tierra, el ganado, el matrimonio, los derechos de herencia, los préstamos, los daños a las
propiedades causados por una de las partes o los animales, y los pequeños robos.16 Gacaca pretendía
"sancionar la violación de las normas compartidas por la comunidad, con el único objetivo de la
reconciliación" mediante el restablecimiento de la armonía y el orden social y la reintegración de la persona
que era el origen del desorden.17 Además, se podía conceder una indemnización a la parte perjudicada. La
Gacaca se celebraba en una reunión convocada por los ancianos cada vez que había una disputa entre
individuos o familias de una comunidad y se resolvía sólo con el acuerdo de todas las partes.18 El Gobierno de
Ruanda no pretende que la Gacaca se ciña hoy estrictamente a su forma autóctona. Los funcionarios
argumentan que su reinvención adopta la forma que tiene para adaptarse mejor a la gravedad de los delitos de
su mandato y al volumen de casos que deben juzgarse.
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La Ley Orgánica de Ruanda fue concebida en 1996 para facilitar el enjuiciamiento de los sospechosos de
cometer actos de genocidio. Se aplica tanto a los tribunales Gacaca como a los nacionales. Hay dos aspectos
notables de la Ley Orgánica. La Gacaca tiene una jurisdicción temporal mucho más larga que el tribunal
internacional, abarcando los crímenes cometidos entre 1990 y 1994. En segundo lugar, la Ley Orgánica
categoriza la responsabilidad penal a través de cuatro niveles que indican la gravedad del delito cometido y el
castigo apropiado.
Los sospechosos de la categoría uno son los más graves y serán procesados por los tribunales nacionales de
Ruanda, que tienen autoridad para imponer penas de cadena perpetua o pena de muerte en caso de condena.
Esta categoría está dirigida a los planificadores, los organizadores, los asesinos "notorios", los autores en
posición de autoridad religiosa y política, y los que cometieron actos de "tortura o violencia sexual".19 Los
tribunales Gacaca tienen jurisdicción sobre las categorías dos a cuatro de la Ley Orgánica, cuyas penas varían,
pero no incluyen la pena de muerte. Los sospechosos de las categorías dos a cuatro van desde los autores,
conspiradores o cómplices de homicidio intencionado, hasta los que destruyeron la propiedad.20 Las penas
van desde la cadena perpetua hasta los servicios comunitarios y la reinserción.21 La negociación de los cargos
es un elemento controvertido pero clave del proceso que permite la posibilidad de la liberación inmediata si el
sospechoso confiesa. El enjuiciamiento en Gacaca es participativo en el sentido de que una asamblea general
actúa como fiscal para identificar a los autores y a las víctimas, así como para presentar las pruebas.
Los aproximadamente 10.000 tribunales Gacaca están muy atrasados en sus juicios programados. Muchos
tribunales siguen en las etapas previas al juicio. Estas etapas comenzaron con las elecciones de jueces que se
completaron en 2001. Los juicios tienen que ir precedidos de un proceso de siete pasos previos al juicio que
incluye la identificación de sospechosos y testigos y el establecimiento de las categorías adecuadas para los
delitos.22 En junio de 2002 se iniciaron doce juicios piloto, a los que siguieron, varios meses después, 760
tribunales que comenzaron sus fases previas al juicio.23 El resto de los 10.000 tribunales no han comenzado su
trabajo y, en junio de 2003, menos de la mitad de los juicios piloto habían terminado sus fases previas al
juicio.24
Gacaca: Mitigar los fallos del TPIR mediante la justicia restaurativa
Yuxtaponer los principios y procedimientos de Gacaca con el TPIR es contextualizar las diferencias
normativas entre ambos tipos de tribunales. Las normas en las que se basa Gacaca reflejan tanto las tradiciones
culturales como las características de la justicia restaurativa. Los beneficios que Gacaca aportará al proceso de
reconciliación están ligados a la integridad de su indigenismo y a su adhesión a un modelo de justicia
restaurativa. El cuadro 1 compara las diferencias normativas entre los dos tipos de justicia.
El apoyo de los presos locales al TPIR es muy escaso. La Red Internews, con sede en Estados Unidos, ha
proyectado lo que se conoce como las "Cintas de Arusha" en las cárceles ruandesas para dar a los sospechosos
de genocidio una visión de lo que ha ocurrido en los juicios del TPIR y para fomentar el debate sobre el propio
proceso judicial de Ruanda.25 Irónicamente, aunque las cintas están destinadas a generar apoyo al tribunal,
han tenido el efecto contrario en los presos locales. Las reacciones a las cintas han puesto de manifiesto la
preocupación de los presos por la ausencia de la pena de muerte en el tribunal y las lujosas condiciones de vida
de los presos del tribunal en comparación con las de las cárceles ruandesas. La cuestión de la pena de muerte
es importante porque se aplica en los tribunales nacionales de Ruanda, pero no en el tribunal internacional. Un
preso contestó: "¿por qué el tribunal les da penas más benévolas que a nosotros, ellos son los que nos dijeron
que matáramos por radio... cómo es que nosotros estamos pagando el precio más alto?".26

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CUADRO 1. NORMAS DE JUSTICIA

Componente institucional Normas de Justicia Restaurativa: Normas de justicia retributiva:


Gacaca ICTR
Objetivo Justicia para la reconciliación; La justicia para acabar con la
acabar impunidad; la reconciliación es
con la impunidad es secundario secundaria

Lugar de celebración Comunidades locales Aislamiento de los participantes


para evitar la justicia del
vencedor

El debido proceso La primacía de la verdad Primacía de las normas y los


procedimientos; el demandado
derechos

Establecer la culpabilidad Confesión; Comunidad Sentencia


Consenso
La carga de la prueba Testimonio/acusaciones Testimonio; investigación
Indemnización a las víctimas Depende de la naturaleza del Ninguno
delito
Judicatura Comunidad respetada miembros Independiente

Castigo Encarcelamiento; reinserción Encarcelamiento


Proceso Juicios; negociaciones Ensayos
Las objeciones y la conmoción registradas por los presos ante las cintas de Arusha se reflejaron en su apoyo al
proceso Gacaca como un proceso judicial apropiado y justo. El conocimiento y la aceptación de los tribunales
comunitarios se pone de manifiesto en el elevado y creciente número de confesiones entre los presos, que se
cuentan por decenas, y en la disposición a prestar testimonio y aportar pruebas contra otros sospechosos de
genocidio.27 Se reconoce que algunos de estos presos han optado por la confesión sobre la base de un análisis
personal de coste-beneficio por el que obtienen una reducción de sus condenas y pueden acusar a alguien con
quien guardan rencor. Sin embargo, dejando a un lado las intenciones personales de los sospechosos, las
confesiones siguen cumpliendo una función de la justicia reparadora que es el descubrimiento de la verdad por
encima del castigo.
Se espera que los tribunales Gacaca tengan un impacto comunitario cuando los ruandeses se conviertan en
participantes como juez y jurado de los sospechosos de genocidio. Se necesita un consenso entre los
participantes para declarar a alguien culpable o permitir su reintegración en la sociedad. A diferencia de los
condenados por el TPIR, lo más probable es que muchos de los acusados de los Gacaca sean
reintegrarse en la comunidad inmediatamente o en el plazo de varios años si el sistema de negociación de la
pena se utiliza ampliamente. Por lo tanto, es necesario que la comunidad tome la decisión sobre la
conveniencia de la integración de un individuo.
En cambio, los juzgados en el TPIR estuvieron aislados de la vida comunitaria en Ruanda durante el
genocidio. Muchos de los prisioneros detenidos en Ruanda vieron por primera vez en las Cintas de Arusha el
aspecto de los orquestadores y líderes del genocidio.28 Como el tribunal está aislado de Ruanda en cuanto a su
geografía e impacto, y sus acusados están igualmente distanciados por su antiguo estatus de élite en el
genocidio, la acusación de los líderes del genocidio en el TPIR tendrá muy poco efecto en la reconciliación
dentro de las comunidades ruandesas. En línea con el paradigma restaurativo, Gacaca se presenta como un
cambio de poder en la comunidad, una especie de "respuesta populista a un genocidio populista".29

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Hay otros beneficios que Gacaca aporta al proceso de reconciliación que lo diferencian de las normas de
justicia retributiva e internacional. Uno de estos beneficios es el reconocimiento de un grupo demográfico
específico, las mujeres, en el proceso de justicia y reconciliación. La demografía de la Ruanda posterior al
genocidio ilustra que las responsabilidades socioeconómicas de las mujeres aumentaron drásticamente. Como
cabezas de decenas de miles de hogares y productoras de hasta el 70% de la producción agrícola del país, son
responsables en su inmensa mayoría del sustento y la estabilidad de su comunidad.30
Las mujeres ruandesas tienen mucho que ver con el éxito de los tribunales Gacaca por varias razones. La
importancia de las mujeres y de los delitos cometidos contra ellas está reconocida en la Ley Orgánica, en la
que los delitos de violencia sexual entran en la categoría uno (la más grave) y serán juzgados en los tribunales
nacionales. Algunas mujeres asistirán a los juicios de sus maridos o familiares que han sido acusados y a los
que han llevado alimentos y provisiones mientras estaban en prisión. Otras quieren acusar a los juzgados de los
delitos cometidos contra ellas o sus familias y contar sus historias como testigos y víctimas. Además, algunas
mujeres recibirán indemnizaciones del gobierno o de los reinsertados si sus propiedades han sido destruidas o
los miembros de su familia han sido asesinados por los acusados.
Lo más importante es que las ruandesas buscan escuchar la confesión de los acusados y la admisión de su
culpabilidad. Como para la mayoría de los ruandeses la reconciliación representa un acto entre dos personas en
el que una confiesa y la otra perdona, la confesión es un primer paso necesario para la reintegración.31 Las
mujeres ruandesas deberán vivir en las mismas comunidades que quienes las agredieron o mataron a sus
familiares. Como jueces y testigos, las mujeres tendrán la responsabilidad de determinar el castigo o la
conveniencia de la reintegración del sospechoso. En resumen, la base comunitaria de Gacaca permite a las
mujeres participar en varios niveles, reconoce su papel en el proceso de reconciliación y lleva su identidad más
allá de la victimización.
Siguiendo el paradigma de la justicia restaurativa, las decisiones dictadas por los tribunales Gacaca asignarán
indemnizaciones a las víctimas. El gobierno ruandés creó en 2003 un fondo para los supervivientes del
genocidio que representa el 8% del presupuesto anual y ayuda a los supervivientes indigentes.32 La Ley
Orgánica prevé la conmutación de la mitad de las sentencias a través de Gacaca por servicios comunitarios.
Por lo tanto, los tribunales Gacaca ayudarán a completar el fondo de compensación con los bienes construidos
y los servicios prestados por los presos.33 Para ayudar aún más conciliación, el fondo de compensación espera
aliviar la carga de los hogares encabezados por mujeres y niños.
En resumen, las cortes Gacaca se adhieren al paradigma de la justicia restaurativa con mayor diligencia en los
elementos que la asemejan a su forma indígena. El énfasis en la reconciliación y la reintegración por encima
del castigo es evidente en los procedimientos de confesión y negociación de cargos estipulados por la Ley
Orgánica. Además, el abanico de participantes se amplía ampliamente en Gacaca para incluir a todos los
afectados por los delitos y también a los que se verán afectados por el regreso del sospechoso a la comunidad.
Estas características de la justicia restaurativa son también indicativas del propósito de Gacaca en su forma
tradicional.
Gacaca tiene un enorme potencial de reconciliación si se mantiene fiel a los principios de la justicia
reparadora.
LA JUSTICIA DE VICTOR: LA ETNOCRACIA TUTSI Y LA POLITIZACIÓN DE GACACA
Hay muchas esperanzas puestas en Gacaca por su potencial contribución a una sociedad ruandesa reconciliada
y reintegrada. Sin embargo, existen muchos elementos en los principios y prácticas de los juicios Gacaca que
los convierten en un lugar peligroso que aviva las tensiones étnicas. Los procesos de Gacaca están muy
politizados y los participantes racializados por suposiciones de culpabilidad basadas en la pertenencia a un
grupo étnico. La naturaleza de la Gacaca "modernizada" se aleja dramáticamente de su forma autóctona, ya
que representa un modelo de justicia impuesto por el Estado que amenaza los principios comunitarios de la
justicia reparadora. Los elementos modernizados de Gacaca sirven a los intereses de un gobierno que puede
caracterizarse como una etnocracia tutsi. El resultado final podría ser la imposición de una justicia del
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vencedor que está forjada con las tensiones étnicas de la Ruanda anterior al genocidio. Esta sección abordará
en primer lugar las numerosas críticas realizadas a Gacaca en cuanto a su proceso y legitimidad. El objetivo
principal de esta sección es explorar el vínculo de Gacaca con un Estado cada vez más "tutsificado" a través de
las nociones de justicia del vencedor e identidades étnicas.
La respuesta de la comunidad internacional: La crítica de los derechos humanos y el derecho
internacional:
Gran parte de las críticas dirigidas a Gacaca, expresadas principalmente por grupos de derechos humanos
internacionales y locales, se centran en las limitaciones prácticas de Gacaca. En concreto, estas críticas
apuntan a la incapacidad del gobierno y de la comunidad para salvaguardar las consecuencias de los juicios
comunitarios. Su crítica más fuerte surge de la falta de adhesión de la Ley Orgánica a los principios del
derecho penal internacional.34 Los artífices de Gacaca han tenido que responder a las críticas sobre las
violaciones de los derechos humanos, los problemas de capacidad y los procedimientos legales. El gobierno de
Ruanda ha señalado con sensatez que muchos de estos problemas son inevitables si Gacaca ha de cumplir su
propósito pragmático de juzgar a decenas de miles de presos.
Además, señalan con razón que son esos mismos principios de Gacaca, que no se adhieren a las normas del
derecho penal internacional, los que hacen posible la justicia y la reconciliación.
Una de las principales preocupaciones se centra en la falta de servicios disponibles para tratar el nivel de
trauma psicológico y social que los testigos o supervivientes experimentarán con los juicios.
Las tensiones podrían derivarse de los juicios que "reavivarán los recuerdos del genocidio y sus profundas
consecuencias y renovarán los sentimientos de pena, dolor, miedo, rabia, indignación y odio entre el pueblo de
Ruanda".35 Aunque muchos en Ruanda buscan la paz en sus comunidades, es innegable que existe un deseo
de venganza y retribución entre muchos de los que asistirán a la Gacaca juicios. Las organizaciones de
derechos humanos han advertido de las violaciones de las garantías procesales, la falta de formación de los
jueces y las incoherencias que se esperan con las sentencias tras los acuerdos de culpabilidad. Se cree que la
ausencia de estas salvaguardias aumenta la posibilidad de que la "justicia de los vigilantes" sea la otra cara de
la moneda del empoderamiento de la comunidad.36
Muchos de los que apoyan el proceso Gacaca han cuestionado la pertinencia del derecho penal internacional en
una sociedad posterior al genocidio en la que hay tantos perpetradores y víctimas. Peter Uvin ha identificado
muchas de las falsedades prácticas y teóricas de la aplicación de las normas jurídicas internacionales a los
tribunales Gacaca. Su primera respuesta es de carácter práctico: "las normas de derecho penal no fueron
diseñadas para hacer frente a los retos que se plantean cuando un número masivo de personas -víctimas y
autores de delitos- tienen que volver a vivir juntos, uno al lado del otro, en países extremadamente pobres y
divididos".37 Un corolario de esto, y lo que el gobierno ruandés argumenta también, es que el actual sistema
judicial nacional (tal como fue diseñado para adherirse a todas las normas del derecho internacional antes
mencionadas) ha fracasado tanto en lo que respecta a la defensa de los derechos civiles y políticos como a la
garantía del debido proceso. Como el gobierno ha repetido una y otra vez, procesar a los sospechosos de
genocidio a través del sistema judicial nacional es una violación de los derechos humanos en sí misma. El
número de presos no es comparable a la capacidad de los tribunales para ofrecer un asesoramiento adecuado y
juicios rápidos.
Por último, Uvin identifica la inadecuación cultural de las críticas del derecho internacional a los tribunales
Gacaca: "la práctica de Gacaca bien puede respetar las condiciones clave de un juicio justo y del debido
proceso, pero en una forma original y localmente apropiada, y no en la forma habitual al estilo occidental".38
Las nociones formalizadas de testigos, fiscales y acusados no eran relevantes para Gacaca en su forma
indígena. La interacción de argumentos y contraargumentos entre los miembros de la comunidad y el énfasis
en el consenso no se adhieren a la individualización de los roles en los procesos judiciales occidentales. Uvin
concluye con la importancia de la indigeneidad a la hora de evaluar la Gacaca "modernizada" y el importante
papel de la comunidad internacional a la hora de garantizar que se respete el "espíritu de la Gacaca".39
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La justicia de Víctor
Los peligros de la justicia del vencedor dependen en gran medida del contexto del conflicto y de la
composición de la sociedad postconflicto. En Ruanda, las dos partes del conflicto permanecen juntas en las
mismas comunidades después del genocidio. Los autores del genocidio son individualizados en el proceso
judicial y los procedimientos se extienden mucho más allá de los criminales de "élite". Los individuos que son
víctimas deben coexistir en el mismo espacio social y político con los que fueron perpetradores. Por lo tanto, la
tensión entre estos dos grupos se agudiza y localiza si las acciones punitivas se perciben como una justicia de
vencedores.
Los acontecimientos que precedieron al genocidio ruandés han sido caracterizados por el gobierno ruandés
como una "guerra civil" y también lo son los acontecimientos que le siguieron. Según el gobierno y la
comunidad internacional, es el FPR el que puso fin a la guerra civil, de la que el genocidio fue un componente,
y por tanto su reivindicación del poder político es legítima. Mahmood Mamdani señala que las consecuencias
de una victoria del FPR son que deben estar constantemente en guardia para proteger el botín de guerra, para
proteger su dominio del poder y asegurar su supervivencia: "el precio de la justicia del vencedor es una guerra
civil continua o un divorcio permanente".40 A pesar de la insistencia del gobierno en que las divisiones étnicas
son cosa del pasado, nada indica que las comunidades locales acepten esta política como algo más que una
ingenua retórica política.
La etnocracia tutsi
Desde que llegó al poder tras el genocidio bajo el liderazgo continuado de Paul Kagame, el FPR ha sido
caracterizado dentro y fuera de Ruanda como una etnocracia militarizada que propugna la supervivencia de los
tutsis por encima del bienestar de los hutus. Caracterizar al gobierno de esta manera va en contra de la
apariencia de que Ruanda ha democratizado con éxito sus instituciones políticas y está comprometida con la
idea de la "ruandesidad". El gobierno ruandés se ha adherido a los acuerdos de Arusha previos al genocidio,
que exigen una división equitativa del poder y la representación. De hecho, varios hutus han conservado
puestos clave en el gabinete, que está dividido equitativamente entre los grupos étnicos. Además, "las
cuestiones de buen gobierno y el desarrollo y la aplicación de controles y equilibrios han surgido como parte
de la política gubernamental".41 El gobierno está lo suficientemente seguro de su proceso de democratización
como para ofrecerse recientemente a que sus políticas sean revisadas por el Mecanismo Africano de Revisión
por Pares de la NEPAD, bajo los auspicios de la Unión Africana.42 Esta cuestión sigue siendo controvertida.
Aunque muchos alaban los progresos de Ruanda y la consideran una estrella entre los Estados en proceso de
democratización en África, tanto los académicos como los grupos de derechos humanos han defendido la
necesidad de establecer normas más estrictas.
A pesar de los significativos avances en el reparto de poder, se argumentará que el gobierno ha estado
enmascarando la creciente tutsificación de las instituciones estatales. Esta acusación ha sido articulada tanto
por académicos como por grupos de derechos humanos en relación con el proceso de democratización,
incluyendo elecciones defectuosas, restricciones a la sociedad civil y la militarización del Estado. La presencia
de hutus en puestos de poder es nominal. René Lemarchand escribió en 1997 que el "parlamento designado es
una hoja de parra... la administración pública, el poder judicial, la economía, las escuelas y la universidad están
bajo control tutsi".43
Muchos de los que citan la importancia de eliminar el etnismo en Ruanda también advierten que esta política
se ha utilizado como herramienta política para legitimar la autoridad tutsi. Filip Reyntjens argumenta en una
reciente publicación que el "discurso político opuesto al etnismo intenta ocultar el dominio de la sociedad por
parte de los autoproclamados representantes de la comunidad tutsi".44 Además, sostiene que la tutsificación
del Estado comenzó en 1996 y abarca a los jueces del Tribunal Supremo, los alcaldes, "los estudiantes y
profesores universitarios y casi toda la estructura de mando del ejército y los servicios de inteligencia".45
Como se mostrará en los próximos ejemplos, la tutsificación del Estado en Ruanda está muy avanzada y se
manifiesta en una serie de políticas que van desde la democratización hasta los programas sociales y la

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militarización. Cada una de estas áreas temáticas se tratará sucesivamente, basándose en ejemplos
controvertidos de políticas nacionales y regionales.
El poder y la supervivencia de los tutsis están inextricablemente unidos en la agenda política del gobierno.
Citando las quejas de los partidos hutus moderados opuestos al FPR, Mamdani afirma que "no sólo se están
tutsificando las estructuras de poder en Ruanda, sino que la organización civil -desde los medios de
comunicación hasta las organizaciones no gubernamentales- está siendo limpiada de cualquier presencia hutu
que no sea nominal".46 Identifica la ideología fundacional del gobierno como la "convicción de que el poder
tutsi es la condición previa para la supervivencia tutsi".47 Mark Drumbl cita ejemplos de límites a la sociedad
civil, influencia del Estado sobre los líderes eclesiásticos, resistencia a compartir el poder y una política
exterior agresiva como indicativos del "comportamiento autoritario del FPR".48 Sostiene que, como los tutsis
sólo pueden contar con el apoyo de los tutsis, la etnia sigue siendo un factor importante en Ruanda. Por ello,
advierte que "entre los factores más relacionados con la (re)aparición del genocidio se encuentra una "élite
gobernante cuya etnia es políticamente significativa pero no representativa de toda la población".49
La noción de que el poder tutsi condiciona la supervivencia de los tutsis ha sido ilustrada adecuadamente por
la eliminación de los partidos de oposición de base hutu y la expansión de la influencia tutsi en la política.
Como el vencedor militar tras el genocidio, el FPR fue el partido político dominante. Sin embargo, al principio
hubo un gran reparto de poder con el MDR (Mouvement democratique republicain) y dos grupos más
pequeños.50 Aunque después del genocidio hubo una gran paridad entre los puestos asignados al FPR y al
MDR, con el paso de los años el FPR se ha ido apropiando de más puestos.
Las recientes elecciones han puesto de manifiesto los peligros asociados a las transiciones a la democracia en
una sociedad postgenocida. Muchos ven improbable la continuidad de la estabilidad, ya que se han prohibido
los partidos de la oposición, se está reforzando el control de los dirigentes y siguen existiendo restricciones
para las organizaciones partidistas y civiles.
Según los Acuerdos de Arusha, las elecciones debían celebrarse al cabo de cinco años, en 1999. El gobierno
ruandés retrasó esa fecha cuatro años, hasta 2003, en aras de la "unidad". La comunidad internacional ha
presionado poco para que la democratización sea una parte importante del programa de desarrollo. Según Peter
Uvin, el concepto de democracia y de elecciones multipartidistas en una sociedad postgenocida puede ser poco
realista e inapropiado si se intenta demasiado pronto, por lo que se ha cambiado la democracia por la
estabilidad.51
En un intento de forjar la unidad bajo el programa del FPR, el gobierno ruandés ha ampliado su retórica a un
contexto social y educativo. El gobierno ruandés y su Comité de Unidad Nacional y Reconciliación han
organizado lo que se conoce impopularmente como "campamentos de solidaridad", ahora conocidos por su
nombre kinyarwandés ingando. Estos campamentos pretenden ayudar en el proceso de reintegración de los
refugiados y de los liberados de la cárcel (que fueron encarcelados tras el genocidio), educar a los jóvenes e
impartir formación militar. Aunque se ha informado poco sobre estos campamentos, se han caracterizado
como una combinación negativa de militarización y propaganda política unilateral a favor del FPR. Human
Rights Watch ha informado de que los "campamentos estaban destinados a promover ideas de nacionalismo, a
borrar las lecciones con carga étnica impartidas por el gobierno anterior y a estimular la lealtad al FPR".52
La correlación entre el poder y la supervivencia de los tutsis también ha quedado patente en la militarización
del Estado, ya que "incluso la mirada más superficial al modelo de reconstrucción de Ruanda no puede dejar
de advertir los rasgos característicos de una etnocracia militar".53 Elizabeth Sidiropoulos sostiene que "a pesar
de la fuerte tendencia a la democratización y la apertura en los asuntos civiles, el estamento militar sigue
considerándose fundamental para la supervivencia y la protección del Estado y no está sujeto a los mismos
niveles de responsabilidad".54 Sin embargo, la militarización del FPR ha servido a los intereses de la
etnocracia tutsi al justificar la eliminación de los hutus en nombre de la unidad. Es ampliamente reconocido
que el gobierno de Kagame ha estado apoyando a las milicias en la RDC con el pretexto de capturar a los hutus
que supuestamente están propagando represalias violentas contra los tutsis en la RDC y en Ruanda. Sin
embargo, su justificación militar es incoherente con la retórica política interna de la unidad a través de una
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"ruandesidad" ciega a la etnia. Las justificaciones del FPR revelan "hasta qué punto sus nociones de obligación
política y comunidad política son étnicas, transnacionales y diaspóricas". ¿Puede el FPR actuar a la vez como
protector de todos los tutsis del mundo y como gobierno nacional del pueblo ruandés?"55
Gacaca y la recontextualización de la identidad
Uno de los peligros que una etnocracia tutsi supone para el éxito de Gacaca es que asigna la culpa colectiva a
los hutus. La identidad en la Ruanda posterior al genocidio no está tan dicotomizada étnicamente como antes
del mismo. Las identidades se han recontextualizado para ajustarse a la agenda de unidad y reconciliación que
intenta quitarle importancia a la etnicidad. Sin embargo, el resultado ha sido que las identidades ruandesas,
vinculadas a su papel participativo en el genocidio, siguen estando relacionadas con etnicidad. La identidad
puede recontextualizarse en la Ruanda posterior al genocidio de forma que se divide a la población en
categorías de víctimas, vencedores, supervivientes y autores.56 Sin embargo, estas categorizaciones pueden no
ser mutuamente excluyentes. A pesar del programa del gobierno de forjar una identidad política única de los
ruandeses, la identidad de los participantes en el proceso de justicia despliega un peligroso vínculo con la
etnia.
Según Mamdani, las víctimas se refieren tanto a los tutsis como a los hutus que fueron objeto del genocidio.
Sin embargo, las víctimas vivas se refieren casi exclusivamente a los "supervivientes del genocidio tutsi" y a
los "refugiados de casos antiguos", que eran principalmente tutsis que habían huido tras la revolución hutu de
1959. El término superviviente se refiere a todos los tutsis que permanecieron en el país durante el genocidio y
sobrevivido. Se supone que todos los hutus que se opusieron al régimen de Habyarimana fueron asesinados
antes y, por tanto, los hutus que estaban en Ruanda durante el genocidio y no fueron asesinados nunca fueron
un objetivo. Un corolario de la identificación de víctimas y supervivientes es la necesidad de identificar a
algunos como autores: El peligro es que todos los hutus sean considerados autores, ya que su supervivencia al
genocidio parece suponer su participación o complicidad.
Identificar a los vencedores del genocidio requiere situar la historia de Ruanda en el contexto de la guerra civil,
en la que los vencedores son sin duda el FPR. Aunque el gobierno ruandés niega la distinción continua de los
ruandeses como hutus o tutsis, su uso de los procesos judiciales nacionales y locales para etiquetar a los
participantes como supervivientes y autores consolida aún más sus identidades étnicas. La Ley Orgánica y su
división del trabajo entre el sistema judicial nacional y Gacaca pretenden promover la reconciliación a través
de una justicia de supervivientes. Así, los supervivientes son, por su identidad tutsi, también los vencedores.
Esto, combinado con la Ley Orgánica impuesta por el Estado, hace que la justicia ruandesa no sea más que la
justicia de los vencedores y asocia estrechamente la justicia con el poder tutsi. Mamdani presenta el dilema al
que debe responder el proceso de Gacaca y a partir del cual la comunidad internacional debe determinar su
nivel de apoyo: "la forma de la justicia fluye de la forma del poder. Si la justicia del vencedor requiere el poder
del vencedor, entonces ¿no es la justicia del vencedor simplemente una venganza disfrazada de justicia?"57
Para que Gacaca supere estas caracterizaciones limitadas y con carga étnica, la noción de superviviente y de
autor debe incluir tanto a hutus como a tutsis. Además, la idea de que la supervivencia de los hutus durante el
genocidio dependió únicamente de su participación o complicidad sirve para generalizar la culpa entre los
hutus y explica su caracterización como perpetradores.
Las caracterizaciones de que sólo los tutsis pueden ser supervivientes y sólo los hutus pueden ser autores
ignoran muchas de las circunstancias individuales específicas del genocidio. Muchos hutus sobrevivieron, no
porque estuvieran de acuerdo con los extremistas, sino porque optaron por esconderse, o simplemente por no
denunciar públicamente los crímenes. Además, muchos hutus fueron objeto de ataques y sobrevivieron, como
los que fueron confundidos con tutsis, los que sobrevivieron a sus heridas y las mujeres que sufrieron violencia
sexual.
Esta crítica a las identidades étnicas atribuidas a los participantes en Gacaca también habla de la importancia
de individualizar las circunstancias que rodean los crímenes cometidos. Uno de los componentes de la
reconstrucción de una nueva narrativa sobre el genocidio es el intento de individualizar la violencia masiva. Si
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bien esto resulta útil para evaluar las motivaciones e incentivos individuales para cometer los crímenes, el acto
real de cometer el crimen es mucho más difícil de individualizar. Una de las ventajas que se atribuyen a
Gacaca es que sus juicios persiguen a individuos y diferencian a los miembros de un grupo, con lo que se
individualiza la responsabilidad. Esto disuade al miembro acusador de exigir una venganza indiferenciada a los
individuos hutus en función de su pertenencia étnica.58 Sin embargo, los actos criminales de los autores del
genocidio en Ruanda se diferencian de los casos de homicidio convencionales en que la individualización de la
culpabilidad es muy difícil. Hay circunstancias en las que una familia fue asesinada por un grupo de la milicia,
cada uno de los cuales puede haber contribuido de una manera u otra a la muerte de un individuo. Esta
necesidad de consenso en Gacaca y la dificultad de individualizar la responsabilidad afianzarán aún más la
identidad étnica de los autores como hutus y de las víctimas/supervivientes como tutsis.
El programa del Gobierno de Ruanda de reducir la identidad a la de "ruandés" sólo ha tenido éxito en la esfera
pública de la retórica gubernamental y la burocracia. Las condiciones sociales de la Ruanda posterior al
genocidio siguen construyéndose en términos de identidad étnica y su relegación a la esfera privada las hace
más destructivas. Como declaró una mujer hutu: "Si se prohíben estos términos, adoptan una forma diferente
que es aún más exclusiva".
Los ruandeses se preguntan ahora "¿es uno de los nuestros?".59 Tras la esperada liberación de muchos presos
en la comunidad como resultado de sus confesiones en los juicios previos de Gacaca, no sería razonable
esperar una repentina reconstrucción social de la identidad étnica que ya no se ciña a la exclusividad de tutsis y
hutus. El programa del gobierno de eliminar la etnicidad es una falacia en la sociedad ruandesa.
Esta falacia se verá exacerbada por el enjuiciamiento de los sospechosos de genocidio en función de su
pertenencia a un grupo y por la liberación de dichos sospechosos en la comunidad.
Gacaca y las violaciones de la justicia reparadora
El control de los procesos de justicia por parte del gobierno también es evidente en la naturaleza descendente e
impuesta por el Estado del proceso Gacaca. Muchas críticas a Gacaca en cuanto a su relación con el Estado
apuntan a una historia de acción comunal bajo coacción estatal. Bajo el rey tutsi precolonial, existía una forma
de trabajo comunal regular llamada umuganda. Los colonizadores belgas y el régimen poscolonial de
Habyarimana explotaron esta práctica para reclutar trabajadores forzados para proyectos de obras públicas.60
Gacaca presenta un tono similar en su llamamiento a la justicia y la reconciliación, que hace recaer en cada
ruandés la responsabilidad de llevar a los autores ante la justicia y de participar en la sociedad posterior al
genocidio. La retórica de Kagame en el preámbulo de
La ley Gacaca "desprende un fuerte tufillo a justicia de mando al declarar que "el deber de declarar es una
obligación moral, sin que nadie tenga derecho a librarse de ella por el motivo que sea"".61 Hay una ironía en la
relación entre la participación populista y la participación popular impuesta por el Estado.
La justicia de Victor es más claramente problemática y volátil en la decisión del gobierno de no permitir que
los crímenes cometidos por el Ejército Patriótico Ruandés (EPR), el brazo militar del FPR durante el
genocidio, sean juzgados en Gacaca. Aunque el genocidio tuvo como objetivo a los tutsis, los refugiados tutsis
y el FPR cometieron amplios crímenes de guerra antes del genocidio que también los sitúan como autores de la
violencia. Antes de la firma de los Acuerdos de Arusha para poner fin a las hostilidades entre el FPR y las
fuerzas gubernamentales ruandesas, el FPR había expulsado por la fuerza a los hutus y había cometido
violaciones equivalentes a crímenes de guerra. Según Human Rights Watch, destruyeron propiedades,
reclutaron niños soldados contra su voluntad y desplazaron a miles de personas para crear zonas de fuego
libre.62 Además, se produjeron violaciones masivas de los derechos humanos, también equivalentes a
crímenes de guerra, con el eventual avance del FPR y su deseo de eliminar a los hutus de las posiciones de
poder social y político.63 El Informe Gersony, que iba a ser publicado por el ACNUR (pero que el Secretario
General de la ONU impidió por simpatía hacia el gobierno recién formado bajo el control del FPR) afirmaba
que el FPR "organizó masacres de decenas de miles de civiles a medida que sus soldados avanzaban en
Ruanda" con un número de muertos estimado entre 25.000 y 45.000 entre abril y agosto de 1994.64
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Kagame ha insistido en que cualquier violación de los derechos humanos cometida por los soldados del RPF
fue un caso aislado. Desestima cualquier acusación de masacres del RPF como intentos descarados de
equiparar ese comportamiento con el genocidio".65 Algunos soldados individuales del ejército del RPF han
sido juzgados y condenados en los tribunales nacionales de Ruanda. Sin embargo, estos siguen siendo
sacrificios simbólicos en comparación con las violaciones generalizadas que se han denunciado. Kagame sigue
insistiendo en que estos crímenes se juzgarán en tribunales militares ordinarios y que la prioridad del Gobierno
es ocuparse en primer lugar de los casos de genocidio. Además, un informe de African Rights sobre Gacaca
apoya la distinción entre los crímenes de genocidio y las violaciones de los derechos humanos cometidas por el
RPF. Afirma que la "confusión y la tensión" sobre las razones por las que los crímenes del FPR no serían
procesados por Gacaca "refleja la falta de conciencia pública y de aceptación de los aspectos distintivos del
genocidio..."66
La decisión de no procesar los crímenes del FPR en Gacaca pone de manifiesto dos cuestiones controvertidas
en relación con el discurso impuesto por el gobierno sobre el genocidio y la finalidad de los tribunales. La
primera cuestión es la naturaleza de la guerra en la que las muertes infligidas por el RPA son asumidas por el
gobierno para ser el resultado de una guerra civil y no del genocidio. En segundo lugar, se supone que los
participantes, el FPR, son militares que merecen un tribunal militar y no milicianos genocidas cuya justicia
queda en manos de un tribunal comunitario. Sin embargo, la Ley Orgánica estipula una jurisdicción sobre los
crímenes cometidos entre octubre de 1990 y diciembre de 1994, incluyendo tanto la guerra civil como el
genocidio.
El gobierno no distingue entre los asesinatos del APR como resultado de la guerra civil anterior a 1994 y los
asesinatos por venganza durante e inmediatamente después del genocidio. Además, existe una considerable
sospecha de que muchos hutus fueron eliminados por el APR como "exterminio planificado de opositores
políticos" y, como tal, pueden considerarse actos de genocidio.67 Como el FPR es el partido en el poder, sus
fuerzas armadas se consideran personal militar con carácter retroactivo, mientras que las fuerzas armadas y la
milicia de los regímenes de Habyarimana se consideran genocidas. Esto fomenta la noción de justicia del
vencedor, ya que los miembros del FPR, como tutsis, no serán juzgados por las acusaciones de las
comunidades principalmente hutus. Además, revela la verdad de que la opinión de uno sobre la justicia
depende de su opinión sobre el genocidio. Kagame defiende que el genocidio fue un crimen del Estado
anterior, mientras que los asesinatos del FPR fueron crímenes individualizados por exceso.68
Estas distinciones en la retórica del gobierno de Kagame ponen de manifiesto la armonización impuesta entre
la etnia y los participantes en la justicia, y vuelven a poner de relieve que lo que impulsa la justicia es la misma
politización de la etnia que impulsó el genocidio. Si los perpetradores son representados como "hutus" y no
como viudas, huérfanos o supervivientes, y los supervivientes son representados sólo como "tutsis" y no como
acusados o perpetradores, Gacaca ofrece muy pocas esperanzas de reconciliación. Como proceso judicial
impuesto por el Estado, Gacaca se adhiere a la agenda de la etnocracia tutsi y, como tal, se convierte en una
forma de justicia del vencedor que viola la indigeneidad de Gacaca y garantiza que el FPR sea el último
beneficiario de la impunidad.
CONCLUSIÓN: LECCIONES DE LA RECONCILIACIÓN EN RUANDA
Este documento ha presentado la dinámica de justicia y reconciliación de Ruanda como reflejo tanto de una
agenda política dirigida por el Estado como de la necesidad de reconciliación en las comunidades locales. La
sección introductoria y la segunda describen la enormidad de la tarea de la justicia y las opciones de dos
modelos de justicia diferentes.
Mientras que Ruanda sigue un modelo retributivo a nivel nacional e internacional, cuenta con el modelo
restaurativo de Gacaca a nivel local. La tercera sección presentó la relación entre Gacaca y los beneficios de la
justicia restaurativa en una sociedad en la que coexisten víctimas y opresores en las mismas comunidades. Se
argumentó que cuanto más estrictamente Gacaca se adhirió a sus orígenes indígenas y a su naturaleza
restaurativa, más fomentará la reconciliación.

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Sin embargo, el rompecabezas de Gacaca se complica por su caracterización como justicia restaurativa y
justicia del vencedor. Este rompecabezas se resolvió en la sección cuatro articulando las intenciones políticas
de los responsables de reinventar y orquestar Gacaca. La percepción de que se hará justicia depende de la
política del Estado que resucitó esta tradición. Si los sospechosos tienen la sensación de ser juzgados como
hutus por tutsis, la caracterización de la justicia del vencedor es adecuada. Si las víctimas y los participantes en
el juicio sienten que no se hace justicia con la liberación y la reintegración de los acusados, entonces no habrá
la reconciliación. Para que Gacaca cumpla sus objetivos, sus arquitectos deben ser percibidos como neutrales y
no vengativos.
Tanto si los sospechosos de genocidio se reintegran como si permanecen en prisión, cabe preguntarse si la
justicia es un componente necesario o sólo significativo para la reconciliación. La violencia genocida en
Ruanda se atribuyó en parte a la cultura de la impunidad que se ha convertido en parte de la retórica de la
justicia. Sin embargo, las diferentes nociones de lo que implica la justicia, ya sea punitiva, de decir la verdad o
de reintegración, significa que siempre habrá quien perciba un cierto nivel de impunidad. En el contexto
ruandés, el peligro radica en que la impunidad se asocie a una determinada etnia/grupo. La cuestión que queda
por resolver es si es más seguro que la impunidad recaiga sobre los que tienen el poder o sobre los que están
subordinados a él.
La lección más importante del proceso de reconciliación de Ruanda es que el camino de la justicia a la
reconciliación no es necesariamente lineal. En realidad, este camino está condicionado por dos factores
importantes: la relación entre víctimas y agresores, así como la forma de poder de la que emana la justicia. En
el caso de Ruanda, estos factores nos hacen dudar de la capacidad de cualquier tipo de justicia para contribuir a
la reconciliación. Sin embargo, para no terminar con una nota de pesimismo, hay lecciones que aprender tanto
de los avances como de los errores de los tipos de justicia retributiva/restaurativa. En primer lugar, la
comunidad internacional debería fomentar la existencia de formas alternativas y locales de justicia en
cooperación, no en competencia, con los procesos retributivos internacionales. En segundo lugar, las formas
locales de justicia no deben someterse a normas de derecho penal culturalmente inapropiadas y debe respetarse
su indigenismo. En tercer lugar, hay que tener cuidado con la relación entre justicia y poder. La retórica que
sitúa la "unidad" y la "seguridad" por encima de todo puede enmascarar divisiones dentro de la sociedad que
amenazan con un resurgimiento de la violencia. Por último, debemos descartar la idea de que la reconciliación
sólo puede producirse si va precedida de una justicia punitiva. Lo que hemos aprendido de Ruanda es que la
reconciliación tiene muchos significados con consecuencias tanto individuales como colectivas. Mitigar la
impunidad debe ser una garantía para el futuro y no una forma de vengar el pasado.

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