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A Juan Ramón Jiménez

¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza


Para empezar, valiente, la divina pelea?
¿Has visto si resiste el metal de tu idea
La furia del mandoble y el peso de la maza?

¿Te sientes con la sangre de la celeste raza


Qué vida con los números pitagóricos crea?
¿Y, cómo el fuerte Heracles al león de Nemea,
A los sangrientos tigres del mal darías caza?

¿Te enternece el azul de una noche tranquila?


¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila
Cuando el Ángelus dice el alma de la tarde?

¿Tu corazón las voces ocultas interpreta?


Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta.
La belleza te cubra de luz y Dios te guarde.

Autor: Rubén Darío.


La Saeta

¿Quién me presta una escalera,


Para subir al madero
Para quitarle los clavos
A Jesús el Nazareno?
Saeta popular

¡Oh la saeta, el cantar


Al Cristo de los gitanos,
Siempre con sangre en las manos
Siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz
Que todas las primaveras
Anda pidiendo escaleras
Para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
Que echa flores
Al Jesús de la agonía,
Y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
A ese Jesús del madero,
Sino al que anduvo en el mar!
Autor: Antonio Machado.

La copa envenenada

¡Des que toqué, señora, vuestra mano


Blanca y desnuda en la brillante fiesta,
En el fiel corazón intento en vano
Los ecos apagar de aquella orquesta!

Del vals asolador la nota impura


Que en sus brazos de llama suspendidos
Rauda os llevaba -al corazón sin cura,
Repítanla amorosos mis oídos.

Y cuanto acorde vago y murmurio


Ofrece al alma audaz la tierra bella,
Fíngelos el espíritu sombrío-
Tenue cambiante de la nota aquella.

¡Óigala sin cesar! Al brillo, ciego,


En mi torno la miro vigorosa
Mover con lento son alas de fuego
Y mi frente a ceñir tenderse ansiosa.

¡Oh! mi trémula mano bien sabría


Al aire hurtar la alada nota hirviente
Y, con arte de dulce hechicería,
Colgando adelfas a la copa ardiente,

En mis sedientos brazos desmayada


Daros, señora, matador perfume:
Mas yo apuro la copa envenenada
Y en mí acaba el amor que me consume.
Autor: José Martí

La cuna
Carpintero, carpintero,
haz la cuna de mi infante.
Corta, corta los maderos,
que yo espero palpitante.

Carpintero, carpintero,
baja el pino del repecho,
y lo cortas en la rama
que es tan suave cual mi pecho.

Carpintero ennegrecido,
fuiste, fuiste criatura.
Al recuerdo de tu madre,
labras cunas con dulzura.

Carpintero, carpintero,
mientras yo a mi niño arrullo,
que se duerma en esta noche
sonriendo el hijo tuyo...
Autor: Gabriela Mistral.

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