Está en la página 1de 2

La doctrina del templo

El templo es, en verdad, un lugar donde ustedes “están en el mundo pero no son
del mundo”. Cuando se encuentren preocupados, enfrentando decisiones
cruciales que sean una carga pesada en su mente y en su alma, pueden llevar sus
inquietudes al templo y recibir allí guía espiritual.

Es preciso que tengamos un testimonio y un sentimiento de reverencia hacia el


templo por ser la Casa del Señor. A fin de preservar su santidad y de invitar al
Espíritu para que bendiga a los que vayan a efectuar ordenanzas y convenios en
sus santos recintos, se nos enseña que ninguna cosa impura debe entrar en el
templo. Allí, la reverencia es un elemento vital para que el Espíritu resida en él a
toda hora de todos los días.

En todas las dispensaciones a lo largo de la historia, el Señor ha mandado a los


profetas que se construyera un templo a fin de que Su pueblo recibiera las
ordenanzas que en él se realizan. Moisés y los israelitas tuvieron la bendición de
un templo portátil, el tabernáculo, donde se llevaba a cabo la sagrada obra de las
ordenanzas de la ley de Moisés y donde, de cuando en cuando, el Señor aparecía
para conversar con él. El rey Salomón edificó en Jerusalén un hermoso templo
que después fue destruido. Y luego, durante el ministerio de Cristo, se construyó
otro en esa misma ciudad.

Por el Libro de Mormón, sabemos que Nefi construyó un templo “según el modelo
del templo de Salomón” (2 Nefi 5:16); y otros profetas nefitas, entre ellos Jacob y
el rey Benjamín, enseñaron al pueblo en el templo (véase Jacob 1:17; Mosíah
1:18).

Es significativo el hecho de que, cuando el Señor Jesucristo resucitado visitó a los


nefitas en el año 34 d. de C., apareció ante ellos en el templo (véase 3 Nefi 11:1–
11).

El profeta José Smith enseñó lo siguiente: “La Iglesia no está organizada por
completo según el orden preciso, ni podrá estarlo, sino hasta que se termine el
templo, donde se proveerán lugares para administrar las ordenanzas del
sacerdocio”1.

El Templo de Kirtland fue el primero en estos últimos días, y tuvo una función
fundamental en la restauración de las llaves del sacerdocio. Como resultado de
una oración, el 3 de abril de 1836, José Smith recibió la visita de Jesús en ese
templo (véase D. y C. 110). El Salvador apareció en Su gloria y aceptó el Templo
de Kirtland como Su casa. En la misma ocasión, Moisés, Elías y Elías el profeta
también aparecieron a fin de entregar las llaves del sacerdocio que cada uno de
ellos poseía; Elías el profeta restauró las del poder sellador, tal como lo había
prometido Malaquías, a fin de que podamos disfrutar la plenitud de las bendiciones
del templo.
Las ordenanzas del templo
El propósito principal del templo es proporcionar las ordenanzas indispensables
para nuestra exaltación en el reino celestial; esas ordenanzas nos guían hacia
nuestro Salvador y nos conceden las bendiciones que nos llegan por medio de la
expiación de Jesucristo.

Ordenanza sumamente importante es la de sellarse para la eternidad en el


matrimonio celestial. Ese convenio del matrimonio permite que los hijos sean
sellados a sus padres y que los que nacen en el convenio formen parte de una
familia eterna.

En Doctrina y Convenios se nos enseña: “…lo que sellares en la tierra será sellado
en los cielos; y lo que atares en la tierra, en mi nombre y por mi palabra, dice el
Señor, será eternamente atado en los cielos” (D. y C. 132:46).

Las bendiciones del templo


El templo es un edificio sagrado, un lugar santo, donde se llevan a cabo
ceremonias y ordenanzas salvadoras esenciales con el fin de prepararnos para la
exaltación. Es importante que tengamos un conocimiento seguro de que la
preparación para entrar en la santa casa y la participación en tales ceremonias y
convenios se encuentran entre los acontecimientos más importantes que
experimentaremos en nuestra vida terrenal.

También podría gustarte