GLOBALIZACIÓN, TOMANDO EN CUENTA EL MATERIAL QUE SE LES ESTA ENVIANDO.
EL TRABAJO DEBE SER REALIZADO A COMPUTADORA DE FORMA
INDIVIDUAL.
TOME EN CUENTA LA CARATULA, ORTOGRAFIA Y SINTAXIS EN
TODA LA EXTENSIÓN DEL TRABAJO.
FECHA DE ENTREGA: A DEFINIR CON EL CURSO.
LA GLOBALIZACIÓN
Globalización, concepto que pretende describir la realidad
inmediata como una sociedad planetaria, más allá de fronteras, barreras arancelarias (véase Aranceles), diferencias étnicas, credos religiosos, ideologías políticas y condiciones socio-económicas o culturales. Surge como consecuencia de la internacionalización cada vez más acentuada de los procesos económicos, los conflictos sociales y los fenómenos político-culturales. En sus inicios, el concepto de globalización se ha venido utilizando para describir los cambios en las economías nacionales, cada vez más integradas en sistemas sociales abiertos e interdependientes, sujetas a los efectos de la libertad de los mercados, las fluctuaciones monetarias y los movimientos especulativos de capital. Los ámbitos de la realidad en los que mejor se refleja la globalización son la economía, la innovación tecnológica y el ocio. La caída del Muro de Berlín y la desaparición del bloque comunista ha impuesto una acusada mundialización de nuevas ideologías, planteamientos políticos de "tercera vía", apuestas por la superación de los antagonismos tradicionales, como "izquierda-derecha", e incluso un claro deseo de internacionalización de la justicia. En todos los países crece un movimiento en favor de la creación de un tribunal internacional, validado para juzgar los delitos contra los derechos humanos, como el genocidio, el terrorismo y la persecución política, religiosa, étnica o social. EN LA HISTORIA El término "globalización" designa la creciente interconexión de naciones y pueblos que se ha venido produciendo en todo el mundo a través del comercio, las inversiones, los viajes, la cultura popular u otras formas de interacción. Muchos historiadores han calificado la globalización como un fenómeno del siglo XX que está asociado al crecimiento de la economía internacional bajo el dominio de Occidente. Sin embargo, la amplia interacción entre pueblos remotos y los viajes a través de largas distancias por diferentes regiones del mundo ya habían existido durante muchos siglos en el pasado. En el siglo XI, las semillas de la globalización ya habían echado raíces en el hemisferio oriental, especialmente en las tierras que bordeaban el océano Índico y el mar de la China meridional. En aquella época estas eran las regiones más dinámicas y con mayor interacción del mundo. Para entender cómo la globalización echó por primera vez sus raíces entre los siglos XI y XVI es necesario centrar la atención en los contactos mantenidos entre pueblos distantes de Asia, especialmente en los contactos derivados del comercio de larga distancia. El comercio interregional ha sido siempre un factor importante en la historia mundial porque fomenta otras formas de intercambio, incluida la difusión de religiones, culturas y tecnologías. Durante muchos siglos el ejemplo más sobresaliente de interacción por tierra fue la Ruta de la Seda a través de Asia central, aunque también floreció el comercio marítimo que convirtió al océano Índico en el núcleo de la red comercial marítima más amplia del mundo preindustrial. Los comerciantes islámicos dominaban esta red, a través de la cual difundían al máximo su religión. La expansión islámica dio lugar a una inmensa región cultural que se extendía por todo el hemisferio oriental. Puertos comerciales tales como Malaca, en la península homónima, se convirtieron en activos centros globalizados de comercio y cultura internacional. Los navíos chinos seguirían más tarde esta red comercial para llevar a cabo las mayores exploraciones oceánicas de la historia mundial hasta ese momento. Estas exploraciones confirmaron el papel crucial de este comercio marítimo afro-eurasiático y el dinamismo de algunas civilizaciones asiáticas. Los intercambios a través de Asia en aquella época, incluida la expansión del islam, fueron suficientemente significativos como para que podamos hablar de una globalización de la economía y de la cultura. COMERCIO Y CONTACTO INTERREGIONAL Una característica de la globalización de la edad moderna ha sido la expansión del comercio entre países de todo el mundo. Sin embargo, las raíces de este fenómeno se retrotraen mucho tiempo atrás en la historia. Las rutas comerciales de larga distancia sobrepasaron los sistemas de transporte desarrollados debido a la necesidad de mover recursos por tierra y por mar. A su vez, el comercio y la expansión produjeron un mayor contacto entre diferentes civilizaciones y sociedades, contacto que permitió la expansión de la influencia india, incluida la del budismo, por rutas comerciales terrestres y marítimas hasta Asia Central, Tíbet, China, Japón y el Sureste asiático entre el 200 a.C. y 1500 d.C. Entre aproximadamente el 200 a.C. y 1000 d.C. el ejemplo más significativo de interacción y comercio de larga distancia fue la Ruta de la Seda, que discurría a lo largo del centro y el suroeste asiático, uniendo China a la India, Asia occidental y el Mediterráneo. A lo largo de la Ruta de la Seda, productos, personas e ideas viajaban miles de millas entre China, la India y Europa. Productos como la seda, la porcelana o el bambú procedentes de China eran transportados hacia occidente a través de desiertos, montañas y praderas hasta Bagdad y los puertos del este del Mediterráneo para, a continuación, ser embarcados hacia Roma. El sistema marítimo establecido en el océano Índico cobró mayor importancia entre 1000 y 1500, sobrepasando incluso en importancia al comercio terrestre. Las rutas oceánicas entre el Sureste asiático y Oriente Próximo sufrieron una considerable expansión. Comerciantes de Arabia, Persia y la India visitaban la costa oriental africana y muchos asiáticos y africanos gozaron de un largo periodo de intercambio comercial marítimo muy lucrativo y relativamente libre. LA RUTA DE LA SEDA Y EL IMPERIO Entre 1250 y 1350 los mongoles establecieron y controlaron el mayor imperio terrestre de la historia mundial que se extendía desde Corea hasta Viena, situando un inmenso bloque de la población mundial bajo su control. Los mongoles conquistaron brutalmente Siberia, Tíbet, Corea, Rusia, gran parte de Europa oriental, Afganistán, Persia, Turquía y algunas zonas de la civilización árabe en Oriente Próximo. Los europeos occidentales se encontraban demasiado lejos y subdesarrollados como para que valiese la pena su conquista y, por lo tanto, no llegaron a sufrir los saqueos experimentados por otros pueblos. En 1279 China, un adversario más importante y un premio más tentador que Europa occidental, fue incorporada a los dominios gobernados por los mongoles. No debe subestimarse la importancia de la era mongol en la historia mundial o su papel en el establecimiento de una forma inicial de globalización. En el siglo XX la globalización permitió a la tecnología occidental llegar a otras partes del mundo. Algunos historiadores consideran a los mongoles como los grandes compensadores de la historia porque durante su gobierno permitieron la transferencia de tecnología desde Asia oriental, más desarrollada, hacia Europa occidental, más atrasada, y lo consiguieron reabriendo y protegiendo la Ruta de la Seda, aunque sólo fuera por un breve periodo de tiempo. Durante la era mongol llegaron a Europa invenciones chinas tales como la pólvora, la imprenta, el horno de fundición, la maquinaria para la elaboración de la seda, el papel moneda o el juego de cartas, así como múltiples descubrimientos médicos o frutas cultivadas como la naranja o el limón. Los mongoles prepararon el camino para una mayor comunicación global, abriendo las puertas de China al mundo. Actualmente el mundo globalizado se caracteriza por una fuga de talentos desde diferentes continentes hacia Europa y Norteamérica. En el siglo XIV el mundo ya había presenciado el mismo fenómeno, aunque en este caso el flujo era en sentido contrario, de Occidente hacia Oriente. En China la administración mongol estaba basada en la admisión de un gran número de extranjeros que llegaban para servir en lo que realmente era un servicio civil internacional. Entre los extranjeros se encontraban gran número de musulmanes de Asia central y occidental así como algunos europeos que se sentían atraídos por la mítica Catay. Una de ellos fue el viajero y escritor italiano Marco Polo, quien afirmaba haber pasado 17 años en China, la mayor parte sirviendo al gobierno. Marco Polo volvió a su país para relatar a los incrédulos europeos los milagros que había visto o que había oído de boca de otros viajeros. Los relatos de Marco Polo parecían increíbles porque en aquel tiempo China se encontraba en muchos aspectos muy por delante de otras civilizaciones eurasiáticas. El imperio mongol fue uno de los principales imperios terrestres de la historia. Pero a pesar del éxito de la civilización mongol durante el siglo XIII, su imperio tendría una duración breve. A diferencia de otros imperios, los mongoles nunca se aprovecharon del comercio marítimo que florecía en aquel tiempo. LA GLOBALIZACIÓN DEL CAPITAL En el último tercio de siglo, se han desarrollado en la economía y la política mundial un conjunto de fenómenos que han cambiado notablemente el carácter de nuestras sociedades. Este conjunto de grandes transformaciones abarcan: 1) una revolución tecnológica, basada en el desarrollo de redes informáticas y tecnologías de la información, que ha determinado el surgimiento de nuevas ramas de producción y nuevas mercancías que se agrupan en la llamada «nueva economía». Las nuevas tecnologías (informática, microelectrónica, telecomunicaciones, robótica, etc) han penetrado en todas las esferas de la actividad económica y sus aplicaciones en diferentes campos como la investigación, las ciencias, las comunicaciones de masas, la salud, por nombrar algunos, han transformado la base técnica y cultural de nuestra existencia creando sectores de producción nuevos, productos y mercancías que antes no existían, como por ejemplo, la información. Se ha formado una sociedad de la información global, cuyo máximo exponente es Internet, que a su vez es un negocio. En esta «nueva economía» donde se compra y se vende desde portales de Internet hasta teléfonos móviles se registra una inflación de los valores. Por ejemplo, en 1998 el valor de las acciones de las empresas norteamericanas era 33 veces más alto que los beneficios de las compañías.
2) la desregulación de los movimientos internacionales de capital y
la interconexión en tiempo real de las bolsas, mercados de cambio y plazas financieras, que ha configurado un mercado financiero global sin regulación ni control estatal alguno. Es en la esfera del capital financiero donde se ha alcanzado un grado más elevado de movilidad y una globalización prácticamente total. El reino del capital-dinero ha conquistado una libertad de acción completa como jamás existió en la historia. Los estados nacionales han perdido casi por completo la capacidad de controlar y regular por medio de sus bancos centrales los gigantescos movimientos de capital que pueden desestabilizar los mercados de divisas, las tasas de interés y de cambio, etc Asímismo, según estudios del propio FMI, en las plazas financieras más importantes, Nueva York y Londres, más del 40% de las operaciones son realizadas por diez bancos. Unos 30 bancos se llevan la parte del león de los 1, 3 billones de dólares diarios que se negocian en los principales mercados de cambios del mundo. Todo esto genera una gran «volatilidad» de las finanzas mundiales agravada por la inexistencia de una moneda mundial única y la erosión del dólar como moneda de refugio y referencia.
3) la mundialización de la producción con la conformación de
oligopolios que dominan la economía mundial y la regionalización del intercambio con la plasmación de bloques comerciales. Las multinacionales y holdings se organizan como empresas globales operando a nivel mundial y no para un mercado nacional, con estrategias de mercado globales y fuerte dimensión para resistir la competencia. De las 37.000 multinacionales contabilizadas por la ONU, existen unos 100 holdings que en 1990 concentraron en sus manos un tercio de las inversiones mundiales en el extranjero. Mediante la «deslocalización», la producción se mundializa. Toyota, por ejemplo, fabrica sus automóviles para el sudeste asiático en cuatro países distintos, cada uno de los cuales se encarga de una parte del automóvil. El Ford Escort que se montaba en dos fábricas europeas tenía piezas fabricadas en quince países diferentes de tres continentes. Al mismo tiempo que se mundializa la producción, se regionaliza el intercambio con la estructuración de bloques comerciales regionales (NAFTA, UE, bloque asiático) que a la vez que expolian a los países dependientes luchan y compiten entre sí.
4) la aparición de nuevas formas de explotación del trabajo y de
gestión de la producción. Se está produciendo un relevo del sistema de organización del trabajo taylorista-fordista -basado en una rígida disciplina, en la jerarquización de responsabilidades y en el control de los ritmos de producción, en grandes unidades productivas con grandes masas de obreros- al sistema toyotista, en el que se intenta «involucrar» a los trabajadores, se potencia la polivalencia del empleado, se trabaja en equipo, con cierta horizontalidad, en pequeñas y medianas unidades de producción con personal muy especializado y un alto grado de mecanización y robotización. Mientras que el primer sistema, siendo inhumano, potenciaba indirectamente la solidaridad de clase frente a la empresa; el segundo sistema potencia la rivalidad y competencia entre los propios empleados.
5) la ruptura del consenso de posguerra con la consolidación del
neoliberalismo y sus políticas generalizadas de privatización y desregulación laboral que dinamitan el rol jugado por el estado del bienestar. El consenso de posguerra se basaba en cuatro grandes equilibrios: En primer lugar, hubo un equilibrio entre las potencias imperialistas construido sobre la hegemonía -económica, política y militar- del imperialismo USA. Esta hegemonía se vió gradualmente socavada por la subida del imperialismo europeo y japonés, que llevó a la crisis del dólar de 1971 y al fin del sistema de Bretton Woods. El imperialismo americano perdió su hegemonía económica a la vez que continuaba siendo la potencia dominante desde el punto de vista político y militar. El segundo equilibrio era el establecido por la división del mundo en el Tratado de Yalta, por el que el imperialismo le dejaba mano libre al estalinismo en su parte del mundo, y el estalinismo bloqueaba las revoluciones en el mundo capitalista. Este equilibrio (como los otros) era siempre contradictorio y movible, dado que implicaba a sistemas sociales antagónicos. Pero duró hasta los años 80 y fue un factor crucial de estabilidad capitalista, sobre todo en Europa. El tercer equilibrio concernía a la relación entre el imperialismo y el mundo semi-colonial, con el desarrollo de nuevas formas de dominio neo-colonial. Un mercado mundial en expansión llevó a la industrialización a una serie de países semi-coloniales mientras que, a la vez, distorsionaban sus economías mediante la subordinación al mercado mundial. Con el comienzo de la crisis en los años 70, la inversión en la mayoría de estos países colapsó progresivamente, dando lugar a una caída drástica y a menudo catastrófica en los niveles de vida. A la vez, las burguesías imperialistas han desarrollado nuevas formas de pillaje para saquear la riqueza de los países semi-coloniales (la crisis de la deuda, el colapso en los precios de las materias primas, la privatización y la liberalización que eliminaba las últimas defensas contra el saqueo imperialista). El cuarto equilibrio tenía que ver con las relaciones entre las burguesías imperialistas y sus propias clases obreras, el famoso "consenso de la postguerra", que dio lugar en algunos países al «welfare state». Todos estos elementos de equilibrio comenzaron a romperse con el comienzo de la crisis a principios de los 70. Con la crisis, el estado del bienestar empieza a ser desmantelado aplicándose el modelo neoliberal en el que los gastos sociales son un verdadero derroche que pone en peligro un presupuesto sano y equilibrado. Con el pretexto de estimular la inversión se reducen los impuestos a los capitalistas cargando mediante reformas impositivas una mayor presión fiscal sobre los pobres. Todo esto se combina con una acusada tendencia hacia la mercantilización de los servicios públicos, la privatización del sector público, la desregulación laboral y el desmantelamiento de los sitemas de protección social (desempleo, educación, salud, vivienda, jubilaciones, etc). De esta forma se despoja a los estados nacionales de los medios que antes paliaban las consecuencias de las crisis económicas lo que plantea cara al futuro un auténtico polvorín social.
6) la desprotección y apertura de las economías nacionales
protegidas del llamado «tercer mundo» que conduce a una recolonización de los países dependientes. A menudo se presenta la globalización como un gran progreso que permitirá a los países atrasados alcanzar a los más desarrollados. No obstante, la testaruda realidad se impone. Según los datos oficiales de la ONU «en más de un centenar de países, la renta per capita es hoy en día más baja que hace quince años». Es decir, 1.600 millones de seres humanos viven peor que al principio de los ’80. En espacio de una generación, la distancia entre los países ricos y los pobres se ha doblado. La realidad que nos trae la globalización se traduce en el hecho constatado y vergonzoso de «que 258 millonarios dispongan de una renta anual superior a la renta conjunta del 45% de los habitantes de la tierra» (El País, 2/JUL/98). Las tres cuartas partes de las inversiones directas destinadas a los países empobrecidos se han concentrado en una docena de países. Africa, el continente más pobre, sólo recibió el 6% de estos flujos de capital. Y los países africanos con más dificultades, aquellos donde se concentran los mayores índices de miseria y descomposición social del globo, se contentaron con un miserable 2%. «La prospectiva económica de la mundialización no puede ser más inquietante: el PIB mundial se duplicará en los próximos 25 años, pero el porcentaje de ese PIB que les corresponderá a los países más pobres no llegará al 0,3%» (El País, 2/JUL/98). Algunos demagogos de la política argumentan que la ayuda internacional impedirá la descomposición social a la que se ven abocados una gran parte de los países empobrecidos del mundo como consecuencia de la globalización. Pero, también en este apartado mienten con descaro. En 1997, los países del llamado Tercer Mundo recibieron el 26% menos de ayudas que en 1996. Los países industrializados de la OCDE redujeron sus ayudas del 0,33% del PIB al 0,22%, alejándose del horizonte del 0,7% aconsejado por la ONU. La economía nacional más poderosa del mundo, los EE.UU., redujeron su ayuda del 0,12% del PIB al 0,08%. Mucho nos tememos que el ejemplo cunda en las economías europeas. Sólo en 1997, seis millones de personas contrajeron el virus del SIDA, de los cuáles más del 80% en los países en vías de desarrollo, y de ellos casi el 90% no tienen acceso a la necesaria asistencia sanitaria. Esto es sólo una pequeña muestra del desolador escenario mundial que el futuro globalizador nos depara.
7) la restauración progresiva del capitalismo en Rusia, Europa del
Este, China, Cuba, etc lo que conlleva la desaparición del «segundo mundo» y el predominio político-militar y cultural de EE.UU. como única superpotencia en un mundo políticamente unipolar. Hoy por hoy, la economía de mercado se impone en todo el mundo. Tanto en Cuba como en China se está produciendo un restablecimiento progresivo del capitalismo. En la antigua Europa Oriental y Rusia, la restauración se ha producido en base a la guerra y al saqueo del antiguo estado a manos de los antiguos burócratas que se han convertido en magnates de la finanzas y los negocios. Estos países están entrando en la órbita de los nuevos países colonizados por las grandes potencias económicas y no juegan, por tanto, ningún papel importante en la economía mundial. EE.UU. aparece como la única superpotencia mundial, imponiendo su modelo económico, político y cultural al resto del mundo. AJUSTEMOS LA DEFINICIÓN La globalización se caracteriza, pues, por la concentración del poder y la riqueza en unas pocas manos. Las decisiones, concentradas y anónimas, que afectan a las vidas de millones de personas se producen en centros de poder cada vez más separados de la ciudadanía y alejadas de sus ámbitos convivenciales y políticos. Por esto, la lógica del mercado global lleva inexorablemente a la conculcación de la libertad para la inmensa mayoría social, la clase trabajadora, y a la configuración de una plutocracia mundial, el gobierno de los grandes capitales y monopolios. EN CONCLUSIÓN, LA GLOBALIZACIÓN consiste en una mayor movilidad geográfica del capital, la posibilidad de trasladar los recursos de un sitio a otro a bajo costo y de usar la amenaza de tales traslados como un garrote contra los trabajadores. Es combinar la tecnología más moderna con la mano de obra más barata. Es una mayor penetración de los bancos y corporaciones en los países dependientes. Es quitar las protecciones a los trabajadores y los reglamentos que protegen el medio ambiente con el lema de armonizar las normas. Es obligar a trabajar a obreros y campesinos con salarios más bajos y en peores condiciones. Es en definitiva una tendencia permanente y objetiva del desarrollo capitalista combinada en toda regla con un ataque económico e ideológico contra los trabajadores del mundo entero. La globalización es "la libertad de implantarse donde quieran, cuando quieran, para producir lo que quieran, comprando y vendiendo donde quieran, sufriendo lo menos posible las restricciones en materia de derecho del trabajo y de convenciones sociales" (formulación de un empresario europeo citado por Francais Chesnais en "L’emergence d’un nouveau régime d’accumulation mondial à dominante financière", La Pensée N° 309, 1997). Por todo ello, la globalización no representa una nueva fase del capitalismo sino precisamente la acentuación de los rasgos más parásitos del imperialismo. Qué hacer Los trabajadores, sean del primero o del tercer mundo, sólo tenemos una salida: luchar. Luchar, en primer lugar, por construir una alternativa marxista que conquiste la hegemonía en el movimiento obrero e intente superar el sistema capitalista. En la ausencia de esta alternativa, la globalización del capitalismo puede desembocar en conflictos nacionales, étnicos y raciales terribles, con la desintegración virtual de naciones y sociedades enteras.