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Críticas de libros

Ser mujer, sentirse culpable

Being a woman, feeling guilty

Ana Martínez Rodríguez amarrodriguez54@gmail.com
Psicóloga clínica. Psicoanalista. Madrid., España

Ser mujer, sentirse culpable

Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, vol. 41, núm. 140, pp. 405-
408, 2021

Asociación Española de Neuropsiquiatría

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Internacional.
Ruiz Castillo Piedad. La culpa en la mujer. Una emancipación pendiente..
2021. Madrid. Editorial Síntesis. 134pp.. 978-84-13571331

DOI: https://doi.org/10.4321/S0211-57352021000200022

En este, su segundo libro, Piedad Ruiz va a seguir ahondando en el maltrato a


la mujer y, de nuevo, en sus primeras páginas, va a insistir, con mayor
contundencia y más argumentos, en su rechazo al concepto freudiano de
masoquismo femenino. No solo lo va a considerar un obstáculo epistemológico y
clínico, sino “vergonzoso”, en tanto no está deducido del trabajo clínico. Es el mero
reflejo del sistema patriarcal “que anula a la mujer en su condición de sujeto
deseante”, reduciéndola a un objeto. En definitiva, privar al ser humano de desear
es privarlo de la vida.

Este prejuicio dirigido a la mujer del maltrato se ha mantenido en las propias


mujeres y en diversos entornos profesionales, sociales e institucionales. Desterrar
esta acusación a la mujer está llevando tiempo, lo cual es posible que se deba a
que cumple estrictamente principios del orden patriarcal. En definitiva, la mujer es
la culpable, y así lo han sostenido las religiones monoteístas y el Estado. Como
nos recuerda F. Pereña en su prólogo, el mal y el pecado han entrado en el
mundo a través de la mujer. La sexualidad de la mujer es la culpable de la
sexualidad masculina, escribe P. Ruiz.

Ser mujer y ser culpable van de la mano. Ser mujer y sentirse culpable por
existir, por pensar o desear “atraviesa la historia de la humanidad y la vida de las
mujeres”. Pretender abandonar el lugar de “dominada” por el hombre transgrede el
mandato bíblico y patriarcal.

¿Por qué la mujer toma a su cargo esa culpabilidad que se le asigna? P. Ruiz
nos aclara que esta pregunta es pertinente para cualquier mujer, aunque nos
advierte que se va a centrar en las mujeres maltratadas. Para abrir esta pregunta
va a recurrir a la discriminación establecida por F. Pereña entre culpa superyoica y
culpa subjetiva, así como a su concepto de determinación sintomática. Estos
conceptos han resultado ser para la autora especialmente esclarecedores a la
hora de hablar del maltrato a la mujer

Freud entendía que, para vivir en sociedad, el ser humano tenía que reprimir sus
instintos agresivos si quería conservar el amor de los seres queridos, no ser
castigado por quien tenía el poder y no perder su pertenencia al orden colectivo.
Ese orden social no era ni es otro que el orden patriarcal que se incorpora por
cada sujeto en forma de superyó, lo cual posibilita que cada uno/a, de un modo u
otro, se convierta en guardián y transmisor del orden establecido.

El precio de la transgresión es la culpa superyoica, el temor a la pérdida de la


protección y de la pertenencia. Es la determinación sociocultural imperante en
cada momento la que dictamina los ideales bajo los cuales también se puede
encubrir la inocencia. Nuestra autora nos ejemplifica cómo el maltratador busca su
inocencia justificando sus actos violentos en la cultura machista dominante.

La culpa superyoica o persecutoria es aliada del orden patriarcal y del fantasma


sadomasoquista, construcción universal en los humanos que tiene su origen en la
dependencia infantil. Los desarrollos de F. Pereña respecto al fantasma
sadomasoquista resultan de suma fertilidad para entender toda relación de
dependencia sostenida en el poder, ya sea individual, grupal o colectivo. La culpa
superyoica convierte las relaciones en un entramado de miedos, deudas y
castigos.

No es pensable la masculinidad sin incluir la agresividad. Reprimir la agresividad


es una condición de la feminidad y dirigirla contra una misma suele ser propio de
la mujer. Lo cual contradice la afirmación freudiana de la debilidad del superyó
femenino.

La culpa subjetiva, hallazgo clínico y conceptual de F. Pereña, da cuenta de la


condición moral del ser humano, “es inherente al hecho mismo de desear” y surge
con el descubrimiento de la alteridad. Es culpa subjetiva, escribe P. Ruiz, “en tanto
cada sujeto se hace cargo de su propio deseo y del daño inevitable que para sí y
para otros puede conllevar este deseo”. F. Pereña afirma: “la culpa subjetiva nace
a la par que el sujeto (…) Está vinculada a la soledad y la angustia (…) y subraya
la separación y la pérdida”. La culpa superyoica privilegia la pertenencia y la
idealización.

La tesis de la autora es que la mujer maltratada toma a su cargo la culpa


superyoica y queda atada a la idealización y a la pertenencia. Sostener la vida
afectiva de la familia se convierte en su único lugar en el mundo. Confunde amor
con idealización y cae en la “trampa mortal” de la disponibilidad incondicional.
Desde esta posición, con la puerta del deseo propio obturada, solo queda la culpa
insaciable y persecutoria. Recordemos que la culpa originaria está en el hecho
mismo de existir como mujer, en ser un sujeto deseante. De ahí que, en la mujer
maltratada, la culpa superyoica, la culpa social, la culpa institucional, taponen la
culpa subjetiva: el deseo está borrado.

P. Ruiz, avalada por su experiencia clínica con estos casos, defiende con ahínco
la necesidad de que estas mujeres puedan acceder a una psicoterapia individual
una vez que su estado primero de indefensión y confusión haya sido atendido por
los dispositivos institucionales ya en marcha. Se trata de incluir esta propuesta en
los nuevos dispositivos que se puedan ir creando. El propósito es conseguir su
recuperación y evitar que la mujer pueda repetir vínculos de maltrato.

El tratamiento va dirigido a posibilitar un cambio en la posición subjetiva a partir


de la determinación sintomática, siempre singular y propia de cada sujeto.
Por determinación sintomática entendemos los modos singulares de respuesta
que va estableciendo un sujeto cuando se enfrenta a la angustia, al conflicto
psíquico, a los distintos afectos, a la dependencia del otro, a la agresividad, al
miedo, a la pérdida, al abandono, etc… Esos modos, siempre singulares,
constituyen la subjetividad de cada uno, van configurando un perfil psíquico, una
posición subjetiva compleja y concreta en sus vínculos y en sus conflictos. La
tarea de configurar una subjetividad es una tarea inacabada. La psicoterapia
posibilita la oportunidad de que el sujeto, en cada repetición, pueda encontrar una
nueva respuesta a sus conflictos.

No es suficiente con conocer aquello que concierne a la determinación


sociocultural. La propia subjetividad de cada una puede conocer los mensajes de
esa determinación sociocultural, pero es necesario revisarlos a la luz de los
vínculos personales de cada uno, pasados y presentes. Es preciso darse el
espacio de pensarse y abrirse, plantearse preguntas acerca de lo ocurrido, poder
afrontar y discriminar el cúmulo de culpas que han arrasado con su condición de
sujeto con deseos propios. Es conveniente hacer esta tarea con algún/a
psicoterapeuta con quien la paciente se sienta acogida, perciba un compromiso
terapéutico y sea escuchada en la intimidad de su sufrimiento y en sus conflictos.
De su lado, escribe la autora, el terapeuta también debe incluirse en el vínculo
como “un representante social que se hace cargo de los efectos destructivos que
la propia sociedad ha generado”.
En lo que concierne al tratamiento, es muy interesante detenerse en el análisis
que hace la autora del caso de Nevenka Fernández. Toma como referencia el libro
de J. José Millás Hay algo que no es como me dicen. El caso de Nevenka
Fernández contra la realidad, así como el documental Nevenka, dirigido por
Maribel Sánchez Maroto.

El análisis de este caso nos enseña mucho del infierno por el que pasa una
víctima de acoso sexual, muestra la anulación subjetiva que despliega quien
acosa, la crueldad del sistema patriarcal, la culpa que se dirige a la víctima, cómo
la víctima se siente culpable en vez de víctima…, cómo el entorno social mira para
otro lado.

Y resulta de enorme interés para el lector poder entender qué determinaciones


sintomáticas pudo elaborar Nevenka en su psicoterapia individual.

P. Ruiz invita a las mujeres a continuar el acto de rebeldía llevado a cabo por
ellas a lo largo del siglo XX, se extiende en el peligro de regresión que puede traer
consigo el avance de la ultraderecha e insiste en que tenemos dos frentes: la
lucha por la igualdad en lo que concierne al ámbito colectivo y el trabajo personal
de desprendimiento de una identidad femenina basada en la culpa.

La autora cierra el libro con varios breves capítulos dedicados a la adolescencia


y el último se centra en la pornografía y la adolescencia. Todos ellos están
englobados bajo el título “Adolescencia y violencia de género”.

Es importante escuchar la voz de alarma que contiene el capítulo de pornografía


y adolescencia. La autora nos explica por qué el aumento desmesurado del uso de
la pornografía en los adolescentes puede estar minando el esfuerzo que realiza
una sociedad por erradicar la violencia de género.

Cuando me pregunto a quiénes podría interesar este libro, inmediatamente


pienso que a las mujeres, a todas las mujeres interesadas en saber, en
profundizar sobre su condición de mujer. Creo que incumbe a los profesionales
“psi” y por supuesto a los psicoanalistas. Y, a su vez, a todos aquellos
profesionales que integran los diferentes dispositivos de atención en la violencia
de género.

Tenemos entre manos un libro valiente, crítico, oportuno en estos tiempos de


incertidumbre y confusión donde, por un lado, el movimiento feminista está
liderando un movimiento social y político de emancipación y, a la vez, el
capitalismo más neoliberal y el avance de la ultraderecha amenazan con una
vuelta radical a los tiempos anteriores a la aparición de los movimientos
feministas.

Merece la pena detenerse en los cuadros que van apareciendo a lo largo de las
páginas del libro. Nos presentan preguntas, nos abren cuestiones para seguir
pensando, nos apuntan posibilidades y nos advierten de posibles peligros. Viene
al caso recordar lo que escribe Piedad Ruiz en el comienzo de su capítulo “Un
acto de rebeldía”, tomando unas palabras de Celia Amorós (2005): “Las mujeres
han de ser incluidas en lo genéricamente humano, lo cual, ni en su tiempo, ni
siquiera ahora -¡no se olvide!- es algo que pueda darse por obvio”.

https://www.redalyc.org/journal/2650/265069724002/html/
Revista de derecho (Valdivia)
versión On-line ISSN 0718-0950

Rev. derecho (Valdivia) v.18 n.2 Valdivia dic. 2005

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-09502005000200008 
Revista de Derecho Vol. XVIII - N° 2 - Diciembre 2005 Páginas 167-185

INVESTIGACIONES

UNA NECESARIA REVISIÓN DEL CONCEPTO DE CULPABILIDAD

A necessary revision of the concept of criminal responsibility

Hernán Hormazábal Malarée*

* Doctor en Derecho, Catedrático de Derecho Penal, Universidad de Gerona,


España, Facultad de Derecho Campus de Montilivi 17071, Gerona, España.
Correo electrónico: hormazabal-malaree@telefonica.net

A Gonzalo Rodríguez Mourullo


   
Resumen

La adecuación del concepto y contenido de la culpabilidad a los derechos


constitucionales constituye una de las más importantes lagunas en el
discurso penal. El concepto de culpabilidad debe volver a la antinomia entre
ciudadano y Estado de la Ilustración, no desde una perspectiva abstracta y
una supuesta racionalidad homogénea, sino desde la premisa de la
desigualdad social. Ello obliga al Estado a una acción positiva de
redistribución de los bienes sociales que en el ámbito penal se concreta en
la toma de consideración a la hora de imponer la pena del acervo de bienes
culturales, sociales y económicos del individuo. La responsabilidad no es
sólo responsabilidad del autor por el injusto, sino también una
responsabilidad social.

CULPABILIDAD - TEORÍA JURÍDICA DEL DELITO - RESPONSABILIDAD


SOCIAL
To Gonzalo Rodriguez Mourullo

Abstract

The adaptation of the concept and content of criminal responsibility to


constitutional rights is one of the most serious omissions in criminal law
discourse. The concept of criminal responsibility must return to the
confrontation between the citizen and the State that existed during the
Enlightment, not from a theoretical perspective and a pretended
homogeneous rationality, but from the assumption of social inequality. The
State is required to take an active stance in redistribution of the social goods.
In criminal law this active stance is made real in the consideration of the
person´s cultural, social and economic capabilities, in the process of
imposing punishment. Criminal liability for the infringement of the law is not
only the perpetrator´s but it is also society´s responsibility.

CRIMINAL RESPONSIBILITY - LEGAL THEORY ON CRIME - SOCIAL


RESPONSIBILITY

1. Introducción

En el comienzo de la relativamente corta historia de la teoría del delito el


concepto de culpabilidad fue por antonomasia el continente de lo subjetivo,
referido tanto al actuar del sujeto como al sujeto mismo. Así, para la teoría
psicológica de la culpabilidad, a la que adhería el causalismo naturalista,
ésta era solo o dolo o culpa, es decir, única y exclusivamente el momento
donde debía analizarse si entre la acción del sujeto y el resultado existía una
vinculación subjetiva que sólo podía ser psicológica y que se expresaba en
una de estas dos formas.1 A esta teoría, en consecuencia, para determinar
la culpabilidad le bastaba con que el resultado le fuera imputable
subjetivamente al autor.

Las críticas de que fue objeto este concepto, principalmente en la


imposibilidad de demostrar la presencia de una vinculación psicológica en la
culpa inconsciente2 y ser inoperante para la cuantificación de la pena,
llevaron a configurar la culpabilidad (Frank3,
4 5 6
Goldschmidt,  Freudenthal  Mezger ) antes que nada como un juicio
normativo de reproche al autor por haber cometido el delito. Este aspecto
normativo haría que dolo y culpa en adelante no se presentaran como
formas de culpabilidad, sino como elementos de ella. El proceso de
desplazamiento del dolo y de la culpa, como es sabido, culminó con
Welzel.7 Este autor, al reelaborar el concepto de acción como acción final,
pudo con coherencia y fuerza lógica sostener que dolo y culpa no eran
formas de culpabilidad, por tanto, valoración, sino solo formas con que el
sujeto se vinculaba con la acción y que, en consecuencia, en tanto que
objeto valorado pertenecía, implícitamente, la mayor parte de las veces, al
tipo penal. Con el desplazamiento del dolo y de la culpa o imprudencia al
tipo penal, la culpabilidad quedó reducida en lo normativo al juicio de
reproche al autor "por haber podido actuar de otro modo" y en lo subjetivo
en la exigencia de "capacidad del sujeto para motivarse por la norma". 8 El
finalismo junto con acentuar el normativismo9 en la culpabilidad
sintetizó todo su contenido en un juicio de reproche al autor por haber
podido actuar de otra manera y no hacerlo. Con este planteamiento el juicio
de reproche, de culpabilidad en definitiva, quedó restringido a la persona del
sujeto consignado como autor por no haber omitido la acción antijurídica en
circunstancias que estaba en condiciones de poder hacerlo.10

La teoría final de la acción, como es sabido, dio lugar a una larga y rica
discusión de carácter sistemático,11 pero en lo que a los objetivos de este
trabajo importa debemos destacar dos muy importantes. Por una parte la
discusión sobre la vacuidad del llamado principio de culpabilidad y
superfluidad de la categoría dogmática "culpabilidad", 12 y por la otra, la a
nuestro juicio clara y radical separación entre el injusto y la culpabilidad.

1.1. La vacuidad del principio de culpabilidad y la aparente


superfluidad de ésta como elemento del delito.

En la doctrina se conoce con el nombre de principio de culpabilidad13 a un


conjunto de exigencias de carácter político criminal que constituyen límites al
jus puniendi14 tanto en el nivel de creación como de aplicación de las normas
penales y también a la existencia misma de la propia culpabilidad como
categoría dogmática en la teoría del delito. La culpabilidad, como tal, del
mismo modo que los elementos tipicidad y antijuridicidad, se presenta como
un elemento reductor de la acción.15 En cuanto a las exigencias garantistas
límites del jus puniendi son tres y se refiere la primera a la existencia de una
vinculación personal en forma de dolo o culpa entre el sujeto y el hecho y la
segunda a la observancia de proporcionalidad de la pena, la que no puede
rebasar en cantidad y calidad a la culpabilidad del sujeto responsable de la
comisión del hecho. La tercera exigencia se refiere a que el fundamento de
la responsabilidad de la persona solo puede ser un hecho y de ningún modo
circunstancias personales del sujeto como podría ser el rechazo social que
pudiera originar su modo de vida.16

Sin perjuicio de que la vigencia de estas tres últimas garantías esté fuera de
toda discusión, la coherencia con un modelo que en la teoría del delito
estime que dolo y culpa son categorías que pertenecen a la tipicidad,
desplaza cada una de estas tres exigencias a diferentes momentos dentro
del derecho penal.

Así, la exigencia de dolo o culpa y exclusión de la responsabilidad objetiva,


para aquellas propuestas que estiman que el lugar de análisis debe de ser la
tipicidad, que en nosotros no se fundamenta en una concepción final de la
acción, sino en la exigencia de que una acción típica ha de significar un
riesgo para un bien jurídico, la vinculación de dolo o culpa no se deriva de la
culpabilidad, sino del principio de exclusiva protección de bienes jurídicos.

La garantía de proporcionalidad constituye en sí misma un aspecto del


principio político criminal límite del ius puniendi, junto con la del carácter de
extrema ratio y fragmentario del derecho penal, dentro del principio de
necesidad de la pena y que encuentran su fundamento en principios
irrenunciables de la modernidad.17

Con los términos "culpabilidad por el hecho" se está haciendo referencia a


un comportamiento atribuido personalmente a una persona, a un injusto
personal en consecuencia, que constituye el presupuesto para la exigencia
de responsabilidad por ese hecho a un individuo.18

Luego, como puede apreciarse, la coherencia con el modelo propuesto lleva


a dejar vacía de contenido a la culpabilidad. Todas y cada una de las
garantías que se hacían derivar de la culpabilidad, con este modelo, se
desplazan a otros ámbitos del derecho penal y pasan a ser aspectos
totalmente ajenos a la culpabilidad.

Ahora bien, la discusión referida a la existencia misma de la categoría


culpabilidad en la definición del delito está íntimamente vinculada con la
teoría retributiva de la pena.19 En esta visión sobre la pena, sus fines y
funciones, la culpabilidad constituye un elemento esencial y dio lugar a un
derecho penal que Schünemann desde una perspectiva histórica llama
"derecho penal de retribución de la culpabilidad, en el que la función de la
pena se halla únicamente en retribuir la culpabilidad que el autor ha cargado
sobre sí al realizar el hecho punible, y en restablecer la justicia".20 En todo
caso dicha retribución implicaba también la proporcionalidad de la pena que
en sí misma tenía que reflejar la medida de la culpabilidad. De esta manera
el binomio "culpabilidad y pena" se constituiría en el derecho penal de
"retribución de la culpabilidad" en una unidad indisoluble.

Tanto la culpabilidad y su correlato natural la retribución penal se


fundamenta en el abuso que el individuo al delinquir ha hecho de su libre
albedrío o capacidad de autodeterminación inherente a su naturaleza
humana. Claramente adhiere a esta postura Urruela Mora, cuando señala
que la culpabilidad se basa en "la capacidad humana individual de
autodeterminación conforme a sentido",21 planteamiento que, a nuestro
juicio, no logra superar la contundente y definitiva crítica de la imposibilidad
de demostrar el libre albedrío y, por tanto, la culpabilidad y, en último
término, el propio derecho penal, o por lo menos el derecho penal retributivo
de la culpabilidad.22

Sin embargo, de lo expuesto no puede llegarse a la fácil conclusión de la


abolición del derecho penal23 o la simple supresión del concepto24 o
alternativamente a la de su mantenimiento como una ficción a favor del
autor.25 A nuestro entender, la teoría del delito necesita una categoría que se
refiera al individuo que se constituya en una barrera garantística contra la
aplicación de penas sin culpabilidad.26 En el análisis del hecho concreto la
intervención del autor no puede quedar reducida a su vinculación personal
con el hecho, ni siquiera tan sólo a su imputabilidad ni a su conciencia del
injusto ni a la exigibilidad concreta de si le era al momento de actuar otra
conducta. Si bien con la constatación del injusto personal se ha establecido
todo lo subjetivo referido a la acción de la persona, es necesaria una
categoría para el análisis de todo lo subjetivo vinculado con la persona
misma. A la constatación del injusto personal, debe seguir un momento para
contestar a la pregunta de por qué se ha de hacer responsable por el injusto
que ha cometido a la persona que se ha sindicado como autor o partícipe de
ella. Éste es, a nuestro juicio, el significado de la culpabilidad en el actual
estado de la teoría del delito. Dicho de otra forma, la imposición de una pena
exige no sólo la constatación de un injusto, sino también una referencia a la
persona concreta que explique por qué se le ha de imponer una pena.27 Ello
implica introducir en la teoría del delito un momento de reflexión y decisión
sobre el autor y sus circunstancias para que el juez pueda decidir con cierta
amplitud no solo sobre la cuantía de la pena, sino también sobre la
necesidad de la imposición de la pena misma.28

1.2. La distinción entre injusto y culpabilidad

Claus Roxin comienza su artículo "'Culpabilidad´ y 'responsabilidad´ como


categorías sistemáticas jurídico-penales", diciendo: "La distinción entre
injusto y culpabilidad es considerada con razón como una de las
perspectivas materiales más importantes que ha logrado elaborar nuestra
ciencia del derecho penal en los últimos cien años".29 En efecto, el injusto
personal a que llega el finalismo desdibujó la armonía formal del modelo
causalista-naturalista en que todo lo objetivo quedaba contenido en el injusto
y todo lo subjetivo en la culpabilidad. Con el finalismo tanto tipicidad y
antijuridicidad como culpabilidad pasaron a ser continentes tanto de
aspectos objetivos como subjetivos.30

Sin embargo, Roxin, a pesar de lo que parecía anunciar el comienzo de su


artículo, no extrae todas las consecuencias de su contundente afirmación,
como se desprende de lo que señala en la página siguiente:31 "Con
independencia de tales precisiones conceptuales, la cuestión decisiva -
verdadero problema básico de la dogmática jurídico- penal- sigue siendo
saber qué es lo que realmente fundamenta en el aspecto material el
reproche de la culpabilidad, es decir, por qué caracterizamos como
"culpable" o "no culpable" una conducta ilícita, si concurren determinados
requisitos positivos y negativos". Como puede apreciarse, el autor,
distanciándose de lo que parece anunciar al comienzo, sigue considerando
a la categoría culpabilidad como un atributo de la acción, como el tercer
elemento reductor de la acción,32 por tanto, como un elemento del hecho
punible, lo que, a nuestro entender, ya quedó establecido con la
determinación del injusto. En el injusto ya quedó plasmada objetiva y
subjetivamente su participación en el hecho delictivo. No obstante, para la
reacción punitiva hace falta algo más, un momento en el análisis referido a
la persona a la que indiscutiblemente en el injusto se le ha atribuido el
carácter de partícipe (autor o partícipe en sentido estricto). Una categoría,
en definitiva, que haga de puente entre el injusto y la pena referida a la
persona, pero independiente del hecho injusto.

Creemos que esta concepción del delito en que la culpabilidad aparece


como un tercer elemento del delito no es ni siquiera coherente con una
teoría normativa de la culpabilidad. El juicio de reproche en esta teoría está
dirigido al autor que quedó establecido al determinarse el injusto. Se le
reprocha no haberse abstenido de realizar el injusto en circunstancias que
hubiera podido hacerlo. Es evidente que injusto y culpabilidad constituyen
categorías independientes que sólo se vinculan con el juicio de reproche al
autor del injusto. La teoría normativa de la culpabilidad da la respuesta que
se espera que se dé en la culpabilidad, cierto que en absoluto satisfactoria,
pero da su respuesta a la pregunta de por qué se ha de castigar al autor. A
esta pregunta la teoría normativa de la culpabilidad responde que se le
castigará, porque habiendo podido evitar cometer el injusto, haciendo un mal
uso de su libertad, optó por cometerlo.33

A nuestro entender, el delito se agota con el injusto. Con la acreditación del


injusto queda individualizado el hecho típico y antijurídico, así como su autor
doloso o culposo. Tendrá que ser a ese autor doloso o culposo al que
tendría que dirigirse el juicio de reproche por haber cometido el injusto
cuando podría libremente haberlo evitado. De ello se desprende que la
culpabilidad, o cualquiera que sea el nombre que se le dé a la categoría que
sea continente de las condiciones para que se pueda responder por qué se
ha de penar o no al autor ya individualizado del injusto, es absolutamente
independiente de la acción típica. El delito no es acción culpable. El delito es
acción típica y antijurídica. La teoría del delito sólo tiene estos dos
elementos, pero éstos no son suficientes para llegar a fundamentar la
responsabilidad penal del autor. Ésta tiene que hacerse en un momento
posterior donde no se trata de determinar una acción culpable, sino un
sujeto culpable o responsable personal del injusto.

Luego, a una teoría del delito ha de seguir una teoría de la responsabilidad o


del sujeto responsable, como la denomina Bustos Ramírez,34 que es
absolutamente independiente de la acción. El delito no es injusto culpable,
es sólo injusto y otra cosa es la responsabilidad del sujeto que tiene que ser
establecida de acuerdo con reglas y principios propios de culpabilidad.

Este planteamiento ha sido objeto de crítica por parte de Terradillos


Basoco35 que afirma: "La teoría de la culpabilidad se distancia de la teoría
del injusto, lo que ha llevado a Bustos y Hormazábal a desgajar, de la teoría
del delito, la teoría del sujeto responsable. No parece, sin embargo, que sea
precisa esta parcelación, por más que las diferencias de objeto sean obvias,
máxime si se comparte que la culpabilidad va siempre referida a un hecho
concreto, típico y antijurídico". Como puede apreciarse, el catedrático de la
Universidad de Cádiz constata, al igual que Roxin, que hay una clara
separación entre injusto, y culpabilidad, y también que las diferencias de
objeto de uno y otra son obvias, pero entiende que esta separación no
puede efectuarse, porque la culpabilidad va "siempre referida a un hecho
concreto, típico y antijurídico", como dice textualmente precisando el punto
de discrepancia.

La repuesta a esta objeción es clara, cuando Terradillos Basoco dice que la


culpabilidad va referida al injusto, está afirmando el principio garantista de
culpabilidad por el acto o hecho, pero ese acto o hecho es el injusto
personal del autor, doloso o culposo. La comprobación del carácter típico y
antijurídico del hecho conlleva la vinculación personal de ese hecho con una
persona que ha de estar dentro de una de las categorías a las cuales el
ordenamiento hace responsable de los delitos, esto es, a una de las
categorías de la teoría de la participación. El partícipe, sea autor o partícipe
en sentido restringido, ha quedado individualizado en el injusto. Luego no se
trata de un hecho en abstracto, sino de la acción típica y antijurídica de ese
partícipe al cual éste le ha dado sentido. De esta forma, la culpabilidad no
está referida al hecho, sino a la persona autora (o partícipe) de ese hecho.
Tan obvio es, en consecuencia, que las diferencias de objeto entre injusto y
culpabilidad son diferentes, como que la culpabilidad no es un atributo de la
acción. A este argumento lógico podemos agregar uno de fondo. Si estamos
de acuerdo que el objeto de la culpabilidad es la persona misma y que el
objeto del injusto es un hecho, si no se separa radicalmente injusto y
culpabilidad y no se acepta como aquí se propone que dan lugar a dos
teorías diferentes, a una teoría del injusto o delito y a una teoría de la
culpabilidad, la persona pasaría a ser un elemento factual, se le estaría
"cosificando" dentro de la teoría del delito; en definitiva, considerándola
como un subsistema dentro del sistema normativo,36 lo cual es ciertamente
inaceptable en un Estado social y democrático de derecho. Las normas
penales en el Estado democrático no son simplemente imperativos frente a
las cuales a la persona no le queda otro remedio que obedecer, sino que
ejercen una función comunicativa en el sentido de informar cómo no debe
actuar (o actuar) para resolver sus conflictos, si no quiere hacerse acreedor
a una pena.

Las normas están dirigidas a personas, las que, como tales, el Estado
democrático les reconoce su dignidad y autonomía ética. Por lo tanto, la
norma no es simplemente una cuestión de obediencia o desobediencia. El
injusto es el momento del análisis de un hecho o situación antinormativo en
la que aparece vinculada la persona. Pero en el momento de la culpabilidad
ya constatada, el injusto, su injusto (el de la persona), se trata de considerar
a esa persona en su plenitud frente al Estado en su antinomia manifestada
en la comisión del injusto.

Por eso, por la propia naturaleza del juicio de culpabilidad, cuyo objeto es la
persona, no pueden aplicarse los mismos principios que rigen el injusto, que
es un hecho o situación. La culpabilidad no puede ser un elemento de la
acción como lo plantea la doctrina. Así como el hecho da lugar a una teoría
del delito o del injusto, la culpabilidad tiene que dar lugar a una teoría de la
culpabilidad con reglas y principios diferentes.

2. La reducción de la culpabilidad al fin preventivo general de la pena

Una clara y manifiesta consecuencia de la aplicación mecánica de las reglas


y principios que rigen el injusto en la culpabilidad se puede apreciar en el
modelo funcionalista sistémico donde todo es imputación. Constatado el
injusto personal con la inapreciable ayuda de la teoría de la imputación, la
culpabilidad queda automáticamente establecida. De acuerdo con Jakobs, el
sujeto es culpable cuando la actuación antijurídica "no sólo indica una falta
de motivación jurídica dominante -por eso es antijurídica-, sino cuando el
autor es responsable de esa falta. Esta responsabilidad se da cuando falta la
disposición a motivarse conforme a la norma correspondiente y este déficit
no se puede hacer entendible sin que afecte a la confianza general en la
norma. Esta responsabilidad por un déficit de motivación jurídica dominante,
en un comportamiento antijurídico, es la culpabilidad. La culpabilidad se
denominará en lo sucesivo como falta de fidelidad al Derecho o,
brevemente, como infidelidad al Derecho". Y más adelante señala el autor
alemán: "Al igual que el injusto del hecho consiste en la realización del tipo
faltando un contexto justificante, la culpabilidad consiste en la realización del
tipo de culpabilidad faltando un contexto exculpante".37 Dicho de otra forma,
la culpabilidad ya está ahí, pues con el injusto quedó demostrada con la falta
de motivación jurídica y desde luego la responsabilidad del autor por el
déficit de motivación jurídica no necesita demostración. La culpabilidad es
sinónimo de infidelidad al derecho y la infidelidad al derecho quedó manifi
esta cuando el sujeto actuó antijurídicamente.

En suma, una culpabilidad vacía de contenido, pues de acuerdo con su


propuesta, ésta ya quedó establecida con su actuar antijurídico que puso de
manifiesto su infidelidad al derecho. En suma, para Jakobs pareciera que la
culpabilidad no tiene otra función en la teoría del delito que darle cabida
sistemática a las causas de inimputabilidad y de exculpación.

Urruela Mora,38 con referencia a dos destacados representantes de la


corriente funcionalista sistémica, señala que "dado que dotan a la
culpabilidad exclusivamente de perfiles preventivos, pese a aceptar que la
misma pueda constituir el fundamento de la pena, no estarán consagrando
otra cosa que el sometimiento de la sanción estatal (en su modalidad de
pena) a criterios político-criminales". Dicho de otra forma, la pena, de
acuerdo con esta postura, se fundamenta única y exclusivamente en los
fines del Estado con absoluta prescindencia de la persona, lo que
ciertamente no ocurre con la culpabilidad de retribución.

El funcionalismo sistémico, sin embargo, no viene sino a ser la culminación


radical de una corriente iniciada en los años sesenta,39 que declarando, por
tanto, también dándolo por hecho, el efecto preventivo general de la pena,
determinó el contenido de la culpabilidad con esta función de la pena, pero
sin llegar a los extremos que hemos visto anteriormente. En efecto, en el
año 1973, Roxin40 deriva un concepto de culpabilidad a partir del fin
preventivo general de la pena. De esta manera, a su juicio, la culpabilidad se
presentaría como un límite a la potestad estatal de castigar,41 pues de lo que
se trata es de resolver "la cuestión de si es necesaria una sanción contra
el autor concreto desde puntos de vista jurídico-penales". 42 En esta línea
puntualiza más adelante. "Lo decisivo no es el poder actuar de otro modo,
sino que el legislador desde puntos de vista jurídico-penales quiera hacer
responsable al autor de su actuación"43 con una pena. Y la pena sólo se
puede imponer "cuando ello sea imprescindible por razones de prevención
especial o general para mantener el orden social pacífico"… "la culpabilidad
del autor es una condición necesaria, pero de ningún modo suficiente para
imponer una pena"44 Distingue, por eso, entre culpabilidad y responsabilidad.
La pena derivará de la responsabilidad, un estadio en el que el juez deberá
ponderar todas las circunstancias, las "situaciones jurídicas especiales" y
decidir conforme a criterios preventivos sobre la imposición de la pena.45

El pensamiento de Roxin sobre la culpabilidad en su versión más


acabada46 puede sintetizarse de la siguiente forma: culpabilidad y necesidad
preventiva constituyen presupuestos de la responsabilidad penal. La
responsabilidad implica "una valoración desde el punto de vista del hacer
responsable penalmente al sujeto"47 y "el sujeto actúa culpablemente
cuando realiza un injusto jurídico penal, pese a que (todavía) le podía
alcanzar el efecto de llamada de atención de la norma en la situación
concreta y poseía una capacidad suficiente de autocontrol, de modo que le
era psíquicamente asequible una alternativa de conducta conforme a
Derecho.48

Luego para Roxin, el sujeto es culpable del hecho injusto, si lo lleva a cabo a
pesar de que la norma pudo haberlo motivado en sentido contrario. Es decir,
parte de dos premisas. Primero, que la norma produce una efecto de
llamada o es capaz de dirigir el actuar de las personas, y segundo, que la
persona es sensible a ese efecto de llamada y habiendo podido
autocontrolarse y actuar conforme a Derecho, sin embargo, no lo hace.

Como puede apreciarse, Roxin finalmente da un concepto de culpabilidad, y


lo integra con un criterio límite del ius puniendi de necesidad preventiva de la
pena dando lugar con ello a la categoría de responsabilidad jurídico-penal.

El problema sigue estando en el concepto de culpabilidad pues aquello del


"efecto de llamada de la norma" y la "capacidad de autocontrol" no son más
que reformulaciones de la "motivabilidad" de la norma que poco o nada
agregan.

A este respecto, Baratta49 hace una crítica a la culpabilidad desde la teoría


de las subculturas que nos parece pertinente para la posición de Roxin y en
general para todas las que afirman la capacidad de motivación de la norma y
que por su claridad y precisión debe ser transcrita textualmente: "La teoría
de las subculturas criminales", dice este autor, "niega que el delito pueda ser
considerado como expresión de una actitud contraria a los valores y a las
normas sociales generales", y afirma que existen valores y normas
específicos de diversos grupos sociales (subculturas). Éstos, a través de
mecanismos de interacción y de aprendizaje en el seno de los grupos, son
interiorizados por los individuos pertenecientes a ellos y determinan, pues,
su comportamiento, en concurrencia con los valores y las normas
institucionalizados del derecho y de la moral "oficial". No existe, entonces,
un sistema de valores, o el sistema de valores, ante los cuales el individuo
es libre de determinarse, siendo culpable la actitud de quienes, pudiendo, no
se dejan "determinar por el valor", como quiere una concepción
antropológica de la culpabilidad, cara sobre todo a la doctrina penalista
alemana (concepción normativa, concepción finalista)".50

Creo que no es pertinente agregar nada a las palabras de Alessandro


Baratta.

3. Cambio de enfoque
En general, la determinación de la responsabilidad se establece siempre
desde el individuo o, mejor dicho, desde una visión antropológica. El sujeto
será responsable penalmente a partir de ciertas condiciones que se le
atribuyen de antemano. Será responsable, porque dotado de libertad optó
por la comisión de un delito para resolver su conflicto, o porque el delito no
fue más que una manifestación de su peligrosidad, o porque, a pesar de su
motivabilidad o dirigibilidad por la norma, optó por infringirla.

Todas estas construcciones, en definitiva, cuyo objetivo último es dar una


base de racionalidad a la responsabilidad penal, se fundamentan en dogmas
metafísicos que carecen de base científica, pero en lo que se refiere a los
que se utilizan para fundamentar la categoría dogmática culpabilidad, por lo
menos, aunque sea artificiosamente, cumplen con la tarea de darle algún
sustento por lo menos formal a una institución indiscutiblemente necesaria,
pero carente de base científica.

La indiscutible necesidad de esta categoría ha dado lugar, ante la


imposibilidad de fundamentar científicamente el libre albedrío, a una
corriente que simplemente afirma que la culpabilidad debe ser aceptada
como una ficción necesaria.51 Una propuesta que puede ser calificada de
honesta, sin duda, lo es, pero en todo caso poco seria aun cuando se
puedan compartir sus fines. Sin embargo, al mismo tiempo es indiciaria de
una de las más importantes lagunas en el discurso penal y que, a mi juicio,
la doctrina científica mayoritaria aun no ha resuelto satisfactoriamente.

A mi juicio, el fracaso de los esfuerzos para satisfacer esta demanda se


debe a que el discurso penal ha insistido en buscar los fundamentos de la
disciplina en la metafísica, olvidando que el problema penal es
esencialmente político desde la creación de la norma hasta su aplicación. En
esta línea entiendo que el problema de fundamentación que presenta la
culpabilidad no debe buscarse en la metafísica, sino en otras disciplinas que
entiendan al hombre y sus conflictos como fenómenos históricos y políticos,
como ciertas corrientes en la sociología y la antropología y principalmente
en la filosofía política.

En el derecho penal ha habido ya esfuerzos, y en particular en el debate


sobre la culpabilidad en este sentido. Cronológicamente, los de Juan Bustos
Ramírez52 y los de los autores argentinos E. Raúl Zaffaroni, Alejandro Aliaga
y Alejandro Slokar expuesto en su notable Derecho Penal.53

Ambas posturas, si bien diferentes, comparten un mismo punto de partida


que es la posición de antinomia de la persona con el Estado y que en la
culpabilidad lleva a invertir el planteamiento del problema de la culpabilidad:
no es la persona la que tiene que demostrar que no estaba en condiciones
de cumplir con la norma, sino el Estado el que tiene que demostrar que a
esa persona concreta le podía exigir un comportamiento conforme a la
norma.

A continuación, haremos una síntesis de ambas posturas comenzando, por


razones expositivas, por la de los autores argentinos.

3.1. Culpabilidad por la vulnerabilidad de Zaffaroni, Aliaga y Slokar

Para estos autores el Derecho Penal tiene el cometido ético de actuar como
un dique de contención y reducción de un poder punitivo que se encuentra
en relación dialéctica con el Estado de Derecho.54 Señalan que no existe un
Estado de Derecho puro, pues éste en su interior alberga un Estado policía
puramente que pugna por salir. El Derecho Penal al contener la represión
penal impulsa el Estado de Derecho.

La teoría del delito constituye un sistema de filtros reductores de la


criminalización secundaria en sí misma selectiva, ya que se dirige hacia los
hechos burdos y groseros (la obra tosca de la criminalidad cuya detección
es más fácil, y a personas con menor capacidad de acceso al poder político
y económico o a la comunicación masiva). Esta selección vulnera el principio
de igualdad, continúan Zaffaroni-Aliaga-Slokar,55 constata la peligrosidad del
sistema penal para las personas que se encuentran en estado de
vulnerabilidad.56

La agencia judicial (el juez) con la comprobación de la existencia de un


delito (acción típica, antijurídica y culpable) habilita para el ejercicio de poder
punitivo, con lo que se consuma la criminalización secundaria.57 Esta
habilitación conlleva una responsabilidad, la de la agencia judicial que
habilitó para el ejercicio del poder punitivo. "En este sentido" señalan, "con la
responsabilidad penal se construye un concepto diferente al usualmente
manejado: el desplazamiento del sujeto de la exigencia ética, desde el
sujeto criminalizable hacia la agencia criminalizante, importa un paralelo
desplazamiento de la responsabilidad. No es la persona criminalizada la que
debe responder, sino la agencia criminalizante debe hacerlo, evitando que
se ejerza sobre aquélla un poder punitivo intolerablemente irracional".58

A partir de estos presupuestos construyen la teoría de la culpabilidad por


vulnerabilidad. Para ellos la culpabilidad en su función reductora y de
contención del ius puniendi debe incorporar el dato del carácter selectivo y
peligroso del Derecho Penal para ciertas personas vulnerables y procurar
compensarlo o reducirlo rebajando su cuota de ilegitimidad hasta donde le
es posible, cumpliendo con ello su cometido ético.59 Pero, claro, que no
basta con esta constatación, sino que es necesario que el autor deba poner
algo para ser criminalizado que cubre el espacio entre su potencial
criminalidad y el acto criminal concreto. Por eso, la culpabilidad debe ser
entendida "como reproche del esfuerzo personal por alcanzar la situación
concreta de vulnerabilidad al poder punitivo".60

Zaffaroni, Aliaga y Slokar se fundamentan, en este tema como en otros, en


datos de la sociología criminal. Su concepto de culpabilidad lo elaboran a
partir de una concepción del hombre alejada de los planteamientos
metafísicos de los que adhieren a la teoría normativa de la culpabilidad o a
las posturas que la dotan de contenidos preventivos. Para ellos el reproche
no se dirige a un ser abstracto dotado de libre albedrío y con una
racionalidad homogénea, sino a un hombre concreto en una sociedad
desigual y discriminatoria. Este concepto de culpabilidad lleva implícita la
idea de corresponsabilidad social en el proceso de criminalización, pues ya
no se trata solo del reproche al autor del injusto, sino también de la
responsabilidad del Estado titular de un poder punitivo irracional que se
dirige precisamente a los grupos sociales cuya mayor vulnerabilidad no le es
ajena.

Sin duda que esta idea de corresponsabilidad social en los procesos de


criminalización abre interesantes perspectivas de investigación en la relación
Estado-delito. La idea vulnerabilidad de la persona en general frente a un
sistema penal que opera como freno de los excesos del Estado policía que
guarda en su interior el Estado de Derecho, introduce en el juicio de
culpabilidad un factor de valoración que obliga al intérprete a considerar las
circunstancias concretas de la persona a fin de establecer su
responsabilidad. La vulnerabilidad es genérica, pero hay, por sus
circunstancias vitales, personas más vulnerables que otras y el delito que se
le imputa constituye el plus de riesgo necesario para que tenga lugar la
criminalización secundaria. Una idea interesante, sin duda, pero creo que
incluso hay que ir más allá. Es cierto que hay una relación dialéctica entre
Estado policía y Estado de Derecho. Esta relación está siempre presente y
no es más que la relación entre Estado absoluto y Estado democrático,
como lo demuestra el hecho de que en las situaciones de crisis del Estado
democrático vuelve el Estado primigenio: el Estado absoluto. Creo que la
antinomia hay que plantearla derechamente entre el individuo y el Estado,
sea absoluto o democrático, entre la persona y la forma de organización
social en que ella está sin mediatizaciones. El sistema penal y su
funcionamiento real, de esta forma, se erige en el parámetro para medir el
grado de profundización democrática del Estado.

3.2. Teoría del sujeto responsable

Una teoría de la responsabilidad penal por el injusto necesariamente tiene


que distinguirse del injusto mismo, pues ya no se trata del hecho, sino de la
persona que aparece como autor de ese hecho. El problema es establecer si
se le puede castigar. No se trata, en consecuencia, de una idea de persona
en abstracto, sino de la persona real que vive en un medio social
determinado, que se relaciona e interacciona con otras, que está
condicionada social y culturalmente y al mismo tiempo es un sujeto
condicionante respecto de otros.

En un Estado social y democrático de derecho y de economía de mercado


esta persona concreta es sujeto de derechos y obligaciones. El Estado, por
una parte, se compromete a asegurarle sus derechos políticos y las
condiciones para ejercerlos que incluye la satisfacción de sus necesidades
mínimas, sus necesidades económico-sociales y también más ampliamente
a tomar las medidas que sean necesarias para que el derecho de igualdad
sea una realidad efectiva.

Es a este sujeto al que se dirige la Constitución española cuando en sus


artículos 14 y siguientes le garantiza sus derechos individuales y políticos, y
en los artículos 39 y siguientes fija los principios rectores de una política
social y económica y en el art. 9.2 se compromete a promover las
condiciones para que la libertad e igualdad sean reales y efectivas. Parte, en
consecuencia, de la realidad de que las personas viven en sociedad y que
dentro de ella no todas se encuentran en las mismas condiciones, que hay
desigualdades entre ellas provocadas por el mismo modelo de sociedad. El
Estado asume la tarea de intervenir en los procesos sociales no sólo con el
fin de evitar que se profundicen las desigualdades, sino también para que
desaparezcan. Se trata de un mandato derivado del reconocimiento de la
dignidad de la persona, de su autonomía ética frente al Estado que de
acuerdo con el artículo 14 de la Constitución no puede ser objeto de ninguna
discriminación. En suma, es el Estado el que está al servicio de la persona y
de ningún modo ésta al servicio del Estado.

Luego, como puede apreciarse, la imagen del hombre y de la sociedad que


refleja la Constitución es muy diferente de la que parten las teorías penales
de la culpabilidad. El hombre real está lejos de gozar de esa libertad
absoluta que solo con las limitaciones de la naturaleza podría tenerla
únicamente un hombre aislado socialmente. La teoría normativa de la
culpabilidad parte de esta irrealidad para enseguida señalar con un
inexplicable salto en el vacío, pues ahora el hombre de no social pasa a ser
social, que la norma tiene capacidad para motivar a todos los hombres por
igual. En suma, la teoría normativa de la culpabilidad61 en esta versión parte
de un hombre no social al que le atribuye una libertad absoluta de
determinación, para en seguida considerarlo integrado dentro de una
sociedad en que todos sus individuos tienen una racionalidad homogénea y,
por tanto, todos susceptibles de ser motivados por el sistema normativo.

La experiencia indica que la realidad es otra, que el hombre real es el


hombre en una sociedad concreta que genera desigualdades y en la que el
Estado ha de asumir la tarea de nivelarlas. Hay diferencias entre las
personas provocadas por el propio modelo de sociedad. En consecuencia, la
teoría de la responsabilidad penal o de la responsabilidad del sujeto tiene
que partir de estas premisas y también de una básica que encuentra sus
raíces en la Ilustración: la antinomia entre la persona y el Estado que está
latente en el propio texto constitucional.

El reconocimiento de la igualdad de las personas, y la interdicción de toda


discriminación establecida en el artículo 14 de la Constitución española,
constituyen el planteamiento básico a partir del cual se puede hacer realidad
la justicia que este mismo texto consagra en su artículo 1º como uno de los
valores superiores del ordenamiento jurídico. Este reconocimiento en el
texto constitucional es necesario a partir de la constatación en la realidad
social de desigualdades entre los individuos tanto naturales como
provocadas por la propia estructura social que son fuente de situaciones de
injusticia. Ello obliga al Estado a una acción positiva de redistribución de los
bienes sociales a fin de hacer efectiva la igualdad.62

De esta manera, si proyectamos estos principios constitucionales al Derecho


Penal, el momento hacer efectiva la justicia no puede ser sino otro que aquél
en que se ha de enfrentar al individuo con su hecho, esto es, el del
establecimiento de su responsabilidad que, como hemos explicado
anteriormente, es independiente del hecho punible. En ese momento el juez
ha de entrar a considerar todas las circunstancias del individuo
especialmente las que dicen relación con sus oportunidades de acceso a los
bienes naturales y sociales, de considerarlo no sólo en su posesión de
bienes, sino también en su carencia de los mismos.

Este planteamiento, que a partir del texto constitucional deviene en


exigencia, no puede conciliarse con la teoría normativa de la culpabilidad.
En su base está la falacia de una igual distribución de los bienes, de una
igualdad natural de todos los hombres que de modo general haría a todos
"capaces de culpabilidad".63 De este modo, el Estado estaría amparado de
modo general por una presunción que lo legitimaría de forma permanente
para exigir responsabilidad a toda persona que vulnerara la norma. La
"capacidad de culpabilidad" de todo se constituiría en una categoría general
legítimante del poder punitivo del Estado sobre todas las personas.

El problema tiene que ser planteado de otra forma. No puede partirse de una
legitimación genérica del Estado para exigir respecto de cada individuo una
responsabilidad por el injusto, pues tal planteamiento vulneraría los
principios constitucionales a que hemos hecho referencia anteriormente. A
nuestro entender, el problema debe ser planteado justamente al revés. El
Estado no está legitimado de modo general para exigir responsabilidad, sino
que debe legitimarse en cada caso respecto de cada individuo en concreto.
En esta legitimación ha de entrar a considerar la forma en que se han
distribuido los bienes sociales y la responsabilidad que pueda llegar a tener
en una distribución desigual de éstos respecto del individuo en concreto.

Por eso, estimamos con Bustos Ramírez que la responsabilidad es igual a


exigibilidad, entendiendo por tal exigibilidad la capacidad del Estado para
exigir responsabilidad64 al individuo, lo que significa que tiene que
legitimarse en cada caso considerando la responsabilidad que pueda
caberle en el caso de que ese individuo haya sido objeto de discriminación.
Luego, el problema no es si el Estado debe exigir responsabilidad al autor
del injusto, sino si puede exigir dicha responsabilidad a la persona concreta.

La responsabilidad así entendida obliga a considerar todas las


circunstancias vitales del autor a efecto de no solo establecer su
responsabilidad, sino también, si la hay, la medida de ésta que dependerá
de su acervo de bienes culturales, sociales y económicos, en definitiva de
los bienes en cuya distribución tiene responsabilidad el Estado. Luego, la
responsabilidad entendida como exigibilidad no es sólo responsabilidad del
autor por el injusto, sino que es una responsabilidad social. No es lo mismo
la responsabilidad de una persona que cuenta con una gran cantidad de
bienes sociales, que la de una persona que carece de ellos hasta el punto
de no poder satisfacer sus necesidades mínimas. En este caso hay una
persona que ha sido objeto de discriminación y la capacidad del Estado para
exigir responsabilidad en este caso, en tanto que responsable en la
distribución de bienes, será mayor y menor la de la persona. La
responsabilidad así planteada, si se llega a establecer, será una
corresponsabilidad de la persona y del Estado, en definitiva, como
decíamos, una responsabilidad social.

Aparece en este planteamiento una clara vinculación entre la


responsabilidad y la pena. El Estado solo podrá imponerla teniendo en
cuenta su mayor o menor corresponsabilidad y solo en tanto que ésta
aparezca como necesaria. Ello lo obligará a tomar en cuenta también las
consecuencias sociales que su imposición y ejecución pudieran acarrear.
Por lo tanto, la ejecución penal dista mucho de ser un categórico imperativo
ético, ni siquiera una necesidad. De esta manera, parafraseando el
kantiano ejemplo de la isla podríamos decir que la imposición de una pena
cuando el Estado no está legitimado para exigir responsabilidad o la
ejecución de una pena no necesaria es la que hará recaer la culpa sobre
cada uno de los individuos de una sociedad que ha decidido autodisolverse.

3.2.1. La teoría del sujeto responsable y las causas de inimputabilidad


y exculpación

Un planteamiento de esta naturaleza no está de ningún modo reñido con el


texto del Código Penal vigente que felizmente, pues tampoco es su función,
el concepto de culpabilidad. La teoría penal distingue entre las causas que
excluyen la culpabilidad por razones históricas entre causas de
inimputabilidad y de exculpación. Las primeras se encuentran en los tres
primeros números del artículo 20 y las de exculpación en el 20,5º y 6º CP, y
también el artículo 14.3 CP.

Para la teoría alternativa que proponemos tanto las causas de


inimputabilidad como de exculpación son causas de inexigibilidad, es decir,
supuestos expresamente reconocidos en la ley en los que el Estado no está
legitimado para exigir responsabilidad al individuo en concreto. De esta
manera, los supuestos de inexigibilidad, pueden ser agrupados dentro de
tres categorías: una primera categoría de inexigibilidad en la que se
contemplarían los supuestos en que la distribución de recursos naturales ha
sido desigual, es decir, supuestos de inexigibilidad por falta de salud
psíquica y física y de madurez mental; una segunda en que la causa de
inexigibilidad vendría planteada al individuo en concreto por no haber
interiorizado los valores del sistema social, y una tercera en que la
inexigibilidad vendría dada por las circunstancias fácticas concretas del
individuo en el momento de la comisión del hecho.

Por otra parte, no hay ningún obstáculo legal para admitir dentro de la teoría
del sujeto responsable causas supralegales de exención de responsabilidad
criminal que signifiquen supuestos de inexigibilidad. Es cierto que el artículo
4º 3. CP habla de una "rigurosa aplicación de las disposiciones de la ley",
pero esto no significa una extensión distorsionada del principio de legalidad
a las causas de exención de responsabilidad. A nuestro entender,
"aplicación rigurosa" no significa interpretación restringida del texto, sino
interpretación conforme a la Constitución y a los principios básicos del
Estado social y democrático de derecho.

De esta forma, no tendría el carácter de rigurosa una teoría normativa de la


culpabilidad, pues, a nuestro juicio, según lo hemos demostrado
anteriormente, no es conciliable con el texto constitucional. En cambio, sí lo
es la propuesta que hemos hecho de identificar responsabilidad con
exigibilidad, es decir, con capacidad o legitimación del Estado para exigir
responsabilidad a un individuo concreto por su injusto.

En suma, nada impide que la responsabilidad del individuo y la


determinación de la pena se fundamenten en el establecimiento por parte
del Estado de su legitimación respecto del individuo concreto para exigirle
un comportamiento conforme a la norma.

Notas
1
 Liszt, F. Tratado de Derecho Penal, T. II, Ed. Reus, Madrid, (1917), p. 388.
2
 Eduard Kohlrausch ante el inconveniente que para la teoría psicológica
representaba la culpa inconsciente tuvo que afirmar que ella no
representaba culpabilidad. Vide, "Die Schuld" en Aschrott-Liszt Die Reform
des Reichsstrafgesetzbuch T. I., 1910.
3
 Frank, R., Über den Aufbau des Schuldbegriffes, Huyesen, 1907.
4
 Goldschmidt, J., Normativer Schuldbegriff, en Frank Festgabe, 1930.
5
 Freudenthal, B., Schuld und Vorwurf im geltenden Strafrecht, 1922.
6
 Mezger, E., Tratado de Derecho Penal Alemán, trad. de la 2ª Ed. alemana
de J.A. Rodríguez Muñoz, Madrid, T. II, 1957, p. 9 y ss.
7
 Welzel, H. Derecho Penal Alemán, traducción de la 11ª edición alemana de
Bustos Ramírez y Yáñez Pérez, Ed. Jurídica, Santiago de Chile, 1970, p.
197.

Sobre la culpabilidad, de reciente aparición en la literatura española,
Terradillos Basoco, La Culpabilidad, México, 2002; Melendo Pardos, M., El
concepto material de culpabilidad y el principio de inexigibilidad: sobre el
nacimiento y evolución de las concepciones normativas, Comares, 2002; de
la Cuesta Aguado P.M., Culpabilidad. Exigibilidad y razones para la
exculpación, Dykinson, Madrid, 2004; Urruela Mora, A., Imputabilidad penal
y anomalía o alteración psíquica, Comares, Granada, 2004.
9
 Jakobs discípulo de Welzel lleva hasta sus últimos extremos la
normativización de la culpabilidad construyendo un concepto funcional de
culpabilidad, es decir, un concepto orientado al fin preventivo general de
restablecer el derecho quebrantado, un ejercicio de fidelidad al derecho. El
binomio culpabilidad y pena se establece jurídicamente asignándole a la
pena una función de conservación de la norma y constituye una respuesta
jurídica al que la ha infringido y al mismo tiempo una reafirmación del
derecho. Véase Jakobs, G., Derecho Penal. Parte General, trad. de la 2ª ed.
alemana de Cuello Contreras y Serrano González de Murillo, 1995, p. 579 y
ss.
10
 V. nota 7;
11
 En particular y por su proximidad, citamos dentro de la abundante
literatura que llenó la postguerra hasta aproximadamente los años setenta
en que la discusión se amplió a aspectos político-criminales, procesales,
penitenciarios, criminológicos, etc., entre otros, Roxin, C., "Contribución a la
crítica de la teoría final de la acción", en Problemas Básicos de Derecho
Penal, Ed. Reus, Madrid, 1976; y en nuestra literatura Rodríguez Muñoz
J.A., La doctrina de la acción finalista, 2ª Ed., Valencia, 1978.
12
 Sobre los contenidos del principio de culpabilidad y sus variaciones, De la
Cuesta Arzamendi, J. L. "El legado genético y el principio de culpabilidad.
Algunas consideraciones provisionales", en El Derecho ante el Proyecto
Genoma Humano II, Madrid, 1994.
13
 Obras básicas en la doctrina alemana sobre el principio de culpabilidad:
Kaufmann, A., Das Schuldprinzip, 2ª Ed., 1976; Stratenwerth G., Die Zukunft
des Strafrechtlichen Schuldprinzip, 1977.
14
 García Arán, M., "El llamado principio de culpabilidad: ¿no hay pena sin
culpabilidad", en Estudios Penales en Memoria del Profesor José Manuel
Valle Muñiz, Aranzadi, 2001, pp. 401-415, con interesantes reflexiones sobre
el principio y su recepción en el Parlamento español en la redacción del CP,
1995.
15
 Maihofer, W. Der Handlungsbegriff im Verbrechensystem, Tübingen, 1953.
16
 Córdoba Roda, J.: Culpabilidad y Pena, 1977, p. 18 y ss. Debe señalarse
que la culpabilidad por el hecho suele no presentarse en forma pura. Las
legislaciones suelen contemplar conceptos que la distorsionan como
habitualidad o reincidencia que son propias de una culpabilidad de autor
vinculada a un positivismo de defensa social. Como dicen Zaffaroni, E.R.;
Aliaga A. y Slokar, A. Derecho Penal. Parte General., 2ª. Ed., Ediar, Buenos
Aires, (2002), p. 663, al procesado se le reprocha algo más que el acto
mismo. En esta línea se encuentran expresiones como culpabilidad del
carácter o culpabilidad por la propia orientación de la vida
(Lebensführungschuld). Esta última expresión se debe a Edmund Mezger, el
más destacado sistemático del causalismo valorativo, pero también jurista al
servicio del nacionalsocialismo. Véase Muñoz Conde F., Edmund Mezger y
el derecho penal de su tiempo, 4ª ed., Tirant lo Blanch, Valencia, 2003.
17
 "Y por justicia yo no entiendo otra cosa que el vínculo necesario para
mantener unidos los intereses particulares, sin el cual se disolverían en el
antiguo estado de insociabilidad. Todas las penas que sobrepasan la
necesidad de conservar este vínculo son injustas por su naturaleza", en
Beccaria, C., De los delitos y las penas, Edición de Franco Venturi, 1ª Ed.
Bruguera, 1766.
18
 Córdoba Roda, J. 1977, op. cit. nota 16, p. 22 y ss.
19
 Una visión crítica sobre las teorías de la pena en Bustos, J. / Hormazábal
H., "Pena y Estado" en Papers Revista de Sociología, 1980, pp. 13, 97-128.
20
 Schünemann, B.: "La función del principio de culpabilidad en el derecho
penal preventivo", en AA.VV. El sistema moderno del derecho penal:
cuestiones fundamentales, Madrid, Tecnos, 1991, p. 149. Este trabajo se
publicó originalmente en la obra colectiva editada por el mismo autor
"Grundfragen des modernen Strafrechtssystem, de Gruyter, Berlín.
21
 Ob. cit. nota 8, p. 149. y, en general, Cerezo Mir y sus discípulos.
22
 Gimbernat, E., "¿Tiene futuro la dogmática jurídico-penal?"; él mismo, "El
Sistema del Derecho Penal en la actualidad", trabajos están recopilados en
Estudios de Derecho Penal, Ed. Tecnos, 1991.
23
 Sobre las teorías abolicionistas Pavarini, M., "El sistema de derecho penal
entre abolicionismo y reduccionismo", en Poder y Control 1, 1987, pp. 141-
157.
24
 En nuestra doctrina Gimbernat, ob. cit, nota 22. Además, Introducción a la
Parte General del Derecho Penal Español, Universidad Complutense,
Facultad de Derecho, Madrid, 1979; para información sobre la discusión en
la doctrina alemana Roxin, C., "Das Schuldprinzip im Wandel", en LH a
Arthur Kaufmann, 1993, Heidelberg, pp. 519 a 535.
25
 Schünemann, B. ob. cit. nota 19.
26
 Ibíd., p. 165.
27
 A nuestro juicio, como veremos más adelante, el problema de la
imposición de la pena no puede resolverse exclusivamente con el binomio
"injusto y pena"; es necesaria otra categoría entre el injusto y la pena para
resolver este problema, categoría que no necesariamente tiene que ser
"culpabilidad" que tiene una fuerte carga ajena al carácter laico del Estado
democrático de derecho. Por el contrario, Zaffaroni- Aliaga-Slokar, op. cit.,
nota 16, sostienen que "no se hace necesario reemplazar la denominación,
a condición de tomarla como criterio útil para la reducción del poder punitivo
y no para la legitimación discursiva de éste". También de la misma opinión,
Terradillos Basoco, ob cit. nota 8: "Desde el punto de vista político, el
principio de culpabilidad despliega, así, importantes efectos garantistas, ya
que, en ausencia, no cabe el recurso a la pena", p. 1.
28
 Sin duda un sistema de pena máxima, esto es, sin especificar una pena
mínima para cada delito, sería el modelo coherente con esta forma de
entender la función de la culpabilidad.
29
 Roxin, C. "Problemas básicos del derecho penal", trad. Diego Manuel
Luzón Peña, Ed. Reus, Madrid 1985, p. 200. En el mismo sentido Cuello
Contreras J., El Derecho Penal Español. Parte General, 3ª Ed. Dykinson,
Madrid, 2002, p. 909.
30
 Sobre la evolución de la teoría del delito: Bustos y Hormazábal: Lecciones
de Derecho Penal, I, Ed. Trotta, Madrid, 1997, p. 129 ss. También Roxin, C.
Sobre la culpabilidad en el derecho penal, trad. Bustos- Hormazábal, PPU,
Barcelona, 1992, pp. 115-143;
31
 Op. cit. nota 29, p. 201.
32
 Evidentemente será el tercero si se adhiere a una teoría tripartita del
delito. Para los que adhieren a la teoría de los elementos negativos del tipo
o cualquier otra propuesta que confunda tipicidad y antijuridicidad, será el
segundo elemento. Sobre las variaciones sistemáticas en la teoría del delito:
Bustos, J. / Hormazábal, H. Lecciones de Derecho Penal, II, Ed. Trotta,
Madrid, 1999, p. 177 y ss.
33
 En este punto hay que hacer notar, como lo hizo Córdoba Roda en su
oportunidad, ob cit. nota 15, p. 72, que el poder o libertad de actuación del
sujeto en el momento de cometer el hecho delictivo así como la aminoración
de la capacidad de actuar conforme a derecho deben ser tomados en cuenta
por el juez a los efectos de excluir o atenuar la pena "en cuanto sean
comprobados en el proceso penal". Lamentablemente ocurre en la práctica
judicial que los aspectos referidos al sujeto mismo, sus incapacidades, por
ejemplo, juegan un papel secundario. La culpabilidad opera como una
presunción, del mismo modo como se presumía la voluntariedad de las
acciones en el CP de 1870, y la defensa tiene que acreditar la causa de
inimputabilidad o de exculpación mediante pruebas periciales la mayor parte
de las veces, sobre todo en las causas de inimputabilidad. El juez suele
mecánicamente fallar en el sentido del informe del forense que suele
acreditar que el sujeto tenía capacidad de conocer y de obrar, es decir, se
limitan a decir si el sujeto obró o no obró dolosamente, cuestión ajena a la
imputabilidad o inimputabilidad.
34
 En la 1ª edición de su Manual de Derecho Penal Español (Editorial Ariel,
Barcelona), Juan Bustos Ramírez, ya en el año 1984, proponía la distinción
entre una teoría del delito (tipicidad y antijuridicidad) y una teoría del sujeto
responsable, señalando que la culpabilidad era responsabilidad y no
reproche o que el sujeto podía actuar de otra manera. En esa ocasión afirmó
que el punto de partida de la responsabilidad debía ser el hombre concreto
en sociedad (pp. 371 y ss.). Posteriormente en la tercera edición de ese
Manual (1989, 327) desarrolló más ampliamente este concepto diciendo
textualmente: "En definitiva lo que interesa es la persona responsable frente
al sistema penal criminal. Ello significa que el sujeto pueda responder frente
a tareas concretas que le exige el sistema. Luego responsabilidad implica
exigibilidad. Esto es, se trata de qué es lo que puede exigir el sistema de
una persona frente a una situación concreta. Responsabilidad y exigibilidad
son dos términos indisolublemente unidos". El planteamiento se mantuvo en
la cuarta edición de este Manual en el año 1994 en la Editorial PPU. (p. 512)
de la cual fui responsable y pasó a la primera edición de las Lecciones de
derecho penal en la que figuro como coautor con Juan Bustos Ramírez
(Editorial Trotta, Madrid, 1999, pp. 311 y ss.)
35
 Ob. cit. nota 8, p. 29.
36
 Para una crítica a las teorías de la norma penal y una propuesta
alternativa, puede verse: Bustos, J. / Hormazábal, H., "Bases para una
revisión de la teoría de la norma penal", publicado en la Revista General de
Derecho Penal, 1, en el portal electrónico www. iustel.com., 2004. También
ver el capítulo correspondiente en Bustos, J. / Hormazábal, H. Bases para
un nuevo derecho penal, 2004, Ed. Trotta, Madrid.
37
 Jakobs, G. ob. cit., nota 9, pp. 566-567.
38
 Ob. cit. nota 8, p. 148. Cita a Jakobs y Achenbach.
39
 Para mayor información sobre el derecho penal en Alemania en dicha
época Hassemer, W., "La ciencia jurídico-penal en la República Federal
Alemana", en ADPCP, trad. Hormazábal Malarée, pp. 3580, 1993.
40
 Roxin, C. Kriminalpolitik und Strafrechtssystem, 2ª Ed., 1967, p. 33.
41
 "Sentido y límite de la pena estatal", en op. cit., nota 11, pp. 11-36. Este
artículo dirigido fundamentalmente a estudiantes se publicó originalmente en
Jun, 1966.
42
 Ob. cit, nota 29, p. 210.
43
 Ibíd.
44
 Op. cit. p. 211.
45
 Op. cit. p. 213 y ss.
46
 Roxin, C., Strafrecht. Allgemeiner Teil, 3ª ed., München, 1997, p. 724 y ss.
Hay traducción al español de la 2ª edición de Luzón Peña, Díaz y García
Conlledo, y de Vicente Remesal con notas: Derecho Penal. Parte General,
Civitas, Madrid, 1997. Como las citas que haremos en el texto están
referidas a párrafos que permanecen iguales en la 3ª edición, las haremos
referidas a la versión española de este libro.
47
 Op. cit., p. 791.
48
 Ibíd.
49
 Baratta, A., Criminología critica e critica del diritto penale, Il Mulino,
Bologna, 1982.         [ Links ] Hay traducción al español de Bunster, A.,
Criminología crítica y crítica del derecho penal. Siglo XXI, 1986, México. Las
citas se harán en referencia a la edición en español.
50
 Op. cit., p. 71. Cursivas en el original.
51
 Schünemann, B., op. cit. nota 20, p. 152.
52
 Al cual yo mismo he adherido posteriormente, véase nota 34.
53
 Ob. cit. nota 16.
54
 "El derecho penal es la rama del saber jurídico que, mediante la
interpretación de las leyes penales, propone a los jueces un sistema
orientador de decisiones que contiene y reduce el poder punitivo, para
impulsar el progreso del Estado constitucional de derecho", ob. cit. nota 16,
p. 5.
55
 Ob. cit., p. 9.
56
 Ob. cit., p. 654.
57
 Ob. cit., p. 390.
58
 Ob. cit., p. 391.
59
 Ob. cit., p. 653.
60
 Ob. cit., p. 654, cursivas en el original.
61
 Es preciso precisar en este punto que la historia del Derecho Penal pone
de manifiesto que no ha habido una sola teoría normativa de la culpabilidad,
sino varias, pero con muchos elementos en común. Sobre el particular ver
Melendo Pardos, M., Ob. cit., nota 8.
62
 Para Rawls la justicia se resume en la siguiente idea central: "Todos los
bienes primarios sociales -libertad y oportunidad, ingresos y riqueza, y los
fundamentos de la propia estima- tienen que distribuir- se de modo igual a
menos que una distribución desigual de alguno de estos bienes o de todos
ellos resulte ventajosa para los menos favorecidos", en Teoría de la Justicia,
1971, p. 303.
63
 Empleo deliberadamente el concepto de un modo amplio con plena
conciencia de que el término lo restringe la teoría penal a la imputabilidad.
64
 De la Cuesta Aguado, P.M., ob. cit., nota 8, plantea también la
culpabilidad como un problema de exigibilidad, pero de una manera
totalmente diversa a la nuestra. En efecto, lo plantea no como exigibilidad al
Estado, sino como exigibilidad al individuo.

Bibliografía

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1982.

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Artículo recibido el 22 de septiembre de 2005 y aceptado para su


publicación por el Comité Editorial el 15 de noviembre de 2005.

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¿Por qué sentimos más culpa las mujeres que


los hombres?
 CLOTILDE SARRIÓ  COMENTAR

 Terapia Gestalt Online en tiempos del Covid-19


Ante el riesgo aun persistente, y hasta que se controle la pandemia he optado por mantener las sesiones
online como una alternativa a los encuentros presenciales, una modalidad no necesariamente peor y en
beneficio de todos.
Diversos estudios realizados tanto en adolescentes como en jóvenes y en adultos confirman que la
mujeres experimentan el sentimiento de culpa con mayor intensidad que los hombres.

¿Cuál es el origen del sentimiento de culpa en las mujeres?


La herencia de una cultura patriarcal reforzada por el cristianismo ha influido en la cultura occidental a
la discriminación de la mujer con respecto al hombre. También a sentirse más culpable que el hombre
por el mero hecho de ser mujer.
Para mitigar la angustia existencial que supone vernos arrojados a una vida finita, los seres humanos han
necesitado crear historias o mitos que permitan encontrar un significado a nuestra propia existencia.

De entre todas estas historias y mitos destaca el mito del “pecado original” o de “Eva”, descrito en el
libro de Génesis del Antiguo Testamento y cuyo origen se cimienta en el sentimiento de culpa de  las
mujeres.

“  6  Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los
ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y
dio también a su marido, el cual comió así como ella.

Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos;
entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”.
Génesis 3, 6-7

Dios prohibió a Adán y a Eva comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal”, que representaba a la
autoridad o el derecho para decidir lo que está bien y lo que está mal. Al comer del árbol, Adán y Eva
desobedecieron el mandato divino, perdieron el Paraíso, la felicidad y la vida eterna. Fue de este modo
como (siempre según lo que relata el Génesis) se introdujo el pecado, el sufrimiento y la muerte en el ser
humano.

Sin embargo, reflexionemos en el detalle de que la culpa de la desobediencia no es de Adán y Eva, sino
sólo de Eva como se dice en este pasaje de Eclesiástico, 25:24:

“Por la mujer comenzó el pecado,


por culpa de ella morimos todos”
Al inducir Eva a Adán a que comiera la manzana  —el fruto del árbol prohibido— para adquirir un
conocimiento que les hiciera ser como Dios, su desobediencia les condujo a otro conocimiento: el del
bien y del mal, así como también a la certeza de que un día morirían.

De esta manera, Eva se convierte en la “chica mala” de esta historia dejando a Adán como el “chico
bueno”. Otra evidencia que queda de manifiesto a través de este mito es que Dios castiga por
desobedecer y ejercer el derecho a la libertad individual de elegir, así como también castiga la curiosidad
de conocer, de descubrir, de saber más.
Desde tiempos remotos, la tradición cristiana ha perseverado en hacer culpable a Eva del llamado
“pecado original”, y al mismo tiempo ha propiciado una lucha de poder entre el hombre y la mujer que
ha alcanzado sus máximas cotas en nuestros días.
El sentimiento de culpa en las mujeres: una perspectiva de
género
El sentimiento de culpa tiende a ser más intenso en la mujer que en el hombre, diferencia que puede
variar en función de factores socio históricos.

En estas diferencias también existe otro elemento importante denominado “reglas de sentimiento” ;


término propuesto por la socióloga Arlie Russell Hochschild en 1983 para designar un conjunto de
reglas o normas de las que no somos conscientes pero que socialmente dictan lo que “se debe o no se
debe sentir” en determinadas circunstancias.
En ocasiones, las reglas de sentimiento son diferentes para hombres y mujeres dentro de una misma
cultura. Por ejemplo, en caso de adulterio en muchas culturas, la mujer adúltera además de ser
estigmatizada —algo que no sucede con el hombre– tiene que sentirse peor.
Existen de facto ciertas reglas implícitas —reglas no escritas— en las que se dice que la mujer debe
sentirse más culpable que el hombre si se ausenta del hogar, bien para trabajar, bien para compartir
actividades con sus amistades, ya que es un tiempo que le roba a la atención y el cuidado de sus hijos.

Estas reglas afectan también a la forma en que los padres y madres se dirigen a sus hijos e hijas cuando
intentan de corregir una determinada conducta. Diversos estudios constatan que con las hijas se
promueve mayor sentimiento de culpa al aplicar técnicas disciplinarias que tratan de hacerles ver las
penosas consecuencias de su conducta con frases como estas:

 ¿Te das cuenta de lo que has hecho?


 ¿Cómo te sentirías si te hubieran hecho eso mismo?
 ¿Cómo nos puedes hacer esto?…
También, a la mujer se le socializa más que a los hombres para que se preocupe por el bienestar de los
demás.
En definitiva, la mujer sigue sufriendo en la actualidad una presión social que la hace sentir culpable en
mayor medida que los hombres ante determinadas conductas, mientras que paradójicamente éstos no
sienten culpa alguna y son mejor vistos por la sociedad aún realizando las mismas conductas.

Desde niñas se inculca a las mujeres normas que fomentan la obediencia. De este modo, la mujer
aprende a sentirse culpable si hace algo que no se debe hacer. Nos encontramos así ante un mecanismo
de control —o de adaptación— aprendido en la niñez que repercute en la vida adulta cuando al ser
excluida social o culturalmente hay una tendencia a que la mujer se sienta culpable desde su
discriminación.
 “La culpa nos confunde y paraliza. En muchas oportunidades las mujeres
quedamos inhibidas para luchar por nuestros derechos, o defender nuestras
ideas, percepciones y sentimientos”
Liliana Mizrahi

La culpa también es una forma de violencia


 Culpables por elegir comer una manzana.
 Culpables por decir lo que pensamos.
 Culpables por romper esquemas y estructuras machistas.
 Culpables por utilizar la ropa que nos apetece.
 Culpables por tener el poder de dar vida.
 Culpables por decidir no ser madre.
Pautas para no sentirte culpable como mujer
 IDENTIFICA la conducta que te hace sentir culpable.
 ACEPTA que tenemos la condición de ser humanas y con todo el derecho a equivocarnos.
 RECONOCE tus límites y no te exijas más allá de ellos.
 EXPRESA verbalmente como te sientes frente a cualquier acto que hayas realizado.
 REFLEXIONA acerca de posibles soluciones al problema que te angustia. Seguro que
encuentras una válida para ti.
 RESPONSABILÍZATE de tu conducta pero no te sientas culpable de ella. La
responsabilidad impide anclarte en la culpa y te ayuda a resolver el problema.
Con mucho humor Las Cadiwoman cantan en esta chirigota gaditana situaciones simples, cotidianas  e
inocentes que, sin embargo, generan sensación de culpa en  muchas mujeres.

A continuación, puedes leer la letra completa de La culpa:


La culpa
La culpa hay que echarla para fuera,
así que aprovechad cuando vayáis a hacer pipí…
y mea culpa.

La culpa para afuera, la culpa,


saliste una noche de copas
después de una semana de sangre y sudor
y la gente murmura:
«Esa madre no tiene muy buen corazón,
habrá dejado a su criatura
viendo a Bob Esponja tirado en el salón».

Comer hidratos de noche

y no ir al gimnasio, pagándolo y todo,


un día entero con Netflix
con el chocolate y con el cobertor
y la gente comenta:
«Se ha puesto más gorda,
se ha hecho mayor».

Y por mi culpa, la culpa, la culpa,


porque con Eva todo esto empezó
la Biblia es un culebrón.
Quitarle la teta al machito,
o seguir con la teta y el niño es mayor,
pedir pizza o de chino,
y para hacer un cocido,
tres horas «plop, plop»,
salir de un grupo de WhatsApp,
tirarte un pedito en el ascensor…

La culpa no vale para nada


si luego lo vas a hacer igual
pero con esa cosa que al final
no te va a dejar disfrutar.

Coser un disfraz para el colegio


porque tenía que ir árbol de Navidad
y pegarle dos bolas al pijama del padre,
que era para tirar
sentirte muy malamente
ponerle en la frente una estrella pegada.

A veces me toco un poquito


y yo no siento culpa, ni angustia, ni nada,
eso es algo del cuerpo, es algo necesario,
algo natural.

¿Y con quién fantaseo?


Culpa, culpa, fuera la culpa.

La culpa no vale para nada


si luego lo vas a hacer igual
pero con esa cosa que al final
no te va a dejar disfrutar.
Trabajo de mañana y de tarde
y cuando llego a casa estoy reventada.

No soy la madre perfecta,


la amante dispuesta siempre depilada.

La bata con pelotillas,


mis mallas cedidas y la ingle poblada.

La culpa del mundo, toda la tengo yo


tomé una manzana y he liado una tangana

Yo traje el pecado y también a Casado,


Pandora y la caja culpa de una raja
y las siete plagas las trajo mi hermana
la culpa de todo fue de Yoko Ono,
maté a Manolete y también a Chanquete,
de cualquier pelea por ir al Ikea,
del gluten, del paro o de si me separo,
del aceite de palma, de si tu no te empalmas,
del irme a ensayar y quedarme en el bar,
de llevar un escote y ser rubia de bote,
si dio que no, no lo repitió.

La culpa de todo, no la tengo yo.

Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia


Bibliografia:

– Etxebarria, I., Ortiz, M. J., Conejero, S. y Pascual, A. “Intensity of habitual guilt in men and women:
Differences in interpersonal sensitivity and the tendency towards anxious-aggressive guilt”. The Spanish
Journal of Psychology, 12(2), 540-554, noviembre de 2009.
– Mizrahi, L. (2003). Las mujeres y la culpa. Buenos Aires, Argentina. Grupo Editor Latinoamericano.
 Este artículo está escrito por Clotilde Sarrió Arnandis y se encuentra bajo una
Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España

Imagen: Clotilde Sarrió

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