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Sermón: Un corazón dispuesto es 

 de gran valor para Dios. HECHOS 9:10

La palabra de Dios nos enseña en el Libro de los Hechos que Ananías fue


un discípulo sensible y obediente al Señor, este hombre fue usado por Dios
para hablar y ministrar a Saulo de Tarso, quien más adelante sería un
poderoso instrumento en las manos de Dios, el apóstol Pablo. 
La Biblia nos dice en Hechos 9:10 “Había entonces en Damasco un
discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él
respondió: Heme aquí, Señor”. 
Debemos destacar que Ananías escuchó la voz de Dios y la reconoció
como tal, y en esto se hace evidente su sensibilidad a la voz divina. Éste era
un hombre fiel a Dios digno de confianza), y es precisamente por eso que el
Señor le confió sus planes secretos, en éste caso y en particular, su plan
con Saulo de Tarso. 
La palabra de Dios valora y destaca la importancia de la intimidad con el
Señor, pues es en el secreto donde Dios revela su poderosa voluntad y nos
muestra su dirección y las estrategias a seguir. 
Este suceso, también nos enseña que los discípulos del Señor Jesús se
evidencian porque siguen y hacen la voluntad de Dios, ellos no viven para sí
mismos, por el contrario, viven para hacer la voluntad de Aquel que los
rescató.  Vemos que Ananías era un discípulo y aun así Dios lo llamó y lo usó.    No
sabemos mucho de Ananías, pero si sabemos que era discípulo.    Para ser discípulo de
Cristo tenemos que haber creído en Cristo como nuestro Salvador.    Ananías representa
al típico cristiano que ha sido llamado por el Señor para alcanzar salvación.    Aún así
Dios lo ha llamado, y como vemos en el verso clave, lo ha llamado por su nombre.   
Todos nosotros, los que hemos creído en Cristo, somos conocidos por Dios.    Algunas
veces nosotros llamamos a alguien por un apodo o por un sobrenombre porque
desconocemos su verdadero nombre, pero no así Dios, él nos llama por nuestro propio
nombre.   Lo grande de esto es que aun sin nosotros ser creyentes Dios nos conoce.   
Más adelante veremos la diferencia entre Dios conociéndonos antes y después de venir a
él.    Por el momento nos concentraremos en Dios conociéndonos.  

Debemos también destacar la buena y pronta disposición de Ananías al


responder al Señor diciendo: “Heme aquí, Señor”. Palabras de un siervo
obediente y dispuesto para la voluntad de su Señor.   
El Señor Jesús es Maestro por excelencia, él continúa instruyéndonos,
siempre está enseñándonos. Él envió su Espíritu Santo para guiarnos y
enseñarnos cosas que ojo no vio, ni oído oyó, para que podamos conocer
las riquezas de su gloria y la herencia en Cristo. Buscar a Dios nos depara
poderosas revelaciones y grande bendiciones. 

 En nuestra conclusión de esta disertación deseo enfatizar un punto más, el cual
debe motivarnos a buscar más del Señor y a creer que como hizo con Ananías
puede hacer con nosotros.   En el verso leído y la continuación del relato vemos
que hay una conversación entre el Señor y Ananías.   Esta conversación se está
dando por medio de una visión recibida por Ananías.   No se nos dice si Ananías
estaba en ayuno o si estaba orando o estaba en reposo.    Lo que sí sabemos es
que Ananías, estuviera haciendo o no lo ya mencionado, estaba en un continuo
comunicar con el Señor.   Sus oídos estaban habituados a oír al Señor, a
reconocer su voz, a saber cuando era el Señor el que le estaba hablando.    Es por
eso que su respuesta fue “Heme aquí, Señor”.   En esa conversación podemos
percibir la manifestación de varios dones del Espíritu.    En primer lugar miremos
las palabras dichas luego del Señor llamar a Ananías y este responder.    El Señor
le dice: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas
a uno llamado Saulo, de Tarso (Hch.9:11).    El primer don que se manifiesta es el
don de sabiduría.   Este don es el que da dirección.   El Señor, por medio del don
de sabiduría le dio la dirección exacta a donde ir.   El segundo don que se
manifiesta es el don de ciencia donde el Señor le revela qué es lo que está
haciendo y viendo Saulo:  …porque he aquí, él ora, 12y ha visto en visión a un
varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la
vista (Hch.9:11-12).    El tercer don que se manifiesta es el don de profecía donde
el Señor le dice a Ananías cuales son los planes que el tiene con Saulo: 15El
Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre
en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; 16porque yo le
mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre (Hch.9:15-16).  Dos
dones más son manifestados en este relato.    El cuarto don es el don de fe.  
Recordemos que Ananías tenía dudas de ir a ver a Saulo, pues conocía todo el
mal que les causaba a los cristianos.   Por medio del don de profecía Dios permitió
que el don de fe se manifestara permitiendo a Ananías hacer algo que no hubiera
hecho sin el.    El don de fe lo que hace es fortalecernos para actuar en
circunstancias difíciles en las cuales no actuaríamos si no lo tuviéramos.   El
quinto don que se manifestó fue el don de milagro.   Saulo quedo siego al ver la
luz brillante, más fuerte que la luz del sol.   Nos dice el relato que cuando Ananías
puso sus manos sobre Saulo le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al
instante la vista (Hch.9:18).   Ese es el don de milagros manifestándose.

   Como podemos ver cinco dones fueron manifestados en un momento dado.  


Todo comenzó con un “Ananías de parte del Señor y un heme aquí de parte de
Ananías”.   No debemos andar en busca de los dones, busquemos al dador de los
dones.   Cuando él se manifieste los dones se manifestarán por sí solos.

   Recordemos que las señales nos van a seguir si nosotros estamos siguiendo al
Señor.   También recordemos que como Ananías Dios quiere usarnos a nosotros,
lo importante es estar atento a la voz de Dios y responder ¡heme aquí, Señor!  

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