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Courtney Allison Moulton. - Angelfire 0.5 - A Dance With Darkness
Courtney Allison Moulton. - Angelfire 0.5 - A Dance With Darkness
Índice
Sinopsis…………………………………………......………. 03
Capítulo 1……………………………………………………. 04
Capítulo 2……………………………………………………. 09
Capítulo 3……………………………………………………. 12
Capítulo 4……………………………………………………. 17
Capítulo 5……………………………………………………. 23
2
Capítulo 6……………………………………………………. 28
Capítulo 7……………………………………………………. 34
Capítulo 8……………………………………………………. 41
Capítulo 9……………………………………………………. 47
Capítulo 10…………………………………………………… 53
Capítulo 11…………………………………………………… 57
Epílogo………………………………………………………. 62
Sobre la Autora……………………………………………… 65
Sinopsis
Había sombras en este callejón que ninguna luz tocaba, y donde no había luz, cualquier cosa
podía esconderse.
Al final del siglo catorce, reapers angelicales luchan por defender a Londres contra
una legión de los demoníacos, que tienen sus ojos puestos en las almas humanas y
las reliquias antiguas para un oscuro propósito. Madeleine, una joven pero
poderosa guerrera, está atada al deber de pelear contra los demoníacos, y vive por
ese propósito, por encima de todo lo demás. Entonces, en una noche de rutina, es
emboscada por un cuadro de reapers y, a pesar de que los vence a todos, es herida y
dejada a merced de su amo, el muy conocido Bastian. 3
Madeleine es sorprendida cuando Bastian la deja vivir. Profundiza más y más en el
mundo de los demoníacos y queda en shock al encontrarlo de nuevo… a ese
poderoso reaper cuyo toque la deja inquieta y emocionada como nada más.
Cuando caen en una peligrosa aventura clandestina, su cabeza y su corazón deben
librar su propia batalla: ¿puede su amor vencer la naturaleza demoníaca de él? ¿El
baile de Madeleine con la oscuridad la quemará o traerá a Bastian a la luz?
Con un abrasador romance y fantástica acción, esta novela original es una precuela
de la maravillosa serie de Courtney Allison Moulton: Angelfire.
Capítulo 1
Traducido por Dai
Me lancé en una carrera. Cualquier ritmo diferente a una caminata constante era
difícil de lograr con un vestido. Vislumbré a un reaper hacer un giro brusco hacia
un callejón estrecho y desvanecerse en la negrura. Tuve cuidado cuando lo seguí.
Mi vista era magnífica en la oscuridad, pero había sombras en este callejón que
ninguna luz tocaba, y donde no había luz, cualquier cosa podía ocultarse. Contuve
mi respiración para escuchar con atención si había sonido de pasos. Una puerta
hizo un ruido sordo al cerrarse y corrí hacia ella. Un suave halo de luz rodeaba la
entrada.
No sería prudente para mí seguir a un reaper a un edificio que tenía más que
sombras para ocultar a sus monstruos, pero no estaba dispuesta a rendirme ahora.
Había esperado toda la noche para que él apareciera en esa taberna —un lugar
donde, con demasiada frecuencia, los seres humanos entraban para no volver a ser
vistos—, y yo no lo dejaría ir. No podía permitir que cosechara más almas para
llenar las filas del infierno. Como un reaper angelical, estaba obligada a matar a
tantos reapers demoníacos como encontrara.
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reaper y estrellé su rostro contra la pared, aplastando los huesos y la carne y
terminando con él. Su cuerpo de piedra se hizo añicos al caer al suelo. Dos.
Sentí acero mordiendo mi piel y el calor fluyendo por mi brazo. Apreté mis dientes
por el dolor y clavé mi codo en la nariz del reaper que me había cortado. Algo
crujió en su cara e hizo unas gárgaras horribles antes de caer. Tres. Manos
forcejeando y rompiendo la red que sostenía mi cabello oscuro cerca de mi cuero
cabelludo, liberando las trenzas para agarrar grandes mechones y tirar mi cabeza
hacia atrás. Solté un grito agudo cuando mi cuerpo se inclinó violentamente por mi
cabello. Me levanté salvajemente con mi espalda en quién fuera que me hubiera
jalado hacia atrás y mis ojos se movieron cuando uno de los reapers demoníacos
apareció delante de mí y levantó la espada más allá, para llegar a la mía. Le di una
patada y mi pie golpeó su estómago con un ruido sordo. Él me gruñó antes de
levantar su espada y volvió a dirigir la hoja hacia mi cabeza. En el último instante,
torcí mi cuerpo para un costado lo más fuerte que pude, arrastrando al reaper que
colgaba de mi pelo. La espada se hundió profundamente en el hueco suave y tierno
entre su clavícula y su cuello y ella lanzó un grito ahogado y húmedo cuando la
sangre llovió de su herida bajando por su cuerpo. Cuatro.
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una de las mías. No había manera de que ganara una batalla de fuerza bruta contra
él como contra el último reaper. Empujé mi espada contra la suya mientras él
forzaba la suya contra la mía. No iba a durar más de un segundo, pero eso era todo
el tiempo que necesitaba. Aflojé y él perdió el equilibrio mientras su cuerpo lo
llevaba hacia adelante. Mi segunda espada se clavó en su pecho con precisión,
dándome una pulgada entre el metal y el corazón. La habilidad triunfa sobre la
fuerza bruta cualquier día. Tiré la espada que había reclamado de uno de mis
enemigos caídos al suelo de madera con un estrépito. El reaper a la que había
atravesado, se agachó sobre sus rodillas, apretando sus dientes en dolor; había
aceptado la muerte.
—¿Para quién trabajas? —gruñí ante su rostro—. ¿Por qué estás en Londres?
—No voy a decirte nada —escupió—. Toma mis dedos, mis ojos, lo que quieras.
No traicionaré a mi misión.
Mi labio se curvó. Si lo torturaba, estaba segura de que podría conseguir algo útil de
él, pero sabía que no tenía eso en mí. Puede que haya sido construida para la
violencia, pero no estaba construida para la crueldad.
Solté su túnica sólo para girar mi espada a la derecha hacia su corazón. Levantó la
cabeza en agonía y abrió la boca para dejar salir un gemido bajo. Cayó,
desplomándose sobre el suelo, y su cuerpo se estremeció por varios y largos
momentos mientras lentamente su convertía en piedra. Seis.
Me dejé caer, exhalando y luego haciendo una mueca. Una de mis costillas estaba
rota. Posiblemente dos. Miré hacia abajo para examinar la herida a través de mi
vientre. Mi vestido estaba desmenuzado y podía ver la herida luchando por sanar.
Necesitaba comer para que mi cuerpo recuperara la energía que necesitaba para
sanar mis heridas.
—Mataste a seis de mis mejores hombres —dijo una voz detrás de mí, y me di la
vuelta. Otro reaper estaba parado en la puerta del taller y me pregunté cuánto
tiempo había estado allí de pie. Él era demoníaco, sin lugar a dudas. Con los otros
reapers idos, podía sentir la presión de su poder oscuro empujando cada centímetro
de mi cuerpo como si estuviera hundiéndome en agua profunda.
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—Me queda un séptimo corazón que tomar esta noche.
Era hermoso, eso tenía que concedérselo. Sus ojos eran azules como el veneno, más
brillantes que cualquier joya, como diamantes azules que no reflejaban la luz, sino
que la generaban a partir de pequeñas estrellas propias que ardían en su interior.
—¿Y ahora qué? Estás herida, agotada, y todavía tienes que lidiar con el maestro de
tus oponentes caídos. ¿Aún valiente?
Yo no vacilé.
—Siempre.
—¿Quién eres, pequeña reaper angelical? —canturreó él, su cara cerca de la mía.
—La loba no le dice al macho su nombre antes de que ella tome su garganta.
Hundió el rostro más cercano al mío.
—Si el lobo pidiera el nombre del ciervo, con mucho gusto se lo daría.
Especialmente cuando entró una hermosa loba con exquisitos ojos esmeralda.
—Soy Bastian —dijo el demoníaco de ojos azules—. Espero que nos encontremos
otra vez.
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Luego, sus manos me liberaron, y él se había ido. Me quedé allí, sin aliento y sola,
y conmocionada porque aún estaba viva. No había sentido ni un escalofrío de
miedo subir por mi columna vertebral hasta que escuché ese nombre, un nombre
temido por todos los reapers angelicales que valoraban su vida, y me di cuenta todo
el peso de mi suerte. Él no podía ser el Bastian, uno de los reapers más poderosos
del mundo conocido. Se rumoreaba que estaba en el Lejano Oriente y lejos, muy
lejos de Inglaterra. Su presencia aquí no podía significar nada bueno para nosotros.
Me oculté para desaparecer de la vista humana, dentro del velo del Grim y volé por
encima de la ciudad hacia el campo y hacia la casa. Con cada golpe de mis alas, mi
cuerpo gritaba de dolor. Mis pensamientos fueron consumidos por Bastian y lo
afortunada que era de haber escapado cuando estaba terriblemente herida y
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agotada. Si él hubiera decidido pelear conmigo, no estaría respirando en este
momento. La noche era negra como el carbón; las densas nubes bloqueaban
cualquier luz de la luna que podría iluminar mi camino, y la única luz provenía de
uno o dos carruajes que pasaban con linternas balanceándose al lado del cochero.
En el momento en que llegué a la vieja casa de campo, mis heridas se habían
curado, pero estaba al borde del colapso. La luz de las velas brillaba en la ventana
junto a la puerta y me di cuenta que Nathaniel estaba en casa y despierto. Empujé
para abrir la puerta y el gentil rostro y los ojos cobrizos de mi amigo se encontraron
con los míos desde su asiento en la mesa.
—Eso debe haber sido alguna pelea, Madeleine —dijo, y se puso de pie. No tenía
que decirle lo mucho que necesitaba comer.
—Casi no logré salir con vida —contesté—. Y eso es poner las cosas a la ligera.
Una gran olla de deliciosa sopa de pato echaba vapor sobre el fuego, haciéndome
agua la boca. Nathaniel llenó un cuenco para mí y lo puso en la mesa.
Me tomó un gran esfuerzo no engullir la taza entera sin usar una cuchara. Tenía
razón, así como la tenía en todo.
—Seguí a uno a la tienda de velas —dije entre bocado y bocado de sopa—. Directo
hacia una emboscada.
—¿Lo torturaste para obtener información? —Me dio una mirada seria.
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Lo fulminé con la mirada.
—¿Crees que están aquí para matar a los nobles por sus almas uno por uno? ¿Para
aniquilar completamente a la corte Inglesa?
—No puedo decirlo, pero la situación rápidamente se pone más grave. Necesitamos
más fuerzas.
—Ah —dije débilmente. Era un gran honor ser elegido por el arcángel Miguel para
convertirse en el guardián de una reliquia, pero el honor más grande era ser
guardián de la Preliator, la criatura más poderosa de la Tierra y la única capaz de
blandir el Angelfire. Se reencarnaba cada vez que era asesinada en batalla, pero era
el deber de su guardián proteger su cuerpo mortal. De hecho, el honor era el más
grande, pero también venía con una esperanza de vida muy corta.
—Bastian no participó, pero estoy segura de que orquestó el encuentro entre los
demoníacos. Se fue antes de que pudiera luchar contra él. —Lo que no dije fue que
Bastian me había dejado vivir. No habría tenido una oportunidad contra él después
de esa batalla. Aunque me moría de ganas de saber por qué me salvó, 11
especialmente después de que maté a sus subordinados, quería incluso más saber lo
que estaba haciendo en Londres.
—Evantia —repetí con gravedad. Era aún más infame que Bastian. Él hacia su
trabajo sucio. Debería haber sabido que, si se presentaba, ella no estaría demasiado
lejos.
Nathaniel había hecho los arreglos para que llegara al Castillo de Lockmoore en
carruaje. Prefería escabullirme por la entrada de empleados o esconderme por algún
pasillo, pero Nathaniel estaba seguro de que sería descubierta. Mejor si iba al vals
como si hubiera sido invitada, pero sin llamar la atención. Mezclándome. Los
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demoníacos que asistían sospecharían menos si me veían entrar a que si aparecía de
repente de la nada. Ellos podrían saber que era una reaper, pero si me mantenía a
mí misma, nadie debía alertarse por mi herencia más celestial.
El ritmo de las andaduras de los caballos me dio algo en lo que centrarme, así no
entraría en pánico. Estaba pisando descalza en un terreno de víboras. Pero, si tenía
éxito descifrando los motivos de los demoníacos, podríamos echarlos de la ciudad o
más preferiblemente acabar con ellos. Pero cuando mi conductor se detuvo en el
camino de entrada de la casa me di cuenta del gran número de demoníacos de la
élite que llenaban la entrada del castillo, mis nervios se tensaron y el latido de mi
corazón se apresuró. Tomé un profundo suspiro, dejando que mis pulmones se
llenaran hasta que no podían soportar más, y lo sostuve, prolongando el momento
hasta tuve que dejar ir todo y abandonar la seguridad del carruaje.
El castillo se alzaba hacia arriba, con sus muros devorados por la hiedra que
trepaba hacia los picos del tejado, chimeneas y torres. Desde mi vista, había una
gran cantidad de ventanas —la mayoría eran suficientemente grandes para que yo
pudiese caber—, pero no vi otras puertas aparte de la entrada principal. Necesitaría
establecer una ruta de escape antes de adentrarme en la noche profunda. El interior
estaba iluminado con incontables velas y lámparas de araña de hierro, y el suelo
estaba lleno de reapers demoníacos. Bailando en el salón de baile, examinando
desde la vista de los balcones y escaleras y cenando en unas mesas llenas de
delicadas frutas y carne cara. Lujosos tapices con escenas de caza y mitología
cubrían las paredes, y extendidas por el suelo de piedra había alfombras de
decoración oriental.
Había ido a bailes y mascaradas antes, así que no era ajena a la festividad. Me
acordé de un arlequín en París que era un reaper angelical famoso entre los
humanos por respirar fuego y sus actuaciones de desaparecer. Algunos reapers
tenían habilidades naturales que sorprendían incluso a los de su propia especie. Este
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arlequín podía hacer la danza del fuego en sus palmas y extenderlo por todo su
cuerpo hasta que estaba ahogándose en llamas y luego desaparecería en las sombras
como si se hubiera quemado. Después, sólo cuando la multitud entrara en pánico,
aparecería como una llama de fuego, perfectamente sano y como si hubiera
resucitado. Como sea, la mascarada de Evantia no tenía respiradores de fuego, ni
humanos, y los únicos reapers enmascarados rondando los pasillos eran
demoníacos.
Me puse a mi plan para determinar una salida. Hice notas de cómo volver a las
puertas principales, pero ese sería mi último recurso. Hacer una salida rápida en
medio del baile sería sospechoso y potencialmente desastroso. Mirando por encima
de mi hombro para asegurarme que no me estaban siguiendo, atrapé en un vistazo
de una cara familiar. Su piel blanca parecía brillar envuelta en su vestido negro, y
su señalado rostro —todavía hermoso a pesar de todos esos ángulos—, estaba
enmarcado con interminables mechones rojos. Al final, Evantia en carne y hueso.
Por suerte, ella no notó que me paré y la examiné durante varios minutos. Reuní
mis sentidos y giré, hacia un oscuro pasillo que se dirigía a la planta principal. Una
mano atrapó la mía y me empujó hacia el cuerpo de un hombre alto cuyo rostro
estaba escondido detrás de una siniestra mascara de carbón negro rematándola con
cuernos, revelando sólo unos suaves labios y unos ardientes y venenosos ojos
azules.
—Eres bastante tonta al venir aquí —dijo, en voz baja—. O suicida, a lo mejor.
—Lo pude decir por tus labios. Y tus ojos. No podía olvidarlos tampoco, loba.
—Estaba yéndome, así que, si me disculpas. —Empecé a alejarme, pero su agarre
era inflexible.
—¿Te vistes para una mascarada y vienes hasta aquí, das una vuelta y te vas? —
preguntó escéptico y bromeando—. Nunca me dijiste tu nombre.
Aparté mi mano.
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Su sonrisa se convirtió en algo más tranquilo, más secreto.
Estreché mis ojos hacia él, ya tenía bastante de su distracción. Él sabía que yo era
angelical y no podía no imaginármelo revelando mi secreto a todo el castillo. Me
encontraba en una situación muy mala.
—Siempre es un placer.
Él se desvaneció a mi vista, así que rápidamente mis ojos no lo pudieron ver, pero
necesitaba conocer su posición. Tenía que estar seguramente ahí fuera entre la
multitud, en alguna parte, observándome, quizás planeando ir hacia su señora y
alertarla de mi presencia. Mi mente me estaba gritando que saliera de allí antes de
que se pusiera peor, pero él tenía razón en algo, no había venido hasta aquí para
nada.
•••
Recorrí todos los pasillos del castillo por una salida, pero no había ninguna. No
había ninguna duda de que Evantia había elegido este castillo por una razón. Ella
quería saber exactamente quién entraba a sus dominios y por dónde, y quería
asegurarse de que lo dejaban del mismo modo en que entraban.
El pasillo por el que estaba buscando ahora estaba oscuro, la luz de la antorcha
expandía un montón de sombras donde esconderme, pero cuando oí voces venir del
pasillo, busqué un lugar para esconderme. Traté con las puertas que tenía cerca,
pero estaban bloqueadas. Sólo cuando mi corazón empezaba a hiperventilar,
descubrí una puerta sin bloquear y empujé para abrirla lentamente y en silencio
antes de escabullirme dentro y cerrarla detrás de mí sin ningún ruido. Me encontré
en una habitación con una cama extensa, con un enorme dosel con cuatro
columnas cubiertas de seda, un gran escritorio de madera oscura con libros apilados
en el frente de una pared llena de estanterías, y ventanas que iban del suelo al techo.
Pasos sonaron justo fuera de la habitación. A cada lado de las ventanas había unas
cortinas grandes y pesadas, y fui hacia ellas y me oculté entre los pliegues y las
sombras de las telas. La puerta de la habitación se abrió, deslizándose pesadamente
sobre el suelo y unas cuantas figuras entraron. Desde mi escondite, estaba
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totalmente ciega y me maldecía. Si me hubiera deslizado debajo de la cama por lo
menos podría contar el par de pies que había en la habitación y ver sus
movimientos. Rezaba porque mi error no me costara la vida.
—Tienen que encontrarla. Quiero que sea rápido, o tendré que tallar mi disgusto
con sus vidas.
Su voz me sonaba familiar y tenía que ver quién había entrado a esta habitación.
Intenté mirar entre las cortinas y la pared para verles los rostros. Pegué mi cuerpo
contra la pared así no tendría que rozar las cortinas, pero eso no me llevó a ningún
lado. Levanté una mano con cuidado y cogí un poco de tela entre mis dedos y la
moví, pero el oído de los reapers demoníacos era muy fino.
Bastian apartó la cortina a un lado y sus ojos capturaron los míos. No tenía la
máscara, revelando su hermosa cara completamente. Miró hacia mí y miro hacia
atrás. No respiré, no hablé, no ataqué, y me tomó un tiempo darme cuenta que él
no estaba haciendo ninguna de esas cosas tampoco. Luego una oleada pasó por él y 16
cualquier rastro de sorpresa se había convertido en diversión.
—No es un ratón —dijo Bastian mientras una sonrisa crecía en sus labios—. Es un
lobo, un lobo de ojos esmeralda.
—Adelántate —dijo Bastian, con su mirada fija en la mía—. Creo que he tenido
suficiente de fiesta.
—Haz lo que quieras —contestó ella—. Geir, ven conmigo. —Un momento
después, ella y el otro reaper demoníaco se habían ido, dejándonos a Bastian y a mí
solos.
Capítulo 4
Traducido por Maru Belikov
—No tienes idea. —Él pareció derretirse entonces y su mirada vagó sobre mi
cara—. ¿Qué estás haciendo de regreso aquí?
—Investigando.
—¿Por qué revelaría esa información a una pequeña detective angelical? ¿Tú
honestamente esperas te lo diga?
Su cercanía encendió mi piel como fuego y era una lucha para mí tomarlo despacio,
incluso respirar cuando todo lo que mi corazón quería hacer era correr.
Sus ojos pasaron como dardos de arriba y abajo entre los míos. Él inhaló
lentamente.
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—¿Por qué te importaría?
El espacio detrás de la cortina era muy estrecho y aunque allí había un halo de aire
frío emanando de la ventana, mi cuerpo tenía un calor abrasador por la
anticipación y algo más. El cuerpo de Bastian rozó el mío, y me sorprendió cuando
cerró aún más la distancia entre nosotros mientras colocaba una mano en mi
cintura. Sus ojos, brillantes en la oscuridad, siguiendo el camino de su otra mano a
través de mi clavícula desnuda. No podía respirar y no podía, no lo detendría. Mis
labios se separaron y mi pecho empujó contra su mano mientras tomaba un
profundo, tembloroso aliento por aire. Con esa mano él trazo un camino por
encima de mi garganta y a lo largo del borde de mi mandíbula. La parte trasera de
sus dedos acariciando mi mejilla.
—Me gustaría llamarte por como los demás te llaman. —Sus labios presionaron mi
mejilla y una caliente, fugaz sensación ardió a través de mi estómago—. O quizás
yo mismo te nombre, y tú nombre podría ser nuestro secreto. Me gustaría
muchísimo compartir un secreto contigo.
—Le mentiste a tus amigos —le recordé—. Pudiste haberles alertado mi presencia y
me hubieran matado.
—Quiero unos miles. —Él alzó una mano, deslizando mi máscara sobre mi cabeza,
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y se detuvo para mirar hacia mí antes de lanzar la máscara detrás de él. Sus dedos
jugaron con los hilos a través de mi oscuro cabello, desatando nudos, y removiendo
cintas hasta que mi cabello cayó alrededor de mis hombros y estaba libre. Dejo caer
mi capucha y red hacia el suelo. Mi cuerpo entero tembló y estaba arruinada.
Sus ojos eran azul fuego, como estrellas gemelas quemando dentro de los míos. Él
era hermoso en la luz de la luna.
Mordí mi labio y giré fuera por detrás de la cortina, alejándome de él. Él me siguió,
apartando la cortina fuera de su camino. Me detuve en el medio de la habitación,
rogándome a mí misma correr por la puerta, pero mis pies se habían arraigado al
suelo. Mi mente estaba gritándome, pero no podía irme. No quería. Necesitaba
conocerlo, entenderlo. Necesitaba estar con él. Pero este era Bastian —Bastian, por
todos los cielos—, un demoníaco Reaper con una mala reputación por el caos. Él
me mataría tan rápido como me besaba.
Agarré el cuello de su camisa con mi mano libre y lo empuje hacía mí. Lo besé
salvajemente, reacia a dejarlo ir otra vez mientras mi corazón y cabeza libraban su
lucha. Me giré y lo empujé, guiándolo hacia la enorme cama de dosel. Él se sentó
en el colchón, sus ojos órficos azules pegados a los míos, y me subí sobre su regazo,
mi vestido como una cascada violeta sobre el borde la cama, y presioné mi mano en
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su pecho hasta que su espalda en hundió en las sábanas. Me incline sobre él y lo
besé lenta y suntuosamente, el placer de ello me recordaba lo que era pasar
delicadamente mi mano sobre seda fina. Cuando me aleje, levanté una mano para
llamar a mi espada y la hoja de plata surgió de la nada. Podía matarlo. Podía
hundir mi espada en su corazón más rápido de lo él podía rodar fuera de su
camino. Él estaba a mi merced ahora.
—¿Quieres hacerlo?
No podía decirlo en voz alta —no podía forzar a que las palabras salieran de mí—,
así que le respondí besándolo más. Acomodé mi piel desnuda contra su cuerpo y lo
bebí.
•••
—¿Es esta siquiera tu habitación? —pregunté un tiempo más tarde mientras giraba
mi dedo sobre su pecho. Mi sangre todavía estaba cantando todo el camino hasta
mis pies y el aturdimiento no se había ido todavía.
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Los míos estaban todavía tan hinchados que dolían.
—No sé de quién es esta habitación —replico él—, pero le dimos un excelente uso.
—No te preocupes —dijo él despectivamente, abriendo sus ojos para mirar los
míos—. Esta es una habitación de huéspedes. Evantia no nos habría puesto en
algún lugar donde pudiéramos ser interrumpidos o escuchados, sin embargo, eso es
precisamente lo que pasó, sin ella saberlo. ¿Te veré otra vez?
Sonreí.
Me reí, dándome cuenta que era la primera vez que me permitía reírme de una de
sus bromas, y mi risa parecía hacerlo brillar más. Se sentía tan bien dejar caer mi
guardia y estar con él. Yo era un soldado, y nosotros no teníamos la oportunidad de
dejar caer nuestras guardias. Con Bastian, sin embargo sentía que no necesitaba
nunca más alzarlas.
—Parecemos seguir chocando con el otro —dije, ignorándolo—. Estoy segura que
pasará otra vez.
—¿Te gusto?
—Sí, me gustas —dijo él—. Me gusta mirarte. Me gusta la manera suave con la que
hablas. Me gusta tu acento y me gusta tu audacia. Me gusta la manera cómo te
sientes cuando te beso y toco. —Sonrió en el mismo momento que sentí calor en
mis mejillas—. ¿Yo te gusto?
—Ciertamente no debería.
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—Eso no fue un no. ¿Eres muy orgullosa para decir que sí? Yo no lo soy.
—No soy muy orgullosa para admitir nada, pero estoy asustada de lo que
significaría sí me gustas.
—Debido a lo que somos —dijo él, por fin serio—. Y cuán diferentes somos.
—Sí —respondí—. Esto está muy, muy en contra de cualquiera y todas las reglas de
conducta y compromiso en la batalla.
Mordí mi labio y sonreí abajo hacia él. Mi cabello desparramado sobre mis
hombros, rozando su piel, y toqué su cara.
—Me quedaré hasta el amanecer, porque tú lo deseas —le digo—. Y porque quiero.
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estaba, me sentía incompleta. No bastaba ya para mí pelear con mis enemigos cada
noche. Necesitaba la emoción de escabullirme para ver a Bastian. Nadie podía
saberlo. Ni siquiera podía decirle a Nathaniel acerca de mi felicidad. No quería
pensar en su inevitable decepción de mí.
Después de estas semanas de correr por todo Londres y sin quedarme en ningún
lugar más de una vez, Bastian me invitó a su casa de campo una noche. A pesar de
que no era el Castillo Lockmoore, era una hermosa casa lejos del ruido y la
suciedad de la ciudad, construida en una colina y rodeada de árboles centenarios y
campos ondulados. Más allá de la casa estaban los establos, construidos del mismo
ladrillo rojizo que la casa, y lleno de caballos que hacía mucho se habían ido a
dormir.
Había poco que encontré impresionante hasta que me mostró su biblioteca, la cual
me dejó sin palabras. Las cuatro paredes, desde el piso hasta el techo, estaban
cubiertas de estantes sobre estantes repletos de libros.
—Sí —respondió—. Puedes leer cualquier cosa que te guste. Considéralos tuyos
también. —Caminé a lo largo de los estantes, pasando mis dedos a través de los
lomos y aspirando el aroma terroso de papel y cuero, algunos de ellos muy
antiguos.
—Sir Gawain y el caballero verde... Me encantan los cuentos del rey Arturo. Te gusta
Dante, ya veo. La Divina Comedia... y... ¿La Vita Nuova? Ese me sorprende.
—“A ciascun'alma presa e core gentil”. —Me quedé mirándolo por un largo rato,
esperando a que se riera y me dijera que estaba bromeando, pero su expresión se
mantuvo casi a la defensiva.
—Nunca te imaginé como un romántico. Eso es todo. —Me tomó la mano, tirando
de mí hacia él, y deslizó la otra mano alrededor de mi mejilla con ternura.
—¿Mi amor? —Se quedó inmóvil por un instante, como si acabara de darse cuenta
de lo que había dicho, pero rápidamente se derritió en una cálida sonrisa.
—Lo he añadido a mi lista de nombres para ti. —Rocé mis labios sobre su sonrisa.
—Mi hijo.
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que yo era angelical y su hijo era ciertamente demoníaco. Era la misma razón por
la que no podía presentarle Bastian a Nathaniel. Nathaniel nunca lo entendería.
Pero mientras estaba aquí ahora, sola y escondida, me di cuenta de que no me
gustaba esto. Tal vez ser una amante no era ya suficiente para mí. Si yo amaba
Bastian, entonces y quería saber cada parte de su vida, y eso incluía a su familia.
—No iban a llegar hasta mañana por la noche —dijo Bastian, con un tono más
duro de lo que nunca lo había escuchado hablar.
—No del todo. La presencia de los angelicales obviamente significaba que estaban
protegiendo algo. —Ambos se quedaron silenciosos mientras Bastian absorbía
esto.
—No —admitió su hijo—. Uno de ellos la agarró y salió corriendo antes de que
pudiéramos seguirlo. Conseguimos esa información del reaper que dejamos con
vida. El libro será pasado a un guardián de reliquias. —Se detuvo abruptamente—.
¿Hay alguien aquí?
—Tengo una invitada —dijo Bastian. Aproveché la oportunidad para salir de mi
escondite y me revelé en el balcón por encima de sus cabezas. Bastian gruñó unas
palabras en su lengua nativa, y aunque yo no entendía, podía adivinar por su tono
que eran desagradables. Su hijo me miró, quemándome con ojos ópalo-fuego
debajo de pelo dorado pálido. Sus facciones se parecían muy poco a las de Bastian
y me imaginé que se parecía a su madre, quienquiera que era, pero era tan hermoso
como su padre. También me di cuenta por su fuerza de que tenía por lo menos
doscientos años. Su mirada siguió mi descenso por la escalera. Había más desprecio
en esos ojos ardientes que curiosidad. Empecé a dudar de haberme revelado.
Miré a Bastian por una respuesta. Sólo él podía saber la amenaza que su hijo
representaba para mí, o si él no era una amenaza en absoluto. Bastian frunció el
ceño, pero él parecía más irritado que preocupado de que yo nos había descubierto. 26
—Esta es Madeleine —dijo al fin—. Madeleine, este es Cadan. Mi hijo.
—Hola —le dije, con la esperanza de dar una buena impresión. Eso parecía poco
probable. La mirada de Cadan sobre mí era implacable.
—¿Cómo es eso?
—No esperaba que me aceptaras sin tanto problema, supongo. Pensé que ibas a
reaccionar de manera diferente al saber lo que yo era. —Él me miró parpadeando,
sorprendido.
—¿Esperabas que yo sólo te atacara? ¿Pensaste que éramos animales?
—Nunca he confundido los demoníacos como animales, pero tú y tu padre son los
únicos demoníacos que nunca me han atacado. —Su desprecio comenzó a
mostrarse de nuevo.
—Bueno, tú eres la única angelical que ha dicho hola y no trató de poner una
espada a través de mi pecho.
—Me tienes que perdonar, pero encuentro todo esto muy extraño. 27
—Hay una cosa que te pido —dijo Bastian—. Y no debes fallarme en esto. No
digas una palabra de ella. ¿Entiendes por qué, y la importancia de esto? Si lo haces,
vendré por ti. —Cadan no estaba alarmado por la amenaza de Bastian y dio a su
padre una mirada nivelada. Él no respondió.
—No es necesario —le aseguré a los dos—. Tengo la sensación de que se puede
confiar en Cadan. —Sorpresa se sobrepuso en su cara, pero él rápidamente la
refrenó.
—Vamos a discutir los asuntos más tarde, entonces. Madeleine, fue maravilloso
conocerte. —Estudió mi rostro unos instantes más, un millón de preguntas
revolviéndose en sus ojos, pero nada más se dijo entre nosotros. Luego se fue.
Capítulo 6
Traducido por Jo
Bastian estaba afuera con frecuencia, y era mi más grande prueba no revisar su casa
buscando algo que pudiera revelar el secreto detrás de la misteriosa daga y el libro
que su tipo cazaba. Debería haber registrado el lugar la primera vez que me dejó
aquí, pero no pude hacerlo. Renunciar a su confianza sería renunciar a mi honor. Y
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lo amaba. No estaba en mí traicionarlo. Descubriría la identidad de la daga y el
libro con mi honor intacto.
Cuando estaba sola, la casa tenía un vacío eco, con un sentimiento hambriento en
éste. Los pasillos estaban tan desprovistos de vida que deambulaba sólo para llenar
los espacios con mis pisadas, mi respiración y mi voz. Los techos altos permitían
una acústica agradable y me parecía que el palacio estaba hecho para la música.
Cantaba a través de las paredes, guardando una canción diferente para cada
habitación, hasta que la casa se transformara en algún fragmentado reflejo de un
hogar.
No era Bastian quien había llegado, sino su hijo, Cadan. Olía a caballos, y sus botas
y bombachos tenían rastros de barro en ellos. Su expresión estaba llena de la misma
entretención que a menudo parecía brillar en Bastian. Sus ojos, fijos en mí, estaban
iluminados con color desde la distancia, pero así de cerca podía ver motas de
llamas rojas y violetas brillando en sus profundidades como joyas.
—Creí que eras él. —Sentí mis mejillas quemando violentamente con vergüenza.
Acababa de saltar a la habitación, cantando y bailando como una niña pequeña.
Sólo podía pensar que estaba completamente loca.
29
cabello claro de Cadan y ojos me recordaban a una nevada en una tarde soleada.
Confundir a Cadan con Bastian no era tan difícil. Sus poderes se sentían muy
similares para mí. Aun así, Cadan nunca se había apresurado a la casa de su padre
para saludarlo.
—Oh, no justo ahora, estoy segura —refunfuñé de regreso—. Qué tonta debo
parecer.
—No eres una tonta —dijo—. La alegría es una gran mejora para nuestro mundo.
—No lo estés. Si te las arreglas para que Bastian haga lo mismo, robaría la joya del
pecho de la reina para ti como agradecimiento. Podría usar algo de disposición
desenfadada.
—Por las joyas de la reina, estaría dispuesta a intentarlo —dije—. ¿Y qué si fallo?
—Tenemos un trato.
—No he llegado muy temprano ¿cierto? Llegará antes de este amanecer, ¿no?
—Eso era lo que tenía entendido. Tengo que admitir que estoy sorprendida de verte
aquí para saludarlo. ¿Tienen una reunión? No pretendo imponerme.
30
para… reportarle… lo concerniente a… asuntos.
Lo que significaba que no estaba bien que compartiera sus propósitos conmigo.
En ese instante sentí la llegada del verdadero Bastian y cuando noté los hombros de
Caden tensarse y juntarse, entendí que había sentido a su padre también. Evalué la
reacción de Cadan, la manera en que todo su cuerpo respondió con miedo. Su
rostro permaneció como un lienzo de emoción en blanco, pero sus manos estaban
temblando. Cuando vio que lo noté, las aplastó en puños, y eso no pudo
enmascarar su temor.
Bastian llevó a Cadan por el pasillo dentro de una habitación. Detrás de ellos,
Bastian cerró la puerta, dejándome fuera de su conversación. Me moví 31
silenciosamente en el pasillo e incliné mi espalda contra el fino panel de madera
para esperar. A pesar de que Bastian cerró la puerta, sus voces viajaban a través de
ella con facilidad.
—Estás probando ser más y más inútil cada vez que te miro.
—Fui a la aldea que me dijiste, pero fue demasiado tarde. Ya la habían limpiado.
—Tal vez debería castigarte a ti por la tuya también. —La malicia en el tono de
Bastian me dio mucha más seguridad de su convicción que la de Cadan—. No
puedo creer que los dejaste que le dieran el libro a un guardián de reliquias. No
tienes idea cuán poderosos son, o cuan difíciles son de matar.
—Las almas que recogí en tu nombre deberían expiar mi falla —replicó Cadan
luego de un tiempo.
—Necesitarías recoger a toda Europa para expiar tus fallas. Sólo vete.
—Para alguien tan voraz —dije en una voz muy baja—, cenas con bastante
cuidado. Casi indetectablemente.
Sentí los dedos de Bastian acariciar mi nuca, enviando temblores a través de mí.
Sus labios siguieron, presionando besos a lo largo del camino que acababa de
marcar. Cerré mis ojos y tragué.
Me moví lejos de él, no fuera de su alcance pero lo suficientemente lejos como para
que supiera que no lo dejaría ir.
—Lo siento —dijo—. ¿Podemos hablar acerca de eso después? Es casi el amanecer
y he estado viajando toda la noche.
De alguna manera no creía que sólo ese cansancio lo hubiera puesto tan rígido con
Cadan.
Bastian tomó mi mano y le permití acercarme. Sus grandes manos frotaron mis
hombros y su boca rozó mi mandíbula.
33
oreja—. Déjame mostrarte cuánto te extrañé.
El fuego se esparció por mi vientre, pero apreté mis dientes y me alejé de sus brazos
de nuevo.
—Tengo que irme —mentí—. Tengo demasiado que hacer. Por favor perdóname.
—Maddie…
Le di la espalda y una vez que estuve afuera, abrí mis alas y salté al aire y dentro de
la oscuridad. Pronto, la mansión de Bastian estuvo fuera de la vista. Volé hacia
Londres, esperando hasta que mi olor se desvaneciera y mi rastro se perdiera, y
entonces, giré hacia el norte hasta la casita de Nathaniel. No fue hasta que la suave
chimenea humeante estuvo en mi visión que me di cuenta que tenía miedo de que
Bastian me siguiera donde Nathaniel. Se suponía que confiara en el hombre que
amaba. La duda presionando en los espacios más profundos de mi mente envió un
temblor a través de mí que era muy diferente de los que Bastian me había enviado
más temprano.
Capítulo 7
Traducido por LizC
—¿Qué pasó?
Dejé el libro.
—Has estado rebosando por un mes, más feliz que una alondra, y de repente llegas
a casa con una nube de lluvia cerniéndose sobre tu cabeza. No puedo recordar la
última vez que te vi dormir así de a ratos. Algo te está preocupando. ¿Tu amante ha
hecho algo? ¿Quieres que le dé una paliza?
—¿Quién?
Sin importar lo que dijera ahora, él nunca me creería. Era demasiado inteligente y
me conocía demasiado bien.
—Será mejor que hable con él —dije, y me puse de pie a recoger mis cosas.
—Se merece el derecho a explicarse —dijo Nathaniel—. Por mucho que odie decir
si es que él te ha herido. ¿Seguro que no quieres que le dé una paliza?
—No voy a salir por mucho tiempo. ¿Deberíamos patrullar Londres esta noche?
—Ha estado tranquilo últimamente —dijo—. Me temo que algo está gestándose.
•••
Era tarde en la noche cuando llegué a la casa solariega de Bastian. La luna estaba
alta en el cielo iluminado por las estrellas y el amanecer aún estaba por venir dentro
de varias horas. Las ventanas brillaban con luz de las velas, pero no todo estaba en
calma en su interior. Corrí hacia la puerta, abrumada por la sensación de ansiedad
en su poder. Empujé la pesada puerta y lo llamé.
—¿Bastian? ¡Bastian!
Cuando no dije nada más, él me miró, con los ojos ardiendo y fulgurando en la luz
tenue.
—¿Te asusta?
No le respondí que sí sólo porque había algo mal con él. No estaba herido —tanto
como me di cuenta al leer su poder—, pero parecía ebrio o desorientado. Distante.
Infeliz. Mi voz fue apenas una exhalación de aliento al hablar.
—¿Qué pasó?
—Ya la tengo.
—La Muerte —dijo, y sus ojos azul veneno recapturaron los míos—. Yo soy la
Muerte.
Bastian cayó de rodillas ante mí, dejando caer la daga al suelo, y recogió los
pliegues de mi vestido en sus manos. Hundió la cara en la tela y su cuerpo dio un
horrible estremecimiento. Éste no era el hombre que yo conocía. Ésta era una
criatura rota, paralizada por la culpa y el arrepentimiento. Levanté una mano, mis
labios temblando, y toqué su cabello.
Él se apretó en mi mano y nos quedamos así hasta que su cuerpo se puso tenso y se
congeló. Me soltó el vestido y se impulsó a sus pies. No me miró mientras recogía
la daga oscura.
—No importa a quién le hiciste daño. Hiciste daño a personas… muchas, por el
aspecto que tienes. ¿Por qué harías algo así por algo tan pequeño?
Levantó el puñal.
37
por ahora, voy a matar a Evantia con ella.
—Soy más poderoso que Evantia, pero ella no lo sabe. Durante mucho tiempo he
tenido ambiciones adicionales. Cuando la mate, voy a asumir el control de
Inglaterra y de cada reaper demoníaco dentro de mil millas.
—¿Hiciste cosas terribles esta noche sólo por poder? —le pregunté—. ¿Podrías
matar por ello?
—Todos matamos por algo. —Él me dio una mirada cansada y afilada—. Tú matas
para proteger. Yo mato para controlar.
La mirada que me dio fue cruel y mordaz, enviando una ráfaga de miedo a través
de toda mi longitud, pero en el momento siguiente, exhaló y se calmó. Alargó la
mano hacia mí y me asusté apartándome de él, haciendo que el terror llenara sus
ojos. Abrió la boca para hablar, pero no pudo.
—¿Realmente crees que no tienes otra opción? —le pregunté—. Todo el mundo
tiene una opción, sin importar quién o qué eres. Yo soy angelical. Tú eres
demoníaco. Y elegí amarte. Puedo elegir no quererte, pero no lo haré. Todavía no.
Porque creo que tú sabes lo que es correcto y lo incorrecto y que has hecho mal esta
noche. Si sabes eso, entonces tengo fe en ti. Creo que algún día podrías entender
que puedes optar por alejarte de todo esto. Eres feliz cuando estás conmigo,
¿verdad? Y esta noche, a raíz de lo que has hecho, no eres feliz. Bastian, puedes ser
feliz si lo eliges.
—Por siempre es mucho tiempo para seguir luchando. —Sus ojos se habían vuelto
tan brillantes, como estrellas ardiendo. Todo su cuerpo temblaba mientras luchaba
consigo mismo, cualquiera que fuera la guerra interna. Levantó una mano para
llegar a mí de nuevo, pero se detuvo cuando vio la sangre—. Tengo que ir a
lavarme.
No dije nada y lo vi salir de la habitación, dejándome sola con la luz del fuego
crepitante. Me quedaría con él esta noche, porque estaba en un estado muy frágil
para dejarlo solo. Creía que podría haber llegado hasta él, pero temía que el avance
fuera sólo temporal. Fui a su habitación y me subí encima de las gruesas mantas de
su cama. Me acurruqué contra la cabecera de la cama y esperé. Él volvió, llevando
la misma mirada embrujada como antes. Se acercó a la cama en la oscuridad y se
sentó a mi lado, incapaz de mirarme. La culpa devastaba su corazón y me hubiera
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gustado poder ayudarlo.
—Por supuesto.
—Antares…
—¿La has matado esta noche? —La pregunta fue el primer pensamiento en mi
mente y ni siquiera había dudado en hacerla. Antares era el señor cardenal
occidental, uno de los cuatro señores de todos los ángeles Grigori, encarcelada en la
Tierra por rebelarse contra el cielo y dejada aquí por tanto tiempo que se convirtió
en elemental.
—No —dijo Bastian, afectado—. No permitiría que nadie nos asesine a ninguno de
los dos. Cuando mi muerte venga, y todas las cosas deben terminar, incluso lo
eterno, incluso el mundo, no va a venir por mis enemigos. Ellos siempre están
tratando de matarme, por lo que nunca bajo la guardia. En todo caso, el amor sería
mi perdición, porque sería lo menos que esperara. Imagino que la persona que me
destruya me habría amado primero. La ironía sería apropiada.
Extendí la mano y rocé mis dedos sobre su mejilla. Cerró los ojos ante mi tacto y
algo de la tensión de su cuerpo pareció desvanecerse.
—Nadie sabe —continuó Bastian—. Pero temo que Evantia sospecha. Estaba viva
cuando ocurrió y puede que haya oído rumores. Nadie puede saber jamás que soy
medio angelical. Tú eres la única persona viva que sabe. Maté al resto.
—No.
—Sí la tienes —le urgí—. Si no hay bondad en ti, entonces no te sentirías culpable
por lo que has hecho.
Lo observé con atención, sin saber si se refería a que él quería hacer lo correcto, o
que él quería hacer lo que quisiera sin sentir remordimiento. Yo sabía que no había
esperanza para él de abandonar lo demoníaco. Él podría hacerlo si quisiera, pero
sería duro. Había naturalezas en conflicto dentro de él, tentándolo para someterse
ya fuera a su lado demoníaco o angelical. Pero yo creía en él. Creía que podía hacer
lo correcto.
Capítulo 8
Traducido por Ale..
En cuanto me desperté, vomité en el bol junto a la cama. Después del susto que
Bastian me había dado la noche pasada, dormí muy poco y mi cuerpo entero dolía.
Parecía que el estrés solo empeoraba porque ahora estaba enferma de ello. No
podía dejar de pensar en el estado en que lo encontré. El olor de la sangre me
41
enfermó. Simplemente el pensar en ello me hacía querer vomitar.
—¿Estás bien? —preguntó y tomó mi mano para ayudarme a bajar los escalones
restantes.
—¿Por qué estás tú aquí y él no? —No me gustaba la idea de Bastian dándole
órdenes a Cadan de quedarse aquí y cuidar de mí, y esperaba que ese no fuera el
caso.
—Cometí un error —dijo con tono amargo— Bastian está limpiando mi desorden.
A pesar de todo, temí por él. Bastian ya había probado tener un mal temperamento
para Cadan.
—¿Qué desorden?
42
—Como puedes ver —gruño Bastian—, lo que dijiste que era imposible, en realidad
no lo es. Te pedí hacer una cosa y un así me fallaste. Tus errores nos han costado
demasiado, sin embargo, afortunadamente estoy aquí para corregir tu grave error.
—¿Qué error? —pregunté—. ¿Qué ha hecho para que estés tan enojado?
—¡No puedo involucrarte en esto! —rugió él, su ira hizo que su poder se
incrementara—. Ya estás en peligro al estar en nuestra presencia. Evantia sabe
sobre ti. No te dije que ya me confrontó sobre ello…
—Tú no eres la única que estará en peligro —gruñó él—. Evantia me ha llamado
traidor. Todo se arruinará si ella decide hablar.
Parpadeé aturdida.
—¿Eso es todo lo que te importa? ¿Lo que la gente piense de ti? Lamento que el
estar conmigo se refleje tan negativamente en ti.
Exhaló bruscamente.
—Ilumíname.
En un segundo, Bastian había aparecido una pequeña navaja que ahora apuntaba a
la garganta de Cadan. La sorpresa envió mi corazón a la garganta, ahogando mi
grito. No me moví, como si pensara que Bastian era un animal apunto de atacar si
llegaba incluso a mover un solo músculo. Pero en ese momento, mirando en ese
rostro lleno de furia, se veía totalmente salvaje. Mi cerebro se negó a procesar lo
43
que Caden había dicho sobre lo que estaba en el bolso. Solo podía pensar en
Bastian enterrando ese cuchillo en la garganta de Cadan. La sangre goteaba a
través de su piel.
—¿Sabes lo que has hecho? —gruñó Bastian en el rostro de Cadan—. Este libro es
nuestro futuro, nuestra supervivencia. ¡Nunca debes respirar ni una palabra sobre
ello!
—Bastian —dije con más dureza para llamar su atención—. ¿Vale la pena matar a
tu único hijo?
Cadan enseñó sus dientes y empujó su poder hacia Bastian, golpeando a su padre.
Bastian tropezó y miró a Cadan en estado de shock como si no esperara que tuviera
esa clase de poder. Gruñendo algo en su lengua germánica, Bastian salió de la
habitación como un niño que no se había salido con la suya. Cadan lo miró
ignorando completamente la línea de sangre brotando desde su cuello. Su padre
desapareció por las escaleras y luego una puerta se cerró tan duro que sacudió las
paredes.
—¿Cómo pensaste que era? Tú eres la que se está acostando con él.
Sus palabras fueron una bofetada en la cara. ¿No sabía cómo era Bastian? Él era
dulce conmigo, generoso, atento… ¿Era simplemente una tonta? Había estado
ignorando todo lo que sabía sobre Bastian. Él era… Bastian. Mataba a mi gente y
mataba a seres humanos. Los demoníacos no se alzaban en dulzura, generosidad y
atención. Hoy, él había matado a un guardián de reliquias, tal vez a alguien que
conociera, por el libro escrito por Antares. Era una ciega tonta.
Cubrí mi boca con una mano y me di cuenta que mis dedos se habían enfriado
demasiado.
—No sé lo que estoy haciendo, ¿qué estoy haciendo aquí? —me pregunté en voz
alta, mi voz era rápida y con pánico—. ¿Qué estoy haciendo con él? ¿Con
cualquiera de ustedes? Voy a conseguir que me maten.
Lo amaba y nunca me había sentido amenazada por él, pero no me hacía sentir a
salvo.
—Debería estarlo.
45
—Pero no lo estás. —No era una pregunta.
Su inteligente respuesta debió haberme callado, pero pude ver a través de él.
—¿Es así?
—La mayoría de las cosas que le dices a tu padre son mentiras —dije seriamente.
—¿Tienes miedo de todo aquello que pueda matarte? —le pregunté. No me hacía
gracia en absoluto.
—No —dijo él—. Pero no soy tan estúpido como para no temer a Bastian. Sé de lo
que es capaz y tú también. Y sé que no eres estúpida, aunque eres un poco idealista
y soñadora.
—No —respondió el—. Y no tengo que leer a la gente para saber eso sobre ti. Eres
tan obvia como yo.
Sus ojos eran suaves, pero el color era brillante y las llamas bailaban en sus irises.
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Después de lo que se sintió una eternidad, respondió.
—No.
—¿No estás cambiando? Siempre hay esperanza para la gente que acepta la bondad
en sí mismos, Cadan. Se requiere un extraordinario carácter para ganar esa lucha
contra la oscuridad. Estás ganado ahora mismo. ¿Por qué no puede ser posible
también para Bastian? Solo tiene que quererlo, como tú.
47
siquiera podía imaginar besarlo. Éste no era el hombre del que me enamoré. Éste
no era alguien de quien me podría enamorar. Quería de regreso al Bastian que
conocía. Era todo lo que no podía perder.
—¿Qué pasó esta noche? —le pregunté, mi voz era estrangulada y patética—.
Debes ser honesto conmigo, Bastian.
Apreté mis dientes para evitar gritar, gritarle, golpearlo y patearlo. Mi pulso
golpeaba debajo de mi piel como si fuera un puño que golpeaba furiosamente una
puerta cerrada.
—Para salvar a los miembros y nuestro futuro —contestó—. ¿Me condenas por
matar para salvar vidas? ¿Cuántos demonios has matado? ¿Cómo es que soy el
villano, cuando tú no eres mejor que yo?
—¿Y?
—¿Qué estás planeando con esa daga de Belial y este libro? ¿Es el verdadero
grimorio de Antares? ¿Lo usarás incluso contra los de mi especie? —Se decía que el
libro escrito por Antares, tenía toda la magia angelical conocida. Uno podría hacer
lo que fuera en posesión de este grimorio. Si un hechizo existía, Antares lo había
escrito en sus viejas páginas.
Me miró directamente.
—Cadan quería encontrar el grimorio por su cuenta —me dijo en voz baja—.
Decidió que era prudente cuestionar a los inferiores de Evantia por eso, porque
48
pensó que ella lo tenía. Pensaba que no estaba escondido donde dije que estaba,
que el guardián de reliquias no lo tenía. Ahora esos inferiores saben quién lo estaba
buscando y saben exactamente a quién acudir. Ése soy yo.
—Él es un idiota. —Bastian frunció el ceño—. Ahora que Evantia sabe que tú y yo
queríamos el grimorio, estará golpeando mi puerta a más tardar esta noche.
—El plan es tomarla cuando esté sola y no cuando esté buscando, no cuando esté
emboscándome con una docena o más de sus matones. Mis oportunidades de
supervivencia caerán drásticamente.
—No tienes que pelear con ella. Vente conmigo, alejémonos de este horror.
—¿Como si los angelicales me recibirían con los brazos abiertos? —se burló—. No
seas tonta. No necesito protección y no tengo miedo de pelear con ella. Quiero
pelear con ella. Quiero lo que ella tiene.
—¿Qué tiene ella que tú no? Tienes una familia y alguien quien cree en ti con todo
su corazón. No necesitas el poder y la posición de Evantia para sentir que vales
algo. Tienes todo lo que necesitas justo enfrente de ti.
—No. No lo tengo.
—No. No es suficiente.
—¿Por qué necesitas este libro tan desesperadamente que estás dispuesto a matar
por él?
—¡Sólo está protegiendo las almas humanas! —grité—. Cuando los demoníacos
toman sus almas, son enviadas al Infierno… ¡incluso las buenas y puras! Esto es
una cosa horrible, algo terrible que no puede ser permitido que suceda. ¿No lo
entiendes? No puedes…
La parte trasera de su mano golpeó mi mandíbula tan fuerte y tan de repente, que
golpeé el suelo, cayendo sobre mis rodillas. Lloraba en agonía, pero amordacé mi
boca en miedo cuando se inclinó sobre mí y su respiración caliente rozó mi oído.
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Bastian no confiaba en mí, y yo no confiaba más en él. Quería usar el grimorio de
Antares para destruir a la Preliator, y no podía permitir que hiciera eso. Tenía
razón con que mataba demoníacos y no podía condenarlo por matar ángeles. Y no
me podía quedar sentada de brazos cruzados mientras mataba nuestra última
esperanza para proteger a la humanidad. Y no quería que fuera mi enemigo, pero si
lo hacía, no tenía opción.
•••
Me apresuré por la puerta de Nathaniel y dejé salir un suspiro de alivio cuando lo
encontré en casa. Me sonrió, feliz de verme, pero su rostro rápidamente cambió
cuando se dio cuenta de que algo estaba mal. Tiré la cartera en la mesa de madera.
Me dio una mirada desconcertada y jaló la cartera hacia él. Abrió la solapa de
cuero y sacó el libro antiguo. Examinó su cubierta, corriendo sus dedos sobre el
sello escrito en Enochian, el lenguaje divino.
—¿Qué es esto?
Dejó caer el libro que chocó con la mesa con un golpe pesado.
—Es la razón por la que Londres ha estado arrastrándose con los demonios por
meses —dije, pero mi voz caía en lo patético, mientras las lágrimas quemaban mis
ojos—. Han estado detrás de esto. Tenía un guardia y un séquito de ángeles que lo
protegían, pero ahora ya no están. Su sangre está en mis manos.
Quería hacerlo. Quería contarle todo, pero no podía. Quizás era porque estaba
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avergonzada por enamorarme de Bastian. Él y yo habíamos terminado. No podía
perdonarlo por lo que hizo y por qué lo hizo. Esto era algo más grande que una
rencilla entre ángeles y demonios en Londres. Destruir a la Preliator traería el Cielo
a la ecuación. Lo amaba demasiado, tanto que mi corazón simplemente no se había
roto. Se había destrozado completamente y ni siquiera me había dado cuenta que
estaba hecho de cristal. Pasé toda mi vida, cientos de años, erigiendo una jaula de
acero alrededor de mi corazón y nunca me molesté en endurecer el corazón que
traté de proteger. Ahora estaba totalmente desentrañado de él.
Me volví consciente de que empecé a llorar sólo cuando Nathaniel me llevó a sus
brazos, acomodándome en su regazo como a un niño. Murmuró contra mi cabello,
tocó mi mejilla y me sostuvo tan cerca. Me dejó llorar hasta que estuve vacía y no
había nada en mi interior. Miré su rostro, sus hermosos ojos cobrizos, los cuales
eran tan vívidos que me recordaban a un atardecer al rojo vivo. Ahora que
realmente lo miraba, me di cuenta de esos rastros de color violeta en esa
profundidad metálica. Me miró, su frente estaba arrugada con preocupación y
miedo, y sentía que algo llenaba el vacío en mi interior. La parte trasera de sus
dedos acariciaron el punto en mi mejilla que Bastian había golpeado. Mientras que
los moretones se curaban, todavía seguía frágil aquí y en mi corazón. El toque de
Nathaniel parecía borrar el dolor. Alejó mi cabello de mi rostro y se inclinó sobre
mí mientras su brazo rodeaba mi cintura para acercarme a él. No me alejé cuando
me besó. Era una suave caricia de sus labios en los míos, pero su beso creció
rápidamente en algo más desesperado y apasionado mientras sus dedos se
enredaban en mi cabello y envolvía una mano alrededor de la parte trasera de su
cuello y lo jalaba hacia mí. Lo conocía de toda la vida, pero se sentía tan nuevo y
diferente, y aun así, familiar. Como casa. Se sentía como casa. Siempre había
estado ahí para mí, incluso cuando no regresaba en semanas o meses. Siempre me
dejaba la puerta abierta y me daba la bienvenida con una sonrisa. Me preguntaba
cuánto tiempo había estado enamorado de mí, y de repente estaba enferma de la
vergüenza. Incluso si quería abrirle mi corazón, no podía. Era injusto usarlo para
que se llevara de mi mente las cosas de las que desesperadamente quería huir.
—Tenemos que destruir el libro antes de que regrese a las manos equivocadas —
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dije al final.
—Escribiré una copia para que sea guardada —dijo—. Si el guardián de reliquias
fue recientemente asesinado, entonces, el Arcángel Miguel necesitará un
reemplazo. Él es quien elige a los guardianes. Ésa decisión no la tomo yo.
Toda la noche, me sentí tan enferma que mi cabeza dolía, y cuando desperté,
estaba enferma de nuevo. Nathaniel se había ido y yo no sabía a dónde. Lo había
escuchado irse justo antes del amanecer, probablemente para manejar la
responsabilidad del grimorio y recoger elementos para hacer su copia, pero, en el
53
fondo, yo temía que era porque yo lo había herido. Me había besado y yo le había
devuelto el beso en mi momento de debilidad, pero no había sido recíproca con los
sentimientos que habían llevado a su beso. Al final, permanecer en una relación
platónica era lo mejor. Para ambos.
El sol de mediodía estaba en lo alto, aunque el aire de otoño helaba. Mis náuseas
no habían bajado. Los reapers simplemente no enfermaban y un nuevo miedo daba
vueltas en la parte posterior de mi mente, presionando contra mi voluntad de hierro
ni siquiera para considerarlo. No podía estar embarazada. No podía permitirlo.
Constance operaba en una pequeña casucha en uno de los lugares más pobres de
Londres. El olor a basura y desechos humanos enmascaraba el aroma de sangre de
reaper angelical, así ella podía trabajar sin atraer a los demoníacos. Toqué la puerta
y una reaper angelical la abrió para saludarme con su nacarada mirada rosada y
cabello rubio.
—Hola —dijo ella mientras me dejaba pasar—. ¿Qué te trae aquí a mitad de la
tarde?
Aunque yo tenía cien años de edad, podía sentir que Constance era al menos otros
seiscientos años mayor y, para ella, yo era una muchacha. Me dirigió a una cama
de paja en donde me acosté mientras ella me examinaba.
—¿Cuál es tu nombre?
—Bueno, ciertamente hay una explicación para tus síntomas —dijo la enfermera.
Su tono estaba tan lejos de ser grave como yo había anticipado.
—Oh.
—Varias semanas, diría yo. Si todo sale bien, darás a luz en la primavera.
Rebusqué entre mis cosas y dejé caer todas las monedas que tenía —muchas de
ellas extranjeras— en la mesa frente a Constance.
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Cada emoción feliz en su expresión se comprimió en sorpresa e inquietud.
—Esto es todo lo que tengo conmigo, pero tengo más en mi casa. No debes decirle
a nadie que yo estuve aquí o lo que descubriste. No quiero amenazar tu vida, pero
así de terrible es mi situación ahora. Preferiría comprar tu silencio que forzarlo.
—Lo que sea que pasó para asustarte tanto, o lo que sea que pasará una vez este
bebé llegue —dijo la enfermera—, recuerda que esto es un regalo. Muchos de
nuestra clase viven cientos de años sin concebir un hijo, muchos nunca lo logran en
sus largas vidas.
Mi mirada regresó a la suya y la sostuve, para que ella pudiera ver la honestidad en
la mía también.
—Toda vida es una bendición y tiene un propósito. Si yo debo tener un hijo con el
hombre que amé, entonces no me arrepiento de nada.
Su pregunta picó justo como la mano de Bastian sobre mi mejilla había picado, y
no la respondí.
—Gracias por tu examinación y tu confidencialidad.
Perdí el equilibrio y casi caí en un charco, pero una mujer humana atrapó mi brazo
y me sostuvo. Levanté la cabeza para mirar sus mejillas manchadas de barro y su
cabello enredado.
—Yo… —Mi mirada cayó hacia el pequeño niño que agarraba los pliegues del
vestido de la mujer. Él era delgado, sucio y sus ojos se habían vuelto enormes
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mientras me miraba tímidamente desde el lado de su madre. No podía imaginarme
a mí misma con un niño apretando mi propio vestido. No podía imaginarme
sosteniendo un bebé en mis brazos y dedicando cada momento a sus necesidades.
No podía imaginar ser responsable por otra vida. Yo era una soldado, una guerrera.
No podía ser madre.
Tropecé lejos de la mujer y su hijo y caminé hacia el Grim. Ella gritó de sorpresa
mientras yo me desvanecía ante sus ojos sin importarme. Estaba desesperada por
escapar, por desaparecer de todo, específicamente de mis problemas.
Vagué todo el día a través de Londres, oculta e indetectable, hasta que finalmente
me dirigí hacia la casa de Nathaniel. Había una luz encendida, como siempre la
había cuando yo regresaba, y me sonreí. A pesar de mi terror, tenía el pequeño
confort de saber que no estaba sola en esto. Tenía a Nathaniel y tendría un hijo.
Era Bastian.
Capítulo 11
Traducido por Liseth Johanna
Ninguno de los dos habló por lo que se sintió como una eternidad. Él me miró
fijamente, quieto, silencioso y frío como una oscura noche de invierno con sus ojos
azules. Su poder se filtraba de él como oscura niebla y trepaba a través del piso,
hacia mí. Esperaba que él estuviera molesto, pero esa no fue la impresión que tuve.
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Estaba herido, y la crudeza era clara en su mirada.
—Lo he sabido por cerca de un mes —dijo—. Me entristece que nunca confiaras lo
suficiente en mí para decirme en dónde vivías incluso después de que te invité a mi
hogar. También era tu hogar.
Tragué fuerte, intentando no pensar en la forma que fueron una vez las cosas entre
nosotros.
Levanté la barbilla.
—¿Has venido a matarme por él?
—No te creo —dije—. Puede que me quieras de vuelta esta noche, pero mañana
querrás ese libro. Has llegado muy lejos para dejarlo ir.
Sus ojos azules se entrecerraron y dejó de respirar por varios momentos. Al final,
inhaló un largo y tembloroso aliento y se compuso.
—Evantia está muerta. La mate después de que te vi anoche. Ahora soy el reaper
demoníaco más poderoso en Inglaterra.
—Eso es tu culpa.
—No todo —confesé—, pero lo suficiente para darme cuenta ahora que esto nunca
funcionará. Te amé, Bastian, muchísimo, y siempre tendré una parte de ti conmigo.
—Mis palabras estaba llenas de dolor y desesperación, porque él jamás sabría toda
la verdad en ellas. No podía decírselo. Si él sabía que yo llevaba a su hijo, entonces
jamás escaparía.
Incluso si no me mataba, jamás me dejaría ir. No podía luchar contra él, porque no
podía arriesgar la vida que crecía dentro de mí. Bastian tomaría a este niño lo
criaría de la manera que crió a Cadan: con brutalidad y crueldad.
—Por favor —dijo, forzando la palabra a salir de su boca como suciedad—. Por
favor, perdóname.
Sacudí la cabeza.
—No te puedo perdonar esta vez. Te he perdonado por muchas cosas, Bastian,
pero no tengo más perdón en mí, lo has usado todo.
—Tienes que irte ahora. Adiós, Bastian —le dije. Lo observé irse, e hizo una pausa
antes de cerrar la puerta, encontrando mi mirada con sus hermosos ojos cerúleos
por lo que, yo sabía, sería la última vez.
—Tenemos que irnos —le dije mientras me sentaba—. Nuestra localización ha sido
comprometida.
—¿Los demoníacos?
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Me puse de pie y empecé a caminar.
—Sí. Saben sobre esta casa y que tomé el grimorio. No puedes quedarte más en
Londres, y yo tengo que irme… esconderme. Tengo que esconderme. Y si vinieras
conmigo, estaría agradecida. Necesito que vengas conmigo, pero si eliges no
hacerlo, no te retendré.
—Llevas un hijo.
Oír a alguien más decirlo lo hizo parecer más real e incluso más aterrorizante.
Sonreí.
Empecé a cantarle mientras miraba su cara dulce, y sus brillantes ojos verdes. Se
derritió en mis brazos y sus pequeñas alas blancas se plegaron en su espalda, sus
frondosas plumas acariciaron mi piel, sus alas blancas eran como las de Bastian.
Tenía sangre demoníaca corriendo por sus venas, como su padre, pero era angelical
hasta la médula. Cada día podía ver un poquito más de Bastian en su rostro, pero
su corazón, oraba, sería como el mío, justo como sus ojos. William nunca
conocería a su padre, y eso era una tragedia. Si sus caminos alguna vez se cruzaban
en años o siglos de aquí en adelante serían extraños, o posiblemente enemigos.
Nathaniel era lo más cercano a un padre para Will, pero era cuidadoso al no ser
paternal. Él trató de asumir el rol de hermano mayor más que nada, porque era más
seguro desde el lugar donde yo estaba involucrada. No ponía ninguna presión sobre
mí. Estaba enamorado de mí. Sabía esto ahora. Pero, incluso después de cinco
años, no estaba lista para abrirle mi corazón a nadie, incluso a alguien tan cercano,
incluso a alguien que era capaz de criar el hijo de otro hombre. El único amor en
mi vida era mi hijo, y lo amaba más de lo que nunca amaría a alguien más. Él era
mi mundo.
Aún extrañaba a Nathaniel. Él había terminado de copiar el Grimorio de Antares y
ahora buscaba una manera de convocar al Arcángel Miguel para que el libro
pudiera ser pasado a un verdadero guardián de reliquias. Nathaniel no quería esa
responsabilidad. Era fuerte, pero no estaba constituido para luchar como yo. No
vivía de la manera en que yo lo había hecho.
Pronto le enseñaría a Will lo que sabía para que él aprendiera a protegerse. A veces
podía sentir su llamarada de poder, cuando estaba feliz o teniendo una rabieta de
bebé. Algún día tendría inmenso poder, cuando fuera adulto. Estaba garantizado.
Yo tenía un gran poder para una joven reaper, y la fuerza de Bastian era aterradora.
Will tenía a los señores Grigori en ambos lados de su árbol familiar: Antares y
Aldebaran. Constance me había dicho que Gabriel debía haber sabido que un hijo
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entre Bastian y yo tendría un gran futuro, pero la definición de todo el mundo era
realmente variada.
Will tenía el potencial de ser un celebrado luchador, tal vez uno de los más
poderosos de nuestra especie, pero desearía que pudiera vivir una vida de paz. Para
los angélicos, sin embargo, eso era imposible. No si existían poderosos reapers
demoníacos como Bastian reuniendo apoyo contra los angélicos y haciendo serios
esfuerzos para destruir a la Preliator, nuestra última oportunidad de preservar la
raza humana. El futuro parecía sombrío y necesitábamos a esos que estaban
destinados a ser grandes. Tal vez Gabriel creía que mi pequeño Will algún día
podría determinar nuestra victoria o derrota final en esta guerra contra los
demoníacos. Era difícil de creer ahora, mientras lo veía sacar lombrices de la tierra
a mis pies, que algún día sería un guerrero de primera línea.
Pensé en Bastian y oré para que nunca pusiera sus manos en el Grimorio o la copia
de Nathaniel. Tenía la daga de Belial y tenía miedo del oscuro propósito para la
que la reservaba, lo que estaba probablemente relacionado con la razón por la que
quería usar el poder del grimorio, un ingrediente para un hechizo que necesitaba y
que estaba contenido en esas antiguas páginas. Inevitablemente los días oscuros se
aproximaban.
Dejé de cantar cuando un cálido poder familiar vino arrastrándose por el suelo y a
través de la hierba. Levanté la mirada para ver a Nathaniel salir desde las sombras y
aterrizar junto a mi pequeña cabaña en la colina, sus alas brillaron sobre la luz del
sol. El agitó la mano y yo lo saludé de vuelta antes de abrazar fuertemente a Will.
—Mira, cariño —dije en voz baja y apunté hacia la casa—. Mira quién ha vuelto.
William se retorció en mis brazos y miró hacia la colina. Sus ojos verdes brillaron y
sonrió abiertamente.
—¡Nathaniel!
Luchó por apartarse de mí y corrió hacia Nathaniel, quien se arrodilló para abrazar
a mi hijo. Los vi y escuché sus voces mientras el viento me traía el intercambio de
sus historias de aventuras y misteriosos guardianes de tierras lejanas, y me mordí el
labio, pensando. Tal vez el futuro no era tan sombrío después de todo, y nuestras
historias solo estaban comenzando.
Fin
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Sobre la Autora
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Ella siempre ha amado leer sobre mitología antigua, estudiar lenguas muertas y
contar historias de terror y romance.
Liseth Johanna
Traductoras
Ale.. Jo Lorenaa
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Dai Liseth Johanna Maru Belikov
Correctoras
Caamille Monicab
Recopilación y Revisión
Liseth Johanna
Diseño
Kachii Andree
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http://www.bookzingaforo.com/forum