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En busca del libro olvidado

Aránzazu Cuesta Arana


Dedicatoria:

A mis luceros Marta, Carlos y Cristina. Para Manuel, eres mi


inspiración y aliento para soñar. A mis padres, hermano y
familia, os quiero.

Agradecimientos a Merche, Ana, Marga, y muy especialmente a


Silvia, actriz y editora de esta pequeña ilusión.

1ª edición
Año de creación: 2015
Impreso en España / Printed in Spain
Editado por Aránzazu Cuesta Arana
Las aventuras de Chincheta y
Piruleta

Aránzazu Cuesta Arana


En busca del libro olvidado

Hubo una vez un reino muy lejano, en el que vivían felices

los personajes de los cuentos, de los libros y de todas las

historias que un día alguien inventó.

Sin embargo, una mañana sombría y gris, las páginas de los

libros comenzaron a esfumarse, las letras se desvanecieron,

los personajes de los cuentos olvidaron sus historias y las

aventuras se perdieron para siempre.

Fueron muchas las explicaciones que buscaron, pero solo

hubo un único motivo. Tras mucho divagar se dieron cuenta

de que los niños habían dejado de leer libros y los papás

apenas tenían tiempo para leer cuentos a sus hijos antes de

ir a dormir.
El capitán Chincheta y el pirata Piruleta formaban parte

del mismo cuento, una gran aventura de héroes, valientes y

sorprendentes tesoros. Eran grandes rivales y viejos amigos.


Aquella mañana, como todas las mañanas de su cuento, el

capitán Chincheta paseaba por la orilla del mar.


“Soy el capitán Chincheta,
valiente y osado.
Para buscar aventuras
nunca estoy cansado.
Soñar es mi pasión
y encontrar tesoros,
mi gran ilusión”.
Tres minutos más tarde, solo tres minutos más tarde,

apareció el pirata Piruleta.

“Y yo soy el pirata Piruleta


y nunca me rindo.
Si te llevas mi tesoro,
te daré de lo lindo.
Y con la punta de mi espada,
te dejaré sin nada”.
Como cada vez ocurría llegada la página siete de su cuento,
el capitán Chincheta y el pirata Piruleta luchaban con tesón
por conseguir un ansiado tesoro.

Las espadas sonaban en plena batalla cuando, de pronto, el


pirata Piruleta se quedó quieto:
- ¡Un “monumento”! Chincheta, ¡un “monumento”!
- Será un momento, Piruleta, un momento – le corrigió
Chincheta.
- ¡Uy! Es verdad. ¡Un momento Chincheta! – dijo
correctamente Piruleta un poco avergonzado. Más de
una vez confundía las palabras o cambiaba alguna
letra de orden.
- ¿Qué ocurre Piruleta? – le preguntó con paciencia.
- Que no me acuerdo cómo seguía nuestra historia.
- ¡Anda ya! Como no… - pero Chincheta no llegó a
terminar la frase - Yo tampoco Piruleta. Hace tanto
tiempo que ningún niño lee nuestro cuento que se nos
ha olvidado cómo seguía nuestro cuento.
Se quedó un momento pensativo antes de encontrar una
solución.
- Piruleta, ¿qué te parece si lo leemos? Vamos a buscar
nuestro libro y así recodaremos qué ocurría después.
- ¡Buena idea! Vamos a buscarlo – dijo Piruleta.
- ¿Dónde estará nuestro cuento? – preguntó en voz alta
mientras sacaba uno de su baúl.- Mira aquí pone,
“Capuchita Roja”.
- Caperucita, Piruleta, Caperucita.
- Es que me confundo cuando intento leer deprisa. Lo
haré más despacio. “Ca-pe-ru-ci-ta Roja” – repitió
con esfuerzo.
- ¡Mira Piruleta! Aquí está nuestra historia.
Los dos se sentaron juntos a leer, riéndose y viendo los

dibujos de su libro. Pero, al llegar a la página siete del

cuento, las letras desaparecieron.

- ¡Ay! Piruleta, ¿qué será de nosotros si nadie lee

nuestra historia?
Tristes y desconsolados se apoyaron el uno en el otro,

esperando que algo ocurriera para salvar sus vidas.

Un ruido surgió de repente. Era el sonido de un videojuego.

La niña que jugaba estaba absorta en la pantalla de su

tablet, gesticulando con movimientos lo que con sus dedos

manipulaba. Pero la batería se acabó, la música cesó y la

niña protestó por no poder acabar la partida.


- ¡Vaya!, me quedé sin batería. Justo estaba a punto de

pasarme el nivel. ¡Qué faena! Con lo bien que está este

juego.

La niña enfadada se sentó en un rincón y pensó en pedirles


a sus padres que le cargaran la batería en cuanto llegaran.
- ¡Qué aburrimiento! Y ahora, ¿qué puedo hacer?
Chincheta y Piruleta, que atentos la observaron, decidieron
presentarse para buscar una solución a su problema.

- ¡Chsst! ¡chsst! Oye muchacha. Nosotros podemos


ayudarte para que no te aburras – le dijo el capitán
Chincheta con un tono sugerente.
- Sabemos muchas historias y aventuras- completó
Piruleta la propuesta de su amigo.
- ¡Bah! siempre lo mismo, historias y cuentos. Además,
¿qué pintas son esas? ¿de qué vais disfrazados con esos
gorros y chaquetas? – les dijo la niña mirándolos de
arriba abajo conteniendo la risa.
- ¿Disfrazados nosotros? Soy el Capitán Chincheta,
valiente y osado. Para buscar aventuras, nunca estoy
cansado. Soñar es mi pasión y encontrar tesoros, me
haría ilusión.
- Yo soy el pirata Piruleta y nunca me rindo. Si te
llevas mi tesoro, te daré de lo lindo. Y con la punta de
mi espada, te dejaré sin nada. -explicó
contundentemente Piruleta.
- Pues vaya pinta tenéis los dos – insistió la niña
mientras los miraba con una sonrisa divertida.

- Necesitamos tu ayuda, querida niña. Si no nos ayudas


nuestro cuento se perderá, las letras desaparecerán y
no sabremos cómo acaba nuestra historia – le explicó
Chincheta.
- Leer es un rollo. Prefiero jugar o ver películas en mi
tablet. Además, ya he visto muchas historias de
piratas – dijo la niña mirando para otro lado, sin
ningún interés por colaborar.
- Pero, si lees nuestro cuento nos ayudaras a seguir
existiendo. ¡Eres nuestra única oportunidad! Por favor
– le pidió el pirata Piruleta.
- Bueno, está bien. Puedo leer un par de páginas. La
verdad es que no tengo otra cosa que hacer.
El capitán Chincheta y el pirata Piruleta estaban
emocionados. Por fin, alguien leería su cuento.
Se lo dieron con cuidado y volvieron a vivenciar la
historia que la niña comenzó a contar.

“Entre olas y mareas, entre truenos y tormentas


navegaba un valiente pirata al que llamaban Piruleta.
Temido por marineros, bucaneros y corsarios no había
botín que se le resistiera. Hacía ya mucho tiempo que
buscaba el mapa del mayor tesoro jamás hallado: El
tesoro del pirata Jonás.

Por otro lado, el Capitán Chincheta, un ilustre pirata


muy conocido por su saber y conocimiento, se había
hecho con todos los mapas de todos los tesoros del
mundo entero, menos, claro está, el mapa del tesoro del
pirata Jonás, al que también hallaba buscando.
Una mañana, el capitán Chincheta paseaba por la orilla
de una playa en una isla desierta, cuando divisó a lo lejos
una botella flotando sobre las olas. Dentro de ella había
algo. ¡Era el mapa del tesoro del pirata Jonás!

Sin perder ni un solo momento, el capitán Chincheta


comenzó a interpretar el mapa, contando los pasos de
derecha a izquierda y del norte al sur.
Mientras, el pirata Piruleta navegaba en su barco de
velas blancas y bandera negra. Desde el mástil más alto,
y con su catalejo, divisó en el horizonte cómo el capitán
Chincheta, con el mapa en la mano, buscaba el tesoro.
Ambos, el capitán Chincheta y el pirata Piruleta,
buscaban el tesoro para ayudar a sus respectivos pueblos:
Tierra Martillo y Villa Chuche.

El pirata Piruleta se lanzó al agua y nadó lo más rápido


que pudo para llegar a la playa, donde ambos se
encontraron.

- ¿Quién sois? – dijo el pirata Piruleta.


- ¿Qué quién soy? Soy el capitán Chincheta, valiente y
osado. Para buscar aventuras nunca estoy cansado.
Soñar es mi pasión y encontrar tesoros, es mi gran
ilusión.
- Y yo soy el pirata Piruleta, y nunca me rindo. Si te
llevas mi tesoro te daré de lo lindo, y con la punta de
mi espada, te dejaré sin nada.

El capitán Chincheta y el pirata Piruleta luchaban con


tesón por conseguir el deseado tesoro. Las espadas
sonaban en plena batalla cuando, de pronto…”, la niña
dejó de leer:

- En la página siete ya no hay letras. Ya no puedo


continuar la historia ¡Chincheta! ¡Piruleta! No voy a
saber qué ocurre después. ¡Qué fastidio!, este cuento
me estaba gustando mucho y, ahora, tampoco podré
terminarlo.
- Grumete, tienes que terminar nuestra historia, si no
desaparecerá, como desaparecen los cuentos en el
olvido - le dijo Chincheta.
- ¿Y cómo la termino? ¡Cómo no que me la invente! –
dijo la niña desconcertada.
- Eso es, pequeña, con tu imaginación – la animó el
pirata Piruleta.
- Pero, no sé cómo seguir…
- Tienes que pensar qué te gustaría que pasara ahora.
Cómo te gustaría que terminase nuestra historia – le
dijo el capitán Chincheta mientras cogía su mano.

La niña cerró los ojos y comenzó a imaginar el final del


cuento.
“Cuando estaban en medio del combate, el capitán
Chincheta se tropezó con algo que resultó ser el cofre del
tesoro. Los dos se miraron, ya que, los dos lo querían.

- El tesoro tiene que ser mío Chincheta. Necesito las


riquezas para ayudar a las familias que más lo
necesiten de Villa Chuche – dijo Piruleta.
- Lo siento Chincheta, pero yo también necesito el
tesoro para ayudar en Tierra Martillo.
- ¡Espera! Tengo una idea. ¿Qué te parece si lo
desenterramos juntos y después lo compartimos?
- ¡Claro! Me parece muy buena idea, Piruleta. De esta
forma, podremos ayudar a todos. Vamos a trabajar
en equipo.

Los dos se pusieron a cavar juntos, trabajando en equipo

para desenterrar el cofre del tesoro del Pirata Jonás.

Estaba más escondido de lo que pensaban y tardaron más

de una hora en conseguir dar con él.

Por fin, la pala tocó el cofre. Los dos emocionados lo

sacaron con mucho cuidado de la zanja.


Una vez desenterrado, lo abrieron y cuando lo abrieron,

para su sorpresa, no encontraron monedas, ni oro, ni joyas.

Encontraron cientos de libros de todo tipo.

El capitán Chincheta y el pirata Piruleta se quedaron un

poco extrañados, pues esperaban encontrar un gran tesoro

lleno de joyas, monedas y objetos valiosos. Pero, unos

minutos más tarde, se dieron cuenta de que lo que había en

el cofre, era mucho más importante.


Los libros les permitían aprender y enriquecer las vidas de

las familias de ambas villas.

- ¡Mira Chincheta! En este libro explican cómo lavarnos


bien los dientes para que no se nos piquen. Esto puede
ayudarnos mucho a las familias de Villa Chuche –
reflexionó Piruleta.
- Sí, sí ¡Mira Piruleta! También podemos aprender de
los romanos. Fíjate qué acueductos hacían para llevar
el agua de un lado a otro. Lo pondremos en práctica
en Tierra Martillo – afirmó Chincheta mientras
pensaba en nuevos proyectos que poder realizar.
- ¿Te das cuenta Chincheta? Con los libros podemos
aprender muchas cosas. Además, si leo mucho
conseguiré no confundirme con las letras.

Chincheta y Piruleta llevaron todos los libros a una gran

biblioteca que construyeron entre los dos pueblos. De este

modo, tanto los habitantes de Villa Chuche, como los de

Tierra Martillo, podrían acudir allí para leer nuevas

historias, aprender y divertirse con ellas.

Y colorín colorado, este cuento de buenos amigos, valientes

y aventureros se ha terminado”.

La niña terminó el cuento. Chincheta y Piruleta estaban

emocionados. Su historia, por fin, tenía un final.


- ¡Gracias niña! Nos has salvado de perdernos en el
olvido – dijeron al unísono el capitán Chincheta y el
pirata Piruleta.
- ¡Gracias a vosotros! Había olvidado lo divertido que es
leer e imaginar nuevas aventuras. Siempre estaréis
conmigo en mis cuentos.

El pirata y el capitán desaparecieron. La niña bostezando se

quedó plácidamente dormida, pensando en las aventuras

que acaba de vivir.


Al cabo de un rato aparecieron los padres de la niña.

- María, María… ¿Dónde estás? Ya estamos en casa – la


llamaba su madre - Te digo, Teodoro, que nuestra
hija me preocupa. No sale de casa. No tiene amigos.
Apenas levanta la mirada de la tablet. ¿Qué vamos a
hacer con ella?
- Vamos Pepa, no exageres. Solo hay que dosificarle un
poco más la tablet – dijo su padre intentando quitarle
importancia.
- ¿Con eso ya está solucionado, Teodoro?
- Bueno, quizá tengas razón, Pepa. Tenemos que hablar
con ella. Pero ¿dónde estará esta niña? Maríaaaa.
- Mira Teodoro, ahí está – dijo Pepa mientras veía
cómo María se desperezaba.
- ¡Uy! me he debido quedar dormida. Aquí sentada… El
capitán Chincheta y… el pirata… Esto… la tablet.
¡Vaya! Me quedé sin batería y…
- Sí, María. No te preocupes. Ahora mismo pongo a
cargar la tablet.
- ¡No, no! Mamá, Papá. Quería pediros un favor. ¿Podéis
llevarme a la biblioteca para coger un libro nuevo?
Un libro nuevo, con nuevas aventuras.
Los padres de María estaban realmente sorprendidos. Hacía
mucho tiempo que no veían a María con un libro y aquella
proposición les resultó extraña, muy extraña.

- María ¿te encuentras bien? – le preguntó su padre


mientras le tocaba la frente por si fuera una extraña
y esporádica fiebre.
- ¡Claro que sí! ¡No me miréis así! Leer es divertido.
Puedes imaginar a los personajes y darles vida en tu
imaginación – dijo María entusiasmada.
- Bueno, pues vamos a la biblioteca juntos. Pasaremos
allí la tarde. La verdad es que hace tiempo que no cojo
un buen libro para leer – confirmó Teodoro.
- Pues sí papá, porque leer es para todos.
Todos descubrieron que los libros los llevaban hacia lugares
mágicos, nuevos y desconocidos. María descubrió nuevas
aventuras de Chincheta y Piruleta y verificó que todos los
cuentos tenían todas las páginas y todas las letras.

Y así, los niños salvaron a los personajes de los cuentos, de

los libros y de todas las historias que un día alguien inventó,

a no caer en el olvido.
Una aventura para recuperar la trama de un
cuento olvidado. Chincheta y Piruleta
necesitarán de la ayuda de una niña, que a su
vez descubrirá la diversión y el entretenimiento
en las páginas de un cuento inacabado.

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