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I Carta Pastoral
I Carta Pastoral
Cartas Pastorales
Sí. Estamos pasando por una bellísima hora de Pascua que coincide
con la Pascua de nuestro Año Litúrgico. Sólo el espíritu de un Cristo
Resucitado que vive y construye la Iglesia a través del tiempo, puede
explicar esa fecunda herencia que nos entrega el venerado Arzobispo
antecesor. Sólo el impulso divino del Espíritu de la Pascua puede ser
la explicación de este inesperado comienzo de mi servicio jerárquico
en la Arquidiócesis. Jamás imaginé un pórtico tan bello para mi
ingreso de pastor en esta iglesia del Divino Salvador. El ministerio de
la pascua y de la Iglesia que siempre embelesaron mi espíritu
cristiano, se me ha hecho, en las circunstancias especiales de esta
Cuaresma, una rica vivencia, no sólo de carácter individual, sino vivida
desde mi situación de pastor en comunión con toda la Iglesia: en
diálogo de común responsabilidad con todo el querido Presbiterio, en
participación intensa de preocupación y plegaria con las comunidades
y los fieles, y compartida en comunión de Iglesia Universal con la
simpatía y solidaridad de muchos hermanos Obispos y Diócesis y,
sobre todo, con el Sucesor de San Pedro que, una vez más, cumplió
conmigo, en mi reciente viaje a Roma, el encargo carismático de
Cristo: “confirma a tus hermanos” (Lc. 22,32).
Un Saludo de Pascua.
I- LA PASCUA.
Resulta asé el carácter atrayente de una Iglesia que no vive para sí,
sino para servir de instrumento a Cristo para la redención de todos los
hombres. Y me agrada mucho subrayar este sentido de servicio en
una carta que tiene como objeto la presentación de un pastor que
quiere vivir y sentir, lo más cerca posible, los sentimientos del Buen
Pastor que “no vino a ser servido sino a servir y dar su vida” (Mt. 20,
28).
Exigencia de Fidelidad.
CONCLUSIÓN
Con Mi Bendición.