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Experiencia vikinga: la rehabilitación

ocupacional
Una reflexión sobre la misión de la salud ocupacional. Figura en la saga
Hávamál, un irónico poema de la tradición vikinga.

Aunque el pionero trabajo de Bernardo Ramazzini es a menudo citado como el origen de la


medicina ocupacional, el conocimiento de algunos aspectos de las enfermedades ocupacionales
proceden de tiempos clásicos. Ya Hipócrates describió el envenenamiento por el plomo, y Plinio
estaba al tanto de la venenosa naturaleza del mercurio.

Nuestro primer conocimiento histórico de un aspecto diferente de la salud ocupacional procede


de una fuente sorprendente, los vikingos. La cultura vikinga sufre injustamente una imagen de
salvajes guerreros tocados con cascos con cuernos, dedicados al pillaje en cualquier lugar en el
que sus excelsos barcos atracaban. Uno podría imaginar que de aportar algo a la tradición
médica, tendría que estar más relacionada con la medicina de urgencias, traumatología u
ortopedia que con cualquier otra especialidad.

Sin embargo, los vikingos llevaban una sorprendente y mundana vida con una cultura altamente
organizada y estructurada. En una de sus más antiguas sagas poéticas, Hávamál, un extenso y a
menudo muy irónico poema (escrito en el año 800 de nuestra era), se dan una secuencia de
breves y sabios consejos que proceden del mismo dios Odín ¿quién con mayor autoridad podría
hacerlo?. Aparte de las advertencias sobre los peligros de la bebida, las virtudes del silencio y las
máximas sobre cómo comportarse como huésped, existen una serie de consejos relacionados con
la medicina preventiva “la buena salud es el mejor regalo que mantener, y una vida que evita
el vicio es lo mejor” y con el apoyo familiar ante la enfermedad “no hay hombre tan mísero
aunque enfermo esté; confortan a uno sus hijos, sus parientes, sus buenas obras”.

Pero la verdadera chispa del poema se encuentra en la salud ocupacional, sobre como
sobreponerse ante un accidente y como superar las limitaciones que conlleva “el cojo puede
montar un caballo; el manco pastorea un rebaño; el sordo es útil en la lucha”, especialmente
cuando lo contrasta con la alternativa “es siempre mejor estar vivo que muerto; el vivo puede
mantener una vaca, el muerto no”.

Esta asombrosa reflexión debería confirmarnos que la misión de la medicina ocupacional está
basada en una tradición que es considerablemente más antigua de lo que imaginamos. Y aunque
ninguno de nosotros podría ser tan categórico en la práctica médica, la dura verdad de las líneas
finales de la estrofa “mejor estar ciego que ser incinerado; a nadie le sirve un cadáver” es un
íntimo deseo que todos nosotros muy raramente expresamos.

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