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ENCUENTRO MATRIMONIAL MUNDIAL- COSTA RICA

APARTADO NACIONAL DE ESPIRITUALIDAD

PERDÓN Y SANACIÓN EN LA RELACIÓN MATRIMONIAL


Guion para desarrollar charla para Comunidad
II Quincena de abril del 2020.

I. Oración inicial.

II. Lectura de Reglas y ¿Qué es Compartir?

III. Saludo y Bienvenida.

IV. Canción. Antes de que se acabe el día.


https://www.youtube.com/watch?v=LYwweJnMbMM

V. Objetivo.
Comprender que el perdón y sanación entre los esposos es expresión del amor de Dios dentro
de la vida conyugal, que nos lleva a vivir el júbilo en nuestra familia.

VI. Lectura Bíblica: Eclesiastés 4, 9-12 (Leer directamente de la Biblia)

M: Palabra de Dios
C: Te alabamos Señor

Reflexión a la lectura bíblica

El matrimonio se construye en Dios y se fortalece con el respeto, la comprensión, el perdón y


sanación entre ambos. Si entendemos y apreciamos a nuestra pareja tal como es, con sus
fortalezas y sus debilidades, seremos más felices y todas las otras áreas de nuestra vida se
afirmarán, incluida nuestra vida espiritual. Hoy este texto bíblico nos llama a velar por el
bienestar del otro, cuidarle y ayudarle. Si uno cae, el otro lo levanta, le venda la herida y le
anima a seguir.

VII. Presentación del tema. El matrimonio que guía lee alternadamente.


El matrimonio es un don precioso que forma parte del plan de Dios para que todas las personas
podamos nacer y desarrollarse en una comunidad de amor. Para ser buenos hijos de Dios en
este mundo y participar en la vida futura del Reino de los Cielos, Dios ha querido que hombres
y mujeres, formando la familia, colaboremos con Él en la tarea de cambiar el mundo por amor.
Así, Dios nos ha llamado a todos nosotros a vivir la vocación del sacramento del matrimonio.

Al recordar la etapa del noviazgo podemos traer a nuestras mentes momentos inolvidables de
alegría y satisfacciones que nos llevaron a tomar la decisión de casarnos y formar una familia.
En nuestros primeros años de vida matrimonial comenzamos a conocernos con profundidad.
Luego con el tiempo notamos actitudes que nos incomodaban y molestaban, que nos
resentían y que comenzaron a traer heridas a nuestra relación de esposos; nos percibimos
entonces menos amados y cuidados. Estas heridas en el matrimonio se originan algunas veces
por cosas triviales: porque me levantaste la voz; por no avisarme cuando ibas a llegar tarde;
por decidir algo sin consultármelo; por no haberme expresado gratitud cuando lo esperaba, por
no colaborar en las labores del hogar, porque creo que no compartimos la responsabilidad de
la educación de nuestros hijos, por mala comunicación y otras más. Son heridas “irracionales”
a veces, pero que generan dolor y deben de ser restituidas con el perdón y luego ser sanadas.

Perdonar no es lo mismo que “olvidar”. Seguramente Jesús no olvidó la negación de Pedro


en aquella noche cuando era juzgado injustamente y sin que nadie le defendiera, pero Jesús
le perdonó, y tanto que precisamente le ama más después del perdón. Sin haber olvidado su
pecado, a los pocos días, ya resucitado, Jesús confirmó a Pedro en el rango que siempre
le había dado de ser Pastor de toda la Iglesia, “sus ovejas y corderos”.

Cuando no perdonamos, entristecemos el Espíritu Santo (Ef. 4,30) y perdemos su dirección.


De igual manera, debemos perdonar la culpabilidad producida por el error que hayamos
cometido, liberarlos del alma para que fluya con libertad el Espíritu Santo dentro de Su Templo,
nuestra alma, para que el amor de Dios emane en nosotros. Perdonarse a sí mismo es aceptar
con humildad nuestra condición real de ser humano.

“(...), perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos
ofenden...” (Mat 6,12), esto nos lo recuerda Jesús en la oración más bella y gloriosa de la
historia, la oración básica al Padre, el perdón de ofensas, del alma y del espíritu; del corazón.

Perdonar como Dios perdona, es dejar esa ofensa como al pasar una página, pero no sólo
para “reconciliarse”, ni sólo para amarse como antes; sino para amarse ahora más que antes
de la ofensa, porque aún con la ofensa se ha decidido amarse, diciendo: “Tú has tenido la
confianza de creer en mi amor, pidiéndome perdón; y yo he decidido creer en ti y amarte
superando esa ofensa”. Al formar nuestra alianza con Dios el día de nuestro matrimonio, Dios
nos da el don de sanación para usarlo en beneficio de nuestra relación conyugal.

A veces confundimos PERDONAR con SANAR, y no es lo mismo. “Sanar” es hacer que ya no


exista la herida. El perdonar tiene que llevarnos definitivamente a sanar; pues no habría amor
de cristianos si no se perdona así. Es decirle al otro: “sí, te perdono, y lo hago no solamente
para vivir en paz nuestro matrimonio, sino porque te amo como Dios te ama”. Pues dijo Jesús:
“Como el Padre me amó a mí, así les he amado yo a ustedes; permanezcan en mi amor”.

Tal vez el perdón, podría ser acaso un: “te perdono, pero te lo recordaré en la próxima”; o
quizás decir “te perdono, lo olvido”, pero conservando la herida en el alma.
Puedo perdonarte, incluso aunque no me pidas perdón. Pero para sanar mis heridas, es
necesario que participemos juntos. Perdonar es detener la herida y demostrar al cónyuge que
es para mí más importante que el dolor originado. Perdonar es querer olvidar, es sobre
todo liberarse de los sentimientos negativos y destructivos, tales como el rencor, la rabia, la
indignación.

Sanar es analizar el proceso, ver qué ha pasado, aprender de nuestro error y decidir qué otra
cosa mejor haremos la próxima vez, cada uno de nosotros, para que no nos produzcamos una
herida similar. Sanar es “hacer planes juntos”.

Entre ambos pasos puede pasar poco o mucho tiempo, y pueden situarse otras acciones: un
diálogo, una relación sexual, una confrontación, en cuanto nuestro ánimo nos lo permita,
debemos pasar de perdón a sanación, porque nos hace crecer: nos conocemos más, somos
más conscientes de nuestro amor, estamos más comprometidos, tenemos nuevos recursos,
somos una pareja más fuerte.

Sanar no se da de forma instantánea, quizás alcanzarla será laboriosa y requiere de algún


tiempo. Sanar de forma verdadera, distinguirá a los matrimonios cristianos, desde la exigencia
de nuestra fe, y como expresión de un amor distinto, amando como Dios nos ama. Es cuando,
con esa sanación, habrá quedado atrás ese capítulo, amándose más y experimentando mejor
bienestar que antes de la ofensa, ahora se ven más felices y radiantes que antes de haberse
hecho la herida, pues se ha curado y ya no hay dolor.

El perdón puede no llegar a esto que llamamos “sanación”. Pero entre los esposos cristianos
solamente es perdón verdadero, con el amor de Cristo, cuando se logra la verdadera
“sanación”. Es como el perdón de Dios por medio de su Hijo: que nos perdona sanándonos.

Si una herida es más grave, mayor es la razón para sanarse: porque el que te hirió te ama y
necesita saberse perdonado, y tú le amas también a él; es momento de escuchar con el
corazón y ponerse en los zapatos del cónyuge, ayudándose mutuamente. El sanar es dejar la
herida atrás, cerrar el capítulo y escribir una nueva historia que requiere algunas veces de
cambios, esfuerzo y disposición de la pareja que desea amarse más profundamente desde
hoy.

Una de las principales exigencias de entender así el matrimonio, desde la fe cristiana, es la de


tener siempre la obligación de sanarse cuantas heridas se produzcan en el convivir en pareja.
No solamente perdonar siempre el uno al otro las ofensas que quizás se hagan, “para vivir en
paz”, como se dice. Sino perdonar con un perdón tan verdadero como es el perdón de Dios.
Haciendo que la ofensa quede absuelta; de manera que la herida deje de existir. Como una
herida física que cuando se ha curado: quedó ya atrás, ya no existe. Seremos reflejo de Cristo
si somos continuadores de su amor. Lo dijo también de otro modo: “en eso se conocerá que
son discípulos míos, si se aman los unos a otros como los he amado yo”. Y San Pablo dice a
los Romanos que el amor grande de Dios se ha manifestado en que, “cuando nosotros éramos
pecadores, dio su vida por nosotros”; no porque éramos justos, sino para hacernos justos.
Vale mucho el amor sincero que se fortalece con la sanación. Ese amor, que vuelve a hacernos
felices, es el que le hace feliz a Cristo cuando, sanados, se comulga juntos, o se reza tomados
de la mano. Dios lo ve y se goza con ese amor restablecido. El Cuerpo de Cristo disfruta en
su cielo de vencedor resucitado, como verdadero Señor y Rey. Y lo gozan también los hijos;
que quizás no saben lo que pasó, pero lo notan. Con ese perdón vuelve a hacernos “hijos y
herederos”, como nos hizo en el Bautismo, recibiéndonos de nuevo con el mismo abrazo. Así
debe ser la “sanación” de los cónyuges. El Cuerpo de Cristo es el que había quedado herido;
y con ese perdón es con que ha quedado sanado de la herida.

Ojalá nunca esperar a perdonar y sanar las heridas cuando haya que despedirse porque uno
de los dos se muere. Entonces sería demasiado tarde; y ya el proceso no serviría para nada.

VIII. Desarrollo.

1) Mentalidad: Antes de casarnos tuvimos ideas románticas del amor conyugal, de la


maternidad y paternidad. Pudimos imaginar un hogar siempre armónico, un esposo siempre
cariñoso además de trabajador y responsable, una esposa siempre amorosa y unos hijos
siempre obedientes.

Comparta (ambos esposos) detalladamente como se conocieron, que detalles le llamó más la
atención de su cónyuge y que le llevó a tomar la decisión de formar una familia, como vivieron
la primera etapa del romance en los primeros años de convivir como esposos. ¿CSMS?

2) Mentalidad: A lo largo de nuestra vida en pareja, suceden roces, heridas, que nos causamos
el uno al otro, a veces sin querer y otras como reacción a lo que juzgamos; una ofensa o crítica
que dificultan nuestra intimidad originando distanciamiento. Surge entonces la necesidad de
perdonarse, de sanarse cuantas heridas se produzcan en el convivir en pareja.

Comparte detalladamente un episodio sencillo y cotidiano donde experimentaron el perdón y


sanación en su matrimonio (Esposo y esposa, desarrollar el ejemplo en forma hilada)

a. Describe en forma breve y clara como ocurrió la herida dejando muy claro quién es el
herido y quien el que hiere.
b. Ambos comparten sus reacciones y sentimientos que experimentaron.
c. ¿Qué efectos tuvo el deseo de perdonarse y sanarse el otro por el otro?
d. ¿Qué actitudes positivas beneficiaron el proceso de sanación en la experiencia?
e. ¿Compartir cómo lograron conseguir el perdón y la sanación en su relación de esposos?

3) Mentalidad: Cada discusión resuelta es una ganancia que se va acumulando y dejando la


sensación de que realmente, a pesar de las diferencias, los dos pueden entenderse. Al vivir
las etapas del romance y de la desilusión en su matrimonio después del perdón y la sanación
viene el júbilo.

Comparta ampliamente que sentimientos experimenta al vivir la sanación en su relación de


esposos después de una reconciliación.

IX. 10-10 (Para matrimonios y sacerdotes)


Como vivimos el perdón y la sanación cuando nos hemos herido en nuestra relación de esposos
(Con la Iglesia). ¿CMSCMR?

X. Compartir abierto.
El perdón y sanación son claves para la persistencia de la relación conyugal, es como un
seguro de vida para el matrimonio. Comparta de qué manera hacen vida el don del perdón y
la sanación en su relación de esposos.

XI. Avisos.

XII. Oración final.


Oración inicial

Jesucristo, Señor y Salvador de nuestras almas.


Creemos en ti. Te amamos de todo corazón.
En tu nombre fuimos declarados como esposos para siempre.
Nos has regalado una existencia gozosa y satisfactoria. Gracias.

Pero también tuvimos altibajos; nos han tocado días sombríos.


Nuestro matrimonio ha tenido cielos azules y cielos nublados.
A veces el desencanto ha llamado a nuestras puertas.
Más de una vez hemos descuidad el cultivo del amor.
Perdón, Señor, por nuestros descuidos.
Pero un día nos llamaste a vivir un FDS que fue como un puerto de salvación
y refrescamiento para nuestra relación.
A tu puerta llamamos, Señor para que nuestro amor amanezca
todas las mañanas con una cara nueva.
Te pedimos, Señor, que nuestro amor crezca incesantemente,
que el egoísmo nunca predomine en nuestra relación,
que vivamos en plena confianza y comunión,
para nuestro matrimonio sea una perpetua fiesta. Amén.
Canción
(Luis E. Ascoy)

Antes que se acabe el día


tenemos que conversar;
yo acomodo las dos sillas
ven, charlemos ya.

Antes que se acabe el día


reconozco que hice mal,
si fue más culpa tuya o mía
eso no importa ya.

Fue el cansancio, el estrés,


una que otra fatiga,
los líos que arrastramos
desde la oficina,
dos frases mal dichas
y una mal entendida;
mi alergia a tu gripe,
este bendito clima;
las cuentas en rojo,
tus miedos, mis iras,
o solo un exceso de melancolía.

Y se nos pasa la vida


dejando pasar al amor
resucitando heridas
que solo nos causan dolor.

Antes que se acabe el día


no lo quiero ocultar mas,
y es que a pesar de mi ironía
yo me siento mal.

Antes que se acabe el día


necesito respirar,
yo tomo la iniciativa
sin condicionar.

Fue un detalle, un olvido,


una tonta salida,
aquella vieja herida
que aún no cicatriza,
o el choque fatal de
mi pausa y tu prisa;
desearte una noche
que no te es propicia,
la voz de un tercero
siempre entrometida
o aquella tendencia
a hacer todo rutina.

Y se nos pasa la vida


dejando pasar al amor
resucitando heridas
que solo nos causan dolor,

Antes que se acabe el día


lo pudimos conversar,
y tu esbozo de sonrisa
me trae de nuevo paz.

Luego un beso, una caricia


y un hermoso etcétera;
nuestro Amor ganó este día
y, como es un verdadero Amor,
la próxima vez también ganará
Oración final.

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