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ARQUEO MEDITERRÀNIA

9/2006

De les comunitats locals als estats arcaics:


la formació de les societats complexes a la costa
del Mediterrani occidental
Homenatge a Miquel Cura

Actes de la III Reunió Internacional d'Arqueologia de Calafell


(Calafell, 25 al 27 de novembre de 2004)

Maria Carme Belarte (ICREA/ICAC)


Joan Sanmartí (UB)
(editors científics)

ÀREA D'ARQUEOLOGIA - UNIVERSITAT DE BARCELONA


INSTITUT CATALÀ D'ARQUEOLOGIA CLÀSSICA
Bárbaros desde la distancia: el mundo ibérico en las fuentes griegas
F. Javier Gómez Espelosín

La contribución de las fuentes literarias griegas al co- Una visión etnocéntrica, similar por otro lado a la de otras
nocimiento del mundo ibérico resulta más bien endeble y civilizaciones como la egipcia o la china, que concentraba de
reducida a la vista de las escasas y escuetas noticias que han manera narcisista su atención sobre su propio ego colectivo
llegado hasta nosotros. Ha sido y es la labor desarrollada en y relegaba a los confines las formas de vida más irregulares
el terreno de la arqueología la que ha impulsado de manera y extraordinarias, contempladas además desde la distorsión
efectiva nuestro conocimiento actual de la cultura ibérica1. y devaluación que comportaba esta imagen centrípeta del
Esta afirmación, que podría parecer un acto elemental de mundo (Soublin, 2003).
cortesía o de deferencia hacia un auditorio compuesto bá- Dentro de estos esquemas de percepción, la cuenca
sicamente por arqueólogos, no es otra cosa que una fría y occidental del Mediterráneo no resultó particularmente
desapasionada admisión de la realidad. Los griegos, como privilegiada, a pesar de la temprana presencia de griegos
era habitual, apenas se interesaron por las culturas ajenas, en este ámbito geográfico, que debió ser intensamente
sobre todo si no interfirieron directamente en el curso de frecuentado al menos desde el siglo VIII a.C. y en el que
su historia, como sucedió, por ejemplo, con los persas en se instalaron emplazamientos estables y florecientes poco
el siglo V a.C. cuando invadieron el territorio griego o con después de esta época, como algunas de las ciudades del sur
los celtas en el III a.C. tras su irrupción violenta en Grecia de Italia y Sicilia o Masalia. Lo que quizá de una manera un
y Asia Menor. Cuando mostraron un cierto interés, no fue tanto atrevida podríamos denominar ‘el escenario mediático
como resultado de una ingenua curiosidad ‘científica’ por la griego’, expresado en su literatura, se focalizó casi en ex-
forma de vida y costumbres de otros pueblos sino más bien clusiva sobre Atenas y su entorno más inmediato, dejando
como armazón que daba cobertura material a un complejo al margen todo el helenismo de Occidente, que se vio así
discurso de carácter retórico e ideológico sobre la alteridad obligado a buscar sus propios caminos de legitimación y pro-
y, a través de la inversión y la analogía, sobre la resbaladiza paganda (Hall, 2004, 46). A pesar de la participación exitosa
cuestión de la identidad helénica (Hartog, 1980; Nippel, de algunos de sus más ilustres representantes en los juegos
1990 y 2002; y Momigliano, 1975). panhelénicos, cantados luego por Píndaro, o de la exaltación
Las informaciones existentes sobre los pueblos ‘bárba- de sus victorias sobre los bárbaros del entorno publicitadas
ros’ proporcionaban efectivamente un nutrido repertorio de adecuadamente mediante dedicatorias en esos foros, fue
costumbres exóticas que contrastaban elocuentemente con necesaria la emergencia de su propia historiografía para
las normas imperantes dentro del ámbito helénico, resaltan- enaltecer sus hazañas, elevando a la categoría de enemigo
do así el abismo infranqueable que separaba a unos y otros y bárbaro proverbial del helenismo a los cartagineses al igual
la indiscutible superioridad política y cultural de los griegos que lo fueron los persas, bien revelando la existencia de
en todos los ámbitos. El mundo bárbaro se contemplaba de una alianza entre ellos para actuar conjuntamente contra los
esta forma desde la distancia confortable que proporcionaba griegos (Diod. XI, 1, 4-5) o haciendo coincidir el momento
la sensación de habitar el centro del universo, cuna y baluar- de las batallas decisivas en uno y otro ámbito. Sin embargo,
te de la civilización, un epicentro privilegiado del que iban tales intentos no surtieron el efecto esperado a juzgar por
alejándose progresivamente las culturas periféricas hasta los irónicos comentarios de Polibio acerca de los excesos
alcanzar un punto en el que las categorías establecidas, como de Timeo en este sentido (XII, 23). Los griegos orientales
lo humano y lo animal, se confundían y entremezclaban. enarbolaron siempre su mayor antigüedad como colectivo
helénico tal y como se deduce de las razones alegadas por
1
atenienses y espartanos frente a las pretensiones de Gelón
Véase si no el contenido fundamental de las numerosas obras
de Siracusa de liderar la coalición defensiva contra los persas
colectivas dedicadas al tema que han ido apareciendo en los
últimos años, como el Catálogo de la exposición celebrada en París,
según el relato de Heródoto (VII, 159-161).
Barcelona y Bonn entre 1997 y 1998, que lleva por título Les Ibères, Tucídides pone también de manifiesto el desconoci-
o el reducido papel que las fuentes literarias juegan dentro de la miento del mundo griego occidental entre los atenienses,
monografía de Ruiz y Molinos, 1993. cuando se disponían a emprender la famosa expedición

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contra Sicilia que culminaría en catástrofe, ya que desco- más bien escuetas y escasas, limitadas en la mayoría de los
nocían la extensión de la isla y el número de sus habitantes, casos a meras alusiones o a noticias descontextualizadas.
sintiéndose obligado a exponer a continuación un esbozo Cartago continuó siendo una perfecta desconocida hasta
general de su historia (VI, 1 y ss.). Seguramente no solo es bien entrado el siglo IV a.C., cuando su constitución po-
atribuible al azar el que no hayamos conservado ninguna de lítica fue objeto del interés de la escuela de Aristóteles2.
las historias del occidente griego mientras que han llegado Posteriormente, en pleno período helenístico, todavía
hasta nosotros casi completas las de Heródoto, Tucídides se detectan los ecos de dicho desconocimiento en obras
y Jenofonte, que concentraban su interés sobre la parte como el tratado pseudoaristotélico De mirabilibus auscul-
oriental. Este desequilibrio entre ambas vertientes de la tationibus o el Periplo de Hanón, en las que predominan
historiografía griega se explica también por la confrontación claramente los elementos de carácter fabuloso sobre dicho
entre una visión de la historia con aspiraciones ecuménicas ámbito. La propia Roma resulta igualmente ilustrativa a la
como la impulsada desde Atenas, y una de contenido más vista del desconocimiento de los medios griegos acerca de
localista, que centraba su interés en su ámbito concreto de la emergente potencia occidental hasta la derrota de Pirro,
actuación (Vattuone, 2002, 11-33). cuya viva impresión impulsó a Timeo a escribir en extenso,
Una consecuencia inmediata de esta marginación de la curiosamente desde su exilio ateniense, sobre su historia e
historia occidental del mundo griego es el flagrante desco- instituciones (Momigliano, 1993).
nocimiento que poseemos acerca de los pueblos bárbaros Es normal, por tanto, que las informaciones sobre la
de la zona, que solo aparecen cuando su actuación afectó de Península Ibérica y los pueblos que la habitaban hayan
lleno a los griegos orientales o cuando el foco de atención quedado reducidas a la mínima expresión, dada su ubicación
se trasladó de forma irreversible hacia Occidente con la en los confines de este ámbito occidental, relegado conscien-
acción conquistadora de Roma. Esta situación afecta casi temente a la marginalidad y cuyos principales protagonistas
por igual a todos sus protagonistas, desde iberos y celtas alcanzaron tan escasa repercusión dentro del escenario
hasta cartagineses y romanos pasando por ligures, etruscos y mediático griego. La península ocupa así en las páginas de
otros pueblos itálicos. Así apenas sabemos nada de los celtas Heródoto un reducido espacio a pesar de su interés evidente
hasta su violenta irrupción en Grecia a pesar de que desde por los confines del orbe como pone de relieve su prolija
comienzos del siglo VI a. C. había en sus proximidades un descripción de la India, Arabia y Etiopía, o las tierras que
observatorio privilegiado como la ciudad griega de Masalia, ocupaban los escitas (Alonso Nuñez, 1987). Solo aparece
que a la vista de las noticias disponibles no parece que mos- mencionada en contadas ocasiones, concentrando Tartesos
trara demasiado interés por ellos (Momigliano, 1975, 50 y casi el exclusivo protagonismo por su destacado papel dentro
ss.). Solo a partir del siglo IV y especialmente en el III a.C. de la historia de los foceos o de las andanzas de Coleo de
nuestras informaciones al respecto comienzan a adquirir Samos3. El resto de las alusiones afecta más bien a un lugar
una cierta solidez gracias a historiadores como Jerónimo tan emblemático de esta región periférica y del imaginario
de Cardia, cuyos ecos se dejan sentir quizá en Pausanias, griego de los confines como las famosas columnas de Hera-
y posteriormente a las noticias de Éforo y Timeo a pesar cles, que aparecen mencionadas como elemento referencial
de que concentraron su atención preferente sobre aspectos de la geografía mítica para ubicar a los celtas (II, 33), en el
de carácter mítico y paradoxográfico (Gómez Espelosín, relato de Coleo (IV, 152), en la localización de la isla Eritía
2004). Hasta la aparición de Roma en escena y la presencia (IV, 8), en la circunnavegación del continente africano (IV,
in situ de personajes cualificados como Polibio y Posidonio 42 y 43) y en las navegaciones de los cartagineses (IV, 196),
los conocimientos griegos sobre los celtas no alcanzarán un en la localización de los pueblos libios más occidentales (IV,
nivel de claridad y concreción aceptables. 181 y 185), y como parámetro comparativo para indicar la
Ni siquiera los cartagineses salieron mejor parados distancia en su grado máximo (VIII, 132). El significativo
a pesar de su protagonismo en la historia de Sicilia y de silencio de Heródoto, que afecta casi por igual a todo el oc-
sus repetidos enfrentamientos con los griegos de la zona. cidente (Nenci, 1990), delata la prevención y la ignorancia
Nunca ocuparon dentro de la literatura griega una posición existentes sobre dicho ámbito, considerado tan solo como
similar a la de los persas. Es cierto que su encuentro con un elemento referencial y distante que sirve de parámetro
los griegos tuvo unas consecuencias mucho más limitadas para evocar las hazañas realizadas por algunos griegos como
ya que no supuso un cambio tan significativo en todos los los foceos o Coleo de Samos, capaces de alcanzar por primera
ámbitos. La aparición en escena del imperio persa impulsó vez unos dominios liminales, o como eje articulador de un
y estimuló el conocimiento de otros pueblos, tal y como espacio lejano y desconocido (Cruz Andreotti, 1995).
queda reflejado en la naciente etnografía griega de la época, La península ibérica ocupaba dentro del imaginario
y propició, después de la victoria conseguida, la emergencia griego los confines occidentales del orbe, una ubicación que
de un debate político e ideológico acerca de la identidad le confería un estatus particular, diferente al de los territorios
helénica y la ciudadanía del que encontramos ecos visibles
en la tragedia y en las historias de Heródoto (Hall, 1989).
2 Al respecto Barceló, 1994, defiende la visión positiva de los carta-
Resulta elocuente en este sentido el desequilibrio eviden-
gineses en los medios griegos de esta época en abierto contraste con la
te entre las informaciones de Heródoto sobre los pueblos imagen negativa posterior fruto del enfrentamiento con Roma.
de oriente, con relatos de corte etnográfico relativamente 3 Hdt. I, 163; IV, 152; 192. (Tarteso) I, 163 y VII, 165 (Iberia e
estructurados, y los de occidente, con referencias puntuales Iberos).

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más cercanos. Era un espacio próximo al mítico Océano y a inmensa riqueza, que según Heródoto era propia de estas
los lugares sagrados y misteriosos que estaban tradicional- regiones liminales del orbe (III, 116, 3), el carácter longevo
mente asociados a él, como la morada de Hades, la isla Eritía, de su rey, destacado de forma especial, y las dificultades
los dominios de Crono o el jardín de las Hespérides, lo que que comportaba un viaje hasta aquellas regiones situadas
lo convertía en el escenario privilegiado de las hierogamias más allá de las columnas, puestas de relieve en el viaje de
entre los seres y fuerzas que habitaban estos contornos y de Coleo, en el que la intervención divina desempeñó un papel
las incursiones de los antiguos héroes en busca de objetos fundamental (Gómez Espelosín, 1993).
maravillosos. Desde su descubrimiento, la Península pasó También podría resultar, en alguna medida, deudora
seguramente a engrosar ese territorio geográficamente de esta imagen mítica de los confines la propia mención
difuso e indeterminado que pivotaba sobre el extremo oc- de los Cinesios/Cinetes, un pueblo que es catalogado por
cidente en el que tenían lugar tales eventos primordiales. Heródoto como el más occidental de todos los del orbe (II,
Era así el escenario favorito de los poetas épicos, que eran 33 y IV, 49) y que aparece situado en la proximidad del
los únicos capaces de gestionar con absoluta displicencia océano. Heródoto no es capaz de proporcionar ninguna
y comodidad un espacio de tal naturaleza y condiciones, información adicional sobre dicho pueblo mientras que sí
y, en cambio, aparecía como terreno vedado para quienes lo hace, por ejemplo, con los siginnos, que se hallaban si-
al amparo del nuevo discurso racionalista impulsado desde tuados al norte del Istro, en otro de los confines de Europa,
Jonia y asumido después desde Atenas se afanaban por proporcionando un cierto excursus etnográfico aunque de
fundamentar sus afirmaciones en el propio testimonio o en reducidas dimensiones (V, 9). También podría ser signifi-
la investigación de los datos disponibles. No es casualidad, cativa de dicho estatus la variación del nombre, que en sus
por tanto, que la mayoría de las primeras noticias sobre la dos versiones mantiene como componente el radical kun-,
Península encontraran cobijo en obras de carácter eminen- lo que podría interpretarse desde la perspectiva griega
temente poético, como la Gerioneida de Estesícoro, o de como una referencia tangencial a un pueblo fabuloso de los
repertorios mitográficos como el de Herodoro de Heraclea. confines como los famosos ‘cabezas de perro’ o cinoscéfalos,
La fuerza de dicha imagen pervivió incluso después de los que curiosamente en el propio relato de Heródoto figuran
primeros tanteos exploratorios y de los primeros contactos, entre un conjunto de seres y animales extraordinarios que
cuando las rutas hacia la Península habían adquirido una habitaban en las regiones más occidentales de Libia, una
cierta regularidad y había griegos ya instalados en ella, vez sobrepasado el río Tritón que actúa como frontera de
contaminando claramente cualquier intento de ofrecer lo creíble (IV, 191), y como habitantes de la India en la
una visión más real en la que quedaban indefectiblemente tradición posterior que arranca de Ctesias de Cnido. El cui-
reflejados algunos de sus estigmas más reveladores (Gómez dadoso silencio de nuestro historiador parece evidenciar no
Espelosín, 1995 y 1999/2000). solo su desconocimiento al respecto sino quizá también su
Esta circunstancia se aprecia en la historia de Heródoto, cautelosa prevención a la hora de entrar en un terreno poco
donde todavía prevalecen claramente elementos de corte apropiado para sus intenciones, dada la naturaleza más bien
mítico y fantástico como las columnas de Heracles con su legendaria de dicho colectivo, si bien no podía renunciar a
valor de término definitorio de la geografía mensurable, su mención, aunque en formas diferentes, dada su afición
más allá de la cual tan solo emergían reinos fabulosos como manifiesta a destacar los ‘primeros’ o los ‘últimos’, que se
Tartesos, islas maravillosas como Eritía, o tenían lugar viajes convierte en uno de los esquemas básicos de toda su obra
aparentemente imposibles como los del persa Sataspes, que (Lateiner, 1989). Dicho pueblo hace su aparición en un trata-
intentó en vano la circunnavegación de África, o se hallaban do mitográfico como el de Herodoro (F 2 a) y en la debatida
paisajes imponentes con connotaciones de carácter más oní- y compleja Ora Marítima de Avieno, donde los esquemas
rico que real como las tierras en torno al monte Atlas, al que poéticos e imaginarios desempeñan un papel fundamental
los indígenas consideraban la columna del cielo (IV, 184). A en toda su estructura (González Ponce, 1995), y es asimilado
pesar de que Heródoto renuncia expresamente a aventurarse más tarde por Justino a un pueblo mítico como los curetes
por este cenagoso terreno, rechazando con contundencia ele- dentro de un contexto en el que los elementos míticos
mentos clave de la topografía imaginaria de la zona como el resultan igualmente predominantes4. Con independencia
río Erídano, que al parecer todavía Esquilo situaba en Iberia de su posible traslación a la realidad etnográfica peninsular
(Hel. F. 73 a), y las islas Casitérides (III, 115), o manifestando más antigua, factible a través de los topónimos indígenas
abiertamente su desconocimiento de toda esta área, todavía o de las inscripciones romanas posteriores, lo cierto es
subsisten casi incólumes en su discurso pretendidamente
racional algunos de sus elementos definitorios fundamenta-
les. Así aunque la presencia de Tartesos parece estar avalada 4
Todo ello sin menoscabo de que dicho gentilicio corresponda a una
geográficamente por su descubrimiento por los foceos y su mala lectura o interpretación de un pueblo indígena, denominado
estancia en la zona, e integrada perfectamente dentro de la luego por Polibio Conios (X, 7,5), latinizado después en Cuneos
historia tras la relación de hospitalidad establecida con su por Apiano cuya denominación dio lugar al surgimiento de curiosas
etimologías como la que aparece en Estrabón (III, 1, 4) y de la que
monarca Argantonio, lo que le permite figurar como pauta
se hace también eco Pomponio Mela (III, 1). Algunos topónimos e
de referencia cuando se alude a las comadrejas libias, revela inscripciones parecen confirmar así su existencia, véase al respecto el
ciertos tintes legendarios derivados de su ubicación en los comentario de la reciente reedición del primer volumen de las Fontes
confines del orbe. Esa es la impresión que producen su Hispaniae Antiquae a cargo de J. Mangas y D. Plácido, 1994, 76-77.

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que tal pueblo figura en la literatura antigua casi siempre formas de vida civilizadas. La racionalizada historia de la
estrechamente relacionado con contextos donde priman expedición de Heracles contra Crisaor, a quien Diodoro
el escenario primordial del océano y todos los fenómenos presenta convertido ahora en poderoso monarca de Iberia
extraordinarios de carácter religioso y cultual que acontecen que contaba con numerosas tropas, no oculta su depen-
en sus inmediaciones, como ponen de manifiesto Estrabón, dencia de la imagen ideal de aquellas tierras cercanas al
Mela y Justino, todos ellos deudores en alguna medida de océano como fuente de riqueza excepcional. De hecho
la imagen mítica de estas regiones del orbe. dicha circunstancia, la proximidad al océano, es mencionada
Esta imagen mítica de la Península Ibérica se erigió a en tres ocasiones en el curso del pasaje (IV, 17-18). Así lo
fin de cuentas como un verdadero paradigma de carácter atestigua también la descripción que hace Estrabón de las
cosmológico y explicativo, en el sentido que dio a dicho regiones meridionales de la Península, particularmente de
término Thomas Kuhn, dentro del que se iban progresiva- aquellas situadas más allá de las Columnas como destaca
mente integrando y adaptando los nuevos conocimientos el propio autor (III, 1, 2), convertidas también en modelo
y las preocupaciones e intereses más recientes. El modelo de prosperidad y provistas de algunos inevitables destellos
apenas experimentó de hecho sustanciales variaciones si del aura sagrada que rodeaba aquellos lugares dentro del
nos atenemos al testimonio de obras tardías que pretendían imaginario griego como el cabo sagrado o algunos santua-
ofrecer una descripción global del mundo, como la de Dio- rios consagrados a dioses y héroes diseminados por esta
nisio el Periegeta, cuyos ejes articuladores se ajustan por particular geografía mítica.
completo a las líneas generales de los viejos esquemas míti- Tales esquemas se tradujeron incluso a una visión más
cos (Jacob, 1990). Ni siquiera Polibio, el primer conocedor popular, como la que podían albergar en su mente algunos
de facto de la realidad peninsular por su presencia in situ generales romanos, que propiciaron inusitadas expectativas
acompañando a las tropas romanas, se vio completamente en la conquista de la Península, como revela la versión cier-
libre de la visible influencia de tales parámetros a pesar de su tamente partidista de Apiano sobre la captura de Intercatia
tenaz insistencia acerca de la necesidad de evitar cualquier por parte de Lúculo al mostrarlo profundamente decepcio-
intromisión de los mismos en el quehacer del historiador. nado por no haber obtenido el oro y la plata que esperaba,
Desconocemos en buena parte el contenido del libro XXXIV ya que este había sido el motivo principal de su campaña
de su historia, donde figuraba su descripción geográfica según el historiador a la vista de su creencia de que todo
de la Península, pero a través de alguno de los fragmentos el país era rico en tales metales (Ib. 54). Ecos de esta per-
subsistentes podemos apreciar la innegable atracción que vivencia podrían detectarse también en el episodio del río
aquella imagen mítica continuaba todavía ejerciendo. Un Letes, cuyo nombre debió de evocar resonancias infernales
claro reflejo de dicha visión, puesta ya de manifiesto en la a juzgar por el simbolismo particular que Apiano atribuye
función que Tartesos desempeñaba dentro del imaginario al intento de cruzar por vez primera dicho río, que aparece
griego, sería la imagen de Lusitania/Turdetania como una asociado además a la presencia de tribus extremadamente
tierra eminentemente próspera y afortunada (eudaimonía). belicosas en las que las mujeres participaban activamente
Las razones fundamentales a las que Polibio parecía atribuir en la guerra (Ib. 72), rememorando quizá veladamente a las
esta situación afortunada eran la sociabilidad y el carácter emblemáticas amazonas como tipificación de las guerreras
pacífico de sus gentes, una cualidad que enlaza a la perfección de los confines.
con la buena acogida que Argantonio dispensó a los foceos, Los ecos de esta imagen mítica se dejan sentir igual-
que ya fue destacada por Heródoto. Incluso la comparación mente en los repertorios de Mela y Plinio, herederos en
irónica de la esplendorosa mansión de un reyezuelo ibero alguna medida de la tradición griega anterior, o en la historia
con la morada del feacio Alcínoo podría interpretarse dentro de Pompeyo Trogo epitomizada por Justino, que situaba la
de la misma línea, si bien en este caso Polibio trataba de mítica batalla de los dioses y los titanes en el Saltus Tarte-
marcar claramente distancias entre la geografía mítica de los siorum (XLIV,4,1). Pero es especialmente en Avieno y su
poemas homéricos y los escenarios reales peninsulares en famosa Ora Marítima donde esta imagen alcanza su mayor
los que algunos estudiosos antiguos se afanaban por ubicar grado de paroxismo, rememorando viejos escenarios míticos
las andanzas de Ulises, ya que era un decidido partidario de y articulando paisajes de carácter cuasi onírico en los que
localizar tales hazañas en la región de Sicilia. Esta iniciativa de la sensación de soledad y misterio constituyen algunos
localizar en la Península los escenarios odiseicos constituye de sus principales ingredientes distintivos. Desfilan así
también un claro indicio de la pervivencia y persistencia del ante nosotros promontorios espectaculares, imponentes
modelo mítico en la percepción del nuevo mundo a pesar montañas que alcanzan el cielo con su cima o refulgen con
de que ahora empezaba a perfilarse desde el punto de vista su brillo desde lejos, islas boscosas, inhospitalarias para los
geográfico (Fear, 1992). navegantes, una atmósfera general densa y nebulosa, lugares
Pervivencias de esta imagen mítica se detectan igual- en donde se rinde culto a Saturno, a la diosa infernal, o al
mente en autores posteriores como Diodoro y Estrabón, viento Céfiro, cabos liminales donde tiene lugar la caída de
a pesar de que el primero trató de integrar el territorio la luz sideral, ciudadelas que albergan en su nombre viejas
peninsular dentro de los nuevos parámetros de la historia memorias míticas como la de Gerión, y sobre todo la pre-
universal, y el segundo dentro del universo político romano sencia inevitable del Océano, descrito por el poeta en unos
definido por la presencia de las nuevas ciudades y las vías términos que remiten a la entidad primigenia de la teogonía
de comunicación que propiciaban la emergencia de las más que a una realidad geográfica bien conocida por la que

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ya circulaban desde hacía tiempo las gentes, los productos productiva relación con Tartesos y la imagen subsiguiente
y las ideas. Los intentos realizados por rastrear vestigios de de riqueza y prosperidad que parecía desprenderse de ella
la geografía real de aquellas regiones del extremo occidente dejó sus huellas en la poesía griega como se comprueba en el
dentro de la compleja topografía avienea chocan irremisi- caso de Anacreonte, que parangonaba el reino peninsular con
blemente con la vaguedad e indefinición de un poderoso el mítico cuerno de Amaltea como parámetros referenciales
estereotipo, consolidado desde antiguo por el peso de una de la máxima opulencia (Plácido, 1993).
larga tradición a la hora de imaginar los confines del orbe Pero es en la obra de Hecateo donde se detectan por
y sus regiones colindantes (González Ponce, 1993 y 1995). primera vez los ecos, aunque lejanos, de un conocimiento
La inercia de tales modelos pesaba efectivamente sobre el real del extremo occidente con la aparición en escena de
imaginario individual y colectivo, de la misma manera que una serie de pueblos y ciudades cuya localización e identi-
la imagen de los paisajes ideales y utópicos encarnados en ficación han hecho correr ríos de tinta, olvidando a veces las
las islas del Pacífico han desempeñado este papel en nuestra extraordinarias limitaciones que presentan las informaciones
visión del mundo a pesar de que informes recientes o visio- del logógrafo jonio (Whitehead, 1994; Braun, 2004 y Mo-
nes mucho más críticas y realistas han puesto en entredicho ret, 2004, 41-42). Los fragmentos conservados han llegado
tales modelos destacando los numerosos problemas de la hasta nosotros fundamentalmente a través del epítome del
zona como la elevada contaminación, la carencia de agua, o la repertorio léxico de Esteban de Bizancio conocido como
inadaptación de las formas tradicionales de vida al omnívoro Ethniká, compuesto originalmente en el siglo VI d.C., que
modelo occidental (Theroux, 2002). ha sufrido además del drástico resumen de la obra original
Sin embargo, en paralelo al predominio del modelo a través de diferentes manos, una transmisión textual
mítico en el que se enmarcaba la percepción de la Península lamentable, origen de múltiples enmiendas y conjeturas.
Ibérica y a veces en un complejo proceso de interacción con No podemos dictaminar así con absoluta certeza que los
él, discurrió la experiencia real de los griegos que llegaron susodichos fragmentos representen los ipsissima verba del
hasta las costas ibéricas, exploraron las posibilidades que autor, dado que sus calificaciones pueden remitirnos desde
ofrecía como mercado o entraron en contacto con sus ha- el propio Hecateo hasta cualquiera de los implicados en la
bitantes, realizaron acuerdos con ellos, o incluso acabaron tarea del resumen, incluido el mismo Esteban de Bizancio.
estableciéndose en determinados puntos de su geografía de De cualquier modo, por encima de las numerosas incerti-
forma más o menos permanente. A pesar de que muchos de dumbres que todavía subsisten, de lo que generosamente
ellos regresaron seguramente a sus patrias de origen carga- calificamos como fragmentos hecataicos emergen particular-
dos de jugosas historias acerca de tales lugares, lo cierto es mente dos hechos significativos. Por un lado, parece que la
que su historia apenas ha trascendido hasta nosotros de no descripción dejaba al margen toda la región al oeste de las
ser gracias a los descubrimientos de emplazamientos como columnas de Heracles, dado que la enumeración de pue-
Emporion, de los hallazgos de cerámica u otros objetos de blos y ciudades parece comenzar justamente en ese punto
procedencia o fabricación griegas, o de inscripciones signi- o en sus proximidades, a juzgar por el carácter referencial
ficativas como las láminas de plomo halladas hace ya unos limítrofe que asume la mención de las mismas para situar
años que ponen de manifiesto la intensa vida comercial y la ciudad de Calata y el pueblo de los mastienos. Parece
corporativa que tenía lugar a lo largo de las costas ibéricas probable que la actitud aparentemente crítica de Hecateo
(Domínguez Monedero, 1996; Cabrera, 1998; Plácido, 2002; con la tradición mítica precedente, anunciada ya en su so-
De Hoz, 2004). Las noticias concretas de toda esta singladura lemne proclama inicial (‘escribo lo que creo que es verdad,
que se han filtrado a través de las fuentes literarias griegas ya que los relatos de los griegos son numerosos y ridículos’
son escasas, y las que lo han hecho, como la hazaña de Coleo F. 1) y puesta de manifiesto en su intento de reconducir la
o los descubrimientos de los foceos, deben su aparición a otro aventura de Heracles con Gerión hacia Ambracia en lugar
tipo de razones que las de informar acerca de lo sucedido de a la remota Iberia, le hubiera obligado a dejar de lado
en estos confines. El desinterés existente al respecto queda los relatos sobre aquellas regiones en los que predominaban
bien ilustrado en los silencios de Heródoto al respecto. los elementos míticos.
La frecuentación griega de las costas peninsulares fue La manifiesta diferencia que se percibe en el poema de
filtrando, no obstante, hasta la tradición literaria algunas Avieno entre la topografía espectacular de aquellas regiones
informaciones. Así la presencia de algunas noticias aisladas liminales y el resto de la costa mediterránea, donde se suce-
como la mención del río Tartesos en Estesícoro pueden re- den con ritmo rutinario las localidades y puntos de interés
sultar significativas, dada la importancia que tenían los cursos sin necesidad de referentes míticos, podría apuntar también
fluviales como ejes de orientación y definición geográfica, un en la misma dirección. Culminaría así toda una tradición
hecho ya apreciable en la Odisea con la mención de Egipto que reproducía a grandes rasgos un itinerario real, provisto
como nombre de río cumpliendo dicha función, y como vías de sus referentes geográficos e históricos concretos, que
de penetración hacia las tierras del interior con las que se se iniciaba a partir de aquel punto liminal y emblemático,
establecían relaciones comerciales. La formación arcaica del asociado posteriormente a la ciudad fenicia de Gades, que,
término y su estrecha asociación con la plata se correspon- sin embargo, no aparece en Hecateo. Seguramente no es ca-
derían además con los primeros contactos establecidos con sualidad el que las famosas columnas, que aparecen citadas
aquellas regiones del sur peninsular para los que la arqueo- por primera vez en Hecateo, fueran poco después erigidas
logía ha descubierto los referentes materiales oportunos. La por el poeta Píndaro como el umbral definitivo de la expe-

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riencia y el conocimiento humanos, más allá del cual todo respecto es altamente significativo de dicha situación, sobre
resultaba fatuo (Domínguez Monedero, 1988). La tradición todo comparado con la descripción más pormenorizada que
periplográfica conservada asume también las columnas como aparece en Herodoro de Heraclea, que aunque retornaba
punto de partida de su descripción costera, dejando fuera de con su relato a las viejas historias de corte mítico protago-
su órbita todo el litoral peninsular precedente, tal y como se nizadas por Heracles procedía a adaptar, no obstante, a su
comprueba en el Periplo del PseudoEscílax, de mediados manera el conjunto del viejo y singular escenario primordial
del siglo IV a.C., en el Pseudo Escimno, del siglo II a.C., que al marco de los nuevos conocimientos adquiridos, como era
deja también de lado la descripción de las regiones situadas la existencia de los iberos como pueblo, reuniendo bajo esta
al oeste de las Columnas, si bien incluye como vecinos de común etiqueta todos los nuevos términos existentes.
los iberos a los tartesios, en lo que parece una denominación La inevitable filtración desde el ámbito histórico hasta
referente más a la Turdetania que al antiguo reino arcaico, el terreno de la literatura se pone también de manifiesto a
objeto de atención de los poetas griegos, y finalmente en través de otros indicadores como la repentina irrupción en
el ya mencionado Dionisio el Periegeta. el texto de determinados referentes que no parecen precisar
Por otro lado, en Hecateo aparecen mencionados por calificaciones adicionales, lo que sólo resulta explicable si
primera vez los nombres de pueblos y ciudades indígenas, pertenecen ya de lleno a lo que se ha denominado ‘saber
muchos de los cuales son adscritos al ámbito más general de compartido’, ese imaginario colectivo común que constituye
los iberos o de Iberia, que se convertiría así en un referente el soporte imprescindible para que sea factible el mutuo
geográfico y etnográfico diferenciado de Tartesos y los te- entendimiento entre el autor y su público. Ese es el papel
rritorios colindantes asociados más o menos estrechamente de las comadrejas de Tartesos, mencionadas por Heródoto
a sus antiguos dominios. Esta aparente diferenciación de como parámetro de comparación con las libias, o de la ciudad
un territorio específicamente ibérico se refleja también en de Gades, que hace su primera aparición en Píndaro como
Heródoto, que marca, al menos nominalmente, la distinción último referente conocido de la navegación humana y reapa-
entre el ámbito ibérico y Tartesos, cuando refiere los descu- rece de nuevo en Heródoto como referente geográfico para
brimientos progresivos de los foceos, enumerando en una ubicar en sus proximidades la mítica Eritía. La designación
impecable cadena geográfica los territorios alcanzados por de las aguas más allá de las Columnas como mar (thalassa)
ellos, el Adriático, los tirrenos, Iberia y Tartesos. Diferen- y no como río, por parte de Heródoto, y su asignación de
ciación que refleja sin duda la existencia de un referente un nombre (Atlántico) que nada tiene que ver con la mítica
geográfico, aunque difuso e impreciso muy probablemente, designación de Océano, podría constituir igualmente otro
para designar el conjunto de aquellas tierras del lejano indicio de tales intromisiones procedentes de la experiencia
occidente, una circunstancia que confirmaría además la real, ya que los navegantes griegos habían comprobado dicha
aparición del correspondiente gentilicio en otro pasaje de condición y se habían relegado al ámbito legendario todos los
su historia para denominar a un colectivo de mercenarios relatos que todavía presentaban al Océano como una entidad
al servicio de los cartagineses. Es cierto que la mención de diferente a la de los mares habitualmente frecuentados.
Tartesos no se correspondería ya con la percepción contem- Otro indicio claro de esta infiltración de elementos pro-
poránea de aquellas regiones, pero su presencia en la lista cedentes de la realidad en las fuentes literarias es la mención
se explicaría posiblemente por el papel que dicho emporio de tradiciones locales indígenas, a pesar de que la mayoría
había desempeñado en el curso de su relato para calificar el fueron consciente e interesadamente distorsionadas como
carácter pionero de los foceos y valorar en su justa medida resultado de un largo proceso de interacción cultural en el
la hazaña de Coleo. que se iban acomodando a las demandas específicas griegas,
La emergencia de un conocimiento más detallado de salvaguardando así la honorabilidad y la antigüedad de los
la realidad peninsular, capaz de diferenciar grosso modo propios medios indígenas de cara al exterior. Lógicamente no
importantes colectivos étnicos, tal y como aparece refle- encontramos ninguna referencia de esta clase en Heródoto,
jada en las fuentes griegas y particularmente en Hecateo, al tratarse de lugares que no visitó en persona y cuyas infor-
podría ser tributaria de las rutas comerciales que discurrían maciones al respecto parecían lejanas y poco fundamentadas.
a lo largo de las costas peninsulares, de la intensificación Sin embargo tales tradiciones locales hacen su aparición
creciente de los contactos entre griegos e indígenas, y posterior en Éforo, quien afirmaba que los etíopes habían
del establecimiento de emplazamientos de todo tipo en colonizado la costa más occidental del continente africano
algunas zonas de su territorio. Sin embargo, los decisivos siguiendo informaciones de los tartesios (Str. I, 2, 26), o en
condicionantes ya señalados que convertían estas regiones Posidonio, que identificaba las Columnas con la ciudad de
en un auténtico vacío histórico, desprovisto de todo interés Gadira siguiendo la opinión de iberos y libios al respecto (Str.
adicional, determinaron que la información filtrada desde III, 5, 5), con independencia de la validez que puedan tener
la rica complejidad y diversidad de las situaciones reales en este sentido las informaciones atribuidas a Fileas por parte
que adivinamos a través de las inscripciones y los hallazgos de Avieno. Estas tradiciones locales pudieron estar presentes
arqueológicos quedara reducida a una sarta de extrañas de- en la obra de Piteas, si aceptamos la hipótesis de Roseman
nominaciones, cuya finalidad era tan solo demostrar que los (1994) acerca de su forma de viaje en circuitos indígenas,
conocimientos de su autor, lejos de estar basados en relatos e incluso podrían figurar en la base de la información que
diversos y ridículos, poseían un fundamento mucho más trasmite Estrabón acerca de Mainake, considerada la última
sólido y consistente. Una vez más, el silencio de Heródoto al de las ciudades foceas hacia poniente (III, 4, 2), o sobre el

268
origen griego de Sagunto, interpretada como una fundación ática de Énoe (VIII, 98) quedó refrendada por las alusiones
original de los zacintios (III, 4, 6). La propia invención griega de la comedia y su comportamiento extremadamente beli-
desempeñó un papel destacado en el origen de tales leyendas, coso fue de nuevo objeto de las alusiones de Tucídides al
proporcionando los motivos suficientes para que los indígenas hablar de los más bárbaros cuando se refería a los arqueros
avispados hicieran luego suya dicha interpretación, como que colaboraron con el general ateniense. Esta imagen de
debió suceder en casos como el origen ibero de los sicanos que belicosidad, expresada tímidamente en las fuentes clásicas,
menciona Tucídides (VI, 2, 2), puesto también de relieve por se despliega, en cambio, con mayor insistencia en los rela-
Helánico de Lesbos y Filisto, que debía remontar a los griegos tos de los historiadores de Occidente, al menos tal y como
de Sicilia, o el de los galaicos, al que se refiere Justino (XLIV, han podido quedar reflejados sus testimonios en Diodoro,
3, 2), cuyos orígenes cabría buscar en la obra de Asclepíades de acerca de las guerras sostenidas en Sicilia entre griegos y
Mirlea, dedicado expresamente a fundamentar en territorio cartagineses a finales del siglo V a.C., cuando los iberos
ibérico la presencia de los antiguos héroes griegos, según asumen un protagonismo destacado en episodios como los
sabemos por Estrabón (III, 4, 3). asedios de Selinunte y de Himera, causando el terror con
Otro indicio de la filtración en nuestras fuentes de sus actuaciones. Este protagonismo destacado de los iberos
noticias procedentes de la realidad ibérica puede consi- frente a un colectivo libio quizá más genérico les sitúa a ojos
derarse también el conocimiento generalizado entre el de los griegos como uno de los contingentes más importantes
público ateniense de las delicatessen gastronómicas que al servicio de los cartagineses, una posición privilegiada que
provenían de allí, como la salazón gaditana que aparece se afianzó después de que pactaran con el tirano siciliano
aludida repetidamente en uno de los tratados hipocráticos Dionisio tras su victoria sobre el cartaginés Himilcón, al
y en dos fragmentos de la comedia antigua, atribuidos res- ser los únicos que no optaron por la desbandada general.
pectivamente a Eupolis y Antífanes, que parecen parodiar Dieron luego buena prueba de su valor y de sus capacidades
las recetas dietéticas con finalidad curativa que figuraban bélicas cuando fueron posteriormente enviados por el mismo
en los tratados médicos. Dionisio a combatir en Grecia al lado de los lacedemonios,
Sin embargo, la irrupción más evidente de la realidad esta vez junto a los celtas, en su enfrentamiento con los
en el seno de la tradición literaria fue la actuación de beocios y sus aliados, haciéndose merecedores de la alabanza
los iberos como mercenarios al servicio de los cartagine- y el homenaje de sus colaboradores griegos (XV, 70). La
ses, primero, y de los propios griegos después, reflejada impronta de sus intervenciones como mercenarios quedó
puntualmente en Heródoto en una de las dos únicas convertida así en un estereotipo que compartían con otros
menciones de Iberia que aparecen en su obra (VII, 165) y colectivos bárbaros, como se aprecia en la famosa cita de las
aludida posteriormente por otros autores como Tucídides, Leyes de Platón sobre el consumo del vino (637 d), o que
Jenofonte, Polieno, y Diodoro (Barceló, 1991; Domínguez asumían como protagonistas destacados gracias a la práctica
Monedero, 2000). Pero incluso en este caso, Heródoto de algunas costumbres que desarrollaban tales cualidades,
vuelve a reflejar una vez más su profundo desinterés por como figura en la Política de Aristóteles (1324 b).
los asuntos occidentales, ya que la escueta noticia figura La existencia de un pueblo ibérico como tal, situado en
dentro del contexto que los sicilianos arguyen como excusa los remotos confines del mundo, parece haber traspasado
para justificar su ausencia en la lucha contra los persas. De también el umbral literario si nos atenemos a la aparición
hecho, si, como se ha supuesto, hay que relacionar con esta en escena de un ‘ibero de barba de chivo’ en una comedia
batalla el incidente que relata Polieno (I, 28), según el cual de Cratino o a la representación de una obra titulada Iberos
los iberos perpetraron una gran matanza entre los griegos atribuida a Sófocles, acerca de cuyo contenido solo podemos
que acudían a saquear el campamento cartaginés hasta que establecer conjeturas pero que parece más un drama satírico
Terón ordenó quemar parte de las tiendas y provocó con que una tragedia, según opinaba ya Wilamowitz (Gangutia,
ello su huida, no parece que tal circunstancia, reveladora 1998). El hecho de que dicho colectivo occidental figurase
del tesón y la ferocidad de dicho pueblo, que todavía per- ya dentro del escenario mediático ateniense al lado de otros
manecía en su sitio después de la huida de los cartagineses, pueblos bárbaros de mayor raigambre como tracios, escitas,
suscitara interés alguno en el historiador jonio, quien, en o frigios, representantes de la alteridad en sus diversas
cambio, parece mucho más interesado por el destino del formas, en contraste además con la significativa ausencia
general cartaginés, Amílcar, misteriosamente desaparecido de los celtas en este medio, resalta todavía más la modesta
en el curso del combate. injerencia del mundo ibérico en la literatura griega, aun
Sin embargo la imagen de extrema belicosidad del con- trastocado y revestido de sus ropajes bárbaros acorde con la
tingente ibérico debió marcar profundamente a los griegos, imagen imperante dentro del imaginario griego.
a juzgar por el supuesto discurso de Alcibíades, tal y como Es difícil rastrear los caminos seguidos por estas transfe-
figura en Tucídides, en el que solo se menciona ya explíci- rencias de la realidad occidental hasta los medios literarios,
tamente a los iberos entre los muchos bárbaros de aquellas especialmente cuando nos hallamos ante esta clase de asun-
regiones, considerados unánimemente los más belicosos, ciones generales que figuraban dentro del ‘saber compartido’
como miembros de un posible ejército de mercenarios con griego y no resultaba necesario, por tanto, explicitar más acla-
el que atacar el Peloponeso (VI, 90). La propia presencia raciones. Los agentes del proceso permanecen generalmente
de iberos en Atenas a finales del siglo V a.C. al servicio del en el anonimato o quedan subsumidos en colectivos como los
estratego oligárquico Aristarco en la toma de la fortaleza foceos, a quienes Heródoto atribuye el descubrimiento de

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aquellos territorios. Sólo una hazaña excepcional como la de que augurase mejores perspectivas en este sentido. Una y
Coleo hace emerger un nombre propio de todo este conjunto, otra seguían caminos diferentes, a pesar de los reiterados in-
permitiéndonos situar así en un lugar como Samos una cierta tentos de interpretar los textos antiguos como un espejo casi
cantidad de informaciones, o en el santuario de Hera, donde inalterado de la realidad cotidiana. No conviene olvidar en
exhibió su magnífica ofrenda por el éxito de su singladura, des- ningún momento que solo tenemos a nuestra disposición los
de los cuales se difundirían a su vez por otros lugares de Grecia, restos de una poderosa y prolongada tradición literaria para
dado el prestigio internacional del mencionado santuario y el no suscitar expectativas infundadas ni pretender encontrar
esplendor conseguido en su día por la corte del tirano Polícrates, respuestas claras a unos interrogantes que son el resultado de
por donde pasaron entre otros, poetas como Anacreonte e Íbico nuestros intereses y preocupaciones más que los de los auto-
en cuyas obras encontramos referencias aisladas al imaginario res antiguos y su público. Unos y otros se veían constreñidos
peninsular. Los propios griegos establecidos en la Península por tales limitaciones en la disponibilidad de la información
pudieron haber desempeñado un papel destacado dentro que circunscribían casi siempre su comunicación al circuito
de este proceso, pero su reducido protagonismo dentro del exclusivo de su propio imaginario, sin pretensión de tender
‘escenario histórico’ griego, que afectó también de manera puentes de contacto entre este y los elementos diversos de una
sorprendente a la propia Masalia, deslució por completo su realidad que se presentaba lejana e inaccesible. El desinterés
intervención, hasta el punto de dejarla en el más absoluto de los proverbial de los griegos por aprender otras lenguas, que ya
silencios, a diferencia de lo que sucedió, por ejemplo, con las resaltó Momigliano, constituyó un obstáculo fundamental
ciudades griegas del mar Negro o del norte de África, conver- para comprender las culturas ajenas y el universo particular
tidas en centros de información sobre los pueblos del interior e intransferible que configuraba su imaginario colectivo. Son
que alcanzaron cierta difusión gracias sobre todo a la presencia significativos en este sentido los propios etnónimos utilizados
de Heródoto in situ o a la existencia de fenómenos de interac- por los griegos para denominar a los pueblos indígenas, como
ción cultural con las poblaciones indígenas. El reducido papel los escitas, los celtas o los iberos, que eran solo términos arti-
de la que fue la ciudad focea más importante de Occidente, ficiales y abstractos que subsumían una realidad etnográfica
cuya leyenda de fundación aparece tan solo tardíamente en mucho más variada y compleja. Su inteligencia y perspicacia
Aristóteles y después en Trogo Pompeyo, que era originario en este terreno eran claras a la vista de su capacidad para el
de la zona, pone claramente de manifiesto sus insuficiencias en análisis creando categorías diversas que resumían la actividad
este sentido, condenada así al silencio y a la marginación, ya que humana y llevando a cabo las comparaciones oportunas entre
tan solo es mencionada en una ocasión en Heródoto (V, 8) y en unas culturas y otras. Sin embargo, no podemos ocultar sus
Tucídides (I, 13), que se limitan a constatar su sola existencia. evidentes deficiencias en este campo. Las informaciones sobre
Resta recordar, por último, el reducido papel que otros pueblos nunca eran del todo gratuitas ni estaban motiva-
tuvieron los cartagineses dentro de este proceso, a pesar das por un puro y noble afán de conocimiento. Casi siempre
de ser los protagonistas privilegiados más destacados de desempeñaban una función determinada dentro del discurso
todo este ámbito. Las informaciones procedentes de estos retórico e ideológico fundamental que constituye el eje central
medios aparecen recubiertas de un cierto velo de misterio, de toda su literatura. Desde la lectura de la propia identidad,
calificándose a veces con la genérica y oscura denominación efectuada desde el contraste y la diversidad, a reflexiones más
de libros o anales púnicos. Esa impresión se percibe ya en generales sobre la naturaleza del poder, la problemática de las
Heródoto, al relegar dichas noticias dentro del ámbito de relaciones entre los individuos y la comunidad, la constitución
lo desconocido, a zonas o lugares a los que la investigación de una sociedad estable y próspera, y la compleja interacción de
herodotea no parecía tener otro acceso y que, por hallarse la divinidad con los seres humanos. Dentro de estos parámetros,
en los límites de lo creíble, se utiliza el recurso a estrategias la referencia constante a un mundo bárbaro, heterogéneo y
como la analogía, tal y como sucede con la descripción de la distante por definición, resolvía cómodamente muchos de los
isla de Ciravis (IV, 195), que se presenta como un lugar casi interrogantes planteados al ser presentados casi de forma pro-
paradisíaco situado en las proximidades de sus costas, con filáctica en un medio exterior que no comprometía seriamente
las relaciones comerciales silenciosas establecidas con los las propias debilidades.
indígenas en algún punto de las costas atlánticas (IV, 196), Los iberos no tuvieron dentro de este campo el prota-
o su enigmática afirmación acerca de la circunnavegación de gonismo de otros pueblos más cercanos como los persas, los
África (IV, 43). Dicha situación se prolongó a lo largo de toda egipcios, los lidios, los tracios o los escitas. Menos conocidos
la tradición con la emergencia de portavoces tan misteriosos por las razones de carácter geográfico e histórico que ya han
como los almirantes viajeros Himilcón y Hanón, cuyos por- sido analizadas e integrados al principio dentro de la imagen
tentosos relatos acerca de los confines atlánticos presentaban mítica de los confines occidentales, ocuparon un modesto y
un grado de opacidad tan considerable que fueron absorbi- difuso lugar dentro del imaginario griego, que solo a partir
dos dentro de contextos poéticos, como Avieno, o de la pura del siglo V a.C. comenzó a adquirir una cierta consistencia
ficción como el Periplo de Hanón (Jacob, 1982). histórica, aunque siempre desde el ángulo de visión prefe-
Existe así una disparidad evidente entre la realidad históri- rente griego, con su aparición como mercenarios al servicio
ca, a la que nos remiten los rastros dejados por sus protagonistas de los cartagineses que llevaron a cabo acciones dignas de
en el registro material en forma de objetos, inscripciones o mérito por su valor y resistencia, cualidades siempre bien
emplazamientos, y sus resonancias en los medios literarios apreciadas dentro de una ética aristocrática como la que
conservados, si bien la ingente literatura perdida no parece imperaba en el mundo griego. No es extraño, por ello, que

270
su carácter esencialmente belicoso fuera lo que suscitara estrategias de lectura, a intentar movernos con soltura entre
el interés de los griegos y constituyera la vía principal de los entresijos de un discurso complejo y sofisticado que no se
inserción dentro del escenario mediático, hasta el punto de limita a reflejar los hechos, a saber detectar los tópoi retóricos
convertirse en un auténtico estereotipo que los acompañó repetidamente utilizados, a valorar el papel decisivo de la
luego necesariamente a lo largo de toda su historia, ya que así mimesis y sus consecuencias inmediatas, a contextualizar
lo confirmaron posteriormente autores como los historiado- históricamente lo que consideramos el núcleo de una noticia,
res griegos de Aníbal o Polibio, que los conocieron de forma a contemplar los horizontes de expectativa del público al que
directa en medio de un contexto militar de conquista que tales obras iban destinadas y a entender la dinámica a veces
ratificaba el viejo modelo. Dicho estereotipo resuena todavía enrevesada que discurre en ambas direcciones, en definiti-
con fuerza en algunos versos de Avieno cuando califica de va a remodelar por completo nuestro concepto de fuentes,
duri a los indigetas y los ausoceretas (v. 524 y 551). suscitando así interrogantes más complejos cuya respuesta
La emergencia del etnónimo en las fuentes literarias para concreta habremos de buscar en disciplinas como la arqueo-
designar un colectivo indígena pudo haber tenido histórica- logía o la epigrafía, que son hoy por hoy las que comienzan a
mente una relación directa con la asociación del nombre al de iluminar este oscuro panorama.
un río de las proximidades de Huelva, extendido luego a otras
zonas, por parte de los primeros descubridores de las costas pe- Bibliografía
ninsulares5. Pero fue a lo largo del siglo V a.C. cuando adquirió
una cierta singularidad que lo situaba al nivel de los grandes ALONSO NUÑEZ, J. M.:
colectivos antes mencionados, como revela su aparición en 1987. “Herodotus on the Far West”, L´Antiquité Clas-
Cratino, la primera atestiguada, dada la incertidumbre que pesa sique, 56, 243-249.
sobre los fragmentos de Hecateo, y posteriormente en Heródoto,
Tucídides, Jenofonte y Aristóteles. Aunque todas las menciones BARCELÓ, P.:
están relacionadas con su actuación como mercenarios, parece 1991. “Mercenarios hispanos en los ejércitos cartagi-
algo evidente que la diversidad étnica que se atisba ya en los frag- neses en Sicilia”, Atti del secondo Congresso internazionale di
mentos de Hecateo y se confirma posteriormente en Herodoro, studi fenici e punici, vol. I, Roma, 21-26.
a pesar de que pertenece ya de lleno a la nueva fase, ha quedado 1994. “The Perception of Carthage in Classical Greek
subsumida en un término genérico cuya génesis obedecería al Historiography”, Acta Classica, 37, 1-14.
mismo tipo de razones que propiciaron el surgimiento de las
demás denominaciones de esta clase, su integración dentro de BRAUN Th.:
la historia (Cruz Andreotti, 2002). Su solemne entrada dentro 2004. “Hecataeus´Knowledge of the Western Medite-
del ámbito privilegiado de los pueblos con historia, vista siempre rranean”, en LOMAS K., (ed.) Greek Identity in the Western
desde la perspectiva griega, podría estar avalada por su vincu- Mediterranean. Papers in Honour of Brian Shefton, Leiden,
lación a los sicanos, que serían el resultado de la emigración 287-347.
ibera hasta Sicilia, tal y como aparece en Helánico, Filisto y
Tucídides. Sin embargo, si bien sus modestos orígenes, la escasez CABRERA, P.:
de informaciones, la presencia insignificante de griegos en la 1998. “Greek Trade in Iberia: The Extent of Interac-
Península y la formación de su estereotipo bélico, primero desde tion”, Oxford Journal of Archaeology, 17, 191-206
la distancia siciliana y después de la ateniense les conferían una
menor relevancia en este terreno, este proceso de integración CRUZ ANDREOTTI, G.:
en la historia sería continuado después en la última parte del 1995. “La Península Ibérica en los límites de la ecume-
período helenístico, como se refleja en Diodoro y Asclepíades ne: el caso de Tartesos”, Polis, 7, 39-75.
de Mirlea, vía Estrabón. 2002. “Iberia e iberos en las fuentes histórico-geográ-
Nos movemos dentro de un ámbito estrictamente lite- ficas griegas: una propuesta de análisis”, Colonizadores e
rario, con todas las convenciones de género, con todo el peso indígenas en la península ibérica, Mainake 24, 153-180.
inevitable de la tradición anterior que imponía condicionan-
tes tanto a nivel de forma como de contenido, con todas las DE HOZ, J.:
estrategias narrativas destinadas a legitimar la credibilidad 2004. “The Greek Man in the Iberian Street: Non-
del autor, con dispositivos tan ingeniosos y sofisticados como colonial Greek Identity in Spain and Southern France” en
la mención de autores venerables o desconocidos, y, en defi- LOMAS, K. (ed.) Greek Identity in the Western Mediterranean,
nitiva, con todas las diferencias que emanan de unos criterios 411-427.
completamente distintos de los nuestros a la hora de jerarqui-
zar y priorizar la información y que no se atienen, por tanto, DOMÍNGUEZ MONEDERO, A.:
a nuestras expectativas. Sin embargo, la exploración de los 1983. “Los términos ‘Iberia’ e ‘Iberos’ en las fuentes
silencios y de las limitaciones inherentes puede resultar alta- grecolatinas: estudio acerca de su origen y ámbito de apli-
mente productiva. Ello nos obliga a afilar al máximo nuestras cación”, Lucentum, 2, 203-224.
1988. “Píndaro y las columnas de Heracles” en RIPO-
LL PERELLÓ E., (ed.), Congreso internacional El estrecho
5
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