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Siria/ SUSANA CABUCHI

Cementerio en Maaloula

M e alejo de Maaloula.
Desde la ruta
veo el cementerio
donde debieron descansar
mis muertos.
Ahí estarían, bajo
esas piedras, entre
esas piedras
porque de piedra son
el camino
y las tumbas.
Apenas a una hora
ya comienza el desierto,
sus extensiones vacías y sonoras
por las que corre
el Siroco
        hacia el mar.
En mi provincia encontraron
los júbilos del agua,
una verde y descansada paz,
la belleza
de mi patria en el Sur.
Pero es entre estas piedras,
en Maaloula,
donde escucho
a la abuela Naíme
cantando en arameo
para Jousseff, su hijo,
mi padre.

Ellos cruzan por sus antiguos llantos


y yo los acompaño.
Errantes,
asomándonos a esta tierra seca
y amada,
comprendemos
que otra vez deben irse,
que es hora de volver.

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