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tema 2. -El cambio tecnológico como factor de modernidad y desarrollo .

La tecnología se concibe como un área especializada de la política de desarrollo, con


instituciones separadas. No obstante, en el presente trabajo se sostendrá que la
tecnología, mucho más que un ingrediente de las estrategias de desarrollo, es un
condicionante de su viabilidad. Las oportunidades de desarrollo son un blanco móvil.
Cualquier observador serio de los logros alcanzados en materia de desarrollo desde el
final de los años cincuenta hasta finales de los setenta tendría que reconocer que las
estrategias de sustitución de importaciones aplicadas por un país tras otro dieron lugar a
avances graduales y significativos.
Las estrategias de desarrollo desde un ángulo diferente, especialmente útil en relación
con los desafíos del proceso de globalización y de la era de la información. En primer
lugar se analiza la evolución de las tecnologías, a fin de comprender en qué condiciones
se crean las oportunidades de desarrollo y determinar su naturaleza. Después se aborda
el tema del desarrollo como forma de aprender a aprovechar esas oportunidades
cambiantes.

Uno de los primeros intentos de analizar las posibilidades tecnológicas de los países en
desarrollo lo hizo Hirsch (1965). Examinando el comportamiento de la industria
electrónica tradicional en función del ciclo del producto, Hirsch mostró cómo las
ventajas se desplazaban a favor de los países menos adelantados cuando las tecnologías
se aproximaban a su madurez, donde la migración de la producción desde el país de
origen a otros países avanzados, y luego a los menos desarrollados, explicaría uno de los
procesos observados por Leontief según el cual las exportaciones de los Estados Unidos
tenían un mayor contenido de mano de obra que sus importaciones. alcanzar el
desarrollo supone un proceso dinámico, alimentado por innovaciones locales y
mercados crecientes, por lo cual habría que ingresar tan temprano como fuera posible.

Las tecnologías no se desarrollan en forma aislada sino conectadas unas con otras, en
sistemas, apoyándose recíprocamente y aprovechando la experiencia, el desarrollo de
proveedores, la educación de los consumidores y otras externalidades creadas por sus
antecesores en el sistema, donde a evolución de los sistemas tecnológicos sigue una
trayectoria análoga a la de los productos individuales mientras que os nuevos productos
representan las mejoras incrementales del sistema. En las dos primeras fases hay
muchos productos realmente importantes con un largo ciclo de vida; después, tienden a
disminuir en número e importancia, hasta que los últimos son poco significativos y
tienen un ciclo de vida breve.
La noción de modernidad suele ser empleada de diversas maneras, una de ellas es la
contraposición a una fase de vida “premoderna” aludiendo así a una idea de
mejoramiento de las condiciones humanas. De la misma manera, se relaciona de forma
importante con el surgimiento de un “proyecto” de vida civilizatorio que se fundamenta
con un sistema económico, de manera que, el surgimiento de la idea de modernidad esta
estrechamente vinculado con el surgimiento del capitalismo. Sin embargo, modernidad
y capitalismo, son nociones que se utilizan en muchos ámbitos de la sociedad, sin
embargo, el segundo concepto ha sido más precisado y goza de un mayor entendimiento
en general, por el contrario, la noción de modernidad suele ser muy ambigua y no es
aceptada una definición que complazca de manera común.
En una de sus obras de Marshall Berman nos muestra lo paradójico que puede ser este
concepto de modernidad. Donde niega su afirmación y afirma su negación, mostrando el
carácter contradictorio que caracteriza la modernidad, donde Hay una forma de
experiencia vital la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás,
de las posibilidades y los peligros de la vida que comparten hoy los hombres y mujeres
de todo el mundo de hoy. Llamaré a este conjunto de experiencias la modernidad y se
basa en diversas fases, según Marshall Berman:
Siglo XVI: la primera fase
Ser modernos es encontrarnos en un entorno en que nos promete aventuras, poder,
alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo
amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos. Los
entornos y las experiencias modernos atraviesan todas las fronteras de la geografía y la
etnia, de la clase y la nacionalidad, de la religión y la ideología: se puede decir que en
este sentido la modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la
unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y
renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Ser modernos es
formar parte de un universo en el que, como dijo Marx, «todo lo sólido de desvanecer
en el aire».
Siglo XVIII: la segunda fase
Comienza con la gran ola revolucionaria de la década de 1790”, fase que Dussel
considera como una visión eurocéntrica, donde “la Modernidad es una emancipación,
una ‘salida’ de la inmadurez por un esfuerzo de la razón como proceso crítico, que abre
a la humanidad a un nuevo desarrollo del ser humano. Este proceso se cumpliría en
Europa, esencialmente en el siglo XVIII.”, por ello y retomando a Habermas “los
acontecimientos históricos claves para la implantación del principio de la subjetividad
(moderna) son la Reforma, la Ilustración y la Revolución francesa.”. De la misma
manera “lo que Habermas llama el proyecto de la modernidad –menciona Harvey–
ocupó un lugar central en el siglo XVIII. Ese proyecto supuso un extraordinario
esfuerzo intelectual por parte de los pensadores de la Ilustración, De manera que el
carácter importante que adquirió el desarrollo tecnológico lo podemos ubicar de forma
más exacta en la segunda fase de la historia de la modernidad, principalmente en el
periodo llamado “Ilustración”.
Erich Fromm menciona dos principios que persigue el desarrollo tecnológico: que son
la máxima de que algo debe hacerse porque resulta posible técnicamente hacerlo y el
otro es la máxima eficiencia y rendimiento.

Cuando algo debe hacerse porque es posible hacerlo gracias al desarrollo tecnológico,
se cae en una situación de hacer cosas sin sentido, olvidando que existen problemas
apremiantes que agobian a la sociedad, de esta manera esto contradice los principios de
deber hacer –tanto material como intelectual– para el desarrollo del hombre, como
satisfacción humana, por la búsqueda de objetivos morales, éticos, sin embargo,
aceptando el principio de que debe hacerse porque es técnicamente posible, el desarrollo
tecnológico se convierte en el fundamento de la ética, convirtiéndose así en un factor de
admiración y respeto, más para satisfacción de una clase social en particular que para
satisfacer carencias sociales en general, y el otro principio, de la máxima eficiencia y
rendimiento que se busca a cualquier costo, “lleva como consecuencia el requisito –
menciona Fromm– de la mínima individualidad”, es decir, “no marchamos rumbo a un
mayor individualismo, sino estamos convirtiéndonos en una civilización de masas
manipuladas cada vez en escala más grande.

La eficiencia que persigue este desarrollo tecnológico es en sí sólo para el sector


dominante económica y políticamente, agravando las condiciones sociales de la mayor
parte de la población mundial; los desposeído. De esta manera el desarrollo tecnológico
sustentado en un proyecto civilizatorio basado en un sistema económico capitalista va
creando las bases para un crecimiento acelerado de las fuerzas productivas que el
mismo sistema requiere y genera para su utilización como un instrumento fundamental
dentro de las relacione sociales existentes.

Siglo XX: la tercera fase

En el siglo XX, nuestra fase tercera y final, el proceso de modernización se expande


para abarcar prácticamente todo el mundo y la cultura del modernismo en el mundo en
desarrollo consigue triunfos espectaculares en el arte y el pensamiento, donde  esta
conceptualización de modernidad están vinculados a los orígenes del capitalismo, hasta
los acontecimientos importantes que propondrán una segunda fase de la modernidad,
donde la tecnología es un elemento importante marcado en la Ilustración, aunado a ello,
existe una mención de conceptos como Modernización y Modernismo que son
característicos del siglo XX, principalmente, lo que constituye la tercera fase.

Donde el pensamiento moderno sobre la modernidad está dividido en dos


compartimientos diferentes, herméticamente cerrados y separados entre sí: la
«modernización» en economía y política; el «modernismo», en el arte, la cultura y la
sensibilidad”. En otras palabras, “nuestra visión de la vida moderna tiende a dividirse
entre el plano material y el espiritual: algunos se dedican al «modernismo», que ven
como una especie de espíritu puro que evoluciona de acuerdo con sus imperativos
artísticos e intelectuales autónomos; otros operan dentro de la órbita de la
«modernización», un complejo de estructuras y procesos materiales políticos,
económicos y sociales que, supuestamente, una vez que se ha puesto en marcha, se
muere por su propio impulso, con poca o nula aportación de mentes o almas humanas.

Otra característica que mencionaré de la modernidad es su carácter mítico, el cual es lo


que más se menciona, donde los “beneficios globales” de la modernidad justifican su
desarrollo histórico, donde la otra cara moderna la conquista, los explotados, los
sacrificios, las imposiciones ideológicas, entre otros, tan sólo constituyen un mal
necesario. De esta manera el mito podría describirse así:

“a) La civilización moderna se auto comprende como más desarrollada, superior (lo que
significará sostener sin conciencia una posición ideológicamente eurocéntrica).

b) La superioridad obliga a desarrollar a los más primitivos, rudo, bárbaros, como


exigencia moral.
c) El camino de dicho proceso educativo de desarrollo debe ser el seguido por Europa
(es, de hecho, un desarrollo unilineal y a la europea, lo que determina, nuevamente sin
conciencia alguna, la ‘falacia desarrollista’.

d) Como el bárbaro se opone al proceso civilizador, la praxis moderna debe ejercer en


último caso la violencia si fuera necesario, para destruir los obstáculos de la tal
modernización (la guerra justa colonial)

. e) Esta dominación produce víctimas, violencia que es interpretada como un acto


inevitable, y con el sentido cuasi-ritual de sacrificio; el héroe civilizador inviste a sus
mismas víctimas del carácter de ser holocaustos de un sacrificio salvador.

f) Para el moderno, el bárbaro tiene una ‘culpa’(el oponerse al proceso civilizador que
permite a la ‘Modernidad’ presentarse no sólo como inocente sino como
‘emancipadora’ de esa ‘culpa’ de sus propias víctimas.

g) El carácter ‘civilizatorio’ de la ‘Modernidad’, se interpretan como inevitables los


sufrimientos o sacrificios (los costos) de la ‘modernización’ de los otros pueblos
‘atrasados’ (inmaduros), de las otras razas esclavizarles, del otro sexo por débil, entre
otros.

Este mito se encuentra presente en los discursos de la modernidad, donde la


ciencia y la tecnología ocupan un lugar primordial. El desarrollo de la
tecnología lleva inmerso varios objetivos específicos, uno de ellos es la
importancia que tiene en la construcción del espacio, en la cual podemos
observar la manera en que es utilizada, pues las clases dominantes son quienes
controlan y generan la misma, motivado por su utilización en objetivos como
conocer, controlar, mediar, solucionar y evitar factores que afecten sus
intereses. Ejemplo de ello se muestra en la última mitad del siglo pasado, en el
cual éste desarrollo se vio marcado por la industria militar, con el fin del
control del hombre por el hombre principalmente, mediante el mismo manejo
del hombre en el trabajo enajenación del proceso de trabajo, en el consumo
creando nuevas formas de comportamiento y cambios en los patrones
culturales llegando a un consumismo beligerante, y, por supuesto, en los
instrumentos de transformación social, creando así un espacio social cuyo
mayor rasgo es su carga de superficialidad proporcionado por la
implementación del fenómeno técnico –medio técnico-científico-
informacional produciendo transformaciones vertiginosas.

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