¿Qué debelllos hacer los anarquistas? y otros textos
Intempestivos 1 Editorial Quadrata & Ediciones Biblioteca Nacional
«Que los anarquistas, que los libertarios estén contra la
violencia no quiere decir que se lo van a pasar deshojando margaritas mientras ven que en la vereda de enfrente los hombres de botas pisotean el vergel que es patrimonio de todos, producto del trabajo de todos.»
Librería Garcia Cambeiro
Librería Garcia Cambeiro 13 Introducción: «SÍSIFO, O EL ORIGEN DE LA PATACONIA», POR BRUNO NAPOLI.
33 1. Don R. Corraiz Beloqui:
el cronista a caballo. Crónicas de la Patagonia, por Oswald Bayer. Diario El Nacional, viernes3 de octubre de 1958.
41 11. «Queremos una escuelita».
A caballo por la cordillera chubutense, con los originarios de Cerro Cuche. Especial para El Nacional, por un periodista viajero, Oswald Bayer. Domingo 14 de diciembre de 1958.
51 111. ¿Qué debemos
hacer los anarquistas? Inédito. Año 1971.
Librería Garcia Cambeiro
59 1v. Residencia en la amada tierra enemiga. Conferencia censurada en el «Coloquio Internacional sobre Latinoamérica» organizado por el Departamento de Relaciones Exteriores alemán, en Baden-Wurtemberg, Alemania. Año 1979.
103 v. Los fantasmas
del Historiador. Conferencia dictada en Río Gallegos, al cumplirse30 años de la investigación de «Los vengadores de la PatagoniaTrágica». Año 2000
115 Apéndice: Reírse del tirano.
POR ARIEL PENNISI Y ADRIÁN CANGI
Librería Garcia Cambeiro
¿Qué debemos hacer los anarquistas?
«Bayer deambula por las tablas, multiplicado por tres: un
joven Osvaldo de 20 años iniciando sus pasos en el periodis mo, un Osvaldo de más de 40 recorriendo los archivos y el frío del sur, y el actual, de 87 años, que discute con los dos y los hace escribir y escribir. La obra actualmente (en este 2014) recorre el país a sala llena. Osvaldo, con sus casi 88 años, viaja ahora en su lugar de "actor", y dialoga con todos los públicos, como en sus conferencias, pero esta vez contando de otra forma la historia que lo ocupó durante su vida y sus exilios, y recibe la calidez de la gente, que saborea como una vindicación mas. Por un momento, parece que Sísifo, libe rado de su condena, deja la pesada carga que amenazó ser su lápida, y baja tranquilo, caminando, o a caballo, sin prisa, por un paisaje único.»