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Guerra nuclear

La guerra nuclear es un tipo de guerra que se llevaría a cabo mediante el empleo


de armas nucleares, una clase de arma de destrucción masiva. Puede tratarse de
una guerra nuclear limitada o una guerra nuclear total. Este tipo de
conflagración tiene sus propias teorías, estrategias, tácticas y conceptos, distintos
de los de la guerra convencional, que han ido variando a lo largo de las décadas.
Puede librarse en la tierra, el mar, el aire, el espacio e incluso en el subsuelo, a
distintas escalas, con medios muy diferentes.
Se ha postulado que en una guerra nuclear total, la radiación y el cambio
climático que esta produciría dejarían la atmósfera de la Tierra muy afectada y
posiblemente la especie humana y el resto de seres vivos del mundo sufrirían los
efectos de un invierno nuclear. Los supervivientes deberían realizar la
reconstrucción de las infraestructuras del planeta en unas condiciones muy
difíciles. La flora y la fauna sería afectada por múltiples mutaciones.
Hasta el momento, el único ataque con armas nucleares de la historia ha sido
unilateral, y se ha efectuado en el bombardeo estratégico de las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki por parte de los Estados Unidos. Estas dos
bombas causaron en torno a 200 000 muertes y un número mayor de heridos y
afectados, la mayoría civiles. A pesar de ello, el escaso número y reducida
potencia de estas armas usadas no permiten colegir resultados de una guerra
nuclear a gran escala con armamento contemporáneo. Algunos autores apuntan
que una guerra nuclear a gran escala equivaldría a un evento ligado a la extinción.
Sin llegar a este extremo, existen pocas dudas sobre la capacidad de estas armas
para aniquilar pueblos, naciones y modelos de civilización enteros, con cientos e
incluso miles de millones de bajas.
La posibilidad de una destrucción completa de la civilización humana como
consecuencia de la guerra nuclear inspiró también el movimiento
pacifista contemporáneo, a partir de los trabajos del Comité de Emergencia de los
Científicos Atómicos, compuesto por numerosas personalidades que habían
participado en el desarrollo de las primeras armas de este tipo y eran plenamente
conscientes de sus posibilidades aniquiladoras. Entre estos, estaban Albert
Einstein, Harold C. Urey, Linus Pauling y Leó Szilárd. Debido a su enorme poder
devastador, las armas nucleares son frecuentemente objeto de
numerosos tratados y negociaciones internacionales y están sujetas a regímenes
de vigilancia, protección e inspección especiales.
La guerra nuclear es un recurso utilizado comúnmente en la literatura de ciencia
ficción que se puso de moda durante la Guerra Fría debido a la tensión entre las
dos superpotencias, ambas poseedoras de armas nucleares, lo que derivó en
multitud de relatos en los cuales las armas nucleares y sus efectos eran las
protagonistas. La aparente inevitabilidad de este conflicto en caso de un
enfrentamiento entre grandes potencias ha conducido a muchas personas a
considerar que guerra nuclear y Tercera Guerra Mundial son sinónimos en la
práctica.
La guerra nuclear ha inspirado también a numerosos autores y artistas como
símbolo del mal, el abuso de la razón de estado, la violencia, la muerte o la
destrucción absolutos.
Historia
El siglo XX trajo consigo la Teoría de la Relatividad y el descubrimiento de
la Física Atómica, lo que permitió postular vías para obtener energía del núcleo del
átomo.
El día 12 de septiembre de 1933, cinco años antes del descubrimiento de
la fisión y sólo siete meses después del descubrimiento del neutrón, el físico
húngaro Leó Szilárd descubrió que era posible liberar grandes cantidades de
energía mediante reacciones neutrónicas en cadena.1 El 4 de julio de 1934,
Szilard solicitó la patente de una bomba atómica donde no sólo describía esta
reacción en cadena neutrónica, sino también el concepto esencial de masa crítica.
La patente le fue concedida, lo cual convierte a Leó Szilárd en el inventor de
la bomba atómica.2
En noviembre de 1938, la física alemana Lise Meitner logró identificar trazas
de bario en una muestra de uranio. La presencia de este elemento sólo se pudo
explicar asumiendo que se había producido una fisión nuclear. El descubrimiento
se le adjudicó a Otto Hahn.3 En enero de 1939, Niels Bohr redescubriría la fisión
en los Estados Unidos. El físico teórico Julius Robert H. Oppenheimer, tres días
después de leer la conferencia de Bohr, se dio cuenta de que la fisión
del átomo produciría un exceso de neutrones utilizable para construir la bomba
concebida por Szilárd.

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