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CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN-2020

PARROQUIA SAN FRANCISCO DE ASÍS-TARIJA

8vo Mandamiento:
"No Levantar falso testimonio ni mentir"
A.T. (Ex. 20, 16; Prov. 8,7-8; Dt. 5,20; Sir 15, 11-20)
N.Т. (Jn, 14.6: 8,31.32; 16,13; Mt. 5, 37)

¿Que nos manda el octavo mandamiento?


El octavo mandamiento nos manda a ser sinceros y habla con la verdad en todo momento de toda
nuestra vida cristiana, así tener y estar con la gracia de Dios.
Que nos prohíbe el octavo mandamiento.

 El perjurio. - Juramento en falso


 Chisme. - Comentarios que generalmente pretenden enemistar a
unas personas con otras o murmuraciones de alguna
 Calumnia. - Acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño
 Adulación. - Exageración de los elogios para obtener algún provecho
 Vanagloriar. - Jactarse del propio provecho u obran
 Mentira. - Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa.
 Demagogia. - Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular
 Retención. -Detención de la verdad
Secreto Profesional. - Ocasiones en las cuales se debe de retener la verdad, se da mayormente en
situaciones de la medicina y en otros campos en los cuales es mejor abstenerse de decir la verdad
hasta encontrar momentos y ocasiones adecuadas para decirla
Mentiras Piadosas. - Similar al caso del secreto profesional se abstiene a decir la verdad por
razones éticas o por problemas de salud, etc.

Anexo ( Opcional )
La hipocresía es también una especie de mentira que consiste en tomar sólo las apariencias de la virtud
para atraerse la estimación de los hombres.
No hay maledicencia sino cuando se revela lo que no es público, y la revelación es injusta, porque la
caridad cristiana manda algunas veces manifestar las faltas del prójimo ya para corregirle, ya para
impedir que pervierta a los demás, ya para contrarrestar el mal que causa. [...] La detracción y la
difamación no se cometen únicamente de viva voz, sino que también se llevan a cabo, y de un modo
desastroso en la prensa, en los periódicos y en otras publicaciones.
Los chismes y rencillas, que los teólogos llaman «susurratio», consisten en repetir algunas palabras
desfavorables que un tercero ha proferido contra él. Este abominable procedimiento da por resultado
sembrar la discordia donde reina la paz, turbando las buenas relaciones de las familias y de los
particulares. Es un pecado más grave que la detracción.
La injuria es la que se hace al prójimo en su presencia, con palabras o con acciones ofensivas; esto es,
un desprecio y una afrenta que tienden a mancillar su honor. Inclúyese en este pecado las palabras
duras, los reproches, las calificaciones y las burlas provocativas.
Para cumplir bien el octavo mandamiento conviene purificar el corazón de toda pasión de celos, envidia
u odio, y pedir a Dios su auxilio para gobernar cristianamente la lengua, diciendo con el Profeta (Sal.
140): «Poned, Señor, un guarda a mi boca y una puerta a mis labios» (cf. F. X. Schouppe  S.J., «Curso
abreviado de religión», París-México, 1906, pp. 404-409).

10mo Mandamiento:
"No Codiciar Bienes Ajenos"
(Ex. 20,17: Mt 6,21: 1Jn 2,16)
¿Qué nos mandan el décimo mandamiento?
Mandan respetar los bienes ajenos buscar por nuestro sustento en el trabajo y por otros medios
honestos, sufrir con paciencia la pobreza y las limitaciones económicas
Dios ha creado todas las cosas, y las entrego a nuestros primeros padres y luego a todos los hombres,
para que las utilicemos en nuestro servicio
De acuerdo con esta disposición divina, pueden los hombres los hombres poseer legítimamente algunos
bienes, que le son necesarios para mantener la vida y para sentirse más seguros y libres: es el derecho a
la propiedad privada
El hombre, en consecuencia, en relación con sus propios bienes debe comportarse sabiendo que las
cosas de la tierra son para su servicio y utilidad, pero teniendo presente que estos no son en si mismos
fines, sino sólo medios para que el hombre cumpla su destinó sobrenatural eterno. Han de estar, pues
orientados a los bienes verdaderamente importantes, que son los del alma. En relación con los bienes
ajenos, no debe olvidarse que cuando una persona posee legítimamente unos bienes, son suyos y no s
ele pueden quitar injustamente contra su voluntad
Pecados contra el 10mo mandamiento
Fraude. -es obtener ilícitamente un bien ajeno a través de engaños o maquinaciones
Usura. - Es exigir por un préstamo un interés excesivo, aprovechando la gran necesidad del deudor
Despojo. -Es el robo de bienes inmuebles: casas, terrenos, etc.
Plagio. - Es el robo de derechos c bienes intangibles (obras literarias). La avaricia. La avaricia. -
consiste en el deseo desordenado de los bienes materiales. Es uno de los pecados capitales ya que, de él,
cómo de su fuente o cabeza, brotan otros muchos. Por ser ocasión de otros pecados (1° Tim. 6,10)
La avaricia oscurece notablemente la visión espiritual y trascendente de la vida pues "la seducción ce
las riquezas ahoga la palabra de Dios, que da fruto' (Mt. 13,22) llegando a ser una especie de idolatría
(Col. 3,5),
La envidia. Manifiesta tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de
poseerlo. Adopta las formas de:
La tacañería. Lleva a escatimar los gastos razonables o hacerlos a regañadientes
La codicia. - Se trata de acumular más y más riquezas, por motivos egoístas y sin confianza
en a Providencia, la codicia está en contra de la recomendación expresa de Jesucristo (Mt. 6,
25-34),
La prodigalidad. - la prodigalidad es el vicio que lleva al abuso en la disposición del
dinero, gastándolo de manera inconsiderada y desmesuradamente
El pródigo no tiene en cuenta que, respecto a Dios, no es dueño de su fortuna, sino el
administrador, y aún en el supuesto ce haber cumplido todos sus deberes de caridad y
justicia, no pueden proceder a su antojo, sino que debe atender al destino primordial de los
bienes terrenos Y los bienes terrenos están, en su origen, destinados a todos
Casos en que es licito tomar bienes ajenos
La extrema necesidad- para aquel que se halle en una necesidad extrema El principio general en que se
basa esta causa excusante del robo es que en “caso de extrema necesidad, el derecho primordial a la
vida está por encima del derecho de propiedad”
Anexo (Opcional)
El Catecismo de la Iglesia Católica (2534) enseña que la codicia, definida como deseo o apetito ansioso
y excesivo de bienes o riquezas, “tiene su origen, como la fornicación, en la idolatría condenada en las
tres primeras prescripciones de la ley. El Décimo mandamiento se refiere a la intención del corazón;
resume con el noveno, todos los preceptos de la ley”. El asunto de la idolatría es particularmente
espinoso, pues, como dice el libro de la Sabiduría (14,12): “De la invención de los ídolos se siguió a
inmoralidad; fue algo que destruyó la vida”. Ha de aclararse que la idolatría no sólo se refiere a los
falsos cultos del paganismo, sino que es actualmente una tentación constante. Hay idolatría desde el
momento en que le hombre honra y atribuye poderes divinos a cualquier criatura en lugar de a Dios
(Cfr. Catecismo 2113), trátese de demonios, como en las diversas formas de satanismo; de poder en
todos los niveles; de placer, de dinero, de la raza –sólo las “güeras” son bonitas–, etc. Aquí entra
también la “fe” irracional que se tiene en las piedras denominadas cuarzos.
     Más adelante, el Catecismo (2536) se refiere a la codicia en términos más ilustrativos, al afirmar que
“cuando la Ley nos dice ‘no codiciarás’, nos dice, en otros términos, que apartemos nuestros deseos de
todo lo que no nos pertenece”. Y el problema es que cuando se desea de manera desordenada, se presta
más atención a los bienes materiales deseados que a la perversidad y la vileza. Esto es, la persona
codiciosa se presta a actos infames con tal de obtener un lucro, lo que conocemos cotidianamente como
corrupción.

Al respecto, el Papa Benedicto XVI, en una audiencia el 22 de abril del año 2009, dijo: “A la luz de la
actual crisis económica esto revela toda su actualidad; de esta raíz, de la codicia, ha nacido esta crisis.”
Palabras duras que siguen las de San Pablo: “En cambio, los que quieren hacerse ricos no resisten la
prueba y caen en la trampa de muchos deseos insensatos y perjudiciales que hunden a los hombres en la
ruina y la condenación. Porque el amor (desordenado) al dinero es raíz de toda clase de males” (1Ti 6,9-
10).
     Frente a la codicia ha de cultivarse la moderación. Los padres deben dar ejemplo y educación con las
cosas que entran por los ojos. La única receta es hacer ver a los hijos que pueden prescindir de muchas
de las cosas que desean fervientemente, pero que no son necesarias y, por consiguiente, no hacen falta
para ser felices y pasarla bien. Esto terminaría regenerando la vida social, puesto que no existe la
distinción entre vicios públicos y privados; los vicios siempre darán lugar a más vicios, de manera que,
por ejemplo, cuando se trata de líderes sociales y políticos, sus vicios privados dan lugar a ejemplaridad
negativa.

     La codicia esclaviza tanto al que ya tiene dinero y desea más, como a quien no lo tiene y sueña con
tenerlo. Y aunque la Iglesia exalta el desprendimiento de los bienes materiales, no se opone al progreso
material sujeto a un orden natural; en este caso, siempre se cumplirá lo de buscar primero el Reino de
Dios y su justicia y todo lo demás se dará por añadidura. La felicidad verdadera no consiste en tener
muchas cosas, sino en saber disfrutar de lo que se tiene. La felicidad brota de lo más íntimo de nuestro
ser y nada externo la proporcionará nunca.

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