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El deseo de un mundo más justo, más libre y más solidario seguramente ha sido una

aspiración común desde que existe el ser humano. Por lo tanto, en un sentido amplio,
podemos decir que los derechos humanos no son un invento moderno, a pesar de que su
denominación y contenidos actuales sí sean históricamente recientes.

Las primeras noticias documentadas que podemos considerar como precursoras de esta
gran aventura corresponden al tercer milenio antes de Cristo, en Egipto. En el Libro de los
Muertos, un difunto, ante el tribunal de Osiris, con el objetivo de asegurarse la vida eterna,
alega en su defensa "no haber hecho daño a la hija del pobre”.

En el siglo XVII a.C., en Mesopotamia, encontramos otro hito: el Código de Hammurabi.


Es el primero que regula la conocida Ley del Talión, estableciendo el principio de
proporcionalidad de la venganza, es decir, la relación entre la agresión y la respuesta. Un
principio que ahora parece bárbaro, pero que entonces era una forma eficaz de contención a
la venganza sin límite. El Código de Hammurabi no distingue entre derecho civil y derecho
penal, simplemente es una sucesión de leyes que enumeran los posibles casos y lo que se
debe obrar en consecuencia.

Más tarde, la cultura griega supuso un avance substancial, estableciendo el nacimiento de


la democracia y un nuevo concepto de la dignidad humana, basado en el hombre libre, el
ciudadano. De todas formas, en Grecia no todas las personas tenían derecho a la
ciudadanía, a la condición de hombres libres: los esclavos estaban excluidos; en el mejor de
los casos eran considerados imprescindibles para el mantenimiento del sistema social
vigente. Por ejemplo, en la Odisea, podemos leer como Zeus sacó la mitad de la mente a los
esclavos. Y Platón, recogiendo el mito homérico, afirmaba en sus leyes que en el esclavo
no había nada de sano ni de entero. Aristóteles sencillamente  justificaba la esclavitud como
parte necesaria del sistema socioeconómico entonces imperante.

Roma es otro de los grandes referentes de la antigüedad. Su mayor mérito consistió en


reunir los logros de las civilizaciones que la habían precedido (griega, egipcia, fenicio-
cartaginesa) refundiéndolos y expandiéndolos por la cuenca mediterránea y Europa. Roma
fue una gran organizadora, y uno de los ámbitos en el que se manifestó de forma más
poderosa está capacidad organizadora fue en el desarrollo de un amplio cuerpo de leyes.

Al mismo tiempo, el pueblo judío, y en especial sus profetas, hacen relevantes


declaraciones que exhortan a los poderosos a actuar con justicia, recogidas en los distintos
libros del Antiguo Testamento. El texto más difundido del Antiguo Testamento es Los Diez
Mandamientos, considerados por el cristianismo como el germen de las modernas
declaraciones de derechos humanos.
Mientras alrededor del Mediterráneo se desarrollan las culturas egipcia, mesopotámica,
griega y romana (al mismo tiempo que nacen las grandes religiones monoteístas), en la
India y la China surgen también grandes pensadores que contribuyen a la transformación de
aquellas sociedades. Los más influyentes fueron Buda y Confucio. El primero cuestionó en
sus enseñanzas el sistema de castas asociado al hinduismo, mientras que Confucio tuvo una
influencia determinante en China. Entre otras cosas Confucio exhortaba el buen gobierno
(el ejercicio de la caridad y la justicia), al mismo tiempo que promulgaba el respeto a la
jerarquía, aspecto este que facilitó que el confucianismo acabara convirtiéndose en la
religión oficial del estado.

En los primeros años d.C., se produce otro salto cualitativo con los estoicos y los
cristianos, iniciando una nueva etapa en el desarrollo histórico de los derechos humanos.
Continuando con la tradición griega, se insiste y se profundiza más en la idea de dignidad e
igualdad de los seres humanos, rechazando al mismo tiempo la violencia.

A principios del siglo VII Mahoma empieza a divulgar el Islam, lo cual supone un proceso


de humanización de las costumbres de las sociedades del Norte de África. Insistió en la
igualdad de los seres humanos proclamada por el cristianismo.

En Europa la invasión de los pueblos germánicos y la descomposición del imperio romano


dan lugar al nacimiento de distintos reinos. Surge una  nueva organización social, el
feudalismo, que llega a su culminación política durante los siglos XI y XII. No es una
organización original de este tiempo ni exclusivamente europea: su configuración se da en
periodos de decadencia del poder central, por ejemplo durante el Egipto faraónico o el
Japón de los siglos XVII y XIX. El feudalismo se caracteriza por la división de la sociedad
en tres estamentos desiguales, basados en el linaje (o nacimiento) y el privilegio (ley
privada para cada estamento): La Iglesia, representante del poder divino en la tierra; Los
nobles, poseedores del poder político y, juntamente con la Iglesia, de la propiedad de la
tierra; Los siervos, sin derechos, y que podían ser vendidos o transferidos.

Con la implantación de las monarquías absolutas durante el siglo XV, el feudalismo


desaparecerá como régimen político de la Europa Occidental, a pesar de que su dimensión
social (convertida en el llamado Antiguo Régimen) llegará hasta la Revolución francesa.

Al disminuir las invasiones se inicia una lenta recuperación. Renacen las ciudades y, a
partir del siglo XII toma fuerza una nueva clase social: la burguesía. Sus miembros, al
sentirse desvinculados de las sumisiones feudales, inician una larga lucha en pro de los
derechos civiles. De esta época de transición es la Carta Magna (1215), favorable a los
nobles y burgueses ingleses.
A mediados del siglo XV se inicia el Renacimiento en Italia. Inspirado en la antigüedad
clásica, recobra la concepción griega del hombre como medida de todas las cosas, y la
libertad de pensamiento y de acción se vuelven irrenunciables. El derecho natural abandona
la base teológica sobre la que se había asentado durante la edad media y adopta una
concepción puramente racionalista. Los derechos giran alrededor de la persona individual
independiente de la colectividad. Una concepción unilateral y combativa: los derechos
enfrentados al poder, desarrollados a través de una lucha entre el Estado y el individuo, o
entre éste y la Iglesia.

En 1492 se produce el llamado descubrimiento de América. Comportó grandes abusos


sobre  los indígenas, los cuales acabaron propiciando una reflexión sobre los aspectos más
inadmisibles de la colonización. Las Leyes de Indias y la misma Corona Española
establecieron normas para proteger a la población indígena.

Pero si la población nativa durante la colonización tuvo sus defensores, los auténticos
olvidados fueron los esclavos de origen africano, importados de forma masiva para hacer
funcionar las sociedades esclavistas que se pusieron en marcha en las colonias.
Paradójicamente, durante el siglo XVI, mientras la servidumbre estaba en proceso de
desaparición en Europa, en las colonias renacía la esclavitud, y bajo sus peores formas.

En América del Norte los efectos de la colonización fueron todavía más devastadores,


produciéndose un genocidio que afectó a la mayoría de las poblaciones indígenas, al mismo
tiempo que se recluía a los pocos supervivientes en reservas.

Durante el siglo XVII, en Inglaterra, se producen tres hechos importantes: La Petición de


Derechos (1628), que protegía los derechos personales y patrimoniales; El Acta de Habeas
Corpus (1679), que prohibía las detenciones sin orden judicial; La Declaración de
Derechos (1689), que consagraba los derechos recogidos en los textos anteriores.

El inglés John Locke (1632-1704), es una figura capital del siglo XVII. Considerado el


padre del liberalismo moderno, propuso que la soberanía emanaba del pueblo, que el
Estado debía proteger los derechos de los ciudadanos  y, anticipándose a Montesquieu, que
el poder legislativo y el judicial habían de estar separados. Tuvo una gran influencia en la
redacción de las grandes declaraciones de derechos humanos de finales del siglo XVIII.

Las primeras grandes declaraciones se produjeron en las colonias inglesas de Norteamérica,


impulsadas por sus conflictos con la corona inglesa: en junio de 1776 se proclamó
la Declaración de Derechos de Virginia y en julio la Declaración de Independencia de
los Estados Unidos. La Declaración de Independencia, redactada por Thomas Jefferson,
afirmaba lo siguiente: "Sostenemos como verdaderas evidencias que todos los hombres
nacen iguales, que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los
cuales se encuentra el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad…".

Una década más tarde, de nuevo en Europa, en los tiempos agitados de la Revolución
Francesa, en 1789 se proclama en París la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano. A esta declaración, le siguió en 1793 una segunda más radical (con la llegada
de Robespierre y los Jacobinos al poder) y una tercera, en 1795, más conservadora (a raíz
de la caída de Robespierre).

Durante el siglo XVIII fueron fundamentales las ideas de Montesquieu y


Rousseau. Montesquieu (1689-1755), criticó severamente los abusos de la Iglesia y del
Estado. Al estudiar las instituciones y costumbres francesas de la época, dio formas
precisas a la teoría del gobierno democrático parlamentario con la separación de los tres
poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, como mecanismo de control recíproco entre los
mismos, acabando teóricamente con la concentración del poder en una misma persona y los
consecuentes abusos que históricamente había producido el ilimitado poder del
monarca. Rousseau (1712-1778), por su parte, denunció vigorosamente las injusticias y
miserias resultantes de la desigualdad social de su época, propugnó la idea de una sociedad
basada en igualdad absoluta, en la que cada miembro, a la par que se somete a las
decisiones del colectivo, es al mismo tiempo parte del pueblo soberano, cuya voluntad
general constituye la Ley. Estas ideas de Rousseau favorecieron a la elaboración del
concepto de los derechos humanos al plantear la necesidad de la existencia de una igualdad
entre los hombres, quienes deben someter su voluntad individual a la voluntad del
colectivo, con el objeto de alcanzar el bienestar para todos.

El siglo XVIII fue un siglo de logros importantes y al mismo tiempo de considerables


limitaciones. Dos ejemplos: 1) Las declaraciones hablan de los "Derechos de los Hombres"
(las mujeres quedaban excluidas). 2) Frecuentemente eran "compatibles" con la esclavitud.
En Estados Unidos no se abolió la esclavitud hasta la Guerra de Secesión, en 1865. En
España, se abolió en 1814, aunque se permitió que continuara en las colonias
(concretamente en Cuba, hasta 1880).

El siglo XIX es un siglo de avances y retrocesos. En conjunto, es un siglo de lenta


consolidación de los ideales proclamados en la revolución francesa. El liberalismo y el
romanticismo de este siglo tienen un peso específico en el fortalecimiento de la libertad de
los individuos, y en que las constituciones nacionales que se van creando la tengan en
cuenta. Es también el siglo de la Revolución Industrial, de las reivindicaciones proletarias y
de la conquista del reconocimiento del derecho de asociación. Aparecen además nuevas
teorías sociales: el socialismo utópico, el socialismo científico (marxismo) y el anarquismo,
las cuales tendrán, a principios del siglo siguiente, un gran protagonismo.
También es el siglo del inicio de una nueva lucha, la de los derechos sociales. Los
movimientos obreros emprenden la defensa de los derechos humanos desde una
perspectiva colectiva, de manera más amplia, es el momento en el que los trabajadores
exigen sus reivindicaciones. Ya en el siglo XX, las revoluciones mexicana y rusa de 1917
constituyen hechos históricos determinantes para la consagración jurídica de estos derechos
colectivos, los derechos económicos y sociales.

Durante el siglo XIX, el filósofo, político y economista inglés John Stuart Mill (1806-


1873), tuvo una gran influencia. En su libro "Sobre la libertad", reflexionó acerca de la
naturaleza y los límites del poder que puede ser legítimamente ejercido por la sociedad
sobre el individuo, argumentando que toda persona debería ser libre para realizar las
conductas que desee siempre y cuando no dañe a los demás. Fue un defensor de la libertad
de expresión y, como miembro del parlamento británico, propuso varias reformas del
sistema electoral, especialmente sobre las cuestiones de la representación proporcional y la
extensión del sufragio.

Alguien ha dicho que la historia no es más que una sucesión de crímenes. Evidentemente es
una definición incompleta, pero aceptando esta limitación, quizás en el siglo que más
encaja, es en el siglo XX: dos guerras mundiales, innumerables guerras regionales, guerras
civiles, sangrantes revoluciones... y un balance estremecedor de millones de muertos. Toda
esta locura ha sido a la vez el catalizador de una reacción en sentido contrario, encaminada
a evitar (con resultados diversos) su repetición.

A la Primera Guerra Mundial siguió la creación de la Sociedad de Naciones, que aunque


no fue capaz de evitar la Segunda Guerra Mundial, sí tuvo el mérito de ser el precedente de
una organización supranacional de carácter vinculante. Otros logros de la Sociedad de
Naciones fueron la creación del Tribunal Internacional de la Haya, la firma del "Convenio
internacional para la supresión de la esclavitud" (firmado en 1926 y completado y ratificado
por las Naciones Unidas en 1956) o la creación de la Organización Internacional del
Trabajo.

A la Segunda Guerra Mundial siguió la creación de las Naciones Unidas. Los horrores


de la guerra y los juicios de Nuremberg y Tokio contra los altos responsables nazis y
japoneses, acusados de crímenes de guerra y genocidios, mostraban la necesidad de regular
de forma precisa el concepto de derechos humanos y, sobre todo, de establecer claramente
cuáles eran. El resultado fue la aprobación, en 1948, de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Con el paso de los años, la Declaración Universal, que como tal no es
de carácter vinculante, se ha ido completando con una serie de convenios, convenciones y
pactos, estos sí vinculantes, que van desarrollando, y en algunos casos ampliando, los
contenidos de la Declaración Universal. El objetivo además es que estos derechos lleguen a
formar parte del derecho positivo de todas las naciones, lo que en muchos casos ya ha
sucedido (otra cosa es que luego sean respetados).

Las normas y principios empezados a promulgar hace siglos de forma fragmentada y difusa
en distintos entornos culturales (con una incidencia en general limitada sobre la vida
cotidiana de los ciudadanos de las correspondientes épocas históricas), con el paso del
tiempo se han ido consolidando y difundiendo: por un lado, detallando cada vez con más
precisión los distintos derechos y, por otro lado, construyendo sociedades dotadas de los
mecanismos necesarios para velar por el respeto efectivo de estos derechos.

La Declaración Universal es la culminación, hasta el momento, de este afán de


universalización y concreción de los derechos de las personas.

Evolución Histórica de los derechos humanos.


Muchos filósofos e historiadores del Derecho consideran que no puede hablarse de
derechos humanos hasta la modernidad en Occidente. Hasta entonces, las normas de la
comunidad, concebidas en relación con el orden cósmico, no dejaban espacio para el ser
humano como sujeto singular, concibiéndose el derecho primariamente como el orden
objetivo de la sociedad. La sociedad estamental tenía su centro en grupos como la familia,
el linaje o las corporaciones profesionales o laborales, lo que implica que no se concebían
facultades propias del ser humano en cuanto que tal, facultades de exigir o reclamar
algo. Por el contrario, todo poder atribuido al individuo derivaba de un doble status: el del
sujeto en el seno de la familia y el de ésta en la sociedad. Fuera del status no había
derechos.

 La existencia de los derechos subjetivos, tal y como se piensan en la actualidad, fue objeto
de debate durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Habitualmente se dice que los derechos
humanos son producto de la afirmación progresiva de la individualidad y, de acuerdo con
ello, que la idea de derechos del hombre apareció por primera vez durante la lucha burguesa
contra el sistema del Antiguo Régimen. Siendo ésta la consideración más extendida, otros
autores consideran que los derechos humanos son una constante en la Historia y hunden sus
raíces en el mundo clásico.

 Antecedentes remotos de los Derechos Humanos

El Cilindro de Ciro.- se ha dicho que es la primera declaración de derechos humanos. Uno


de los documentos más antiguos que se han vinculado con los derechos humanos es el
Cilindro de Ciro, que contiene una declaración del rey persa Ciro el Grande tras su
conquista de Babilonia en 539 a. C. Fue descubierto en 1879 y la ONU lo tradujo en 1971 a
todos sus idiomas oficiales. Puede enmarcarse en una tradición mesopotámica centrada en
la figura del rey justo, cuyo primer ejemplo conocido es el rey Urukagina, de Lagash, que
reinó durante el siglo XXIV a. C., y donde cabe destacar también a Hammurabi de
Babilonia y su famoso Código, que data del siglo XVIII a. C.

 No obstante, el Cilindro de Ciro presenta características novedosas, especialmente en lo


relativo a la religión. Ha sido valorado positivamente por su sentido humanista e incluso se
lo ha descrito como la primera declaración de derechos humanos. Numerosos historiadores,
sin embargo, consideran que el término es ajeno a ese contexto histórico.

 La Carta Magna.- Magna Carta Libertatum de 1215

Documentos medievales y modernos, como la Carta Magna inglesa, de 1215, y la mandinga


Carta de Manden, de 1222, se han asociado también a los derechos humanos. En contra de
esta idea, hay quienes afirman que la Carta Magna no puede considerarse una declaración
de derechos humanos, ya que en esta época existen derechos pero sólo entre iguales, y no
con carácter universal; no se predica la igualdad formal de todos los seres humanos. Lo
mismo sucedía en el Imperio de Malí, cuya constitución oral, la Kouroukan Fouga, refleja
cómo la población se estructuraba según su tribu de origen. Estas consideraciones son
extrapolables a documentos como la Goldone Bulle de Andreas II en Hungría en 1222; la
Confirmatio fororum et libertartum de 1283 y el Privilegio de la Unión de 1287, de Aragón
ambos; las Bayerische Freiheitsbriefe und Landesfreiheitserklärungen desde 1311 o la
Joyeuse Entrée de Brabante de 1356. En todos estos casos, los derechos y libertades
reconocidos pertenecen al ámbito de los pactos entre el monarca y los estamentos del reino:
no se trata, en suma, de derechos humanos; sino de derechos corporativos o privilegios.

 Sociedad Grecorromana

En la Grecia antigua en ningún momento se llegó a construir una noción


de dignidad humana frente a la comunidad que se pudiera articular en forma de derechos,
sino que se entendió que las personas pertenecían a la sociedad como partes de un todo y
eran los fines de ésta los que prevalecían. La única oposición a la tiranía se sustentaba en la
apelación a la Ley divina como opuesta a la norma, como se muestra en el mito
de Antígona, plasmado por Sófocles en la obra trágica del mismo nombre.

 La sociedad griega se dividía en tres grupos principales: los ciudadanos, los metecos o
extranjeros y los esclavos. La esclavitud se consideraba natural, lo que se refleja en la
afirmación de Aristóteles, para quien "es evidente que los unos son naturalmente libres y
los otros naturalmente esclavos; y que para estos últimos es la esclavitud tan útil como
justa". La organización política se estructuraba en polis o ciudades-estado: para los griegos,
la sociedad era una consecuencia necesaria de la naturaleza humana. En este contexto, las
teorías políticas de Platón y Aristóteles hicieron un gran hincapié en el concepto de bien
común. Para Platón, agrupados los hombres en sociedad, ésta se configura en la polis, cuyo
bien común se sobrepone al bien particular de los individuos que lo componen. La justicia,
a su vez, es la salvaguarda del bien común, y se expresa a través de las leyes, que son los
instrumentos que permiten la consecución del bien colectivo e individual. No obstante, en
su afán por alcanzar una sociedad perfecta, Platón llegó a recomendar dar muerte a los
recién nacidos deformes o enclenques, y matar o desterrar a los insociables.

 Aristóteles también consideraba que el hombre era un ser social y que no podía realizarse
fuera de la familia y la sociedad, por lo que también subordinaba el bien individual al bien
común. Además, al definir la ciudad como una comunidad de ciudadanos libres, redujo el
bien común al bien de un grupo social determinado que excluye a las mujeres, los
extranjeros, los obreros y los esclavos. Sobre esta visión se sustenta la idea aristotélica de
la justicia que afirma que «es tan justa la igualdad entre iguales como la desigualdad entre
desiguales».

 Ya en la decadencia de la cultura griega, conquistada la Hélade por Roma, se extendieron


filosofías que ponían el acento en la búsqueda de la felicidad individual: entre ellos,
el epicureísmo y el estoicismo. El estoicismo consideraba la razón humana como parte de
un logos divino, lo que contribuyó a concebir al hombre como miembro de una familia
universal más allá de la polis. Séneca, Epicteto, Marco Aurelio o Cicerón fueron algunos de
los que extendieron la filosofía estoica por el mundo latino.

 Influencia del cristianismo

La filosofía estoica, difundida en la sociedad grecorromana, concibió la idea


de cosmopolitismo, a la que el cristianismo dio un sentido más espiritual para afirmar la
igualdad de los hombres en tanto que ciudadanos del Reino de Dios y su dignidad; no
obstante, para los teólogos cristianos medievales la igualdad teológica era compatible con
la desigualdad social: las personas nacían con un estatus social que, de acuerdo con los
designios divinos, era el más adecuado para su salvación.

 El cristianismo, derivado de la religión judía, heredó de ella, entre otras, la tradición del
mišpat, un concepto jurídico de rica amplitud semántica. Indica las decisiones judiciales y
el juicio legal justo; en relación con el Derecho, aquél que se manifiesta en la defensa de los
pobres y oprimidos y que se vincula a su vez con los bienes mesiánicos que se esperan.
Dado que, hasta la modernidad, el término derecho se atribuía principalmente a "lo justo"
como orden objetivo, en el pensamiento cristiano antiguo o medieval no existió una
referencia explícita a los derechos humanos; pero sí un reconocimiento de exigencias
de justicia que descendían de esta tradición judía. Por ejemplo, el Nuevo
Testamento contiene enseñanzas contra la injusticia, el homicidio, el robo, la calumnia o el
egoísmo en el uso de los bienes. En la Epístola de Santiago, el apóstol denunció a los
empleadores que no pagan a sus empleados sus justos salarios. El cristianismo fue
gradualmente derramando su doctrina en el derecho romano, mejorando la situación de los
esclavos, de los hijos y de las mujeres, cuyo estatus en la subcultura cristiana era mucho
más alto que en la grecorromana, En el plano económico, condenó la usura y la
explotación, estableciendo las bases de la doctrina del justo precio.

 Tomás de Aquino quien asentó las bases del orden jurídico medieval, retomando ideas
de Aristóteles y Agustín de Hipona y afirmando que existe, además del derecho positivo
determinado y establecido por los hombres, un derecho natural, propio de la criatura
racional, que ningún hombre ni ningún gobierno puede desconocer.

 La doctrina cristiana postulaba la existencia de dos reinos, el temporal y el espiritual,


siguiendo la distinción hecha por Jesús de Nazaret («Dad al Cesar lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios»). Ante el problema de la conciliación de los intereses individuales
y los sociales, Tomás de Aquino afirmó en su obra Summa Theologiae que si existía un
conflicto entre lo social y lo individual en el seno del mundo material, debía prevalecer el
bien común. Pero, por el contrario, si el conflicto afectaba a la esfera íntima del ser humano
y a su salvación, en ese caso prevalecería el bien del hombre frente al de la sociedad. En
este ámbito, de existir un conflicto patente entre el Derecho positivo y el Derecho natural,
del pensamiento tomista se desprende la existencia de un derecho de resistencia contra el
arbitrio de los gobernantes.

 Conformación del concepto

La idea del derecho subjetivo, básica para concebir los derechos humanos, fue anticipada
en la baja Edad Media por Guillermo de Ockham, que introdujo el concepto de ius fori o
potestad humana de reivindicar una cosa como propia en juicio. La escolástica española
insistió en esta visión subjetiva del Derecho durante los siglos XVI y XVII: Luis de
Molina, Domingo de Soto o Francisco Suárez, miembros de la Escuela de Salamanca,
definieron el derecho como un poder moral sobre lo propio. Aunque mantuvieron al mismo
tiempo la idea de Derecho como un orden objetivo, enunciaron que son ciertos derechos
naturales y aludieron tanto a derechos relativos al cuerpo (derecho a la vida, a la propiedad)
como al espíritu (derecho a la libertad de pensamiento, a la dignidad). El jurista Vázquez de
Menchaca, partiendo de una filosofía individualista, fue decisivo en la difusión del término
iura naturalia.

 Este pensamiento iusnaturalista se vio auspiciado por el contacto con las civilizaciones
americanas y el debate producido en Castilla sobre los justos títulos de la conquista y, en
particular, la naturaleza de los indígenas. En la colonización castellana de América, se suele
afirmar, se aplicaron medidas en las que están presentes los gérmenes de la idea de
derechos humanos. No obstante, algunos critican que, en la práctica, estas medidas fueron
formuladas para lograr objetivos de colonización. El pensamiento de la Escuela de
Salamanca, especialmente mediante Francisco Suárez y Gabriel Vázquez, contribuyó
también al impulso del iusnaturalismo europeo a través de Hugo Grocio.

 Durante la Revolución inglesa, la burguesía consiguió satisfacer sus exigencias de tener


alguna clase de seguridad contra los abusos de la corona y limitó el poder de los reyes sobre
sus súbditos. Habiendo proclamado la Ley de Habeas corpus en 1679, en 1689 el
Parlamento impuso a Guillermo III de Inglaterra en la Bill of Rights una serie de
principios sobre los cuales los monarcas no podían legislar o decidir. Se cerró así el
paso a la restauración de la monarquía absoluta, que se basaba en la pretensión de la
corona inglesa de que su derecho era de designio divino.

 Durante los siglos XVII y XVIII, diversos filósofos europeos desarrollaron el concepto de


derechos naturales. De entre ellos cabe destacar a John Locke, cuyas ideas fueron muy
importantes para el desarrollo de la noción moderna de derechos. Los derechos naturales,
para Locke, no dependían de la ciudadanía ni las leyes de un Estado, ni estaban
necesariamente limitadas a un grupo étnico, cultural o religioso en particular. La teoría
del contrato social, de acuerdo con sus tres principales formuladores, el ya citado
Locke, Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau, se basa en que los derechos del
individuo son naturales y que, en el estado de naturaleza, todos los hombres son titulares de
todos los derechos. Estas nociones se plasmaron en las declaraciones de derechos de finales
del siglo XVIII.

 La causa directa del nacimiento de los derechos humanos, desde una
perspectiva sociológica, ha sido también un importante objeto de debate. Por una
parte, Georg Jellinek ha defendido que los derechos humanos estaban directamente
dirigidos a permitir el ejercicio de la libertad religiosa; por otra, Karl Marx afirmó que se
deben a la pretensión de la burguesía de garantizar el derecho de propiedad. Max Weber, en
su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, afirma que existiría una conexión
entre la ética individualista en que se basaron los derechos humanos y el surgimiento
del capitalismo moderno.

 Revoluciones burguesas y positivación de los derechos humanos

Las distintas culminaciones de la Revolución Estadounidense y la Revolución francesa,


hitos fundamentales del efectivo paso a la Edad Contemporánea, representan el fin o el
principio, según se quiera ver, del complejo proceso de reconocimiento o creación de los
derechos humanos. Si las revoluciones son el revulsivo que da lugar a la gestación de los
derechos humanos, las diversas actas de nacimiento lo constituyen las declaraciones de
derechos de las colonias estadounidenses, en especial la Declaración de Derechos de
Virginia de 1776, considerada la primera declaración moderna de derechos humanos,
y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano francesa de 1789,
influenciada por la anterior. Estas declaraciones, fundamentadas en el iusnaturalismo
racionalista, suponen la conversión del derecho subjetivo en centro del orden jurídico,
y a aquél se supedita el Derecho como orden social.

 Nuevas demandas e internacionalización de los derechos

La noción de derechos humanos recogida en las Declaraciones, basada en la ideología


burguesa del individualismo filosófico y el liberalismo económico, no experimentó grandes
cambios a lo largo del siglo siguiente hasta que, ante las pésimas condiciones de vida de las
masas obreras, surgieron movimientos sindicales y luchas obreras que articularon sus
demandas en forma de nuevos derechos que pretendían dar solución a ciertos problemas
sociales a través de la intervención del Estado, como la garantía del derecho de huelga,
unas condiciones mínimas de trabajo o la prohibición o regulación del trabajo infantil.
Desde la primera mitad del siglo XIX se había desarrollado una nueva filosofía social que
se manifestó en el socialismo utópico, el reformismo de la Escuela Católica Social,
la socialdemocracia, el anarquismo o el socialismo científico. En esta nueva fase fueron
muy importantes la Revolución rusa o la Revolución mexicana.

 Además de las luchas obreras, a lo largo de la edad contemporánea los movimientos por
el sufragio femenino consiguieron para muchas mujeres el derecho de voto; movimientos
de liberación nacional consiguieron librarse del dominio de las potencias coloniales; y
triunfaron diversas reivindicaciones de minorías raciales o religiosas oprimidas,
movimientos por los derechos civiles o movimientos de políticas de identidad que
defienden la autodeterminación cultural de colectivos humanos.

 El siglo XX se caracterizó también por la incorporación de los derechos humanos


al Derecho internacional. Si a principios del siglo se afirmaba que esta rama del
Derecho sólo regulaba las relaciones entre Estados y excluía a los particulares, el
cambio fue rápido y tras la Segunda Guerra Mundial, los derechos humanos podían
considerarse un principio constitucional del Derecho internacional contemporáneo. Es
especialmente desde el nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas, en 1945,
cuando el concepto de derechos humanos se ha universalizado y alcanzado la gran
importancia que tiene en la cultura jurídica internacional. El 10 de
diciembre de 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue adoptada y
proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III),
como respuesta a los horrores de la Segunda Guerra Mundial y como intento de sentar las
bases del nuevo orden internacional que surgía tras el armisticio.
 Posteriormente se han aprobado numerosos tratados internacionales sobre la materia, entre
los que destacan los Pactos Internacionales de Derechos Humanos de 1966 (Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos y Pacto Internacional de Derechos
Económicos, sociales y Culturales), y se han creado diversos dispositivos para su
promoción y garantía.

 PRINCIPIOS QUE RIGEN LOS DERECHOS HUMANOS

Cuatro son los Principios que rigen el accionar de los derechos humanos:

Universalidad: Los derechos humanos pertenecen a todos los seres humanos sin distinción
de género, edad, etnia, credo, clase social, discapacidad, o cualquier otra consideración.
Independientemente del lugar donde vive o nació, ninguna persona puede ser discriminada
bajo ninguna circunstancia. Incluso aunque el país se encuentre en conflicto armado o en
crisis.

 Responsabilidad: Los Estados que ratifican los instrumentos internacionales sobre


derechos humanos se hacen responsables ante todos los ciudadanos de rendir cuentas para
garantizar su cumplimiento. Se puede exigir la integridad y dignidad de todas las personas
que habitan en su país, de acuerdo a lo expresado en los tratados.

 Indivisibilidad: Todos los derechos tienen el mismo valor y se complementan. Por tanto


ningún derecho es más importante que otro. No hay jerarquía entre ellos para su
cumplimiento y ninguno puede ser suprimido para desarrollar otro y aunque se debe
atender a la violación de cualquier derecho, en la práctica, se puede priorizar alguno
mediante un análisis previo, sin por ello dejar de establecer las conexiones con la integridad
de los otros derechos. Priorizar no es sinónimo de jerarquizar.

 Participación: Todos los individuos por el hecho de ser personas, tienen derecho a tomar
parte de la vida política, económica, social y cultural del país. El Estado se compromete a
promover la participación de todos los habitantes de una sociedad como un derecho.

 CLASIFICACION DE LOS DERECHOS HUMANOS

 Los Derechos Humanos, además, tienen distintas clasificaciones, una de las más conocida
es la llamada tres generaciones, en la que se toma en cuenta su protección progresiva.
Propuesta por Karel Vasak en 1979. Pese a esto, existen posturas que evitan pronunciarse
acerca categorías de derechos humanos y más bien tienden a enfocarlos como un sistema
unitario, en el cual las colisiones entre ellos deben ser resueltas por otra vía.

 Derechos civiles y políticos, de la primera generación: 


 Constituyen los primeros derechos que fueron consagrados en los ordenamientos  jurídicos
internos e internaciones, están destinados a la protección del ser humano individualmente
considerado, contra cualquier agresión de algún órgano público, entre estos están: Derechos
a la vida,  a honor, a la libertad seguridad e integridad personal, a la libertad de expresión, a
elegir y ser elegido, al libre transito, entre otros.

Derechos económicos, sociales y culturales, de la segunda generación:

Tienen como objetivo fundamental garantizar el bienestar económico, el acceso al trabajo, a


la educación y a la cultura, de tal forma que asegura el desarrollo de los seres humanos y de
los pueblos, entre estos están:   Derecho al trabajo, derecho a la educación, a la salud, a la
protección y asistencia a los menores y a la familia a la vivienda, entre otros.

 Los derechos de los pueblos o tercera generación.

En la lucha por el reconocimiento de los derechos ya no como persona o individuales sino


como colectividad, a los derechos de los conglomerados, al conjunto de individuos que
componen una nación, algunos pueblos se han organizado y pronunciado frente a los
atropellos que naciones cometen con otras; es así como en 1976 surge la Declaración de
Argel o Declaración de los derechos de los pueblos.

En dicha declaración, se plantean derechos colectivos, tales como:

El derecho a la autodeterminación; que es el de determinar su status político y económico


sin la intervención de ninguna potencia extranjera.

El derecho a un régimen democrático que represente al conjunto de los ciudadanos y que


sea capaz de asegurar el cumplimiento de los derechos del hombre y de las libertades
fundamentales.

El respeto de la identidad nacional y cultural.

El derecho exclusivo a sus riquezas y sus recursos naturales. En caso de haber sido
explotados tiene derecho a recuperarlos.

Cuando en un estado existan minorías étnicas, estas deben ser respetadas en su identidad,
sus tradiciones culturales, su lengua y su patrimonio cultural. Deben de gozar de los
mismos derechos que el resto de la comunidad.

 CARACTERÍSTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS


Los Derechos Humanos, reconocidos en la Constitución Nacional y protegidos por el
derecho internacional - un cuerpo de leyes que los gobiernos de los países han elaborado de
manera conjunta - tienen las siguientes características:

-          Universales: son inherentes a todas las personas en todos los sistemas políticos,
económicos y culturales.

 -          Irrenunciables e intransferibles: no se pueden ceder a otra persona ni renunciar a


ellos.

 -          Integrales, interdependientes e indivisibles: se relacionan unos con otros,


conforman un todo (civiles, políticos, económicos, sociales y culturales) y no se puede
sacrificar un derecho por defender otro. La conculcación de un solo derecho significa
arriesgar el conjunto de la dignidad de una persona, o de un pueblo; en consecuencia, el
disfrute de algún derecho no puede hacerse a costa de los demás.

 -          Imprescriptibles: no se pierden con el paso del tiempo

 -          Jurídicamente exigibles: al estar reconocidos por los Estados en la legislación


internacional y nacional, se puede exigir su respeto y cumplimiento.

 -          Progresivos: porque se van expandiendo tanto en lo que respecta al número y


contenido de los derechos protegidos como a los medios para protegerlos.

 NORMAS INTERNACIONALES DE DERECHOS HUMANOS

Declaración Universal de los Derechos Humanos

La Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) aunque no es una norma jurídica


es una fuente del Derecho Internacional en materia de Derechos Humanos.

 La DUDH consagra el derecho a la igualdad y a la no discriminación. El derecho a la vida,


a la libertad y a la seguridad de la persona. El derecho a un orden social e internacional y el
deber y la responsabilidad de mantenerlo.

 Aunque la DUDH no es un instrumento jurídico internacional es mundialmente reconocida


como documento fuente de derecho internacional relativo a los derechos humanos.

 Para transformar la DUDH en instrumento jurídico- de cumplimiento obligatorio-


fue necesaria la aprobación y ratificación de a) El Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y su Protocolo facultativo y b) el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, sociales y culturales y su Protocolo facultativo. La mayor parte de los
Derechos reconocidos en estos Pactos y en los protocolos facultativos son no-derogables, es
decir que nunca se pueden suspender o limitar, ni en situaciones de emergencia. Estos dos
Pactos conjuntamente con la DUDH forman la Carta Internacional de Derechos Humanos.

 En materia de Derechos Humanos existen además otros tratados internacionales, entre los
que destacan por su importancia: la Convención Internacional sobre la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación Racial (CERD) de 1965; la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDCM) de 1979; la
Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes
(CCT) de 1984 y, la más reciente, la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño
(CDN) de 1989.

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