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Las vías en Colombia poco a poco van mejorando por la planificación del estado,

con esto se busca un mayor beneficio a la población para así poder realizar en
optimas condiciones sus obligaciones a diario, del estado de las vías depende
gran parte del comercio de las regiones, ya que si un departamento, o municipio
tiene una gran infraestructura vial el acceso de bienes y servicio será mucho mas
sencillo. En términos de infraestructura, la administración saliente de Iván Duque
pasará a la historia por haber entregado, continuado, avanzado y cerrado, muchas
de las grandes obras originadas en anteriores administraciones, el más claro
ejemplo es la culminación del crónico Túnel de la Línea. Son centenares de
caminos veredales, carreteras primarias, secundarias y terciarias, que la cartera
de Transporte, la ANI e Invias avanzaron en todos los rincones del país, sin
importar si la idea o promesa de mejorar o finalizar dichas obras fue de los viejos
presidentes, Santos, Uribe o Pastrana, mandatarios del siglo XXI. Duque,
efectivamente, ha hecho avanzar y ha logrado comprometer a los concesionarios
para entregarle en servicio al país las obras para las cuáles se han pagado por
varios años impuestos y miles de millones en peajes. Las llamadas obras 4G,
puentes, túneles, autopistas, puertos y aeropuertos, no deben tener partido ni
mucho menos gobernante de turno.

Las dobles calzadas deben convertirse en un mantra del Ejecutivo para lograr el
verdadero desarrollo del país, unas auténticas arterias comerciales para el
desarrollo transversal de la economía colombiana; sobre esas grandes dobles
calzadas en excelentes condiciones, que sean verdaderas autopistas económicas
y de movilidad de bienes y servicios, deben verter las carreteras secundarias que
tienen que conectar los centros de producción agropecuaria con las grandes urbes
de consumo, puertos y aeropuertos. Con la construcción de dobles calzadas el
país se vuelve mucho mas transitado, se considera a ciudades de la costa como lo
son barranquilla, santa marta y Cartagena como una de las ciudades con mayor
nivel de tráfico, principalmente la doble calzada brinda una mejor experiencia vial.

Las grandes autopistas son un asunto dorsal para el bienestar de las personas, lo
cual es un asunto del pasado en las economías más desarrolladas; el problema es
que Colombia sigue en mora, tiene el gran pendiente de avanzar en su
infraestructura para que no se quede en el subdesarrollo. Mientras casi todos los
países de la Ocde trabajan en la conecto grafía del conocimiento y la nueva
economía digital, Colombia aún no cuenta con la infraestructura del siglo XX, que
le permita sacarle más jugo a la exportación de materias primas. Los cafeteros,
que viven su bonanza en los mercados internacionales, no han podido ser más
eficientes y rentables en la entrega del grano a otros países de la cuenca del
Pacífico, porque simplemente no hay condiciones competitivas para llevar su
producto del nuevo eje cafetero (Huila, Cauca y Nariño) por el Puerto de
Buenaventura, dado que la doble calzada sigue sin terminarse por docenas de
problemas crónicos de las comunidades y los gobernantes; lo mismo se puede
plantear con los oleoductos, gasoductos, plantas de regasificación, distritos de
riego y para los grandes exportadores de flores, bananos y aguacates, entre otros.
El desarrollo de la infraestructura colombiana debe ser política de Estado, no debe
obedecer a preferencias entre presidentes, gobernadores y alcaldes. Una gran
obra beneficia a todos y no debe tener color político; es el momento para que haya
un pacto por la actualización en infraestructura, idear una docena de grandes
obras que beneficien a todos los colombianos; por ejemplo, un canal seco
carreteable que le haga competencia al Canal de Panamá; un gasoducto que una
todos los centros de producción y consumo de esta energía de transición y, por
qué no, una autopista litoral que conecte el Pacífico nariñense, caucano, valluno y
chocoano, es decir una autopista que corte de tajo el 100% de los problemas de
narcotráfico y pobreza de esa región. Soñar para progresar.

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