Hay heridas que no se ven pero que pueden arraigarse profundamente en nuestra
alma y convivir con nosotros el resto de nuestros días. Son las heridas
emocionales, las huellas de los problemas vividos en la infancia y que determinan
en ocasiones como será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos.
Una de las heridas emocionales más profundas es la del rechazo porque quien la padece se siente rechazado en su interior, interpretando todo lo que sucede a su
alrededor a travé s del filtro de su herida, sintié ndose rechazado en ocasiones