Está en la página 1de 6

CON LA VENIA DE SS.

ILUSTRÍSIMA, EN MI CALIDAD DE POSTULANTE


DE LA CORPORACIÓN DE ASISTENCIA JUDICIAL, ACTÚO EN ESTA
OPORTUNIDAD EN REPRESENTACIÓN DE DON ALEXIS COFRÉ
NIRRIAM, Y SOLICITO RESPETUOSAMENTE DESDE YA SE CONFIRME EL
FALLO DE PRIMERA INSTANCIA, CON LA DECLARACIÓN QUE A
CONTINUACIÓN EXPONGO:

A juicio de esta defensa, y compartiendo plenamente la opinión de la


Fiscalía, el hecho punible por el cual ha sido condenado mi patrocinado no
corresponde y no puede subsumirse bajo el tipo penal de robo con intimidación y,
en consecuencia, cabe aplicar a su respecto el tipo contemplado en el artículo 436
inciso segundo del Código Penal, vale decir, robo por sorpresa. Los argumentos
de esta defensa son los siguientes:

1º EN CUANTO A LOS ANTECEDENTES DE HECHO: Según consta en autos


y de acuerdo también a lo expresado en el fallo, los únicos antecedentes que tuvo
en vistas el sentenciador son los siguientes:

a) Parte policial, en el cual se da cuenta de los hechos, pero SEGÚN EL RELATO


QUE DE LOS MISMOS REALIZÓ LA VÍCTIMA. Queda manifiesto que,
además del nulo valor probatorio del parte policial en sí mismo, de acuerdo a
lo estipulado en el artículo 110 inciso segundo del Código de procedimiento
Penal, sin perjuicio de que pueda ser apreciado de acuerdo como un
antecedente más del proceso, de acuerdo a las reglas generales (vale decir,
máximo puede llegar a constituir la base para la construcción de una
presunción judicial), queda claro que los funcionarios aprehensores NO
FUERON TESTIGOS PRESENCIALES DE LOS HECHOS. Si para condenar a
alguien se requiere, de acuerdo a lo preceptuado en el artículo 456 bis del
Código de Procedimiento Penal, la PLENA CONVICCIÓN para condenar a
alguien, queda claro que dicha convicción no puede darse con el mérito de
dicho parte policial.
b) Dichos de los funcionarios aprehensores, quienes al no haber sido testigos
presenciales de los hechos, mal pueden haber presenciado la intimidación
misma.
c) Declaración de la víctima, Sabina Valdivia Ayancán, a fojas 11, 12 y 12 vuelta,
quien señala que dos sujetos la interceptaron, uno de ellos la intimidó con un
arma cortopunzante mientras el otro, mi patrocinado, le sustraía la especie.
d) Declaración de mi patrocinado, quien señala que amenazaron verbalmente a la
afectada, le sustrajeron la bicicleta y posteriormente se dieron a la fuga.

2º De los antecedentes analizados queda manifiesto que EL ÚNICO MEDIO


PROBATORIO QUE OBRA EN AUTOS COMO PARA ACREDITAR LA
INTIMIDACIÓN, lo constituyen el solo dicho de la afectada. En contra, aparecen
la propia declaración de mi defendido, quien señala que la amenazó verbalmente,
y el hecho que NO SE ENCONTRÓ NINGÚN ARMA EN SU PODER. En este
sentido, cabe citar un fallo de la Iltma. Corte de Apelaciones de San Miguel acerca
de que no puede llegarse a la convicción de que se intimidó a alguien con el solo
dicho del ofendido.

3º En cuanto al tipo penal, cabe señalar que la conducta de mi defendido, al no


resultar acreditado el elemento intimidación, sólo puede enmarcarse dentro del
tipo de robo por sorpresa, toda vez que mediante engaños logró que la víctima se
desprendiera de sus bienes. En este sentido, cabe señalar que el artículo 436 inciso
segundo, al tipificar la hipótesis de robo por sorpresa, señala: “Se considerará
como robo y se castigará con la pena de presidio menor en sus grados medio a
máximo, la apropiación de dinero u otras especies que los ofendidos lleven
consigo, cuando se proceda por sorpresa o aparentando riñas en lugares de
concurrencia o haciendo otras maniobras dirigidas a causar agolpamiento o
confusión.” En relación a las hipótesis de robo por sorpresa que tipifica el
precepto anterior, el voto disidente del fallo citado, redactado por su autor, don
Carlos Kunsemuller, definió la “sorpresa” como un “arrebatamiento sorpresivo
que toma desprevenida a la víctima, imposibilitándola para resistir” ANÁLISIS
DEL TIPO EN RELACIÓN A LOS ANTECEDENTES DE HECHO.
Así, tenemos que el único antecedente que obra en autos lo constituye la sola
declaración de la víctima, la que por lo demás es inconsistente y no puede llevar a
SS. a alcanzar la plena convicción de que se coaccionó su voluntad con el objeto de
sustraerle las especies. Es este un tipo complejo y pluriofensivo, que reúne en una
sola abrazadera la protección de dos bienes jurídicos distintos: La propiedad y la
libertad ambulatoria. Sin embargo su severa penalidad, equiparable incluso a la
del delito de homicidio simple que protege el bien jurídico más preciado, la vida,
sólo puede explicarse mientras exista una coacción tal que potencialmente haya
sido capaz de lesionar el bien jurídico protegido. En este sentido, el delito de robo
con intimidación importa una hipótesis de peligro, para la integridad física de las
personas, pero sólo un peligro que efectivamente pueda llegar a dañar el bien
jurídico protegido es susceptible de la especial y disvaliosa reprobación que el
sistema penal ha contemplado para su comisión. Ahora bien, si no hubieron armas
y no se encuentra debidamente acreditada la intimidación, ¿Hubo una puesta en
peligro o lesión del bien jurídico protegido? ¿Existió un medio idóneo para
coaccionar a la víctima? Ello no resulta acreditado y, en consecuencia, esta defensa
estima que no es posible aplicar en este caso el tipo de robo con intimidación. En
este sentido, en el mismo fallo citado se declaró: “De acuerdo al artículo 436 inciso
primero del Código Penal, se castiga severamente el denominado “robo simple”,
aun cuando la violencia se integra únicamente con lesiones menos graves y leves
y a la utilización de fuerza física se equipara y produce igual consecuencia
punitiva, la “coacción”, esto es, intimidación o amenaza, en cuanto medio para
conseguir la apropiación. e) Es razonable pensar que la “ratio legis” de este
tratamiento penal tan riguroso, está constituida por el hecho de desplegarse una
acción que lesiona o expone a serio peligro otro bien jurídico, personalísimo, de
superior jerarquía a la de los derechos meramente patrimoniales, como la vida,
la salud, la libertad, la seguridad individual. El ataque a los intereses
pecuniarios reviste en esta hipótesis específica, una particular intensidad, que
deriva, como se ha puntualizado, del empleo de medios de agresión que
representan una ofensa grave a bienes jurídicos de gran valía, con el propósito
de facilitar el apoderamiento, de consumarlo o de favorecer la impunidad
(artículo 433, inciso primero, del Código Penal). g) De lo anterior surge como
corolario, que el contenido de injusto del comportamiento típico en análisis, no
reside primordialmente en la agresión a la propiedad, sino en el daño efectivo o
puesta en peligro de la integridad física de las personas. j) En relación al caso
concreto, habría que determinar si una intimidación como la denunciada –
supuesto que hubiera existido– ha poseído la capacidad potencial de afectar de
manera real y no presuntiva la seguridad física del sujeto pasivo, si ha ocurrido
una amenaza efectivamente idónea para coaccionar la voluntad del titular del
bien jurídico (Cnfr. voto disidente en fallo de esta Corte, 27.09.95, rol Nºu 1507-
95, Gaceta Jurídica Nºu 183, pág. 123). Al respecto, es útil traer a colación lo que
señala el profesor Mera, “...sólo una intimidación que ponga relevantemente en
peligro en forma concreta la vida, la salud o la integridad corporal puede
racionalmente equipararse a la violencia y dar lugar a un delito que, como el
robo simple, figura entre los más graves de nuestra legislación penal” (op.
citada).
En tal virtud, la intimidación –asimilada por la ley a la violencia– deberá revestir
sin duda la suficiente entidad, en términos de amenaza a un bien jurídico
personalísimo, que permita equipararla en el caso específico, a los actos de
maltrato corporal enunciados en el fallo citado. p) Que, aplicando el análisis
dogmático precedente a los elementos de juicio que proporciona el proceso –que
deben apreciarse en conciencia– debe concordarse en que no existió en la especie
de parte del procesado ninguna amenaza idónea para constituir intimidación en
la persona de la víctima. Esta última se vio despojada de sus aros, a raíz de la
acción sorpresiva del ladrón, quien con su comportamiento insidioso –abrazó a
la niña de 13 años– la confundió o perturbó, no estando ella en situación de
prever la repentina agresión, debilitando de este modo, en forma sensible, la
defensa privada que eventualmente pudiera haber ejercido para proteger sus
pertenencias.” (RDJ, TOMO XCIII, Nº 2 SECCIÓN 4). En el presente caso
tenemos que no queda acreditada la intimidación y que, de acuerdo a los diversos
antecedentes analizados, la conducta de mi patrocinado nunca fue de tal
intensidad como para poner en peligro el bien jurídico protegido.

4º En el evento que SS. estime que resulta acreditada la intimidación, esta


defensa solicita se CONFIRME el fallo apelado en cuanto éste acoge la atenuante
del artículo 11 Nº 6 del Código Penal, y se acojan además las atenuantes de los
artículos 11 Nº 8 y 11 Nº 9 todos del Código Penal, en atención a los argumentos
que a continuación paso a exponer:

a) ATENUANTE DEL ARTÍCULO 11 Nº 9, esto es, haber colaborado


sustancialmente al esclarecimiento de los hechos...” EXPLICAR EN
RELACIÓN A LOS ANTECEDENTES, sobre todo por su confesión, ya que
de otra manera no se podría haber acreditado la participación de mi
representado en el hecho punible.
b) ATENUANTE DEL ARTÍCULO 11 Nº 8, esto es, si pudiendo eludir la
acción de la justicia y ocultándose, se ha denunciado y confesado el delito.

POR TANTO; y en virtud de los antecedentes de hecho y argumentos de


derecho esgrimidos en el presente alegato, RUEGO A SS. ILTMA. se sirva
CONFIRMAR el fallo apelado, con la DECLARACIÓN de que se RECALIFIQUE el
delito por el que ha sido condenado mi patrocinado, esto es, de robo con
intimidación, y se lo condene en definitiva por el delito de robo por sorpresa, y EN
SUBSIDIO, se acojan las atenuantes del artículo 11 Nºs 6, 8 y 9 del Código Penal,
rebajando la pena de acuerdo a lo establecido en la ley, e imponiendo en definitiva
el mínimo que ésta permita.

También podría gustarte