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RESUMEN TEORÍAS II - FINAL

ALGUNAS CONCLUSIONES TEÓRICAS SOBRE LA VIDA EMOCIONAL DEL


BEBÉ - MELANIE KLEIN.

Klein se apoya en el predominio del instinto de muerte (no pulsión). Este instinto es el que
amenaza al Yo (un Yo incipiente al nacer) que tiene que defenderse.
No se va a hablar de fases ni de etapas libidinales, sino de POSICIONES. Las posiciones
esquizo-paranoide y depresiva, funcionan como progresiones y regresiones a lo largo de la
vida.
Posición: es una estructura que se organiza de forma compleja alrededor de una relación de
objeto, con un tipo determinado de ansiedad o angustia y con la puesta en marcha de
mecanismos de defensas accionados por un Yo incipiente (presente desde el nacimiento).

LA POSICIÓN ESQUIZO-PARANOIDE - LOS PRIMEROS 3 O 4 MESES DE VIDA.


Al principio de la vida postnatal, el bebé experimenta ansiedades provenientes de fuentes
INTERNAS Y EXTERNAS.
ANSIEDAD PERSECUTORIA:
Entra desde un principio en la relación del bebé con los objetos, en la medida que está
expuesto a privaciones.
CAUSA:
➔ Primer causa interna es la acción del instinto de muerte que produce temor al
aniquilamiento
➔ Primer causa externa puede hallarse en la experiencia del nacimiento.
● esta experiencia, marca las primeras relaciones del bebé con el mundo exterior; el
dolor e incomodidad sufridos por él en la pérdida del estado intrauterino (donde
instinto de vida y de muerte convivían en armonía), son sentidos como un ataque de
fuerzas hostiles, es decir, como persecución.
Cuando el niño nace, hay un predominio del instinto de muerte y en menor cantidad instinto
de vida. Los que se dan constitutivamente (vienen dados, están unidos). Cuando predomina el
instinto de muerte la sensación que vive el Yo es que se despedaza, se fragmenta, puede
morir.
Frente a la situación del nacimiento, el modo que tiene de defenderse de ese estado de
ansiedad es el:
PRIMER MECANISMO DE DEFENSA - La escisión.
El Yo se defiende mediante la escisión (separación, disociación), va a dividir el instinto de
vida y el instinto de muerte. Las primeras experiencias del lactante con el alimento y la
presencia de la madre, inician una relación de objeto con ella; primeramente una relación con
un OBJETO PARCIAL: el pecho de la madre. El Yo va a administrar la angustia del parto
escindiendo al objeto, en pecho bueno y pecho malo. En la medida en que gratifica, el pecho

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es amado y sentido como “bueno”; y en la medida en que es fuente de frustración, es odiado
y sentido como “malo”. → esta antítesis entre pecho bueno y pecho malo, se debe en gran
parte a la falta de integración del yo, así como a los procesos de escisión dentro del yo y en
relación con el objeto.
El pecho bueno, externo e interno, se convierte en el prototipo de todos los objetos
protectores y gratificadores; mientras que el pecho malo es prototipo de todos los objetos
perseguidores externos e internos.
El pecho malo (odiado) adquiere las cualidades oral-destructivas propias de las pulsiones del
lactante cuando atraviesa estados de frustración y odio. En sus fantasías destructivas muerde,
desgarra, devora y aniquila el pecho, y siente que el pecho lo atacará de la misma forma. A
medida que las pulsiones sádico-uretrales y sádico-anales se fortalecen, el lactante imagina
que ataca al pecho con la orina envenenada y las heces explosivas. Estos ataques imaginarios
dirigidos contra el objeto son influidos por la voracidad.

-Como esto no resuelve la situación, se va a poner en marcha el:


SEGUNDO MECANISMO DE DEFENSA: Proyección-Introyección.
El Yo va a proyectar el instinto de muerte y el instinto de vida y lo va a ubicar en el pecho de
la madre (primer objeto).
Durante los tres o cuatro primeros meses de vida, el objeto bueno y el objeto malo no son
totalmente distintos el uno del otro; también parecen estar unidos a él, a su presencia corpórea
(unidos a su cuerpo).
El lactante PROYECTA sus pulsiones de amor y las atribuye al pecho gratificador (bueno),
así como proyecta sus pulsiones destructivas al exterior y las atribuye al pecho frustrador
(malo). A su vez, por INTROYECCIÓN, un pecho bueno y un pecho malo se instalan en el
interior.
El pecho malo va a ser también, retaliativo, ya que, como en sus fantasías destructivas,
muerde y desgarra el pecho, lo devora, lo aniquila, siente que el pecho lo atacará de la misma
forma. El temor a la voracidad del objeto, debido a la proyección, constituye un elemento
esencial de la ansiedad persecutoria.
La ansiedad persecutoria es, a su vez, contrarrestada por la relación del lactante con el
pecho bueno. La proximidad física a la madre durante la alimentación, la gratificación y el
amor que el bebé experimenta en esas situaciones le ayudan a contrarrestar la ansiedad
persecutoria, a superar la añoranza de un estado anterior perdido y fortalecer la confianza en
el objeto bueno.
TERCER MECANISMO DEFENSIVO - Idealización.
Es lo que le va a permitir al niño y al Yo, el control omnipotente del objeto. El Yo le da cierta
cualidad al objeto. Si el objeto es bueno se va a exagerar su bondad, va a ser transformado en
un objeto ideal: inagotable de capacidad de solventar todos sus deseos. Si el objeto es malo,
lo va a transformar en objeto perseguidor que frustra. El objeto va a ser completamente
bueno o completamente malo.
CUARTO MECANISMO DEFENSIVO - Identificación Introyectiva.

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Es un mecanismo por medio del cual el Yo deposita un aspecto parcial de sí mismo en un
objeto externo, mediante el mecanismo de proyección, y lo va a hacer propio, como objeto
interno, mediante la introyección.
QUINTO MECANISMO DEFENSIVO - Negación.
Implica la ausencia de uno de los dos objetos. Cuando está presente el objeto bueno,
desaparece completamente el objeto malo; y viceversa.
-Estos MECANISMOS DE DEFENSA, sirven para que el Yo se defienda del mundo, del
objeto, del instinto de muerte.

<Para que se pueda pasar de la posición esquizo-paranoide a la posición depresiva debe


haber un predominio suficiente de experiencias de gratificación>.

POSICIÓN DEPRESIVA - A PARTIR DE LOS CUATRO MESES.


Lo que marca la aparición de la posición depresiva es la unificación del objeto y del Yo.
El Yo va comprobar con las experiencias de gratificación, que el objeto bueno y malo son
UNO, es decir, que el objeto es bueno y malo a la vez. La tendencia del Yo de integrarse es
una expresión del instinto de vida.
La relación del bebé con el mundo externo se hace más diferenciada, aumenta su capacidad
de expresar sus emociones y de comunicarse con la gente.
Tanto el impulso de vida como el impulso de muerte van a estar reunidos en un mismo
objeto.
En esta posición la ansiedad predominante va a ser generada por el miedo a perder el objeto
bueno (la madre, ahora percibida como persona total). Esta ansiedad va a tender a aumentar
la voracidad y va a conducir a una mayor identificación con el objeto dañado. Esta
identificación, a su vez va a fortalecer el impulso de reparar y las tentativas del Yo de inhibir
las pulsiones agresivas.
Para neutralizar la ansiedad depresiva se van a poner en marcha DEFENSAS MANÍACAS:
las cuales se desarrollan como defensa contra la experiencia de ansiedad depresiva, culpa y
pérdida. Incluye mecanismos que ya se utilizaron en la primer etapa (escisión,
proyección-introyección, idealización, negación, identificación introyectiva), pero que ahora
tienen como finalidad defender al objeto de los ataques ambivalentes del Yo, y a éste de las
ansiedades y de la culpa.
Enfrentado a una multitud de situaciones de ansiedad, el Yo va a tender a NEGAR las
situaciones de ansiedad y llega hasta a negar que pueda amar al objeto en forma alguna.
Como el Yo no soporta la idea de perder el objeto, a través de la negación, va a poner en
marcha las defensas maníacas:
TRIUNFO: el Yo va a negar que siente nostalgia por el objeto destruido por su
omnipotencia.
CONTROL OMNIPOTENTE: controlando el objeto, el Yo niega la dependencia que tiene
de él.
DESPRECIO: el Yo va a negar el valor y el amor que tiene sobre el objeto.

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Cuando predomina la ansiedad depresiva, el control de objetos e impulsos es principalmente
utilizado por el Yo con el fin de prevenir la frustración, impedir la agresión y el peligro para
los objetos amados. Este control del Yo va a estar ligado a sentimientos de culpa, al sentir
que sus fantasías de destrucción están dirigidos contra la persona total de su objeto amado; y
junto la culpa, la necesidad de reparar, preservar o revivir el objeto amado dañado. Con lo
cual se va a identificar con la madre y va a internalizarla.
La omnipotencia decrece a medida que el bebé adquiere confianza en sus objetos y sus
capacidades de reparación. Siente que todo nuevo logro, complace a los que lo rodean, y de
esta manera expresa su amor, compensa o anula el daño hecho por sus pulsiones agresivas.
De este modo, se establecen las bases del desarrollo normal: se desarrollan las relaciones con
los demás, disminuye la ansiedad persecutoria referida a los objetos internos y externos,
incluye un sentimiento de mayor seguridad; todo lo cual fortalece y enriquece al Yo, este yo
más fuerte une y sintetiza los aspectos escindidos del objeto y de sí-mismo. Todos estos
progresos conducen a una creciente adaptación a la realidad externa e interna. Cuando
aumenta el sentido de la realidad, el bebé se vuelve más capaz de distinguir entre la
frustración impuesta desde el exterior y los peligros internos fantaseados; además conduce a
una mayor capacidad del bebé para restablecer una buena relación con la madre y otras
personas.
Si el proceso en la posición esquizo-paranoide fue exitoso, gradualmente pierden la fuerza la
ansiedad persecutoria y los mecanismos esquizoides, el yo puede introyectar y establecer el
objeto total y atravesar la posición depresiva. Pero si el yo es incapaz de manejar las
numerosas situaciones de ansiedad, puede hacer una marcada regresión desde la posición
depresiva a la anterior posición.
Atravesar la posición depresiva supone también un verdadero trabajo de duelo, ya que el
niño tiene que sacar la libido, la agresión de su objeto-madre y desplazarla a nuevos objetos,
El Yo se sintetiza y dirige todos sus instintos a un mismo objeto, pero este sigue siendo
ambivalente (bueno y malo). Si esos nuevos objetos que inviste son objetos que reemplazan a
la madre, todos los objetos del mundo son sustituidos del cuerpo de ella. A partir de aquí el
niño puede simbolizar.
Existe un lazo estrecho entre la posición depresiva y los fenómenos de duelo y melancolía
(Freud). Al continuar el trabajo de duelo y melancolía de Freud, Abraham señala una
diferencia fundamental entre duelo normal y anormal. En el duelo normal, el individuo llega
a establecer a la persona amada y perdida dentro de su Yo, mientras que en la melancolía y el
duelo anormal, este proceso fracasa. Describe factores que dependen del éxito o fracaso de
este proceso: si las pulsiones cabalísticas son excesivas, se malogra la introyección del objeto
bueno perdido, lo que conduce a la enfermedad. No solamente se retiran y reinvisten las
catexias referidas al objeto amado y perdido, como dice Freud, sino que durante este proceso
el objeto perdido se establece en el interior. Melanie Klein da su opinión frente a esto
diciendo que si bien es cierto que el rasgo normal del duelo es el establecimiento por parte
del individuo del objeto amado y perdido dentro de sí, no está haciéndolo por primera vez,
sino que está reinstalando ese objeto así como todos sus objetos internos amados que siente
haber perdido. Una reinstalación exitosa del objeto amado externo por el que se hace el duelo

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y cuya introyección se intensifica por el proceso de duelo, implica que se restauran y
recuperan objetos internos amados.
La posición depresiva está ligada a cambios de la organización libidinal del bebé. Durante
este periodo el bebé entra en los estadios tempranos del Complejo de Edipo positivo y
negativo. A pesar de que los deseos genitales se acercan a primer plano, predomina aún la
libido oral. Estos deseos orales (incrementados por la frustración en la relación con la madre),
se transfieren del pecho materno al pene del padre(aunque también son dirigidos hacia la
madre); el que según cree el bebé, debe estar contenido dentro del cuerpo de la madre. Junto
a esto van a surgir nuevos sentimientos: la envidia dirigida primeramente hacia el pecho
nutricio, y junto a esta se agregan los celos cuando surge la situación edípica. A medida que
se desarrolla una relación más realista con los padres, el bebé llega a considerarlos como
individuos separados.
Cuando el bebé sustituye a la madre y junto con ella su libido y la ansiedad depresiva, y se
vuelven primeramente hacia el padre (el pene), este proceso de distribución estimula las
relaciones de objeto y disminuye la intensidad de los sentimientos depresivos. Así, los
estadios temprano del CE positivo y negativo alivian las necesidades del niño y lo ayudan a
superar la posición depresiva.
Al llegar al término la neurosis infantil alrededor de los cinco años, la ansiedad persecutoria y
la ansiedad depresiva se han modificado. Y podría afirmarse que si los procesos dados en la
posición depresiva son exitosos, se habrá llenado una de las condiciones previas del
desarrollo normal.

LA IMPORTANCIA DE LA FORMACIÓN DE SÍMBOLOS EN EL DESARROLLO


DEL YO - MELANIE KLEIN

Hay una etapa temprana del desarrollo mental en la que se activa el SADISMO en cada una
de las diversas fuentes de placer libidinal. El sadismo va a alcanzar su punto culmine en esta
fase, que se inicia con el deseo oral-sádico de devorar el pecho de la madre y desaparece con
el advenimiento de la primera etapa anal.
En este periodo, el fin predominante en el sujeto es apoderarse del contenido del cuerpo de la
madre y destruirla con todas las armas que el sadismo tiene a su alcance. Esta fase constituye
al mismo tiempo, la introducción del Complejo de Edipo. Es decir, que el conflicto edípico
comienza en un periodo en el que predomina el sadismo.
El niño espera encontrar en el interior del cuerpo de su madre:
➔ a) el pene del padre; b) excrementos y; c) niños
➔ las cuales relaciona con cosas con sustancias comestibles.
Respecto al coito de los padres, durante el acto, el pene del padre es incorporado por la
madre. Por lo que, los ataques sádicos del niño, tienen por objeto a ambos padres a la vez, a
quienes muerde, despedaza o tritura en sus fantasías. Estos ataques despiertan angustia,
porque el niño teme ser castigado por los padres y la angustia es también internalizada a

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consecuencia de la introyección oral-sádica de los objetos y así se dirige ya hacia el superyó
temprano.
En los ataques fantaseados contra el cuerpo materno, desempeñan un papel considerable el
sadismo uretral, oral, muscular y anal. En la fantasía, los excrementos son transformados en
armas peligrosas: orinar es lastimar, herir, quemar, mientras que las materias fecales son
armas y proyectiles.
El exceso de sadismo despierta angustia y moviliza los mecanismos de defensa más
primitivos del yo.
La primera defensa impuesta por el yo está en relación a dos fuentes de peligro: el propio
sadismo del sujeto y el objeto que es atacado. Esta defensa es de carácter violento y difiere
del mecanismo de represión. En relación al sadismo del sujeto, la defensa implica expulsión y
en relación con el objeto atacado, implica destrucción.
El objeto atacado se convierte en una fuente de peligro porque el sujeto teme de él ataques
similares. Por lo que el Yo se encuentra ante una tarea que está totalmente fuera de su
alcance, que es la de dominar la angustia más intensa.
-El simbolismo es el fundamento de toda sublimación, ya que es a través de la ecuación
simbólica que cosas, actividades e intereses se convierten en tema de fantasías libidinales.-
Junto al interés libidinal, es la angustia la que pone en marcha el mecanismo de
identificación. La angustia hace que el niño equipare los órganos (pene, vagina, pecho) con
otras cosas, por lo que estos objetos se convertirán en objetos de angustia.
El niño se ve impulsado a hacer nuevas ecuaciones que constituyen su interés en los nuevos
objetos y el simbolismo. -Cambia el objeto madre porque teme perderla y la equipara con
nuevos objetos.-
El simbolismo constituye el fundamento de toda fantasía y sublimación, y además sobre
él se construye la relación del sujeto con el mundo exterior y con la realidad en general.
Las fantasía sádicas dirigidas contra el interior del cuerpo materno constituyen la relación
primera y básica con el mundo exterior y con la realidad. La primera realidad del niño es
totalmente fantástica; está rodeado de objetos que le causan angustia, por lo que,
excrementos, órganos, objetos, son en principio equivalentes entre sí.
El desarrollo del Yo y la relación con la realidad dependerán del grado de capacidad del Yo
para tolerar la presión de las primeras situaciones de angustia. Es importante cierto equilibrio,
una cantidad suficiente de angustia es una base necesaria para la abundante formación de
símbolos y fantasías.

CASO DICK
Un caso en el que existía una desusada inhibición en el desarrollo del Yo:
● Niño de cuatro años, que por su pobreza de vocabulario y desarrollo intelectual estaba
en el nivel de un niño de 15 o 18 meses.
● Faltaban casi completamente la adaptación a la realidad y las relaciones emocionales
con su ambiente.
● Carecía de afecto y era indiferente a la presencia o ausencia de la madre o la niñera.
● Rara vez había manifestado angustia en un grado anormalmente reducido.

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● No tenía casi intereses, no jugaba y no tenía contacto con su medio.
● Articulaba y repetía constantemente sonidos ininteligibles. Al hablar utilizaba
incorrectamente su escaso vocablo.
● Tenía una actitud negativa que expresaba haciendo exactamente lo contrario a lo que
se esperaba de él. Su conducta difería de la de un neurótico. Cuando un neurótico
manifiesta oposición lo hace en la forma de rebeldía; y cuando manifiesta obediencia
lo hace con cierta comprensión y referencia respecto a la cosa o persona implicada.
Pero en Dick no se advertía afecto ni comprensión alguna.
● Al lastimarse demostraba insensibilidad al dolor y no experimentaba el deseo
universal de ser consolado y mimado.
● Manifestaba una notable torpeza física. Lo único que manipulaba normalmente era la
cuchara con que comía.
● Su comportamiento en consultorio carecía de sentido y propósito. No tenía relación
con ningún afecto o angustia.
● Tenía una ausente relación objetal.
Historia previa de Dick:
● Su lactancia había sido insatisfactoria y perturbada, ya que la madre durante semanas
insistió en una fallida tentativa de amamantarlo. Por lo que se recurrió a la
alimentación artificial.
● Cuando tenía 7 semanas, se le procuró una nodriza, pero no pudo mejorar en sus
mamadas.
● Padeció de trastornos digestivos, prolapso anal y de hemorroides.
● Es posible que su desarrollo haya quedado afectado debido a que, aunque recibió toda
clase de cuidados, nunca se le otorgó verdadero amor.
● Cuando tenía dos años, tuvo una niñera hábil y afectuosa, y pasó un tiempo con su
abuela que era cariñosa. La influencia de estos cambios pudo notarse en su desarrollo.
● Había aprendido a caminar a edad normal. pero hubo dificultades para enseñarle el
control de esfínteres.
● Se manifestaba a los 4 años sensible a los reproches. Su niñera había descubierto que
practicaba la masturbación y le había dicho que eso era malvado y que no debía
hacerlo. Esta prohibición dio orígen a temores y sentimientos de culpa.
● Cuando tuvo la nodriza no había manifestado deseo de mamar. Luego se negaba a
tomar el biberón. Y cuando llegó el momento de darle alimentos sólidos se negaba a
morderlos.
Análisis de Dick:
● La razón de la desusada inhibición de su desarrollo era el fracaso de las etapas
primitivas.
● Había en el Yo de Dick una incapacidad completa, aparentemente constitucional, para
tolerar la angustia.
● Lo genital había intervenido muy precozmente; esto produjo una prematura y
exagerada identificación con el objeto atacado y contribuyó a la formación de una
defensa igualmente prematura contra el sadismo.

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● El Yo había cesado el desarrollo de su vida de fantasía y su relación con la realidad.
La formación de símbolos se había detenido.
● Era indiferente a la mayor parte de los objetos y juguetes a su alrededor, pero le
interesaban los trenes y estaciones, también las puertas, los picaportes, el abrir y
cerrar puertas.
● El interés hacia esto objetos tenía un orígen común: se relacionaba con la penetración
del pene en el cuerpo materno. Las puertas y cerraduras representaban los orificios de
entrada y salida del cuerpo de la madre, mientras que los picaportes representaban el
pene del padre y el suyo.
● Lo que había producido la detención de la actividad de formación de símbolos era el
temor al castigo cuando hubiese penetrado el cuerpo de la madre.
● Sus defensas contra sus propios impulsos destructivos resultaron un impedimento de
su desarrollo. Era absolutamente incapaz de cualquier agresión.
● El desarrollo ulterior de Dick había sido perturbado porque el niño no podía vivir en
fantasías la relación sádica con el cuerpo de la madre.
● Su falta de interés por el ambiente y las dificultades para establecer un contacto con
su mente eran tan sólo el resultado de su falta de relación simbólica con las cosas.
A través de la terapia:
● En el análisis a Dick, Melanie Klein, pudo llegar hasta su icc a través de los
rudimentos de vida de fantasía y de formaciones simbólicas que manifestaba. El
resultado obtenido fue una disminución de la angustia latente, de modo que cierto
monto de angustia quedó manifestada.
● Todo progreso era seguido por la liberación de nuevas cantidades de angustia, y lo
llevaba a apartarse de las cosas con las que había establecido ya relaciones afectivas,
y que, se habían convertido en objetos de angustia. Al apartarse de ellos, se dirigía
hacia nuevos objetos, y éstos también llegaban a convertirse en el objetivo de sus
impulsos epistemofílicos y agresivos.
● A medida que iban aumentando sus intereses, fue enriqueciendo simultáneamente su
vocabulario, porque había comenzado a demostrar un interés cada vez mayor no sólo
por la cosas en sí, sino también por sus nombres.
● Junto al aumento de intereses, había parecido la relación de objeto que hasta entonces
faltaba. Durante esos meses su actitud hacia la madre y la niñera se tornó afectuosa y
normal. Deseaba ahora su presencia, quería que ellas le presten atención y se
entristecía cuando lo dejaban.
● Luego de seis meses de análisis, muchos de los problemas que se presentaron
resultaron solucionables.
● Se trataba de un caso caracterizado por una ausencia casi total de afectividad y de
angustia, gran alejamiento de la realidad y falta de accesibilidad, así como de rapport
emociona, conducta negativista alternando con indicios de obedencencias
automáticas, indiferencia ante el dolor.
Melanie Klein clasifica la enfermedad de Dick como ESQUIZOFRENIA, pero no
relacionada con una regresión. A pesar de que difiere de la esquizofrenia típica.

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Conclusiones:
● Los estadios tempranos del complejo de edipo están dominados por el sadismo.
Tienen lugar durante una etapa del desarrollo que se inicia con el sadismo oral y
termina cuando la predominancia del sadismo anal llega a su fin.
● Sólo en los estadíos posteriores del conflicto edípico aparece la defensa contra los
impulsos libidinales; en los estadíos tempranos es contra los impulsos destructivos
asociados contra lo que se dirige la defensa. La primera defensa erigida por el to va
dirigida contra el propio sadismo del sujeto y contra el objeto atacado, ya que ambos
son considerados como fuentes de peligro. Esta defensa tiene carácter violento.
● En el varón, esta poderosa defensa se dirige también contra su propio pene, como el
órgano ejecutor de su sadismo, y es una de las causas más frecuentes de todas las
perturbaciones de la potencia sexual.
Génesis de la psicosis:
● Los puntos de fijación de la demencia precoz y de la paranoia deben buscarse en la
etapa narcisista, los de la demencia precoz precederán a los de la paranoia.
● Una excesiva y prematura defensa del Yo contra el sadismo impide el establecimiento
de la relación con la realidad y el desarrollo de la vida de fantasía. La posesión y
exploración sadística del cuerpo materno y del mundo exterior, quedan detenidas y
esto produce la suspensión de la relación simbólica con cosas y objetos que
representan el cuerpo de la madre, y por ende, del contacto del sujeto con ambiente y
con la realidad en general.
● La base de la falta de afecto y angustia, es uno de los síntomas de la demencia precoz.
En esta enfermedad, la regresión iría directamente a la fase temprana del desarrollo en
que la apropiación y destrucción sádica del interior de la madre y el establecimiento
de una relación con la realidad han sido impedidos debido a la angustia.

DUELO Y MELANCOLÍA - SIGMUND FREUD

Freud va a comenzar comparando la melancolía con un afecto normal: el duelo. Estas dos
afecciones van a coincidir por las influencias de la vida que los ocasionan: la pérdida de una
persona amada o de una abstracción. En muchas personas puede darse en lugar de duelo,
melancolía.
Al duelo, a pesar de que trae consigo desviaciones de la conducta normal, no lo
consideramos como un estado patológico. Sino que creemos que pasado cierto tiempo se lo
superará, lo juzgamos como inoportuno.
La melancolía se distingue en lo anímico por una desazón (intranquilidad) profundamente
dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar,
la inhibición de toda productividad, una rebaja de sí(mismo) que se exterioriza en
autorreproches y auto denigraciones, y en extremo una delirante expectativa de castigo. El

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duelo muestra los mismos rasgos, excepto uno, falta en él la perturbación del sentimiento de
sí(mismo).
Se comprende que esta inhibición y este angostamiento del Yo expresan una entrega total al
duelo, que nada deja para otros propósitos o intereses.
¿En qué consiste la operación que realiza el trabajo de duelo?
El examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe más, y de él
emana(deriva) ahora la exhortación(actuar) de quitar toda libido de sus enlaces con ese
objeto. Pero frente a esto hay una renuencia(resistencia) universal en la que se observa que el
hombre no abandona una posición libidinal tan fácilmente, ni aún cuando un sustituto asoma.
Esa renuncia puede alcanzar tal intensidad que llega a producir un extrañamiento de la
realidad y una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo. Entonces,
para que prevalezca el acatamiento a la realidad, este procesos debe hacerse muy lentamente,
pieza por pieza, con un gran gasto de tiempo y energía de investidura. Mientras se quita la
libido pieza por pieza, el objeto sigue existiendo dentro del psiquismo. Cada uno de los
recuerdos y las expectativas en que la lbido se anudaba al objeto, son clausurados,
sobreinvestidos. Una vez que se realiza el trabajo del duelo, el Yo se vuelve otra vez libre y
desinhibido. En el duelo no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida.
En la melancolía, también puede ser reacción frente a la pérdida de un objeto amado. Pero,
en otras ocasiones, puede reconocerse que esa pérdida es de naturaleza más ideal. El objeto
tal vez no está realmente muerto, pero se perdió como objeto de amor (ej: una novia
abandonada). No atinamos a decir con precisión lo que se perdió, tampoco el enfermo puede
apresar en su conciencia lo que perdió. Él sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él.
En ella, la pérdida desconocida tendrá por consecuencia un trabajo interior semejante y será
la responsable de la inhibición. El melancólico muestra una extraordinaria rebaja en su
sentimiento yoico, un enorme empobrecimiento del yo. Nos describe a su Yo como indigno,
moralmente despreciable, se hace reproches, y espera repulsión y castigo. El cuadro de este
delirio de insignificancia, se completa con el insomnio, la repulsa del alimento y un
desfallecimiento de la pulsión, que compele a todos los seres vivos a aferrarse a la vida. Sería
infructuoso intentar oponerse al enfermo, es que en algún sentido ha de tener razón y ha de
pintar algo que es como a él le parece. Lo esencial no es que el melancólico tenga razón, sino
más bien, que esté describiendo correctamente su situación psicológica. Deberíamos inferir
que él ha sufrido una pérdida en el objeto, pero de sus declaraciones surge una pérdida de su
Yo.
La mirada que la melancolía no permite echar en la constitución íntima del Yo humano:
Una parte del yo se contrapone a la otra, la toma por objeto, digamos. La instancia crítica
escindida del Yo podría probar también su anatomía en otras situaciones. Hallaremos en la
realidad fundamento para separar esa instancia del resto del Yo. Lo que se ha de conocer aquí
es la instancia que se llama: conciencia moral (superyó). El cuadro melancólico destaca el
desagrado moral con el propio Yo por encima de otras tachas: quebranto físico, fealdad,
inferioridad social, debilidad.
Si uno presta atención a estos reproches se da cuenta de que ellos no se adecúan al enfermo,
sino que con levísimas modificaciones se ajustan más a una persona que él ama, ha amado o

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amaría. Es decir que, mezclado con autorreproches genuinos hacia sí mismo, en realidad
estarían dirigidos a el objeto de amor perdido.
Hubo una elección de objeto, una ligadura de la libido a una persona determinada; por obra
de una afrenta real o un desengaño de parte de la persona amada, sobrevino un sacudimiento
de ese vínculo de objeto. El resultado no fue el normal, la investidura de objeto resultó poco
resistente, fue cancelada, pero la libido libre no se desplazó a otro objeto, sino que se retiró
sobre el yo. Ahí no encontró un uso cualquiera, sino que sirvió para establecer una
identificación del yo con el objeto resignado. Esta identificación con el objeto va a permitir
continuar el vínculo libidinal con el objeto perdido, pero ahora dentro del Yo que se ha
identificado con él. Ahora lo que sucede, es que el conflicto con el ser amado pasa a ser un
conflicto entre la parte crítica del Yo y la parte del Yo alterada por identificación. Para que
esto suceda, debe haber al mismo tiempo una fijación al objeto de amor y escasa resistencia
de la investidura de objeto.
La elección de objeto que se da en la melancolía está hecha sobre una base narcisista, y si
esta elección encuentra dificultades en el camino, puede regresar al Yo desde donde partió.
Por tanto, la melancolía toma prestados una parte de sus caracteres al duelo, y la otra parte a
la regresión desde la elección narcisista de objeto hasta el narcisismo.
Cuando preexiste la disposición a la neurosis obsesiva, el conflicto de ambivalencia presta al
duelo una conformación patológica y lo compele a exteriorizarse en la forma de unos
autorreproches, a saber, que uno mismo es culpable de la pérdida del objeto de amor, vale
decir, que la quiso.
Las ocasiones de la melancolía rebasan las más de las veces el claro acontecimiento de la
pérdida por causa de muerte y abarcan todas las situaciones de menosprecio y de desengaño
en virtud de las cuales puede instalarse en el vínculo, una oposición entre amor y odio o
reforzarse una ambivalencia preexistente. Si el amor por el objeto - ese amor que no puede
resignarse al par que el objeto mismo es resignado- se refugia en la identificación narcisista,
el odio se ensaña con ese objeto sustitutivo insultándolo, denigrándolo, haciéndolo sufrir y
ganando en este sufrimiento una satisfacción sádica.
A nivel tópico, Freud va a decir que la representación cosa (icc) es abandonada por la libido
de a poco, y el conflicto amor-odio libra batalla en el icc, el amor busca mantener la ligadura
libidinal con el objeto, mientras que el odio busca desatar la libido al objeto.
El desenlace de la melancolía es que se retira la libido del objeto y vuelve sobre el yo, gracias
a esto el amor se sustrae de cancelar su vínculo con el objeto ante la huida al interior del Yo.
Algo parecido pasa en el DUELO, pero a nivel consciente.

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EL SEPULTAMIENTO DEL COMPLEJO DE EDIPO
S. FREUD

El complejo de Edipo se revela como fenómeno central del período sexual de la primera
infancia. Luego cae sepultado, sucumbe a la represión y es seguido por el periodo de latencia.
El CE se va a pique (cae sepultado) a raíz de las dolorosas desilusiones acontecidas. La falta
de la satisfacción esperada, la continua denegación del hijo deseado, por fuerza determinarán
que los pequeños enamorado se extrañen de su inclinación sin esperanzas. Así, el complejo
de Edipo se iría al fundamento a raíz de su fracaso como resultado de su imposibilidad
interna.
NIÑO:
● Cuando el niño vuelca su interés en los genitales, trasluce su ocupación manual en
ellos (masturbación), de lo que luego tiene que lidiar que los adultos no estén de
acuerdo con ese obrar.
● Sobreviene la amenaza de que se le arrebatará el pene. Pueden ser amenazas respecto
del pene o al corte de la mano.
● Al comienzo no va a dar creencia ni importancia alguna a la amenaza.
● El niño va a comenzar a creer en la posibilidad de castración con la observación de los
genitales femeninos, ya se de una hermanita o compañera de juego.
● Llega a la conclusión de que tuvo pene pero le fue removido.
● En esta etapa, la vida sexual de niño se centra en la masturbación. La masturbación no
es más que la descarga genital de excitación sexual perteneciente al complejo.
● El CE ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción:
➔ Activa: identificándose con el padre, tomar su lugar y poseer a la madre.
➔ Pasiva: sustituir a la madre y ser objeto de amor del padre.
● La aceptación de la posibilidad de castración pone fin a la posibilidad de satisfacción
de las dos (activa y pasiva) derivadas de CE, ya que las dos conllevaban la pérdida del
pene.
● Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por IDENTIFICACIÓN.
● La autoridad del padre o de ambos padres, es introyectada en el Yo y forma ahí el
núcleo del SuperYó, que toma del padre su severidad, perpetúa la prohibición del
incesto y asegura al Yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto.
● Las aspiraciones libidinosas del CE son desexualizadas y sublimadas, lo que acontece
en una trasposición en identificación y mudadas en mociones tiernas.
NIÑA:
● El clítoris de la niña se comporta al principio en un todo como un pene. Pero por la
comparación con un compañerito, percibe que es <demasiado corto>, y siente este
hecho como una razón de inferioridad.
● Comprende su falta del pene mediante el supuesto de que una vez lo poseyó y lo
perdió luego por su castración.
● Acepta la castración como un hecho consumado.

12
● La muchacha se desliza del pene al hijo. Su CE culmina en el deseo de recibir como
regalo un hijo del padre. El CE es abandonado luego poco a poco, ya que ese deseo no
se cumple nunca.
● Ambos deseos (de un hijo y de poseer pene) permanecen en lo icc, donde se
conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar a la niña para su posterior
papel sexual.

LA ORGANIZACIÓN GENITAL INFANTIL


S. FREUD

En el desarrollo de la sexualidad infantil el interés por los genitales cobra mucha


significatividad. Reside en que para ambos sexos sólo desempeña un papel fundamental un
genital → el masculino. Por lo que no hay un primado genital, sino un primado del falo.
Para el niño es natural presuponer que todos los seres vivos poseen un genital parecido al de
él. Plantea nuevas tareas a su pulsión de investigación. Quiere ver el pene en otras personas
para compararlo con el suyo. En esas investigaciones el niño descubre que el pene no es
patrimonio común de todos. Es notoria su reacción al ver los genitales de una hermanita,
amiguita. Desconocen la falta de pene, creen ver un miembro a pesar de todo.
Luego, llega a la conclusión de que sin duda el pene estuvo presente y fue removido.
La falta de pene es entendida como resultado de una CASTRACIÓN. Ahora se plantea la
castración a su propia persona.
El niño cree que personas despreciables del sexo femenino, culpables de mociones
prohibidas, habría perdido el genital. Pero que personas respetables como su madre, siguen
conservando el pene. Más tarde, cuando aborda los problemas del génesis, se dan teorías que
explican el trueque del pene a cambio de un hijo.
En el estadio de la organización pregenital sádico-anal no cabe hablar de
masculino-femenino, sino de oposición entre activo y pasivo. Lo masculino reúne al sujeto, la
actividad y la posesión del pene; lo femenino, el objeto y la pasividad.

ALGUNAS CONSECUENCIAS PSÍQUICAS DE LA DIFERENCIA ANATÓMICA


ENTRE LOS SEXOS
S. FREUD

La postura edípica del varón pertenece a la FASE FÁLICA y va al fundamento por la


angustia de castración, es decir, por el interés narcisista hacia lo genitales.
El CE es de sentido doble, ACTIVO Y PASIVO, con disposición bisexual. El niño también
quiere sustituir a la madre como objeto de amor del padre, lo que designa una actitud
femenina.

13
La acción de espiar con las orejas el coito de los progenitores a edad muy temprana da lugar a
la primera excitación sexual y, por los efectos que trae con posterioridad, pasa a ser el punto
de partida para todo el desarrollo sexual.
C. DE EDIPO DE LA NIÑA:
● Como en el niño, su primer objeto de amor es la madre.
● La niña hace un descubrimiento notando el pene de un hermano o compañero, y lo
discierne como el correspondiente superior de su propio órgano, pequeño y
escondido. A partir de este descubrimiento cae víctima de la envidia del pene.
● En este momento se forma su juicio y su decisión. Ha visto el pene, sabe que no lo
tiene y quiere poseerlo.
● Se bifurca (se da) el complejo de masculinidad de la mujer, que si no logra superarlo
pronto, puede acabar en grandes dificultades ante el desarrollo hacia la feminidad.
● O bien puede sobrevenir el proceso designado DESMENTIDA: la niña se rehúsa a
aceptar el hecho de su castración, afirma la convicción de que posee un pene, por lo
que se ve obligada a comportarse como su fuera un varón.
● Con la llegada de su herida narcisista, se da en la mujer un sentimiento de
inferioridad. Comienza a compartir el menosprecio del varón por ese sexo mutilado.
● A pesar de que la envidia del pene haya resignado a su objeto genuino, pervive en el
rasgo de carácter de los celos.
● Otro niño de quien se tiene celos, debe ser golpeado. El niño golpeado no puede ser
otro que el clítoris mismo, por lo que se da la confesión de la masturbación.
● Otra consecuencia de la envidia del pene, es el afloramiento de los vínculos tiernos
con el objeto-madre. La madre que echó al mundo a la niña con una dotación
insuficiente, es responsabilizada por esa falta de pene.
● El conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos esfuerza a la niña pequeña
a apartarse de la masculinidad y del onanismo masculino y a encaminarse por nuevas
vías que llevan al despliegue de la feminidad.
● Ahora la libido de la niña se desliza a una nueva posición → resigna el deseo del pene
para reemplazarlo por el deseo de un hijo y con este propósito toma al padre como
objeto de amor. La madre pasa a ser objeto de los celos, y la niña deviene una
pequeña mujer.

MÁS ALLÁ DEL PPIO DE PLACER: PULSIÓN SEXUAL Y DE


AUTOCONSERVACIÓN; PULSIÓN DE VIDA Y DE MUERTE. - FREUD

14
El Seminario. Libro I. Los escritos técnicos de Freud. Clase XIX: La
función creadora de la palabra (Lacan)

Cada vez que estamos en el orden de la palabra (registro simbólico), todo lo que instaura en
la realidad otra realidad, sólo adquiere su sentido y su acento en función de este orden mismo.
Si la emoción puede ser desplazada, inhibida, si ella está comprometida en una dialéctica, es
porque ella está capturada en el orden simbólico, a partir del cual los otros órdenes,
imaginario y real, ocupan su puesto y se ordenan. (Lacan le habla a los cognitivos, afirma que
el efecto no es pensable, sino hablable, aparece en el discurso. El efecto se monta en la
palabra).

Para explicarlo mejor, Lacan relata la fábula de Ulises: Los compañeros de Ulises fueron
transformados, por sus fastidiosas inclinaciones, en cerdos. Este mundo animal conserva
ciertos vínculos con el mundo humano, ya que en medio de la porqueriza (la porqueriza
considerada como sociedad), se comunican entre ellos mediante gruñidos sus necesidades: el
hambre, la sed, hasta incluso el espíritu del grupo.

¿Qué puede decirse de estos gruñidos? ¿Acaso no son también mensajes dirigidos al otro
mundo?: Yo, oigo que los compañeros de Ulises gruñen: Añoramos a Ulises, añoramos que
no esté entre nosotros, añoramos su enseñanza, lo que él era para nosotros a través de la
existencia.

¿Cómo reconocer que ese gruñido que llega hasta nosotros desde ese susurro acumulado
en el espacio cerrado de la porqueriza, es una palabra? ¿Será porque allí se expresa algún
sentimiento ambivalente?: Existe en esta ocasión lo que se llama, en el orden de las
emociones y de los sentimientos, ambivalencia. Porque Ulises, es un guía más bien molesto
para sus compañeros. Sin embargo, una vez convertidos en cerdos, tienen razones para añorar
su presencia. Por ello, existe una duda acerca de lo que comunican.

Pero, ¿acaso es ella suficiente para transformar un gruñido en una palabra?: No; porque
la ambivalencia emocional del gruñido es una realidad en su esencia no constituida. El
gruñido del cerdo sólo se transforma en palabra cuando alguien se plantea la cuestión
de saber qué es lo que este gruñido pretende hacer creer. Una palabra sólo es palabra en
la exacta medida en que hay alguien que crea en ella. (Acá se remarca el lugar del A,
aquel que sanciona la palabra. La palabra está acompañada de un significado simbólico. El
bebé habla: ba..ba..ba.. la madre es quien la reconoce y le brinda un significado). (El lenguaje
es un cuerpo que da cuerpo. El cuerpo que el bebé cree que le pertenece es resultado del
lenguaje. Ej.: el niño descubre que tiene manos, porque su madre está presente, juega con él y
le canta…que linda manito..)

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¿Qué pretenden hacer creer, gruñendo, los compañeros de Ulises transformados en
cerdos?: Que aún preservan algo humano. En esta ocasión expresar la añoranza de Ulises, es
reivindicar ser reconocidos, ellos mismo los cerdos, como compañeros de Ulises. Una
palabra se sitúa ante todo en está dimensión. La palabra es esencialmente un medio
para se reconocido. La palabra está ahí, antes que cualquier cosa pueda estar detrás de
ella. Por eso es ambivalente e insondable.

¿Es o no verdadero lo que ella dice?: Es un espejismo. Es este primer espejismo el que les
asegura que estamos en el dominio de la palabra. (El lenguaje nos preexiste y nos
sobrevive. De ahí el concepto de “sujeto” para Lacan. Para persona es dependiente, está
amarrada al lenguaje. Lo que te hace sujeto es el lenguaje. Sujeto quiere decir “sujeto al
lenguaje”). Sin esta dimensión, una comunicación no es más que algo que transmite, algo
que es casi de igual orden que un movimiento mecánico. El gruñido, puede analizarse
totalmente en términos de mecánica. Pero, a partir el momento en que quiere hacer
creer algo y exige reconocimiento, la palabra existe. (Si nos olvidamos de lo simbólico, la
palabra se vuelve una “máquina”). Por eso puede hablarse, en cierto sentido, del lenguaje
de los animales. Hay lenguaje en los animales en la exacta medida en que hay alguien
para comprenderlo.

EL SEMINARIO. LIBRO V. LAS FORMACIONES DEL INCONSCIENTE. CLASE VIII: LA


FORCLUSIÓN DEL NOMBRE DEL PADRE.

SEGÚN LACAN LA FORCLUSIÓN DEL NOMBRE DEL PADRE ES UN RECHAZO RADICAL DEL SIGNIFICANTE
NOMBRE DEL PADRE, DEBIDO A QUE ESTE NUNCA SE INSCRIBIÓ EN EL SUJETO; EN EL MOMENTO EN QUE
DEBIÓ HABER LLEGADO A INSTAURAR LA LEY Y LA CASTRACIÓN (EL MOMENTO DEL EDIPO), EL NOMBRE
DEL PADRE NUNCA SE PRESENTÓ, Y, POR TANTO, QUEDÓ FORCLUIDO. NO SE TRATA DE QUE EL SUJETO
RECHAZA LA CASTRACIÓN, SINO QUE EL SUJETO NO PASÓ POR DICHA EXPERIENCIA, NO TUVO ACCESO A
ELLA. ESTA FORCLUSIÓN DESIGNA UNA CARENCIA DEL SIGNIFICANTE QUE ASEGURA LA CONSISTENCIA
DEL DISCURSO DEL SUJETO. COMO LO FORCLUIDO ES UN ELEMENTO SIMBÓLICO, ÉSTE REAPARECERÁ EN
LO REAL, POR ESO EL FRACASO DE LO FORCLUIDO NO SE MANIFIESTA EN LA EMERGENCIA DE SÍNTOMAS
(COMO EN LA NEUROSIS),SINO POR LA REAPARICIÓN, EN LO REAL, DE ESO QUE NO LLEGÓ, QUE NO SE
INSCRIBIÓ, Y SE MANIFESTARÁ,POR EJEMPLO, BAJO LA FORMA DE ALUCINACIONES QUE PARA EL SUJETO
PSICÓTICO SE CONSTITUYEN EN REALIDADES INDISCUTIBLES O CERTEZAS LO FORCLUIDO (RECHAZADO) DE
LO SIMBÓLICO (MALEVAL, 2002). LACAN PLANTEA QUE LA FALTA DE UN SIGNIFICANTE PRIMORDIAL
LE DA A LA PSICOSIS SU CONDICIÓN ESENCIAL Y SE ENCUENTRA FORMULADA POR PRIMERA VEZ COMO
FORCLUSIÓN DEL NOMBRE DEL PADRE.ENTONCES EN EL PSICÓTICO LA FORCLUSIÓN DE ESTE
SIGNIFICANTE PRIMORDIAL AFECTA AL NOMBRE DEL PADRE, Y NO A SIGNIFICANTES CUALESQUIERA NI A
EXPERIENCIAS SINGULARES (MALEVAL, 2002). ES GRACIAS A LA INTRODUCCIÓN DE LA NOCIÓN DE
FALTA DE UN SIGNIFICANTE PRIMORDIAL (SOSTÉN DEL ARMAZÓN SIMBÓLICO) QUE RESULTA POSIBLE

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CONCEBIR LA ESPECIFICIDAD DE LA FORCLUSIÓN PSICÓTICA.LUEGO DE ESTO LACAN ARTICULA LA
FUNCIÓN PATERNA, RELACIONADA CON ESTE SIGNIFICANTE PRIMORDIAL,A TRAVÉS DEL COMPLEJO DE
EDIPO. LACAN TOMANDO COMO REFERENCIA LA REPRESIÓN PRIMARIA DE FREUD
MANIFIESTA QUE LA FORCLUSIÓN ES UN OBSTÁCULO A LA REMEMORACIÓN, YA QUE ESO QUEDÓ
EXPULSADO FUERA DE LA AFIRMACIÓN ORIGINAL; ENTONCES SI LA REPRESIÓN GENERA SÍNTOMAS, EN
EL SENTIDO ANALÍTICO DEL TÉRMINO, LA FORCLUSIÓN GENERARÁ FENÓMENOS DIVERSOS, COMO POR
EJEMPLO LA ALUCINACIÓN Y EL ACTING-OUT. LACAN SE APOYA EN EL CASO DEL HOMBRE DE LOS LOBOS
EN RELACIÓN AL EPISODIO DEL DEDO CERCENADO. A LLÍ AFIRMA LACAN QUE LA FORCLUSIÓN LE HA
SALIDO AL PASO A LA MANIFESTACIÓN DEL ORDEN SIMBÓLICO, ES DECIR, A LA AFIRMACIÓN QUE FREUD
ESTABLECE COMO EL PROCESO EN QUE EL JUICIO ATRIBUTIVO TOMA SU RAÍZ, Y QUE NO ES SINO LA
CONDICIÓN PRIMORDIAL PARA QUE DE LO REAL VENGA ALGO A OFRECERSE A LA REVELACIÓN DEL SER O,
PARA EMPLEAR EL LENGUAJE DE HEIDEGGER, SEA DEJADO-SER. DE ESTA FORMA, LA INSTAURACIÓN DE
LA REPRESIÓN PRIMARIA ES LA CONDICIÓN PARA QUE LO SIMBÓLICO CAPTURE A LO REAL EN SU TRAMA.
LO REPRIMIDO SE REVELA MEDIANTE UNA DENEGACIÓN Y DEMUESTRA SER DIALECTIZABLE PORQUE ESTÁ
ARTICULADO EN LO SIMBÓLICO, POR EL CONTRARIO, EL SURGIMIENTO DE LO FORCLUIDO EN LO REAL
DEJA AL SUJETO PSICÓTICO ABSOLUTAMENTE INERME, INCAPAZ DE HACER FUNCIONAR LA DENEGACIÓN
CON RESPECTO AL ACONTECIMIENTO.

LA FORCLUSIÓN DESIGNA AL MECANISMO ESPECÍFICO DE LA PSICOSIS POR EL CUAL SE PRODUCE EL


RECHAZO DE UN SIGNIFICANTE FUNDAMENTAL (NDP). NO ESTÁ INTEGRADO EN EL ICC, COMO EN LA
REPRESIÓN, Y RETORNA EN FORMA ALUCINATORIA EN LO REAL DEL SUJETO. LA FORCLUSIÓN ES
DIFERENTE A LA REPRESIÓN, PORQUE LA CADENA SIGNIFICANTE CONTINÚA DESARROLLÁNDOSE,
OBRANDO.

EN LA PSICOSIS EL GRAN OTRO NO ESTÁ BARRADO, EL SUJETO NO ENCUENTRA EL MALENTENDIDO EN EL


DISCURSO; POR ESO NUNCA DUDA

CHISTE: EL MOMENTO DE LA DEMANDA SATISFECHA ESTÁ REPRESENTADO POR LA SIMULTANEIDAD DE LA


INTENCIÓN, EN TANTO QUE EL SIGNIFICANTE LLEGA AL OTRO.

LA PERFECTA SIMULTANEIDAD, SUPERPOSICIÓN EXACTA ENTRE LA INTENCIÓN (QUE ES LA INTENCIÓN DEL


EGO) Y EL HECHO DE QUE EL SIGNIFICANTE EN CUANTO TAL ES ADMITIDO EN EL OTRO, ESTÁ EN EL
PRINCIPIO DE LA POSIBILIDAD MISMA DE LA SATISFACCIÓN DE LA PALABRA.

EL PASO DEL DESEO A TRAVÉS DE LA CADENA DEL SIGNIFICANTE, INTRODUCE DE POR SI UN CAMBIO
ESENCIAL EN LA DIALÉCTICA DEL DESEO. EL VERDADERO DESEO DEBIDO AL SIGNIFICANTE NO LLEGA A
SER SIGNIFICADO.

CARPETA:

CUANDO SE DEMANDA, SE PIDE MÁS DE LO QUE SE DICE. EL CHISTE ES EL MEJOR EJEMPLO, PORQUE
SIEMPRE APARECE ESE SENTIDO QUE REALMENTE DA RISA (UN RESURGIMIENTO DE UN NUEVO SENTIDO

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ENTRE LAS PALABRAS). A LGO SUCEDE EN ELOTRO QUE SIMBOLIZA LA CONDICIÓN NECESARIA PARA
TODA SATISFACCIÓN: QUE SE TE ESCUCHA MÁS ALLÁ DE LO QUE DICES.

TODA DEMANDA QUE NO SEA DE NECESIDAD ES SIEMPRE UNA DEMANDA DE AMOR. EL NIÑO CUANDO
PIDE Y NO LE ES DADO LO QUE PIDE SIEMPRE ENTIENDE ESO COMO FALTA DE AMOR (PORQUE ÉL CREE QUE
EL GRAN OTRO TODO LO PUEDE).

SIEMPRE QUE DEMANDAMOS AMOR, DEMANDAMOS COMPLETITUD. AMOR ES CONTRARIO A DESEO


(FALTA). EL AMOR INTENTA OBTURAR AL DESEO, PORQUE TIENDE A LA COMPLETITUD.

POR ESO AL PACIENTE SE LO HACE DESEAR, NO SE LOS AMA. LA CURA DEBE REALIZARSE EN LA
ABSTINENCIA (DE CONSEJOS).

EL FALO OCUPA EL LUGAR DE LA FALTA. TIENE DOS FUNCIONES:

1) DENUNCIA LA FALTA

2) INTENTA DE TAPARLA

EL SEMINARIO. LIBRO V. LAS FORMACIONES DEL INCONSCIENTE. CLASE IX: LA


METÁFORA PATERNA (LACAN)

La función del padre tiene su lugar, bastante amplio, en la historia del análisis. Se encuentra
en el corazón de la cuestión del Edipo. Freud la introdujo al principio de todo, porque el
complejo de Edipo aparece ya de entrada en La interpretación de los sueños. Lo que revela el
Icc al principio es, de entrada y ante todo, el complejo de Edipo. Lo importante de la
revelación del Icc, es la amnesia infantil que afecta a los deseos infantiles por la madre y al
hecho de que estos deseos están reprimidos. Y no solo han sido reprimidos sino que se ha
olvidado que dichos deseos son primordiales. Y no solo eso, sino que todavía están presentes.

Al principio el padre terrible, interviene en diversos planos. De entrada prohíbe la madre.


Éste es el fundamento, el principio del complejo de Edipo, ahí es donde el padre está
vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto. Mediante su presencia, por sus
efectos en el inconsciente, es como lleva a cabo la interdicción de la madre. La castración
tiene aquí un papel manifiesto y cada vez más confirmado, el vínculo de la castración con la
ley esencial.

La relación entre el niño y el padre está gobernada, por supuesto, por el temor a la castración.
Este temor lo abordamos en la primera experiencia del complejo de Edipo, como una
represalia dentro de una relación agresiva. Esta agresión parte del niño, porque su objeto
privilegiado, la madre, le está prohibida, y va dirigida al padre. Vuelve hacia él en función de

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la realidad dual, en la medida en que proyecta imaginariamente en el padre intenciones
agresivas equivalentes o reforzadas con respecto a las suyas, pero que parten de sus propias
tendencias agresivas. En suma, el temor experimentado ante el padre es netamente centrífugo,
quiere decir que tiene su centro en el sujeto.

Aunque profundamente vinculada con la articulación simbólica de la interdicción del incesto,


la castración se manifiesta en toda nuestra experiencia y particularmente en quienes son sus
objetos privilegiados, a saber, los neuróticos, en el plano imaginario. Ahí es donde tiene su
punto de partida. No parte de un mandamiento. Esta ley no ha llegado a oídos de los
neuróticos, más bien, la han dejado en la sombra.

La forma en que la neurosis encarna la amenaza castrativa está vinculada con la agresión
imaginaria. Es una represalia.

El Edipo invertido nunca está ausente en la función del Edipo, el componente del amor al
padre no se puede eludir, proporciona el final del complejo de Edipo, su declive en una
dialéctica también muy ambigua, del amor y de la identificación, identificación en tanto que
tiene su raíz en el amor. Identificación y amor son dos términos que no son lo mismo pero
que están estrechamente vinculados y son absolutamente indisociables.

El sujeto se identifica con en el padre en la medida en que lo ama, y encuentra la solución


terminal del Edipo en un compromiso entre la represión amnésica y la adquisición de aquel
término ideal gracias al cual se convierte en padre. No es que sea de aquí en adelante y de
forma inmediata un pequeño varón, pero el también puede llegar a ser alguien, tiene sus
títulos en el bolsillo, y llegado el momento, si las cosas van bien, en el momento de la
pubertad tendrá su pene listo con su certificado.

El Edipo inverso tampoco es tan simple. Por la misma vía, la del amor, puede producirse la
posición de inversión, a saber, que en lugar de la identificación benéfica, el sujeto se
encuentra afectado por su simpática posicioncita pasivizada en el plano del inconsciente, que
reaparecerá en el momento oportuno. Se trata de una posición en la que el sujeto está
atrapado, que ha descubierto por sí mismo y que es muy ventajosa. Consiste en – frente a ese
padre temido, prohibido, que por otra parte también es tan amable – hacerse amar por él.
Pero esto consiste en primer lugar pasar a la categoría de mujer. Esta posición supone el
peligro de la castración, aquella forma de homosexualidad Icc que deja al sujeto en una
situación conflictiva con múltiples repercusiones –por una parte, el retorno constante de la
posición homosexual con respecto al padre, y por otra su suspensión, es decir, su represión
debido a la amenaza de castración que supone tal posición.

Aquí el padre llega en posición importuno. No solo porque sea molesto debido a su volumen
sino porque prohíbe. El padre le prohíbe al niño pequeño hacer uso de su pene en el momento
en que dicho pene empieza a manifestar sus veleidades. Diremos, pues, que se trata de la
prohibición del padre con respecto a la pulsión real. La madre también lo hace. Es

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conveniente indicar que el padre, en tanto que prohíbe en el nivel de la pulsión real, no es tan
esencial.

La amenaza de castración se trata de la intervención real del padre con respecto a una
amenaza imaginaria, R.i, la castración es algo simbólico cuyo agente es alguien real y cuyo
objeto es un objeto imaginario.

Lo que prohíbe el padre es la madre. En cuanto objeto, es suya, no es del niño. En este plano
es donde se establece, al menos en una etapa, tanto en el niño como en la niña, aquella
rivalidad con el padre que por sí misma engendra una agresión. El padre frustra claramente al
hijo de su madre.

En la frustración, el padre interviene como provisto de un derecho, no como un personaje


real, puede no estar ahí. Aquí es el padre en cuanto simbólico el que interviene en una
frustración, acto imaginario que concierne a un objeto bien real, la madre, en tanto que el
niño tiene necesidad de ella.

La privación interviene en la articulación del complejo de Edipo. Se trata del padre en tanto
que se hace preferir a la madre, que conduce a la formación del Ideal del Yo, S 🡨 S’.r. En la
medida en que el padre se convierte (por su fuerza o por su debilidad) en un objeto preferible
a la madre, puede establecerse la identificación terminal. La cuestión del complejo de Edipo
invertido y de su frustración se establece en este nivel. Aquí es donde se centra la cuestión de
la diferencia del efecto del complejo de Edipo en el niño y en la niña.

Esto en la niña se produce por sí solo. La función del complejo de castración es disimétrica
en el niño y en la niña. Para ella la dificultad se encuentra a la entrada, mientras que al final,
la solución se ve facilitada porque el padre no tiene dificultad para ser preferido a la madre
como portador del falo. Para el niño el asunto es distinto. En el momento de la salida
normativa del Edipo, el niño reconoce no tener – no tener verdaderamente lo que tiene
(varón), lo que no tiene (nena).

Lo que ocurre en el nivel de la identificación ideal, nivel donde el padre es preferido a la


madre y punto de salida del Edipo, debe conducir literalmente a la privación. Para la niña este
resultado es del todo admisible y del todo conformizante, aunque nunca se alcance por
completo, porque siempre queda un regusto como prueba de que eso no funciona
rigurosamente. En caso de que funcionara, si nos atenemos a este esquema el niño, por su
parte, siempre tendría que estar castrado.

En el complejo de Edipo el padre no es un objeto real para dar cuerpo a la castración. No es


tampoco únicamente un objeto ideal. Ahora bien, a pesar de todo, el complejo de Edipo no es
tan solo una catástrofe, porque es el fundamento de nuestra relación con la cultura.

Una metáfora es un significante que viene en lugar de otro significante, esto es el padre en el
Complejo de Edipo. El único mecanismo de la intervención del padre en el complejo de
Edipo es ser un significante que sustituye a otro significante. (Aquí se deben buscar las

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carencias paternas). La función del padre en el C. de E. es la de ser un significante que
sustituye al primer significante introducido en la simbolización, el significante materno. Es la
madre la que va y viene; la siento o no la siento, el mundo varía con su llegada, y puede
desvanecerse.

La cuestión es ¿cuál es el significante? ¿Qué es lo que quiere, ésa? Me encantaría ser yo lo


quiere, pero está claro que no solo me quiere a mí. Le da vueltas a alguna otra cosa, al
significado; y el significado de las idas y venidas de la madre es el falo. Si el niño se ve
llevado a preguntarse lo que significa que ella vaya y venga, es porque él es el objeto parcial
(eso significa, es el falo)

La vía simbólica, es la vía metafórica. El resultado ordinario de la metáfora se producirá en


tanto que el padre sustituya a la madre como significante. El elemento significante intermedio
cae, y el padre entra por vía metafórica en posición del objeto de deseo de la madre, que se
presenta entonces en forma de falo. La metáfora se sitúa en el Icc.

EL SEMINARIO. LIBRO V, LAS FORMACIONES DEL INCONSCIENTE. CLASE X: LOS


TRES TIEMPOS DEL EDIPO (LACAN)

La metáfora, es la estructura que articula el Complejo de Edipo y su mecanismo (Complejo


de Castración).

Apenas hay un sujeto hablante, la cuestión de sus relaciones en tanto que habla no podría
reducirse simplemente a otro, siempre hay un tercero, el Otro con mayúscula, constituyente
de la posición del sujeto como hablante..

La metáfora paterna es en lo que se ha constituido de una simbolización primordial entre el


niño y la madre, poner al padre, en cuanto símbolo o significante, en lugar de la madre.

La primera relación de realidad se perfila entre la madre y el niño, y ahí es donde el niño
experimenta las primeras realidades de su contacto con el medio viviente. Si hacemos entrar
al padre en el triángulo, es con el fin de dibujar objetivamente la situación, mientras que para
el niño todavía no ha entrado.

El padre para nosotros es real, en tanto que las instituciones le confieren su nombre de padre.
Que el padre sea el verdadero agente de la procreación, no es en ningún caso una verdadera
experiencia. Lo importante, no es que la gente acepte perfectamente que una mujer no puede
dar a luz salvo cuando ha realizado un coito, es que sancione en un significante que aquel con
el que ha practicado el coito es el padre.

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La posición del Nombre del Padre, es un asunto que se sitúa en el nivel simbólico. Puede
realizarse de acuerdo con las diversas formas culturales, pero en sí no depende de la forma
cultural, es una necesidad de la cadena significante. Por el solo hecho de que instituyen un
orden simbólico, algo corresponde o no a la función definida por el Nombre del Padre y en el
interior de esta función introduces significaciones que pueden ser distintas según los casos,
pero que en ningún caso depende de ninguna necesidad distinta de la necesidad de la función
del padre, a la cual le corresponde el Nombre del Padre en la cadena significante. He aquí lo
que podemos llamar el triángulo simbólico, porque se instituye en lo real a partir del
momento en que hay cadena significante, articulación de una palabra.

En la relación del niño con la madre, el niño depende del deseo de la madre, de la primera
simbolización de la madre, y de ninguna otra cosa. Mediante esta simbolización, el niño
desprende su dependencia efectiva respecto del deseo de la madre de la pura y simple
vivencia de esa dependencia, y se instituye algo que se subjetiva en un nivel primordial o
primitivo. Esta subjetivación consiste en establecer a la madre como aquel ser primordial que
puede estar o no estar. En el deseo del niño este ser es esencial. El sujeto desea la petición de
su deseo.

El deseo de Otra cosa hace su entrada de una forma todavía confusa y completamente virtual.
Hay en ella el deseo de Otra cosa distinta que satisfacer el propio deseo del niño, cuya vida
empieza a palpitar. No se efectúa sin la intervención de algo más que la simbolización
primordial de aquella madre que va y viene, a la que se llama cuando no está y cuando esta es
rechazada para poder volver a llamarla. Hace falta la existencia detrás de ella de todo el orden
simbólico del cual depende, y que, como siempre está más o menos ahí, permite cierto acceso
al objeto de su deseo, que es ya un objeto tan especializado, tan marcado por la necesidad
instaurada por el sistema simbólico, que es absolutamente impensable de otra forma sin su
prevalencia. Este objeto se llama falo. Y es privilegiado en el orden simbólico.

Observemos este deseo del Otro, que es el deseo de la madre y que tiene un más allá. Sólo
para alcanzar este más allá se necesita una mediación, y esta mediación la da precisamente la
posición del padre en el orden simbólico

Hay estados muy distintos, casos, etapas, en los que el niño se identifica con el falo. La
relación del niño con el falo se establece porque el falo es el objeto del deseo de la madre. La
experiencia muestra que desempeña un papel activo esencial en las relaciones del niño con la
pareja parental.

El padre, en tanto que priva a la madre del objeto de su deseo, del objeto fálico, desempeña
un papel del todo esencial, en todas las neurosis y a lo largo de todo el curso del complejo de
Edipo. En la experiencia siempre verán que el sujeto ha tomado posición de cierta forma en
un momento de su infancia respecto del papel desempeñado por el padre en el hecho de que
la madre no tenga falo. Este momento nunca está suprimido.

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Ahí el padre priva a alguien de lo que a fin de cuentas no tiene, de algo que sólo tiene
existencia en cuanto símbolo. Es, de todas formas, una privación, porque toda privación real
requiere la simbolización. Esta privación el objeto infantil la asume o no la asume, la acepta o
la rechaza (este punto es esencial). Lo llamaremos el punto nodal. No importa como algo
esencial, no coincide con el momento clave que buscamos, el declive del Edipo; pero, cuando
el padre entra como privador de la madre, es decir, se perfila detrás de la relación de la madre
con el objeto de su deseo como el que castra, lo castrado no es el sujeto, sino la madre.

Si el niño no franquea este punto nodal, es decir, no acepta la privación del falo en la madre
operada por el padre, mantiene por regla general una determinada forma de identificación con
el objeto de la madre, ese objeto que les representó desde el origen como un objeto rival, y
ello tanto si se trata de fobia, neurosis o perversión. Esto es un punto de referencia, alrededor
del cual podemos reagrupar los elementos de las observaciones planteándose la siguiente
pregunta en cada caso particular ¿Cuál es la configuración especial de la relación con la
madre, con el padre y con el falo, por la que el niño no acepta que la madre sea privada por el
padre del objeto de su deseo? ¿Hasta qué punto se ha de señalar en este caso que en
correlación con esta relación el niño mantiene su identificación con el falo?

En este nivel, la cuestión que se plantea es, ser o no ser el falo. En el plano imaginario, para
el sujeto se trata de ser o de no ser el falo. La fase que se ha de atravesar pone al sujeto en la
posición de “elegir”.

Aquí el sujeto es tan pasivo como activo, porque no es él el que mueve los hilos de lo
simbólico. La frase ya ha sido empezada antes de él, por sus padres. Vamos a la relación de
cada uno de estos padres con dicha frase empezada y cómo conviene que la frase se sostenga
mediante cierta posición recíproca de los padres con respecto a la frase.

Se ha de franquear un paso considerable para comprender la diferencia entre esta alternativa y


la de tener o no tener, el pene, no es lo mismo. En medio está el C. de Castración. De él
depende, por una parte, que el niño se convierta en un hombre, por otra parte, que la niña se
convierta en una mujer. En ambos casos la cuestión de tener o no tener se soluciona por
medio del complejo de castración. Lo cual supone que para tenerlo, ha de haber habido un
momento en que no lo tenía. No llamaríamos a esto C. de C. si en cierto modo, no se pusiera
que para tenerlo, primero se ha de haber establecido que no se puede tener, y por consiguiente
la posibilidad de estar castrado es esencial en la asunción de tener el falo.

Cuando se trata de tenerlo o no tenerlo, nos vemos obligados a tener en cuenta al padre. Es
preciso que esté fuera del sujeto, constituido como símbolo. Intervendrá efectivamente en la
etapa siguiente en cuanto personaje real revestido de ese símbolo.

Para prohibir las 1ras manifestaciones del instinto sexual que alcanzan su primera madurez en
el sujeto, cuando éste empieza a valerse de su instrumento, incluso lo exhibe, le ofrece a la
madre sus buenos oficios, no tenemos ninguna necesidad del padre. Con la madre basta

23
perfectamente para mostrar al niño hasta que punto lo que le ofrece es insuficiente, y basta
también para proferir la interdicción del uso del nuevo instrumento.

Pero, el padre entrará en juego como portador de la ley, como el interdictor del objeto que es
la madre. Hace de obstáculo entre el niño y la madre, es el portador de la ley, pero de
derecho, mientras que de hecho interviene de otra forma, y es también de otra forma como se
manifiestan sus faltas de intervención.

No hay sujeto si no hay significante que lo funda. Si el 1er sujeto es la madre, es en la medida
en que ha habido las primeras simbolizaciones constituidas por el par significante Fort da.
Con respecto a este principio, el niño empieza como súbdito. Es un súbdito porque
experimenta y se siente de entrada profundamente sometido al capricho de aquello de lo que
depende, aunque sea articulado.

Para que no sea para y simplemente un súbdito es preciso que aparezca algo que le de miedo.

Esa Otra a la que se dirige, tiene una determinada relación con el padre. No se trata en el
sentido vago de que pueda haber entre ellos una especie de rivalidad de prestigio, que
acabaría centrándose en el tema del niño. Se trata de un momento que ha de ser vivido y que
concierne a las relaciones no solo de la persona de la madre con la persona del padre, sino de
la madre con las palabras del padre – con el padre en tanto lo que dice no es del todo
equivalente a nada.

Lo que cuenta es la función en la que intervienen el Nombre del Padre (único significante del
padre), la palabra articulada del padre y la ley en tanto que el padre está en una relación más
o menos íntima con ella. Lo esencial es que la madre fundamenta al padre como mediador de
lo que está más allá de su ley, la de ella, y de su capricho, a saber, pura y simplemente, la ley
propiamente dicha. Se trata del padre en cuanto Nombre del Padre, estrechamente vinculado
con la enunciación de la ley. Es a este respecto como es aceptado o no es aceptado por el niño
como aquel que priva o no priva a la madre del objeto de su deseo.

Primer tiempo del Edipo:

Lo que el niño busca, en cuanto deseo de deseo, es poder satisfacer el deseo de la madre, ser
o no ser (to be or not to be) el objeto de deseo de la madre. Así introduce su demanda.

El sujeto se identifica en espejo con lo que es el objeto de deseo de la madre. Es la etapa


fálica primitiva, cuando la metáfora paterna actúa en sí, al estar la primacía del falo ya
instaurada en el mundo por la existencia del símbolo del discurso y de la ley. Pero el niño
solo capta el resultado. Para gustarle a la madre, basta y es suficiente ser el falo. En esta etapa
muchas cosas se detienen y se fijan en un sentido determinado.

Segundo tiempo del Edipo:

En el plano imaginario, el padre interviene realmente como privador de la madre. Eso con lo
que el sujeto interroga al otro, encuentra siempre en él al Otro del Otro (su propia ley). La

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ley del padre concebida por el sujeto como privadora para la madre. La madre es dependiente
de un objeto que ya no es simplemente el objeto de su deseo, sino un objeto que el Otro tiene
o no tiene.

El estrecho vínculo de esta remisión de la madre a una ley que no es la suya sino la de Otro,
junto con el hecho de que el objeto de su deseo es soberanamente poseído en la realidad por
aquel mismo Otro a cuya ley ella remite, da la clave de la relación del Edipo. Aquello que
constituye su carácter decisivo se ha de aislar como relación no con el padre, sino con la
palabra del padre.

Tercer tiempo del Edipo:

De la tercera etapa depende la salida del C. de E. El falo, el padre ha demostrado que lo daba
solo en la medida en que es portador de la ley. De él depende la posesión o no de dicho falo.
Si la etapa del segundo tiempo ha sido atravesada, es preciso que ahora el padre mantenga lo
que ha prometido. Interviene en el tercer tiempo como el que tiene el falo, no como el que lo
es, por eso puede producirse el giro que reinstaura la instancia del falo como objeto deseado
por la madre, y no solamente como objeto del que el padre puede privar.

El padre puede darle a la madre lo que ella desea, y puede dárselo porque lo tiene. Al ser un
padre potente, la relación del padre con la madre vuelve al plano real.

El padre se revela en tanto que él tiene. Es la salida del C. de Edipo, es favorable si la


identificación con el padre se produce en este tercer tiempo, en el que interviene como el que
lo tiene. Esta identificación se llama Ideal del yo. Se inscribe en el triángulo simbólico en el
polo donde está el niño, mientras que en el polo materno empieza a constituirse todo lo que
luego será realidad y del lado del padre es donde empieza a constituirse todo lo que luego
será superyó.

Si el padre es interiorizado como Ideal del yo, el C. de E. declina, en la medida en que el


padre interviene como el que, él sí, lo tiene.

El niño tiene que reservar todos los títulos para usarlos en el futuro. El papel que desempeña
la metáfora paterna es conducir a la institución de algo perteneciente a la categoría del
significante, está ahí en reserva y su significación se desarrolla más tarde. El niño tiene todos
los títulos para ser un hombre, y lo que más tarde se le pueda discutir en el momento de la
pubertad, se deberá a algo que no haya cumplido del todo con la identificación metafórica
con la imagen del padre, si ésta se ha constituido a través de esos 3 tiempos.

Para la mujer la salida del complejo de Edipo es distinta, mucho más simple. Ella no ha de
enfrentarse con esa identificación, ni ha de conservar ese título de virilidad. Sabe donde está
eso y sabe dónde ir a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene.

El padre es, en el Otro, el significante que representa la existencia del lugar de la cadena
significante como ley. Se coloca encima de ella.

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El padre está en posición metafórica si y sólo si la madre lo convierte en aquel que con su
presencia sanciona la existencia del lugar de la ley.

Así es como puede franquearse el 3er tiempo del C. de E., o sea, la etapa de la identificación
en la que se trata para el niño de identificarse con el padre como poseedor del pene, y para la
niña de reconocer al hombre como quien lo posee.

EL SEMINARIO. LIBRO V, LAS FORMACIONES DEL INCONSCIENTE. CLASE XI: LOS


TRES TIEMPOS DEL EDIPO II (LACAN)

Metáfora paterna = C. de Castración.

Los 3 tiempos del Edipo se trata de una estructura constituida no en la aventura del sujeto
sino en otra parte, en la que él ha de introducirse. La propia existencia del C. de E. no puede
fundamentarse en ninguna finalidad social.

No son tiempos cronológicos, son tiempos lógicos que pueden desarrollarse sólo en una
dirección.

En un 1er tiempo se tiene la relación del niño, no con la madre, sino con el deseo de la
madre, es un deseo de deseo. Es distinto desear algo que desear el deseo de un sujeto. Este
deseo de deseo implica estar en relación con el objeto primordial que es la madre, en efecto,
y haberla constituido de tal forma que su deseo pueda ser deseado por otro deseo, en
particular el del niño.

El niño está particularmente aislado, desprovisto de todo lo que no sea el deseo de aquel Otro
que él ya ha constituido como el Otro que puede estar presente o ausente. ¿Cuál es la relación
del niño con el objeto del deseo de la madre? Se trata de saber cómo podrá alcanzar dicho
objeto.

Este objeto es el falo, eje de toda la dialéctica subjetiva. Falo en cuanto deseado por la madre.
El falo es un objeto metonímico.

¿Cómo concebir que el niño que desea ser el objeto del deseo de su madre consiga
satisfacerse? Evidentemente, no tiene otra forma de hacerlo más que ocupar el lugar del
objeto de su deseo.

Si el niño está abierto a inscribirse en el lugar de la metonimia de la madre, o sea, a


convertirse en su súbdito, es porque 1ro asume el deseo de la madre –y solo lo asume de una
forma en cierto modo bruta, en la realidad de ese discurso.

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Identificación primaria: consiste en este intercambio que hace que el YO del sujeto vaya al
lugar de la madre como Otro, mientras que el YO de la madre se convierte en su Otro.

El 2do tiempo tiene como eje el momento en que el padre se hace notar como interdictor. Se
manifiesta como mediador en el discurso de la madre. En la palabra el padre interviene
efectivamente sobre el discurso de la madre. En esta etapa, el padre interviene en calidad de
mensaje para la madre, lo que enuncia es una prohibición, un no que se transmite allí donde
el niño recibe el mensaje esperado de la madre. Es un mensaje de interdicción.

Este mensaje es un No reintegraras tu producto, dirigido a la madre. Si el círculo no se cierra


completamente en torno al niño y éste no se convierte pura y simplemente en el objeto del
deseo de la madre, es en la medida en que el objeto de deseo de la madre está afectado por la
interdicción paterna.

La primera es ya una relación simbólica, que le permite al sujeto un primer cierre del círculo
del deseo de deseo, y un primer logro –el hallazgo del objeto de deseo de la madre. Sin
embargo todo es cuestionado de nuevo por la interdicción paterna, que deja al niño colgado
cuando está descubriendo el deseo del deseo de la madre.

Esta segunda etapa es sensible, perceptible, pero esencialmente instantánea, o al menos


transitoria. Constituye el meollo del momento privativo del C. de E. El niño es desalojado,
por su bien, de aquella posición ideal con la que él y la madre podrían satisfacerse, en la cual
él cumple la función de ser su objeto metonímico. Entonces se convierte en otra cosa, pues
esta etapa supone aquella identificación con el padre y el título virtual para tener lo que el
padre tiene.

EL ESTADIO DEL ESPEJO COMO FORMADOR DE LA FUNCIÓN DEL YO (JE)


TAL COMO SE NOS REVELA EN LA EXPERIENCIA PSICOANALÍTICA. -
JACQUES LACAN

Lacan, primeramente, se opone al cogito cartesiano: “Pienso, luego existo” ya que el dice, por
el contrario, ”si pienso, no existo”. Si está el Yo en el análisis, lo que no aparece es el sujeto
del icc. Cuando aparece el sujeto del icc, el que trastabilla es el Yo. “Soy donde no pienso”:
aparece el sujeto del icc, donde el Yo es donde no piensa, y “Pienso donde no soy”: el Yo
piensa donde no es sujeto del icc.

La experiencia del psicoanálisis nos confronta a pensar la diferencia entre el Yo y el sujeto


del icc, ya que el primero (Yo) es el que habla, contiene una palabra vacía (de icc) y es un
enunciado. En cambio, el sujeto (icc) no es la persona no es el individuo, sino que es lo
reprimido, lo que se manifiesta en las formaciones del icc (el sueño, el lapsus, fallidos), está

27
compuesto de una palabra plena de significación y es una enunciación. El sujeto es
castrado/reprimido y esta represión/castración es la que genera el deseo.

El Yo tiene una función formadora tanto de la realidad como del hombre, y va a determinar la
forma con la imagen. El yo es ilusorio ya que todo lo que se ve es según la perspectiva que
este tome (lentes) y, según las huellas mnémicas, forma diferentes imágenes.

Lacan va a hacer una comparación entre la cría humana y la del chimpancé, “la cría de
hombre, a una edad en que se encuentra por poco tiempo, pero todavía un tiempo, superado
en inteligencia instrumental por el chimpancé, reconoce ya sin embargo su imagen en el
espejo como tal.” La relación con el cuerpo en el animal está dada pero los humanos
debemos articular el cuerpo biológico con la representación.

El mono al ya reconocerse innatamente en el espejo y saber que esa es su imagen, se agota de


mirarla y se cansa. En cambio, el niño va a jugar lúdicamente con la imagen y con el
contexto, va a existir un ajetreo lúdico(movimientos intensos), donde el niño va a relacionar
los movimientos asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de ese complejo
virtual con la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas, incluso
con los objetos, que se encuentran junto a él.

El EE es un fenómeno que tiene una función estructural y estructurante del yo, existen 3
tiempos dentro de este estadio:

El primero, donde la imagen del bebé reflejada le interesa y la captura, ve a un congénere.

En el segundo tiempo, le da alegría esta imagen, la libidiniza y se liga a ella.

En el tercer tiempo, se identifica con esa imagen, no a lo que ve sino a esa identificación (a la
matriz simbólica)

Este acontecimiento del EE puede producirse, según los trabajos de Baldwin, desde los 6
meses. A esa edad el niño no domina su cuerpo ni de la marcha, pero a pesar de esto, “supera
en un jubiloso ajetreo las trabas de ese apoyo para suspender su actitud en una postura más
o menos inclinada, y conseguir, para fijarlo, un aspecto instantáneo de la imagen.” Captura
allí una imagen instantánea (polaroid).

Esta actividad conserva su sentido dado hasta los 18 meses, y existe en este un dinamismo
libidinal, ya que hay libido narcisista en juego en esta experiencia del sujeto con el espejo.

El estadio del espejo es “como una identificación en el sentido pleno que el análisis da a este
término: a saber, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen.” Esta
identificación es producida en el sujeto cuando asume la imago (prototipo de imagen). Esta
asunción de la imagen del espejo es sobre el espacio virtual, es decir, la imagen especular.
(esta imagen especular constituye al yo ideal: YO | YO IDEAL)

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Lacan habla del nudo borromeo donde hay tres círculos entrelazados, el de lo real, el de lo
imaginario y el de lo simbólico. En lo real se habla del cuerpo del niño, en lo imaginario se
habla de la imagen especular y, en lo simbólico, el lenguaje que es el significante y
representante de la palabra. ←- (tres registros)

El EE estaría primeramente en lo imaginario, y cuando se habla del registro simbólico como


la palabra, se refiere a su significante, es decir, que se necesita de otro que lo signifique,
alguien que le hable, y el niño lo mira para confirmar lo que ve. (A: gran otro).

Además, la libido que se moviliza desde a (Yo) hacia a` (otro, yo ideal) es narcisista y
constituye lo imaginario.

Entonces el panorama que se puede ver de esta situación sería: primeramente el yo (a)
viendose en el espejo, admirando a esa imagen especular que es el yo ideal (a´) y la función
materna que lo sostiene y significa (A). Existe un otro y un Gran Otro, el primero lo
constituye a, es decir el yo y su semejante, y el Gran Otro es un lugar que lo ocupa quien lo
sostenga y se encargue de la función materna (A).

El esquema de Z muestra como existe un registro


imaginario desde el yo (a) hacia el yo ideal (a´) y
un registro simbólico desde S (sujeto) hacia A
(gran otro), este último registro busca calmar o
regular el otro registro ya que en el espejo sólo hay
lugar para una persona y el niño ve a la imagen del
espejo como ajena, por lo que se genera tensión y
agresividad ante la posibilidad de reemplazo que
siente el neonato, entonces la palabra de A viene a
calmar esta tensión existente.

El hecho de que su imagen especular sea asumida por el ser sumido todavía en la impotencia
motriz y la dependencia de la lactancia, nos parecerá por lo tanto que manifiesta, en una
situación ejemplar, “la matriz simbólica en la que el yo [je] se precipita en una forma
primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de
que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto.” Esta matriz es el molde con
el que el niño se va a basar para crear la primer forma que el yo adquiere.

Otra idea que se desprende de ese fragmento es que, antes de identificarse con otro ser real,
primero debe identificarse consigo mismo. Debe existir una transformación al identificarse
con la imagen del espejo, y esto se logra ya que, al no conocer esa imagen, se fascina por ella
y por eso se identifica, porque quiere ser como el de la imagen.

El yo ideal es una identificación imaginaria anticipatoria ilusoria-engañosa ya que le otorga a


la imagen un ideal que la imagen no tiene. Además, es el tronco de las identificaciones

29
secundarias (las del CDE), y cuyas funciones de normalización libidinal conoceremos bajo
ese término.

Para lograr llegar al CDE debe existir un cuerpo y cierto narcisismo para que el niño tema a
la pérdida de sus partes, por eso es esencial la constitución del yo ideal.

Este yo ideal se constituye de afuera hacia adentro ya que lo hace desde la imagen del otro y
es, primeramente, paranoico ya que el yo ve en lo ajeno una intencionalidad de dañarlo por el
sólo hecho de la presencia del otro y, agresivo, ya que tenemos una actitud hostil frente a una
amenaza de pérdida de nuestra integridad física (no necesariamente es fisicamente, sino la
representación de nuestro propio cuerpo).

El yo se encuentra en una línea de ficción irreductible para siempre por el individuo, o que
sólo asintóticamente tocará el devenir del sujeto (es decir, que se puede acercar
progresivamente al sujeto pero nunca logra hallarlo por completo), donde buscará resolver en
cuanto al yo con su discordancia con respecto a su propia realidad. Esto explica que el yo
nunca logra estar completo, siempre falta algo, ya que se mide con algo superior.

“Es que la forma total del cuerpo, gracias a la cual el sujeto se adelanta en un espejismo a
la maduración de su poder, no le es dada sino como Gestalt, es decir, en una exterioridad
donde sin duda esa forma es más constituyente que constituida” El yo ideal se adelanta a la
maduración, está en la exterioridad, por lo que es constituyente. Esta Gestalt y su aparición
simboliza la permanencia mental del yo al mismo tiempo que prefigura su destinación
alienante, une al yo con la estatua en que el hombre se proyecta al autómata (máquina que
imita).

Para las imagos, la imagen especular es un umbral del mundo visible, si le damos crédito a la
disposición en espejo que presenta en la alucinación y el sueño, la imago del cuerpo propio
tiene rasgos individuales, o si nos fijamos en el papel del aparato del espejo en las apariciones
del doble en que se manifiestan realidades psíquicas, son por demás heterogéneas.

Para la formación de esta Gestalt (la imagen unificada) se utilizan las distintas leyes, como la
de cierre, que hacen que las pulsiones parciales se unan a partir de una imagen,
anticipatoriamente, el niño se ve completo antes de serlo.

Esta Gestalt tiene efectos formativos sobre el organismo en tanto cuerpo biológico, ya que el
efecto imaginario transforma lo real. Existe una identificación homeomórfica, donde se le
presta atención a esto similar y se lo imita, como es el caso de la gónada o el grillo peregrino.

La relación de la naturaleza está alterada en el hombre por cierta dehiscencia del organismo
en su seno, por una discordia primordial que se revela por los signos de malestar y de
incoordinación motriz de los meses neonatales.

La “verdadera prematuración específica del nacimiento del hombre” habla del inacabamiento
anatómico del sistema piramidal y ciertas remanencias humorales del organismo materno

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confirman la prematuración específica del nacimiento en el hombre. Esta prematuración se
refiere a la dependencia que tiene con un Otro y a la fragmentación corporal que experimenta
el niño en el momento previo a la constitución del yo a través de la identificación con el yo
ideal.

“El estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la
anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina
las fantasías que se suceden desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que
llamaremos ortopédica de su totalidad” Va desde la insuficiencia, ya que la maduración se da
desde la base de que existe fragmentación y no se tiene dominio de su cuerpo, y es hacia la
anticipación, ya que la identificación que logra le permite dominar su cuerpo antes de que se
de la maduración, ve una imagen que no es actualmente sino que será.

El fin del EE inaugura el drama de los celos primordiales y la rivalidad, y se da esta


finalización por la identificación con la imago del semejante. Además, se da un transitivismo
infantil, ya que al yo le ocurre lo que le ocurre al otro, el yo es el otro también.

A lo que se refiere con celos primordiales y la rivalidad es que el otro puede tomar su lugar
para reemplazarlo y, así, desaparecer. El otro está completo y amenaza la completitud del yo.

LOS PROCESOS DE MADURACIÓN Y EL AMBIENTE FACILITADOR. CAP. 7:


DE LA DEPENDENCIA A LA INDEPENDENCIA EN EL DESARROLLO DEL
INDIVIDUO. - WINNICOTT

En este capítulo he optado por describir el crecimiento emocional en los términos del
recorrido desde la dependencia hasta la independencia. Si hace treinta años se me hubiese
pedido que realizara esta misma tarea, casi seguramente yo me habría referido a los cambios
en virtud de los cuales la inmadurez deja paso a la madurez como progresión en la vida
instintiva. Habría hablado de las fases oral, anal, fálica y genital. Tal vez las habría
subdividido: oral primaria, preambivalente, oral secundaria, sádica oral, etcétera. Algunos
autores han subdividido mucho la fase anal. Otros se han contentado con una idea de la fase
genital basada en términos generales en el funcionamiento de los órganos de ingestión,
absorción y eliminación. Todo esto está bien. Es ahora tan cierto como antes, y puso en
marcha nuestro pensamiento y la estructura de la teoría que nos sirve de timón. No obstante,
ahora, por así decirlo, lo llevamos en los huesos. Lo damos por sentado, y sólo prestamos
atención a otros aspectos del crecimiento, cuando, como de mí ahora, se espera que digamos
algo que no reitere exactamente el conocimiento común, o que tome en cuenta los últimos
desarrollos de la teoría y de nuestra postura.

Aunque yo haya optado por considerar el crecimiento en los términos de una dependencia
que se convierte gradualmente en independencia, espero que mis lectores concuerden en que

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esto de ningún modo invalida la eventual descripción del crecimiento en términos de zonas
erógenas o de relación objetal.

La socialización

Hablamos de la madurez del ser humano no sólo en relación con el crecimiento personal, sino
también respecto de la socialización. Digamos que en la salud, que es casi sinónimo de la
madurez, el adulto puede identificarse con la sociedad sin un sacrificio demasiado grande de
la espontaneidad personal, o bien, a la inversa, que el adulto puede atender a sus propias
necesidades personales sin ser antisocial y, por cierto, sin dejar de asumir alguna
responsabilidad por el mantenimiento o la modificación de la sociedad tal como se la
encuentra. Heredamos ciertas condiciones sociales; se trata de un legado que tenemos que
aceptar y, de ser necesario, modificar; esto es lo que finalmente entregamos a quienes vienen
después de nosotros.

La independencia no es nunca absoluta. El individuo sano no queda aislado, sino que se


relaciona con el ambiente de un modo tal que puede decirse que él y su medio son
interdependientes.

El recorrido

No hay nada nuevo en la idea de un recorrido desde la dependencia hasta la independencia.


Todo ser humano debe hacer este viaje, y muchos llegan a algún lugar no alejado de su punto
de destino, a una independencia con sentido social incorporado en ella. En tal caso la
psiquiatría tiene ante sí un crecimiento sano, tema que a menudo queda en las manos del
estudioso de la educación o el psicólogo.

El valor de este enfoque consiste en que nos permite estudiar y discutir al mismo tiempo los
factores personales y ambientales. En este lenguaje, "salud" significa tanto salud del
individuo como salud de la sociedad, y la madurez completa del individuo no es posible en
un escenario social enfermo o inmaduro.

Las tres categorías

Al estructurar este breve enunciado de un tema muy complejo, encuentro necesarias tres
categorías y no dos; no simplemente la dependencia y la independencia, pues me parece útil
pensar por separado en: la dependencia absoluta; la dependencia relativa; hacia la
independencia.

La dependencia absoluta

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En primer lugar llamaré la atención sobre las etapas muy tempranas del desarrollo emocional
de todo infante. Al principio el infante depende totalmente de la provisión física que le hacen
llegar la madre viva, el útero o el cuidado al infante alumbrado. Pero en términos
psicológicos tenemos que decir que el infante es al mismo tiempo dependiente e
independiente. Debemos examinar esta paradoja. Está todo lo heredado, incluso los procesos
de la maduración y quizás algunas tendencias patológicas, y tiene una realidad propia, que
nadie puede alterar; al mismo tiempo, el despliegue de los procesos de la maduración
depende de la provisión ambiental. Podemos decir que el ambiente facilitador hace posible el
progreso constante de los procesos de la maduración, pero el ambiente no hace al niño. En el
mejor de los casos permite que el niño advierta su potencial.

La expresión "proceso de maduración" se refiere a la evolución del yo y del self, e incluye la


historia total del ello, de los instintos y sus vicisitudes, y de las defensas yoicas relacionadas
con el instinto.

En otras palabras, una madre y un padre no producen un bebé como un pintor un cuadro o un
alfarero un jarrón. Ellos inician un proceso evolutivo del que resulta un huésped en el cuerpo
de la madre primero, después en sus brazos, y finalmente en el hogar que proveen los
progenitores; cómo será finalmente ese huésped está más allá del control de todos. Los padres
dependen de las tendencias heredadas del infante. Podría preguntarse: "Pero, si no pueden
hacer a su propio hijo, ¿qué es lo que pueden hacer?". Desde luego, pueden hacer mucho.
Diré que pueden proveer lo necesario para un niño sano, en el sentido de que es maduro en
los términos de lo que significa la madurez en cualquier momento para ese niño. Si tienen
éxito en esa provisión, los procesos de la maduración del infante no quedan bloqueados, sino
que encuentran sus necesidades satisfechas y pueden pasar a formar parte del niño.

Esta adaptación a los procesos de la maduración del infante es sumamente compleja, les
plantea a los padres exigencias enormes y, al principio, es la propia madre la que constituye el
ambiente facilitador. En ese momento ella misma necesita respaldo, y quienes mejor se lo
brindan son el padre del niño (digamos su esposo), la madre, la familia y el ambiente social
inmediato. Esto es absolutamente obvio, pero no por ello menos cierto, y es necesario decirlo.

Le he dado un nombre especial a este estado de la madre, porque creo que su importancia no
se aprecia. Las madres se recuperan de este estado y lo olvidan. Yo lo denomino
"preocupación materna primaria". No es necesariamente un buen nombre, pero se trata de que
hacia el final del embarazo y durante algunas semanas después del parto, la madre está
preocupada por el cuidado del bebé (o, mejor dicho, "entregada" a ese cuidado): ese bebé al
principio le parece una parte de ella misma; además, se identifica mucho con la criatura y
conoce perfectamente bien lo que ésta siente. A tal fin la madre utiliza sus propias
experiencias como bebé. De este modo se encuentra también en un estado dependiente y
vulnerable. Para escribirlo empleo las palabras "dependencia absoluta" con referencia al
estado del bebé.

33
De este modo la naturaleza hace lo necesario para satisfacer lo que el infante necesita, que es
un alto grado de adaptación. Explicaré lo que entiendo por esta palabra. En los primeros días
del psicoanálisis, por adaptación sólo podía entenderse una cosa: satisfacer las necesidades
instintivas del infante. La lentitud con que algunos han comprendido que las necesidades del
infante no se limitan a las tensiones instintivas, por importantes que sean, ha generado
muchas concepciones erróneas. Está también todo el desarrollo del yo del infante, que tiene
sus propias necesidades. En este punto hay que decir que la madre "no abandona a su
infante", aunque puede y debe frustrarlo en cuanto a las necesidades instintivas. Sorprende lo
bien que las madres satisfacen las necesidades del yo de sus infantes, incluso algunas madres
que no les dan muy bien el pecho y rápidamente lo reemplazan por el biberón y un preparado.

Siempre hay algunas mujeres que no pueden comprometerse totalmente, como es necesario
en esa etapa muy temprana, aunque ésta dura sólo unos meses hacia el final del embarazo y al
principio de la vida del infante.

Describiré las necesidades del yo, que son multifacéticas. El mejor ejemplo es la simple
cuestión del sostén. Nadie puede sostener a un bebé a menos que se identifique con él. Balint
(1951, 1958) se ha referido al oxígeno del aire, del que el infante no sabe nada. Yo podría
recordar la temperatura del agua del baño, que la madre prueba con el codo; el infante ignora
que el agua podría haber estado demasiado caliente o demasiado fría, pero da por sentada la
temperatura corporal. Hablo todavía de la dependencia absoluta. Se trata de una cuestión de
intrusión o no intrusión en la existencia del infante, y deseo desarrollar este tema.

Todos los procesos de un infante vivo constituyen un seguir siendo, una especie de proyecto
para el existencialismo. La madre capaz de entregarse durante un lapso limitado a su tarea
natural, puede proteger el seguir siendo del infante. Toda intrusión o falla de la adaptación
causa una reacción en el infante, y esa reacción quiebra el seguir siendo. Si la pauta de la vida
del infante es reaccionar a las intrusiones, se produce una seria interferencia con la tendencia
natural de la criatura a convertirse en una unidad integrada, capaz de seguir teniendo un self
con pasado, presente y futuro. Con una ausencia relativa de reacciones a las intrusiones, las
funciones corporales del infante proporcionan una buena base para construir un yo corporal.
De este modo se estructura la quilla para la salud mental futura.

Vemos que la adaptación sensible a las necesidades del yo del infante sólo dura un pequeño
lapso. Pronto la criatura empieza a obtener placer con el pataleo, y a sacar algo positivo de la
rabia por lo que podrían denominarse pequeñas fallas de la adaptación. Pero por esa época la
madre reemprende su propia vida, que finalmente se vuelve relativamente independiente de
las necesidades del infante. A menudo el crecimiento del niño corresponde con total exactitud
a la reasunción por la madre de su propia independencia, y estaremos de acuerdo en que una
madre que no puede ir fallando gradualmente en esta cuestión de la adaptación sensible falla
en otro sentido: debido a su propia inmadurez o a sus propias angustias, falla porque no le da

34
a su infante razones para tener rabia. Un infante que no tiene ninguna razón para la rabia,
pero que desde luego lleva en sí la cantidad habitual de ingredientes de la agresividad, sean
ellos los que fueren, enfrenta una dificultad especial, la dificultad de fusionar la agresión con
el amor.

De modo que en la dependencia absoluta el infante no tiene ningún medio de percatarse de la


provisión materna.

La dependencia relativa

Así como he denominado "dependencia absoluta" a la primera etapa, llamaré "dependencia


relativa" a la etapa que sigue. De este modo puedo distinguir la dependencia que está más allá
del alcance del infante, y la dependencia de la que el infante puede darse cuenta. Primero, la
madre hace mucho para satisfacer las necesidades del yo del infante pero nada de ello queda
registrado en la mente del niño.

La etapa siguiente, la de la dependencia relativa, es un período de adaptación con una falla


gradual de la adaptación. La gran mayoría de las madres están dotadas para proveer una
desadaptación graduada, y esto engrana perfectamente con los desarrollos rápidos que
despliega el infante. Por ejemplo, se inicia la comprensión intelectual, que se desarrolla como
una amplia extensión de procesos simples tales como los reflejos condicionados. (Piénsese en
un infante que espera la comida. Llega un momento en que el infante puede esperar algunos
minutos porque los ruidos de la cocina indican que pronto le darán de comer. Esos ruidos no
son simplemente estímulos que lo excitan, sino que se sirve de ellos para poder esperar.)

Naturalmente, la capacidad de los infantes para el empleo precoz de la comprensión


intelectual es muy variable; a menudo demora su aparición la existencia de alguna confusión
en el modo como se presenta la realidad. Esta es una idea en la que tenemos que hacer
hincapié, pues todo el procedimiento del cuidado del infante tiene como principal
característica una presentación regularizada del mundo. Esto es algo que no puede hacerse
deliberada ni mecánicamente. Sólo lo logra el manejo continuo realizado por un ser humano,
por una mujer que es siempre ella misma. No se trata en este caso de perfección. La
perfección es propia de las máquinas. Lo que el infante necesita es exactamente lo que suele
lograr: el cuidado y la atención de alguien que sigue siendo él mismo. Desde luego, esto se
aplica también al padre.

Debemos detenernos especialmente en el punto de este "ser ella misma" porque hay que
trazar una distinción entre la persona y el hombre o la mujer, madre o niñera, que actúa esa
parte, tal vez perfectamente bien en algunos momentos, gracias a haber aprendido a cuidar
infantes con algún libro o en algún curso. Pero esta "actuación" no es suficientemente buena.
El infante sólo puede encontrar una presentación libre de confusiones de la realidad externa si
lo cuida un ser humano consagrado a él y a la tarea de atenderlo. La madre irá saliendo de

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este estado de devoción fácil para ella, y pronto volverá a su oficina, a escribir novelas, o a
una vida social junto al esposo, pero por el momento está hundida en esa devoción hasta el
cuello.

La recompensa en la primera etapa (de dependencia absoluta) es que el proceso de desarrollo


del infante no sufre ninguna distorsión. La recompensa en esta etapa de la dependencia
relativa consiste en que el infante empieza de algún modo a percatarse de luz dependencia.
Cuando la madre está ausente por un lapso más extenso que el de la capacidad del bebé para
creer en la supervivencia de ella, aparece la angustia, que es el primer signo de que el infante
conoce. Antes, si la madre estaba ausente, el infante simplemente no podía beneficiarse con
la especial habilidad de ella para protegerlo de las intrusiones, por lo cual no quedaba bien
establecido un desarrollo esencial de la estructura del yo.

Después de que el infante de algún modo siente necesidad de la madre, aparece la etapa en la
que empieza a comprender que la madre es necesaria.

En la salud, poco a poco la necesidad de la madre real se vuelve violenta y terrible, de modo
que las madres detestan dejar solos a sus hijos, y están dispuestas a sacrificar mucho para no
provocar en ellos malestar y producir odio y desilusión durante esta fase de necesidad
especial, que puede decirse que dura aproximadamente de seis meses a dos años.

Cuando el niño tiene dos años, se han iniciado nuevos desarrollos que le dan armas para tratar
con la pérdida. Será necesario referirse a ellos. También hay que tomar en consideración
factores ambientales importantes aunque variables. Por ejemplo, puede formarse un equipo
madre-niñera, que es en sí un tema interesante de estudio. Puede haber tías, abuelos o amigos
de los padres, personas adecuadas que por su presencia constante merecen ser consideradas
sustitutos maternos. También el esposo de la madre puede ser una persona importante en la
casa, que ayude a crear un hogar; ese padre puede ser un buen sustituto materno, o gravitar de
un modo más masculino, brindándole a su esposa apoyo y una sensación de seguridad que
ella puede transmitirle al infante.

No será necesario abordar detenidamente estos detalles más bien obvios, aunque sumamente
significativos. Pero se verá que varían mucho; de este modo y en concordancia con ellos se
inducen los procesos de crecimiento del infante.

Caso clínico

He tenido la oportunidad de observar a una familia con tres niños desde el momento de la
muerte repentina de la madre. El padre actuó de un modo responsable, y una amiga de la
madre que conocía bien a los chicos se hizo cargo de cuidarlos; al cabo de cierto lapso se
convirtió en su madrastra.

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Uno de esos niños era un bebé de cuatro meses cuando la madre falleció súbitamente. Su
desarrollo continuó de manera satisfactoria, sin ningún signo clínico que indicara una
reacción. En mi lenguaje, para este bebé la madre era "un objeto subjetivo" y la amiga había
ocupado la posición de ella. Más tarde el niño pensaba en la madrastra como si fuera la madre
real.

Pero cuando este hermano menor tuvo cuatro años, me lo trajeron porque estaba empezando a
presentar diversas dificultades de la personalidad. En el juego de la entrevista terapéutica
inventó algo que tenía que repetirse muchas veces. El se ocultaba, y yo introducía una muy
leve modificación en, por ejemplo, la posición de un lápiz sobre mi escritorio. Entonces venía
él, descubría la leve modificación, se encolerizaba y me "mataba". El niño habría seguido con
este juego durante horas.

Aplicando lo que había aprendido, le dije a la madrastra que se preparara para hablarle sobre
la muerte. Esa misma noche, por primera vez en la vida, él le dio a la mujer la oportunidad de
tocar el tema, y esto llevó a que el niño necesitara conocer exactamente todos los hechos
relacionados con la madre de cuyo interior él había salido, y con su muerte. Esa necesidad
cobró impulso en los días siguientes; había que repetirle las cosas una y otra vez. Continuó su
buena relación con la madrastra, a la que seguía llamando "mamá".

El mayor de los tres hermanos tenía seis años en el momento de la muerte de la madre.
Simplemente la lloró como a una persona que era amada. El proceso de duelo le tomó más o
menos dos años, y emergió de él con un acceso de robos. Aceptaba a la madrastra como
madrastra, y recordaba a su madre real como a una persona tristemente perdida.

El hermano intermedio tenía tres años en el momento de la tragedia. Se encontraba en una


fuerte relación positiva con el padre, y se convirtió en un caso psiquiátrico, necesitado de
psicoterapia (unas siete sesiones a lo largo de un período de ocho años). El hermano mayor
dijo de él: "No le hablamos del nuevo casamiento de papá porque él cree que matrimonio
significa asesinato".

Este hermano intermedio se encontraba confuso y era incapaz de manejar con éxito la culpa
que tenía necesidad de experimentar, porque la muerte de la madre se había producido
cuando él se encontraba en una fase homosexual con un especial apego al padre. Dijo: "No
me importa, era... (el hermano mayor) quien la quería". Desde el punto de vista clínico, se
convirtió en hipomaníaco. Su inquietud extrema duró un largo período, y era claro que lo
amenazaba una depresión. En su juego había un cierto grado de confusión, pero podía
organizarlo lo suficiente como para transmitirme, en las sesiones de psicoterapia, cuáles eran
las angustias específicas que le causaban desazón.

Aún quedan signos de trastorno psiquiátrico residual en este muchacho, que ahora tiene trece
años, es decir diez años más que cuando se produjo la tragedia que para él fue traumática.

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Un desarrollo importante en el infante es el que denominamos "identificación". Desde muy
temprano el infante puede presentar una capacidad para identificarse con la madre. Existen
reflejos primitivos de los que puede decirse que constituyen la base de estos desarrollos, por
ejemplo la sonrisa con la que el bebé responde a otra sonrisa. Muy pronto la criatura se
vuelve capaz de formas más complejas de identificación, que implican la existencia de
imaginación. Por ejemplo, el bebé puede desear llegar a la boca de la madre y alimentarla con
su dedito mientras él mismo toma el pecho. He visto que esto sucede a los tres meses, pero
las fechas no deberían preocuparnos. Un poco antes o un poco después, ocurre con todos los
infantes (salvo algunos enfermos), y sabemos que después del desarrollo de la capacidad para
"ponerse en el lugar de la madre" se produce en el niño un gran alivio de la dependencia. De
esto proviene el desarrollo completo de la comprensión de que la madre tiene una existencia
personal y separada, y finalmente el niño llega a poder creer en la unión de los progenitores,
que de hecho condujo a su propia concepción. Esto tiene lugar mucho más adelante y nunca
se logra en los niveles más profundos.

El efecto de estos nuevos mecanismos mentales sobre el tema de la dependencia consiste en


que el infante puede aceptar acontecimientos que están más allá de su control, y como es
capaz de identificarse con la madre o con ambos padres, desvía hacia una vía muerta parte del
odio enorme que experimenta respecto de lo que desafía su omnipotencia.

Empieza a comprender y quizás a utilizar el lenguaje. Este importantísimo desarrollo del


animal humano les permite a los progenitores darle la oportunidad de cooperar, a través de la
comprensión intelectual, aunque en la profundidad el infante sienta aflicción, odio,
desilusión, miedo e impotencia. La madre puede decir: "Voy a salir para buscar un poco de
pan". Esto dará resultado, a menos, desde luego, que permanezca ausente más del lapso
durante el cual el infante tiene capacidad para mantener, en sus sentimientos, la idea de que
ella está viva.

Deseo referirme a una forma de desarrollo que afecta especialmente la capacidad del infante
para las identificaciones complejas. Tiene que ver con la etapa en que sus tendencias
integradoras generan un estado en el que es una unidad, una persona total, con un interior y
un exterior, y una persona que vive en el cuerpo, más o menos limitada por la piel. Una vez
que lo exterior significa "no-yo", el interior significa yo, y se cuenta con un lugar para
almacenar cosas. En la fantasía del niño, la realidad psíquica personal está ubicada dentro. Si
está situada fuera, hay buenas razones para ello.

En este punto, el crecimiento del infante toma la forma de un intercambio continuo entre la
realidad interna y la realidad externa, que se enriquecen recíprocamente.

El niño ya no es sólo un creador potencial del mundo, sino que también se vuelve capaz de
poblarlo con muestras de su propia vida interior. Gradualmente llega a "abarcar" casi todos

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los hechos externos, y la percepción es casi sinónima de creación. De nuevo tenemos un
medio por el cual el niño logra el control de los hechos externos y del funcionamiento interior
de su propio self.

Hacia la independencia

Una vez que estas cosas han quedado establecidas, como ocurre en la salud, el niño puede
gradualmente enfrentar el mundo y sus complejidades, pues en él ve cada vez más lo que ya
está presente en su propio self. Se identifica con la sociedad en círculos crecientes de la vida
social, pues la sociedad local es una muestra del mundo personal del self tanto como una
muestra de los fenómenos verdaderamente externos.

De este modo se desarrolla una verdadera independencia; el niño llega a una existencia
personal satisfactoria mientras participa en los asuntos de la sociedad. Naturalmente, existen
grandes posibilidades de que se produzcan retrocesos en este desarrollo de la socialización
hasta las etapas finales ulteriores a la pubertad y la adolescencia. Incluso un individuo sano
puede tropezar con una tensión social que exceda lo que él soporta, antes de su ampliación
personal de las bases de la tolerancia.

En la práctica vemos a nuestros adolescentes pasar de un agrupamiento a otro, ampliando


continuamente el círculo e incluyendo los fenómenos nuevos y cada vez más extraños que la
sociedad genera. Los padres son muy necesarios en el manejo del hijo adolescente que
explora un círculo social tras otro, porque ellos ven mejor que los jóvenes el momento en que
ese pasaje del círculo social limitado al círculo social ilimitado es demasiado rápido, quizá
debido a elementos sociales peligrosos presentes en el vecindario inmediato, o a los desafíos
propios de la pubertad y de un rápido desarrollo de la capacidad sexual. También se los
necesita especialmente a causa de las tensiones y pautas instintivas que reaparecen después
de haber sido abandonadas en la edad del deambulador.

"Hacia la independencia" describe las luchas del niño deambulador y del niño púber. En el
período de la latencia, por lo general los niños están satisfechos con la dependencia que
tienen la suerte de poder experimentar. La latencia es el período en el que la escuela
desempeña el papel de sustituto del hogar, lo cual no siempre ocurre, pero aquí no tenemos
espacio para desarrollar más este tema.

Debe esperarse que los adultos continúen el proceso de crecer y madurar, puesto que pocas
veces llegan a una madurez completa. No obstante, en cuanto han hallado un nicho en la
sociedad gracias al trabajo, y tal vez se han casado o llegado a una solución de transacción
entre copiar a los progenitores y la identidad personal desafiante, una vez, entonces, que se
han producido estos desarrollos, puede decirse que se inició la vida adulta, y los individuos
van emergiendo uno a uno del ámbito abarcado por esta breve descripción del crecimiento en
términos de "dependencia hacia la independencia".

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LOS PROCESOS DE MADURACIÓN Y EL AMBIENTE FACILITADOR. CAP. 12:
LA DISTORSIÓN DEL YO EN TÉRMINOS DE VERDADERO Y FALSO SELF. -
WINNICOTT

El texto comienza sosteniendo que existe una dicotomía conceptual dentro del psicoanálisis:
la noción de self verdadero y self falso. Esta dicotomía está presente en el
psicoanálisis desde los postulados de Freud, en donde se divide al individuo en dos
aspectos: una parte central e instintiva (Freud la denomina sexualidad pregenital y genital) y
una parte volcada hacia el mundo exterior.

Antes de definir lo que es el self verdadero, el self falso y explicar la utilidad de estos
conceptos,es necesario saber de dónde proceden. Este estudio sobre su
procedencia se realiza mediante la observación de la relación entre el infante y la madre.
El papel de la madre es de vital importancia para el devenir tanto del self verdadero como el
falso.

En un principio, el infante se encuentra en un estado casi permanentemente no-integrado y


nunca integrado totalmente, siendo su madre la que provee la cohesión de los diversos
elementos sensorio-motores. Lo único que le es propio al infante es su capacidad de
hacer gestos de manera espontánea: esta es una señal de la existencia de un self verdadero en
potencia.

Ante estas señales, es el actuar de la madre lo que definirá que sucederá con el self del
infante. Si la madre es “suficientemente buena”, dará satisfacción a la omnipotencia del
infante. La madre hace esto mediante una instrumentación de las expresiones
omnipotentes del infante. Si los gestos espontáneos son el verdadero self en potencia,
es la satisfacción repetida de estos gestos por parte de la madre la que vuelve a este self real.
El self verdadero cobra vida gracias a la instrumentación de lamadre. Una con$guración
exitosa del self verdadero a la realidad permite que la omnipotencia del bebé no choque con
el mundo externo. Así el infante mantiene su espontaneidad y disfruta de la ilusión de control
mientras se desenvuelve en el mundo para posteriormente perder su omnipotencia y darse
cuenta que estaba viviendo una ilusión de control. Esta unión exitosa entre el infante con el
objeto(objeto materno) es la base para la simbolización.

En cambio, una madre que no es “suficientemente buena” es la incapaz de sentir las


necesidades del bebé. La madre no logra instrumentar la omnipotencia del infante, de modo
que repetidamente falla en dar satisfacción al gesto del bebé. En lugar de hacer eso, la madre
reemplaza el gesto del infante por el suyo propio. Esta sumisión del infante es el inicio de la
configuración del self falso. Así, el infante vive,pero vive de forma sumisa, y vive una vida
falsa. Se trata de un self que reaccione y complace a las exigencias ambientales. La única

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realidad a la cual puede aspirar este self es a la cual se somete, es decir,crecer exactamente
como la madre. A pesar de la existencia, el self verdadero existe dentro del infante,pero
escondido. Es más, es gracias a la existencia del self falso que lidia con las exigencias del
ambiente que el self verdadero puede existir oculto.

En base a todo lo anterior es que podemos definir al self falso como una defensa contra la
explotación del self verdadero, lo cual daría por resultado la aniquilación del sujeto. Por otro
lado, se entiende al self verdadero como la posición teórica de donde proviene el gesto
espontáneo y la idea personal, y aparece en cuanto existe alguna organización mental del
individuo (en un principio, solo se resume a la vida sensorio motriz). Si bien ambas facetas de
una persona pueden existir, solo es el self verdadero que goza de una sensación de real.

Dentro de los dos extremos posibles, los cuales son vivir como self verdadero y o self falso,
el autor enumera una serie de instancias intermedias

A. Extremo: El self falso toma el lugar de la persona real, relacionándose y viviendo


en el mundo como si fuese verdaderamente el sujeto. Tiene una vida normal, pero
ende a fallar pues carece de un elemento esencial. El self verdadero se encuentra
completamente oculto.
B. Extremo inferior: el self falso defiende al self verdadero al mediar entre él y el
mundo exterior. Sin embargo, el self verdadero es reconocido como
potencial y vive una vida secreta.
C. Más hacia la salud: El self falso sigue mediando con el mundo, pero
tiene por interés principal la búsqueda de condiciones que le posibiliten al self
verdadero hacer valer sus méritos. En esta fase, ante el fracaso del self falso, el
resultado es el suicidio en pos de evitar la aniquilación del self verdadero.
D. Aún más hacia la salud: El self falso se basa en iden$caciones,
tomando elementos externos e identificándose con ellos.
E. En la salud: El self falso está compuesto por los valores sociales y la educación
necesaria para desenvolverse correctamente con el mundo exterior. El
individuo es capaz de ceder su omnipotencia del self verdadero de manera
exitosa.

Winnicott sostiene que si bien el self falso es algo negativo, no se puede dar
tampoco la situación en que el sujeto viva solo en base a su self verdadero. Si bien en primer
lugar es de vital importancia la adecuada sensación de realidad otorgada por el self
verdadero, se requiere de un equivalente de un self falso para tener una vida sana y en
sociedad. En un desarrollo normal, una actitud sociable y adaptativa con el medio vendría a
ser el equivalente al self falso.

Finalmente, el autor toma sus conceptos y los vuelve de utilidad dentro del
ámbito del psicoanálisis. En primer lugar, para una terapia exitosa, es necesario saber si uno
se encuentra ante un self verdadero o falso. Un criterio para discernir es el vacío de un self
falso: carece de espontaneidad creativa. Luego, gracias a la regresión, el terapeuta es capaz de

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observar al paciente en sus momentos de dependencia a nivel madre-hijo. En segundo lugar,
dado este nivel de dependencia, el terapeuta ha de tener cuidado, pues esta dependencia
puede proyectarse hacia él. Se advierte que si no se está preparado, es mejor no
lidiar con personas que viven en un self falso

REALIDAD Y JUEGO. CAPÍTULO I: OBJETOS TRANSICIONALES Y


FENÓMENOS TRANSICIONALES. - WINNICOTT.

Primera hipótesis: existe una relación entre la tendencia de los recién nacidos a utilizar el
puño, los dedos, los pulgares para estimular la zona erógena oral para satisfacer los instintos;
y el fenómeno que se da al cabo de unos meses, cuando los bebés encuentran placer en jugar
con muñecas y las madres les ofrecen algún objeto especial esperando que se aficionen a
ellos.

La primera posesión: respecto a las pautas que exhiben los bebés en el uso de su primera
posesión “no-yo”, se advierte una amplia variación en la secuencia de hechos que empieza
con las primeras actividades de introducción del puño en la boca por el recién nacido, y que a
la larga lleva al apego con un osito, muñeca o juguete, blando o duro. Aquí hay algo más que
solo la excitación y satisfacción oral. Se pueden estudiar cosas de importancia como: (1) La
naturaleza del objeto; (2) La capacidad del niño para reconocer el objeto como un “no-yo”;
(3) La ubicación del objeto: afuera, adentro, en el límite; (4) La capacidad del niño para crear,
idear, imaginar, producir, originar un objeto; (5) La iniciación de un tipo afectuoso de
relación de objeto.

Se utilizan los términos “objetos transicionales” y “fenómenos transicionales” para designar


la zona intermedia de experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la
verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora primaria y la proyección de lo que ya
se ha introyectado, entre el desconocimiento primario de la deuda y el reconocimiento de
esta.

El parloteo del bebé y la manera en que un niño mayor repite un repertorio de canciones y
melodías mientras se prepara para dormir se ubican en la zona intermedia, como fenómenos
transicionales, junto con el uso que se hace de objetos que no forman parte del cuerpo del
niño aunque todavía no se los reconozca del todo como pertenecientes a la realidad exterior.

Lo inadecuado de la formulación habitual de la naturaleza humana: la naturaleza humana


en términos de relaciones interpersonales no resulta suficiente. De cada individuo puede
decirse que posee una realidad interna, que puede ser rica o pobre, encontrarse en paz o en
estado de guerra. Esto es una ayuda, pero tampoco es suficiente. Así como hace falta esta

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doble exposición, también es necesaria una triple: la tercera parte de la vida de un ser
humano, es una zona intermedia de experiencia a la cual contribuyen la realidad interior y la
vida exterior. Se trata de una zona que no es objeto de desafío alguno, porque no se le
presentan exigencias.
Winnicott no estudia específicamente el primer objeto de las relaciones de objeto (osito o
puño), sino que se enfoca en la primera posesión, y la zona intermedia entre lo subjetivo y lo
que se percibe en forma objetiva. Existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebé
para reconocer y aceptar la realidad y su creciente capacidad para ello.

Desarrollo de una pauta personal: en el desarrollo de un niño pequeño aparece una


tendencia a entretejer en la trama personal objetos-distintos-que yo. En cierta medida estos
objetos representan al pecho materno. Estas experiencias funcionales van acompañadas por la
formación de pensamientos o de fantasías. A todas estas cosas las denominó fenómenos
transicionales. Por lo demás, de todo ello puede surgir algo, o algún fenómeno, quizás un
puñado de lana o una palabra o melodía, o una modalidad, que llega a adquirir una
importancia vital para el bebé en el momento de disponerse a dormir y que es una defensa
contra la ansiedad, en especial contra la de tipo depresivo. Puede que el niño haya encontrado
algún objeto blando o de otra clase, y lo use, y entonces se convierte en objeto transicional.
Este objeto transicional es importante y los padres llegan a conocer su valor, por eso lo llevan
consigo cuando viajan y la madre permite que se ensucie y aún que tenga mal olor, pues sabe
que si lo lava provoca una ruptura en la continuidad de la experiencia del bebé, que puede
destruir la significación y el valor del objeto para este.
o La pauta de los fenómenos transicionales empieza a aparecer desde los 4 a 6 meses hasta
los 8 a 12.
o Las pautas establecidas en la infancia pueden persistir en la niñez. La necesidad de un
objeto o de una pauta de conducta específicos, que comenzó a edad muy temprana, puede
reaparecer más adelante, cuando se presente la amenaza de una privación.
o No existe una diferencia apreciable entre los varones y las niñas, en su uso de la primera
posesión “no-yo”, denominado objeto transicional.
o Cuando el bebé empieza a usar objetos organizadores (“mam”, “ta” “da”) puede aparecer
una palabra para nombrar al objeto transicional. Es frecuente que el nombre que da a esos
primeros objetos tenga importancia, y por lo general contiene en parte una palabra
empleada por los adultos.
o A veces no existe un objeto transicional aparte de la madre misma. O el bebé se siente tan
perturbado en su desarrollo emocional, que no le resulta gozar del estado de transición. O
bien se quiebra la secuencia de los objetos usados.

Resumen de cualidades especiales de relación:


1. El bebé adquiere derechos sobre el objeto, y nosotros los aceptamos. Pero desde el
comienzo existe como característica cierta anulación de la omnipotencia.
2. El objeto es acunado con afecto, y al mismo tiempo amado y mutilado con excitación.
3. Nunca debe cambiar, a menos de que lo cambie el propio bebé.

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4. Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así como al odio, y si se trata de una
característica, a la agresión pura.
5. Al bebé debe parecerle que irradia calor, o que se mueve, o que posee cierta textura, o que
hace algo que parece demostrar que posee una vitalidad o una realidad propias.
6. Proviene de afuera desde nuestro punto de vista, pero no para el bebé. Tampoco viene de
adentro. No es una alucinación.
7. Se permite que su destino sufra una descarga gradual de modo que a lo largo de los años
queda, no tanto olvidado como relegado al limbo. Es decir que en un estado de buena
salud el objeto transicional no “entra”, ni es forzoso que el sentimiento relacionado con él
sea reprimido. No se lo olvida ni se lo llora. Pierde significación, y ello porque los
fenómenos transicionales se han vuelto difusos, se han extendido a todo el territorio
intermedio entre la “realidad psíquica interna” y el “mundo exterior tal como lo perciben
dos personas en común”.

Relación del objeto transicional con el simbolismo: es cierto que un trozo de frazada (o lo
que fuere) simboliza un objeto parcial, como el pecho materno. Pero lo que importa no es
tanto su valor simbólico como su realidad. Cuando se emplea el simbolismo el niño ya
distingue con claridad entre la fantasía y los hechos, entre los objetos internos y los externos,
entre la creatividad primaria y la percepción.

El término de objeto transicional deja lugar para el proceso de adquisición de la capacidad


para aceptar diferencias y semejanzas. Se puede usar una expresión que designe la raíz del
simbolismo en el tiempo, que describa el viaje del niño, desde lo subjetivo puro hasta la
objetividad. Y es el objeto transicional (trozo de frazada, osito, etc.) lo que vemos de ese
viaje de progreso hacia la experiencia.

Es posible entender el objeto transicional y no entender del todo la naturaleza del


simbolismo. En apariencia, este solo se puede estudiar de manera adecuada en el proceso de
crecimiento de un individuo, y en el mejor de los casos tiene un significado variable.

Estudio teórico. Comentarios basados en la teoría psicoanalítica aceptada:


1. El objeto transicional representa el pecho materno, o el objeto de la primera relación.
2. Es anterior a la prueba de la realidad establecida.
3. En relación con el objeto transicional el bebé pasa del dominio omnipotente (mágico) al
dominio por manipulación (que implica el erotismo muscular y el placer de la
coordinación).
4. A la larga el objeto transicional puede convertirse en un objeto fetiche y por lo tanto
persistir como una característica de la vida sexual adulta.
5. A consecuencia de la organización erótica anal, el objeto transicional puede representar
las heces (pero no se debe a ello que llegue a tener mal olor y a no ser lavado)

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Relación con el objeto interno (Klein). Comparación del concepto de objeto transicional
con el de Melanie Klein sobre el objeto interno. El objeto transicional no es un objeto
interno (el cual constituye un concepto mental) es una posesión. Pero para el bebé tampoco es
un objeto exterior. El bebé puede emplear un objeto transicional cuando el objeto interno está
vivo, es real y lo bastante bueno (no demasiado persecutorio). Pero ese objeto interno
depende, en lo referente a sus cualidades, de la existencia, vivacidad y conducta del objeto
exterior. El fracaso de este último en el cumplimiento de alguna función esencial lleva en
forma indirecta al carácter inerte o a una cualidad persecutoria del objeto interno. Cuando
subsiste la característica de insuficiencia del objeto exterior, el interno deja de tener
significado para el bebe, y solo entonces el objeto transicional se vuelve también carente de
sentido. Este último puede representar el “pecho externo”, pero en forma indirecta, debido a
que representa un pecho “interno”. Nunca se encuentra bajo el dominio mágico como el
interno, ni está fuera de ese dominio como ocurre con la madre verdadera.

Ilusión- desilusión: un niño no tiene posibilidad de pasar del principio de placer al de


realidad, o a la identificación primaria y más allá de ella, si no existe una madre lo bastante
buena. La madre lo bastante buena (que no tiene porque ser la del niño) es la que lleva a cabo
la adaptación activa a las necesidades de esté y que la disminuye poco a poco, según la
creciente capacidad del niño para hacer frente al fracaso de adaptación y tolerar la
frustración. Por supuesto, es más probable que su propia madre sea mejor que cualquier otra
persona, ya que dicha adaptación activa exige una preocupación tranquila y tolerada respecto
del bebe: el éxito en el cuidado de este depende de la devoción, no de la inteligencia o de la
ilustración intelectual.

La madre bastante buena comienza con una adaptación casi total a las necesidades de su hijo,
y a medida que pasa el tiempo se adapta poco a poco, en forma cada vez menos completa, en
consonancia con la creciente capacidad de su hijo para encarar ese retroceso.

Entre los medios con que cuenta el bebé para enfrentar ese retiro materno se cuentan:
1. Su experiencia, repetida a menudo, en el sentido de que la frustración tiene un límite de
tiempo. Al comienzo este debe ser breve.
2. Una creciente percepción del progreso
3. El comienzo de la actividad mental
4. La utilización de satisfacciones autoeróticas
5. El recuerdo, el revivir de experiencias, las fantasías, los sueños; la integración de pasado,
presente y futuro.

Si todo va bien, el bebé puede incluso sacar provecho de la experiencia de frustración, puesto
que la adaptación incompleta a la necesidad hace que los objetos sean reales, es decir,
odiados tanto como amados. La consecuencia es que si todo va bien el bebé puede resultar
perturbado por una adaptación estrecha a la necesidad, cuando dicha adaptación continúa
durante demasiado tiempo y no se permite su disminución natural, puesto que la adaptación

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exacta se parece a la magia y el objeto que se comporta a la perfección es solo una
alucinación. Pero al principio tiene que ser casi exacta, pues de lo contrario al bebé no le es
posible empezar a desarrollar la capacidad para experimentar una relación con la realidad
exterior, o por lo menos formarse una percepción de ella.

La ilusión y su valor: al comienzo, gracias a una adaptación de casi el 100%, la madre ofrece
al bebé la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él. Parece encontrarse
bajo su dominio mágico. Lo mismo puede decirse del cuidado en general del niño, en los
momentos tranquilos entre una y otra excitación. La omnipotencia es casi un hecho de la
experiencia. La tarea posterior de la madre consiste en desilusionar al bebé en forma gradual,
pero no lo logrará si al principio no le ofreció suficientes oportunidades de ilusión. El bebé
crea al pecho una y otra vez a partir de su capacidad de amor o de su necesidad. Se desarrolla
en él un fenómeno subjetivo que llamamos pecho materno. La madre coloca el pecho en el
lugar en que el bebé está pronto para crear, y en el momento oportuno.

Al ser humano le preocupa, desde su nacimiento, el problema de la relación entre lo que se


percibe en forma objetiva y lo que se concibe de modo subjetivo, y en la solución de este
problema no hay salud para el sujeto que no fue iniciado lo bastante bien por la madre. Esta
zona intermedia es la que se ofrece al bebé entre la creatividad primaria y la percepción
objetiva basada en la prueba de la realidad. Los fenómenos transicionales representan las
primeras etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no tiene sentido para el ser humano la idea
de una relación con un objeto que otros perciben como exterior a ese ser.

En cierto momento teórico, al comienzo del desarrollo de todo individuo


humano, un bebé ubicado en determinado marco proporcionado por la
madre es capaz de concebir la idea de algo que podría satisfacer la
creciente necesidad que surge de la tensión instintiva. Al principio no se
puede decir que sepa qué se debe crear. En ese momento se presenta la
madre. En la forma corriente le ofrece su pecho y su ansia potencial de
alimentarlo. Cuando su adaptación a las necesidades del bebé es lo
bastante buena, produce en este la ilusión de que existe una realidad exterior que corresponde
a su propia capacidad de crear. Es decir que hay una superposición entre lo que la madre
proporciona y lo que el bebé puede concebir al respecto. Para el observador este percibe lo
que la madre le presenta. Solo percibe el pecho en la medida en que es posible crear uno en
ese momento y lugar. No hay intercambio entre el y la madre. El bebé se alimenta de un
pecho que es parte de él, y la madre da leche a un bebé que forma parte de ella.

En esta figura se da forma a la zona de ilusión, para mostrar cuál es la


función principal del objeto y el fenómeno transicional. Uno y otro inician
al ser humano en una zona neutral de experiencia que no será atacada.
Acerca del objeto transicional puede decirse que se trata de un convenio

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entre nosotros y el bebé. Lo importante es que no se espera decisión alguna al respecto.

Este problema, que al principio le interesa al bebé en forma oculta, se convierte poco a poco
en un problema evidente debido a que la tarea principal de la madre (aparte de ofrecer la
oportunidad para una ilusión) consiste en desilusionarlo. Esto es previo a la tarea del destete,
y además sigue siendo una de las obligaciones de los padres y educadores.
Si las cosas salen bien en ese proceso de desilusión gradual, queda preparado el escenario
para las frustraciones que reunimos bajo la denominación de destete. Cuando hablamos de los
fenómenos que rodean al destete, damos por supuesto el proceso subyacente gracias al cual se
ofrece una oportunidad para la ilusión y la desilusión gradual.

Desarrollo de la teoría de la ilusión-desilusión: la tarea de aceptación de la realidad nunca


queda terminada, ningún sujeto se encuentra libre de la tensión de vincular la realidad interna
con la exterior, y el alivio de esta tensión lo proporciona una zona intermedia de experiencia
que no es objeto de ataques. Dicha zona es una continuación directa de la zona de juego del
niño pequeño que “se pierde” en sus juegos.
En la infancia, la zona intermedia es necesaria para la iniciación de una relación entre el niño
y el mundo, y la posibilita una crianza lo bastante buena en la fase crítica. Para todo ello es
esencial la continuidad (en el tiempo) del ambiente emocional exterior y de determinados
elementos del medio físico, tales como el o los objetos transicionales.

Resumen: respecto a las primeras experiencias del niño sano, en relación con la primera
posesión, se vincula en el tiempo con los fenómenos autoeróticos y la succión del puño y del
pulgar, y más adelante con el primer animal o muñeca blandos y con los juguetes duros. El
niño tiene vinculaciones con el objeto exterior (el pecho materno) y con los objetos internos
(el pecho mágicamente introyectado), pero es distinta de ellos. Los objetos y fenómenos
transicionales pertenecen al reino de la ilusión que constituye la base de iniciación de la
experiencia. Esa primera etapa del desarrollo es posibilitada por la madre para adaptarse a las
necesidades de su hijo, con lo cual le permite forjarse la ilusión de que lo que él cree existe en
la realidad.

La zona intermedia de experiencia, constituye la mayor parte de la experiencia del bebé, y se


conserva a lo largo de la vida en las experiencias que corresponden a las artes y la religión, a
la vida imaginativa y a la labor científica creadora.
Por lo general el objeto transicional del bebé se descarga poco a poco, en especial a medida
que se desarrollan los intereses culturales.

2. Una aplicación de la teoría:

Lo transicional no es el objeto. Este representa la transición del bebé, de un estado que se


encuentra fusionado a la madre a uno de relación con ella como algo exterior y separado.

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Esto se entiende como el punto en que el bebé crece y sale de una relación de objeto de tipo
narcisista; por otra parte, omite la idea de independencia, tan esencial en las primeras etapas,
antes de que el bebé se sienta seguro de que pueden existir cosas que no forman parte de él.

Psicopatología que se manifiesta en la zona de fenómenos transicionales: como ejemplo


del manejo de la separación y la pérdida por el niño, llamó la atención hacia la forma en que
la primera puede afectar a los fenómenos transicionales.

Cuando se encuentra ausente la madre, o alguna otra persona de la cual depende el bebé, no
se produce un cambio inmediato porque este tiene un recuerdo o imagen mental de la madre,
o lo que podemos llamar una representación interna de ella, que se mantiene viva durante
cierto período. Si la madre se ausenta durante un lapso superior a determinado límite, se
disipa el recuerdo de la representación interna. Cuando ellos se produce los fenómenos
transicionales se vuelven poco a poco carentes de sentido y el bebé no puede
experimentarlos. Presenciamos entonces la descarga del objeto. Antes de la pérdida vemos a
veces la exageración del empleo del objeto transicional como parte de la negación de que
exista el peligro de desaparición de su sentido.
REALIDAD Y JUEGO. CAP II: “SUEÑOS, FANTASÍA Y VIDA”. - WINNICOTT.

Historia de un caso que describe una disociación primaria, en el cual el contraste entre el
fantaseo y los sueños resultaba no sólo pertinente, sino, central.

Mujer de mediana edad que su análisis va descubriendo la medida en que el fantaseo (o algo
parecido al soñar despierto), ha perturbado toda su vida. Hay una diferencia esencial, para
ella, entre el fantaseo y las alternativas de los sueños, por un lado, y la vida real y la relación
con objetos reales por el otro. Se ha visto que los sueños y la vida pertenecen al mismo orden,
en tanto que el soñar despierto corresponde a otro. Los sueños encajan en la relación con los
objetos en el mundo real, y la vida en este mundo coincide con el mundo de sueños en formas
muy familiares. El fantaseo, en cambio, es un fenómeno aislado, que absorbe energía, que no
contribuye al soñar ni al vivir. Data de los primeros años de vida de la paciente y su pauta
quedó establecida cuando tenía dos o tres. Incluso se lo percibía en fechas anteriores, y es
probable que haya comenzado con una "cura" de la succión del pulgar.

Una buena parte de sueños y de sentimientos concernientes a la vida puede ser reprimida,
mientras que la inaccesibilidad del fantaseo se vincula con la disociación antes que con la
represión.

La paciente, por ejemplo, está en su habitación, y mientras no hace nada (aparte de respirar)
ha pintado un cuadro o ejecutado una porción interesante de su labor o hecho una caminata
por el campo; pero desde el punto de vista del observador nada ha ocurrido. En rigor no es
probable que ocurra nada debido a que en un estado disociado ocurren tantas cosas

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Acerca de la primera infancia de la paciente: En sus primeras relaciones con su madre se
estableció una pauta, y tales relaciones cambiaron con demasiada brusquedad y demasiado
pronto, de muy satisfactorias a desilusionantes, y dieron lugar a la desesperación y el
abandono de esperanzas en la relación de objeto. Era la más pequeña de sus hermanos, por lo
que se encontró con un mundo ya organizado. Nunca fue muy aceptable, los juegos le
resultaban insatisfactorios porque no hacía más que esforzarse en representar el papel que se
le asignaba. En verdad vivía en ese fantaseo según una base de actividad mental disociada.
Durante prolongados períodos su única defensa consistió en vivir allí, en esa actividad de
fantaseo.

Sin saberlo ella, mientras concurría a la escuela, y más tarde al trabajo, siempre se
desarrollaba otra vida en términos de la parte disociada. Dicho de otra manera, su vida se
hallaba disociada de la parte principal de ella, que vivía en lo que se convirtió en una
secuencia organizada de fantaseo.

En cuanto esta paciente empezaba a poner algo en práctica, como por ejemplo pintar o leer,
tropezaba con las limitaciones que le provocaban insatisfacción, porque había dejado escapar
la omnipotencia que conservaba en el fantaseo. Se describe mejor el estado de la paciente
por medio de dos de sus sueños:

1. Se encontraba en una habitación, con muchas personas y sabía que estaba


comprometida con un zoquete. Describió a un tipo de hombre que no le habría
gustado en los hechos. Se volvió a su vecina y dijo: "Ese hombre es el padre de mi
hijo." De esa manera, con mi ayuda, se informó a sí misma, en esa etapa avanzada de
su análisis. de que tiene un hijo de unos diez años. En verdad no tiene hijos, pero
gracias al sueño logró saber que tenía uno desde hacía tiempo, y que el niño crecía.
De paso, eso explicaba una de sus primeras frases en la sesión, que fue una pregunta:
"Dígame, ¿me visto demasiado como una niña, teniendo en cuenta mi edad mediana?"
En otras palabras, se encontraba muy cerca de reconocer que debía vestirse para ese
hijo tanto como para su propio yo de edad mediana. Consiguió decirme que el hijo era
una niña.
2. En una sesión de una semana antes hubo otro sueño, en el cual experimentó un
intenso resentimiento contra su madre (por quien siente, en potencia, un gran afecto)
porque, según se supo por el sueño, esta había privado a su hija, es decir, a ella
misma, de sus propios hijos. Le pareció extraño soñar eso. "Lo curioso —dijo— es
que ahí parece como si deseara un hijo, en tanto que en mi pensamiento consciente sé
que solo pienso en los niños como necesitados de protección por haber nacido. —Y
agregó:— Es como si tuviese un sentimiento secreto de que algunas personas no
encuentran tan mala la vida".

Antes de irse de la sesión, al cabo de dos horas, había experimentado una oleada de odio
hacia su madre, y el odio poseía una cualidad nueva. Estaba más cerca del asesinato, y
también a ella le pareció que el odio se parecía más que antes a una cosa específica. Ahora ya

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podía pensar que el zoquete, el padre de su hija, era presentado como zoquete para ocultarle a
la madre que el padre de la hija de la paciente era el padre de esta, el esposo de su madre.
Ello significaba que se hallaba muy cerca del sentimiento de ser asesinada por su madre.
Aquí, en verdad, nos encontrábamos con sueños y con la vida. y no perdidos en fantaseos. De
tal manera, la diferencia entre el soñar despierto y el soñar (que es vivir) resultaba cada vez
más clara para la paciente

El fantaseo obstaculiza la acción y la vida en el mundo real o exterior, pero mucho más
obstaculiza el soñar y la realidad psíquica personal, o interna, el núcleo viviente de la
personalidad individual.

La zona de lo informe

La palabra clave que era preciso llevar de vuelta al sueño era lo informe, porque así es la tela
antes de que se le aplique el molde, se la corte y cosa. En otras palabras, en un sueño eso
habría sido un comentario sobre su propia personalidad y el establecimiento de sí misma. El
ambiente de su infancia parecía no permitirle ser informe; al contrario, sentía que debía
moldearla y cortarla en formas concebidas por otras personas.

Luego de varias sesiones, la paciente tuvo un sueño en que llegaba gente que ocupaba su
departamento, este estaría relacionado con su hallazgo de nuevas posibilidades en su propia
personalidad, y también con el goce de identificaciones con otras personas, incluidos sus
padres. Esto es lo contrario de sentirse modelada, y le ofrece una forma de identificarse sin
perder la identidad.

(Habla más respecto de otra sesión pero es bastante largo y no creo que sea tan importante, el
tema es que ella pudo avanzar y entender la diferencia entre el fantaseo o “dormir/soñar
despìerta” y el verdadero soñar).

REALIDAD Y JUEGO. CAP III: “EL JUEGO, EXPOSICIÓN TEÓRICA”. -


WINNICOTT.

Winnicott además de bazar sus teorías en el psicoanálisis, también incluye la psicoterapia.

La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del


terapeuta Está relacionada con dos personas que juegan juntas. La consecuencia de ello es
que cuando el juego no es posible, la labor del terapeuta se orienta a llevar al paciente, de un
estado en que no puede jugar a uno en que le es posible hacerlo.

Winnicott toma algunos conceptos de Milner. Trata de distinguir entre “una fusión prelógica
de sujeto y objeto” y la “fusión o defusión del objeto subjetivo y del objeto percibido en
forma objetiva.

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El juego y la masturbación

Cuando encaramos el tema de la masturbación siempre pensamos: ¿Cuál es la fantasía? Y


también es verdad que cuando presenciamos un juego tenemos tendencia a preguntarnos cuál
es la excitación física relacionada con el tipo de juego que vemos. Pero el juego debe ser
estudiado como un tema por sí mismo, complementario del concepto de sublimación del
instinto.

Winnicott señala que si la excitación física o el compromiso instintivo resultan evidentes


cuando un chico juega, el juego se detiene, o por lo menos queda arruinado.

Sugiere que en la teoría total de la personalidad del psicoanalista, haya estado muy ocupado
utilizando el contenido del juego como para observar al niño que juega, y para escribir sobre
el juego como una cosa en sí misma.

Todo lo que se diga sobre el jugar de los niños también rige para los adultos, solo que el
asunto se hace de más difícil descripción cuando el material del paciente aparece
principalmente en términos de comunicación verbal. En mi opinión, debemos esperar que el
jugar resulte tan evidente en los análisis de los adultos como en el caso de nuestro trabajo con
chicos. Se manifiesta, por ejemplo, en la elección de palabras. en las inflexiones de la voz, y
por cierto que en el sentido del humor.

El jugar en el tiempo y en espacio

Para asignar un lugar al juego Winnicott postula la existencia de un espacio potencial entre el
bebé y la madre. Varía en gran medida según las experiencias vitales de aquel en relación con
esta o con la figura materna, y lo enfrenta: a) al mundo interior (que se relaciona con la
asociación psicosomática) y b) a la realidad exterior (que tiene sus propias realidades y se
puede estudiar en forma objetiva).

Lo universal es el juego, y corresponde a la salud: facilita el crecimiento y por lo tanto esta


última; conduce a relaciones de grupo; puede ser una forma de comunicación en psicoterapia
y, por último, el psicoanálisis se ha convertido en una forma muy especializada de juego al
servicio de la comunicación consigo mismo y con los demás.

Teoría del juego

Es posible describir una secuencia de relaciones vinculadas con el proceso de desarrollo y


buscar dónde empieza el jugar:

A. El niño y el objeto se encuentran fusionados. La visión que el primero tiene del


objeto es subjetiva, y la madre se orienta a hacer real lo que el niño está dispuesto a
encontrar.

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B. El objeto es repudiado, reaceptado y percibido en forma objetiva. Este complejo
proceso depende en gran medida de que exista una madre o figura materna dispuesta a
participar y a devolver lo que se ofrece.

Esto significa que la madre (o parte de ella) se encuentra en un "ir y venir" que oscila
entre ser lo que el niño tiene la capacidad de encontrar y (alternativamente) ser ella
misma, a la espera que la encuentren.

Si puede representar ese papel durante un tiempo, sin admitir impedimento, entonces
el niño vive cierta experiencia de control mágico, que se denomina "omnipotencia" en
la descripción de los procesos intrapsíquicos.

La confianza en la madre constituye un campo de juegos intermedio, en el que se


origina la idea de lo mágico, pues el niño experimenta en cierta medida la
omnipotencia.

C. La etapa siguiente consiste en encontrarse solo en presencia de alguien. El niño juega


entonces sobre la base del supuesto de que la persona a quien ama y que por lo tanto
es digna de confianza se encuentra cerca, y que sigue estándolo cuando se la recuerda,
después de haberla olvidado. Se siente que dicha persona refleja lo que ocurre en el
juego.
D. El niño se prepara ahora para la etapa que sigue, consistente en permitir una
superposición de dos zonas de juego y disfrutar de ella. Primero, por supuesto, es la
madre quien juega con el bebé, pero cuida de encajar en sus actividades de juego.
Tarde o temprano introduce su propio modo de jugar, y descubre que los bebés varían
según su capacidad para aceptar o rechazar la introducción de ideas que les
pertenecen.

Así queda allanado el camino para un jugar juntos en una relación de confianza.

REALIDAD Y JUEGO. CAP VI: “EL USO DE UN OBJETO Y LA RELACIÓN


POR MEDIO DE IDENTIFICACIONES”. - WINNICOTT

Diferencia entre relación de objeto y uso de objeto: en la relación de objeto el sujeto


permite que se produzcan ciertas alteraciones en la persona; el objeto se vuelve significativo,
actúan mecanismos de proyección e identificación y el sujeto se ve vaciado en la medida en
que parte de él se encuentra en el objeto.

La relación de objeto es una experiencia del sujeto que se puede describir en términos de este
como un aislado. Cuando se habla del uso de un objeto se da por sentado la relación de
objeto, y también los nuevos rasgos que abarcan la naturaleza y conducta de objeto. Por
ejemplo, si se lo desea usar, es necesario que el objeto sea real en el sentido de formar parte

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de la realidad compartida y que no sea un manojo de proyecciones. Cuando se examina el uso
debe tenerse en cuenta la naturaleza del objeto, no como proyección, sino como una cosa en
sí misma.
(La madre le ofrece al bebé el objeto transicional es decir un objeto subjetivo, un sustituto de
ella. Este objeto transicional debe ser un objeto real porque sino va a seguir siendo alucinado.
El objeto le tiene que provocar oposición para poder crear la realidad. El objeto transicional
más que una conducta es un logro psíquico, el de lograr simbolizar).

Un rasgo esencial del concepto de objetos y fenómenos transicionales es la “paradoja y la


aceptación de ésta”: el bebé crea el objeto, pero este estaba ahí, esperando que se lo crease y
que se lo denominara objeto cargado.
(La función de la madre suficientemente buena es la de presentarle el objeto al bebé, con el
que el niño puede fantasear y puede ser omnipotente. Con esta idea se produce la paradoja,
asociada al objeto en la experiencia de ilusión.
Experiencia de ilusión es cuando el bebé cree que creó al objeto, cuando en realidad
solamente lo encuentra.
Omnipotencia mágica, el bebé siente esto porque no tiene idea todavía de los objetos externos
y cuando el quiere algo mágicamente se le presenta).

Para usar un objeto es preciso que el sujeto haya desarrollado una “capacidad” que le permita
usarlos. Esto forma parte del paso al principio de realidad. No es posible decir que tal
capacidad es innata, ni dar por sentado su desarrollo en un individuo. El desarrollo de la
aptitud para usar un objeto es un ejemplo del proceso de maduración como algo que depende
de un ambiente facilitador. En la secuencia se puede decir que primero viene la relación de
objeto y al final el uso; pero la parte intermedia es la más difícil del desarrollo humano. Lo
que existe entre la relación y el uso es la ubicación del objeto, por el sujeto, fuera de la zona
de su control omnipotente, es decir su percepción del objeto como un fenómeno exterior, no
como entidad proyectiva.
El paso de la relación al uso significa que el sujeto destruye el objeto, es decir, descubrirá que
después de que “el sujeto se relaciona con el objeto” viene “el sujeto destruye al objeto
(cuando se vuelve exterior)” y luego puede venir “el objeto sobrevive a la destrucción por el
sujeto (aunque puede haber supervivencia o no).” El sujeto dice al objeto “mientras te amo te
destruyo constantemente en mi fantasía” (inconsciente). Aquí comienza la fantasía. Entonces
el sujeto puede utilizar el objeto que ha sobrevivido y es importante destacar que no se trata
solo de que destruye el objeto porque este se encuentra fuera de la zona de control
omnipotente, sino que la destrucción del objeto es la que lo coloca fuera de la zona de control
omnipotente del sujeto.

Gracias a la supervivencia del objeto, el sujeto puede entonces vivir una vida en el mundo de
los objetos, pero debe pagar un precio que es la aceptación de la destrucción de la fantasía
vinculada con la relación de objeto. En tanto que el sujeto no destruye el objeto subjetivo
(material de proyección), la destrucción aparece y se convierte en el aspecto central cuando el

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objeto es percibido de manera objetiva, tiene autonomía y pertenece a la realidad
“compartida”.
La destrucción desempeña un papel en la formación de la realidad. El sujeto crea el objeto, en
el sentido de que encuentra la exterioridad misma, y esta experiencia depende de la capacidad
del objeto para sobrevivir (“sobrevivir” en este contexto significa “no tomar represalias”)

Resumen: la relación puede ser con un objeto subjetivo en tanto que el uso implica que el
objeto forma parte de la realidad exterior. Secuencia: 1) el sujeto se relaciona con el objeto. 2)
el objeto está a punto de ser hallado por el sujeto, en lugar de ser ubicado por esté en el
mundo. 3) el sujeto destruye el objeto. 4) el objeto sobrevive a la destrucción. 5) el sujeto
puede usar el objeto.

El objeto siempre es destruido. Esta destrucción se convierte en el telón de fondo


inconsciente para el amor a un objeto real, es decir, un objeto que se encuentra fuera de la
zona de control omnipotente del sujeto.

Analista - paciente: Winnicott dice que, si sabemos esperar, el paciente llega a una
comprensión de lo que ocurre en forma creadora y con una inmensa alegría. “…interpreto
para que el paciente conozca los límites de mi comprensión”. Si se quiere que la
interpretación del analista tenga efecto se la debe vincular con la capacidad del paciente para
colocarlo fuera de la zona de los fenómenos subjetivos. Es necesaria la aptitud del paciente
para usar al analista. Si el terapeuta no promueve el uso y en cambio promueve la relación, el
análisis podría ser interminable

ESCRITOS DE PEDIATRÍA Y PSICOANÁLISIS. CAP V: EL ODIO EN LA


CONTRATRANSFERENCIA. - WINNICOTT

La tarea del analista que emprende el análisis de un psicótico, se ve seriamente influida por
el fenómeno del odio en la contratransferencia.
El análisis de los psicóticos se hace imposible a menos que el odio del propio analista sea CC
y bien delimitado. Un analista debe someterse a análisis él mismo. Además de esto, el
trabajo con un psicótico es molesto en comparación con un neurótico.
Winnicott reconoce la dificultad inherente al trabajo del psiquiatra y de la enfermera mental,
ya que asegura que los pacientes locos, son por fuerza una pesada carga emocional para
quienes cuidan de ellos.
Para ayudar a quien practica la psiquiatría, el analista no debe limitarse a estudiar para él las
fases primitivas del desarrollo emocional del individuo enfermo, sino que también debe
estudiar la naturaleza de la carga emocional que el psiquiatra sobrelleva cuando realiza su
labor. El psiquiatra necesita comprender lo que nosotros llamamos contratransferencia. Por
mucho que quiera a sus pacientes el psiquiatra no puede evitar odiarlos y temerlos, y cuanto

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mejor sepa esto, menor será la incidencia del odio y el temor en su conducta respecto de los
pacientes.

Los fenómenos de la contratransferencia pueden clasificarse de la siguiente manera:


1. Anormalidad en los sentimientos de contratransferencia, y relaciones e
identificaciones fijas que se hallan bajo represión en el ata
2. Las identificaciones y tendencias correspondientes a las experiencias personales del
analista y de su desarrollo personal, que aportan el marco positivo para su labora
analítica y q hacen que la índole de su trabajo difiera del de cualquier otro ata
3. Contratransferencia objetiva: amor y odio que siente el analista como reacción ante la
personalidad y el comportamiento del paciente. Basada en la observación objetiva.

Un analista que debe analizar a psicóticos o antisociales, debería ser capaz de ser tan
plenamente CC de la contratransferencia como para separar y estudiar sus reacciones
objetivas ante el paciente. El paciente solamente puede apreciar en el analista aquello que él
es capaz de sentir.
Si un psicótico se halla en un estado donde coinciden el amor y el odio, experimenta una
profunda convicción de que el analista también es solamente capaz del mismo estado brutal y
peligroso. Esta coincidencia del odio y el amor implica que en la historia del paciente se
produjo un fallo ambiental en el momento en que aparecieron los primeros impulsos
instintivos en busca del objeto.
El analista debe tolerar que se lo coloque del lado del odio, no debe negar un odio que
realmente existe en él mismo. El odio que está justificado en el marco existente debe ser
separado y mantenido en reserva, disponible para una eventual interpretación.
Durante el análisis ordinario el analista no tiene ninguna dificultad en controlar su propio
odio que permanece latente. Lo principal es que a través de su propio análisis se haya
librado de las vastas reservas del odio Icc perteneciente al pasado y a los conflictos internos.
El analista debe estar preparado para soportar la tensión sin esperar que el paciente sepa lo
que está haciendo, tal vez durante un tiempo bastante largo. Para esto debe serle fácil asumir
sus propios temores y odios; a la larga debe ser capaz de decirle al paciente lo que él, como
analista, ha experimentado en sí mismo.
Existe una gran diferencia entre los pacientes que han vivido experiencias satisfactorias en la
primeria infancia, que pueden descubrirse en la transferencia, y los pacientes cuyas
experiencias han sido tan deficientes o deformadas que el analista tiene que ser la primera
persona en la vida del paciente que aporte ciertos puntos esenciales de tipo ambiental.
La aportación y el mantenimiento de un medio ambiente normal puede ser por sí misma algo
de importancia vital en el análisis de un psicótico, puede ser aún más importante que las
interpretaciones verbales. Para el neurótico el sofá, la habitación caldeada pueden simbolizar
el amor materno; para el psicótico esas cosas constituyen la expresión física del amos del
analista.
En ciertas etapas de ciertos análisis el paciente llega a buscar el odio del analista, y lo que
entonces se necesita es un odio objetivo. El paciente debe ser capaz de encontrar ese odio

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objetivo que busca, de lo contrario es imposible que se crea capaz de encontrar amor
objetivo.
Freud en “Los instintos y sus destinos” afirmaba que las actitudes de amor y odio no
caracterizan la relación entre los instintos y sus objetos, sino que están reservadas para la
relación entre el yo como un todo y los objetos. La personalidad debe estar integrada antes
de decirse que un niño odia.
En el análisis con psicóticos el analista debe hallarse en las mismas condiciones que la madre
de un niño recién nacido. Cuando su regresión es profunda el paciente no puede identificarse
con el analista.
Una madre debe ser capaz de tolerar el odio que su bebé le inspira sin hacer nada al respecto,
no puede expresárselo, debe apoyarse en su masoquismo. Lo más notable de una madre es
su capacidad para recibir tanto odio del pequeño y de odiar tanto sin pagarle a él con la
misma moneda, así como su capacidad para esperar una recompensa que puede, o no, llegar
más adelante.
Winnicott cree que un análisis es incompleto si, incluso cerca del final, el analista no ha
podido decirle al paciente lo que él hacía a escondidas mientras éste estaba enfermo, durante
las primeras etapas. Mientras no se haga esta interpretación el paciente es mantenido en la
posición de un pequeño incapaz de comprender lo que debe a su madre.
El analista debe desplegar toda su paciencia, tolerancia y confianza de una madre dedicada a
su pequeño, debe reconocer como necesidades los deseos del paciente, debe apartar de sí
otros intereses a fin de estar disponible y de ser objetivo.
Cabe que exista un período inicial en que sea imposible que el paciente aprecie el punto de
vista del analista.

WINNICOTT:
La tarea del analista que emprende el análisis de un psicótico se ve seriamente influida por el
fenómeno de odio contratransferencial.
Para que el análisis sea posible, el odio del analista debe ser conciente y bien delimitado. Por
ello debe someterse a análisis y así poder separar y estudiar sus reacciones objetivas ante el
paciente.
En ciertas etapas el paciente llega, efectivamente, a buscar el odio del analista, y lo que
entonces se necesita es un odio objetivo. Si el paciente busca odio objetivo o justificado,
debe ser capaz de encontrarlo, de lo contrario es imposible que se crea capaz de encontrar
amor objetivo.
Un análisis es incompleto si el analista no ha sido capaz de decirle al paciente lo que ha
sentido.
Analogía entre la madre que odia al bebé antes de que éste la odie a ella. Una madre debe ser
capaz de tolerar el odio que su bebé le inspira sin hacer nada al respecto. No puede
expresárselo:
El analista debe desplegar toda la paciencia, tolerancia y confianza de una madre dedicada a
su pequeño. Debe reconocer como necesidades los deseos del paciente.

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Contratransferencia: Las identificaciones y tendencias de las experiencias personales del
analista y de su desarrollo personal que aportan al marco positivo para su labor analítica y
que hacen que su trabajo difiera del de otro.

El analista debe someterse a su propio análisis. (librarse de las vastas reservas de odio
inconsciente perteneciente al pasado y a conflictos internos.
El análisis de los psicóticos se hace imposible a menos que el odio del propio analista sea
consciente.
Por mucho que quiera a sus pacientes, el psiquiatra no puede evitar odiarlos.

Fenómenos de la contratransferencia:
✔ El analista no debe negar el odio que realmente existe en el mismo.
✔ El odio debe ser separado y mantenido en reserva disponible para una eventual
interpretación.
✔ Analista= madre
✔ El paciente debe sentir el odio del analista para poder sentir amor más
adelante. Parece ser que es capaz de creer que es amado solo después de haber
sentido que es odiado.
✔ La madre odia al bebé antes de que éste la odie a ella y antes de que el bebé
pueda saber que su madre lo odia.
✔ Un análisis es incompleto si, incluso cerca de su final, el analista no le ha sido
posible decirle al paciente lo que él ha sentido.
✔ En tanto no se haga ésta interpretación, el paciente es mantenido en cierta
forma en la posición de un pequeño incapaz de comprender lo que debe a su
madre.
✔ El paciente no puede ver que el odio del analista frecuentemente es
engendrado precisamente por las cosas que el paciente hace en su cruda
manera de amar.
✔ Los paciente psicóticos, producen odio en los analistas.
✔ No se trata de que el analista no “se le muevan cosas” con el paciente, sino de
abstenerse de interpretar en esa línea.
✔ El analista tiene que trabajar con su deseo advertido de que no está completo y
que no tiene aquello que el paciente le viene a demandar.
✔ Se trata de “devolverle” el odio al paciente , para que este sea operativo en el
análisis.

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