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LECCION 2:
LA SEXUALIDAD A LA LUZ DE LA ANTROPOLOGÍA.

1. AUXILIO DE LAS CIENCIAS HUMANAS PARA UN VERDADERO CONOCIMIENTO


DE LA SEXUALIDAD.

Intentemos ahora exponer la importancia que tiene la mediación de la ciencias humanas para una
mejor comprensión de lo que pide la dignidad de la persona humana (y por tanto el amor hacia ella) en el
campo de la sexualidad. Hay múltiples ciencias que pueden prestarnos su colaboración para buscar la
verdad en este campo: la sociología, la biología, la medicina la psicología, la filosofía, la historia, etc.

No podemos convertir en dogmas las conclusiones del saber científico. Cada ciencia tiene un
punto de vista característico y ni siquiera los especialistas llegan a las mismas conclusiones sobre
idénticos temas. La misión de la moral consiste en discernir los valores propios del ser humano sin
los cuales no le es posible realizarse como tal. Pero ignorar los datos que le suministran las ciencias del
hombre llevaría a la formación de una ética poco fundamentada y falsa en muchas de sus conclusiones.
Aquí no se intenta un análisis exhaustivo de la antropología sexual, sino que intentamos buscar las
pistas de reflexión que nos ayuden para una lectura de la sexualidad como fenómeno humano. Para hacer
realidad el mandamiento supremo del amor en el campo de la sexualidad, necesitamos saber qué es la
sexualidad.

2. EL SENTIDO DE LA CORPORALIDAD HUMANA.

Un punto de partida fundamental es aceptar la corporalidad propia del ser humano El espíritu y
la materia son principios constitutivos del hombre. Pero esta realidad ha de ir más allá de la interpretación
dualista propia del pensamiento griego. El cuerpo, definitivamente, no es la cárcel del alma. Una
antropología dualista está viciada desde sus raíces para captar el sentido y la dignidad del cuerpo humano.
La Constitución “Gaudium et spes” afirma: “En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma
condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta
cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador. No debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino
que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de
resucitar en el último” (No. 14ª).
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3. LA UNIDAD DEL SER HUMANO.

Si hay algo que caracteriza a la persona humana es su unidad misteriosa y profunda. En la


totalidad del hombre, cuerpo y alma no son dos realidades distintas que se dan en su ser, ni como dos
estratos o niveles que pudieran delimitarse en su interior. El hombre único y entero es al mismo tiempo
un ser espiritual y corpóreo. El espíritu humano sólo es capaz de actuar cuando está comprometido con el
cuerpo y encuentra en él su fundamento. Hasta las realizaciones más sublimes del pensamiento están
marcadas por el sello corporal.

Precisamente por esto, el cuerpo humano se nos presenta como una realidad radicalmente
distinta a cualquier otra materia viviente. Los órganos de nuestro cuerpo tienen una cierta semejanza
con los del mundo animal, pero al adjetivarlos como humanos estamos diciendo que son portadores de
una fuerza que les da un sentido totalmente nuevo. Así p.e. un científico podrá analizar en el
laboratorio la maravillosa armonía y comp1ejidad del ojo humano, pero sólo comprenderá su verdadero
sentido humano cuando se enfrente con una mirada llena de ternura o sienta el desprecio y el odio que en
ella se encierra.

Nuestro espíritu no se expresa sino es a través del cuerpo. Este queda entonces cargado de un
simbolismo profundo, ya que es el que sostiene y condiciona la posibilidad de todo encuentro
interpersonal y de toda comunicación amorosa. En este sentido e1 cuerpo tiene una dimensión epifánica,
ya que sólo por medio de él podemos expresar lo más profundo de nuestra intimidad.

4. LO MASCULINO Y LO FEMENINO COMO DOS ESTILOS DE VIDA.

La corporalidad aparece bajo una doble presencia en el ser humano. El hombre y la mujer
manifiestan las dos únicas maneras posibles de vivir en el cuerpo. La sexualidad, es este sentido amplio de
que hablan los psicólogos, no es un simple ropaje añadido a nuestra estructura, sino un eje básico y
fundamental de la misma persona. El ser del hombre entero, desde sus estratos biológicos hasta las
expresiones más anímicas, se vive desde su peculiar sexualidad masculina o femenina.
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Por ello la sexualidad no puede limitarse a los órganos específicos del hombre o de la mujer o a
otros caracteres distintivos. Son dos formas de enfrentarse a la vida. Aunque es verdad que la cultura tiene
mucha influencia, sobre todo en la formación de ciertos aspectos secundarios, la división entre hombre y
mujer tiene raíces más profundas que no se explican por la pura sociología.

5. LA RECIPROCIDAD ENTRE HOMBRE Y MUJER.

La experiencia de todos los tiempos ha constatado un nuevo aspecto: la llamada mutua entre estas
dos formas de existir. Hombre y mujer se sienten invitados a un diálogo peculiar, que no es ni puede ser
idéntico al mantenido con el propio sexo.

Esto significa que la mujer se descubre como tal ante la mirada del hombre y el hombre llega
también a conocerse en su relación con la mujer. Siempre existe la nostalgia de un encuentro, que se
despierta y explícita en el deseo mutuo por el que se sienten atraídos. La relación, pues, entre hombre y
mujer reviste siempre una dimensión sexual, lo cual no significa que tenga que hacer necesariamente
referencia a lo genital.

De hecho la sexología nos dice que “se puede afirmar que en su aspecto esencial, es decir en su
aspecto psíquico, la sexualidad humana puede alcanzar un desarrollo considerable prescindiendo casi por
completo de la colaboración del sistema genital” (A. Hesnard). Más aún, un síntoma de que la persona
ha alcanzado un alto grado de armonía e integración radica en el hecho de poder mantener relaciones
sexuadas, sin que éstas despierten resonancias en lo genital.

6. EL INSTINTO SEXUAL HUMANO COMO SUPERACION DE LA SEXUALLIDAD


ANIMAL.

La etología (ciencia que estudia el comportamiento animal), no puede ser la fuente principal
para el estudio de la sexualidad humana. Hablar del instinto sexual humano como si se tratara de un
fenómeno idéntico al de los animales es realmente lamentable. A este respecto el Vaticano II
explícitamente afirma: "La índole sexual del hombre y facultad de engendrar superan maravillosamente lo
que hay en los inferiores niveles de vida” (GS 51c).
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La biología ha descubierto además diferencias muy significativas entre la sexualidad humana
y la del animal. Vemos p.e. cómo la sexualidad animal tiene una clara finalidad hacia la reproducción

de la especie. La existencia de las épocas de “celo” marca las pautas de la conducta sexual. Cuando es
necesario, el crecimiento demográfico se regula por un descenso del instinto sexual.

En comparación con los animales se da en el hombre una escasa fecundidad, asociada con una
sexualidad permanente. Si sólo sirviera para la reproducción la sexualidad humana seria solo un lujo
inútil.

7. LA TERNURA Y LA COMUNION EN LA SEXUALIDAD HUMANA.

Así como no negamos la orientación procreadora de la sexualidad, de igual modo tenemos que
afirmar que tampoco es licito limitarse a ella. El hombre cuando se siente atraído por la llamada sexual no
puede olvidar que ésta se despliega en un clima humano donde tienen una gran importancia el amor y la
ternura como caminos para llegar al encuentro con el otro. No basta un ejercicio fisiológicamente apto
para la reproducción para que la sexualidad se viva en un ambiente digno del ser humano. Incluso en el
mundo animal se da la superación de una concepción meramente utilitarista del acto sexual.

8. EL SIMBOLISMO DE LA OFRENDA DEL CUERPO.

La comunión corporal entre el hombre y la mujer manifiesta, pues, también una


dimensión unitiva. La sexualidad, desde el momento en que aparece como unión entre dos personas,
tiende hacia una comunidad de amor. Esta es la explicación del exceso y abundancia con que se presenta
en el ser humano. Además de procrear y mantener la especie, cosa que se realiza en muy pocas ocasiones,
la misión de la sexualidad radica en ser un vínculo de acercamiento y amor personal.

La sexualidad es un lenguaje en el que la ofrenda del cuerpo es el símbolo sumamente expresivo


de que antes se ha ofrecido el corazón. Es también la forma por la que la ternura y el cariño alcanzan su
plenitud de expresión y se mantienen a pesar de las dificultades que la vida trae consigo (cfr. GS 49b).
Cuando no significa el amor, el sexo es insignificante. Sólo de este modo, cuando la actividad sexual se
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encuentra traspasada por un amor verdadero, el sexo deja de ser una mera función biológica para
injertarse plenamente en un proyecto humano sin el cual es imposible captar la plenitud de su verdad.

9. NECESIDAD DE LA ARMONÍA ENTRE LA DIMENSION UNITIVA Y LA


PROCREADORA DE LA SEXUALIDAD.

La integración de las dimensiones unitiva y procreativa es un dato fundamental. La necesidad de


la vinculación afectiva brota como una exigencia de la misma procreación y la procreación aparece como
un deseo insistente del amor conyugal. De hecho, el hijo aparece siempre en el horizonte psicológico de
dos personas como la encarnación y el prolongamiento del amor que se profesan.

Pero el camino inverso también es cierto. El amor es una exigencia intrínseca de la función
procreadora. El hijo debe ser siempre fruto del amor conyugal, antes que fruto de la biología de los padres.
Cualquier psicólogo puede testimoniar cómo la falta de amor entre los padres impide el desarrollo
integral de los hijos. Y es que la procreación humana no es un puro fenómeno reproductivo, sino que
exige todo un proceso educativo especialmente largo en nuestra especie.

Amor y procreación se apoyan y entretejen mutuamente cuando el acto sexual se efectúa en el


marco de una relación auténticamente humana. Es verdad que ambas dimensiones no se han dado
vinculadas siempre en la historia, pero eso ha sido debido al fallo que se ha dado en determinadas culturas.
Por encima de las fluctuaciones culturales, nos encontramos ante un hecho que la misma psicología
propone como ideal de la maduración humana.

10. LAS DIVERSAS ETAPAS EN EL DESARROLLO DE LA SEXUALIDAD.

Freud ha sido uno de los autores que más ha insistido en las dos dimensiones de la sexualidad.
Por una parte, considera como un signo de madurez el que las diferentes pulsiones de la infancia queden
centralizadas y ordenadas a la procreación como meta final. Incluso afirma que lo característico de
todas las perversiones sexuales es el desconocimiento de la función procreadora.

Pero de igual forma acentúa la necesidad de que el amor se haga presente para que el
comportamiento sexual resulte humano. La sexualidad lleva consigo un proceso evolutivo que conduce a
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la libido a su estructura definitiva y normal, es decir, a la fusión de las dos corrientes cuya influencia
asegura una conducta erótica plenamente normal: la corriente “cariñosa” y la corriente “sensual”.

El desarrollo progresivo de la madurez sexual apunta hacia la meta en la que confluyen las dos
corrientes citadas. El placer, conforme se aleja el individuo de la etapa infantil, va vinculándose de
manera progresiva con el amor hasta alcanzar la cumbre suprema en la que placer y amor se unifican por
completo.

Los autores hablan de una serie de etapas en la evolución de la sexualidad: infantilismo,


masturbación, homosexualidad, prostitución, queridismo y amor pleno.

I INFANTILISMO 0-11.
- COMPLEJO DE EDIPO (NIÑOS).
- COMPLEJO DE ELECTRA (NIÑAS).

II. MASTURACION 12-15.


- "PLACER SOLO"
- EL ADOLESCENTE SE ENAMORA DE SI MISMO.
- LA MASTURBACION ES ALGO NORMAL, AUNQUE MORALMENTE NO ES ACEPTADA.

III. HOMOSEXUALIDAD 16-18


- PLACER CON OTRO DEL PROPIO SEXO.

IV. PROSTITUCION 19-22.


- PLACER CON OTRO SEXO.

V. AMANTISMO 22-24
- PLACER CON UNA PERSONA DE OTRO SEXO.

VI AMOR PLENO 24...


- PLACER EN LA UNION PERSONAL
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Estos nombres no indican prácticas determinadas, sino “tendencias a”. En definitiva lo que se
quiere afirmar es que el impulso sexual que busca sólo la gratificación solitaria, que se orienta hacia la
otra persona, sea cual sea su sexo, pero de forma confusa e indeterminada, o que se entrega a una persona
concreta, aunque sin firmeza ni estabilidad, no son nada más que etapas de un camino que señalan la meta
hacia la maduración psicosexual definitiva.

El hombre como bellamente describe Pablo VI en la “Populorum progressio” está llamado al


desarrollo (num 15-17). Esto es verdad también en el campo de la vida sexual. La renuncia a esta tarea
supone el estancamiento y la fijación en un estadio infantil e inmaduro. En términos ético-teológicos
podemos afirmar que el “pecado sexual” consiste sobre todo en negarse a crecer sexualmente, en
impedirse a sí mismo o impedir a los demás el llegar a la plenitud humana del amor sexual.

11. LA SEXUALIDAD Y EL PLACER.

Con respecto al placer hay un problema, y es el tratar de comprender por qué la felicidad que
anhela el hombre no puede encontrarla en la búsqueda del puro placer hacia el que se siente atraído.

Si hay algo evidente es la sensación de plenitud que el placer produce cuando acompaña y se
vincula con una actividad sensible. Pero el placer por su propia naturaleza es limitado. Una vez pasada
la experiencia intensa pero breve nos devuelve al contacto con la vida y sus problemas. Lo que parecía
suficiente para hacernos felices provoca un vacío posterior. Por esto, en algún sentido puede decirse que el
placer se revela como el mayor enemigo de la felicidad. Cuando la actividad placentera se hace el objeto
de la felicidad humana, se condena al fracaso. Es querer lo imposible y el aburrimiento, la náusea,
aparece como consecuencia natural.

Lo mismo sucede con el placer sexual. La satisfacción que se deriva de la unión entre el hombre y
la mujer es buena y enriquecedora, pero es limitada. Por eso la búsqueda del placer no puede ser el único
móvil del ejercicio de la sexualidad.

Si hay algo capaz de llenar el deseo de felicidad, hay que referirse de inmediato al amor. En esta
tendencia hacia, al amor como meta es donde el placer adquiere su verdadero sentido. Al convertir la
relación sexual en una ofrenda amorosa, ya no hay lugar para la tristeza y el vacío. Por eso cuando dos
seres se aman, no es sólo la fuerza del placer lo que les lleva a unirse. Lo más importante del placer sexual
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es su carácter simbólico de un amor que llega a tal intensidad que necesita expresarse en la unión
de los cuerpos.

12. LA SEXUALIDAD COMO UN LARGO APRENDIZAJE.

Si el sexo es ante todo un lenguaje de amor, esto supone la necesidad de todo un proceso
educativo. Hay que saber convertir los gestos inexpresivos de la sexualidad inmadura en palabra y
mensaje.

Como la educación sexual no se reduce a una información fisiológica sobre el funcionamiento y


el cuidado de los órganos genitales, debe comenzar desde la infancia e incluso antes de nacer. El niño
debe vivir en el ambiente familiar un clima de amor y de aceptación. Esto será fundamental para ir
adquiriendo un equilibrio que es una tarea de toda la vida. Debe tenerse en cuenta que la educación sexual
no puede hacerse al margen del proceso de una educación integral. Es un absurdo querer que surja una
sexualidad altruista en un ambiente agresivo y competitivo.

13. LA DIMENSION SOCIAL DE LA SEXUALIDAD.

Tradicionalmente las cuestiones sexuales se han planteado en un marco demasiado


individualista. Sin embargo hay que reconocer que siempre se ha visto que la sexualidad tenía una
influencia en la sociedad, que era un impulso hacia la socialización (cfr. la prohibición del incesto en todas
las culturas).

Ciertamente el amor fecundo no se agota en la sociedad hombre-mujer-hijo: la persona no puede


encerrarse en el clan familiar. Existe un peligro de empobrecimiento en la tendencia a la privatización
en la familia urbano-burguesa.

Hoy se estudia sobre todo la influencia de la sociedad en la vida sexual. Se hace hincapié en la
necesidad da una auténtica revolución social a fin de que el hombre pueda vivir su vida sexual y
matrimonial de una forma humana y positiva. No es fácil vivir humanamente la sexualidad en una
sociedad erotizada como la nuestra. El sexo no debe convertirse ni en un producto más de consumo ni en
un desahogo instintivo para olvidar un trabajo alienante.
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14. LOS CUATRO NIVELES DE LA SEXUALIDAD.

Aunque la sexualidad es una única realidad, con el fin de poder analizarla, distinguiremos cuatro
niveles, que tienen manifestaciones y finalidades distintas; a saber:

1. El nivel del sexo: Es el nivel más elemental de la sexualidad pues se refiere al nivel biológico del
hombre. En este nivel se encuentra lo corporal e instintivo de la tendencia natural del hombre. Es
el nivel que compartimos en gran medida con los animales. Hay que tener cuidado de caer en los
extremos extremos: El reducir toda la sexualidad a lo instintivo y la negación de lo corporal
como parte integrante de la sexualidad. Debemos tener claro, por tanto, que el nivel de lo
corporal-institntivo es un don de Dios y parte necesaria que nos hace ser lo que somos, por lo que
debe ser asumido y humanizado por el hombre.

2. El nivel “eros” (amor sensual). Con este nivel entramos en el nivel propiamente humano de la
sexualidad. Entramos en los deseos humanos de cercanía sensual propiamente humana:
a) El eros es el nivel de los deseos conscientes. El hombre es un ser de deseos, pero su desear
es una aspiración a la posesión de un bien. A diferencia de los animales, que también tienen
deseos, pero según su instinto, el hombre es conciente de sus necesidades y afectos y los
puede asumir o superar con su capacidad psicológica y afectiva en la totalidad de su
sexualidad.
b) El eros humano no sólo es sexual. El eros abarca todos los deseos fundamentales del
hombre: el de ser amado, el deseo de vivir y de armonía, de descanso, de afirmación de
búsqueda, de libertad, etc. En el campo sexual sería, en cierto sentido, la humanización de
lo instintivo-genital por un eros humano.
c) El eros como el nivel de la ternura. Todavía más, el nivel eros, se manifiesta en el ámbito
de la sexualidad en la vital necesidad humana de dar y recibir cariño, por eso afirmamos
que es el nivel de la ternura y de su manifestación por las caricias, tanto físicas como
verbales y de sus actitudes afectuosas. Sin embargo, hay que afirmar que este nivel,
aunque es propiamente humano, no es el más perfecto, pues lo sensual se desgasta, es
pasajero, con el tiempo pierde intensidad, de ahí la necesidad de los siguientes niveles.
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3. El nivel “filía” (amor de amistad): Este nivel no es exclusivo de la relación entre personas de
distinto sexo; pues por lo regular se inicia con personas del mismo sexo. Este nivel abarca toda la
relación interpersonal humana. La filía supera todo lo instintivo genital, humaniza lo erótico, y
aunque sexuado, supera el nivel del placer físico, para recibir y dar la gratificación del cariño, del
afecto, de la presencia, dela comunicación, de la intimidad.
a) La filía es el nivel dela amistad. El hombre necesita amigos, necesita tener relaciones
afectivas que le permitan relacionarse sin que esas relaciones incluyan lo genital. Es tan
importante el ser capaz de amistad que sin la experiencia de ella la persona nunca podrá
alcanzar el nivel de madurez afectiva que después le permita llegar a formar una pareja en
forma satisfactoria y madura.
b) La filía proporciona la capacidad de intimación. Todo hombre necesita compartir sus
alegrías y sus tristezas, necesita exteriorizar su intimidad con otras personas a las que tenga
la confianza de manifestar el secreto misterio de su corazón.
c) La filía ayuda a lograr una identidad psicosexual. En nivel la persona logra forjar su
identidad en su masculinidad o femineidad. Este nivel es una manifestación de la
afectividad de gran amplitud que capacita para entablar relaciones sexuadas interpersonales
positivas, pues proporciona seguridad en el trato con las personas del propio sexo y con las
del opuesto, ya que es fuete de identidad personal y capacita para la intimación.

4. El nivel “ágape”: Con la palabra ágape entendemos un nivel del amor, pero en el sentido de
comunión, de amor en el espíritu, de amor trascendental. El ágape supera lo pasajero y se convierte
en la manifestación más perfecta del amor humano.
a) El ágape supera los efectos pasajeros. Es el nivel que supera los otros tres niveles y les da
permanencia, lo humaniza, los hace radicalmente distintos, los diviniza.
b) El ágape es el amor más perfecto. El ágape es el nivel del amor a través del cual Dios nos
ama, por tanto, es el amor que el hombre posee por participación del amor divino que hace
que la persona sea capaz de cualquier sacrificio.
c) El ágape es el fundamento del matrimonio cristiano. El amor hecho comunión, hace a la
pareja, al matrimonio radicalmente fiel e indisoluble, hace de personas distintas, por la
comunión que produce, una sola cosa. El amor de ágape no puede permitir la traición a la
otra persona sin traicionarse a sí mismo.

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