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Para mi familia, de cerca y de lejos, y los que perdimos este

año:

Chester, Sam, Warren, Randy y Lynda


SOBRE EL TRADUCTOR

Interconectar el universo de Halo sin cometer errores siempre


es difícil porque muchos autores leen poco del material que se
ha escrito o mostrado; creo que este libro logra la mejor inter-
conexión en este gran universo escrito y multimedia… habla de
sucesos de la Saga Forerunner, los libros de Veta Lopis, Halo
Wars, Halo 4, Hunters in the Dark y expande el universo ya es-
tablecido un poco mas sin que se sienta extraño.
Algo que me ha encantado de este libro es que plasma lo que
sienten los personajes durante todo el libro de una forma fácil
de entender y no se centra en solo uno de ellos sino que todos
van avanzando en sus formas de ver el mundo a medida que las
experiencias los marcan.
Este libro es una buena continuación de la Saga Forerunner… mi
Favorita de este universo. Así que espero lo disfruten.
—El Administrador

Este libro ha sido traducido por un


esfuerzo de varias personas de forma
totalmente desinteresada.
PROHIBIDA SU VENTA.
CONTENIDO

SOBRE EL TRADUCTOR .................................................... 4


PRÓLOGO .............................................................................. 8
CAPÍTULO 1....................................................................... 15
CAPÍTULO 2....................................................................... 31
CAPÍTULO 3....................................................................... 38
CAPÍTULO 4....................................................................... 41
CAPÍTULO 5....................................................................... 49
CAPÍTULO 6....................................................................... 57
CAPÍTULO 7....................................................................... 59
CAPÍTULO 8....................................................................... 75
CAPÍTULO 9....................................................................... 79
CAPÍTULO 10 .................................................................... 83
CAPÍTULO 11 .................................................................... 94
CAPÍTULO 12 .................................................................. 100
CAPÍTULO 13 .................................................................. 104
CAPÍTULO 14 .................................................................. 114
CAPÍTULO 15 .................................................................. 120
CAPÍTULO 16 .................................................................. 126
CAPÍTULO 17 .................................................................. 141
CAPÍTULO 18 .................................................................. 145
CAPÍTULO 19 .................................................................. 153
CAPÍTULO 20 .................................................................. 159
CAPÍTULO 21 .................................................................. 165
CAPÍTULO 22 .................................................................. 168
CAPÍTULO 23 .................................................................. 173
CAPÍTULO 24 .................................................................. 179
CAPÍTULO 25 .................................................................. 195
CAPÍTULO 26 .................................................................. 205
CAPÍTULO 27 .................................................................. 212
CAPÍTULO 28 .................................................................. 215
CAPÍTULO 29 .................................................................. 233
CAPÍTULO 30 .................................................................. 239
CAPÍTULO 31 .................................................................. 246
CAPÍTULO 32 .................................................................. 249
CAPÍTULO 33 .................................................................. 253
CAPÍTULO 34 .................................................................. 262
CAPÍTULO 35 .................................................................. 270
CAPÍTULO 36 .................................................................. 272
CAPÍTULO 37 .................................................................. 273
CAPÍTULO 38 .................................................................. 274
CAPÍTULO 39 .................................................................. 278
CAPÍTULO 40 .................................................................. 280
CAPÍTULO 41 .................................................................. 282
CAPÍTULO 42 .................................................................. 286
CAPÍTULO 43 .................................................................. 289
CAPÍTULO 44 .................................................................. 291
CAPÍTULO 45 .................................................................. 296
CAPÍTULO 46 .................................................................. 302
CAPÍTULO 47 .................................................................. 306
CAPÍTULO 48 .................................................................. 314
CAPÍTULO 49 .................................................................. 321
CAPÍTULO 50 .................................................................. 330
CAPÍTULO 51 .................................................................. 334
CAPÍTULO 52 .................................................................. 342
CAPÍTULO 53 .................................................................. 346
CAPÍTULO 54 .................................................................. 351
EPÍLOGO ........................................................................... 357
AGRADECIMIENTOS ..................................................... 359
SOBRE EL AUTOR .......................................................... 360
PRÓLOGO

Vaya forma más rudimentaria de transportar un cuerpo, arras-


trándolo por el tobillo a través de la arena. Nada más que
desechos, la suma de su existencia reducida a masa, decadencia y
una completa falta de dignidad.
Cuatro cadáveres tendidos delante en la arena, boca abajo,
vestidos con parches de piel carbonizada y trozos de tela que-
mada. Junto con este quinto y último compañero, son todo lo que
queda.
Los otros, y había muchos otros, perecieron en la explosión.
Tal vez ese fue un destino más amable, ya que, si alguno hubiera
logrado sobrevivir, se habrían asfixiado muy lentamente en la del-
gada atmósfera de este planeta.
Yo, por supuesto, soy la excepción.
Siempre sobrevivo. De una forma u otra. Mi propósito no se
ha cumplido.
Me pregunto cuántas historias encontraré, cuántos comien-
zos y finales, y cuándo terminará el ciclo.
Quizás la gran Teórica Forerunner Humildad A Través Del Es-
tudio tenía razón cuando planteó la idea de que la mente nunca
muere realmente; sólo evoluciona, cada evolución crece más allá
del alcance de aquellos que vinieron antes, hasta que finalmente
es como si la mente ya no existiera en absoluto, ya que hemos per-
dido la capacidad de conocerla. Sólo con un gran error de com-
prensión vemos el final.
Sin embargo, no estoy en un final.
Acabo de empezar.
Y este nuevo comienzo es bastante extraordinario. Ya no es-
toy atado a los servicios, los compartimentos y las paredes. Lo que
queda de mis pensamientos y recuerdos son finalmente libres de
vagar. Como apariciones, aparecen y desaparecen. Se van. Y luego
vuelven de nuevo. Tamizo estos interminables recuerdos, apren-
diendo a cultivarlos en un esfuerzo por salvarlos, dándoles tiempo
para crecer y encontrar su lugar apropiado una vez más en el es-
quema de mi larga existencia. Creo que, con tiempo y libertad, po-
dría recuperarlos y catalogarlos adecuadamente.
De la misma manera extraordinaria, el destino se llevó mi
nave y mis humanos, pero a cambio me dio forma y movilidad. Una
cabeza. Un torso. Brazos y piernas. Pies. Manos. Dedos… Esta
forma despierta recuerdos aún más antiguos a través de la ne-
blina y el fango de milenios, el pasado se filtra, rehusando ser ol-
vidado, trayendo recuerdos más oscuros que aún no estoy listo
para reconocer.
Miro los dedos enroscados alrededor del tobillo pálido y ma-
gullado. Dedos de aleación ahora, no de carne, hueso y sangre,
sino diseñados. Luz sólida azul brilla entre mis placas de aleación,
dando a estas partes anclaje, diseño y poder. Con cada paso lento,
la larga y dentada pieza de metal que recuperé de los restos y la
convertí en un bastón, se clava en la arena, ayudándome a man-
tener el equilibrio y a compensar la pierna dañada que aún tengo
que reparar.
Ahora que he sacado el cuerpo para que esté con sus compa-
ñeros, levanto mi bastón con ambas manos y lo clavo en el suelo,
usándolo como herramienta para enterrar los restos. El viento so-
pla sobre la arena suelta, recogiéndola y enviando pequeños gra-
nos contra mis partes metálicas. Estos golpean con una cascada
de sonidos. Los diferentes tonos como…
Lluvia, mi memoria me lo dice.
Suena como la lluvia. Y recuerdo.
Mientras escucho y cavo, mi mente va de un recuerdo a otro
antes de fijarse en un tema familiar: la noción de culpabilidad.
Los cálculos no son concluyentes, pero mis acciones lograron
jugar un papel importante, alrededor del 62,35 por ciento, en la
desaparición de la nave y la tripulación, aunque hubo factores ex-
ternos por su parte y por la de otros.
Aun así, la culpa de este giro inesperado pesa mucho. Hay
arrepentimiento y tristeza también. Estas emociones son recorda-
das y se les permite simular, fluir y saturar cada parte de mi esen-
cia, simulaciones que siento con bastante agudeza.
Es lo menos que les debo. ¿No es así?
Sentir algo.
Es algo humano, después de todo.
Y sigo siendo humano.
¿No lo soy?
Envío esta corriente de pensamiento y deliberación a otro sec-
tor para ser analizada mientras me concentro en la tarea en cues-
tión.
Cavar una fosa común en la arena no es difícil. De hecho, no
requiere ningún tipo de esfuerzo físico. Mi nueva forma utiliza luz
sólida y no me cuesta nada más que tiempo.
El tiempo...
Mi mayor enemigo. Mi mayor amigo.
Hago una pausa y miro los escombros.
Después de varios días, todavía humean, arden y chispean.
Más allá de esta escena, en una duna baja y llena de rocas,
descansa la antena que construí de los restos. Incluso ahora trans-
mite mi llamada de auxilio hacia las estrellas.
La paciencia no fue un atributo con el que nací, pero la he so-
brellevado y finalmente aprendí a aceptarla.
Y así... puedo esperar. Soy bueno para esperar.
Alguien me escuchará. Siempre lo hacen.
Ho-hum.
Vuelvo a la excavación…
CAPÍTULO 1

Komoya, sistema Sverdlovsk, Mayo de 2557

pesar de su reputación como el depósito de chatarra de la Vía


Casilina, Komoya era una de las paradas favoritas de Rion Forge
a lo largo de la ruta comercial interestelar.
La pequeña y oscura luna podría no tener las playas de
suave arena de Emerald Cove o los picos de montaña cubiertos
de cristal de Forseti, pero lo que le faltaba de maravilla geográ-
fica lo compensaba con creces en su exótica fusión de inadapta-
dos y aventureros. Komoya era un verdadero crisol galáctico.
Tenía sustancia, agallas y…
"¡Mosquitos!"
Niko palmeó su cuello, luego tomó un pequeño cuerpo ne-
gro de su piel y lo apartó con asco.
"Y esta porquería. Juro que está por todas partes. Odio Ko-
moya." Caminó torpemente unos pasos, sacudiendo una pierna
y luego la otra, para mostrar lo invasiva que se había vuelto la
fina tierra. "¿Ves con lo que estoy tratando aquí?"
"En realidad, trato de no ver", dijo Rion en un tono seco,
comprobando la hora. "¿A quién le importa la tierra cuando tie-
nes una vista como esa?"
Desde su posición ligeramente elevada en el camino, Ko-
moya se extendía en medio de un sucio halo de luces multicolo-
res. La ciudad podía ser cálida y húmeda, y, sí, todo estaba cu-
bierto de una fina capa de arena, pero el paisaje era espectacu-
lar. Cientos de naves abandonadas y fuera de servicio se
extendían por once kilómetros cuadrados de llanuras bajas y lo-
dazales de Komoya, todas conectadas por una red de caminos
de tierra y puentes improvisados.
En el centro de esta inmensa colección se encontraba la CAA
Chalybeate, una decrépita embarcación colonial que había lle-
gado aquí hace casi sesenta años para ser reparada y nunca se
fue, convirtiéndose en la capital no oficial de Komoya. Con casi
un kilómetro y medio de longitud y con capacidad para albergar
a más de diez mil colonos, era una ciudad en sí misma, su reactor
de fusión seguía generando energía, y la IA de la nave no sólo
continuaba su función de superintendente, sino que asumía el
papel de administrador jefe entre las otras IA de la nave en fun-
cionamiento. Se encargaban de todo, desde la vigilancia orbital
y la defensa hasta los satélites de comunicaciones y las funcio-
nes municipales.
Las escotillas, puertas y bahías de carga de la Chalybeate ha-
bían estado expuestas durante mucho tiempo a los elementos,
se habían construido caminos para enlazar directamente a tra-
vés de la nave, sobre el muelle, con la siguiente nave, y la si-
guiente, y la siguiente...
Cada embarcación se había transformado en su propio pe-
queño distrito, con apartamentos, mercados interiores, obras,
servicios públicos y bazares exteriores, que se alineaban en las
calles y callejones improvisados entre las naves. En general, era
un lugar ruidoso y lleno de remiendos, hogar de exploradores,
recuperadores, piratas y oportunistas de todas las clases, todos
luchando con una población cada vez mayor de especies del an-
tiguo Covenant.
A pesar de la afluencia, la mayoría coexistía en medio del
caos, cada comerciante necesitaba a los demás para sobrevivir.
Habían evolucionado en un ordenado y sin pretensiones
ecosistema que existía aquí en el lodo, y a Rion, a diferencia de
Niko, le gustaba mucho.
Los insectos, atraídos por las luces nocturnas y el constante
lanzamiento de dióxido de carbono de los residentes de Ko-
moya, picaban, zumbaban y tocaban sus canciones familiares,
compitiendo con los sonidos de la conversación, la música y el
zumbido ambiental general de la ciudad.
Rion podría haber elegido esconderse en cualquier número
de lunas, planetas o asteroides dentro de tres sistemas estelares,
pero Komoya tenía varias cosas a su favor. Estaba cerca (relati-
vamente hablando) de su base de operaciones en Venezia; con-
taba con uno de los mejores astilleros de las Colonias Exteriores;
y Rion poseía por casualidad un almacén situado en las afueras
de la ciudad.
"Me alegraré de salir de este infierno", murmuró Niko, pa-
teando la tierra bajo sus pies mientras caminaban. "No sé por
qué tuviste que arrastrarme fuera."
"Creo que ya hemos cubierto eso."
Puso los ojos en blanco. "Bueno, para que quede claro: no
hay nada como pasar demasiado tiempo en mi laboratorio. Y no
hay aire fresco en ningún lugar de Komoya." Echó un vistazo a
los claros y canales a lo largo de esta parte del camino y arrugó
su nariz con asco.
"¿Vas a quejarte todo el camino de regreso también?" Por-
que había hecho lo mismo camino al astillero, y a pesar de su
afición por el joven alto y desgarbado, con su pelo caótico, su
ridículo coeficiente intelectual y su divertida personalidad, Rion
tenía sus límites.
Y esos límites se habían puesto a prueba en los últimos me-
ses.
Niko miró por encima del hombro al astillero que habían de-
jado unos minutos antes. Ensamblado a lo largo de los años, pa-
recía ser una mezcla aleatoria de andamios, grúas, estaciones de
acoplamiento, muelles de reparación y grandes edificios. "Te
drenó hasta dejarte seca, ¿eh?"
La As de Picas, su nave, su caballo de batalla, su hogar, su
pasaje a las estrellas, acababa de pasar su prueba de vuelo. Es-
taba ahí atrás en el amarradero, lista para volar. Cinco semanas
sólo para conseguir piezas para reparar un motor FTL frito, y
otras cuatro para que los técnicos lo instalaran y se aseguraran
de que la As era apta para el espacio.
"Sí, chico, me dejó seca." Tres cuentas bancarias enteras ha-
bían sido vaciadas. Partes y mano de obra, y los sobornos nece-
sarios para asegurar que las reparaciones de la As se mantuvie-
ran fuera de los libros y, lo más importante, fuera de las conver-
saciones locales, habían borrado la mitad de los ahorros de su
vida.
Un golpe más como ese, y estaría fuera del negocio.
Sin mencionar el hecho de que sus finanzas no estarían
fuera del radar por mucho más tiempo.
"No culpes a nadie más que a mí", dijo en voz baja.
"No seas tan dura contigo misma, Cap. O con Little Bit. No
quería freír el FTL. Nuestra tecnología no podía seguir el ritmo."
"Algo que podría haber calculado fácilmente."
"Claro, si no hubiera estado fragmentado", le recordó Niko.
Rion soltó un suave resoplido. Habían tenido esta discusión
demasiadas veces como para contarlas en las últimas semanas.
Niko adoraba a la IA, y desde que habían huido de Venezia y lle-
gado a Komoya, el chico se había refugiado en su rincón labora-
torio con el coloquialmente llamado Little Bit, interrogando a la
cosa, aprendiendo a dar sentido a los saltos fragmentados de LB
de la claridad a la tontería, encontrando respuestas a viejas pre-
guntas y formando otras nuevas.
"Less piensa que te estás obsesionando." Ella revisó la hora
de nuevo.
"A Less le gustan sus etiquetas." Sacudió a otro insecto. "Si
pudieras ver lo que yo veo… Creemos que somos muy avanza-
dos, pero los Forerunners estaban un trillón de años por delante
de nosotros. Nuestros avances son un juego de niños en compa-
ración. Podían construir planetas enteros, Capitana. Lo vimos
por nosotros mismos, bueno, los remanentes, pero aun así. Pla-
netas.
"Y ahora tenemos en nuestra posesión esa puerta al pasado.
Tenemos a LB. No la tiene el ejército, ni inteligencia, ni el sector
de la ciencia o la tecnología. La tenemos nosotros." Él metió las
manos en los bolsillos y se dio vuelta para caminar hacia atrás
para poder enfrentarla. "Imagina lo que podríamos aprender.
Todo el conocimiento y la tecnología que nos han ocultado en
nombre de la 'defensa'. Todas las cosas que podemos crear, en-
tender y compartir con los pequeños, todos los lugares a los que
LB nos puede llevar, las cosas que podemos descubrir sobre el
pasado."
Rion levantó una ceja. "Es un pequeño y encantador dis-
curso."
Él se dio vuelta y se puso a su lado. "Bien, de acuerdo. Puede
que esté un poco obsesionado, pero ¿quién no lo estaría?"
Yo, ella quiso decir.
Rion había llevado a la antigua y fragmentada IA a bordo de
su nave, donde inmediatamente comenzó a evaluar los sistemas
de la As. Pero había sido su decisión dejarla entrar, modificarla
y cambiarla… Se había sentado en el puente, viendo la cápsula
que llevaba el cuerpo de Cade a una estrella enana cercana, y
había permitido a la IA reconfigurar los motores de la As sin pen-
sar demasiado en las consecuencias.
LB había creado un portal desliespacial simplificado que los
había llevado desde el espacio inexplorado hasta la órbita de Ve-
nezia en un tiempo récord. El salto acabó matando su unidad y
causando algo a lo que él se refirió casualmente como "sólo una
pequeña sacudida en la reconciliación espacio-temporal", lo que
fuera que eso significara.
Era un milagro que hubieran vuelto a Venezia en una sola
pieza.
"Él no es del todo malo, ya sabes. La tecnología en la que he-
mos estado trabajando no podría ser construida sin él. Y nos
salvó el culo de Kip…"
El descubrimiento de LB de la traición de su ingeniero les
había dado tiempo suficiente para internar a Ram Chalva en el
hospital y pedir un favor para conseguir un remolque fuera de
la ciudad y directo a Komoya. No le tomó mucho tiempo al ver-
dadero empleador de Kip, la Oficina de Inteligencia Naval, lla-
mar, pero una semana después el Agente Hahn comenzó a en-
viar mensajes privados a Rion a través de foros de comercio y
charlas, pidiendo información sobre su campo de escombros…
Todo lo cual ignoró.
Rion tenía toda una galaxia en la que esconderse. La ONI no
la encontraría hasta que empezara a acceder a sus cuentas. Hoy
era ese día, y Rion pretendía estar lejos antes de que los espías
llegaran.
Tenía planes. Planes para vengar la muerte de Cade, planes
para recuperar sus pérdidas, y planes para volver al campo de
escombros para buscar a su padre y su nave desaparecida.
Rion revisó la hora de nuevo.
Una cosa más que hacer y se irían.
"Atención, chicos", la voz de Lessa finalmente se escuchó en
las comunicaciones. "No puedo creer que esté diciendo esto,
pero él está aquí. Tengo los ojos puestos en Gek 'Lhar."
Rion había estado esperando la noticia, pero al oírla y saber
que el bastardo alienígena que había asesinado a uno de sus tri-
pulantes estaba cerca, la hizo perder la cabeza. Una nueva pena
se apoderó de ella, causándole una punzada de dolor en el pe-
cho. Diez semanas no habían sido suficientes para llorar la pér-
dida del hombre que había conocido y amado, de una forma u
otra, durante una década. No había tiempo suficiente...
Niko la miró con ojos amplios y emocionados, y por un mo-
mento no supo qué decir. Su dolor era tan legítimo como el de
ella, Cade había sido un mentor y una figura paterna estable
donde nadie había estado antes. Y aunque ella quería consolarlo,
ahora no era el momento. En su lugar, ella le agarró los hombros
y le dio un buen apretón. "Ponlo en una caja, chico", dijo suave-
mente. "Recuerda el plan."
Él asintió rápidamente, intentando recomponerse. "Des-
truir a la cucaracha."
"Así es. Su honor, su dignidad, su posición, sus créditos, su
nave... nos lo llevaremos todo, absolutamente todo. Hasta que se
quede sin nada más que esas placas de identificación en su hom-
bro. Y cuando todo se haya ido, cuando lo hayamos destrozado,
nos llevaremos eso también, y lo enviaremos directo al infierno
a donde pertenece." Ella le soltó los hombros, dejó escapar un
profundo suspiro para recomponerse también, y le despeinó el
pelo. "¿Estás bien?"
Su sonrisa destrozada casi la mata. "Sí. Estoy bien."
No era bueno. Ninguno de ellos lo era. Si ese fuera el caso,
estarían organizando su próxima operación de salvamento en
vez de arriesgar sus vidas en nombre de la venganza.
"Acaba de aterrizar en Los Claros Occidentales", dijo Lessa,
aclarándose la garganta y sonando un poco emocional también.
Como los aeródromos Komoyanos funcionaban, era el lugar
perfecto para el Sangheili. Estaban alejados del centro de la ciu-
dad, sobre un poco de tierra seca y rodeados por tres lados por
turbias marismas y claros naturales.
"Parece que la información de Nor era correcta otra vez",
dijo Niko. "La subasta de Elld fue suficiente para atraerlo."
Una de las más importantes comerciantes de artículos recu-
perados y excedentes militares a lo largo de la Vía Casilina, y una
aliada comercial de confianza, Nor Fel, con sede en Venezia, se
había puesto en contacto con Rion unos días antes con la noticia
de que Gek 'Lhar asistiría a una subasta privada organizada en
Komoya por el comerciante Yonhet conocido sólo como Elld, no-
ticia que era a la vez preocupante y sorprendente porque, a di-
ferencia de Nor, que se negaba a vender armas de destrucción
en masa, Elld no tenía esas limitaciones.
Y según Nor, Gek no sólo asistía, sino que había tomado me-
didas específicas para conseguir una invitación, lo que levantó
más de unas cuantas cejas. 'Lhar era un comandante Sangheili...
no asistía a subastas. Él y sus compinches tomaban lo que que-
rían. Mataban por lo que querían. Recorrían la galaxia en busca
de excedentes militares para reconstruir el Covenant en su an-
tigua gloria.
Jugar según las reglas de Elld ponía al Sangheili en una po-
sición rara y vulnerable, una que Rion, naturalmente, utilizaría
en su beneficio. Pero tenía que saber el riesgo que estaba
asumiendo. Había dejado el campo de escombros, una verda-
dera mina de oro de rescate Forerunner, para venir aquí. ¿Qué
más podría querer o necesitar?
"¿Realmente crees que se adaptará a las reglas de la
subasta?" Preguntó Lessa. "Quiero decir, ese no es realmente su
modus operandi."
"No, pero aquí está superado y lo sabe."
"Me gustaría verlo intentar algo", dijo Niko. "Komoya tiene,
¿cuántas, sesenta o setenta naves con cañones que funcionan?"
Y usados juntos, podrían crear una formidable barrera anti-
aérea, que podría derribar cualquier cosa del cielo. Sin mencio-
nar que, durante la subasta, las reglas de la casa impedían gra-
vemente a los asistentes.
"Entendido, hermanito", Less estuvo de acuerdo. "Conse-
guiré unas cuantas imágenes más y luego me reuniré con uste-
des en el almacén."
"Estamos a unos quince minutos", dijo Rion, acelerando el
ritmo al entrar en el borde oriental de la ciudad.
Mientras navegaban por las estrechas calles de tierra y los
puentes de los canales, a través de una gran bodega de carga tras
otra, Rion apenas vio o escuchó las vistas, los sonidos y la gente.
La imagen de Gek 'Lhar ocupaba un lugar importante en su
mente. No había pasado un día en las últimas diez semanas en
que no lo viera en sus pensamientos y sueños, de pie sobre el
cuerpo de Cade, una mirada triunfante en su cara de saurio.
El único resquicio de consuelo que tenía Rion era la herida
que le había hecho con su M6. Había estado tratando de matar,
no de mutilar. La bala le había cortado el lado izquierdo de la
cara, destruyendo su ojo y dejando una profunda marca dentada
que nunca podría ocultar. Una mancha en su precioso honor.
Una herida que le habían hecho no en una gloriosa batalla contra
un enemigo digno, sino una sucia mujer humana.
Aunque le producía un inmenso placer, no estaría satisfecha
hasta que el cabeza de bisagra estuviera completamente que-
brado.

En el extremo noroeste de la ciudad se encontraba la Loren, una


gran barcaza de transporte de 327 metros de largo y 38 metros
de ancho. Sus compartimentos de almacenamiento originales y
sus entradas separadas eran perfectos almacenes para alquilar
a los buenos ciudadanos y clientes de Komoya. Un pequeño ae-
ródromo había sido despejado en las cercanías, lo que hacía que
la descarga, el transporte de mercancías y el almacenamiento
fueran pan comido.
Cuando Rion introdujo el código de entrada de su compar-
timento, una vieja y destartalada ATV Mongoose, cubierta de tie-
rra y barro, se detuvo y se estacionó junto a ella. Lessa empujó
sus sucias gafas de sol por encima de sus rizos rubios y se sacó
un pañuelo polvoriento de la mitad inferior de su cara. Apagó el
motor y se bajó de la cuatrimoto, entregándole a Rion una ta-
bleta de datos mientras la puerta del almacén se abría. "Gek si-
gue usando esa vieja y atroz nave de carga militar."
La tableta de datos contenía imágenes de reconocimiento
que Lessa acababa de tomar. "¿Alguna nave de apoyo?" pre-
guntó Rion. "¿Cuánta tripulación?"
"Conté siete Sangheili además de él. No pude ver ningún
otro apoyo en tierra. Niko tendrá que echar un vistazo a la vigi-
lancia orbital de la Chalybeate para ver si trajo algún amigo."
Después de que entraran, Niko introdujo el código para ce-
rrar la puerta y le tiró a Lessa una toalla de uno de los bancos de
trabajo. "¿Lo sabe Ram?" preguntó.
Lessa se limpió la tierra de su cara. "Si tuviera su comunica-
dor encendido... No lo sé."
Rion colocó la tableta de datos en la encimera. "Iré a hablar
con él."
"Estaba en el tejado cuando me fui", dijo Lessa.
Rion se dirigió a las escaleras construidas en el mamparo
del lado lejano. Sus botas resonaron en los peldaños de metal
mientras subía los dos pisos y luego se agachó para atravesar la
escotilla abierta, saliendo al techo del almacén.
Ram Chalva estaba sentado en su lugar habitual, con las dos
piernas colgando sobre el borde, observando las naves que iban
y venían por los muchos aeródromos situados alrededor de Ko-
moya, con una botella de whisky local de caña de pantano a su
lado. Se preguntaba si incluso veía lo que tenía delante de él o si
volvía a vagar en círculos dentro de su propia cabeza.
Rion había perdido dos miembros de la tripulación, y en su
lugar estaba Ram Chalva, un excelente trabajador y antiguo ca-
pitán de su propia nave de recuperación. Un komoyano herido y
enojado que había aparecido en su mundo natal unos días atrás
preguntando por Rion y la As de Picas.
Lo había observado durante un día antes de acercarse a él
en un bar en la cubierta superior de la Erstwhile. Rion había
acercado un taburete junto a un muy sorprendido Ram, pidió un
trago, e hizo algunas preguntas por su cuenta. Terminaron ha-
blando durante horas…
"Yo era el último de mi tripulación. Gek había terminado con-
migo. Sabía que no iba a dejar Laconia con vida. Sin tu ayuda,
nunca lo habría logrado." Ram levantó su vaso de whisky en sa-
ludo, y bebieron. "Siento lo de Cade", dijo. "Era un tipo honesto."
Brindaron por Cade y volvieron a beber.
"Lamento lo de tu tripulación", ella dijo.
Otro brindis. Otro trago.
Brindaron por muchas cosas esa noche. Y Rion aprendió mu-
cho más de lo que alguna vez quiso saber sobre lo que era ser pri-
sionero de un cabeza de bisagra. Las cosas que Gek 'Lhar y sus
soldados le habían hecho a Ram y a su tripulación eran indescrip-
tibles, y se sorprendió de que hubiera durado tanto tiempo como
lo había hecho.
Él tenía razón. Si no lo hubieran rescatado cuando lo hicieron,
y lo hubieran puesto en un estado médicamente inducido de crio-
genia para detener el avance de sus heridas hasta que volvieran a
Venecia, Ram habría muerto.
"¿Y ahora qué?" ella le preguntó, asumiendo que colgaría su
sombrero de recuperador.
"Bueno, no tengo una nave, mi tripulación se ha ido"… brin-
daron por su tripulación otra vez …"y estoy de vuelta en el punto
de partida." Después de un momento de reflexión, preguntó, "¿Qué
harías, si pudieras elegir?"
Ella no quiso pensar en lo que había soportado y en la pérdida
de su gente. Una tripulación de mucho tiempo era como una fami-
lia, y los había perdido a todos…
¿Tiraría ella la toalla? ¿Empezaría una nueva vida con las bo-
tas en el suelo, dejando las estrellas atrás?
Ahí fuera había un mundo de dolor. Un mundo de incompren-
siones.
Sin embargo, a pesar de sus propias pérdidas, todavía la lla-
maba, y se imaginaba que siempre lo haría. No podía dejar atrás
la vida que había elegido como tampoco podía dejar la As de Picas
o su tripulación. "Bueno, supongo que encontraría una nueva
nave, empezaría de nuevo…"
Él sonrió. Y volvieron a brindar. "Por la chatarra."
"Por las estrellas."
Y bebieron.
"Déjame viajar contigo por un tiempo", dijo inesperada-
mente. "Todavía estoy curándome, pero soy un buen piloto e inge-
niero, conozco el trabajo, y puedo trabajar con cualquier sistema
que tengas en ese pájaro negro tuyo."
"¿Y qué hay de ser el capitán de tu propia nave? Sé que tienes
un montón de créditos en alguna parte. Todos los tenemos…"
Bajó la cabeza en acuerdo. "Y podría salir a buscar una nave
decente en algún lugar, contratar una nueva tripulación, volver
arriba en unas semanas…"
"Pero..."
Hizo girar el líquido transparente de su vaso por un momento.
"Entre tú y yo, no estoy listo para tomar las decisiones todavía.
Tengo muchas cosas que hacer aquí arriba en este momento."
Apuntó a su cabeza. "Y para ser honesto… soy suspicaz."
"¿De qué?"
"De estar demasiado tiempo en tierra. Cuanto más tiempo
esté aquí abajo… Pasa demasiado tiempo, y... No estoy seguro de
tener el corazón para volver al juego. No después de lo de Laco-
nia." Se encogió de hombros. "Trabajar contigo me mantendrá
dentro..."
"Sin las presiones de ser capitán", ella terminó.
Él asintió.
Rion no pudo decir que estaba sorprendida. Después de lo que
le había pasado a Cade, aún no estaba segura de estar preparada.
Era una gran responsabilidad para una persona, incluso para un
profesional como Ram Chalva. Ella hizo un gesto hacia donde él
había apuntado su cabeza. "¿Y eso será un problema?"
"No. Eso depende de mí. Yo me encargaré de ello. Estoy lo su-
ficientemente bien como para volar, no te preocupes por eso."
¿Qué podía decir? Había perdido a dos de su tripulación, Kip
el traidor y Cade el... todo. Y no había forma de reemplazarlo; na-
die podía.
Pero el juego extra de manos experimentadas, especialmente
si se encontraban con problemas de nuevo, era una oportunidad
que no se presentaba muy a menudo.
"Te diré algo. Lo intentaremos. Puedes ser ingeniero en nues-
tra próxima operación, y luego veremos, ¿de acuerdo?"
La boca de Ram estaba apretada mientras asentía, mirando
fijamente su vaso por un largo momento antes de encontrarse con
su mirada. Era un hombre difícil, un viejo rival y un buen amigo, y
ella odiaba ver el sufrimiento que había detrás de su mirada agra-
decida.
Él levantó su vaso y le mostró una sonrisa seca. "Brindemos
por los viejos rivales."
"Y amigos."
Tocaron las copas y volvieron a beber…
Ram miró por encima del hombro cuando Rion se acercó.
Era bajo y fornido, de tez aceitunada y ojos tan oscuros que casi
coincidían con su cabello negro y su barba. Llevaba el pelo hasta
los hombros recogido en una banda y siempre llevaba un fino
cigarrillo enrollado a mano detrás de la oreja o guardado en el
bolsillo delantero. Sus manos y brazos estaban cubiertos de ta-
tuajes de constelaciones descoloridas.
Ella se unió a él, tomando asiento en el borde.
No esperó a que ella le explicara. "Escuché", fue todo lo que
dijo.
"¿Vas a estar bien?"
"¿Qué opción tengo?"
Rion dudó. "Necesito estar segura de que te mantendrás
tranquilo y seguirás el plan."
Observó un transbordador que despegaba en la distancia.
"La muerte es demasiado simple para las cosas que ese bastardo
ha hecho. No te preocupes por mí. Estoy contigo. Vamos a qui-
tarle todo, dejarlo miserable, solo, deshonrado." La estudió du-
rante un duro segundo antes de que una lenta sonrisa se abriera
paso a través de la barba para revelar dientes blancos. "Y luego
lo mataremos."
En ese momento, puede que no tuvieran que hacerlo. En una
cultura basada en la destreza militar y la lealtad al amo y al clan,
el honor era la base sobre la que los Sangheili llevaban su propia
existencia. Un verdadero guerrero Sangheili elegiría la muerte
en lugar del deshonor cualquier día.
"¿Cuánto tiempo tenemos?" preguntó Ram.
"Menos de una hora hasta la subasta."
"¿Estás segura de que Elld te dejará entrar, llegando en el
último minuto?"
"Eso es lo que tiene la codicia", dijo, levantándose. "Hace
que la gente sea predecible."
Y aunque a Rion no le gustaba aparecer sin ser invitado, no
tenía elección, gracias a Kip y la ONI. Una vez que ella buscara
una invitación oficial, Elld realizaría una verificación financiera
estándar de sus cuentas, un requisito previo para el ingreso. La
investigación de crédito, sin importar cuán "secreta" se suponía
que fuera, iluminaría los avanzados tableros de vigilancia de la
ONI como un maldito espectáculo láser. Mejor hacerlo todo en
el último segundo antes de entrar en la subasta que darle a la
ONI una ventaja sobre su ubicación.
Rion miró al hombre mientras devolvía su atención al cielo
nocturno y se llevaba la botella a los labios para otro trago. "Sólo
tienes que estar listo", dijo.
Terminó su trago y luego inclinó la botella hacia ella para
mostrar que escuchó alto y claro.
CAPÍTULO 2

HRB Flintlock, distrito financiero, Komoya, sistema


Sverdlovsk

a Flintlock servía como centro del distrito financiero del lado


oeste de Komoya. En su vida anterior, había sido parte de una
flota de embarcaciones de transporte de valores pertenecientes
a bancos. Ahora meticulosamente actualizada con la última tec-
nología de vigilancia y armada hasta los dientes, era el lugar per-
fecto para el mercado negro de alto nivel de Komoya y un lugar
aún mejor para subastas muy privadas y muy por debajo de la
mesa.
Cada vendedor, navegador y comprador venía armado; fre-
cuentar el mercado sin protección era un error que sólo se co-
metía una vez. Incluso los corredores de crédito, transportistas
y mensajeros estaban armados, y Rion siempre tenía la secreta
sospecha de que la vieja vendedora de bastones de pantano
cerca de las escaleras tenía unos cuantos rifles debajo de su
mesa de dulces.
Rion se apoyó casualmente en la barandilla del segundo
piso de la escalera de carga de la vieja nave, masticando un bas-
tón de dulce de pantano y observando a la multitud. No es que
necesitara una vista de pájaro. Los tres guerreros Sangheili que
marchaban hacia el mercado tenían poco cuidado con el sigilo o
con cualquiera lo suficientemente desafortunado para estar en
su camino. Se destacaban no porque fueran Sangheili, había su-
ficientes mercenarios de ese tipo en estos días, sino por la forma
en que se abrían paso entre la muchedumbre, los clientes se mo-
vían o se hacían a un lado.
Rion tiró su bastón a la basura y se dirigió al hueco de la
escalera. "Ya está aquí. Hay dos guardias con él."
"Suena bien", dijo Less por radio. "Cuento que quedan cinco
cabezas de bisagra en la nave. La mantienen caliente, capitana.
No planea estar aquí mucho tiempo."
Rion llegó al piso principal de la bahía de carga y comenzó a
abrirse camino en la caótica estela de los Sangheili con pasos
cortos. No estaba preocupada por perderlos, sabía exactamente
hacia dónde se dirigían.
"Little Bit, ¿está ahí?" preguntó, agachándose bajo un toldo
y pasando por encima de una cesta llena de placas madre recu-
peradas.
"¿Qué sucede, Capitana Forge?" dijo la agradable voz de su
IA Forerunner adoptada.
El susurro de Niko crujió a través del altavoz. "La lumina-
ria."
"¡Claro!" LB dijo, recordando. "La luminaria está de hecho a
bordo de la nave de carga militar."
Rion puso los ojos en blanco y esquivó a algunos vendedo-
res persistentes. ¿Cuántas veces habían repasado el plan? "¿En
qué parte de la nave de carga?"
"Oh, sí… El puente, Capitana. La luminaria está en el
puente."
"¿Ram?"
"Cinco no es problema. Se apagarán como una luz en poco
tiempo. Lo tenemos cubierto en este extremo."
"Tan pronto como tengas la luminaria, ve a la As y pide los
códigos de lanzamiento. Ya estamos pagos con el jefe del
astillero, así que no debería haber problemas para conseguir el
visto bueno para despegar. Estaré con ustedes en breve."
"Entendido", dijo Ram. "Mantendremos a la As en marcha."
Después de que un coro de deseos de buena suerte y cautela
llenara su comunicador, el auricular se silenció mientras los so-
nidos de la actividad del mercado se imponían.
Conforme a los planes, era, como diría Cade, una locura.
Podía imaginarse al alto y ancho ex-marine diciéndolo. Son-
risa seca. Ojos curiosos. Siempre apoyándola, estuviera de
acuerdo con sus tácticas o no. El amor, la pena y el miedo hacían
que la gente hiciera cosas peligrosas. Y Rion no era una excep-
ción. La venganza la dominaba a ella y a la tripulación, y no iban
a retroceder hasta que Gek 'Lhar pagara por todas las vidas que
había quitado.
De una forma u otra, el comandante Sangheili estaba a
punto de tener un día muy, muy malo. Y esto era sólo el princi-
pio.
Rion se alejó de la zona del mercado principal y se detuvo
en la cabecera de un largo pasillo, dando tiempo a los Sangheili
para encontrar la gran bóveda que Elld había readaptado como
casa de subastas.
Mientras esperaba, metió la mano en su bolsillo, recuperó
un par de guantes negros y se los puso.
El guante derecho era de malla negra normal y material sin-
tético. Pero el izquierdo, aunque estaba hecho exactamente del
mismo material, tenía un escáner muy delgado y maleable co-
sido en la palma del guante. Con la ayuda de Little Bit, Niko había
sido capaz de convertir su idea en un prototipo funcional, un pe-
queño dispositivo que registraba la luz residual que quedaba en
la pantalla de una tableta de datos. Un mensaje, un examen de
las finanzas, una imagen, si hubiera estado recientemente en la
pantalla, el escáner podría capturar y almacenar la impresión de
luz dejada. No tenía capacidad de comunicación o de retransmi-
sión, por lo que permanecería sin ser detectado y sin ser afec-
tado por los inhibidores de Elld. Una vez reunidos con el soft-
ware que Niko y LB también habían creado, serían capaces de
descargar los escaneos y reconstruir la luz residual de hasta dos
o tres imágenes consecutivas.
Rion quería usarlas para tener una mejor idea de lo que po-
dría estar haciendo Gek, y cómo convertir lo que quedara de su
vida en un infierno.
Tan pronto como un rayo de luz iluminó el pasillo, supo que
los Sangheili estaban dentro de la bóveda. Echó un vistazo en
ese momento. Cinco minutos para la subasta. Era ahora o nunca.
Rion se enderezó y se dirigió al corredor, manteniendo sus pen-
samientos concentrados y su coraje en alto.
Una vez que entrara, estaría en una zona libre de frecuen-
cias, con toda la tecnología de comunicación: tabletas de comu-
nicación, tabletas de datos, traductores, todo lo que quieras,
completamente inútil. La única tecnología que se permitía aquí
estaba estrictamente controlada por Elld.
Para cuando Rion se acercó a la puerta de la bóveda, había
sido barrida por varios protocolos de seguridad, ninguno de los
cuales era visible, pero aun así estaban ahí. Encargada por el
ahora desaparecido Banco Harris-Romner, la Flintlock había
sido creada con las más altas medidas de protección de su
tiempo, ofreciendo transporte y almacenamiento de valores pri-
vados y comerciales a través de la galaxia. Cuando la nave fue
vendida, Elld y sus inversores la habían comprado, la trajeron
aquí a Komoya y la remodelaron para convertirla en el centro
financiero perfecto.
Dos conocidos mercenarios Sangheili armados hasta los
dientes en una mezcla de armamento de la era de la Guerra del
Covenant flanqueaban el pasillo, sus rifles colgaban sobre
musculosos hombros grises, con sus manos en forma de garras
sosteniendo de forma casual los cañones. Sus cabezas desnudas
giraban al unísono mientras la miraban desde su elevada altura,
mirándola con el mismo tipo de irritación que Niko tenía por los
mosquitos de Komoya, sus mandíbulas de insecto se estreme-
cían ligeramente de asco.
"Hola, muchachos", dijo Rion, sabiendo que el saludo casual
aumentaría su molestia, antes de dirigir su atención a un pe-
queño escritorio de metal colocado fuera de la enorme puerta
de la bóveda. Detrás del escritorio estaba Tomn, un Yonhet, que
la miraba con un alto grado de desdén.
Aunque los Yonhet parecían ser los más humanoides de las
especies alienígenas, también eran unos de los más inaccesibles
e incomprendidos. Rion nunca había visto una hembra, pero los
machos no tenían pelo y tenían una piel pálida y lechosa, ojos
profundos con una piel flácida debajo y bocas caídas con dientes
cortos y afilados. Sus frentes estaban arrugadas en pliegues pro-
fundos, pero sus mejillas y cejas eran agudas y prominentes, y
sus cabezas tenían extrañas marcas y bolsas. Cada Yonhet tenía
dos conjuntos de orificios nasales hendidos, recortados en una
nariz ancha, y una serie de branquias a lo largo de la línea de la
mandíbula.
Dejando a un lado la actitud de Tomn, los Yonhet a menudo
proyectaban un aire servil, pero Rion había descubierto que lo
utilizaban en su beneficio. Eran muy astutos, excelentes comer-
ciantes y tenían talento para adquirir artefactos singulares.
En el escritorio había una tableta de datos y una ordenada
fila de calcomanías adhesivas de traducción de subgrado rodea-
das de cinta adhesiva médica. Se quita la parte de atrás, se coloca
delante de una oreja o encima de ella, y voilà, un pequeño y pul-
cro dispositivo que se adapta a la mayoría de las especies aliení-
genas y se quita fácilmente cuando ya no se necesita. Baratos y
desechables, eran una herramienta efectiva para repartir en
grandes eventos o para dar a la gente de las Colonias Exteriores
que no podían permitirse ni siquiera la tecnología más barata.
Tomn le dio una a Rion. Le quitó la parte de atrás y colocó la
pieza del tamaño de una moneda en la piel delante de su oreja.
Dentro de la bóveda, Elld emplearía un traductor de ambiente,
que cubría todo el espacio, pero aquí en el pasillo donde su pro-
pia tecnología estaba interferida, estos eran necesarios para co-
municarse.
"¿Nombre?" preguntó el Yonhet, aunque sabía exactamente
quién era ella.
"Rion Forge, igual que la última vez."
Él ignoró el sarcasmo, revisó su tableta de datos, y luego le
dedicó una sonrisa. "Lo siento, Tomn no ve a Rion Forge en la
lista."
"Tal vez Tomn debería informar a Elld que Rion Forge está
aquí en el pasillo con curiosidad y créditos para gastar, monto-
nes de créditos. O… no se lo digas. Pero una vez que Elld se en-
tere de que Rion Forge estuvo aquí, Elld siempre se preguntará
si se podría haber conseguido un precio más alto… De todos mo-
dos, ¿qué hay en el bloque de subastas de hoy?"
La nariz de Tomn se arrugó y dejó escapar un suave silbido
para mostrar su disgusto antes de acceder a su tableta de datos
y escribir un mensaje rápido. Unos segundos más tarde se escu-
chó un pitido. "Bien. Tomn ve que tu crédito fue verificado por
última vez hace cinco meses. Debes hacer otra comprobación
antes de entrar."
"Por supuesto."
Debido a las reparaciones de la As, había tenido que reunir
todos sus fondos y los de Ram en una cuenta para mostrar su
buen estado. Sus nervios se dispararon, se mordió el labio infe-
rior, esperando. Un paso más y estaría dentro de una bóveda ce-
rrada con un guerrero Elite Sangheili que la quería muerta. La
cuestión de la cordura no se le escapó, pero su abuelo siempre
decía que la autopreservación era un concepto extraño para la
familia Forge.
"Rion tiene permiso para entrar", dijo Tomn, asintiendo ha-
cia los guardias, que se adelantaron para recibir sus armas. Una
vez que entregó dos M6 cargadas, munición extra, dos cuchillos
y una pistola aturdidora, los Sangheili la barrieron con un sen-
sor mientras se desprendía de la calcomanía y la pegaba al es-
critorio de Tomn, para su ira.
Tomn se puso de pie, caminó junto a ella hasta la plataforma
de entrada montada en la pared de la bóveda. Rion siguió obser-
vándolo, inclinándose ligeramente para ver hasta que se dio la
vuelta y le silbó de nuevo.
Una serie de cerraduras metálicas resonaron dentro de la
puerta antes de que la gruesa barrera se deslizara hacia atrás.
Rion respiró hondo y entró.
Aquí vamos.
CAPÍTULO 3

UNSC Taurokado, 400 kilómetros sobre Gao, sistema


Córdoba

alter Hahn estaba terminando una comida rápida en su es-


critorio cuando Turkish, el avatar holográfico de la IA inteli-
gente de la nave, apareció sobre el pequeño proyector integrado
en la unidad de superficie del escritorio.
"Agente Hahn." Las manos de la IA estaban agarradas a su
espalda, en postura recta. Llevaba el uniforme de un soldado de
campo de principios de los años 1900 del Imperio Otomano, con
bigote de manillar y acento apropiado. "Disculpe la interrup-
ción."
Hahn se limpió la boca y volvió a doblar su servilleta con
cuidado. Siempre lo encontraba fascinante, las IA con las que se
había encontrado y la amplia gama de avatares que habían ele-
gido para representarse a sí mismas. ¿Era en realidad algún re-
cuerdo persistente, alguna profunda impresión ancestral de la
mente del donante lo que daba forma a la elección de la IA, o era
completamente un reflejo de la nueva personalidad que estaba
emergiendo y su necesidad de diferenciarse de su donante?
Estaba seguro de que la elección de este avatar era la pri-
mera opción.
"¿Sí, Turk?" preguntó.
"Mi seguimiento de Rion Forge ha dado lugar a una alerta,
específicamente en sus actividades financieras. Parece que una
comprobación financiera codificada se realizó a través de un
sistema de crédito altamente encriptado hace una hora. Pude
descifrar este código y deshacer la encriptación."
"¿Podrías rastrear la ubicación?"
"La comprobación se hizo desde Komoya, una pequeña luna
que orbita alrededor del gigante gaseoso Vitalyevna, en el sis-
tema Sverdlovsk. He alertado al Capitán Karah y ya estamos pre-
parando un salto al sistema. Deberíamos llegar en una hora."
Por suerte, todavía estaban en uno de los sistemas situados
a lo largo de la Ruta Comercial de la Vía Casilina. El salto no to-
maría mucho tiempo. "Gracias, Turk. ¿Podrías hacer que envíen
a Kip Silas a mi oficina?"
"Por supuesto, Agente Hahn. Ya ha sido alertado."
Hahn vio al avatar desaparecer antes de relajarse en su silla
y dejar que la información calara.
Aunque se sorprendió de que la Capitana Forge evitara ser
detectada tanto tiempo, siempre había sabido que aparecería
eventualmente.
Hahn había reclutado a Kip Silas para trabajar encubierto
como ingeniero en la As de Picas, la nave de salvamento de la
Capitana Forge. Mientras que el trabajo de Kip era monitorear e
informar sobre cualquier descubrimiento y salvamento de alto
valor, los artefactos Forerunner eran el verdadero premio y la
fuerza impulsora detrás de la directiva de Hahn. Y habían encon-
trado más de lo que Hahn podría haber esperado.
Y entonces todo se les había escapado de las manos.
Cuando la noticia de la pérdida de la ubicación del campo de
escombros y una auténtica IA Forerunner llegó a los niveles más
altos de la Oficina de Inteligencia Naval, Hahn finalmente recibió
atención de sus superiores. No de la manera que él lo había ima-
ginado, pero al menos estaba en el radar de Hugo Barton. Y
cuando arregló las cosas con el jefe de investigación y adquisi-
ciones Forerunner de la ONI, estaba seguro de que Barton vería
el potencial de Hahn.
Barton había ordenado al merodeador pesado Taurokado
que recuperara a Kip de Venezia y luego recogiera a Hahn de su
base en Gao. Una vez a bordo, ambos fueron interrogados y re-
cibieron nuevas órdenes.
Debido a la excelente trayectoria de Hahn en la Vía Casilina
como agente de contrabando especializado en artefactos Fo-
rerunner, experto en el manejo de informantes y en la adquisi-
ción de reliquias Forerunner rescatadas, se le dio una segunda
oportunidad para asegurar a la IA y las coordenadas del campo
de escombros.
A toda costa.
Un ligero golpe le alertó de una presencia fuera de la puerta
de su oficina. En su pantalla podía ver a Kip Silas de pie en el
pasillo. "Entra", dijo.
Kip entró, vestido con el anodino uniforme negro de la ONI
que llevaba el resto de la tripulación. Su impecable vestimenta
se perdía completamente debido al pelo despeinado, los ojos ro-
jos y la mandíbula sin afeitar del deslucido recluta.
Hahn dejó escapar un profundo suspiro. Kip nunca sería un
verdadero hombre de la compañía. Su persistente brújula moral
y su deseo natural de ver el bien en la gente, como Rion Forge y
su tripulación, sería la caída del hombre. Tomar el terreno ético
y hacer lo correcto era un lujo que la ONI no podía permitirse,
no cuando estaban compitiendo en la carrera armamentística de
objetos Forerunner contra un Covenant que se estaba refor-
mando.
Cuanto antes Kip adoptara plenamente las opiniones de la
ONI, mejor.
CAPÍTULO 4

Bóveda 29864-C, HRB Flintlock, distrito financiero,


Komoya

ion examinó la familiar bóveda. Había unidades de almacena-


miento de suelo a techo de varios tamaños, cada una con su pro-
pio teclado de seguridad, alineadas en las paredes. Se habían
dispuesto mesas redondas altas en el centro de la bóveda, dise-
ñadas para que los postores y sus invitados estuvieran de pie
durante la subasta. La reunión era pequeña esta vez, lo que sig-
nificaba que el artículo a subastar era algo que la mayoría de los
comerciantes del mercado negro no podían permitirse. Cuatro
grupos asistían a la subasta: Gek 'Lhar y sus dos guardias; dos
Jiralhanae… mercenarios, por su aspecto; cuatro piratas Kig-
Yar; y dos humanos, probablemente de la clase anti-Gobierno
Unificado de la Tierra.
Los humanos le dieron un saludo de reconocimiento de la
especie, que devolvió cuando la pesada puerta de la bóveda se
cerró detrás de ella. Cada eco individual de las cerraduras envió
adrenalina fresca a su cuerpo. Los invitados parecían mirarla,
uno por uno. Primero los humanos, luego los pajarracos Kig-Yar,
luego los enormes y peludos Brutes, y finalmente...
¿Qué había estado pensando?
Gek 'Lhar giró la cabeza en dirección a Rion y ella contuvo
la respiración.
Y tres, dos, uno...
Su único ojo, aparentemente demasiado pequeño y perdido
en su gigantesca cabeza gris correosa, se clavó en ella y el tiempo
se congeló. La cicatriz sobre el otro ojo era profunda, dentada y
pálida, añadiéndose a su ya amenazante apariencia. Rion había
previsto este momento muchas veces durante las últimas diez
semanas, y no se sorprendió cuando una ola caliente de emoción
surgió a la superficie, quemando su pecho y picando sus ojos.
El pesar surgió junto con la rabia y la pena. Durante una dé-
cada, ella y Cade habían bailado el uno alrededor del otro, mo-
viéndose juntos, separándose, demasiado asustados para com-
prometerse, demasiado asustados de salir lastimados.
Y ahora era demasiado tarde. Él se había ido.
Y ella estaba harta y cansada de contenerlo todo.
Su boca se retorció en una sonrisa.
La total falta de miedo y respeto era más de lo que el coman-
dante Sangheili podía soportar. La rabia se estremeció a través
de los dos metros y medio de su cuerpo, multiplicándose expo-
nencialmente cuando sus garras se flexionaron y un profundo
gruñido retumbó por su garganta. Antes de que pudiera parpa-
dear, empujó a sus guardias a un lado y pasó por delante de los
Brutes y los Kig-Yar, los humanos salieron corriendo antes de
ser pisoteados.
No había ningún lugar a donde correr. Pero Rion no habría
huido aunque hubiera una salida. Levantó la barbilla. Ya te en-
ganché, maldita cucaracha.
Su mano se cerró alrededor de su cuello, su piel era áspera
y fría, mientras la levantaba del suelo y la mantenía a la altura
de los ojos. "Error, pequeña sabandija, al venir aquí, burlándote
de mí…" Apretó lentamente hasta que sus vías respiratorias se
cerraron. Sus mandíbulas se flexionaron mientras siseaba y se
acercaba con esa cara de reptil obtuso, viéndola morir, disfru-
tando del tiempo que le tomaba.
Su corazón se aceleró. El pánico se apoderó de su sistema.
Recuerda por qué estás aquí. Confía en la casa.
¿Dónde diablos estaba la casa?
Rion abofeteó el hombro escamoso de 'Lhar, luego fue más
abajo, su mano izquierda agarró la pantalla de datos de su bra-
zalete. Los asistentes simplemente observaban... nadie iba a de-
tener al Sangheili. En realidad, a nadie le importaba. Los Brutes
estaban disfrutando del espectáculo. Los Jackals graznaron. Y
los humanos miraban todo el asunto con tristeza, como si ya es-
tuviera muerta en el suelo.
Puntos negros aparecían en su visión.
Confía en la casa.
Y luego, finalmente, la salvación. El chillido revelador de lá-
seres en preparación. Nunca había amado tanto un sonido. Caó-
ticos rayos rojos brillaron sobre ellos, uniéndose en finas puntas
en la frente y la garganta de Gek.
Su agarre se suavizó una fracción.
"Vamos, Comandante 'Lhar." Una voz áspera llenó el silen-
cio que había descendido rápidamente. El Yonhet, Elld, estaba
de pie detrás del hombro de Gek, con las manos detrás de la es-
palda. "Elld entiende que esta forma de hacer negocios es nueva
para el comandante, pero Elld debe insistir en que se sigan las
reglas. Mate más tarde si es necesario, pero no aquí. ¿A menos
que el mismo Gek 'Lhar esté dispuesto a morir para matar a esta
mujer?"
Los Brutes se rieron profundamente, una mujer humana no
valía el sacrificio.
Rion golpeó la mano de Gek y pateó salvajemente. Que se
vayan al diablo las reglas de la casa en este punto; ella estaba a
punto de desmayarse.
"Elld le ha dado una oportunidad al comandante", continuó
el Yonhet. "No la estropee."
Gek sostuvo la mirada de Rion por un momento prolongado.
"Una vez que mi asunto aquí se haya completado, acabaré con-
tigo", prometió, pero ella a duras penas escuchó la amenaza tra-
ducida o le importó porque sus garras se abrieron de golpe y
cayó al suelo.
Aire bendito fluyó a sus pulmones, cada respiración deses-
perada se llenó de dolor al entrar con fuerza, sus piernas cedían.
Pero lo había logrado. Increíblemente lo había logrado. La risa
le atravesó la garganta como un cristal. La habitación giró y su
estómago se apretó en un duro y agrio nudo.
El comandante marchó de vuelta a través de la habitación,
murmurando acerca de recibir órdenes de una especie que una
vez fue la mano de obra esclava del Covenant. Rion pensó oscu-
ramente en cómo le debía doler eso, frotándose la garganta. El
hecho de que se adhiriera a las reglas de Elld significaba que
pretendía ganar lo que estuviera en venta. De otra manera no
habría venido. Y ganar significaba que Rion quedaba libre mien-
tras Gek tenía que quedarse y pagar el costo. Cuando lo libera-
ran de la bóveda, ella se habría ido con su luminaria. Y con la
nueva información de su brazalete, gracias al dispositivo en
forma de guante de Niko.
Era la configuración perfecta.
Rion se sacó un mechón de pelo oscuro del ojo y miró a Elld.
La luz de la bóveda proyectaba una capa gris y enfermiza sobre
su piel lechosa. Era casi idéntico a Tomn, aunque las marcas de
su cabeza calva eran ligeramente diferentes y sus branquias y
dientes irregulares eran un poco más largos, lo que sugería una
edad más avanzada. Llevaba una túnica de tejido gris oscuro y
una expresión aturdida en su cara. "Créditos para gastar, escu-
cha Elld." Luego se alejó para comenzar la subasta.
Por un momento, Rion se quedó en el suelo, esperando que
su vértigo disminuyera y la fuerza volviera a sus miembros. Pero
en cuanto un carro de metal entró en la habitación, se puso en
pie.
El carro tenía una pantalla y una pequeña caja de metal. Elld
se movió a su lado con un control remoto en su mano.
"Dentro de este contenedor codificado están los códigos de
acceso a una pesada excavadora que anteriormente estaba al
servicio del Covenant. Algunos de ustedes la llaman Harvester."
En la pantalla apareció una imagen de una enorme excavadora
de seis patas. "Como todos pueden ver por la marca de tiempo,
este es un enlace directo en tiempo real." La cámara giró alrede-
dor del Harvester. "Elld no tiene que expresar la potencia de tal
artículo ni el valor de uno con su colonia original de Sbaolekgolo,
y uno que tiene un taladro de plasma que funciona."
La enormidad de lo que se estaba ofreciendo se asentó entre
todos. Los Kig-Yar comenzaron a cacarear emocionados mien-
tras los humanos susurraban para sí mismos, y los Brutes pare-
cían ansiosos de usar la maldita cosa para derramar tanta san-
gre como fuera posible.
"El primero de estos artículos en salir al mercado", continuó
Elld. "Podría muy bien ser el último. ¿Comenzamos la puja?"
"Dices que el taladro funciona. Muéstrame", exigió Gek.
Elld le dio un asentimiento sereno, y luego le habló a un co-
municador. "Activa el taladro."
Pasaron unos segundos antes de que la pantalla se ilumi-
nara, atenuándose para revelar un intenso haz amarillo de
plasma sobrecalentado que salía de la boca de la excavadora, de-
rritiendo un agujero en la roca cercana.
Una puja inicial de veinte millones de créditos de los Kig-
Yar dio inicio a la subasta. Rion levantó la mano, sin intención
de comprar. "Veinticinco."
A medida que la puja aumentaba a su alrededor, las piezas
se acomodaban en su lugar. Aunque se usaban en la batalla, la
función principal del Harvester era la de excavador. Durante las
últimas diez semanas, Gek y su equipo habían tenido la oportu-
nidad de hurgar en el campo de escombros. Él poseía la lumina-
ria, que le permitía detectar y rastrear otros artefactos Forerun-
ner. Debió encontrar algo muy grande escondido muy profundo
entre los escombros. Algo que no podía recuperar sin el Harves-
ter y su taladro.
Echó un vistazo a la habitación. No había ni un solo compra-
dor con buenas intenciones para esta cosa. Ni uno solo. Cual-
quiera de ellos podría vitrificar una ciudad entera con esa má-
quina.
Con la puja ahora en treinta y cinco millones a favor de Gek,
los Kig-Yar estaban fuera, y también Rion.
"¿Oigo cuarenta?" Elld preguntó. "¿Cuarenta? Cuarenta mi-
llones."
"Cuarenta millones", uno de los Brutes canalizó. Los otros
humanos se retiraron inmediatamente, dejando a los Jiralhanae
con la oferta más alta.
Elld le dio a la sala unos segundos más antes de dirigir su
atención a Gek. "La puja asciende a cuarenta millones." Gek no
respondió, y por un breve momento Rion pensó que las cosas no
iban a salir como ella pensaba. "Muy bien, entonces. A la una con
40 millones… a las dos…"
"Cincuenta millones", anunció Gek en un tono profundo y
amenazador, dirigiendo una mirada mortal a los Brutes.
Diablos, ¿estaba tratando de emprender una guerra?
La tensión llenó la habitación. La rabia de los Brutes era pal-
pable. Incluso Elld, con todos sus protocolos de seguridad, pare-
cía un poco más pálido que antes. Tragó y encontró su voz. "Cin-
cuenta millones para el Sangheili."
Silencio mortal.
Con una débil inclinación de cabeza de Elld, pistolas de
plasma instaladas cayeron del techo, un pequeño incentivo para
mantener el orden. "La oferta es de cincuenta millones", dijo.
"Cincuenta millones. A la una... a las dos..." Asintió serenamente
a 'Lhar, "Vendido, al comandante Sangheili, con las felicitaciones
de Elld."
Los Brutes iluminaron la habitación con una ráfaga de colo-
ridas maldiciones mientras la puerta de la bóveda se liberaba.
Rion fue la primera en salir, se lanzó al pasillo a recoger sus ar-
mas, y luego procedió a salir del pasillo, con el corazón palpi-
tante, ansiosa de recuperar el contacto con la tripulación.
Tan pronto como volvió al mercado, su tecnología cobró
vida. Accedió a sus comunicaciones. "Estoy de vuelta", dijo sin
aliento, y esperó una respuesta. No hubo nada. "¿Chicos?" dijo,
moviéndose entre los compradores. "¿Dónde diablos está mi tri-
pulación?"
Maldita sea.
"Estamos aquí, Capitana", fue la respuesta apresurada de
Niko, y Rion dio un suspiro de alivio. "Tengo la luminaria. Ya casi
llegamos al astillero."
"Bien. Gek no estará atado a los detalles por mucho tiempo.
Los veré allí."
Rion dejó el mercado a través de las enormes puertas del
hangar y se dirigió hacia la noche. Al partir hacia el oscuro
puente del canal, se detuvo en seco y miró hacia la Flintlock.
Sí, quería venganza, pero también sabía que dejar que Gek
'Lhar se saliera con la suya con los códigos de un Harvester po-
dría terminar dañando a un montón de gente inocente. No había
tiempo ahora, pero tan pronto como estuviera en el aire, alerta-
ría al UNSC. Demonios, tal vez debería decirle al Agente Hahn,
eso podría quitarle a la ONI de encima por un tiempo. El coman-
dante Sangheili era un premio sin importar cómo lo miraras.
Cuando Rion se volvió hacia el puente, ella ya sabía que po-
día...
Una capucha se deslizó sobre su cabeza. "¡Oye! ¿Qué...?"
Manos enguantadas le sujetaron ambas muñecas, y la ata-
ron en un instante antes de que la levantaran de sus pies y la
pusieran sobre un hombro como si no pesara nada.
CAPÍTULO 5

ion nunca lo había sentido venir, estaba demasiado distraída


y apurada para sentir la presencia detrás de ella. En un segundo
estaba formulando un plan; al siguiente, el mundo se volvió ne-
gro, la capucha le cubría la cabeza y brazos la agarraban por de-
trás… Para cuando empezó a entender, la estaban llevando en
un vehículo.
Su primer instinto fue luchar, pero cuando sintió el rebote
en el puente sobre el canal de barro se calmó. Lo último que que-
ría era causar un derrumbe en el canal. Muchos Komoyanos ha-
bían caído en las garras del fango del planeta y nunca habían
vuelto a aparecer.
En su lugar, se concentró en sus otros sentidos, puede que
estuviera ciega, pero aún podía oír, sentir y oler.
Sin palabras, sólo pasos, rápidos y seguros. La respiración
de su captor era similar; no parecía muy cansado por su peso.
Lo siguiente era el olfato. Definitivamente humano. Relativa-
mente limpio. El olor de Komoya aún no se había asentado a tra-
vés de la ropa y la piel de su captor, lo que sugería que no era un
pirata o un mercenario.
Aunque no podía hacer mucho con sus manos, podía sentir
el brazo cerrado sobre la parte posterior de sus piernas y el oca-
sional golpe de material contra su espinilla, una funda y un arma
sin duda. Con cada paso que daba, sus entrañas se tensaban y su
cabeza comenzaba a palpitar.
Gradualmente los olores y sonidos cambiaron. El ruido se
redujo a favor del zumbido bajo de un motor, el olor a
combustible, y finalmente el sonido metálico de las botas en una
rampa de carga mientras era llevada a una nave de algún tipo.
Cuando su captor finalmente la puso en pie, la presión en su
cabeza se desvaneció, dejando atrás un toque de mareo. Se tam-
baleó, tratando de encontrar su equilibrio en la oscuridad.
Ahora que el movimiento se había detenido, el ambiente dentro
de la capucha tuvo prioridad. Estaba mohoso y húmedo, lo que
dificultaba la respiración. De repente las cosas se volvieron muy
claustrofóbicas. Rion intentó sofocar el pánico creciente, pero
sabía que estaba luchando una batalla perdida.
Una mano le agarró el hombro y la estabilizó, luego la guió
hacia atrás hasta que sus piernas tocaron algo sólido, y cayó en
un asiento o banco duro. "¡Quítamela!" se las arregló. "No puedo
respirar..."
La capucha se quitó. Un baño instantáneo de aire fresco se
encontró con su piel húmeda.
La segunda vez esta noche había sido maltratada y casi asfi-
xiada. Su cuello todavía le dolía, y estaba cansada de jadear por
aire y sentir cristales rotos en su garganta herida con cada res-
piración, trago y palabra que decía. Desafortunadamente, la no-
che había tomado un giro en el peor momento posible. Y su com-
postura estaba empezando a resquebrajarse.
Tomó nota del piloto que iba delante en la cabina, y luego
dirigió una mirada a su secuestrador.
Más allá del hecho de que estaba en un banco utilitario en la
parte trasera de un Pelican del UNSC, no se necesitó mucho para
saber que su secuestrador estaba en la nómina de la Oficina de
Idiotas Navales. Incluso con su anodino uniforme negro, equipo
ligero y máscara facial, que cubría todo menos sus ojos, el hom-
bre que estaba delante de ella gritaba, "si operaciones especiales
está en el negocio de emplear a gigantes." El tipo tenía que tener
menos de dos metros, estar hecho de una tonelada de ladrillos,
y probablemente ser igual de inteligente y divertido.
"Tienes que estar bromeando", murmuró, su adrenalina por
los recientes acontecimientos dio paso a la ira. "¿Tenían que ve-
nir a buscarme ahora los espías? Increíble."
El Grandote, como ella decidió llamarlo, frunció el ceño,
aunque había más curiosidad en su mirada que ira en su comen-
tario. Probablemente esperaba un poco de temblor de miedo, o
llanto de pánico, o ruegos de liberación. Su mirada se dirigió a
su cuello. Sin duda, por su mirada persistente, su piel ya empe-
zaba a mostrar signos de moretones.
Así que el espía tenía un corazón.
Y si la habían recogido, era muy probable que su tripulación
fuera la siguiente o ya estuviera en custodia.
Perfecto.
Y la noche había ido muy bien.
En cuanto el pensamiento vino y se fue, otro espía entró;
éste también era anormalmente alto, pero más delgado que el
Grandote, una mujer con idéntico equipamiento, lo suficiente-
mente fuerte como para transportar a una criatura luchadora y
enojada sin mucho esfuerzo. "Atrapé a ésta huyendo del asti-
llero", dijo casualmente. "El pequeño bastardo astuto me dio
bastante persecución."
"¡Vete a la mierda!" Niko gritó bajo su capucha.
La mujer lo dejó caer en el banco junto a Rion.
"Tranquilo, chico", dijo Rion en voz baja, golpeando su hom-
bro contra el suyo. Se quedó quieto, con la cabeza levantada e
inclinada hacia ella.
"Oh no", susurró, dándose cuenta de que la habían atrapado.
"No, no, no, ¡oye! ¿Dónde está mi hermana? Te juro que si le ha-
ces un solo rizo en la cabeza, yo..."
La mujer se inclinó hacia adelante y le arrebató la capucha
a Niko. Él saltó. El pobre chico tenía la cara roja y balbuceaba,
con los ojos abiertos, asustado y lívido.
Por lo que Rion podía ver por el lenguaje corporal de la mu-
jer y por sus ojos, la única parte visible de ella en la máscara, no
parecía estar asustada por la amenaza tácita de Niko. De hecho,
parecía mirarlo con un humor seco que Rion conocía muy bien.
"¿Qué?" preguntó. "¿Qué harás?"
Niko se inclinó hacia adelante, con la boca abierta, obvia-
mente listo para echarse sobre ella, pero se las arregló para con-
trolarse; se sentó atrás y la ignoró.
Ella se rió. "Me agradas, chico. Tal vez seas tan inteligente
como dicen."
La mujer se enderezó, se dio la vuelta y se acercó al Gran-
dote.
"¡Bueno, no me agradas!" le gritó él. "Y, sí, ¡soy el más listo!"
"Los otros dos están seguros en su nave", informó a su com-
pañero. "Todo está listo."
"¡Espera!" Rion se puso de pie. El Grandote la empujó de in-
mediato, pero ella volvió a levantarse, y su furia se elevó con ra-
pidez y fuerza, su primer instinto fue atacar y devolver la acción
en especie. En cualquier otro momento daba lo mejor de sí
misma, pero su deseo de ver a Gek 'Lhar pagar de alguna ma-
nera… ahora que sus planes se estaban esfumando… se desva-
neció. "No pueden dejar Komoya."
Su frente se levantó, y pareció mirarla con algún pensa-
miento, una inteligencia tranquila en sus ojos marrones,
haciéndola repensar su anterior suposición sobre él. Tal vez no
fuera una pila total de ladrillos, entonces. "Las órdenes son ór-
denes, señora", dijo con firmeza, y se volvió hacia la cabina.
Rion maldijo en voz baja y le agarró el brazo. Toda su noche
había sido arruinada por la ONI. Todos sus planes podrían haber
terminado antes de que empezaran de verdad. Pero una cosa era
segura: si ella no salía indemne de Komoya, tampoco lo haría
Gek. "¿Tienes alguna idea de dónde estaba? No podemos irnos.
Gek 'Lhar está aquí."
El Grandote se quedó quieto, mirándola con una especie de
juicio silencioso de que si buscaba lo suficiente, podría ver la
verdad o las mentiras en su afirmación.
"Miren, acaba de ganar una subasta de un Harvester." No
hubo reacción. "Con un taladro de plasma que funciona. ¿Escu-
chas lo que estoy diciendo? Un Sangheili con un hacha de moler
contra la humanidad está a punto de dejar Komoya con un mal-
dito taladro de plasma, si es que no lo ha hecho ya."
"Ustedes dos cabezas de chorlito saben lo que un taladro de
plasma puede hacer, ¿verdad?" Preguntó Niko, inclinándose ha-
cia Rion. "Si se deja el tiempo suficiente, la cosa podría eventual-
mente cortar limpiamente el núcleo de un planeta. Destruir
mundos. ¿Algo de esto les suena?"
Tras una pausa, el Grandote asintió y la mujer se deslizó al
asiento del copiloto y se inclinó sobre los controles, comunicán-
dose con cualquier nave que tuvieran en órbita, con la voz apa-
gada. Pasaron unos segundos antes de que terminara y se aso-
mara a la cabina. "La única nave que ha solicitado códigos de
lanzamiento es la As de Picas."
"¿Qué son ustedes, aficionados?" dijo Niko, sentándose y sa-
cudiendo la cabeza. "Una cucaracha como esa no pide códigos."
Rion le dio una rápida advertencia para que se comportara,
y luego se enfrentó al Grandote. "Primero tenía que pagar, el di-
nero tenía que retirarse. Elld encierra a todos los ganadores de
las subastas hasta que se confirmen y transfieran los fondos, y
luego entregará los códigos y las coordenadas a la ubicación del
Harvester. Dile a tu gente que busque una nave de carga militar
Covie en el aeródromo de Los Claros Occidentales. Su nave po-
dría estar todavía allí." Y si por algún milagro lo estuviera, no
sería por mucho tiempo más.
El Grandote se volvió hacia la mujer. "Dile a Turk que haga
un barrido de la zona. A ver si su historia concuerda."
"Sí, señor."
Otra conversación ahogada, y unos treinta segundos des-
pués, la mujer anunció: "Turk ha confirmado que hay una nave
que coincide con esa descripción en el aeródromo de Los Claros
Occidentales."
"Es él", dijo Rion con urgencia, esperando que Gek no hu-
biera cambiado de nave o dejado una firma señuelo falsa a su
paso. De cualquier manera, que la ONI los dejara en paz era algo
muy bueno. "Esa es su nave. Si no llegan a él antes de que salte,
tendrán a un fanático radical del Covenant ahí fuera con la capa-
cidad de destruir ciudades, si no un planeta entero. Y sé que no
valemos más para ustedes que eso."
"Sí", añadió Niko, levantando las manos como si fueran ba-
lanzas y sopesando sus próximas palabras. "Pequeños recupe-
radores temporales." Su mano izquierda bajó. Su mano derecha
se elevó. "Cabeza de bisagra psicópata. Elijan el que quieran."
Rion tocó el brazo del hombre con su mano izquierda en-
guantada, con sus dedos sobre la unidad de antebrazo que él
usaba. "Somos recuperadores de poca monta, por debajo de su
nivel salarial y no valemos la gran captura que está a punto de
escurrirse entre sus dedos."
El hombre agarró los dos hombros de Rion y la empujó al
banco, sacando sin palabras un cuchillo. Cortó sus ataduras y
luego produjo más de las delgadas ataduras de fibra de carbono
de su bolsillo trasero, las cuales enrolló alrededor de sus muñe-
cas y las unió a la barra detrás de ella. Luego hizo lo mismo con
Niko. Una vez hecho esto, fue como si Rion y Niko ya no existie-
ran, ya que los dos agentes cargaron su equipo y armas de ma-
nera limpia y eficiente.
Rion los observó con interés, notando la forma en que se
movían e interactuaban, el aura de confianza imperturbable. Po-
dían hacer esto con los ojos cerrados. Había estado con suficien-
tes militares y exmilitares para ver que estos dos eran la crema
y nata. Más que operaciones especiales, mucho, mucho más…
Hablaron bajo en sus comunicaciones, diciéndole a su amigo
Turk que les diera ojos desde arriba y apoyo de reserva.
Cuando salieron del Pelican, Rion los llamó. "¡Esperen! ¿Qué
pasa con nosotros?"
No la reconocieron, pero la rampa comenzó a cerrarse y el
piloto comenzó a iniciar el despegue. "No, no, no. Maldita sea,
esto no es parte del plan", murmuró, moviéndose en su asiento
para estudiar las restricciones.
Cuando Niko se giró, logró ponerse de rodillas en el banco y
luego inclinó su cadera hacia sus manos atadas. "Bolsillo tra-
sero."
"De acuerdo", dijo él. "Aficionados totales. ¿Qué piensan,
que es nuestro primer secuestro? Están demasiado orgullosos
de sí mismos…"
"Niko, este es tu primer secuestro", respondió con impa-
ciencia. "Date prisa. Tenemos que salir de esta nave."
Se retorció lo suficiente para alcanzar su bolsillo trasero y
sacar el pequeño cuchillo que guardaba allí. Y luego lo dejó caer.
Se estrelló contra la cubierta. Cuando el Pelican se levantó, se
deslizó hasta el final de la bahía de carga, completamente fuera
de alcance.
Niko hizo un gesto de dolor. "Lo siento."
Rion se sentó y dio un suspiro de derrota. Su cuchillo pro-
bablemente no habría hecho una abolladura en la fibra de car-
bono de todos modos.
Había estado tan cerca… Habían tenido la luminaria, por el
amor de Dios.
Ahora estaba en posesión de la ONI y probablemente nunca
más vería la luz del día.
CAPÍTULO 6

UNSC Taurokado, 400 kilómetros por encima de Ros-


tov, sistema Sverdlovsk, cinco minutos antes

eñor, tenemos a los recuperadores en custodia", informó


Turk al Agente Hahn mientras estaba en la mesa táctica del
puente, ansioso por una actualización. "Dos en su nave, la As de
Picas, y dos retenidos en el Pelican y listos para ser transporta-
dos."
"Bien. Que un equipo se reúna conmigo en la bahía del han-
gar."
El Agente Hahn se detuvo a mirar la pantalla del merodea-
dor hacia la luna marrón oscura que se cernía sobre el anillo pla-
netario de Vitalyevna. Komoya era una de las veintisiete lunas
del gigante gaseoso, y era un lugar oscuro y sucio, la definición
misma de lugar atrasado, aunque, con sistemas de radares, de-
fensa y comunicaciones bien definidos, era un lugar atrasado
que se tomaba muy en serio su protección. Para mantener un
perfil bajo, la Taurokado se había mantenido fuera del rango or-
bital de Komoya, usando a su vecina cercana, la luna deshabi-
tada Rostov, para hacer interferencias en la señal.
Cuando Hahn se giró para irse, el oficial de comunicaciones
del puente llamó su atención.
"¿Capitana?" El oficial de comunicaciones se detuvo para es-
cuchar atentamente; entonces: "Apolo informa… Los recupera-
dores afirman que Gek 'Lhar está en tierra…" Escuchó de nuevo
mientras la Capitana Karah se dirigía a la mesa táctica.
"Turk, conéctame", ordenó, levantando una mano para si-
lenciar a Hahn antes de que tuviera la oportunidad de argumen-
tar a favor de su misión.
A pesar del respeto que tenía por Karah y sus decisiones,
Hahn no pudo evitar pensar que si Rion Forge se le escapaba de
las manos esta vez, la perdería para siempre. Y mientras Gek
'Lhar era un objetivo de alto valor por su asociación con Jul
'Mdama y el elemento del Covenant que operaba en Hesduros,
también lo eran los recuperadores de Hahn. Después de todo,
ellos tenían la llave de un activo mucho mayor que un Sangheili
renegado y lo que quedaba del Covenant.
Aun así, él obedeció su orden, mirando a la capitana desde
el otro lado de la mesa. No había mucha gente que lo intimidara,
pero Netah Karah era definitivamente una de ellos. Con su uni-
forme impecable y su corte rapado que mostraba sólo una pizca
de plata, era una adversaria formidable. Sin tonterías, de mente
clara, con rasgos oscuros grabados con dignidad y autoridad.
Karah se comportaba como una aristócrata de los viejos tiem-
pos. Con sólo cuarenta y tres años, sus logros eran igual de im-
presionantes y se los había ganado con esfuerzo.
"Entendido", estaba diciendo la Capitana Karah. "Apolo, tie-
nen permiso para atacar. El apoyo va en camino. ¿Turk?"
"En eso, Capitana. Desplegando Broadswords."
"¿Y los recuperadores?" preguntó una voz femenina por las
comunicaciones.
"Envíenlos de inmediato."
"Recibido. Apolo fuera."
"Relájese, Agente Hahn", dijo Karah, encontrándose con su
mirada preocupada al otro lado de la mesa. "Su premio no va a
ir a ninguna parte."
CAPÍTULO 7

UNSC Taurokado, bahía del hangar

ion sintió que el Pelican se elevaba a través de la atmósfera,


sintió el cambio al alcanzar la exosfera, los motores se suaviza-
ron hasta un zumbido bajo, dependiendo de la ocasional des-
carga de los propulsores para proporcionar dirección. Y luego
un silencio relativo, roto sólo por las comunicaciones amorti-
guadas que venían de la cabina.
Eventualmente, la embarcación se estremeció y disminuyó
su velocidad.
"Estamos atracando", dijo Niko.
Y todo lo que Rion podía pensar era en cómo le iba al resto
de la tripulación y a la nave.
El piloto se negó a decirles nada y, al cabo de unos minutos,
la nave bajó con un ligero tambaleo. Luego liberó las puertas de
la bahía y abandonó la nave por completo. No había mucho que
ver desde su posición, sólo acero, titanio y contenedores de
carga.
Dejando la cabeza apoyada en el mamparo y cerrando los
ojos, Rion intentó pensar en la forma de salir de esta nueva si-
tuación. No tenía ninguna duda de que Hahn estaba detrás de su
aprensión. No había ocultado lo que buscaba: las coordenadas
del campo de escombros y a Little Bit... y ella tenía el mal pre-
sentimiento de que ya no estaba dispuesto a hacer trueques y
tratos.
"¿Qué vamos a hacer?" preguntó Niko. "¿Crees que Less y
Ram están bien?"
Ella asintió. "No van tras nosotros, Niko. Están tras los arte-
factos."
Él suspiró. "Little Bit es un artefacto para ellos. ¿Qué crees
que le harán?"
"No lo sé." Abrió los ojos. "Lo siento. No hay mucho que po-
damos hacer. Si tienen la As, tienen a LB."
"Pero no tienen..."
Ella sacudió la cabeza, silenciándolo. La ONI podría tener en
su poder a Little Bit, pero no lo tendrían todo. Rion sólo tendría
que descubrir su jugada a medida que el juego progresara.
Eventualmente una serie de pasos resonaron sobre el piso
de metal. Aparecieron dos hombres con trajes de vuelo no des-
criptivos, cortaron sus ataduras y luego los escoltaron desde el
Pelican.
Mientras Rion y Niko descendían por la rampa, la enormi-
dad de la bodega se manifestó. No estaba segura del tipo de nave
en la que estaban, pero era muy elegante y podía contener varias
embarcaciones de apoyo más pequeñas.
"Rion", dijo Niko, dándole con el codo en el costado. Junto a
ellos se alzaba una nave familiar de alas oscuras, que empeque-
ñecía al Pelican. La As de Picas también estaba atracada aquí y
su rampa estaba abierta, y Lessa y Ram estaban siendo escolta-
dos fuera de la nave. Se vieron unos a otros e intercambiaron
miradas de alivio. Less era un libro muy abierto. Sus mejillas es-
taban rosadas por la ira y la preocupación nadaba en sus ojos.
Ram, por otro lado, bajó la rampa con una calma casual, no era
su primer encuentro con la ONI.
Una vez en el piso del hangar principal, se unieron a un
equipo de espías de cuatro hombres. A partir del carro cargado
de tecnología y escáneres, sus intenciones eran claras. Rebasa-
ron a Rion y a su equipo y se dirigieron directamente a la As.
Tanto Niko como Lessa se detuvieron, una serie de emociones
cruzaron sus rostros al ver al equipo entrar en la nave. Toda su
vida estaba a punto de ser puesta patas arriba.
Se necesitó todo lo que tenía Rion para mantenerse en su
sitio y no correr tras el equipo. Rezó para que su hogar estuviera
en una sola pieza cuando todo esto terminara.
Rion se acercó a ella, diciendo en voz baja: "La limpiamos
antes de que subieran a bordo."
"¿La navegación también?"
Él asintió.
Bien. No era necesario ponérselo fácil. Otro grupo se dirigió
hacia ellos, un oficial, por su aspecto, flanqueado por dos miem-
bros de la tripulación.
"¿Qué les decimos?" Preguntó Lessa.
"La verdad, si es que es necesario."
"Pero..." Niko empezó.
"Si no actuamos con amabilidad, nos harán desear haberlo
hecho, y quiero salir de esto con mi tripulación y mi nave intac-
tas. Este no es el momento ni el lugar para hacernos escuchar."
Ram levantó una ceja dudosa. "¿Vamos a adoptar una pos-
tura?"
Ella miró fijamente al frente, viendo al grupo acercarse. "Si
nos quitan algo, con seguridad les quitaremos algo." Rion sólo
tenía que averiguar qué era eso exactamente.
"Y esto", dijo Niko en voz baja, rodeándola con su brazo y
dándole un rápido apretón de manos, "es por lo que nos encanta
tu vengativo trasero."
El oficial principal era delgado y calvo, y tenía el aspecto de
un astuto hombre de negocios más que de un agente de la ONI.
Rion levantó su barbilla un poco y dio un paso adelante. Cuanto
más se separara de la tripulación y mantuviera su atención, me-
jor.
"Capitana Forge", la saludó con un tono agradable.
"Agente Hahn", respondió ella. Parecía satisfecho con su de-
ducción, aunque no era difícil averiguar su identidad; llevaba
diez semanas intentando contactar con ella.
"Intenté hacer esto de la manera más fácil."
"Yo también", dijo ella. "Ignorarte fue la manera fácil."
"Sin embargo, eso no funcionó para ti." Se giró y le hizo un
gesto para que caminara a su lado, dejando a los demás atrás,
gracias a Dios. Miró hacia atrás. "Su tripulación está a salvo, Ca-
pitana", le aseguró.
"¿Y cuáles son tus intenciones para ellos?"
"¿Dos niños y un rescatador herido? No tengo intenciones
para ellos en absoluto. Y estoy seguro de que harás lo que sea
necesario para que siga siendo así."
"¿Se me acusa de un delito?"
"Todavía no. Tu expediente está sorprendentemente limpio
para alguien en tu línea de trabajo. Todo lo que queremos es in-
formación y cooperación. Una vez que esos objetivos sean alcan-
zados, tú y tu equipo se marcharán. Podríamos haber hecho esto
hace más de dos meses, pero optaste por... un camino más difícil.
Así que aquí estamos."
"Estas pasando por un montón de problemas por un pe-
queño equipo de rescatadores", dijo mientras dejaban el hangar
y se dirigían a un pasillo con paredes blancas brillantes y rejillas
metálicas para el suelo, y luego entraron en una gran sala de
conferencias con más paredes blancas, dos de las cuales enmar-
caban paneles de vidrio expansivo. En el centro había una mesa
ovalada, y a lo largo de las paredes había una disposición de
asientos más íntima.
Después de que la puerta se deslizara, el Agente Hahn se de-
tuvo en la cabecera de la mesa, con las manos apoyadas en el
respaldo de una silla. "¿Vamos directo al grano? La última trans-
misión de nuestro agente fue dificultada… Los teníamos muy
cerca del sistema Procyon…"
Rion caminó por la espaciosa habitación. "Nunca he oído ha-
blar de eso."
"Y de allí a espacio inexplorado donde, según nuestra inteli-
gencia, descubrieron un campo de escombros sustancial, uno
que contiene ruinas Forerunner, y recuperaron una inteligencia
artificial. Como sabes, debemos confiscar esa IA y asegurar la
ubicación."
Rion se detuvo a inspeccionar una de las paredes de cristal,
golpeándola, preguntándose quién estaba del otro lado, o si in-
cluso merecía esa cantidad de interés. Su débil reflejo la miró
fijamente: ojos cansados, pelo desordenado, gracias a la capu-
cha, y feos moretones en la garganta. Su imagen parecía tan ago-
tada como sus nervios. Ignoró a Hahn y se alisó los pelos sueltos
detrás de sus orejas.
"Capitana, quiero recalcarle la importancia de mantener la
tecnología Forerunner lejos de las manos de nuestro enemigo..."
Aunque estaba de acuerdo, no pudo evitar presionar un
poco. "La guerra ha terminado, Agente Hahn."
"La guerra nunca terminó. Sabe tan bien como yo que Gek
'Lhar y otros como él están intentando reconstruir el Covenant.
Van a reunir suficientes naves y la tecnología adecuada, y antes
de que te des cuenta, estaremos de vuelta donde estábamos
hace cuatro años."
"Bueno, ahora que tienes mi luminaria, no debería ser muy
difícil encontrar tu preciosa tecnología."
"Entiendes muy bien que la proximidad es importante. El
tiempo importa. Podríamos hacer repetidas exploraciones en
espacio inexplorado, buscando ese campo de escombros. O po-
dríamos obtener las coordenadas de ustedes. A veces la res-
puesta más simple es la respuesta correcta."
Un tono bajo resonó en la tableta de datos de Hahn. Rion lo
miró a través del reflejo del vidrio mientras revisaba la pantalla.
Su mandíbula se apretó ante cualquier cosa que hubiera leído, y
no pudo evitar sentir una oleada de satisfacción. Se excusó y se
fue el tiempo suficiente para que ella empezara a preocuparse.
Cuando finalmente regresó, su humor era más oscuro que antes.
"Los registros de navegación y las tablas de navegación de
tu nave han sido limpiados."
"Procedimiento estándar", le dijo ella, dándose la vuelta.
"Nuestro sustento depende de mantener en secreto nuestros
hallazgos y localizaciones. Ya sabes... de los cazadores furtivos."
"No somos cazadores furtivos si la tecnología ya nos perte-
nece", respondió Hahn, leyendo más del mensaje y poniéndose
más enfadado.
Ella soltó una risa aguda. "¿Desde cuándo la tecnología Fo-
rerunner pertenece a la Oficina de Inteligencia Naval?"
Puso la tableta sobre la mesa. "¿A quién quiere que perte-
nezca, Capitana? Durante casi treinta años, vimos lo cerca que
estuvo el Covenant de eliminarnos con la limitada cantidad de
tecnología de reingeniería Forerunner que poseían. Piensa en lo
que el grupo equivocado podría hacer con todo un arsenal.
¿Realmente quieres ser responsable de eso?"
Hahn activó una pantalla holográfica que apareció sobre la
mesa de conferencias. Aparecieron imágenes, una por una. "Dé-
jame darte un incentivo. Almacén en Komoya… almacén en Ve-
nezia…" Dos imágenes más se unieron a la lista con un movi-
miento de su mano. "Gao. Talitsa. Hemos incautado tus bienes
en toda la Via Casilina, incluyendo tus cuentas bancarias... las
seis. Y tenemos tu nave y tu tripulación. Si eso es temporal o
para un futuro previsible depende de ti. Entiende, Capitana
Forge, que estamos jugando limpio."
Rion miró las imágenes de sus almacenes durante un largo
momento.
"Tú eliges", dijo Hahn, observándola.
"Pero no es así, ¿verdad?" Ella lo miró por un momento. Esto
debería ser muy sencillo. Hahn tenía lo que buscaba. No necesi-
taba amenazar todo su negocio. "Tienes todo lo que querías de
mí, Agente Hahn. Tienes mi IA, y a través de él tienes las coorde-
nadas del campo de escombros. Y también tienes mi luminaria,
por si acaso. El resto" -señaló a todo su sustento que flota en el
aire sobre ellos- "es exagerado e innecesario. Ahora, ¿cuándo
puedo irme?"
"Puedes irte cuando tú o tu IA nos den la ubicación del
campo."
Así que eso era todo, entonces. Little Bit, bendito sea su co-
razón fragmentado, no estaba cooperando. Sin embargo, la di-
versión y la sorpresa de Rion se convirtieron rápidamente en
temor, porque si bien la lealtad de LB elevó su estima por él,
también podría terminar costándole todo.
"¿Qué te parece esto, Capitana?" Hahn dijo, tomando su ta-
bleta de datos, tomando su no respuesta por rechazo. "Voy a sa-
lir un momento. Te daré unos minutos para que lo pienses."
"No, espera..."
Pero siguió adelante. Maldita sea.

Pasó una hora, posiblemente más, antes de que la puerta de la


sala de conferencias se abriera de nuevo. Durante ese tiempo,
Rion había golpeado repetidamente la puerta y las paredes, in-
tentando llamar la atención de alguien y transmitir su voluntad
de cooperar, antes de que las cosas se pusieran aún más feas de
lo que ya estaban, pero nadie la había reconocido. Finalmente se
rindió y estaba sentada en una de las sillas con sus botas apoya-
das en la mesa cuando Hahn entró con el Grandote que la había
detenido en el exterior de la Flintlock.
Inmediatamente su mirada se fijó en la de su secuestrador,
sus ojos se estrecharon en finos puntos sin impresión mientras
que la suya se mantuvo tranquila y neutral. Esta vez no tenía
máscara, pero ella reconocería la inusual altura y esos ojos fijos
en cualquier lugar. Tenía unas cuantas líneas de risa alrededor
de los ojos y la boca, y sus rasgos no eran del todo desagrada-
bles: frente decente, pelo corto y castaño, nariz recta y mandí-
bula fuerte, sólo marcada por una profunda cicatriz cortada en
diagonal a través de su barbilla. Como Hahn, llevaba un traje de
vuelo negro sin etiqueta ni rango.
Sip. El Grandote era mucho más que de operaciones espe-
ciales. Sus sospechas anteriores se solidificaron, y estaba bas-
tante segura de que estaba teniendo su primer encuentro con un
Spartan. Bueno, segundo, si contaba con ser llevada a través de
Komoya como un saco de arroz de treinta kilos.
Él tomó un lugar cerca de la esquina de la puerta, con las
manos apretadas detrás de él, mientras Hahn se acercaba a la
mesa. La tensión esta vez había aumentado. Si no se equivocaba,
el agente de la ONI estaba lívido y exasperado, aunque se esfor-
zaba por esconderlo detrás de una postura recta y una expre-
sión plana.
Rion hizo un gesto de dolor en su interior. Dado el tiempo
que había estado fuera, ella supuso que sus intentos de comuni-
carse con Little Bit habían sido infructuosos, posiblemente
desastrosos, conociendo a LB. Rion se puso en pie, a punto de
preguntar, cuando la puerta se volvió a abrir y entró Kip Silas.
Ella se congeló al verlo.
Su aspecto no era diferente al de la última vez que ella lo
había visto en su nave, todavía desaliñado, todavía con aspecto
cansado, y todavía con esa tristeza detrás de sus ojos. Emocio-
nes mezcladas la recorrieron, ira, dolor, decepción. Kip había
sido parte de su tripulación, bien recibido en la familia, y su trai-
ción los había golpeado fuertemente. Hacía mucho tiempo que
no comprendía a alguien tan total y completamente mal. Sin em-
bargo, incluso ahora sus instintos le decían que era un buen tipo,
lo que sólo la confundió y enojó más.
Él se detuvo al otro lado de la mesa desde su posición. "Va-
mos, Rion. Sólo diles lo que sabes."
No se iba a negar, pero no le habían dado la oportunidad. Y
ahora Kip estaba aquí… "Lo siento, ¿dijiste algo? Porque yo no
hablo traidor."
"Sólo trato de ayudar, de salvar vidas. No tienes ni idea de
lo peligrosos que son estos artefactos. Y no tienes ni idea de a
quién se los vendes."
Ella se rió. "Oh, no te atrevas a echarme esto encima. Las co-
sas que traigo al mercado se venden en el mercado legal. En una
subasta. Si ellos" …ella lanzó un brazo hacia el vidrio… "no quie-
ren pagar lo que vale, es su culpa. Y déjame decirte que pueden
permitírselo. Sólo pregúntale a cualquier recuperador que tenga
cuentas bancarias confiscadas. Si algo de lo que recupero va a
otra persona, puedes cantarle tu triste canción a ellos, no a mí."
Se quedó callado, y ella no pudo evitar añadir, "Y odio tener
que decírtelo, pero no me conoces lo suficiente como para venir
aquí y hacer la rutina del chico bueno para hacerme entrar en
razón."
Su débil sonrisa tenía una nota de arrepentimiento. "Me
agradas, Rion. Me agradan Niko y Lessa. Me agradaba Cade, por
el amor de Dios."
Ella se tambaleó hacia adelante, pero la maldita mesa estaba
entre ellos. "No lo hagas. No puedes hablar de él." Su pecho se
apretó cuando el familiar peso de la muerte de Cade le quitó el
aliento. Kip siempre formaba parte de ese recuerdo, y en ese
momento ella lo odiaba por ello. "No puedes hablar de ninguno
de ellos."
Inclinó la cabeza como si lo entendiera y lo aceptara. "Nada
de lo que hice puso a ninguno de ustedes en peligro."
"No, tú eres la razón por la que estamos aquí." Sacudió la
cabeza y caminó, necesitaba moverse. "Pero supongo que a eso
lo llamarías nada."
"¿Qué me dijiste una vez? Hay suficiente salvamento ahí
fuera para todos. Rion, no necesitas el campo de escombros. La
tecnología que podría estar escondida allí, ¿qué te da derecho a
tomarla y venderla al mejor postor, a alguien que podría matar
a millones de personas? ¿Dónde está tu conciencia, tu culpabili-
dad? Porque al final del día, tú también eres responsable. Po-
drías ser la razón por la que civiles y familias enteras lo pierden
todo."
Ella quería estrangularlo por devolverle sus propias pala-
bras. "Nunca he vendido y nunca venderé una maldita cosa que
pudiera matar a millones de personas y lo sabes." Ella se acercó
al final de la mesa para enfrentarse a él, pero se agarró a la silla
para mantenerse firme y evitar que se acercara más y le hiciera
daño.
"Bien. Te reconozco eso, cuando se trata de tecnología hu-
mana y Covie. Pero ¿Forerunner? ¿Cómo lo sabes? ¿Cuánto sabe
alguno de nosotros sobre la tecnología Forerunner? Podrías
vender una pequeña pieza que podría ser la llave para lanzar un
arma de destrucción masiva. Sólo que no lo sabes. Pero ellos sí."
Arrojó su mano hacia Hahn y el Grandote. "Tienen experiencia
con artefactos Forerunner, años de experiencia, divisiones ente-
ras dedicadas a su estudio, uso y reingeniería. Ellos entienden
cosas que nosotros nunca pudimos, y necesitan mantener esa
tecnología fuera de las manos equivocadas."
Kip se detuvo y dejó escapar un largo suspiro antes de mirar
a Hahn para pedirle permiso para continuar. Hahn bajó la ca-
beza y Kip se volvió hacia ella. "Gek escapó de Komoya. Por fa-
vor, no dejes que consiga lo que busca."
Rion miró al Grandote con la mayor desilusión que pudo re-
unir. Y aunque no reaccionó, tuvo un leve cosquilleo en la man-
díbula que le dijo que no estaba contento con ello. "¿En serio?"
le dijo. "Te se los entregué envueltos con un lazo y lo dejaron ir.
Si no hubieran interferido, habríamos eliminado a Gek y a ese
maldito Harvester." Quería gritar. "Pero eso es lo que ustedes
los espectros hacen, ¿no? Interferir en todo. ¿Por qué no se van
y dejan las Colonias Exteriores a su suerte? Seguro que hacemos
un mejor trabajo protegiendo a los nuestros que ustedes."
"Es un sentimiento común en estas partes", dijo el Agente
Hahn, indiferente a su insulto. "Pero nosotros los espectros ve-
mos el panorama general, uno que abarca a toda la humanidad
y nuestro lugar en la galaxia. Sabe que tenemos razón, Capitana.
Y sabe exactamente quién es 'Lhar y lo que es capaz de hacer."
Permaneció callada, sobre todo porque era muy difícil dis-
cutir un punto con el que estaba totalmente de acuerdo. "Mira,
si Little Bit no está cooperando, lo está haciendo por su cuenta.
Sólo dame tu palabra de que seremos libres de irnos cuando te
dé las coordenadas."
"Hay algo más que también queremos." Hahn sacó un pe-
queño dispositivo de su bolsillo y caminó a lo largo de la mesa,
colocándolo en la superficie delante de ella, y luego retrocedió.
Los ojos de Rion se cerraron y ella rezó por mantener la
calma.
No era necesario preguntar qué era; había sostenido esa
cosa desde que era una niña.
Era la holo instantánea que contenía la imagen de su padre.
Sintiendo su cambio de humor, el Grandote se movió con
Hahn, deteniéndose unos metros detrás de él. No confiaba en
ella, al menos era lo suficientemente capaz de darse cuenta de
eso.

Tomó la holo instantánea, imaginando a la ONI en su habi-


tación, sabiendo que habían registrado su nave, lo habían revi-
sado todo y habían descubierto la nueva información sobre su
padre y la Spirit of Fire…
Si estaban tratando de sacudirla, ciertamente habían ele-
gido lo correcto. Pero Rion estaría maldecida si les dejara verlo.
"¿Por qué trabajas con estos asquerosos, Kip? No eres uno de
ellos." No encajaba en el molde de la ONI. Incluso ahora, con su
uniforme, parecía incómodo y fuera de lugar.
"Mi familia. Mi esposa e hijo no nacido." Se aclaró la gar-
ganta. "Sedra. El año pasado."
"El arma biológica en la capital", dijo, recordando. Algo difí-
cil de olvidar para cualquiera. Todas las Colonias Exteriores es-
taban conmocionadas y horrorizadas.
Él asintió. "Ese fue un resultado de la tecnología Forerun-
ner. Así que ya ves, soy la prueba viviente, y lo que ocurrió allí
ocurrirá una y otra vez si no llegamos a la tecnología antes que
el Covenant. Te he visto en acción, Rion. Estamos en el mismo
lado. Tú no eres la mala aquí y yo tampoco."
No sabía que decir al respecto, porque le creía. Sus instintos
no estaban equivocados. A pesar de su ira y su traición, no podía
culparlo por tratar de cambiar las cosas. Y aunque conocía el do-
lor íntimamente, nunca había sabido lo que era perder un ma-
rido o un hijo. Su pérdida era enorme, y no era tan difícil de en-
tender su posición y lo que lo llevó a trabajar para la ONI.
"Se acabó el tiempo, Capitana", dijo Hahn. "¿Qué dice?"
"¿Qué estás pidiendo?"
"Ya sabe lo que estoy pidiendo. Quiero que hables con ese
fragmento, Little Bit. Empieza a hablar o no irás a ninguna parte.
Quiero las coordenadas y toda la información que ambos tengan
sobre la Spirit of Fire."
Ante el nombre de la embarcación, la mirada del Grandote
se dirigió a Hahn. Aparentemente él estaba en la necesidad de
saber, y no sabía esa parte. Cada marine, cada militar hombre y
mujer, y una gran parte de la población humana, conocía la his-
toria de la Spirit of Fire. Era un brillante emblema de coraje, pér-
dida y misterio. Once mil almas sólo… desaparecieron.
El dinero y el salvamento podrían ser recuperados con el
tiempo. ¿Pero las únicas cosas que le quedaban de su padre? No
podían ser reemplazadas. Había esperado veintiséis años por
respuestas. Little Bit y sus proyecciones eran las cosas más cer-
canas que había descubierto que tenían una oportunidad de lo-
calizar la nave y a su padre, y si dejaba que Hahn las tuviera, es-
taba de vuelta al principio.
La ONI lo quería todo.
Todo.
La vida que habían construido. Por lo que habían luchado,
por lo que Cade había muerto…
"Tenemos los otros chips holográficos de tu habitación, los
archivos de video… ¿me falta algo más importante?"
Rion bullía en su interior. "No. Creo que tienes todo lo que
queda de él." Levantó la barbilla mientras una fría y quebradiza
ira se retorcía alrededor de su corazón. "Me alegra ver que así
es como el ejército trata a sus marines perdidos y a sus fami-
lias… familias que sólo quieren encontrarlos y traerlos a casa."
Fue la primera vez que el Grandote parecía remotamente
preocupado. Pero si sentía alguna incomodidad por lo que la
ONI le estaba haciendo, rápidamente lo aclaró en su expresión.
"Traerlos a casa no es tu trabajo", dijo Hahn.
"No, era trabajo de ustedes", dijo enojada, inclinándose ha-
cia adelante. "Y todos ustedes fallaron. Durante veintiséis años,
no han logrado encontrarlos."
"Tal vez porque no hay nada que encontrar."
Sus puños se apretaron ante su respuesta frívola e insensi-
ble. Podía sentir el arrebato que se avecinaba, una lenta y ar-
diente construcción que se quebraba a través de todo ese frío
autocontrol que tanto se esforzaba por mantener. Ella sabía lo
que Hahn estaba pidiendo: quería la proyección que Little Bit
había creado para rastrear la nave. Quería acceso a los clips de
video y cada pizca de información que Little Bit había logrado
guardar. "Si consigo que LB coopere, ¿recuperaré las cosas de mi
padre?"
"Sólo las imágenes. Todo lo que has recogido a lo largo de
los años u obtenido del fragmento debe ser confiscado y perma-
necer clasificado."
Arrebato.
La rabia surgió a través de ella como una tormenta de fuego.
Se abalanzó sobre la garganta de Hahn.
El Grandote se interpuso en su camino.
"O podemos usar a tu tripulación para hacer palanca", con-
tinuó Hahn mientras el Grandote extendía su brazo para impe-
dir que ella lo empujara. "Nos gustaría mantenerlos fuera de
esto, como estoy seguro que tú también lo quieres. Odiaría tener
que exponerlos a un interrogatorio."
"Para estar a la altura de su reputación", gruñó Rion, aleján-
dose de las garras del Grandote, mirando de él a Kip y viceversa.
"¿Del lado de éste estás, Kip? ¿Gente que amenaza a niños?"
"Casi no son niños", dijo Hahn, acercándose una vez más.
"Soldados han estado muriendo a una edad mucho más tem-
prana que tu tripulación, perdiendo más de lo que puedas ima-
ginar. Y seguirán muriendo si no aseguramos ese sitio. ¿Es esto
realmente lo que tu padre hubiera querido, que perdieras todo
por lo que has trabajado? ¿Realmente valió la pena hacer que
mataran a Cade?"
Y eso fue todo.
Rion arremetió hacia el costado del Grandote y giró a la de-
recha con todo lo que tenía, dando un golpe sólido al costado de
la boca de Hahn. Tropezó y cayó como una piedra mientras el
Grandote la tomaba en sus brazos, poniendo su cuerpo entre ella
y Hahn una vez más. Pero ella no había terminado, se inclinó al-
rededor del soldado para gritar: "¡No, no valió la pena, y no ne-
cesito que un bastardo sin corazón como tú señale lo obvio!"
Ella empujó al Grandote, pero fue como intentar quitar un
mamparo del camino. No se movió. Ella retrocedió, furiosa,
mientras él miraba desde su elevada altura con esa expresión
pétrea, levantando un poco la ceja derecha. Su furia apenas ago-
tada, le pinchó el sólido pecho. "Sí, quédate detrás de tu espan-
tosa insignia de deshonra mientras el resto de nosotros que es-
tamos aquí en el mundo real sangramos y sufrimos."
La expresión del soldado se oscureció y se inclinó hasta que
estuvo a la altura de los ojos, con una respuesta en sus labios,
cuando Kip se inclinó entre ellos, temiendo claramente por la
vida de Rion, y la empujó.
"Suéltame", gruñó, retirándose mientras Kip levantaba las
manos en un gesto de paz y luego se acercó para ayudar a Hahn.
Rion continuó lanzando una mirada asesina contra el Grandote.
"Te metiste en algo mucho más grande de lo que eres capaz
de manejar", dijo el Grandote en un tono bajo. "Rescata lo que
queda. Eso es lo que se te da bien, ¿verdad?"
"No sabes nada de mí", respondió.
"Bueno, si eres tan hábil como dicen", respondió él, mirán-
dola a los ojos, con la voz aún más baja, "entonces aguántate. Haz
lo correcto por tu equipo. Y vive para luchar otro día."
Le dio la espalda y ayudó a Kip a poner a Hahn de pie.
CAPÍTULO 8

UNSC Taurokado, bahía del hangar, una hora después

l Agente Hahn y el líder del Equipo de Asalto Apolo, el Spartan


Dylan Novak, escoltaron a la Capitana Forge a su nave. Mientras
tanto, permaneció callada y rígida entre ellos, su rabia se agol-
paba a su alrededor como una tormenta creciente. Una vez que
atravesaron las puertas del hangar, Hahn se detuvo con la inten-
ción de advertir a la capitana, pero prosiguió su camino sin mi-
rarlo y sin dudar en su paso, con la cabeza bien alta y la espalda
recta.
A su lado, Novak soltó una suave risa mientras cruzaba los
brazos sobre su pecho y veía a Forge marchar hacia la As de Pi-
cas. La diversión de Novak borró el repentino momento de con-
moción de Hahn, y cerró la boca.
"De donde yo vengo, Walter, eso es a lo que se le llama un
gran dedo medio", dijo Novak, todavía sonriendo.
"Sé lo que es un dedo medio", dijo. Respiró de forma contro-
lada, aconsejándose a sí mismo que ignorara el pinchazo del
Spartan. Incluso cuando ambos eran novatos y estaban asigna-
dos a la Estación de Borneo, Novak tenía un sentido del humor
retorcido. "No esperaba menos de una rescatadora de las Colo-
nias Exteriores. Están a un paso de los forajidos y los piratas."
El orgullo y la independencia de Rion Forge habían recibido
un gran golpe, y sin duda aún se tambaleaba. La ONI la había de-
jado indefensa, y eso era lo que más temían los de su tipo. Tam-
bién la hacía impredecible. Era atrevida, tenaz, inteligente, apa-
sionada… pero también era una renegada, orgullosa, terca e
insolente. Tenía curiosidad por ver cómo ella elegiría seguir
adelante.
Hahn era un manipulador muy competente, pero en su ex-
periencia, la gente como Rion Forge nunca se daba por aludida.
Qué lástima.
Se frotó la mandíbula dolorida y luego la movió lentamente,
de izquierda a derecha, aun saboreando el sabor a sangre en su
boca. Había recibido un duro golpe sorpresa, y Hahn sospechó
que el altamente entrenado Spartan-IV podría haber interve-
nido y prevenido el ataque si hubiera querido.
A Novak no le había gustado que lo sacaran de la cubierta
de combate durante el entrenamiento, ya que estaba en medio
de juegos de guerra simulados con los dos Spartans reciente-
mente asignados al Equipo de Asalto Apolo. Pero Hahn había
convencido a la Capitana Karah de que hacer que los Spartans
realizaran operaciones especiales en Rion Forge y su tripulación
en Komoya era esencial para su éxito…
O tal vez Novak había sido tomado por sorpresa, al igual que
Hahn, nadie sospechaba que la recuperadora se atreviera a gol-
pear a un oficial de la ONI.
En cualquier caso, Hahn conocía a su viejo amigo lo sufi-
ciente para saber que, a pesar de la diversión superficial de No-
vak, el Spartan estaba de mal humor, ya que no aprehender a un
objetivo tan valioso como Gek 'Lhar podría arruinar el día de
cualquier soldado. Por lo que Hahn había averiguado, la captura
del comandante Sangheili no estaba en la agenda de la misión de
Apolo, sino que estaba en la de la Taurokado por razones ajenas
a la autorización de Hahn. Y ellos, junto con toda la nave, habían
sido sacados de la misión para recoger a Kip Silas y luego a Hahn
antes de tomar medidas para asegurar a Rion Forge y su pre-
ciosa carga.
La aparición de 'Lhar delante de sus narices fue, como in-
dicó Rion, un regalo, algo que no ocurría a menudo. Por desgra-
cia, operar con sigilo para capturar a Rion y a su tripulación sin
dar la alarma en Komoya había funcionado contra ellos para
atrapar al comandante.
"Quizá quieras ponerte un parche para el dolor", comentó
Novak mientras veían a Forge subir por la rampa. Ella se detuvo
en la parte superior, se dio la vuelta, y niveló una mirada mortal
en su dirección, y golpeó el panel a su derecha para cerrar la
rampa, sin mirar hacia otro lado mientras se levantaba lenta-
mente. "Hoy ha hecho una enemiga, Agente Hahn."
"Quieres decir nosotros."
Novak se rió. "Oh no. Esto es todo para ti, Walter."
Hahn frunció el ceño. Fácilmente podría haber arrojado a la
capitana en el calabozo por agresión. "¿Crees que fui demasiado
duro con ella?"
El Spartan se encogió un poco de hombros. "Creo que si le
hubieras dejado los almacenes y las cuentas, ella podría haber
sido un activo."
"Nunca habría sido un activo. He analizado su perfil de per-
sonalidad tres veces. Además, si complaciéramos a todos los re-
cuperadores de aquí, no llegaríamos a ninguna parte. A veces te-
nemos que hacer de malo para que el próximo que llegue se lo
piense dos veces."
"Entonces deberías haber tomado su nave también", dijo
Novak mientras la rampa se cerraba sobre su figura. "Ella no de-
jará pasar esto."
Hahn se rió. "¿Qué, crees que la usará para atacar? Rion
Forge no ha llegado tan lejos en la vida por ser tan estúpida."
Cuando la nave se encendió, la voz de Turk se escuchó en
sus comunicaciones. "La As de Picas pide permiso para salir,
Agente Hahn."
"Ah. Turk", dijo con alivio. "Me alegra saber que has vuelto
con nosotros." En la hora y media que Rion Forge estuvo rete-
nida en la sala de conferencias, Turk no sólo se encontró con una
IA Forerunner que no cooperó, sino que estuvo atrapado du-
rante un tiempo en el vasto y desordenado laberinto alienígena
de la estructura fragmentada de Little Bit.
Si no hubiera asegurado la cooperación de Rion, Turk po-
dría haberse perdido para siempre, y habría sido un desastre,
costándole a Hahn su trabajo por lo menos.
"Permiso concedido", dijo.
En segundos, las abrazaderas que sostenían la nave se sol-
taron, y los propulsores de la As de Picas se activaron.
La voz de Turk volvió a aparecer en las comunicaciones una
vez más. "Spartan Novak, te solicitan en el puente."
Mientras Rion Forge conducía su nave desde el hangar,
Hahn y Novak se dirigieron al pasillo.
Novak podría cuestionar sus métodos, pero Hahn tenía un
historial que mantener. Siempre lograba su objetivo. Trabajaba
en toda la ruta comercial para monitorear y adquirir los artefac-
tos Forerunner. Era uno de los mejores operativos de contra-
bando en el campo, y pretendía mantener su posición. "Lo que
importa es que aseguramos la IA y las coordenadas del campo
de escombros", dijo, más para sí mismo que para Novak.
"Y sabemos dónde estará Gek 'Lhar", dijo Novak. "El cabeza
de bisagra está en tiempo prestado."
CAPÍTULO 9

As de Picas

esde el momento en que Rion dejó la sala de conferencias


hasta ahora, guiando a la As fuera de la nave de la ONI, un mero-
deador si tuviera que adivinar, se impuso un alto grado de desa-
pego para evitar hacerle algo irrevocable al engreído Agente
Hahn, y luego se centró en poner espacio entre ellos y la ONI.
Cuando cruzó la pasarela hace unos momentos, se encontró
con las caras preocupadas de Lessa y Niko, aceptando sus abra-
zos y respondiendo a sus preguntas y preocupaciones con res-
puestas cortas. Una vez en la silla de capitán, tuvo que morderse
la lengua para no ceder y mostrar su debilidad cuando aún ne-
cesitaban su fuerza. No estaban fuera del alcance del merodea-
dor todavía.
Pero cuando descubrieron lo que habían perdido…
Ram giró en su silla de la estación para enfrentarla. Sus ojos
se encontraron. No intentó aplacarla y ella lo apreció. Compren-
día el alcance de la ONI así como cualquier rescatador.
Usando pequeñas ráfagas direccionales por los propulsores,
Rion guió la As hacia fuera de la bahía del hangar, a través del
campo de energía que separa el vacío del espacio del interior
presurizado de la bahía, y finalmente hacia la libertad.
"Lo sentimos mucho", dijo Lessa tan pronto como se fueron,
sus grandes ojos estaban vidriosos. Estaba retorciéndose las
manos. "Nos separaron, y… dijeron que te iban a enviar a un sitio
oscuro y que nunca te volveríamos a ver…" Respiró hondo.
Niko se quedó mirando sus manos. Cuando levantó la ca-
beza, su corazón le dio una dolorosa punzada a su miseria. "Se
llevaron a Little Bit."
"Lo sé. Hablaremos de ello más tarde."
Rion respiró hondo mientras Less y Niko iban a sus puestos.
"Less, traza un rumbo hacia Venezia."
Niko miró por encima de su hombro y abrió la boca, con una
pregunta que flotaba en el aire, pero Rion se llevó un dedo a los
labios y sacudió la cabeza. No digas nada. Ahora no. No mientras
puedan oír. Su comprensión despertó, e inmediatamente re-
gresó a su pantalla, con los dedos volando, haciendo escaneos
sin duda, tratando de averiguar cuánto daño había hecho la ONI
y lo que habían dejado atrás.
Una vez que la As se encontraba a una distancia segura, el
FTL aceleró para el salto y entraron en el desliespacio, dirigién-
dose de nuevo a su base de Nueva Tyne.
El desliespacio siempre le recordaba a Rion las primeras ho-
ras de la noche, cuando el mundo energético se desvanecía en el
sueño... o una sala de espera que se extendía durante años luz
mientras el mundo transcurría sin ti. Niko lo llamaba el botón
de pausa. A Less le gustaba decir que era el tiempo entre las ho-
ras en las que podían retomar donde lo habían dejado sus viejos
hobbies o tareas pendientes de horas ociosas.
Llegarían a Venezia en un par de días, lo que era relativa-
mente rápido en términos de viajes espaciales.
Pero ahora mismo, eso parecía una eternidad.
Rion salió del puente con los ojos de su tripulación hacién-
dole un agujero en la espalda. Pronto habría tiempo para hablar.
Ahora sólo necesitaba estar sola y procesar.
En su habitación, se sentó al final de la cama e intentó razo-
nar lo que acababa de pasar.
No era algo inaudito que la ONI, el UNSC, le diera a los recu-
peradores una oportunidad. Así sucedía. Si estaban trabajando
en un sitio cercano a una zona de exclusión o en alguna otra área
de interés, eran rutinariamente retirados, registrados y cual-
quier cosa de valor militar incautada. Todos en su línea de tra-
bajo conocían el procedimiento.
Pero esto…
Esto era diferente. Extremo.
Cada almacén. Cada cuenta bancaria. Little Bit. Sus proyec-
ciones. Su padre.
Habían tomado mucho más de lo que necesitaban.
No necesitaban destruir su medio de vida y tomar los archi-
vos de video de su padre, pero los habían tomado de todos mo-
dos, un mensaje claro de que podrían haber tomado mucho más,
que ella estaba a su merced, y que no lo debían olvidar. Y nunca
lo olvidaría. Se habían asegurado de eso.
Y si pensaban que la habían asustado, estaban muy equivo-
cados.
Al examinar su habitación, notó que la habían tocado en to-
das partes, todos los cajones, superficies y rincones habían sido
removidos. Su mirada se posó en el cajón del escritorio donde
guardaba las imágenes de su padre y los chips de datos, y cada
pedazo de información que había encontrado en su largo pro-
ceso de búsqueda de la Spirit of Fire.
Parte de ella esperaba que la hubieran dejado con algo. Des-
pués de todo, el mismo John Forge no era un secreto. Tenía de-
recho a conservar su trabajo, sus recuerdos. Con un pequeño
hilo de esperanza aún aferrado, Rion se puso en pie, fue a su es-
critorio y abrió el cajón.
Quedaban unas pocas imágenes, pero todo lo demás había
desaparecido.
Incluyendo las aleatorias, pero curadas, colecciones de ar-
chivos, fichas, gráficos y notas.
Las lágrimas le picaron los ojos cuando un pozo hueco se
abrió dentro de ella, dejándola tan vacía como el cajón que es-
taba mirando.
La ONI había robado veintiséis años de búsqueda y espe-
ranza. Su mejor oportunidad de encontrar a su padre se había
desvanecido, y no tenían intención de devolvérselo. Era una pér-
dida por encima de la pérdida. La indignación y la incredulidad
se elevaron tan rápidamente que tuvo que agarrar el escritorio
con ambas manos y apretar sus ojos cerrados, recordándose a sí
misma respirar, y agradecer que la tripulación estuviera ilesa y
que la As no hubiera sido confiscada junto con todo lo demás.
Un error que lamentarían más tarde.
Le llevó varios minutos recuperar la compostura. Cuando
Rion finalmente abrió los ojos, se concentró en sus manos. En
los guantes que aún usaba.
Se enderezó y lentamente los sacó, dedo por dedo. Con cada
movimiento, una férrea determinación se asentó dentro de ella,
y los comienzos de un plan comenzaron a tomar forma.
CAPÍTULO 10

Centro de intercambio de Nor, en las afueras de Nueva


Tyne, Venezia, sistema Qab, cuatro días más tarde

a pareja de Kig-Yar que siempre se encontraba a la entrada


del enorme complejo de almacenamiento de Nor Fel se dio
cuenta cuando Rion se acercó en su vieja camioneta y se esta-
cionó. A través del sucio parabrisas, estudió el almacén y la valla
de alto voltaje que rodeaba los edificios.
Normalmente se encontraba con Nor en los días de pago,
cuando la conocida comerciante Kig-Yar estaba en su oficina de
Nueva Tyne y repartía créditos a los recuperadores. Sólo en oca-
siones Rion tenía motivos para venir aquí, sobre todo para en-
tregar grandes objetos recuperados para su subasta. Pero todo
eso parecía haber pasado hace toda una vida.
El polvo se levantó de nuevo, golpeando el parabrisas. Por
el espejo retrovisor, vio a Less y a Niko en la plataforma de la
camioneta poniéndose sus chaquetas en la cabeza para evitar la
arenilla al salir.
"Esto debería ser divertido", dijo Ram al salir del lado del
pasajero.
"Divertido pero necesario", respondió ella, y salió al frío.
Los guardias de la puerta, un par de Jackals en armadura
mínima con carabinas colgadas de sus hombros, miraban al
grupo que se acercaba con ojos redondos sobre grandes picos
forrados con dientes afilados. Rion podía decir por la forma en
que sus cabezas de ave se levantaban que estaban olfateando a
los recién llegados. No era necesario, dado que su perspectiva
era muy buena. Los Kig-Yar disfrutaban olfateando cosas para
descubrir debilidades o enfermedades, a las que siempre reac-
cionaban de forma agresiva, y a veces les gustaba simplemente
valorar las comidas potenciales por diversión.
Aunque Rion tenía una buena relación de trabajo con Nor,
algunos de los guardias que empleaba la hembra Kig-Yar esta-
ban lejos de estar aclimatados a tratar con una variedad de es-
pecies.
Uno de los machos llamó a los recién llegados a través de su
unidad de comunicación mientras Rion miraba las muchas cá-
maras colocadas alrededor de las instalaciones.
Tras recibir la aprobación, que no fue más que un graznido
ininteligible a través del sistema de comunicación, la puerta de
tela metálica se abrió. "No toquen la valla ni la puerta", les re-
cordó Rion al entrar.
En un día normal, la valla era lo suficientemente peligrosa;
pero en un día realmente malo, cuando algún radical idiota pen-
saba que podía hacer una incursión en el centro de intercambio,
los componentes especialmente diseñados de la valla emitían
una carga PEM de alta frecuencia, una pequeña y práctica carac-
terística que hacía que cualquier ataque a las mercancías de Nor
fuera discutible mientras el centro de intercambio permanecía
protegido del pulso.
Rion nunca averiguó qué les pasó a esos desafortunados
idiotas. Sólo sabía que habían desaparecido, y que quizá los Ja-
ckal guardianes habían tenido su sabrosa comida después de
todo.
Cruzaron el terreno hasta el edificio principal. La puerta de
entrada lateral se abrió y entraron en otro puesto de guardia,
que bloqueaba la entrada y el pasillo que conducía a la oficina
de Nor.
Nor Fel era extraordinariamente paranoica, tenía un arse-
nal de los mejores barredores de vigilancia del sector, un soft-
ware de grado militar que se actualizaba constantemente. No
dejaba nada al azar, lo cual era una necesidad, considerando que
su negocio era uno de los más importantes de las Colonias Exte-
riores en el salvamento de posguerra. Todo el mundo y todo lo
que entraba en su negocio era examinado. Y los que entraban a
su oficina en el centro de intercambio recibían el tratamiento de
un spa.
En los últimos días, Rion se había asegurado de que ella y la
tripulación hablaran lo menos posible, mientras Niko y Ram ha-
bían pasado ese tiempo barriendo la nave en busca de dispositi-
vos de vigilancia de la ONI. Habían hecho lo mejor que podían,
pero Nor podía hacerlo mucho mejor. Rion contaba con el
equipo de la Kig-Yar para deshacerse de cualquier bicho de la
ONI que se encontrara en su nave.
Un barrido inicial en la estación de guardia reveló varios
sensores metálicos diminutos pegados a los zapatos y escondi-
dos en su ropa. Se quitaron las chaquetas, el calzado y fueron
escaneados de nuevo hasta que salieron limpios. Primera ronda
completa. A mitad del pasillo que lleva a la oficina privada de
Nor había dos guardias adicionales, un humano y un Kig-Yar que
jugaban a los dados junto a un escáner biológico de Saffire Diag-
nostics, el mismo que se utilizaba para entrar en sedes diplomá-
ticas o instalaciones militares de alto secreto. Era un túnel
blanco autónomo de tecnología de detección de bichos.
Los guardias se detuvieron cuando vieron a Rion y a la tri-
pulación. "¿Tiene una cita, Capitana?" preguntó un joven con
bata de laboratorio.
"No. Pero me verá o no me habría dejado llegar tan lejos."
Él se puso de pie y encendió el escáner. Cuando estuvo listo,
le hizo un gesto para que entrara mientras el Jackal monitoreaba
el escáner en una pantalla frente a él. La luz blanca pulsante den-
tro del escáner se volvió roja. "Retrocede, por favor", instruyó el
hombre. "Coloca tu brazo izquierdo sobre la mesa."
Rion hizo lo que se le ordenó. El hombre le agarró el ante-
brazo con fuerza, lo sostuvo contra la mesa y seleccionó uno de
los muchos dispositivos médicos extraños y afilados, bisturís
para todas las especies, en la mesa junto al escáner. Habló con el
Jackal en Sangheili básico, comprobando la pantalla antes de ro-
ciar su piel con un spray analgésico y luego cortarle el brazo sin
preámbulo.
"Hablas Covenant", dijo ella con una sonrisa firme mientras
él hacía un corte limpio en su piel antes de tomar un par de pin-
zas, cuyos extremos se clavaron en la herida.
"Muy poco."
"Nor no suele contratar a humanos." Abrió las pinzas dentro
de la herida y se aferró al bicho de silicona implantado justo de-
bajo de su piel. Pensó en un momento durante su tiempo con
Hahn en el que pudo haber sentido un pequeño escozor, pero
con toda la tensión y el drama, no pudo ubicar exactamente
cuando el bicho había sido insertado o por quién.
"No, no lo hace", respondió el joven. "Pero las cosas comen-
zaron a complicarse cuando ella instaló este escáner. Los Jackals
no son buenos para ser delicados, si entiendes lo que quiero de-
cir. Se cansó de toda la sangre y de las quejas de los clientes…"
Sacó un pequeño dispositivo gris del tamaño de un grano de
arroz y lo dejó caer en una sartén. "Parece tecnología de la ONI",
dijo, mirándolo por un momento. "Veo más y más de esos en es-
tos días. Pequeños bichos avanzados."
Presionó un sello en su herida.
"Eres bastante bueno en esto", dijo, sujetando el sello fuer-
temente para que se pegara a su piel.
"Trabajo en la clínica de Nueva Tyne", dijo él encogiéndose
de hombros. "Al menos las quejas aquí han bajado."
"¿Te importaría escanearme de nuevo?"
"Claro."
Para cuando terminaron, y todos estaban libres de bichos y
sellados, Rion finalmente sintió un cierto alivio.
El Jackal los llevó a la puerta de Nor. Se abrió una fracción y
Nor Fel sacó la cabeza. Sus ojos amarillos y brillantes los estu-
diaron intensamente sobre un largo y dentado pico. "¿Qué estás
haciendo, acechando aquí?" Echó un vistazo al sello de Rion y
resopló. "Entra." Notó a Ram en la parte de atrás del grupo y dio
un graznido de sorpresa. "Ustedes dos... trabajando juntos." Se
rió de eso mientras se apartaba para dejarlos entrar a los dos, y
luego les tendió una mano con garras a Lessa y Niko. "Pichones,
quédense aquí."
Nor procedió a cerrar la puerta en sus caras. Sus pies con
garras golpearon el suelo mientras se movía alrededor de su es-
critorio y se sentaba. Hoy las joyas de sus anillos pesaban mu-
cho, centelleaban mientras apoyaba sus codos correosos en el
escritorio y luego apoyaba su pico inferior en la punta de sus
garras enjoyadas. Sus ojos eran casi rendijas cuando miró a
Rion. "Los problemas te persiguen, Rion Forge. Desde Eiro."
"Necesito que me prestes tu escáner y el software para mi
nave."
"Bien. Bien." Puso una garra en la mesa mientras pensaba.
"La ONI está en el ambiente. Preguntando cosas." Las plumas
que corrían por la parte posterior de su cabeza y cuello se endu-
recieron. Estaba claro que los despreciaba. "Metiendo picos en
negocios que no les pertenecen. Es despreciable. Y Gek 'Lhar. ¡Ja!
Te quiere muerta por lo que le hiciste. Esos son los problemas
que Nor no necesita."
"Bueno, ya no estoy en el radar de nadie. Gek está en espacio
inexplorado, si tuviera que adivinar, y la ONI consiguió lo que
quería, así que..." Rion se levantó para irse.
"Siéntate." Nor esperó hasta que Rion cumplió. "Tu almacén
en las afueras de la ciudad... todo se ha ido. Llegaron con una
nave y lo levantaron, se lo llevaron. No quedó nada más que los
cimientos. Pero te guardé algo. Sé las cosas de antemano. Así que
fui y te hice otro favor. Mira ahora. Ahora me debes tres."
La ceja de Rion se levantó, y no pudo evitar estar intrigada.
"Eso depende de lo que hayas salvado."
"Esa caja fuerte tuya... no hay que abrirla." Nor se rió. "Pero
si revisé tus cosas... encontré esto…" Sacó un pequeño núcleo de
datos de su cajón y lo puso sobre la mesa. La sonrisa de Nor era
más bien un jadeo de boca abierta, pero Rion estaba familiari-
zado con la sonrisa de la Kig-Yar. "¿Por qué esta cosa tan cara no
está en tu caja fuerte?"
Rion sabía exactamente por qué. Porque Niko le había ro-
gado estudiarlo antes de que lo pusieran en el mercado. Rion es-
taba bastante segura de que el núcleo había quedado en el cen-
tro de la mesa de trabajo de Niko. En cualquier otro momento,
se pondría furiosa con él por no guardarlo antes de que se fue-
ran, pero Rion no iba a mirar los dientes de un caballo regalado.
"¿Qué quieres por él?"
Nor rozó una garra por encima del núcleo y lo empujó por
el escritorio, donde se posó frente a Rion. "Me reservo mis favo-
res… Tómalo."
Rion sabía que pagaría más tarde el precio de lo que Nor le
tenía reservado.
Aceptó devolver otro favor a Nor y se marchó con un núcleo
de datos que contenía una IA tonta recuperada, un superinten-
dente de instalaciones mineras completamente funcional.
Valía una pequeña fortuna.

A las afueras de la ciudad, donde las carreteras seguían siendo


de tierra y los vecinos eran pocos y estaban lejos, Rion se sentó
en el portón trasero de su camioneta con Ram y Lessa, estacio-
nada en una elevación con vistas al pequeño terreno comercial
donde una vez estuvo su contenedor de transporte. Niko estaba
de pie a un lado de la carretera, mirando el lugar con los dedos
enlazados y descansando sobre su cabeza.
"Bueno", dijo Lessa con un suspiro, "Nor no estaba bro-
meando, ¿verdad?"
Había sido una vez un bonito almacén.
Cerca de cuatrocientos metros cuadrados de espacio habían
desaparecido. Rion no necesitaba más espacio que ése: las gran-
des recuperaciones siempre se depositaban en el almacén, así
que había mucho espacio para adquisiciones a pequeña escala,
un espacio de trabajo y su oficina, que contaba con una costosa
Bernard MK2, donde había guardado una copia de las proyec-
ciones de Little Bit de la Spirit of Fire.
Pero pagar lo mejor por una de las cajas fuertes más inque-
brantables de la galaxia no significaba mucho cuando alguien
podía simplemente sobrevolar y levantar todo su negocio del
suelo y llevarse lo que había dentro.
Ver los cimientos solidificó la enormidad de lo que la ONI le
había quitado. Su búsqueda de su padre podría haber llegado a
un final permanente.
Junto con su trabajo y su sustento.
Niko dejó caer sus manos y pateó unas pequeñas rocas al
lado del camino, viéndolas rebotar por la colina. "Esto es una
mierda. Ellos no pueden simplemente llevarse todo."
"Ya lo hicieron, Niko", dijo Rion.
Lessa saltó del portón trasero y puso una mano en el hom-
bro de su hermano. Mientras miraban el terreno baldío, Rion
supo que la realidad también se estaba asentando para ellos.
Ella no era la única que tenía artículos irremplazables guarda-
dos en el contenedor desaparecido.
Niko se encogió de hombros ante la reconfortante mano de
Lessa. "¿Cómo pueden salirse con la suya? ¿Quiénes se creen que
son?"
"Creen que están protegiendo a la humanidad", dijo Lessa,
metiendo las manos en sus bolsillos.
Niko se dio la vuelta. "¿Cómo puedes decir eso? No les im-
porta la humanidad, les importa quién está a cargo. La ONI lo
hizo porque puede. Todo esto es un gran viaje de poder. No les
importamos una mierda."
"No los estoy defendiendo", respondió ella, frunciendo el
ceño. "Acabo de perder todas mis cosas también, ya sabes."
"Oh, ¿qué? ¿Perdiste tus agujas de tejer y tu lana? Gran
cosa."
Lessa se estremeció. "No, yo... Niko... perdimos todo lo que
sacamos de Aleria."
Niko sacudió la cabeza. Estaba claro que no quería pelear
con su hermana, pero sus emociones lo abrumaban y no podía
evitarlo. "¡No teníamos nada que llevarnos, Less! Dejamos Aleria
con una bolsa de ropa de mierda. No había nada de valor en esa
vida que valiera la pena salvar. Nada en absoluto."
Sus ojos se volvieron redondos y doloridos. Parpadeó unas
cuantas veces, tratando de no llorar. "Había cosas de mamá, su
manta y su..."
Él puso los ojos en blanco. "Oh, vamos. Nunca la conociste,
Lessa. Esas cosas que te dieron en el refugio, podrían haber per-
tenecido a cualquiera. Sólo creíste lo que te dijeron porque que-
rías que fuera verdad. ¿Por qué crees que ni siquiera tenemos
un apellido? ¡Porque nadie sabía quiénes eran nuestros padres!"
Estaban de pie frente a frente. Rion se subió al portón tra-
sero, lista para intervenir si era necesario. Los labios de Lessa se
adelgazaron y su rostro redondo estaba pálido y totalmente des-
trozado. De repente, empujó a Niko en el pecho con tanta fuerza
que acabó echado en el suelo. Mientras ella se alejaba por el ca-
mino, él se sentó y la vio irse con una mezcla de ira, arrepenti-
miento y dolor, a punto de llamarla de nuevo. Pero las palabras
no salieron. Así que se rindió, yaciendo en la tierra y dejando
salir un gemido frustrado.
Ram permaneció callado junto a Rion por un momento, hur-
gándose las uñas. "¿Quieres que vaya a buscarla?"
"No, deja que se enfríe un poco." Rion le dedicó una sonrisa
plana. "Apuesto a que no esperabas todo esto cuando pediste
unirte a nosotros. ¿Qué es lo que dicen? ¿Ten cuidado con lo que
deseas?"
"Bueno, estaba buscando una distracción…" Su humor seco
arrugó las esquinas de sus ojos oscuros. Tenía un montón de lí-
neas allí, evidencia permanente de su buena naturaleza.
Rion vio a Lessa marchar más lejos y dejó escapar un pro-
fundo suspiro. Saltó del portón trasero y se acercó para mirar a
Niko. Él sintió su mirada y se quitó las manos de la cara. "Si vas
a darme un sermón, no te molestes."
"Ni lo sueñes."
"Sí, claro. Siempre me sermoneas. Sólo déjame aquí. He de-
cidido que aquí es donde me voy a quedar. Hasta que muera."
Oh, muchacho. Ella pateó la suela de su bota. "Levántate." Él
frunció el ceño y ella le dio otra patada. "Levántate. Ve a buscar
a tu hermana. Tenemos trabajo que hacer."

Treinta minutos más tarde, estaban todos sentados en una mesa


de la esquina en un concurrido bistro/bar en el centro de Nueva
Tyne. El ambiente era sombrío. Niko y Lessa no se hablaban ni
se miraban, y Ram no estaba seguro de cómo interactuar, así que
se quedó callado. Después de que el camarero se fuera, Rion
buscó en el bolsillo de su chaqueta, sacó el pequeño núcleo y lo
puso sobre la mesa.
Ahora tenía el interés de todos.
"Aquí es donde están las cosas. La ONI tiene ahora la ubica-
ción del campo de escombros. En estos momentos o bien han
capturado a Gek 'Lhar o están peleando por el campo mientras
hablamos. Tienen a Little Bit." Respiró hondo. "Y confiscaron to-
dos sus videos y proyecciones sobre mi padre y la Spirit of Fire.
No sólo se llevaron nuestro almacén de aquí; se los llevaron to-
dos, junto con todas nuestras cuentas bancarias. No tenemos
ninguna ventaja, y todo por lo que hemos trabajado se ha ido."
Rion dejó que eso se asimilara durante tres segundos antes
de sumergirse en el resto de su discurso.
"Así que esto es lo que vamos a hacer. Niko, te encontrarás
con la gente de Nor en el aeródromo y usarás su software y su
escáner para limpiar la nave. De arriba a abajo. Una vez que esté
limpia, lo harás de nuevo. Less, contactarás a Rouse en Aves Pe-
queñas y le pedirás que haga una venta rápida de este núcleo. Le
agradas. Puedes hacer que lo haga por frijoles. Usa la mitad de
las ganancias para cargarnos de células de combustible, y depó-
sitos de comida y bebida. Quiero que la As se llene hasta el tope."
Lessa asintió y tiró del núcleo hacia ella mientras Rion dirigía su
atención a Ram.
"Ram..." ella comenzó, "No sé lo que nos espera o dónde ter-
minaremos... así que si quieres dejarlo, lo entenderé completa-
mente..."
Él levantó una mano. "No salto del barco cuando las cosas se
ponen difíciles. Sabía cuándo me inscribí que estaríamos esqui-
vando a la ONI. Las cosas se fueron un poco de lado, seguro",
dijo, con una sonrisa por su eufemismo. "Pero ahora soy parte
de tu tripulación. Todavía estoy dentro. Y Gek sigue ahí fuera.
Haré lo que necesites que haga."
Rion le dio un guiño agradecido. "Está bien", dijo, aclarando
su garganta. "Tomarás la otra mitad de las ganancias del núcleo
y nos asegurarás nuevos mapas estelares, ya que nosotros bo-
rramos los nuestros, y luego le darás a Niko la tecnología que
necesita para descifrar lo que sea que haya en esto…"
Metió la mano en el otro bolsillo y puso el guante mejorado
en la mesa. "No me lo quité hasta que dejamos el merodeador."
Niko se sentó más recto, con los ojos bien abiertos. "Espera.
¿Lo usaste con la ONI?"
"Lo hice. Y si hay algo útil en este escáner, te prometo que lo
usaremos para recuperar nuestras vidas. No estamos fuera del
juego todavía."
CAPÍTULO 11

As de Picas, en órbita alrededor de Venezia, cinco días


después

iko estampó dos carpetas separadas en la mesa central de la


sala de estar, justo delante de Rion mientras se sentaba a desa-
yunar su tazón de arroz caliente mezclado con huevos frescos
de Brillón que habían adquirido en el mercado de Nueva Tyne.
"Bueno, aquí está", dijo. "La pequeña contribución de Little Bit a
lo que habría sido una asombrosa asociación." Dejó escapar un
pesado suspiro.
Ram se asomó desde su silla frente a la pantalla de visuali-
zación, con sus anticuadas gafas de lectura resbalándose por su
nariz, mientras Lessa se quedó apoyada en el mostrador de co-
midas, sosteniendo su tazón de desayuno en sus manos y dando
a su hermano una mirada de arrepentimiento.
Niko se deslizó en la silla junto a Rion, invadiendo comple-
tamente su espacio personal. Tocó con un dedo el documento
que tenía delante de ella. "Lectura traducida del comunicador de
Gek. Y una gran cantidad de información del gran tipo de la ONI
que te capturó en Komoya."
Rion lo miró, con la boca llena mientras ella le preguntaba:
"¿Lo leíste?"
Él le devolvió un ceño fruncido como si hubiera perdido la
cabeza por preguntar. "Ahora bien, el último informe de Gek es
una verdadera sorpresa", dijo con sarcasmo. "Va a ganar la
subasta, muchas tonterías religiosas con un tipo llamado Jul
'Mdama, y después de que adquiriera el Harvester, se dirigió al
campo de escombros para extraer, bla, bla, bla, algún arma pre-
ciosa, bla, bla, bla. La misma vieja canción y baile del Covie. Pero
esto", dijo, dando un golpecito en el siguiente informe, "es una
verdadera joya."
Rion se limpió la boca, apartó el tazón y fue a leer el docu-
mento más de cerca, pero Niko no pudo contener su emoción.
"El tipo grande que te atrapó es un Spartan", dijo con prisa.
"Un Spartan de la vida real. Quiero decir, encaja, ¿verdad? Creo
que la mujer también lo era, lo que me hace sentir mucho mejor
por haber sido arrastrado por el canal. De todos modos, tenías
razón. Su barco es un merodeador. La Taurokado. Sólo tengo
esta imagen, pero es un informe sobre una llamada de auxilio y
órdenes de investigar después de asegurar el campo de escom-
bros y buscar la nave de tu padre." Él pinchó el archivo. "Apa-
rentemente piensan que esta señal podría estar relacionada con
algún incidente codificado barra suprimido en 2554." Señaló
una frase en particular. "Dice, proceder con extrema precaución.
Un activo de alto valor. Protocolo de contención BKW-112… Ac-
ceso seguro al sitio. No atacar… Incluso enviaron por el deslies-
pacio un satélite de comunicaciones al área para evitar que la
llamada de auxilio llegue a alguien más."
Ram se había quitado las gafas de leer, su atención estaba
fijada en la revelación de Niko. Lessa también escuchaba atenta-
mente.
Rion recogió el documento. "Así que están protegiendo su
activo de ser encontrado... eso es prometedor."
"¿Verdad? Y pienso que mientras ellos están salvando a to-
dos de Gek, y asegurando nuestro campo de escombros, bastar-
dos que son, nos adelantaremos y haremos una pequeña misión
de rescate y recuperación. Definitivamente hay algo de valor en
este sitio."
Lessa se acercó. "Y luego hacemos un intercambio para re-
cuperar nuestras cosas."
"Exactamente", dijo Niko.
"Podríamos entrar y salir antes de que tengan la oportuni-
dad de apuntarnos", dijo Ram, uniéndose a ellos. "¿Puedo?"
Rion deslizó los informes en su dirección.
Se volvió a poner las gafas. "El sistema Ibycus. Es una trave-
sía de dos o tres semanas, más o menos." Escribió el nombre del
sistema en la tableta integrada en la mesa. Apareció un holo-
grama que mostraba un sistema de una sola estrella con cuatro
pequeños cuerpos planetarios en un gran cinturón de asteroi-
des. "El planeta desde donde se emite la señal está aquí", dijo,
apuntando a un pequeño mundo de color arena, el más cercano
a su estrella. "Geranos-a, se llama. Está deshabitado. La grave-
dad alcanza valores de cero punto seis siete nueve g, así que po-
demos manejarlo. Aunque la atmósfera es demasiado delgada."
"Debería haber tiempo, ¿verdad?" Preguntó Lessa. "¿Qué
opinas? La ONI tiene que llegar al campo de escombros, asegu-
rarlo, y luego viajar a Geranos-a…"
El merodeador de la ONI era una nave más rápida que la As,
pero deberían tener tiempo de sobra… Aun así, Rion no quería
apresurar las cosas o tomar decisiones precipitadas. Lo que
fuera tan valioso en Geranos-a podría ser más de lo que podían
manejar. Pero no lo sabrían con certeza a menos que fueran a
Ibycus y echaran un vistazo.
"Nosotros no lo empezamos", respondió Niko, conside-
rando que sus dudas no tenían sentido.
"La ONI no tiene por qué saber cómo pusimos nuestras ma-
nos en su recuperación", dijo Lessa. "Sólo que lo encontramos
en algún lugar, de alguna manera. Podríamos estar allí e irnos
sin que ellos lo sepan."
Rion consideró sus palabras. Podrían recuperar el sitio, res-
catar a cualquiera que estuviera varado, irse mucho antes de
que llegara la Taurokado, esperar un tiempo y luego subastar
con Nor lo que hubieran recuperado. Sin duda, si el activo de Ge-
ranos-a era todo lo importante que parecía, la ONI llamaría, y
cuando lo hicieran, el precio de Rion sería la devolución de todos
sus objetos confiscados. Además de los intereses por sus proble-
mas, si podía conseguirlo.
"Está bien", dijo. "¿Qué les impedirá tomar por la fuerza
nuestra recuperación una vez que la tengamos? Enviarán a un
Spartan tras nosotros o tras Nor, y nadie tendrá ninguna opor-
tunidad."
El silencio llenó la sala.
"Es muy probable que no se arriesguen a enfadar a la milicia
Veneziana", dijo Ram, "y provocar una guerra con las Colonias
Exteriores."
El centro de intercambio de Nor funciona porque operaba
dentro de los delgados límites de la ley de recuperación de Ve-
nezia y del UNSC. Si la ONI ignoraba sus propias reglas a la vista
de todos y atacaba el centro de intercambio, enfurecería a mu-
chos grupos muy peligrosos y bien armados que dependían de
Nor para obtener sus bienes.
Rion quería las proyecciones de Little Bit. Quería los seg-
mentos de video de su padre. Quería que le devolvieran los cré-
ditos y quería la maldita manta de Lessa.
Aun así, titubeó.
Perder a Cade había cambiado las cosas. De ahora en ade-
lante, él siempre iba a ser un factor enorme en sus decisiones.
Todos esos artículos robados, no importaba lo mucho que signi-
ficaran, no valían la pena perder a otro de su tripulación.
Rion levantó la cabeza y vio la comprensión en los ojos de
ellos. Sabían lo que ella pensaba sin decir una palabra.
Finalmente Lessa habló, lo que sorprendió a Rion, porque
Less era normalmente la persona más precavida de su tripula-
ción. "Bueno, no estaría de más que saliéramos y echáramos un
vistazo… Quiero decir, somos recuperadores."
"La ley universal dice que estamos legalmente obligados a
ofrecer asistencia a las llamadas de socorro", añadió Ram, dán-
dose pensativamente un toque con el dedo en los labios. "Sim-
plemente estaríamos respondiendo a la llamada de socorro de
una nave, y ayudando a los sobrevivientes. Podríamos prestar
ayuda y, mientras estamos allí, recuperar su valioso activo."
"Llámalo una misión de exploración", dijo Niko.
Aunque el riesgo pesaba en la mente de Rion, también sabía
que si lo hacían bien, podría funcionar a su favor.
La tripulación estaba de acuerdo y esperaba una respuesta.
Más allá de la ONI, podría haber algo más que ese valioso
activo por encontrar. Ella sólo estaría jugando la mano que la
ONI le había dado, después de todo. Además sería inmensa-
mente satisfactorio darle a la ONI una muestra de lo que han es-
tado repartiendo entre los recuperadores durante años. Como
mínimo, Rion no podía negar que borrar esa mirada engreída de
la cara de la Agente Hahn sería extremadamente satisfactorio.
"Necesitaremos un plan de salto y un mapa completo del
planeta y del sistema", dijo Rion.
Los labios de Lessa se dibujaron en una sonrisa y Ram dio
un asentimiento de aprobación. Niko aplaudió mientras Rion se
levantaba de la mesa, miraba a la tripulación de la As y sonreía.
"Volvamos a hacer lo que mejor sabemos hacer."
CAPÍTULO 12

Tres de los años de este planeta ya han pasado.


La catalogación y análisis general de mi personalidad hu-
mana y el patrón de mi cuerpo está casi completo. Los recuerdos
se han asentado en su lugar, y gran parte del pasado reside ahora
en sectores apropiados para ser examinados a voluntad:
Mi vida en Erde-Tyrene.
Mi tiempo con los Forerunners, con Nacido de las Estrellas y
la Bibliotecaria. Con mis amigos humanos, Riser, Vinnevra y Ga-
melpar.
La larga responsabilidad como monitor de la Instalación 04.
Y el desastroso encuentro con los humanos modernos después
de milenios de separación.
Por supuesto, hay lagunas. Más recientes de lo esperado. Hay
daño. Cosas que se perdieron.
Y cosas que permanecen, lo quiera o no.
Reflexiono a menudo sobre el pasado. Reflexiono sobre quién
y qué soy, y en qué me convertiré.
Las líneas entre las buenas decisiones y las malas son borro-
sas. Se encuentran y divergen como carreteras estelares, en cons-
tante movimiento, estirándose, enredándose y afectando a cosas
que se ven y que no se ven.
Recorro estas carreteras a través de la lente independiente de
un visitante de una historia antigua. Pero la lente no disminuye el
pesar, el orgullo, la pérdida y el horror de esos días finales de la
gran guerra que tuvo lugar entre los Forerunners y el Flood, y mi
parte en ella.
Parte salvador, hice un trabajo ejemplar en mi corto tiempo
ayudando a la Bibliotecaria.
Parte destructor, como monitor, desempeñé bien mis funcio-
nes.
Yo era Chakas.
Yo era 343 Guilty Spark.
¿Qué soy ahora?
Ninguna de las dos identidades es satisfactoria ya, porque he
cambiado.
Soy menos. Y soy más.
Meto mis manos de aleación debajo de mi cabeza de metal y
me recuesto contra el gigantesco fragmento inclinado del exterior
de la popa de la Rubicon, que sobresale de la arena. Es un buen
lugar para estudiar las estrellas o simplemente para disfrutar de
su vista en el cielo. No hay luna ni contaminación lumínica, así que
las noches aquí me permiten ver a lo lejos y en lo profundo del
espacio.
Levanto una rodilla, meto mi talón intacto en la arena para
sostenerme, y paso esta noche, como muchas otras, mirando fija-
mente y dejando que los recuerdos me inunden.
Aún quedan algunas piezas que juntar, compartimentos que
fusionar.
A veces el orden de las cosas me confunde, pero cuando no me
esfuerzo, mis recuerdos parecen encajar instintivamente en el lu-
gar correcto.
Esto me ha llevado mucha práctica, dejando escapar, ralenti-
zando mis procesos de pensamiento.
Permitiendo que mi mente deambule.
No he experimentado tal cosa desde que era Chakas, desde
que tenía un cuerpo y una mente física, y mis días los pasaba en
actividades ociosas, desenfocadas e imprudentes.
Pero ahora, mientras miro las estrellas, dejo que los patrones
se desplacen y se establezcan, he empezado a abrazar esta parte
olvidada de mi ser humano, esta reminiscencia, vagar y sentir. Por
supuesto, mi cuerpo de armiger no siente nada. A menos que si-
mule lo que creo que es la respuesta correcta a los estímulos ex-
ternos.
Y lo hago. Bastante a menudo.
Me río. Canto. Siento pena. Lloro. Dejo que la tristeza me
inunde como lo recuerda mi patrón de personalidad humana.
Cien mil años es mucho tiempo para añorar, para extrañar a
los viejos amigos.
¿En qué me estoy convirtiendo?
En algo... alguien libre.
Libre para elegir.
¿Es un lujo, un derecho fundamental, o es una carga, esta li-
bertad?
Tarareo.
Disfruto de esta función sobre todo. La vibración se propaga
a través de mis cuerdas vocales actualizadas y mi ser se llena de
melodía.
Recuerdo cuánto deseaba, en un momento de mi existencia,
volver a ser humano. Sin embargo, ahora empiezo a concluir que
ser humano puede significar más que la simple biología, más que
las células, los tendones y los huesos. También es la conciencia. Y
ese aspecto es algo que todavía, por así decirlo, poseo.
No deseo una existencia física. Al menos, no todavía.
Esta forma servirá hasta que haya cumplido mi propósito.
Un meteoro se enciende y luego atraviesa la oscuridad del es-
pacio, su brillo se apaga como si nunca hubiera estado allí desde
el principio. Se ha ido. Ese es el lapso de una vida humana, una
brillante y ardiente explosión silenciosa, un parpadeo, un jadeo. Y
luego no queda nada más.
Pero otras cosas persisten, de una época a otra, desafiando
las leyes de la naturaleza, negándose a olvidar.
En esto, no estoy solo.
CAPÍTULO 13

Instalación en Voi, Kenia, África, Tierra, junio de 2557

nnabelle Richards, antigua jefa de Operaciones Especiales de


la ONI y actual directora del Proyecto: COMELIBROS, caminaba
rápidamente por un corredor hecho por humanos. Detrás de las
paredes, suelo y techo blancos y brillantes había kilómetros de
fibra óptica, cables y tecnología de ingeniería reversa Forerun-
ner, un elaborado y sofisticado laberinto diseñado para atrapar,
confundir y esencialmente aislar a una inteligencia artificial del
resto de la galaxia.
Pero no cualquier IA.
Este lugar había sido diseñado y construido para contener a
una inteligencia muy peligrosa y escurridiza.
Si alguna vez lo encontraban.
Si hubiera algo que encontrar.
Cuando Annabelle recibió la noticia de que la nave de inves-
tigación comisionada por la ONI, UNSC Rubicon, estaba emi-
tiendo una señal de socorro desde un planeta deshabitado en el
sistema Ibycus después de tres años perdida, se sentó en su silla
y miró fijamente la misiva de alto secreto en estado de conmo-
ción, tan sorprendida que la IA de la instalación, Ferguson, había
aparecido en su escritorio con una alerta médica, notando su
fuerte aumento de la presión arterial.
Una nave de carga había captado la débil señal unas sema-
nas antes y, como la señal se refería a una embarcación militar,
el capitán había transmitido la información a las autoridades.
Una vez que la información llegó a ella, Annabelle se hizo cargo.
Desafortunadamente, el momento no podía ser peor, ya que su
equipo había estado haciendo maniobras. Pero ella había encon-
trado la nave de la ONI más cercana al sector, la Taurokado, y les
había ordenado asegurar el lugar para su equipo una vez que su
misión actual hubiera sido completada.
Una vez que la Taurokado llegara a Geranos-a, se manten-
drían en órbita, con órdenes estrictas de evitar el contacto o en-
frentamiento de cualquier tipo con la superficie. Si Guilty Spark,
por algún milagro, todavía estaba con la Rubicon, había que te-
ner cuidado.
Ahora que su equipo había regresado de sus maniobras en
Titán, Annabelle sintió una pequeña medida de calma.
Cuando se detuvo al final del pasillo y escaneó su autoriza-
ción de seguridad para abrir la puerta del ascensor, sus nervios
se dispararon en un millón de direcciones diferentes. Habían es-
tado esperando y deseando un descanso como este, y había mu-
chas veces durante su corta permanencia cuando se había pre-
guntado si toda la preparación y el esfuerzo del último año y me-
dio serían para nada.
El proyecto: COMELIBROS podría finalmente ser capaz de
hacer el trabajo para el que había sido creado: entrevistar, inte-
rrogar y estudiar al antiguo monitor Forerunner 343 Guilty
Spark.
En el corazón de COMELIBROS había dos de las piezas de
datos más clasificadas e importantes que la ONI había recupe-
rado. Una de ellas fue encontrada en el mundo escudo Onyx por
Hugo Barton y su equipo de investigación en la primavera de
2554. Conocida como la Relación Nacido de las Estrellas, era un
antiguo testimonio Forerunner que detallaba los jugadores
clave en la Guerra Forerunner-Flood y el disparo por toda la ga-
laxia de la Matriz de Halo. La otra era una descarga de datos
recuperada del espacio profundo a finales de 2555. Aunque la
fecha exacta de la descarga no se conocía, había sido expulsada
por alguien o algo en la Rubicon. Los datos contenían un relato
autobiográfico dado por 343 Guilty Spark a la tripulación de la
Rubicon, que reflejaba los eventos en la Relación Nacido de las
Estrellas.
Fue poco después de este descubrimiento que nació COME-
LIBROS.
Estos relatos combinados habían proporcionado una increí-
ble comprensión de la civilización Forerunner, sus costumbres,
biología, rangos, tecnología e historia, así como de sus últimos
días luchando contra el Flood, despiadados e invasivos organis-
mos parásitos cuyo único propósito era el consumo de toda la
vida sensible de la galaxia.
Hace casi cien mil años, en un último esfuerzo por derrotar
al Flood, los Forerunners crearon los Halo, armas masivas en
forma de anillo diseñadas para disparar simultáneamente y su-
primir toda la vida sensible de la Vía Láctea, en esencia privando
al Flood de su fuente de alimento y borrando la pizarra. Mien-
tras tanto, el Arca estaba fuera de la galaxia, lista y esperando
para resembrar la vida una vez que el Flood finalmente muriera
y desapareciera.
El trabajo de Annabelle como directora era compartimentar
la información entre las divisiones para que nadie supiera el al-
cance total del proyecto, mientras coordinaba el esfuerzo para
encontrar a Guilty Spark, para estudiarlo, y finalmente determi-
nar si las impactantes afirmaciones de su relato eran ciertas.
Y mientras tanto su testimonio había pasado por docenas de
traducciones, que luego eran continuamente analizadas por las
avanzadas IAs estadísticas de la ONI… "bots estadísticos" cuya
única función era analizar, predecir probabilidades y causalida-
des basadas en el texto… había preguntas que quedaban sin
respuesta, cosas que no tenían sentido, y eventualidades para
las que tenían que prepararse.
Habían aprendido muchas cosas de los Forerunners y su in-
creíble tecnología. Había personal aquí ansioso por estudiar al
monitor, por ver cómo había sobrevivido tanto tiempo sin caer
en la completa rampancia. Encontrar esa respuesta podría au-
mentar la longevidad de las IAs inteligentes de la humanidad.
Pero Annabelle pensaba de forma algo diferente. Cada mo-
nitor, cada nave, cada pieza de tecnología antigua era inheren-
temente peligrosa. Eran armas que tenían que ser contenidas. El
número de vidas perdidas en los anillos de Halo, en el Arca, y,
por supuesto, durante y después de la Guerra del Covenant era
astronómico.
Habían pasado dos años desde la Operación: TORMENTA
LEJANA. Había sido parte de esa misión y había visto de primera
mano la devastación y la destrucción causada por las IAs rene-
gadas y rampantes. Incluso los antiguos relatos de los Forerun-
ners, en las manos equivocadas, podían llevar al desastre.
Cuando el ascensor se acercó a la superficie, donde la insta-
lación contaba con su propio aeródromo, dos hangares, una to-
rre de comunicaciones y dependencias para el personal, Anna-
belle respiró hondo, cuadró sus hombros, se enderezó la cha-
queta y luego se colocó un mechón de pelo rojo detrás de la
oreja, donde correspondía.
El elevador se detuvo, la puerta se abrió deslizándose, y el
silencioso zumbido de su pequeño espacio se evaporó. La pista
estaba llena de vida y ruido. El aroma de la arcilla y la hierba
seca, mezclado con el combustible de aviación y los gases de es-
cape, la recibió al salir. Una fuerte dosis de viento caliente de la
sabana hizo que su elegante cabello se tornara frenético. "Mal-
dita sea", murmuró ante su descuido, sacó una pequeña cinta del
bolsillo del uniforme y se ató el pelo rápidamente antes de
atravesar la pista hacia la gran forma angular del merodeador
de la clase Eclipse, Bad Moon Rising.
Una figura en forma vestida con un traje de vuelo negro
emergió de debajo de la enorme ala negra. No había duda de que
era el capitán de la Bad Moon Rising. Era una presencia formida-
ble, un militar de toda la vida, un veterano con una lista de me-
dallas de guerra de cien metros de largo, y un archivo clasificado
aún más largo. Su pelo era tan negro como la nave que coman-
daba, pero gris en sus sienes, lo que Annabelle pensó que le daba
un aire muy distinguido.
"Capitán Hollier, ¿cómo estuvieron las maniobras?"
El capitán extendió una mano para acompañarla lejos de la
nave y del fuerte zumbido de sus potentes motores. Detrás de él,
la bahía del hangar estaba siendo cargada con suministros para
su viaje al sistema Ibycus.
Una vez que pudieron hablar sin tener que vociferar, él le
brindó una sonrisa superficial. "Las maniobras estuvieron exce-
lentes, Directora."
Annabelle ya debería estar acostumbrada a ese título. Su
rango militar era el de capitana, pero por la duración de este
proyecto se le conocía como "Directora", y sonaba raro cada vez
que lo escuchaba.
"El equipamiento ya está a bordo", continuó Hollier. "Sólo
estamos cargando los suministros y luego estaremos listos para
irnos."
"¿Has sido informado?"
"Sí, señora. Ferg nos informó en el camino."
Aunque la información sobre el proyecto estaba muy com-
partimentada, Hollier conocía los detalles que le permitían com-
pletar su misión de investigar la fuente de la señal y contener
cualquier resto de una IA Forerunner, que se creía que estaba a
bordo, para su estudio. "¿La cámara de contención?"
"En perfecto estado de funcionamiento."
"Bien. No necesito explicar qué tan importante es esto."
Habían tenido muchas discusiones sobre la misión, muchas
pruebas, maniobras y simulaciones para prepararse para una
eventualidad que podría no llegar nunca. Y aunque Annabelle
creía plenamente en el Capitán Hollier y su equipo, aún necesi-
taba un 100% de tranquilidad.
"No, señora, no lo necesita", respondió de manera uniforme,
y ella apreció más que nunca su comportamiento tranquilo y su
comprensión. "Estamos listos. Traeremos de vuelta a tu activo y
lo traeremos contenido."
"Asegúrate de que así sea."
Él le dio un asentimiento y luego se dio vuelta para irse.
"¿Capitán?" le llamó. Él se detuvo, dando la vuelta. "Tengan
cuidado ahí fuera."
Inclinó la cabeza y luego caminó hacia su nave mientras una
gran cantidad de culpa se asentaba en su estómago, haciendo un
pequeño y apretado nudo, que sin duda se quedaría allí hasta
que regresaran.
Los seis miembros del equipo de recuperación de activos, o
equipo RA como lo llamaba Annabelle, de la Bad Moon Rising
atravesaron la pista y se reunieron con Hollier, poniéndose en
fila, con mochilas a la espalda, y listos para cualquier cosa. En los
hombros de cada traje de vuelo estaba cosido un parche negro
con un lobo blanco en el medio. Sin etiquetas con nombres, sin
designaciones militares; sólo el "aullador" en honor a la nave y
al capitán al que servían.
Annabelle había seleccionado el personal cuidadosamente,
encontrando los candidatos perfectos en el equipo de Hollier.
Habían sido retirados hace años de las fuerzas de élite de ope-
raciones especiales en todo el UNSC y entre los candidatos
Delta-6 de la ONI. Cada miembro era altamente calificado en el
arte de la recuperación de bienes y artefactos, que cubría una
amplia gama de habilidades de reconocimiento, acción directa,
guerra no convencional, contrainteligencia, y más. Habían reci-
bido entrenamiento por parte de especialistas del REAP-X y GEX
para identificar, descifrar, y manipular la tecnología y los arte-
factos Forerunner, así como la última tecnología en ingeniería
reversa y xenoarqueología.
En resumen, eran especialistas en combate altamente capa-
citados que podían funcionar eficazmente como cazadores de
artefactos Forerunner, capaces de navegar por cualquier nú-
mero de mundos y entornos hostiles. Eran también un grupo
muy unido que se había destacado como escuadrón en proyec-
tos anteriores, enfrentándose a escenarios de alto riesgo y a si-
tuaciones imposibles en los lugares más duros.
Además de los seis RA y el capitán, había dos miembros
como personal de apoyo: un médico de trauma, y Thea, una IA
inteligente con un completo conocimiento del propósito de CO-
MELIBROS.
La rampa comenzó a cerrarse, y Annabelle hizo una oración
silenciosa para que tuvieran éxito. El fracaso no era una opción.
Si Guilty Spark se encontraba intacto y operativo, y el intento de
contención de su equipo fallaba… si intentaba apoderarse de la
Bad Moon Rising de la forma en que lo había hecho con la Rubi-
con, el merodeador comenzaría una estricta secuencia de auto-
destrucción. La ONI no podía arriesgarse a que esta inteligencia
renegada en particular corriera desenfrenadamente por la gala-
xia con un merodeador a su disposición.
El equipo conocía los riesgos. Pero estos no eran gente co-
mún, ni siquiera eran soldados comunes. Creían en su entrena-
miento y en sus capacidades. Podrían ser de diferentes orígenes,
pero tenían una cosa clave en común. No tenían lazos, ni familia,
nadie que los extrañara si no regresaban, y, lo más importante,
nadie que pudiera comprometer su juicio e impedirles comple-
tar la tarea que tenían entre manos. Su único vínculo era con la
misión, con los demás y con Annabelle. Eso era todo.
Podría haber sido una forma terrible de elegir un equipo,
pero la Operación: TORMENTA LEJANA; los que murieron en el
Arca y las numerosas bajas aquí en Kenia mientras la Flota Naval
se defendía de los Centinelas Recuperadores del Arca... aún pe-
saban en la mente y el corazón de Annabelle. Nunca olvidaría
que al regresar a casa desde el Arca encontró gran destrucción
y bajas esparcidas por toda la sabana.
Estar a cargo, teniendo el destino de otros en sus manos, no
había sido fácil entonces, ni lo era ahora. Con un pesado suspiro,
se encaminó a través de la pista hacia donde el jefe de xenoar-
queología de COMELIBROS, el Dr. William Iqbal, la esperaba.
"Doctor", lo saludó. "¿Viene a despedirlos?"
El viento le arrugó el pelo canoso mientras la Bad Moon Ri-
sing se preparaba para despegar, sus propulsores maniobraban
para salir de la pista. La oscura nave ascendió, elevándose cons-
tantemente en el aire.
"Que Dios los acompañe", dijo el doctor, con las manos me-
tidas en sus pantalones marrones, mirando a través de gruesos
cristales mientras el merodeador aumentaba su aceleración y se
elevaba en el cielo. No necesitaba las gafas, no con los avances
de hoy en día, pero como muchos eruditos, se aferraba a las vie-
jas tradiciones.
Abrió la boca para preguntar sobre los preparativos, pero él
se lo esperaba. "No te preocupes, Annabelle. Estamos prepara-
dos para esto. Todos los equipos están a la espera."
Annabelle miró el cielo que se oscurecía. Con sólo la llamada
de auxilio que contenía los códigos del transpondedor de la Ru-
bicon y su ubicación, no tenían mucho con que proseguir. No ha-
bía forma de saber si la nave se había estrellado, si había sobre-
vivientes, si Guilty Spark seguía con ellos o si estaba dañado o se
había ido hace tiempo.
"Todavía estás preocupada", dijo William, mirándola de una
manera muy estudiosa.
"Por supuesto que estoy preocupada. Has leído las evalua-
ciones de los bots de estadística. Sabes que hay una posibilidad,
si está ahí fuera, si está en Geranos-a con la Rubicon... de que esto
sea exactamente lo que quiere. Has leído su relato. Sabes tan
bien como yo lo que busca, o mejor dicho, a quién busca. Quiere
venir a la Tierra, William. Estoy segura de ello. Y puedo asegu-
rarte que no tiene ningún deseo de hacerlo bajo nuestra custo-
dia."
Guilty Spark podría estar entre las mentes más peligrosas y
singulares de toda la galaxia.
"Bueno, pronto lo sabremos."
La mano de William le apretó el hombro. "Si está ahí, la cáp-
sula lo retendrá, Annabelle. Hemos aprendido de nuestros erro-
res con Ojo Intrépido. Estamos preparados."
Tal vez. Con suerte. "¿Y el análisis de los bots de estadísti-
cas…?"
"¿Qué hay de eso?"
"La historia de Guilty Spark… ¿todavía estás de acuerdo con
sus conclusiones?"
"Sí, estoy de acuerdo. 343 Guilty Spark es un narrador poco
fiable con un motivo poco claro para contar su historia."
Desafortunadamente, eso era exactamente lo que ella pen-
saba también. Y sólo Dios sabía cuál era el verdadero motivo.
CAPÍTULO 14

UNSC Taurokado, campo de escombros, sistema


Korinth Prior, 8 de junio de 2557

on la cooperación de la IA fragmentada de Rion Forge, la Tau-


rokado había podido localizar el campo de escombros sin inci-
dentes. Si lo hacían bien, podrían incluso atrapar al segundo al
mando de Jul 'Mdama, Gek 'Lhar, y a su recién adquirido Harves-
ter. El líder del Equipo de Asalto Apolo, el Spartan Novak, estaba
decidido a eliminar al comandante Sangheili del tablero de juego
para siempre.
La Capitana Karah estaba de pie al otro lado de la mesa tác-
tica, monitoreando la transmisión de los drones mientras vola-
ban sobre el Sitio 037, un gran pedazo de una construcción Fo-
rerunner incrustada en la roca. Casi tan pronto como los drones
comenzaron su patrón coordinado de cuadrícula, Novak vio algo
en la superficie. "Parece un revestimiento de batalla. Turk, ¿pue-
des ampliarlo?"
Uno de los drones descendió y aumentó la ampliación. "De-
finitivamente es un revestimiento del UNSC", la Capitana Karah
estuvo de acuerdo.
Cuanta más evidencia, mejor, pensó Novak, mientras el
drone registraba la ubicación y luego continuaba buscando más.
Ya sabían, gracias a la información obtenida de Little Bit, el nom-
bre dado a la IA fragmentada recuperada por la tripulación de la
As, que la Spirit of Fire había estado en el mundo Forerunner. Un
mundo de escudo, de todas las cosas, el fragmento había dicho.
Novak nunca había soñado que el fragmento poseyera una
información tan sorprendente. Habían visto imágenes de vídeo
real del Sargento John Forge, y habían sido testigos de la breve
lucha entre el Equipo Rojo y los Elites… y se enteraron de cómo
la nave había derrotado al Covenant y destruido el mundo es-
cudo.
Novak había visto la transmisión junto con los que estaban
en el puente, y durante mucho tiempo nadie habló. La misión
final de Forge era de la más alta categoría, la de los héroes y las
leyendas. Era muy probable que su sacrificio y los esfuerzos de
la tripulación hubieran salvado a la humanidad. Si el Covenant
hubiera puesto sus manos en la flota de batalla Forerunner es-
tacionada en el mundo escudo, y toda la tecnología que el propio
mundo contenía, la guerra habría terminado en un abrir y cerrar
de ojos.
El descubrimiento dio nueva vida a la búsqueda de la nave
perdida. Ahora sabían por qué la nave no podía volver a casa.
Usar su unidad desliespacial para hacer explotar el mundo es-
cudo fue ingenioso, pero también le había quitado a la Spirit la
capacidad de saltar. Así que estaban a la deriva, perdidos en es-
pacio inexplorado. Once mil almas valientes. Podrían estar en
cualquier lugar. Establecidas en un planeta. En criogenia…
Eso no le sentó bien, después de todo lo que la tripulación
había hecho y sacrificado. La idea de que pudieran estar en al-
gún lugar, esperando ser rescatados, que sus hermanos Spartan
del Equipo Rojo estaban desaparecidos en acción…
Novak cruzó hacia la pantalla de visualización y contempló
el campo de escombros, la escala del mismo, la enormidad de lo
que había logrado la Spirit of Fire, mientras las palabras de Rion
Forge sonaban en su cabeza.
Ella tenía razón. Les habían fallado. Durante veintiséis años,
habían fallado en traerlos a casa.
Mientras los drones se movían, escaneando, grabando,
muestreando, la Capitana Karah se unió a él en la pantalla. "¿Qué
opinas, Spartan? ¿Crees que siguen ahí fuera?"
Volvió a pensar en los archivos de video que habían recupe-
rado de Little Bit, y en el padre de Rion. Novak había leído el ex-
pediente del hombre con interés… con momentos espeluznan-
tes, seguro, pero un marine empedernido que hacía el trabajo.
Novak podía ver de dónde sacaba su hija su temple y su insolen-
cia.
Y como un antiguo marine, no le había gustado quitarle los
recuerdos a Rion.
No le agradaba ocultar este nuevo descubrimiento a las fa-
milias, incluso ahora, pero no era su decisión.
"Sí. Creo que todavía están ahí fuera", respondió. Tenían que
estarlo.
"Turk, ¿cómo van esos cálculos?" preguntó la capitana.
"Las proyecciones de la trayectoria del fragmento son co-
rrectas. Lo estoy analizando en los mapas estelares Forerunner
aplicables, velocidad, tiempo, variables... Capitana." Hizo una
pausa, un tono de advertencia entró en su voz. "Uno de los dro-
nes está registrando evidencia de contaminación por el Flood...
recogiendo muestras ahora." Turk miró fijamente al espacio
mientras comandaba la flota de drones enviados a explorar va-
rios sitios entre los escombros. Grababan videos, tomaban imá-
genes de alta resolución y recogían muestras para que Hugo
Barton y su equipo pudieran determinar la validez de establecer
una instalación de investigación aquí en el campo.
De repente, una alerta sonó a través del puente. "¡Capitana,
tenemos contacto enemigo!" dijo Turk.
"En pantalla. Estaciones de combate."
Mientras la Taurokado rodeaba una vasta sección de escom-
bros, se encontraron cara a cara con un pequeño grupo de bata-
lla del Covenant. La Taurokado era un merodeador, diseñado
para reconocimiento e incursiones sigilosas; tan rápido y avan-
zado como era, no estaba equipado con la potencia de fuego que
necesitarían para enfrentarse a un grupo de batalla.
"Acciones evasivas", dijo Karah con una nota de reticencia.
"Spartan, ¿crees que puedes distraerlos lo suficiente para que
recuperemos los drones y soltemos una boya que no detecten?"
"No hay problema." Accionó el canal de comunicación de su
equipo de asalto. "Apolo, vístanse. Bahía de despliegue en cinco
minutos. Se volvió hacia Turk. "Que los técnicos preparen los
Broadswords."
"Estoy en ello."
Novak salió del puente y se dirigió a la bahía de despliegue,
donde se encontró con su equipo, un par de Spartan-IV, Adam
Cerra y Danelle Reid, asignados a la Taurokado un mes antes.
Tres era poco para un equipo, pero Apolo era transitorio, sin una
lista estática, formándose y reformándose según la necesidad y
la misión. Como resultado, los asignados a Apolo eran elegidos
por su gran capacidad para adaptarse rápidamente unos a otros
y a cualquier situación. Los tres se pusieron a trabajar, y en mi-
nutos salieron del merodeador para jugar a la gallina con el
grupo de batalla.
El enemigo se mantuvo en posición mientras uno de los des-
tructores lanzaba un par de Seraphs.
Casi inmediatamente, la pareja de cazadores se aferró a la
cola de Novak. Él inclinó el F-41 Broadsword a la derecha, gol-
peó los propulsores, y se sumergió debajo de un colosal pedazo
de cordillera. Cuando salió por el otro lado, Reid se acercó a sus
tres en punto. Tan pronto como se alejó, hizo estallar la
montaña, haciendo llover escombros sobre el Seraph que lo per-
seguía, haciendo que se estrellara contra el andamiaje de una
subestructura que Novak esquivó por unos pocos metros mien-
tras Cerra atraía al otro Seraph.
Mientras pilotaba por encima de una enorme isla con evi-
dentes ruinas Forerunner y actividad del Covenant en superfi-
cie, Novak pulsó su comunicador. "Capitana, ¿ve esto?" Ahí es-
taba el maldito Harvester, agazapado como un enorme escara-
bajo, disparando un intenso rayo de plasma en la roca de la su-
perficie y creando una columna de polvo luminoso.
"Afirmativo, Spartan."
"Ahora sabemos por qué el grupo no nos persigue", dijo la
Spartan Cerra a través de las comunicaciones.
"Están protegiendo el sitio", dijo Reid; luego, "Novak, tienes
uno a tus seis, y parece que tenemos otro par en camino."
"Lo tengo." El Seraph se puso detrás de Novak, dos pernos
de plasma navegaron justo al lado de su ala mientras se incli-
naba y luego se zambullía en una grieta de una enorme pieza de
infraestructura Forerunner, una sección gigante de andamiaje
del tamaño de una plataforma de defensa orbital, con grandes
trozos de superficie terraplenada que aún se adherían a las par-
tes exteriores del metal.
A pesar de los obstáculos, el Seraph se mantuvo cerca mien-
tras entraban y salían de la roca y el metal.
Maldita sea, el pájaro era difícil de esquivar.
La voz de Turk llegó a través de las comunicaciones. "Los
drones están a bordo y la boya ha sido lanzada. Equipo de Asalto
Apolo, pueden regresar."
"Maldición. Y yo estaba calentando", dijo Reid, entrando de
lleno detrás del Seraph.
"Muy bien, ya lo escucharon", dijo Novak, sonriendo. "Apolo,
vamos a ahuyentar a estos perdedores."
CAPÍTULO 15

As de Picas, en el desliespacio hacia el sistema Ibycus

a parte más aburrida de los viajes espaciales, en opinión de


Niko, era el desliespacio. No había nada que ver, no había para-
das en el camino, la comunicación era irregular con sus compa-
ñeros de charla y su grupo de amigos en Venezia. Además, la Cap
siempre usaba el tiempo de inactividad para hacer que repara-
ran o limpiaran algo, o catalogaran las piezas recuperadas en la
bodega. Como no había nada actualmente en la bodega, la lim-
pieza tenía prioridad.
Y así, el tiempo desde que habían dejado Venezia había
adoptado el ciclo monótono de despertar, hacer ejercicio, du-
charse, comer, limpiar, dormir…
Todo empeorado por el hecho de que él y Lessa seguían en
conflicto, el fantasma de Cade parecía acechar por todas partes,
y Niko había perdido todo lo que normalmente hacía soporta-
bles los largos viajes: su trabajo.
Se puso su traje de vuelo, se salpicó la cara con agua y se
limpió los dientes, arrastró los dedos por su pelo rebelde y se
miró la cara cansada en el pequeño espejo. Se rascó la barba cre-
cida de su mandíbula, sabiendo que debía afeitarse, pero estaba
demasiado cansado o aburrido o enfadado para que le impor-
tara, no estaba seguro de qué cosa.
Los bastardos de la ONI habían invadido su espacio perso-
nal y se habían llevado todo, todas sus notas, sus proyectos y
modelos, sus archivos e investigaciones… Su estación de trabajo
había sido limpiada a fondo.
Pero lo que más echaba de menos era a Little Bit. Las cosas
que él y LB podrían haber logrado...
Con ese fragmento de IA, había probado la verdadera ma-
jestad tecnológica, y luego ya no estaba, como la criatura mítica
que era.
Lo único que los espectros no se habían llevado era su me-
moria, y Niko recordaba cada historia que LB había contado,
cada relato del pasado y la información tecnológica que se des-
lizaba por su núcleo fragmentado. Cuentos escandalosos, datos
increíbles, cosas extrañas, cosas sorprendentes. Y, amigo, ¡las
cosas que Niko había aprendido!
Su mirada se fijó en las fotografías que había pegado en la
pizarra sobre su estación de trabajo. Le sorprendió que la ONI
las hubiera dejado atrás, pero se alegró mucho de que lo hicie-
ran. En ese tablero estaban todos los que amaba, sobre todo las
fotos tomadas en la nave y en los lugares de recuperación y pa-
radas de descanso en el camino.
Por un tiempo, habían sido una unidad feliz, una familia rui-
dosa, discutidora y feliz, o lo que siempre imaginó que era una
familia, de todos modos.
Cade había muerto en ese campo de escombros, ¿y para
qué?
Con Little Bit, Niko pudo consolarse con la elevada idea de
que podrían hacer algo grande, algo que beneficiara a toda la ga-
laxia, a los civiles, a los pequeños, a los atrapados en mundos
sucios, gobernados por políticos sucios y matones… algo que hi-
ciera que la muerte de Cade sirviera a un propósito más elevado
o tuviera un significado más profundo. Que de alguna manera
fuera mejor.
Una idea estúpida. Nada lo mejoraría.
Cade McDonough era el único hombre que Niko había cono-
cido que no lo había explotado, golpeado o ignorado. Niko había
aprendido que una persona puede ser fuerte y capaz e inspirar
lealtad sin infundir miedo. Y, hombre, cómo había tratado de en-
furecer a Cade, de ponerlo a prueba, de ver si era como los de-
más en Aleria.
Había tenido miedo de creer en alguien como Cade; sin em-
bargo, en algún momento del camino, había empezado a confiar
en que no era una actuación. Cade nunca te decía qué clase de
hombre era, te lo mostraba.
Y, maldita sea, le echaba mucho de menos.
Niko se limpió el escozor de sus ojos, y le dio a las fotos otra
mirada antes de salir de la habitación.
No conocía a su madre ni a su padre. Nunca lo haría. Pero
Rion y Cade habían sido lo más cercano que había tenido, y la
pérdida ardía dentro de él. Y, sí, había descargado parte de su
ira en Lessa, que se aferraba tercamente a un pasado que no me-
recía sus esfuerzos, mientras que ella debería estar afligida por
la persona que había estado allí, a la que realmente le importaba
un bledo.
No le gustaba pensar en ello, pero ahora, gracias a las ale-
grías del desliespacio y los espectros de la ONI, no había mucho
más para mantener su mente ocupada.
Despreciaba limpiar, hacer ejercicio y ver cualquier holoví-
deo que Lessa hubiera programado en el sistema de entreteni-
miento de la nave. Le disgustaban las cosas que le había dicho a
su hermana y no estaba seguro de cómo arreglar la brecha que
había causado. Y si entraba en la sala de estar una vez más y la
veía a ella y a Ram jugando a ese estúpido juego de mesa
Sangheili otra vez como si nada estuviera mal, podría gritar.
Se detuvo fuera del gimnasio y revisó el panel de sistemas
de la pared. Quedaban otros ocho días de viaje por el desliespa-
cio. No sabía cómo iba a sobrevivir.

La mejor parte de los viajes espaciales, en opinión de Lessa, era


el desliespacio.
Le encantaba la tranquilidad, el tiempo para lavar la ropa,
limpiar su habitación, estudiar los mapas estelares y las técnicas
de navegación, tejer, pintar o teñir con rayas de color su cabello
rubio y crespo.
Mientras estaba sentada en su cama, aplicándose su polí-
mero azul cerúleo favorito en las uñas de los pies con su viejo
bolígrafo de pintura UV, una repentina ola de tristeza se apo-
deró de su mano. Solo hasta hace poco tiempo, podía añadir a la
lista luchar con Cade. Tenían una orden de gimnasio vigente
para entrenar cada vez que la As entraba en el desliespacio.
Estaba más fuerte, más confiada, y a veces era capaz de de-
rribar a un hombre del doble de su tamaño gracias a Cade.
Había sido un gran maestro, tranquilo, relajado, le mostraba
los diferentes movimientos y técnicas y la razón detrás de ellos
de una manera que ella, como novata, podía entender fácil-
mente. Ya sabía cómo luchar sucio, pero Cade no había sofocado
ese conocimiento, ni la había hecho sentir inferior por ello. En
su lugar, le facilitaba formas de construir sobre lo que ella
misma había aprendido. Nunca le había hecho sentir que venía
de nada, sino todo lo contrario. Le hacía sentir que podía hacer
cualquier cosa y convertirse en lo que quisiera.
Ella lo tenía en un pedestal. Pero se lo merecía.
Lessa sabía de dónde venía y era consciente de que había un
vacío en su interior donde los padres deberían haber estado...
donde cualquiera que le importara debería haber estado. Rion y
Cade habían llenado ese espacio. Less nunca había esperado
perder a uno de ellos tan pronto, de hecho, nunca se le había pa-
sado por la cabeza.
Y ahora Cade se había ido, y no estaba muy segura de cómo
lidiar con la pérdida.
Excepto, aparentemente, discutir con su hermano.
Puso los ojos en blanco, terminó de aplicar el color y se echó
en la cama para mirar al techo. Estaba cubierto con viejos mapas
estelares. Qué raro, eso. Nunca se imaginó que le gustara tanto
el espacio y la navegación. De hecho, antes de que apareciera
Rion, las metas de Less estaban basadas en tierra firme, polvo-
rienta y árida, pero aun así… Soñaba con reencontrar a sus pa-
dres con Niko y vivir sus días en un oficio honesto…
Sus ojos se pusieron en blanco, qué sueño tan tonto.
Los negocios honestos en Aleria eran muy difíciles de en-
contrar.
Niko tenía razón. Los pequeños objetos con los que llegaron
al refugio podrían haber venido de cualquier parte. Alrededor
de esos artículos, la manta, la ropa de bebé de Niko, el lazo que
contenía sus rizos, el brazalete barato de metal que llevaba y que
ya no le quedaba bien, había creado una ficción, una pequeña y
encantadora farsa sin base en los hechos.
Y su hermano finalmente se lo había mostrado.
En muy poco tiempo, Lessa había perdido una figura pa-
terna que había entrado y salido de su vida tan rápidamente que
su dolor aún le robaba el aliento.
Su hermano ya no necesitaba o quería su protección.
Y su pequeña y encantadora ficción había sido confiscada
por la ONI.
Ya no sabía quién era, sólo que quería que las cosas volvie-
ran a ser como antes. Aunque últimamente, había un susurro
dentro de ella, una leve sugerencia de que lo dejara ir, de que
dejara de intentar aferrarse a ello…
Pero si lo dejaba ir, ¿qué le quedaba exactamente?
¿Quería ser como Rion, buscando un padre que quizás
nunca encontrara, su vida siendo impulsada y dirigida por ese
único propósito? ¿Quería irse por su cuenta ahora que su her-
mano había crecido?
Y si Cade podía morir, la As de Picas no era tan segura como
ella pensaba.
Era curioso que hubo un tiempo en el que Lessa no quería
nada más que estar en la nave y tan lejos de Aleria como pudiera.
Niko había sido todo lo contrario, exigía dejar la nave y volver a
la vida que conocía. Había estado escupiendo como un loco, tra-
bajando con un montón de matones, como llamaba a la capitana
y a Cade. Pero ahora Less estaba segura de que la idea de dejar
la As de Picas ni siquiera se le pasaría por la cabeza.
Parecía que habían recorrido un círculo.
¿Pero ella quería irse?
Un profundo suspiro se le escapó mientras se sentaba. Ho-
nestamente no lo sabía.
CAPÍTULO 16

As de Picas, sistema Ibycus, junio de 2557

ion estaba en el puente cuando el sistema de alerta de la As de


Picas sonó. Lo apagó inmediatamente para no despertar a la tri-
pulación, y se quedó en su silla mientras la sensación de salir del
desliespacio empujaba y tiraba muy ligeramente de su cuerpo.
Una rápida comprobación de su FTL mostró que el motor fun-
cionaba perfectamente, debería ser así; ya había pagado bas-
tante por ello.
Unas pocas estrellas distantes salpicaron la pantalla de vi-
sualización mientras la As disminuía a una velocidad sublumí-
nica. Rion abrió el mapa estelar de Ibycus y usó el software de
navegación para determinar su ubicación en el sistema. No muy
lejos de su curso. Habían salido a unas pocas horas de viaje de
Geranos-a. "Buena chica, As", murmuró, trazando una correc-
ción de curso en el sistema de navegación.
Considerando todo, era una salida decente.
Rion se relajó en su silla y miró fijamente la pantalla sin po-
ner su atención en nada. Un ciclo completo de sueño se había
vuelto extraño en estos días; rara vez tenía más de unas pocas
horas a la vez.
Aparentemente tampoco Ram. Entró en el puente con una
camiseta y pantalones de pijama holgados, con el pelo suelto
hasta los hombros, llevando dos tazas de café de Casbah, un de-
rroche de créditos debido a su impuesto de importación, que ve-
nía desde Tribute en las Colonias Interiores, pero que valía la
pena.
Le entregó una taza y luego se movió al panel de navegación
y presionó algunos comandos. "Ya no está lejos", dijo en voz
baja, apoyando su cadera contra la consola y mirando la pantalla
de visualización, sorbiendo su brebaje. "A veces me asombra lo
pequeños que somos, al movernos a través de algo tan vasto."
Y había mucha gente ahí fuera que no podía manejarlo, no
podía vivir una vida en el espacio. Si no eras un viajero experi-
mentado, la interminable nada, los largos tramos de aislamiento
podían pesar en la mente de una persona, sobrepasarla, ponerla
en el camino de la locura. Lo había visto una vez en la Hakon,
cuando se habían quedado a la deriva, meses y meses, sin co-
mida, sin una sola estrella a la vista… Cade tenía…
No. El carril de los recuerdos no era un lugar que quisiera
visitar ahora, así que se concentró en el cigarro que salía del bol-
sillo de la camisa de Ram. No lo había visto fumar desde que lo
encontró en Komoya. "¿Alguna vez vas a fumarte esa cosa?"
Se encogió de hombros. "Trato de dejarlo. Tengo que olerlo
de vez en cuando."
"Sabes que tenemos parches para eso, ¿verdad?"
Le devolvió su sonrisa sarcástica, y luego se encogió de
hombros. "Llámame de la vieja escuela. Así que estaba revi-
sando el informe de la tableta comunicaciones de Gek", dijo,
cambiando de tema. "Parece que se toma en serio lo que cree
que hay en el campo de escombros. Menciona usarlo contra no-
sotros, golpeándonos en el corazón. Creo que se refiere a la Tie-
rra."
Rion puso sus pies por debajo y luego tomó un sorbo de su
taza. "Si cree que puede llegar allí, y hacer una declaración, no
dudará. Podría llegar a la Tierra, pero tendría que pasar a través
de la Flota Natal."
Ram pensó en ello por un momento. "A menos que tenga
ayuda desde el interior. Los asentamientos de refugiados aliení-
genas en la Tierra están creciendo. Hace que te preguntes cómo
diablos son capaces de separar los malos de los buenos."
Buen punto.
Demonios, incluso los refugiados estaban en peligro. "Se ha
hablado durante un tiempo, de que los leales al Covenant quie-
ren represalias contra los desertores, quieren enviar un men-
saje. Esos asentamientos de refugiados en la Tierra podrían es-
tar gestando un desastre. Una vez que tengamos lo recuperado
y encontremos un puerto con un relé de comunicaciones de-
cente, entregaré el informe de Gek a las autoridades."
Su atención fue atraída una vez más hacia la vista. "Es ex-
traño pensar en los Jackals, Grunts, y cabezas de bisagra te-
niendo un hogar en la Tierra después de que nos quisieran
muertos, mientras que tendremos suerte si no nos excluyen per-
manentemente del planeta si la ONI se entera de lo que estamos
planeando."
"¿Te molestaría eso?"
Se rascó la barba, pensando. "No lo sé. Nunca he estado en
la Tierra." Se detuvo para tomar un sorbo, y luego se encogió de
hombros. "Supongo que soy como la mayoría, una pequeña
parte de mí siempre anhela ver la tierra natal."
Sonrió sobre el borde de su taza. "No te imaginaba como un
peregrino."
Él le hizo un gesto con los ojos. "Todos nosotros los colonos
lo somos, hasta cierto punto. Yo podría ser Komoyano, nacido y
criado..." Sonrió mientras recitaba líneas familiares:
Pero en mí está la necesidad de andar
A orillas de la arena y las llanuras rojas,
Sobre la suave hierba verde recostar mi cabeza.
Estrellas y años pasan, a la vista de la distancia,
Sigo adelante, un largo camino a casa;
Ella llama y canta su canción de azul,
Mi corazón, mi alma, mi tierra natal verdadera."
Rion recitó mentalmente al mismo tiempo que Ram ha-
blaba. Las líneas eran de una famosa canción folclórica escrita
por la antigua colonizadora Mary Parker Meade. Conocida en to-
das las colonias, era el tipo de canción sencilla que se enseñaba
a los colegiales, y que se cantaba en eventos, vacaciones y por
borrachos felices en los bares. Era un himno de la gente común.
Y se cantaba reemplazando la primera línea con cualquier pla-
neta, colonia, puesto de avanzada o nave a la que llamaras hogar,
tal como lo había hecho Ram.
"La Tierra es nuestro hogar tanto como lo es Komoya", ad-
mitió. "Creo que es necesario que todos nosotros la veamos al
menos una vez, ¿no crees?"
Ella pudo haber sentido una pequeña punzada de nostalgia,
pero la perspectiva de Rion, nacida y criada en la Tierra, era muy
diferente a la de los que habían crecido en las colonias. Había y
siempre habría algo especial e incluso místico en la Tierra. Siem-
pre habría quienes quisieran volver a casa, como Ram, y quienes
quisieran marcharse, extenderse y construir su propio camino,
como había hecho Rion.
"Ya que estamos despiertos", dijo, "reconozcamos el sis-
tema y veamos qué más hay ahí fuera."
Después de eso trabajaron en silencio, notando que la estre-
lla naranja gigante entraba en rango visual mientras la As ajus-
taba su curso a través del cinturón de asteroides, y luego hacia
los cuatro pequeños planetas que orbitaban la estrella.
Una hora más tarde, Geranos-a estaba en su punto de mira
y habían localizado el satélite de comunicaciones de la ONI. Rion
mantuvo la As fuera del alcance del satélite de comunicaciones
y puso la nave en una órbita alta.
Lessa entró en el puente con dos paquetes de desayuno, gra-
cias a Dios que tenía un miembro de la tripulación al que le gus-
taba cocinar en lugar de depender únicamente de los paquetes,
y le dio uno a Rion y el otro a Ram. "Imaginé que ustedes dos ya
estarían trabajando. Así que eso es todo, ¿no? Se ve... atractivo."
"Si tú lo dices." Además del color, Rion pensó que se parecía
mucho a las viejas fotos de Marte antes de que el planeta fuera
terraformado. Le dio un mordisco a su paquete y gruñó.
"Por cierto, ese es el último de los huevos de Brillón", dijo
Less.
Con su otra mano, Rion elevó la imagen del planeta en la
mesa táctica. "Es bastante estéril. En su mayoría arena y roca. La
atmósfera es demasiado delgada por mucho, si es que hay algo,
para sobrevivir."
"Así que no estamos buscando sobrevivientes entonces."
"Depende", dijo Ram con un bocado de comida. "Quien-
quiera o lo que sea que haya enviado la llamada de auxilio po-
dría tener suficientes reservas de oxígeno para vivir o, si hay
una nave ahí abajo, podría tener una sección presurizada aún
capaz de sostener la vida."
Lessa giró el holograma para localizar un punto azul que in-
dicaba la ubicación de la señal. "Al menos la ligera gravedad hará
que llevar cosas sea pan comido."
"Una vez que Niko se levante, enviaremos a Michelle para
que examine el satélite de comunicaciones y vea si podemos
desactivarlo."
"Está despierto", respondió ella, con un tono repentina-
mente rígido. "Lo escuché en el gimnasio."
Rion miró a Lessa durante un largo momento. "No lo dijo en
serio, ¿sabes?" dijo ella cuidadosamente. "Lo que dijo en Nueva
Tyne…"
Lessa se encogió de hombros. "Sé que no lo hizo. Pero ese
no es realmente el asunto, ¿verdad?"
Rion tuvo la sensación de que era una pregunta que no po-
día o no debía responder, así que la dejó sin respuesta. Cuando
la chica no dijo nada más, Rion terminó su comida y luego llamó
al gimnasio cuando Ram se fue a vestir.
"¿Sí?" fue la respuesta de Niko, que estaba sin aliento.
"Necesito que prepares a Michelle cuando termines."
"De acuerdo. Dame 20 minutos."
Fiel a su palabra, Niko llegó al puente apenas 20 minutos
después, recién afeitado y bañado, un cambio definitivo con res-
pecto a los últimos días.
"Michelle está en marcha", anunció, y se dirigió a su consola
de comunicaciones para poner su transmisión en pantalla y di-
rigir sus movimientos. El drone, cariñosamente apodado Miche-
lle, había comenzado su vida como un drone espía del UNSC,
pero bajo el cuidado de Niko, era todo eso y más.
El satélite de comunicaciones no fue fácil de detectar; la
cosa estaba encapsulada en un revestimiento negro mate y sólo
tenía unos 76 centímetros de circunferencia. Michelle se acercó
y analizó el satélite. "No hay ninguna red SATCOM aquí, así que
no puede transmitir información, sólo almacenarla", dijo Niko.
"Está usando una onda disruptiva para interrumpir la llamada
de socorro. Es ilegal que nos metamos con los satélites de comu-
nicación, especialmente con los militares y del gobierno.
Podríamos dejarlo en paz, destruirlo o traerlo a bordo para que
pueda recuperar los componentes", dijo, mirando por encima
del hombro. "Mi voto es por la recuperación."
"Bueno, no podemos dejarlo y arriesgarnos a que registre
nuestras actividades", dijo Rion. "¿Puedes desactivarlo antes de
subirlo a bordo?"
"¿Puedes desactivarlo?" replicó, sacudiendo la cabeza y vol-
viendo a la pantalla. "Sí, por supuesto que puedo desactivarlo…"
Niko ordenó a Michelle que enviara un pulso PEM, dejando
inerte el satélite de comunicaciones, y luego empleó un pozo
magnético para remolcar el dispositivo hasta la nave.
Una vez que Michelle estaba acoplada y la esclusa cerrada,
Lessa bajó a la bahía de carga para recibir el dispositivo, y luego
desplegó a Michelle de nuevo para un vuelo exploratorio sobre
el origen de la señal de socorro.
Mientras Niko guiaba a Michelle a través de la atmósfera de
Geranos-a, Lessa regresó y le suministró correcciones de nave-
gación para tener en cuenta los vientos. Pronto apareció la su-
perficie, una extensión de arena y dunas con algunos aflora-
mientos rocosos que punteaban el paisaje.
"Llegando a la señal", dijo Niko.
El drone descendió sobre un montón de rocas parecidas a la
pizarra y se detuvo sobre una antena clavada en el suelo. Una
gruesa banda de cables corría a lo largo de su longitud y sobre
la arena.
"Bueno, está claro que alguien hizo esto", dijo Less. "Debe
haber sobrevivientes."
"O los hubo. No sabemos cuánto tiempo lleva emitiendo esta
cosa", dijo Rion.
"¿Supongo que simplemente seguiremos los cables?" Niko
preguntó, mirando a Rion para confirmarlo antes de guiar a Mi-
chelle a lo largo de los cables.
Bajando por la duna y hacia un valle plano, empezaron a
aparecer restos semienterrados... luego una gran sección del fu-
selaje apareció ante la cámara con una abertura dentada cu-
bierta por una tela gastada por el viento, agitándose con los
vientos constantes de Geranos-a. "Eso parece un refugio", dijo
Ram, de pie.
"Y mira, los cables van hacia el interior", dijo Lessa.
"Esperen. Niko, retrocede." Rion se sentó derecha. "Baja el
ángulo… esas son huellas." La arena ya estaba llenando las im-
presiones. "Definitivamente había alguien ahí abajo. Reciente-
mente. Ram, ¿tienes algo en signos de vida?"
"No. Nada."
"¿Podríamos estar recibiendo interferencias de los vien-
tos?"
"No estoy recibiendo ninguna."
Rion dio un golpecito con el dedo en el brazo de su silla. Qué
raro. Pero sólo había una forma de averiguar quién había hecho
esas huellas. Se levantó de su asiento, animada por la anticipa-
ción y la emoción del descubrimiento. "Ram, ya que aún te estás
recuperando, te harás cargo aquí."
Él le frunció el ceño, volviendo a su asiento. "Estoy bien,
Forge. El cuerpo está lleno de nanocitos…"
"Sí, y todavía te están reparando, así que serás nuestros ojos
en la nave. Less y Niko vendrán conmigo. Pongámonos los trajes,
chicos", dijo con un aplauso. "Carros de gravedad, cortadores,
botiquín y vamos armados hasta que sepamos lo que estamos
mirando. Ram, déjanos aquí" …se inclinó sobre la mesa táctica y
señaló un punto en la imagen holográfica… "justo al otro lado de
esas rocas. Y mantén a la As y las armas calientes hasta que se-
pamos con qué clase de supervivientes estamos tratando."
Ram giró en su silla. "No olvides que la ONI cree que el sitio
es lo suficientemente peligroso como para emitir un 'proceder
con cautela'. Recuerden eso. Procedan con cuidado."
Ella asintió. "Lo haremos."

La As de Picas reposaba en la arena, usando una duna rocosa


como protección contra los vientos que se movían a una veloci-
dad constante de veinte nudos. Rion, Niko y Lessa esperaban en
la bahía de carga con ropas ligeras y máscaras de respiración
con convertidores de oxígeno y tanques de reserva, con los ca-
rros de gravedad y las herramientas a mano. Tan pronto como
Rion vio la luz verde en el panel de la puerta, tocó el cierre de la
esclusa y soltó la rampa.
Aire caliente y seco y arena se arremolinaron mientras sa-
lían de la nave con su equipo. Las botas de Rion deberían ha-
berse hundido profundamente en la suave arena, pero la grave-
dad era tan ligera que apenas hacía una marca. "Comprobación
de comunicaciones", dijo, y esperó a que Niko y Less respondie-
ran.
"Todo bien, Cap", dijo Lessa, mirando a su alrededor.
Niko se quedó mirando a sus pies antes de saltar unas cuan-
tas veces para probar la gravedad. "La G no es tan ligera", co-
mentó Rion. "Vamos, en marcha."
Se abrieron paso a través de la arena hasta la duna rocosa
en la distancia. Dejando su equipo en la parte inferior, subieron
a la parte superior para inspeccionar la antena. "Bueno, al
menos sabemos que hubo sobrevivientes en algún momento.
Esto no llegó hasta aquí por su cuenta", dijo Lessa, levantando la
cabeza. La antena tenía más de tres metros de altura y estaba
hecha de un largo eje de titanio.
"Parece una especie de combinación de plano vertical y an-
tena radiante", dijo Niko. "Depende de lo que haya debajo y de
lo que esté unido al otro extremo de estos cables."
"¿Deberíamos apagarla?" Less preguntó.
"Sí, apágala", dijo Rion.
Niko se arrodilló y limpió la arena del suelo para inspeccio-
nar los cables. "Un momento… Los cables han sido pelados y co-
nectados directamente al eje y a este tablero de transmisión.
Sinceramente, nunca he visto nada parecido. Será más fácil apa-
garla desde su fuente de energía." Miró detrás de él el sendero
de cables que serpenteaban por la duna.
"Muy bien", dijo Rion. "Salgamos de esta roca y encontre-
mos la fuente entonces."
Rion avanzó lentamente por el sendero de cables, diri-
giendo su carro de gravedad a su lado y recogiendo unos cuan-
tos pedazos de restos de la nave para examinarlos y luego arro-
jarlos de nuevo a la arena mientras atravesaban el fondo del va-
lle. No sabían con qué tipo de nave estaban tratando hasta que
llegaran al sitio principal.
Un repentino destello le llamó la atención. Tomó lo que pa-
recía ser vidrio y se dio cuenta de que era arena vitrificada.
Hasta ahora, lo que estaba viendo no era exactamente con-
sistente con los sobrevivientes. ¿Un accidente así de malo, así de
viejo y erosionado, en este tipo de ambiente, había chocado lo
suficientemente caliente como para convertir la arena en vi-
drio? Aunque no era algo inaudito, gente había sobrevivido a
dificultades insuperables como esta. Pero incluso si había una
cámara enterrada en algún lugar bajo la arena con oxígeno y
presión que funcionara durante años, todavía estaba el tema de
la comida…
"Oye." La mano de Lessa le dio un empujoncito al hombro
de Rion. "Mira eso." Señaló un área elevada a un par de metros,
con una pila de rocas. Un trozo de metal sobresalía de la pila
para marcar el lugar. "¿Es eso lo que creo que es?"
"Una tumba." Rion lo miró fijamente durante un largo mo-
mento, sintiendo muy profundamente que algo no estaba bien.
Nada tenía sentido como debería.
Mientras continuaban, ella preguntó: "¿Ram… sigues sin
captar ningún signo de vida?"
"No. Nada."
"¿Algún rastro de energía?"
"No, está muy silencioso. Nada que respire o se mueva…"
"Tenemos que amar un buen misterio", Niko comentó con
ironía.
"Está bien. Estamos llegando al sitio principal." Intacto, el
fuselaje habría sido enorme. La mayor parte estaba enterrada
en la arena o se había desprendido. La tela que colgaba sobre el
agujero dentado estaba rasgada y desgastada, aleteando en el
viento con chasquidos audibles.
"Esto comienza a sentirse realmente espeluznante", dijo
Lessa, mirando la entrada y los cables que desaparecían dentro.
Rion tiró de su rifle por encima del hombro. "Vamos a en-
trar."
Cuidadosa y lentamente, se agachó para pasar la tela y entró
en el naufragio.
El suelo era de arena, pero las paredes eran claramente de
titanio.
A medida que Rion se adentraba, se hizo tan oscuro que
tuvo que usar su luz para ver a lo largo del casco. Con Less y Niko
haciendo lo mismo, revelaron una extraña escena de lo que pa-
recía ser una colección de escombros.
Rion se dirigió hacia una mesa de trabajo improvisada cons-
truida con contenedores de almacenamiento, su parte superior
consistía en un largo trozo de revestimiento metálico y un mon-
tón de cables y conexiones, pantallas agrietadas, algunos nú-
cleos de energía muertos y un surtido de componentes de siste-
mas y placas base.
Lessa miró fijamente la mesa donde estaba colocada una co-
lección de efectos personales aleatorios: un cinturón, fotos que-
madas, un cepillo para el pelo, un calcetín, una botella de brandy
rota… "Sí, definitivamente espeluznante."
Niko cogió unos cuantos componentes de los sistemas y los
tiró a su carro.
"En verdad no quiero encontrarme con un cadáver", dijo
Lessa, con los nervios de punta. "Especialmente uno con una
máscara o un traje espacial. Sin ofender a los muertos ni nada,
pero eso me asusta totalmente…"
"Eso te pasó una vez", respondió Niko.
"Sí, bueno, una vez fue todo lo que necesitaba para que fuera
horrible." Se estremeció. "Y tú fuiste el primero en gritar y salir
corriendo."
"Sí, claro. Creo que tu memoria necesita mejorar." Encontró
un número de serie en un pequeño aparato de tecnología y lo
pasó por su base de datos.
"No, no es cierto. Dejaste tus herramientas, dejaste tu carro
de gravedad y corriste por la hierba. Te caíste de culo y luego
volviste a subir y seguiste yendo hacia la nave. Lo recuerdo por-
que fue muy divertido. Y tuve que hacer dos viajes para recoger
tus mierdas porque te negaste a volver al sitio."
"Lo que sea."
"¿Nunca te responsabilizas de nada?" ella preguntó, los ner-
vios fueron rápidamente reemplazados por la molestia cuando
extendió la mano más allá de Niko para buscar un pedazo de es-
combro. Él no se apartó del camino porque un nombre apareció
en el escáner, así que ella le dio un rápido y contundente empu-
jón.
"¡Ay! ¿Quieres parar?"
"¿Te moverías?"
"Bueno, tal vez lo haría si por favor estuviera en algún lugar
de tu limitado vocabulario."
"Oh, aquí vamos. Bueno, por favor, ¿por qué no dices lo que
realmente piensas?"
"¿De qué estás hablando?"
"Que piensas que soy una idiota."
"Bueno… eso es cierto para todos, comparados conmigo."
"Ya basta, los dos", dijo Rion, con un dolor de cabeza en cier-
nes.
"Lo siento, Cap." Niko leyó su pantalla mientras Lessa pa-
saba junto a él enfurecida. "Mira esto. El número de serie que
revisé, es parte de la UNSC Rubicon. Una nave científica. Una vez
que volvamos a la civilización, podemos pasar el nombre por
Waypoint y ver qué aparece."
"Buena idea." Rion se movió a lo largo de la otra pared del
mamparo, inspeccionando los restos al azar hasta que el grito
de Lessa se abrió paso a través de su auricular. Se dio la vuelta,
con el rifle preparado mientras Less retrocedía, chocando con
un mostrador utilitario detrás de ella, desenfundó su arma apre-
suradamente y apuntó a una figura en el suelo.
Con el corazón en la garganta, Rion se acercó lentamente.
Viendo que no había peligro, puso una mano sobre el arma de
Lessa, bajando el arma, y luego se acercó a la figura en el suelo.
"Rion, ¿ves esto?" preguntó.
"Jesús. Sí, lo estoy viendo… No sé lo que es, pero lo estoy
viendo."
Niko se abrió paso frente a Rion y se arrodilló para ver me-
jor. "Santo cielo. ¿Pueden ver esto?"
Rion le dio un empujón al pie de metal de la figura. Era una
colección de piezas metálicas humanoides: piernas, pies, torso,
brazos, manos, cabeza. Hecho de algún tipo de aleación de metal
negro, estaba desgastado y dañado en algunos lugares, y a dife-
rencia de todo lo que había visto antes. Las piezas tenían un di-
seño estilizado y elegante, pero no había nada más alrededor
que mostrara cómo encajaban esas piezas. Ella tenía que estar
de acuerdo con Niko. Era fascinante. Aunque la cabeza era un
poco desconcertante por sus ángulos y líneas, que parecían es-
culpir un rostro humanoide de aspecto algo siniestro.
"¿Podría ser experimental?" preguntó Niko. "¿Cuánto crees
que vale algo así?" Lo iluminó con su luz. "Parece humano... pero
más avanzado que cualquier cosa que haya visto. ¿Quizás esto
es como un androide Spartan de nueva generación o algo así?
¿Como un prototipo?" Giró la cabeza y se encontró con la mirada
de Rion. "Esto podría ser el activo, lo que la ONI busca."
Lessa permaneció callada durante la evaluación de Niko.
Pero cuando se detuvo, ella preguntó: "¿No crees que esto es lo
que hizo todo esto... la antena, la tumba? ¿Verdad?"
Se quedaron mirándolo, preguntándose. Lessa podría tener
razón. Por lo que Rion había visto hasta ahora, la Rubicon había
entrado en la atmósfera y se había estrellado a una velocidad
muy alta. Que un humano pudiera sobrevivir a eso, y luego so-
brevivir aquí durante años sin aire, sin comida...
Niko giró el torso para ver la parte de atrás. "No veo una
fuente de energía ni nada que conecte las piezas."
La tela se agitó afuera. La arena golpeaba el fuselaje como
una lluvia suave, y el viento sacudía secciones del casco. Y aun
así se sentía demasiado tranquilo. "Ponlo en el carro", le dijo
Rion a Niko. "Y luego desmonta la antena. Mientras lo haces, se-
guiremos mirando alrededor."
Unas horas más tarde, habían explorado la parte principal
del naufragio y las dunas circundantes. Estaban sudorosos y
cansados, e hicieron el lento trabajo de empujar los carros de
gravedad sobre la arena hasta la nave. Rion dijo una oración de
agradecimiento a la Señora Suerte. Si no fuera por la débil gra-
vedad, este día habría sido duro.
Cuando llegaron a la nave, esperó a que Niko y Lessa estu-
vieran dentro con su equipo, y luego tocó el cierre de la esclusa
de aire. Una vez dentro, se dirigieron a la bodega de carga, donde
Ram estaba esperando. También había traído bebidas frías.
"Eres un santo. Gracias." Rion se quitó la máscara y bebió hasta
el fondo antes de dar la orden favorita de todos: "Muy bien, chi-
cos, vamos a descargar este botín."
CAPÍTULO 17

Son fascinantes estos humanos, muy diferentes a los de la tripu-


lación de la Rubicon con sus protocolos militares y su distancia
profesional. Hay muy poco protocolo aquí. Y muy poca distancia.
Están impulsados por la emoción, sus acciones son dictadas por
sus sentimientos hacia los demás.
Esto es extrañamente inquietante.
Las rencillas entre los dos más jóvenes, parientes de seguro...
obvio por sus acentos, rasgos y manierismos... son hipnóticas. La
mujer mayor es su capitana, pero percibo que es mucho más que
eso. La tripulación la ve como una figura materna, una protectora
y una amiga.
Absorbo cada palabra, cada movimiento, y al ser transpor-
tado a la bodega de su nave, me doy cuenta de que son, para mi
sorpresa, ladrones, recuperadores, oportunistas.
Esto es totalmente inesperado.
Me encuentro... emocionado.
Una repentina ráfaga de calidez me llena. El robo y el oportu-
nismo son viejos amigos, y los reconozco con mucho cariño.
Mientras discuten, ríen y hablan, me recuerdan claramente,
quizás más claramente que nunca antes, mi pasado, mi vida hu-
mana, mis relaciones y amigos…
Veo recuerdos.
El borde de un sombrero de hoja de palma colgando sobre mis
ojos mientras mis pies callosos caminan sobre la suave arena. Veo
bronce, manos desgastadas por el trabajo, tierra debajo de las
uñas, mientras atravieso la jungla. Brillantes destellos blancos de
sol a través del verde. Una risa alegre delante de mí. Quejas detrás
de mí. Y la alegría de la caza, la intriga y el robo...
Me sacan de repente de este recuerdo mientras mis piezas son
colocadas en un gran contenedor de metal. Hay varios de estos a
lo largo de las paredes de la bodega de carga. Una vez que esto se
logra, la capitana dice que continuarán buscando entre los restos
un núcleo de datos.
No encontrarán ninguno.
Se van, y pronto la bodega queda en silencio. Enciendo mis
componentes visuales y examino mis alrededores. Cerca de la pa-
red del mamparo hay un panel de sistemas. Enciendo mi luz só-
lida, me ensamblo y salgo del contenedor para acceder a los siste-
mas de la nave.
Sin una de las IAs de los humanos a bordo, todo está abierto
para mí sin resistencia. La información entra a raudales.
Detalles sobre la humanidad y el período de tiempo actual flu-
yen a un ritmo rápido. Los datos son completos, robustos y varia-
dos. Veo que tenemos un obstáculo común en la Oficina de Inteli-
gencia Naval. La oficina, la ONI, como la llaman, ha dejado unos
pocos filamentos de vigilancia enhebrados en los cables de fibra
óptica y de comunicaciones de la nave. Estos los desenredo y los
destruyo con gusto.
Veo que recientemente se ha implementado una limpieza de
navegación y comunicaciones. Esto, sin embargo, no impide mi ca-
pacidad de ahondar en los archivos personales, mensajes y otros
residuos de la vida de la tripulación, incluso uso las pantallas de
sus habitaciones como mirillas para observar sus espacios perso-
nales. Corro libremente a través de filamentos rebosantes de có-
digo, con vida, imágenes e historia.
Lucy Orion Forge. Ramsey Chalva. Lessa y Niko, hermanos y
huérfanos sin apellido.
El pasado de la capitana me hace detenerme cuando encuen-
tro un nombre, Spirit of Fire, que suena como un eco a través de
los pasillos dañados de mi memoria. Es un fantasma, un vago y
repentino salto, y luego desaparece, demasiado rápido para cap-
turarlo. Sigo adelante, seguro de que ese conocimiento está ahí y
se revelará con el tiempo. Y cuando lo haga, lo convenceré para
que se acomode en su lugar, dejando que se asiente dónde debe.
Una vez que recojo cada fragmento de datos, dirijo mi aten-
ción a la completa y total falta de sistemas de la nave. Es extraor-
dinario que estos humanos hayan logrado atravesar el espacio
con funciones tan rudimentarias. Ser consciente de todas las cosas
que pueden y van a salir mal debido a tal simplicidad crea en mí
una sorprendente sensación de proteccionismo. Son vulnerables
sin una ancilla, sin escudos y armas y motores avanzados.
Por conveniencia, simplemente debo reparar estos proble-
mas.
Esto no está fuera de línea con mi objetivo original con la Ru-
bicon. Mi nave debe tener la capacidad de viajar grandes distan-
cias, de forma rápida y precisa. Por lo tanto, se deben implemen-
tar mejoras.
Y ciertamente no quiero perder otra tripulación.
Hay suficientes cápsulas criogénicas en la nave para suspen-
derlos mientras reanudo mi trabajo. Sin embargo, puede que no
sea la mejor opción. La última vez que se intentó algo así, el resul-
tado no fue ejemplar.
Me parece que estoy indeciso.
Reflexionaré sobre mis opciones cuidadosamente.
Aunque la atracción es fuerte por empezar a administrar
ayuda a los sistemas de la nave, me retiro a mi carro de almace-
namiento. Están regresando.
CAPÍTULO 18

e vuelta del segundo sondeo del lugar del choque, Niko em-
pezó a descargar los carros mientras Rion se dirigía a un último
intento de encontrar un núcleo de datos. Lessa subió a la sala de
estar para preparar una comida rápida para todos mientras
Ram permanecía en el puente, vigilando los movimientos de
Rion.
Además de la cosa de metal humanoide, no habían encon-
trado nada importante.
Normalmente, clasificar el material recuperado en contene-
dores no era el trabajo favorito de Niko. Pero en este caso, se
habría ofrecido como voluntario. No podía dejar de discutir con
Lessa y seguía diciéndole cosas groseras a su hermana.
Molesto y nervioso, subió el volumen de su música hasta
que la bodega vibró, y empezó a separar la maraña de cables y
metal de los carros de gravedad, tirando piezas a los contenedo-
res apropiados. Le llevó casi una hora arreglar el desorden.
Después de un rápido trago, decidió que era necesario un
descanso de los cables, y fue a buscar el contenedor con la cosa
humanoide.
Las piezas de metal eran sorprendentemente ligeras, la
aleación estaba gastada y picada por la arena, tal vez por el cho-
que. Niko colocó cada pieza en el suelo para dar la forma
deseada. Cabeza. Torso. Brazos. Piernas. Manos. Pies…
Se puso de pie y miró hacia abajo, rascándose la mandíbula.
No había nada que conectara las piezas. No había cables,
alambres o estructuras internas que pudiera ver. Entonces,
¿cómo funcionaba la cosa?
Continuó mirándola fijamente durante un tiempo, y luego
decidió hurgar en el carro con pequeños restos que habían to-
mado de la mesa de trabajo. Colocó pequeños aparatos ópticos,
paneles de circuitos rotos y más cables en su estación de trabajo.
Unas pocas piezas le llamaron la atención, pero no había nada
que pareciera pertenecer a su constructo robótico residente.
Un raspón de metal sonó por encima de la música fuerte.
Niko se calló. Eso fue extraño.
Otro suave estruendo resonó detrás de él.
Un lento escalofrío comenzó a bajar por su columna, y los
pelos de sus brazos se levantaron. Su pulso se aceleró y casual-
mente bajó el volumen de la música, sintiéndose completamente
asustado porque podía jurar que alguien estaba parado detrás
de él.
Pero eso sería una tontería. ¿Verdad? La esclusa de aire es-
taba activada. Nadie debería estar aquí atrás. Tomó unas cuan-
tas respiraciones estables y esperó hasta el infierno que sólo es-
taba imaginando cosas.
En segundos hubo otro suave rasguño, seguido de un suave
zumbido.
Oh, Dios. Había algo detrás de él.
Con las manos temblorosas, escudriñó la mesa y agarró una
barra de metal de la chatarra, tragó, dijo una oración y se dio
vuelta lentamente.
Oh, mierda.
La cosa estaba en pie. El robot estaba despierto.
La adrenalina corrió por debajo de su piel, encendiendo es-
calofríos eléctricos a través de sus nervios. Niko retrocedió, gol-
peando la mesa y dejando caer la barra de metal. Resonó con
fuerza, haciendo eco en el silencio.
Una luz azul brilló entre las aburridas y desgastadas placas
y subió por su cabeza, esculpiendo afilados y siniestros pómu-
los, una boca y grandes ojos azules rasgados.
Tenía que tener casi tres metros de altura y se mantenía
unido por nada, sólo... ¿magnetismo, tal vez?
Los pensamientos de Niko se aceleraron; parecía estar mi-
rándolo fijamente.
El corazón le golpeaba con fuerza en el pecho y la garganta
se le había secado por completo. Eso es lo que le hacía la falta de
sueño, le afectaba a su mente, le jodía la realidad. Se frotó los
ojos, parpadeó con fuerza unas cuantas veces, pero la cosa se-
guía ahí, todavía mirando.
Supongo que no necesito buscar esas partes que faltan.
El pensamiento causó que una risa nerviosa saliera de su
boca. La cosa inclinó su cabeza en respuesta, y Niko casi se des-
maya.
Parecieron pasar horas antes de que encontrara su voz, lo-
grando unas pocas palabras inteligentes. "Mierda."
Volvió a tragar, sin saber si la cosa era sensible o no, pero
parecía estar estudiándolo. Bien, intentemos esto de nuevo…
"Um... ¿hey?"
Su cabeza se inclinó de nuevo, y luego repitió, "Hey."
"Oh, Dios mío." Niko nunca se había desmayado en su vida,
pero estaba bastante seguro de que así era como se sentía, toda
la sangre saliendo de su cuerpo, todo el universo inclinándose.
A pesar de su miedo, otra risa nerviosa salió de su boca.
Arrastró nerviosamente sus dedos por su cabello, un hilo de
emoción se abrió paso a través de su pánico. "Um... está bien", se
dijo a sí mismo. "Sí, así que..." Apenas podía oírse a sí mismo ha-
blar a través de los latidos de su corazón. Buscó algo que decir
mientras tocaba su tableta de comunicaciones. "Bueno... eres
más alto de lo que pensé que serías."
No hubo respuesta.
"De acuerdo. Bien. Soy Niko. Estás en una nave, la As de Pi-
cas. Te rescatamos. De ahí fuera… la superficie de ese lugar… ese
planeta."
Bajó la cabeza. "Mi agradecimiento, Niko."
Niko se restregó una mano por la cara y dejó salir un aliento
tembloroso. No estaba seguro de si ceder y colapsar en conmo-
ción o aplaudir con regocijo demencial. Estaba atrapado entre el
miedo y el asombro. Nunca había visto nada parecido. Y era de-
finitivamente sensible, su voz una octava más alta que la suya,
con una extraña resonancia, y un poco áspera.
Luego empezó a moverse. Y Niko estaba seguro de que po-
dría morir.
Se inclinó hacia él. Niko se inclinó hacia atrás, con sus manos
agarrando la mesa de trabajo para estabilizarse. Pero la cosa
pasó a su lado y entró en el contenedor de salvamento junto a la
mesa, de donde sacó una larga pieza de metal. Se enderezó y
puso el extremo de la pieza en el suelo, sosteniéndola como un
bastón para apoyarse debido al daño en una de sus pantorrillas
de metal.
"¿Qué eres?" Niko soltó su agarre mortal de la mesa.
Ladeó la cabeza de nuevo, y luego pareció mirar hacia abajo
a su colección de metal y luz azul. "Yo soy…"
Se detuvo, como si hubiera olvidado lo que era o simple-
mente no pudiera decidir.
"Oye, está bien, tal vez algo más fácil. ¿Qué es esa luz? ¿Es lo
que te mantiene unido?"
"Los Forerunners se refieren a ella como luz sólida." Se en-
derezó y giró la cabeza ligeramente como si estuviera escu-
chando. "Tus amigos están llegando."
El sonido metálico de las pisadas sonó sobre él. Pero todo lo
que Niko pudo procesar fue la palabra "Forerunner".
Había dicho "Forerunner".
Miró por encima del hombro para ver a Lessa bajando las
escaleras y parando a mitad de camino. Su cara estaba pálida y
horrorizada cuando levantó el cañón del rifle de asalto sobre la
barandilla.
"¡Vaya, vaya, vaya!" Niko gritó, saltando delante del cons-
tructo. Por encima de ellos, Ram estaba en la pasarela con su
propio y pesado rifle de asalto. "¡No te atrevas a disparar!" gritó.
"¡Por favor!"
Por un momento, nadie parecía estar seguro de qué hacer a
continuación. Entonces la cosa volvió a hablar.
"Hola, Lessa." Bajó la barbilla para reconocerla antes de mi-
rar a la pasarela. "Ram Chalva."
"Sabe nuestros nombres", dijo Niko con asombro. Se dio la
vuelta y lo enfrentó de nuevo con una extraña mezcla de horror
y deleite.
"Niko, ¿qué hiciste?" Lessa enloqueció.
"Nada. Lo juro."
"Tiene razón", dijo el constructo, sorprendiéndolo.
"Niko, aléjate." Rion estaba de pie dentro, la puerta de la es-
clusa de aire se cerró detrás de ella, su casco cayó al suelo, su
rifle estaba apuntando, su respiración era rápida. También de-
bió oír la comunicación y volvió corriendo a la nave. El brillo
mortal de sus ojos al ver el cañón de su arma aumentó el miedo
de Niko de forma exponencial. El tiempo se ralentizó y no pudo
encontrar su voz. Pero entonces no tuvo que hacerlo.
"Capitana Forge", dijo la cosa por detrás de él. "He esperado
un rescate de este planeta durante bastante tiempo. Le doy las
gracias."
La tripulación intercambió miradas desconcertadas, todos
preocupados e inseguros de cómo proceder.
"De nada", respondió Rion lentamente.
"Chicos..." Niko se las arregló finalmente. "Creo que es Fo-
rerunner. Es un robot Forerunner."
Niko se dio la vuelta cuando la cosa emitió un extraño so-
nido de sofocación. "Por favor. No soy un robot." Se puso más
derecho. "Esta forma es un armiger de combate de clase franco-
tirador. He adoptado este constructo por necesidad. No es mi
forma original, ni mi forma anterior."
"¿Entonces qué era?" Preguntó Ram, con los ojos entrece-
rrados por la sospecha desde la pasarela de arriba.
Se detuvo.
"Tal vez él no sabe lo que es", ofreció Niko.
"O tal vez esto es lo que la ONI estaba creando en esa nave
destrozada", dijo Lessa. "Esto podría ser lo que están buscando
ahora."
El armiger pareció erizarse ante eso. "La Oficina de Inteli-
gencia Naval no tiene la tecnología capaz de crearme, niña."
Los ojos de Niko se abrieron mucho y vio que los de Rion
también. No estaban seguros de qué hacer con eso, pero sintió
que reventaba. La cosa obviamente poseía emoción, y su favo-
rita de todos los tiempos: el sarcasmo. Quería reírse a carcaja-
das, pero se mordió la lengua.
"No quería asustarlos en la superficie. Me he retrasado. Mi
nave y mis humanos se han ido… Por lo tanto requiero…"
"¿La Rubicon era tu nave?" Rion se adelantó, haciendo un
gesto con su rifle para que Niko se alejara. Se hizo a un lado,
creando una opción para correr si fuera necesario, pero no tan
lejos para evitar proteger al armiger una vez más si fuera nece-
sario.
"No. Simplemente la necesitaba."
"Así que la secuestraste."
"Por decirlo de alguna manera…"
La boca de la capitana se apretó. Cuando ella se veía así, la
mierda estaba a punto de ponerse seria. Niko rezó para que las
cosas no fueran a caer en picado. "Sí o no", dijo. "Es una pregunta
sencilla."
"Entonces sí, si insistes en definir mis acciones de esa ma-
nera."
"¿Y la tripulación? ¿Los mataste?"
"Por supuesto que no." Dijo con bastante sorpresa e indig-
nación que Niko le creyó. "Eran humanos. Los necesitaba."
"Así que los secuestraste."
"También es cierto, por así decirlo. Encuentro tu modo de
interrogación bastante… molesto."
"¿Por qué los secuestraste?"
Silencio.
"Está bien. A ver si lo entiendo. Robaste una nave de la ONI
y secuestraste a su tripulación. Y luego estrellaron la nave. To-
dos murieron excepto tú. ¿Eso lo resume todo?"
"Eso es correcto. Pero el accidente y sus muertes no fueron
mi intención. Me esforcé por protegerlos. Como dije, los necesi-
taba. Poco después de que tomé el control, hubo… complicacio-
nes. Según mis cálculos, sólo soy un 62,35% culpable de la tra-
gedia."
"¿Cómo sobreviviste al accidente?" Niko interrumpió.
"Fue una simple cuestión de pasar de un flujo de datos a
otro, reajustándolo a medida que las cosas se consumían y se
rompían. Había material de recuperación en una de las bahías
científicas. Estas partes, recuperadas del Ar… del mismo lugar
en el que me recuperaron a mí."
"Jesús. Es sólo 62,35% culpable." Ram se sentó en la pasa-
rela, con las piernas colgando y el rifle descansando sobre sus
piernas.
"Yo no soy una cosa, Ram Chalva. Soy… humano. Como tú.
Sólo que... muy superior. Y no aprecio tu impertinencia."
Niko se agarró el corazón y se giró para enfrentarse a la tri-
pulación. "No aprecia su impertinencia", repitió, apenas capaz
de contener su emoción. Luego volvió a girar. "Espera... ¿qué
quieres decir con que eres humano?"
CAPÍTULO 19

Me miran como si estuviera loco o bromeara, lo que me resulta


muy irritante. Ciertamente no estoy bromeando.
Sin embargo, en la locura…
Las emociones que se agitan en mi interior, indignación, mo-
lestia, impaciencia, fluyen libremente, todas las cosas se recuer-
dan, todas las cosas se simulan, aunque se manifiesten como
muy… reales.
Qué extraño.
Supongo que desde su punto de vista, la idea de que yo sea
humano es inconcebible. Pero entonces, su visión de lo que es po-
sible es pequeña y limitada.
No importa, expandiré sus mentes.
Esta noción me da un gran placer.
Soy humano, quiero repetirlo.
Soy Chakas.
Soy 343 Guilty Spark.
Soy Forerunner. Ancilla. Armiger.
¿Lo soy? ¿O lo era?
Tal vez ahí es donde radica mi conflicto.
Me quedo perfectamente quieto.
Muchas de las cadenas de mi personalidad fragmentada han
sido reparadas y combinadas (o desechadas) en mi tiempo en el
planeta. Quedan dos. Fuego y hielo, chocan. No deben estar juntos.
Sin embargo, los superviso a ambos, me inspiro en ambos, me nu-
tro de ambos y me guío por ambos.
¿Me he convertido en una tercera cadena, entonces?
El supervisor de las otras dos.
Pasó un milisegundo mientras pensaba en esto. La tripulación
se acerca más. Susurran, lanzando miradas cautelosas hacia mí.
Yo, por supuesto, puedo oír cada palabra. Su sospecha y separa-
ción no mejoran mi disposición.
Estoy aquí. Ellos están allí. Yo no soy como ellos. Nunca seré
como ellos.
Por supuesto, no tengo ningún deseo de serlo.
Quizás son las armas que apuntan en mi dirección. El miedo
que produce mi presencia.
Todo se siente extrañamente cansado y familiar...
Me doy cuenta de que la forma de armiger es algo angus-
tiante. Durante mi tiempo en Geranos-a, me las arreglé para ha-
cer sólo pequeños cambios en la severidad de esta forma debido a
una interfaz dañada entre las células de máquina del constructo
y el marco de inteligencia que comandé.
"Una nave ha emergido del desliespacio", les digo. "Con su
rumbo y velocidad, detectará su nave en aproximadamente doce
minutos."
"¿Cómo lo sabes?" pregunta Niko.
"He estado en los sistemas de su nave desde que la abordé."
"Oh Dios, no otra vez." La Capitana Forge se apresura a ir al
panel de sistemas cercano.
"Les sugiero que abandonen el planeta inmediatamente. No
tienen la potencia de fuego capaz de ganar un enfrentamiento con
un merodeador de la ONI."
"Tiene que ser la Taurokado", dice Lessa.
Ram se pone de pie. "¿Ya?"
"Si se demora más, no tendrá la capacidad de huir, Capitana",
le digo. "Si logran detenerme, no seré responsable de mis acciones.
Ya he sido encarcelado bastante tiempo, mucho más de lo que
pueden imaginar. No quiero hacerles daño. Intentaré ser cero por
ciento culpable de cualquier daño previsible a ustedes o a su nave.
Ahora, por favor. Debe huir.
"Cap", dice Niko en el panel de sistemas de la pared del mam-
paro. "Tiene razón. Hay una nave que se acerca rápidamente."
"Lo sé, puedo ver." La Capitana Forge entra en la rampa y
sube las escaleras de dos en dos, pero la nave se tambalea. He ocu-
pado los propulsores de la As de Picas sin su aporte. Se agarra a
la barandilla para mantener el equilibrio mientras la nave se
eleva rápidamente por el aire. Sus ojos me miran fijamente. "¡Sal
de mi nave!"
"Disculpe, Capitana. No lo haré. Su proceso de decisión se
mueve con todo el ímpetu de un caracol. Ha perdido el tiempo. Sin
mi ayuda, seremos detenidos, y no puedo permitir otro retraso."
Levanto la barbilla y cruzo los brazos sobre el pecho en un
gesto decididamente humano. Deben saber que hablo en serio y
no van a influenciarme.
Niko observa el intercambio con sorpresa y temor mientras
las mejillas de la capitana se ponen rojas de ira. Quiere el control.
Lo entiendo.
Pero, al igual que yo, se preocupa por su libertad y la de su
tripulación. Cuento con ello. Me dedica un último ceño fruncido,
sabiendo que está atrapada, sabiendo que no puede hacer nada.
"¡No frías mi motor!"
"Recibido, Capitana Forge. Por favor, esperen y prepárense
para entrar en el desliespacio."
No hemos llegado a la exosfera de este planeta, pero no puedo
esperar. Introduzco las coordenadas y ordeno al motor primitivo
que entre en el espacio.
"¿Qué estás haciendo? ¡No podemos saltar aquí!"
La Capitana Forge y la tripulación se aferran mientras la
nave asciende. "Por supuesto que podemos", digo. "La atmósfera
es fina y está compuesta principalmente de carbono, lo que nos
permitirá abrir un portal en la estratosfera sin incidentes."
Aunque es una nave pequeña y tosca, responde a mis deman-
das de forma ágil y rápida.
Entonces, de repente… la tranquilidad.
En cuanto estamos en el desliespacio, la Capitana Forge sube
corriendo el resto de las escaleras hasta el panel del aterrizaje.
"¿Nos han seguido?" pregunta Lessa, todavía aferrándose a la
barandilla de la escalera.
"No." La Capitana agarra la barandilla superior, sus nudillos
están blancos y su boca forma una línea de enojo. "¿Adónde dia-
blos nos llevas?"
"He trazado un rumbo hacia la instalación Forerunner más
cercana, Etran Harborage. Contiene todo lo que necesito para el
viaje que tengo por delante. Sin embargo, no he podido conectar
con la ancilla de allí. Pero no es algo que me preocupe."
La tripulación parece desconcertada por mi respuesta, la con-
moción y la incredulidad son el estado de ánimo que prevalece.
Los ojos oscuros de Niko están muy redondos. Lo observo, tra-
tando de determinar si la mirada de su rostro muestra horror o
entusiasmo. Decido que es ambas cosas.
Le guste o no a la capitana, vamos a Etran Harborage. Mi iti-
nerario no ha cambiado. Después de utilizar uno de los portales
sobrevivientes del Arca para regresar a la galaxia, tenía la inten-
ción de llevar a la Rubicon allí y aplicarle una semilla de mejora
a la nave para prepararla para el viaje que se avecina, pero la As
de Picas lo hará igual de bien. De hecho, lo hará mejor. Es más
discreta, más pequeña, más rápida y mucho más fácil de manipu-
lar.
Una nave Forerunner sería ideal, por supuesto, pero eso lla-
maría demasiado la atención para mis planes.
A medida que los estudio, detecto otra expresión más cercana
al miedo.
Es la comprensión de que están atrapados, como los pájaros
que una vez atrapé de niño y vendí a un comerciante en las calles
de Marontik. Muchas jaulas... atrapados por algo más inteligente
y avanzado.
Están a mi merced y lo saben.
No prefiero este aspecto en ellos.
También me resulta familiar.
Sé lo que es ser controlado por otros, que me quiten mis op-
ciones.
Si le hago lo mismo a estos humanos, ¿no me hace eso igual
que el Didacta, el Maestro Constructor, e incluso la Bibliotecaria?
A pesar de saber que no tienen elección, apuntan sus escasas
armas en mi dirección. Deben saber que dispararlas mientras es-
tán en el desliespacio podría resultar en una destrucción total,
pero puedo ver que harán lo que sea necesario para ser libres.
La libertad significa para ellos lo que ahora significa para mí.
"No seré encarcelado", digo.
"Nosotros tampoco", responde inmediatamente la Capitana
Forge.
He pasado tres años en Geranos-a para reparar, analizar, ca-
talogar y recordar que soy humano. No he perdido mi pasado, no
he perdido lo que se siente o lo que es ser humano. Y no he perdido
lo que fue ser 343 Guilty Spark.
Lo recuerdo, y no me gusta lo que se recuerda.
Es difícil. Despiadado. Robótico. Solitario.
No quiero ser tan… frío… otra vez.
Y no quiero perder a estos humanos como perdí a los otros.
"No quiero ni puedo ser encarcelado", repito. "Pero tampoco
lo haré con ustedes."
Me doy cuenta de que esta afirmación es aplacadora, y quizás
no sea del todo cierta. Sin embargo, debo encontrar la manera de
hacer que quieran lo que yo quiero.
CAPÍTULO 20

As de Picas, desliespacio hacia Etran Harborage

a As podría haberse movido pacíficamente por el desliespacio,


pero la batalla dentro de Rion era feroz. Perder el control de su
nave era una maldita pesadilla.
La tensión llenaba la bodega. Su arma seguía apuntando ha-
cia los elegantes componentes metálicos que formaban el armi-
ger mientras la miraba a través de unos brillantes ojos azules.
Así que no quería que nadie fuera encarcelado, una afirmación
vacía, dado que acababa de infiltrarse en los sistemas de su nave
y dar órdenes.
Aun así, Rion tenía curiosidad por su comportamiento. Cual-
quier dilema moral que tuviera lugar en el interior del armiger
podría funcionar a su favor, o podría convertirse en un desastre
total.
"Quieres hacernos creer que no tomarás el control de nues-
tra nave como hiciste con la Rubicon", dijo, bajando su arma y
bajando las escaleras.
"Admito que esa era mi intención original. Pero ahora veo
que si voy a abrazar de verdad mi humanidad, emplearé una tác-
tica diferente." Hizo una ligera reverencia como si les conce-
diera un gran honor. "Cooperación."
Rion se detuvo. "Cooperación", repitió, sin impresionarse.
"En efecto. Etran Harborage es un mundo escudo Forerun-
ner, Capitana. Llevarte allí nos beneficia a ambos. Dentro de este
mundo, puedes reclamar todos los materiales y herramientas
que tu nave pueda llevar. Hay una flota Forerunner entera a tu
disposición. Y necesitas desesperadamente que te rescaten, ¿no
es así?"
Era astuto, ella le concedería eso.
"Pero espera. Todavía no has respondido a mi pregunta ori-
ginal", dijo Niko. "Y ahora mismo, ¿qué quisiste decir con abra-
zar tu humanidad? ¿Eras realmente humano? ¿Te hicieron los
Forerunners, y cómo es eso posible? Los Forerunners y los hu-
manos no existían en la misma línea de tiempo, ni siquiera
cerca."
"La historia de la raza humana se ha perdido a través de la
guerra, a través del tiempo, a través de las maquinaciones de
aquellos que se fueron hace mucho tiempo y de aquellos en los
niveles más altos de su sociedad actual. Les aseguro que la hu-
manidad existió realmente durante la época de los Forerunners.
Los humanos eran una fuerza en la galaxia, una civilización in-
terestelar con avances que ni siquiera los Forerunners com-
prendían completamente."
Rion se detuvo en las escaleras, completamente desorien-
tada por sus palabras. "Entonces, ¿dónde están ahora?"
"Me temo que desaparecieron hace mucho tiempo. La hu-
manidad se enfrentó a una guerra brutal con los Forerunners. Y
perdieron. Como castigo, fueron involucionados, volvieron a ser
meros cazadores-recolectores, y regresaron a su mundo natal,
Erde-Tyrene. A lo que ustedes llaman la Tierra. Yo nací entre es-
tos humanos involucionados.
"Yo era humano. Luego fui Forerunner. Fui testigo del final
de todo, y sobreviví durante cien mil años, esperando y viendo
cómo la galaxia volvía a la vida después de que la destruyéra-
mos."
"¿Tienes… cien mil años?" Dijo Less, atrapada entre el asom-
bro y la sospecha.
Asintió. "Más o menos, sí."
Sus palabras retumbaron en la cabeza de Rion. Todo lo que
decía iba en contra de los fundamentos de la historia humana,
todo lo que sabían, todo lo que eran. Hablaba con tal sencillez
que se detuvo un momento, y no supo cómo responder o qué
sentir. Y tampoco, obviamente, la tripulación.
Los restos de la antigua y misteriosa civilización Forerun-
ner llenaban la galaxia, añadiendo piezas a un pasado que había
sido olvidado hace mucho tiempo. Si habían existido hace cien
mil años, ¿qué otra cosa era posible?
Rion apagó su rifle, se lo puso detrás de la cadera y volvió a
subir las escaleras. Se dirigió a la pasarela, molestándose y en-
fadándose, las campanas de alarma sonando en su cabeza, pe-
queños hilos de duda retorciéndose y enhebrándose en sus ins-
tintos y creencias.
"¿A dónde vas?" Niko llamó tras ella.
Lanzó una mano y siguió caminando. ¿Quién diablos lo sa-
bía? Ella ya se iba. Ya había oído suficiente.
Este no era el plan. Deberían estar ahí fuera recuperando,
buscando a su padre, haciendo lo que hacían, siguiendo con las
vidas que habían construido, no involucrados en un extraño ex-
perimento de la ONI con un robot loco que pensaba que era un
humano de hace eones.
Esto no era lo que ella quería.
Después de un breve momento de vacilación, la tripulación
la siguió, dejando atrás al armiger, entrando en la sala de estar
detrás de Rion. Inmediatamente fue a buscar el whisky de caña
de pantano en el gabinete sobre el fregadero, tomó un vaso y
vertió una dosis saludable, tragando su fuerte sabor de un solo
golpe. Sus ojos se cerraron mientras se concentraba en la que-
madura de su garganta y en el calor que se extendía por su estó-
mago inquieto.
Una mano le quitó la botella de las manos. Abrió los ojos
para ver a Ram tomando su vaso y sirviéndose un trago. Cuando
terminó, se la pasó a Lessa y luego a Niko.
Durante un largo y pesado momento, nadie habló. Nadie sa-
bía qué decir.
"¿Crees que está diciendo la verdad?" Ram finalmente pre-
guntó mientras se apoyaba en el mostrador.
Rion soltó una risa aguda. "¿Que no tomará el control? ¿O
que es una mente humana de cien mil años en un cuerpo cons-
truido por los Forerunner? ¿O que los humanos fueron una vez
contemporáneos de los Forerunners? ¿O que nos regresaron a
los hombres de las cavernas?" Puso los ojos en blanco. "Jesús.
Escoge lo que quieras."
"No veo razón para que mienta sobre la historia", dijo Niko.
Estaba sentado en la mesa, la silla echada hacia atrás. "Y si que-
ría hacerse cargo, podría haberlo hecho."
"Ya lo ha hecho", dijo Lessa, dejándose caer en el sofá. "Está
siendo amable al respecto. Por ahora."
"¿Y quién dice que una vez que sobrevivamos a nuestra uti-
lidad, no nos matará o se llevará la As y nos dejará tirados? No
tenemos ni idea de cuáles son sus planes ni de cuál es su objetivo
final", dijo Rion. Todo lo que sabían era que estaban en camino
hacia un mundo escudo Forerunner.
Niko se sentó adelante, sacudiendo la cabeza. "Ustedes no
están viendo realmente el panorama general aquí. Digamos que
está diciendo la verdad. Puede que se formara de una mente
humana activa, pero ahora es una IA Forerunner completa-
mente funcional. ¿No ven el valor de eso?"
"Claro. Si pudiéramos confiar en él", dijo Lessa suavemente.
"Tiene cien mil años de conocimiento", insistió Niko. "Pro-
bablemente sabe dónde estaba cada planeta, ciudad y centro Fo-
rerunner, cómo operar las reliquias y los artefactos, cómo cons-
truir la tecnología Forerunner. Diablos, nos está llevando a un
mundo Forerunner donde podemos elegir nuestra recuperación.
Esto es todo lo que siempre hemos soñado."
"Y yo que pensaba que simplemente tomaríamos un núcleo
de datos", murmuró Rion, tomando otro trago de whisky. Se lim-
pió una mano sobre su boca. "Vamos a tener a todo el UEG tras
esta cosa."
"No necesariamente", dijo Rion. "Ya lo has oído. Dijo que no
estaba en el cuerpo del armiger cuando la Rubicon se estrelló. Si
debemos creerlo, nadie sabe que es esta... cosa ahora. Por lo que
sabe la ONI, la IA fue destruida cuando la nave se estrelló. Puede
que no tengan ni idea de si sobrevivió o de quién hizo la llamada
de auxilio."
"No, pero la Taurokado podría habernos identificado
cuando nos íbamos", dijo Lessa. "De cualquier manera, bajarán
al lugar y verán que ha desaparecido mucho material de salva-
mento. Y si saben que somos nosotros, tendrán que ir tras la As
para asegurarse de que no tenemos su activo. Eso no cambia el
hecho de que ahora somos un objetivo."
"Es una gran galaxia, Less. Podríamos terminar siendo un
objetivo, pero ahora tenemos una súper IA de nuestro lado", dijo
Niko.
"Está de su lado, Niko, no del nuestro", respondió Less.
"Tiene su propia agenda."
El silencio se instaló en la sala de estar, el zumbido de los
motores de la As en el fondo. Rion miraba fijamente la pantalla,
nada más que negro y la ocasional mancha de alguna estrella
más allá de la burbuja desliespacial. Una jaula seguía siendo una
jaula, sin importar cuán libres fueran para vagar dentro de ella.
El armiger tenía acceso a cada parte de su nave, y muy proba-
blemente estaba escuchando incluso ahora. Y mientras estaban
atrapados en el desliespacio, no había una maldita cosa que pu-
diera hacer al respecto.
"Estamos detenidos hasta que salgamos del salto", les dijo.
"Niko, asegúrate de terminar el mantenimiento de Michelle. Po-
dríamos necesitarla en el lugar al que vamos."
Frunció el ceño. "Pero…"
Rion lo miró fijamente. Michelle no necesitaba manteni-
miento, pero tenía un muy buen generador de pulso PEM. No
podían usarlo en ningún lugar cerca de la nave, pero una vez que
llegaran a donde el armiger los llevara, Rion necesitaba todas las
opciones disponibles, especialmente la capacidad de apagar esa
cosa y recuperar el control.
CAPÍTULO 21

Instalación en Voi, Kenia, África, Tierra

nnabelle se sentó en la silla de su escritorio y se frotó la cara


de frustración, tratando de mantener la compostura.
Una nave de recuperación. Una maldita nave de recupera-
ción. Increíble.
Y habían saltado antes de que la Taurokado pudiera dete-
nerlos.
Ya podrían haber atravesado la galaxia. Ella quería gritar.
Los oportunistas de las Colonias Exteriores eran escoria, es-
pinas en el costado del UEG. La ONI tenía mejores cosas que ha-
cer que jugar a ser niñera de un montón de ladrones y contra-
bandistas de poca monta. Había cosas más grandes sucediendo
en la galaxia, cosas mucho más grandes. Y para empeorar las co-
sas, Hugo Barton estaba en la línea dándole un sermón sobre la
importancia de su investigación y...
"...y si alguna vez sacan a mi equipo y a mi nave fuera de
curso otra vez, haré una queja formal a la CENJONI y al ALTO
COMANDO."
Dejó escapar un largo y constante aliento. "Obtener a 343
Guilty Spark es una prioridad mucho más alta que un campo de
escombros Forerunner en este momento. Me doy cuenta de que
la Taurokado está bajo tu mando, pero era la nave más cercana
a mi activo. Si quieres hablar con Osman, por favor, adelante. Y
ya que estás en eso, pregúntate quién aprobó la transferencia de
mando en primer lugar." Ella suspiró. "Hugo, no tengo tiempo
para esto, así que a menos que tengas algo constructivo que de-
cir, creo que hemos terminado aquí."
Él parpadeó, totalmente sorprendido por su aguda res-
puesta. ¿Estaba mal la intensa satisfacción que sintió ante la re-
pentina incapacidad de él para unir dos palabras? No. No estaba
nada mal. De hecho, ya era hora de que le diera a probar su pro-
pia medicina. Durante el último año, ella había soportado sus
degradantes sermones.
Debido a su experiencia supervisando el centro de investi-
gación Trevelyan en Onyx durante los últimos años, así como el
descubrimiento de la relación Nacido de las Estrellas en ese
tiempo, Barton era una opción obvia para asesorar en COMELI-
BROS. Él y el Dr. Iqbal tenían muchos años combinados de cono-
cimiento en la antigua civilización Forerunner, artefactos y tec-
nología. Y mucho antes de que Annabelle fuera elegida por la Al-
mirante Osman para dirigir COMELIBROS, habían obtenido al-
gunos de los más altos niveles de autorización dentro de las filas
de la ONI.
Y ahora que Barton podía añadir jefe de adquisiciones Fo-
rerunner a la descripción de su trabajo, que era un título de lujo
que significaba que todos los descubrimientos de grandes sitios
Forerunner y artefactos notables eran canalizados a través de
su oficina y analizados a la división apropiada, su ego había cre-
cido exponencialmente. Poseer el conocimiento que muy pocas
personas en la galaxia poseían podía subir a la cabeza de algunas
personas, aparentemente. A veces tenía que preguntarse si Os-
man habría estado mejor servida eligiendo a alguien con un his-
torial como el de Barton o Iqbal para dirigir COMELIBROS. Sí,
Annabelle había viajado a través del portal aquí en Voi y había
ido al Arca, siendo testigo de cosas maravillosas, peligrosas y
aleccionadoras. Pero no tenía conocimiento previo de la rela-
ción Nacido de las Estrellas o de la existencia de la Rubicon hasta
que el proceso de entrevista terminó, el trabajo era suyo, y sus
autorizaciones de seguridad llegaron.
Y entonces su mente había explotado.
"Mi nave ha llegado al sistema", le dijo a Barton después de
que terminara otro sermón que ni siquiera había escuchado. "El
mando de la Taurokado es tuyo una vez más. Feliz cacería."
Cortó la transmisión y se sentó, dejando salir un largo aliento y
captando movimiento por el rabillo del ojo.
El Teniente Comandante Radeen estaba de pie en la puerta.
No tenía ni idea de si acababa de llegar o si había oído todo
el intercambio. Rara vez mostraba alguna emoción de una forma
u otra, pero ella pensó, por un breve momento, que había un
destello de orgullo en sus ojos.
"¿Comandante?"
Él entró en la habitación. "El informe completo del equipo
RA debería llegar en una hora."
"Bien. Cuando lo tenga, páselo inmediatamente."
Dudó, pareciendo que quería decir más, pero luego decidió
no hacerlo. Bajó la cabeza, sonrió y cerró la puerta tras él.
Annabelle se sentó allí aturdida. Las maravillas nunca cesa-
ban. Esa podría ser la primera vez en años que ella había visto
al hombre sonreír.
CAPÍTULO 22

UNSC Taurokado, Estación Júpiter, sistema Sol, 20 de


junio de 2557

uando se trataba de Rion Forge, el fracaso parecía seguir a


Walter Hahn dondequiera que fuera. No importaba que le hu-
biera asegurado a Hugo Barton su campo de escombros y su IA
Forerunner. No importaba que, gracias a sus esfuerzos, la Ofi-
cina de Inteligencia Naval continuara logrando grandes cosas,
cosas necesarias, por el bien de la galaxia, tanto si la galaxia en
general lo sabía o lo aprobaba como si no.
Todo eso se quedó corto y fue olvidado en el momento en
que entraban en la atmósfera de Geranos-a y vieron a la As de
Picas.
Nadie se había sorprendido más que el propio Hahn.
No podía empezar a imaginar cómo demonios habían en-
contrado el sitio los rescatadores. Pero sabía que no era una
coincidencia.
Esto era una venganza, simple y llanamente.
Ahora Barton, y sin duda toda la tripulación de la Tauro-
kado, lo veía como la causa. Porque había cometido un error crí-
tico con Rion Forge: le había quitado demasiado. Ella se había
metido bajo su piel, lo admitió, y él había ido demasiado lejos.
En lugar de asustarla para que se sometiera, había creado una
enemiga… y una imprudente.
A Hahn no se le había escapado la mirada del Spartan Novak
cuando se llevó los recuerdos y archivos de su padre. Había
pensado que era severo y atrevido, pero en retrospectiva era
duro y tal vez innecesario.
Era demasiado tarde para retroceder el reloj.
Poco después de llegar a Geranos-a, una nave negra de la
ONI apareció y procedió a ocuparse del lugar en el planeta de
abajo. Hahn no tenía ni idea de lo que, si acaso, Rion y su tripu-
lación podrían haber recuperado de la superficie, pero no ha-
bían ido allí de permiso en tierra. Ahora estaba atado y decidido
a recuperar lo que habían tomado y corregir su error.
Hahn buscaba el máximo control de daños; tenía que hacer
algo ahora.
Con un poco de investigación y la ayuda de Turk, pudo loca-
lizar a la oficial al mando que los había enviado a Geranos-a en
primer lugar… una tal Capitana Annabelle Richards.
Esperó 24 horas completas en la Estación Júpiter para obte-
ner una respuesta antes de que su ayudante lo alertara con bue-
nas noticias. "Señor, ella está en la línea."
Hahn se sentó más derecho en la silla de su escritorio, tiró
de su chaqueta negra de la ONI para suavizar cualquier pliegue,
y luego encendió su pantalla. La cara que lo miraba fijamente no
era lo que esperaba. Annabelle Richards era una mujer pequeña
y delgada con cabello rojo lacio en el medio, con una parte detrás
de la oreja. Mirar su expediente no estaba en su nivel de pago,
pero considerando todos los obstáculos que había encontrado
sólo para obtener su información de contacto, ella debía ser muy
importante dentro de las filas de la ONI.
"Agente Hahn", dijo, sin molestarse en ocultar su impacien-
cia.
"Sí, señora. Como ya sabrá, soy el agente anti-contrabando
en la Taurokado…"
"Sí, lo sé", interrumpió. "Leí su expediente. Y leí el informe
de la Capitana Karah. Ninguno de los cuales ha sido muy útil.
Subestimó a sus recuperadores, Agente Hahn, se enemistó con
ellos cuando su directiva era y es hacerlos trabajar para noso-
tros, se den cuenta o no... o quieran o no." Ella le dio una mirada
cansada, algo dolorida. "A menos que sepas dónde están con mis
restos, no veo el punto..."
"Así que sí se llevaron algo." Su expresión plana le dijo que
se había excedido. "Por favor", dijo él rápidamente antes de que
ella abandonara la transmisión. "Capitana, no sé dónde están en
este momento, pero creo que lo sabré."
"¿Qué está diciendo?"
"Digo que puedo atraer a la As de Picas a una reunión."
Sus ojos se volvieron agudos y estrechos. "Podrían estar en
cualquier lugar de la galaxia ahora mismo. ¿Qué te hace pensar
que puedes hacerles llegar un mensaje?"
"Navegar por el comercio de contrabando en las Colonias
Exteriores es mi especialidad, señora. Lo conozco bastante bien.
Hay líneas de comunicación, canales que son usados por comer-
ciantes y recuperadores. Todo el mundo ahí fuera sabe cuándo
entran las mercancías, cuándo se hacen ventas privadas, cuándo
se descubren grandes cosas. La As de Picas puede estar en el des-
liespacio o escondiéndose en algún planeta sin comunicaciones,
pero no lo harán para siempre. Y cuando vuelvan a aparecer, se
registrarán. Querrán saber el estado de las cosas... si todavía es-
tamos tras ellos, cuán seguros están. Propongo que enviemos un
mensaje, uno que les resulte atractivo."
"¿Cuál es?"
"Que estamos dispuestos a hacer un trato. Creo que es por
eso que fueron a Geranos-a."
"¿A robar propiedad de la ONI y luego intercambiarla con
nosotros?" Ella sacudió la cabeza con incredulidad.
"Sé que suena absurdo e imprudente, pero por favor com-
prenda que estos recuperadores, operan en un nivel diferente.
No tienen respeto por la ley ni por los militares. Se consideran
iguales a nosotros en todos los sentidos."
La Capitana Richards no parecía convencida. Que alguien
pensara en robar a la ONI y luego tratara de hacer un trato...
hasta a Hahn, de hecho le sonaba ridículo. Pero las cosas eran
diferentes en las Colonias Exteriores.
"Si ofrecemos un intercambio y podemos endulzar el trato,
por así decirlo, puede que no sean capaces de resistirse."
"Explíquese."
"Tomamos… tengo en mi poder los artículos confiscados a
la tripulación por el Artículo Ocho Cero Nueve Punto Siete Cinco
de la Directiva de Salvamento del UNSC, que incluía propiedad
personal, salvamento, cuentas bancarias, y, de la capitana, infor-
mación sobre la UNSC Spirit of Fire."
"Todo esto ya lo sé."
"Sí, por supuesto. Pero su líder, la Capitana Rion Forge, es la
hija de uno de los tripulantes de la Spirit of Fire. Ha estado bus-
cando esa nave durante mucho tiempo. Y honestamente, ha te-
nido más éxito que nosotros. Haré que le envíen su expediente.
Pero creo que debido a sus lazos emocionales, podemos atraerla
con la devolución de sus artículos, más información adicional
sobre la nave."
"Se da cuenta de que podría no haber ninguna información
adicional sobre la nave."
"Ella no lo sabe."
Una afilada ceja roja se levantó ligeramente, y Richards lo
miró durante un largo momento. "No está en mi naturaleza tran-
quilizar a los ladrones y criminales. Pero nuestras opciones
ahora son limitadas, ¿no es así?"
Hahn ignoró la indirecta. "Ellos comercian, Capitana Ri-
chards. Y cuando lo hagan, tomaremos la nave y recuperaremos
los restos que tomaron de Geranos-a."
"Muy bien, Agente Hahn. Envíe su mensaje. Mi IA, Ferguson,
se pondrá en contacto con usted a través de mi canal seguro. Y
arreglaré que usted y su personal se queden en la Estación Júpi-
ter a esperar una respuesta. Si hay una, quiero saberlo inmedia-
tamente."
"Sí, señora. Gracias."
La pantalla se puso negra, y Hahn se relajó en su silla para
dejar salir el aliento que había estado conteniendo.
Rion Forge haría un trato. Estaba seguro de ello.
Su motivo era la venganza, después de todo. Como motiva-
ción, siempre era una confiable, que por experiencia entendía
muy bien.
CAPÍTULO 23

Instalación en Voi, Kenia, África, Tierra

l cerrar su canal con el Agente Hahn, Annabelle dio un golpe-


cito con los dedos en el escritorio. Después de recibir el informe
inicial de la Bad Moon Rising sobre el sitio de salvamento, estaba
lívida y algo deprimida, pero la propuesta de Hahn ofrecía una
solución intrigante. Si pudieran atraer a Forge a una reunión,
podrían tener éxito.
"¿Ferg?"
La IA de la instalación apareció sobre el panel holográfico
integrado en su escritorio. Era delgado y alto en forma, y había
elegido vestirse con un traje de negocios de aspecto elegante,
camisa de vestido blanca y corbata a cuadros. "¿Sí, Directora Ri-
chards?"
"Me gustaría tener toda la información que tenemos sobre
la embarcación de la clase Phoenix del UNSC, Spirit of Fire. Toda
la información. Si hay algo extraoficial o escondido en los archi-
vos de sólo ojos, quiero saberlo."
"Muy bien, Directora."
La influencia sobre la Capitana Forge podría ser vital.
Sintiéndose esperanzada por primera vez en días, Annabe-
lle dejó su oficina para buscar un poco de aire fresco. Tomó el
elevador hasta la superficie, y luego subió por los peldaños me-
tálicos del generador de energía del aeródromo. En el techo del
edificio de un piso había una plataforma de observación.
Desde esta posición podía ver muy lejos a través de la sa-
bana plana hasta el tenue pico del Kilimanjaro en el oeste y el
nebuloso paisaje urbano de Nueva Mombasa en el sureste,
donde el esfuerzo de reconstrucción estaba en curso, y todavía
más cerca del borde del Artefacto, también conocido como la Ex-
cesión, el generador de portal desliespacial Forerunner dejado
en la Tierra hace eones por la Bibliotecaria. Una vez activado, el
generador abría un portal que conducía al exterior de la galaxia
a uno de los mayores logros tecnológicos de los Forerunners: el
Arca.
De ciento diecisiete kilómetros de diámetro, la profunda de-
presión de la Tierra causada por el Artefacto había creado un
borde que se podía ver a un kilómetro de distancia, a veces más
en un día claro. Annabelle había sido testigo de primera mano
de la puesta en marcha del portal, de los pilones que se elevaban
a una altura imposible en el aire, y de la asombrosa tormenta
eléctrica que se generaba en el aire.
Había entrado en el portal y viajado hasta el mismo Arca…
Habían pasado dos años, pero a veces se sentía como si hu-
biera sido ayer.
Alejando su mente de pensamientos oscuros, dejó que su
mirada se desviara sobre las hierbas secas. En algún lugar de ahí
fuera, la Bibliotecaria y su compañero, Catalogo, se habían ase-
gurado de la construcción del portal antes de morir aquí en la
Tierra.
Por supuesto, 343 Guilty Spark había sugerido un final dife-
rente.
Una de las directivas de Annabelle era averiguar si la afir-
mación de Guilty Spark era cierta. ¿Había sobrevivido la Biblio-
tecaria al disparo de la Matriz de Halo? La CENJONI quería una
respuesta definitiva.
Porque encontrar esa respuesta podría llevarlos a un tesoro
mucho más grande que la propia Bibliotecaria.
El Santo Grial de la ONI.
El proyecto: COMELIBROS no se trataba solo sobre Guilty
Spark o la Bibliotecaria. Al final, todos los caminos conducían al
Dominio. ¿Y cómo no iban a hacerlo?
La relación Nacido de las Estrellas les había dado su primera
introducción al Dominio, un repositorio cuántico que contenía
todo el conocimiento y la experiencia de toda la civilización Fo-
rerunner. Pero no había sido creado por ellos. Era mucho, mu-
cho más antiguo… creado por los escurridizos Precursores y se
decía que contenía cien mil millones de años de sabiduría y ex-
periencia desde "antes de que hubiera estrellas" hasta la caída
de los Forerunners.
Annabelle se acercó a la barandilla mientras el viento ca-
liente y árido agitaba los pastos y soplaba sobre su piel. Con su
tez clara, nunca podía permanecer en la cima por mucho tiempo
durante el día, pero le encantaba estar aquí, especialmente
ahora que el sol comenzaba a ponerse, bañando la tierra con un
polvoriento brillo naranja.
A menudo se preguntaba cómo se veía el paisaje cuando la
Bibliotecaria y Catálogo estuvieron aquí, esperando que el pulso
de Halo llegara a ellos, aceptando su destino, y sabiendo, al me-
nos, que tendrían éxito no sólo en matar de hambre al Flood eli-
minando su fuente de alimento, sino en resembrar la galaxia
después de que fuera seguro hacerlo.
Sin los esfuerzos de la Bibliotecaria, la humanidad podría no
haber continuado. La Moldeadora de Vida había establecido el
escenario. Preparado. Sacrificado. A lo mejor pensaba que había
hecho todo lo que podía. Annabelle sólo podía imaginar el ho-
rror que la Bibliotecaria debió sentir al descubrir en el último
minuto que lo más precioso del universo, el Dominio, también
sería destruido en el disparo de la Matriz de Halo. La Forerunner
no había contado con eso, ni siquiera sabía que tal cosa era po-
sible.
Pero una vez que lo supo, todos los análisis de los bots de la
ONI apuntaban a una acción.
Los bots habían estudiado lo que sabían sobre la Biblioteca-
ria, habían construido perfiles de personalidad, y una cosa es-
taba muy clara: ella habría intentado, hasta su último aliento,
salvar el Dominio. Había enviado un mensaje a su esposo, Na-
cido de las Estrellas, el IsoDidacta, con la esperanza de que re-
parara cualquier daño que se le hiciera al Dominio, pero ¿podía
contar con que él recibiera el mensaje o tuviera éxito?
La pregunta seguía siendo: ¿Había hecho ella algo más?
Annabelle no estaba tan segura, no hasta que el Dr. Iqbal y
su equipo descubrieron los restos de lo que se creía que era el
Catálogo de la Bibliotecaria a siete metros de profundidad en la
Irregularidad Ross-Ziegler, una capa geológica fósil ausente en
la Tierra que coincidía con el momento de la energía destructiva
de Halo.
Gracias a otro Catálogo encontrado por el equipo de Hugo
Barton en Onyx, supieron inmediatamente lo que habían desen-
terrado y esperaban encontrar también un núcleo de datos que
contuviera un testimonio similar al de la Relación Nacido de las
Estrellas. Pero todo lo que pudieron recuperar fue una masa no
identificable, retorcida y deformada dentro del caparazón del
Catálogo y un núcleo de datos erosionado que no ofrecía nada
de valor.
Habían estado tan cerca de resolver el misterio de los últi-
mos momentos de la Bibliotecaria. Como lo dictaba su rango, el
trabajo de un Catálogo era observar y tomar testimonio para el
registro jurídico de los Forerunners. Lo habría registrado todo,
cada palabra, cada momento, hasta el final.
El misterio sólo se profundizó cuando no se descubrió nada
más en el área de la excavación, sugiriendo que el Catálogo po-
dría haber estado solo cuando murió.
Entonces, ¿dónde estaba la Bibliotecaria? ¿Seguía ahí fuera,
enterrada bajo la sabana, bajo un terreno cambiante que había
evolucionado, se había inundado, se había movido una y otra vez
con el tiempo, quizás llevándose sus restos consigo?
¿O Guilty Spark estaba en lo cierto?
Sus últimas palabras a los oficiales de la Rubicon habían
quedado grabadas en la memoria de Annabelle, las había leído
muchas veces:
"...Ustedes y yo somos hermanos en muchos sentidos… no
en el mero hecho de haber enfrentado al Didacta antes, y
enfrentarlo ahora, y quizás en el futuro. Este es un com-
bate eterno, una enemistad sin cuartel, unificados por
una sola cosa: nuestro amor por la escurridiza Moldea-
dora de Vida. Sin ella, los humanos se habrían extinguido
muchas veces. Tanto yo como el Didacta la amamos hasta
el día de hoy.
Algunos dicen que está muerta, que murió en la Tie-
rra. Pero eso es manifiestamente falso…
...después de cien mil años de exploración y estudio,
sé dónde encontrarla."
El análisis sugería que la Moldeadora de Vida a la que Guilty
Spark se refería en sus pensamientos finales era en efecto la Bi-
bliotecaria, Primera Luz que Teje la Canción Viva. Guilty Spark y
el Didacta no tenían otro amor común excepto por la Moldea-
dora de Vida conocida como la Bibliotecaria. No había nadie que
amara a la humanidad más que ella, y no se creía que algún otro
Moldeador de Vida hubiera muerto en la Tierra.
Sin embargo, lo que Annabelle encontraba particularmente
perturbador era la mención de su creencia a la tripulación de la
Rubicon, Guilty Spark quería que se supiera que estaba viva.
La pregunta era: ¿por qué?
CAPÍTULO 24

As de Picas, desliespacio hacia Etran Harborage, 29 de


junio de 2557

ion estaba en la mesa táctica, vigilando de cerca la informa-


ción del desliespacio, con curiosidad por el destino elegido por
el armiger y temiendo a lo desconocido.
La tripulación se había reunido en el puente, y estaban sen-
tados en sus estaciones, esperando y monitoreando los siste-
mas. No había manera de saber hacia dónde se dirigían, porque
el destino no era inherentemente conocido por los nuevos ma-
pas estelares que habían tenido que comprar en Venezia.
Cuando habían borrado todos sus registros de navegación y
mapas estelares anteriores, también habían desaparecido las
muchas anotaciones, más de una década de descubrimientos y
lugares apartados que no se encontraban a menudo en los ma-
pas habituales. Sus muchas copias de seguridad también habían
desaparecido, víctimas del robo de los almacenes por parte de
la ONI. A Rion le dolía el pecho por la pérdida. Años luz de viajes
y conocimientos de navegación simplemente ya no estaban allí.
No es que importara en este caso. El largamente perdido
mundo Forerunner que el armiger tenía en mente no estaría en
ninguno de sus mapas, viejos o nuevos.
Hablando de eso… El eco metálico de pasos más allá del
puente provocó que la columna vertebral de Rion se erizara. El
sonido crecía con cada paso que daba, hasta que el armiger apa-
reció en la puerta. Todo lo que pudo ver por un momento, antes
de que agachara la cabeza para entrar en el puente, fueron esos
extraños ojos y las líneas que denotaban los pómulos y la boca
que brillaban en azul en la oscuridad.
Una vez dentro, se enderezó hasta su casi tres metros de al-
tura, dio cuatro pasos hacia delante, y luego se detuvo detrás de
su silla de capitana.
Salvo por Niko, habían hecho un buen trabajo para evitarlo
hasta ahora, y parecía contento de permanecer mayormente en
la bodega de carga durante su viaje.
Rion desvió su atención cuando un timbre bajo les dijo que
estaban saliendo del portal desliespacial. La inquietud la hizo
agarrar los extremos de la mesa táctica mientras la As salía sua-
vemente del desliespacio y se sumía en… el caos.
"¿Qué...?"
"¡Contacto!" Ram gritó mientras una alerta estridente so-
naba a través del puente. Se dirigió de una silla a otra, tomando
los sistemas de armas e inmediatamente maniobrando los caño-
nes de la As para disparar sobre dos Seraphs que pasaban por
delante de su proa. "¡Están girando!"
Rion se apresuró a ir a su silla, sabiendo exactamente dónde
estaban. "¡Nos llevaste de vuelta al campo de escombros!" gritó
con incredulidad, deslizándose en su asiento y tomando una ac-
ción evasiva inmediata. "¡Agárrense!"
Los Seraphs de un solo piloto eran rápidos y ágiles cazas de
combate. Durante la Guerra del Covenant, habrían estado arma-
dos con láseres de pulso y cañones de plasma, pero sólo podía
rezar para que en la posguerra, su potencia de fuego fuera muy
escasa. Si no, la As estaba en un mundo de problemas.
Con cada maniobra realizada, los Seraphs contraatacaban,
manteniéndose pegados a la cola de la As mientras Rion pilotaba
la nave entre trozos de roca y metal. Los escombros explotaban
a su alrededor, rebotando contra los escudos y pulverizándose
en su camino cuando los cañones de plasma de los Seraphs no
daban en el blanco.
"Maldita sea", Rion maldijo su suerte.
"Capitana, si me permite controlar..."
"Ya has hecho suficiente." No tenía tiempo para lidiar con el
armiger o con su propia conmoción. Todo su enfoque estaba en
salir de este lío en una sola pieza.
El campo de escombros masivos era efectivamente un pla-
neta entero de detritos disponibles para esconderse y buscar, y
Rion lo usó para su ventaja. "Less, encuéntranos un bolsillo.
Niko, desvía toda la energía que puedas a los escudos."
"¡Allí!" Lessa señaló un gran trozo de roca con un saliente,
bajo el cual había un espacio negro que sugería una caverna.
Rion llevó los motores de la As hasta el límite, avanzando y
guiando a los pájaros violetas a través de un laberinto de vuel-
tas, subidas y zambullidas. Tan pronto como los perdió, supo
que sólo tenían momentos antes de ser encontrados de nuevo.
"Niko, tira un señuelo."
"En ello. Señuelo fuera, Cap. Eso debería mantenerlos ocu-
pados."
O por lo menos los confundiría un poco hasta que la As pu-
diera colocarse bajo el saliente y desviar toda la energía a los
deflectores. Rion dirigió la nave alrededor de la roca una vez
más, invirtió sus motores y se acomodó en las sombras.
El débil zumbido de la energía auxiliar de la As se hizo más
fuerte a medida que la espera se prolongaba.
"Capitana…" comenzó el armiger.
"Shh."
Permanecieron en silencio durante lo que parecieron horas,
cuando en realidad sólo habían pasado unos minutos. Final-
mente, Rion soltó su agarre mortal de los controles, ya que pa-
recía que los Seraphs habían abandonado la caza.
Con un suspiro de alivio, dirigió toda su atención a la cosa
que los había puesto en este lío; por suerte para el armiger tenía
un excedente de adrenalina que alimentó su furia en ciernes.
"¿Estás loco?"
Ante la duda de no saber cómo responder a esa pregunta,
Niko se lanzó. "Bueno, no es como si supiera..."
"Niko..."
"Me callaré ahora."
El armiger se dirigió a la pantalla de visualización y observó
los detritos, enormes piezas de infraestructura, pilones, vigas de
apoyo, instalaciones rotas y grandes trozos de lo que era el pro-
pio terreno, flotando más allá. "¿Cuándo fue destruido?"
De repente se dio cuenta de que no tenía ni idea de que el
mundo que una vez se conoció como Etran Harborage había sido
completamente destruido. "Hace 26 años", ella respondió. "Por
la nave de mi padre."
"La Spirit of Fire", dijo sombríamente, todavía mirando la
pantalla. "No hice la conexión antes del salto. No había coorde-
nadas que coincidieran en los registros de navegación de tu
nave para llegar a esa conclusión."
"¿Por qué elegiste este lugar?" Preguntó Niko.
"Simplemente seguía el camino previsto para la Rubicon. El
Puerto contenía una flota entera de acorazados y un astillero de
apoyo. Tenían todo lo que yo necesitaba. Ahora...
Uno de los Seraphs apareció en la distancia, un pequeño
punto violeta patrullando lentamente a través de un océano de
escombros.
Rion supo el momento en que los detectó: alteró repentina-
mente el curso y pasó de la velocidad de patrulla a la de sobre-
marcha. "Maldición." Encendió los motores, activó los propulso-
res de la As y salió de la caverna a toda velocidad.
En segundos, volvieron a ser cazados a través del campo, es-
quivando rocas, chocando con pequeños escombros, y reci-
biendo algunos impactos fuertes de los cañones de plasma
enemigos. "¡Aguanten!" Rion vio una pequeña sección de un
gran tubo de metal e hizo un tonel con la As hacia el túnel. El
Seraph los siguió. Tan pronto como la As salió de los escombros,
ascendió por una empinada cuesta y luego regresó hacia el túnel
para bajar por detrás del caza del Covenant.
Ram dio un silbido y disparó contra el Seraph con sus caño-
nes.
"¡Capitana!" Niko llamó por encima de su hombro mientras
los escudos del caza absorbían la ráfaga. "Estoy recibiendo una
extraña conversación. Hay muchas interferencias… Es… espera,
estamos recibiendo una llamada."
"Colócala", dijo ella, inclinando la As a la derecha y pegán-
dose como pegamento a la cola del Seraph, sabiendo que el otro
todavía estaba ahí fuera en alguna parte.
"Creo que es… ¿Risa?" Niko dijo con el ceño fruncido. "Si
puedes llamarlo así."
En medio del caos, Rion también la escuchó, y su sangre se
enfrió. No necesitó ver su cara desfigurada para saber quién era.
La risa odiosa y forzada era un sonido raro y extraño que prove-
nía de un Sangheili, especialmente un fanático como Gek, que
despreciaba las emociones y los gestos humanos. Pero entonces,
estaba enviando un mensaje, uno que quería asegurarse de que
ella entendiera. "¿Dónde está?" exigió ella. "¡Lessa, consígueme
una ubicación!"
Gek 'Lhar no estaría en uno de los Seraphs; ella lo sabía.
Pero estaba aquí en alguna parte.
Mientras la As salía del campo y volvía a sumergirse, Rion
vio la nave de carga militar estacionada en un enorme trozo de
escombros, iluminada por el brillo amarillo del taladro de
plasma del Harvester mientras perforaba la roca a unos metros
de distancia.
Viendo en rojo, volvió a lanzar la As al laberinto.
"¡Espera!" Gritó Niko, con la cara pálida mientras escuchaba
atentamente. "Estoy recogiendo..."
"¡Mi panel se está iluminando!" Lessa se giró con los ojos
abiertos. "Es... una flota."
Con razón Gek la provocaba.
Al rodear la zona, vieron un grupo de batalla del Covenant
flotando justo más allá de la parte de escombros que Gek 'Lhar
comandaba.
De repente, otro Seraph voló por encima, uniéndose al otro
mientras volaban hacia la flota.
¿Por qué demonios no había disparado?
Rion aflojó los propulsores de la As. "Niko, háblame."
"No sé…" dijo, escuchando. "Está traduciendo, pero la con-
versación es demasiado rápida…"
"Se están formando", dijo Lessa. "Todo el grupo se está pre-
parando."
"Oh… mierda." Los ojos de Niko estaban tan abiertos como
platos.
Rion abrió la navegación y las comunicaciones y pestañeó.
Seguro que eso no estaba bien…
"¡Tenemos compañía!" Ram gritó cuando un enorme portal
desliespacial se abrió en el borde del campo de escombros.
"Múltiples… santa madre... Son de los nuestros."
El grupo de batalla del Covenant no se estaba movilizando
para derribar la As de Picas. Se estaban preparando para un
combate mucho más grande.
"Jesús", susurró Niko al ver la enorme ruptura desliespacial
que se ensanchaba justo fuera del campo de escombros y el
enorme carguero de batalla del UNSC que se deslizaba a través
de él.
La piel de gallina se extendió como un fuego salvaje por los
brazos de Rion. Inmediatamente, varios portales se manifesta-
ron en el mismo sector, entregando otro crucero del UNSC y tres
fragatas más.
La As estaba a punto de quedar atrapada en medio de un
gran enfrentamiento.
"Están entrando a toda potencia desde el desliespacio", dijo
Less, tragando. "Oh Dios. ¡Las armas nucleares están listas!"
Rion actuó de inmediato, guiando a la As a través de los es-
combros.
"Están bombardeando el campo", dijo Less con increduli-
dad. "El UNSC está bombardeando el campo de escombros."
"Se están retirando", dijo Ram. El grupo de batalla del Cove-
nant se dispersó, se abrieron portales de escape por todo el
campo.
"Niko, llama a Gek y ponlo en pantalla", ordenó Rion, empu-
jando a la As hasta el límite para crear tanta distancia entre ellos
y las armas nucleares como pudiera.
Se dio la vuelta. "¿Estás loca?"
"Sólo hazlo."
"¡Han lanzado doce bombas nucleares más!" Less gritó.
"El canal está abierto", dijo Niko.
La pantalla de visualización se puso borrosa y reveló el caos
en el puente de la nave de carga militar de Gek mientras su tri-
pulación se apresuraba a despegar antes de que llegaran las ar-
mas nucleares del UNSC. Un Sangheili los miró confundido, y
Rion se dio cuenta de que debían haber abierto la llamada auto-
máticamente. Vio a Gek 'Lhar en el fondo gritando órdenes. Se
giró y vio su cara, y su orden se cortó en el medio de la frase.
Rion adoptó una postura con todo el odio y la amenaza que
pudo reunir, lo cual no fue muy difícil. Fluyó a través de ella en
una ola sin piedad. Sus labios se retorcieron en una sonrisa de
satisfacción. "Prepárate para arder en el infierno, bastardo ca-
beza de bisagra."
Y entonces le devolvió el favor y se rió.
La rabia del Sangheili aumentó, distorsionando sus rasgos
grises, ese ojo brillante que pareció arder con furia. Mientras
abría la boca para responder, Rion cerró el canal.
Luego golpeó los postquemadores de la As y se dirigieron
hacia espacio abierto.
Niko había recogido datos de la batalla mientras se retira-
ban, y vieron con gran atención como la enorme flota del UNSC
lanzaba una andanada de disparos, protegiendo sus armas
nucleares mientras salían de las naves, dirigiéndose a todas las
partes del campo.
Rion sabía que la ONI haría una de dos cosas con las coor-
denadas que le habían robado: o se apoderaba del campo y ex-
traía su contenido, o lo destruía completamente para que nadie
más pudiera disponer de sus antiguas riquezas.
Imaginó que no había suficientes recursos para vigilar, pro-
teger y explorar un área tan grande. La siguiente mejor opción
era retirarlo completamente del juego, hacerlo añicos e inte-
rrumpir la gravedad del campo alrededor de la estrella enana.
Lo que no fuera destruido probablemente sería arrastrado hacia
la estrella. El Covenant no tendría en sus manos nada útil ahora.
La última de las naves de Gek se retiró a los portales, desa-
pareciendo en el desliespacio cuando las armas nucleares en-
contraron sus objetivos.
"¡Concusiones aproximándose rápidamente!" Gritó Ram.
El tiempo se detuvo. Estaban casi en el borde del campo.
Abrir un portal al desliespacio ahora y potencialmente llevarse
la concusión con ellos sería muy, muy malo. No tenían más re-
medio que aguantar, lo que también sería…
Detrás de ella, Rion oyó al armiger decir, "Oh cielos."
Y entonces el FTL comenzó a rodar antes de que ella diera
la orden. Rion le lanzó una profunda mirada al armiger, justo
cuando un portal se abrió delante de ellos.
"Caracol", dijo con una sonrisa en su tono, antes de mirar
fijamente a la nada mientras tomaba el mando de su nave.
"¡Maldita sea!" Rion gritó mientras el espacio se abría en un
destello de luz azul y ellos entraban en la ruptura, arrastrando
consigo un rastro de concusión nuclear.
"Les sugiero que se pongan el cinturón", dijo el armiger con
calma mientras la As era sacudida por detrás y enviada a un giro
vertiginoso.
"¡Sujétala bien!" Rion gritó, impotente a la hora de dirigir su
propia maldita nave.
La As giró peligrosamente cerca del borde exterior del por-
tal y de la destrucción inminente. Pero de alguna manera, el ar-
miger contrarrestó cada giro y balanceo con la velocidad y pre-
cisión del rayo, el casco se estremeció y crujió con las fuerzas
que le habían arrojado.
Los dedos de Rion se clavaron profundamente en los apoya-
brazos de su silla. La bilis le picó la garganta, y sus entrañas se
revolvieron una y otra vez en desagradables olas. Su visión se
volvió negra y aunque lo intentó valientemente, no pudo man-
tener la conciencia.
Cuando volvió en sí, la As se deslizaba por el portal del re-
bufo tranquilamente. La tripulación también se despertó, ma-
reada y pálida, y no le había ido mejor que a ella.
"Capitana", dijo el armiger con la tranquilidad que le acom-
pañaba. "Me gustaría hacer una propuesta."
Ella levantó la cabeza lo suficiente como para echarle una
mirada fulminante, tratando de recuperar el aliento. "A donde
nos estés llevando esta vez, será la última. Cuando lleguemos a
donde demonios vamos, te irás de mi maldita nave. ¿Me oyes?"
El vértigo persistente estaba empezando a sacar lo mejor de
ella. Apretó sus párpados, escuchó al armiger retroceder, el eco
de sus pasos se atenuó hasta que finalmente no hubo nada.
Ram gimió. "¿Alguien más siente que acaba de perder diez
años de su vida?"
"Esta es la última vez que entro en el desliespacio con el es-
tómago vacío", dijo Less.
Niko levantó la vista, su cara de un tono verde pálido. "Creo
que he vomitado un poco en el panel de comunicaciones."
Rion dejó caer la cabeza contra su silla y cerró los ojos, pre-
guntándose cómo diablos se habían metido en este lío en primer
lugar.

Después de que Rion se echara un poco de un agua fría muy ne-


cesaria en la cara y se sentara en su habitación para dejar que la
inestabilidad desapareciera de su cuerpo, se dirigió a la sala de
estar para tomar un trago y unas galletas para llenar su agrio
estómago.
El armiger ya estaba allí, de cara a la pantalla de visualiza-
ción, con las manos detrás de la espalda en un gesto desconcer-
tantemente humano. La cabeza de aleación se giró lentamente a
su entrada y la estudió con esos ominosos ojos azules, toda su
humanidad desapareció repentinamente, reemplazada por algo
inquietante y extraño.
Ram estaba en el mostrador cambiado de ropa, con el pelo
aún mojado por la ducha, agitando algo en una olla, mientras
Lessa estaba sentada en su silla favorita tomando una taza de té
caliente y parecía perdida en sus pensamientos, como a menudo
lo estaba últimamente.
Niko entró mientras Rion se dirigía al mostrador, ignorando
al armiger, para ver lo que Ram estaba cocinando. "Sabes que
tenemos un sintetizador de alimentos y un contenedor entero
de comidas empaquetadas, ¿verdad?"
Ignoró su ocurrencia. "A veces el momento sólo requiere
una comida casera. Él ha estado esperando a que todos lleguen
aquí", dijo, con un guiño hacia el armiger. "¿Quieres un poco de
sopa?"
"No, todavía no." Metió la mano en el armario que estaba
encima de él. "Las galletas saladas son todo lo que puedo mane-
jar en este momento."
Llenó tazones para sí mismo y para sus compañeros, y luego
se sentaron a la mesa. Se sentía extraño, tener al armiger allí
mientras comían, solo y a un lado. Acechando.
De nuevo había tomado el control.
De nuevo le había mostrado lo mucho que estaban a su mer-
ced.
Y de nuevo no había nada que pudiera hacer al respecto.
Rion se metió una galleta en la boca y masticó mientras mi-
raba la espalda de la criatura. No había olvidado sus palabras en
el puente. Y finalmente, sintiendo un poco de confrontación,
dijo, "Está bien... oigamos lo que tienes que decir."
El armiger soltó sus manos de metal y vaciló tanto que Rion
estaba a punto de decirle que prosiguiera o que ella iba a volver
a su habitación, cuando se movió y cojeó hasta la cabecera de la
mesa.
Sin que se moviera, el panel holográfico del centro de la
mesa cobró vida, generando un hermoso planeta verde y azul: la
Tierra. Aunque, claramente de una época mucho antes de la su-
perpoblación y la contaminación.
La mirada de Ram era ilegible, pero el rostro de Lessa mos-
traba una absoluta adoración.
"Bueno, supongo que esa es la Tierra", dijo Niko, antes de
sorber su sopa. "Pero seguro que ya no se ve así."
"Así es. En una época", respondió el armiger. "Así es como
se veía hace cien mil años." Pareció mirarlo fijamente por un
momento. "Soy consciente de tu agenda, Capitana Forge. Me
trajo a bordo de su nave con la intención de pedir un rescate a
la Oficina de Inteligencia Naval a cambio de sus objetos confis-
cados. Por supuesto, esto simplemente no puede ocurrir. Y es-
pero que cambie de opinión. Parece que ambos estamos en
desacuerdo con la ONI, ¿no es así?"
Rion no respondió.
"No confía en mí", continuó. "No confío en usted. Pero el des-
tino nos ha unido; por lo tanto, debemos trabajar juntos. No
tengo ningún deseo de comandar su nave."
"Y sin embargo lo has hecho, dos veces ahora."
"Para mantenernos libres y seguros, sí. ¿Preferiría que hu-
biera permitido su captura en Geranos-a o su muerte en el
campo de escombros?"
Puede que tuviera razón, pero aun así…
"Quieres tus objetos personales y la ancilla fragmentada
para seguir el camino que la nave de tu padre tomó después de
destruir Etran Harborage. Te ayudaré a recuperar esos artícu-
los."
"¿A cambio de qué?"
"La Oficina de Inteligencia Naval tiene algo mío también."
"Quieres que te ayudemos a robarle a la ONI."
"Parece que ya lo han hecho."
Niko se rió. "Bueno, eso es cierto. Te robamos delante de sus
narices."
"¿De qué lado estás?" Preguntó Lessa.
"No hay lados", dijo el armiger. "Tenemos un enemigo co-
mún. La diferencia entre nosotros es que yo tengo las herra-
mientas para protegerme y ustedes simplemente no. Una vez
que lleguemos a nuestro destino, las tendrán."
"¿Y dónde está eso?" Rion quería saberlo. "¿Otras ruinas Fo-
rerunner?"
Bajó la cabeza. "Para evadir a la ONI, necesitarán una nave
mejor."
Rion se rió con sorpresa, casi se ahogó con su galleta. "No
voy a abandonar mi nave."
"No tendrán que hacerlo. Los Forerunners eran maestros
constructores de naves, entre otras cosas. También eran explo-
radores, se extendían por una galaxia de tres millones de mun-
dos ocupados. No era raro que entraran en contacto con otras
especies y razas con naves rudimentarias como las de ustedes.
Utilizaban semillas de diseño para construir sus propias naves
con recursos locales si era necesario. Pero había muchas ocasio-
nes en las que los recursos no podían sostener un diseño, así que
los Forerunners utilizaban cualquier nave local que pudieran
obtener y creaban una semilla de mejora, instrucciones de luz
sólida, planos, si se quiere, que se unían a una estructura exis-
tente, reforzando los materiales, moldeándolos según fuera ne-
cesario, y mejorando los componentes y sistemas."
"¿Así que dices que nos quedemos con la As, y nos quedemos
con todas las campanas y silbatos Forerunner?" preguntó Niko,
obviamente a bordo.
El armiger parecía confundido por la frase, pero se recuperó
rápidamente. "No todos, pero muchos, sí. Necesitaremos una es-
cama cristalina también. Cada nave Forerunner de la ecúmene
tenía una en el núcleo de sus motores. Este amplificador de en-
foque les permitía viajar por toda la galaxia con poco retraso y
extrema precisión."
"¿Y puedes adaptar esta escama a un motor FTL?" preguntó
Ram, intrigado.
"Por supuesto. El motor en sí debe ser modificado primero.
Para este motor y el tamaño de la nave, sólo necesitaremos la
más pequeña de las escamas..."
"No", dijo Rion, sacudiendo la cabeza. "Podemos evadir a la
ONI muy bien por nuestra cuenta. Consigue tu propia maldita
nave. No necesitas esta."
El armiger pensó en eso durante un largo momento. "No",
admitió. "Pero necesito una nave discreta, y necesito que los hu-
manos hagan las cosas que yo no puedo hacer. Por lo tanto, us-
tedes me ayudan, yo los ayudo."
"Bueno, no sé sobre el resto de ustedes, pero me gustaría
recuperar nuestras cosas", dijo Niko. "Piensen en el futuro, en
nuestro trabajo. No podemos hacer nada de eso ahora, a menos
que podamos hacer frente a la ONI, o al menos correr cuando
necesitamos correr y escondernos cuando necesitamos escon-
dernos. Si la ONI nos atrapa otra vez, se acabó. Nos enviarán a
una prisión en un sitio oscuro, para no ser vistos nunca más."
"Por favor, permítanme ayudarles", dijo el armiger.
"Ofrezco mis servicios a cambio de los suyos. ¿No es eso lo que
hace, Capitana Forge? ¿Hacer tratos? ¿Buscar oportunidades?"
Rion masticó lentamente, tragó; luego, "Lo siento. No confío
en ti."
Niko abrió la boca para argumentar a favor, pero Rion lo ce-
rró con una mirada.
Terminó sus galletas, preguntándose qué haría ahora el ar-
miger.
"Me gustaría que conocieras mi historia y también la tuya",
dijo. "Tal vez entonces reconsidere tu decisión. Es todo lo que
pido."
Una imagen apareció sobre el panel holográfico de una gran
ciudad primitiva hecha de casas altas de barro, caña y madera,
algunas con tejados abiertos cubiertos con trozos de tela para
dar sombra a la intensa luz del sol. El cielo estaba salpicado de
burdos globos de aire caliente de muchos tamaños y colores con
cestas de caña, que contenían de todo, desde personas hasta co-
mida y animales. Había tantos que estaba claro que los globos
eran un medio de transporte común en la ciudad.
"Estas imágenes, mensajes, historias y entradas de terminal
recogidas fueron dejadas para los que vendrían después, los que
reclamarían el Manto de Responsabilidad. Son parte de mis al-
macenes de memoria, y las añado a mi propio testimonio, que
hice a la tripulación de la Rubicon antes de que nos estrellára-
mos. Están aquí para ustedes ahora, para que puedan entender
mejor su pasado, su presente y su futuro. Para que aprendan a
entenderme, a confiar en mí y a ayudarme en mi viaje."
El armiger dejó la sala antes de que Rion dijera que no que-
ría entenderlo ni ayudarlo en nada. Pero tenía curiosidad, así
que se sentó en su silla y escuchó…
CAPÍTULO 25

As de Picas, desliespacio

l tiempo había pasado rápidamente en la sala de estar, la tri-


pulación de la As escuchaba un relato increíble, un recuento des-
garrador y horroroso de una antigua guerra entre humanos, Fo-
rerunners y el parásito Flood. De inmensas armas de último re-
curso llamadas colectivamente Halo, que servían tanto como
santuarios como máquinas de matar a nivel de toda la galaxia.
Hace cien mil años, toda la vida sensible de la galaxia tenía
su destino decidido. En un abrir y cerrar de ojos... se había ido.
Era imposible no sentir el horror y el dolor de ese momento, o
no simpatizar con esos Forerunners que habían tenido que to-
mar la decisión de extinguirlo todo, ser los que estaban tan de-
sesperados y acorralados que la única salida era asesinar a miles
de millones para matar la fuente de alimento del Flood.
Las esperanzas y tragedias contadas a través de los ojos de
Chakas, Nacido de las Estrellas, la Bibliotecaria…
Rion apenas conseguía comprenderlo.
Increíblemente, el armiger afirmaba haber sido una vez este
personaje Chakas, un humano a merced de los Forerunners, un
jugador en esta saga de hace mucho tiempo. Como Chakas, había
sido testigo de muchas cosas, llevaba sobre sus hombros el co-
nocimiento y el horror de la guerra, y tenía su cuerpo tan des-
trozado que habría muerto si su mente no hubiera sido salvada
por Nacido de las Estrellas. Como monitor, sus recuerdos huma-
nos estuvieron compartimentados, virtualmente olvidados, y
resistió los años imposibles después de la purga solo, ya no de
carne y hueso sino como una máquina conocida como 343 Guilty
Spark, un encargado de uno de los mundos anillo de Halo.
La mente de Rion trabajó horas extras procesándolo todo,
absorbiendo su emoción, la desesperación, la finalidad. Por un
lado, se sentía inmersa en el pasado, preocupándose mucho por
los participantes implicados y los obstáculos a los que se enfren-
taban, tanto que a veces las lágrimas le nublaban la visión y le
dolía el pecho.
Pero por otro lado... ella prefería su universo como había
sido hace unas horas. Una parte de ella no quería conocer el pa-
sado, no deseaba el peso o la responsabilidad del mismo. Y se-
guro que no quería simpatizar con el armiger. Sin embargo, era
difícil no hacerlo.
Eventos de cien mil años de antigüedad deberían permane-
cer donde pertenecían, pero Rion tenía el mal presentimiento de
que el pasado se levantaba de nuevo y se dirigía hacia ellos. La
asustó de muerte. Y mientras deseaba desesperadamente en-
contrar a su padre, empezaba a arrepentirse de haber descu-
bierto esa maldita baliza en Laconia.
Cade seguiría vivo y Ram no estaría sufriendo. Y estarían ahí
fuera, todos ellos, recuperando algún hallazgo u otro sin ser per-
seguidos, o conducidos por un antiguo humano o Forerunner, o
conociendo el horror del Flood…
Rion se puso de pie y extendió sus brazos sobre su cabeza,
luego caminó hacia el gabinete para desechar su envoltura. Niko
tenía razón. No había razón para que el armiger creara una fic-
ción tan intrincada sólo para engañarlos. ¿Qué sentido tendría?
Eran recuperadores, gente sin importancia, que no valían la
pena para un truco tan elaborado.
Cuando se dio la vuelta, se tomó un momento para mirar a
su tripulación. Ellos también parecían estar en estado de
conmoción. Niko estaba tumbado en el sofá, con las manos bajo
la cabeza, mirando al techo. Lessa estaba sentada en una de las
sillas, con los pies debajo de ella. Y Ram estaba en la otra silla,
de cara a la pantalla, perdido en sus pensamientos.
Una imagen de un anillo de Halo flotaba sobre la mesa holo-
gráfica.
La Instalación 04, como la llamaba el armiger.
Sabiendo la verdad, estaban en una situación aún más pro-
funda que antes. Información como esta… no era para civiles.
Este era el tipo de información que podía encerrarlos por mucho
tiempo, o peor.
A la tripulación le llevó unos minutos alejarse del caos de
una guerra pasada y volver al presente.
Ram se levantó, se sonó el cuello, y fue al dispensador de
bebidas en busca de agua. Se apoyó en el mostrador y se frotó el
pecho. "No soy de los que se emocionan, pero… maldita sea."
Lessa se inclinó sobre el brazo de la silla, con los ojos vidrio-
sos. "Hay una mente humana ahí, dentro de ese armiger", dijo.
"Está diciendo la verdad. Todos lo sabemos. Todos lo sentimos."
"Así que eso es todo", dijo Niko, sentado. "Su agenda...
quiere encontrar a la Bibliotecaria y traer de vuelta a sus ami-
gos."
Rion lanzó un fuerte suspiro. "Esto nos supera, Niko. Esto no
es lo que hacemos. Por muy terrible que sea, no es nuestra lucha.
Somos recuperadores. Nos cuidamos los unos a los otros y a no-
sotros mismos. No volamos por la galaxia corrigiendo antiguos
errores y buscando seres alienígenas muertos desde hace mile-
nios."
"Bueno, él no cree que esté muerta", argumentó Niko. "Y eso
es exactamente lo que somos, por cierto. Nos ocupamos de cosas
viejas... más viejas, mejor. Hemos estado volando por la galaxia
buscando una vieja nave y a tu padre. ¿Cuál es la diferencia?"
"Una nave desaparecida de hace veintiséis años no es lo
mismo."
"¿Pero no lo es?"
Ella odiaba admitirlo, pero él tenía razón. "¿Qué hay de ti,
Less?" dijo, avanzando, no del todo convencida por el argu-
mento de Niko. Lo último que quería era entablar un debate
cuando todos ya estaban emocionalmente agotados. "¿Qué opi-
nas?"
"Creo que deberíamos separarnos de él una vez que llegue-
mos a donde nos lleva. Puede completar cualquier agenda que
tenga, y dejarnos fuera de ella."
"Claro que dirías eso", murmuró Niko, arrastrando sus ma-
nos por el pelo.
Fue un error decirlo. La ira enrojeció las mejillas de Lessa y
sus ojos brillaron. "¿Por qué, porque siempre te he cuidado?
Porque sacrifiqué mi propia infancia para criarte, ¿hice cosas
que me mantenían despierta por la noche sólo para mantenerte
a salvo? ¿Y ahora quieres irte sin pensar en la autopreserva-
ción?"
Y eso, por supuesto, fue lo incorrecto para decirle a Niko.
Rion se pellizcó el puente de su nariz. Yyyyyy aquí viene.
"Bueno, nunca te pedí que sacrificaras nada", devolvió el
golpe, frustrado. "¡Hiciste esas cosas, y me haces sentir culpable
todo el tiempo por ello! ¡No puedo cambiarlo!"
Lessa, con las lágrimas a flor de piel, se desplegó desde la
silla. "Vete al infierno, Niko. Vete a la mierda."
Salió furiosa de la habitación, y era obvio que Niko quería
llamarla, pero se quedó en silencio y puso su cabeza entre sus
manos.
"Sí, tal vez quieras ir a arreglar eso", dijo Rion.
Levantó la cabeza. "No sé cómo arreglarlo. ¿Cómo puedo
arreglarlo cuando ella me culpa por las cosas que eligió hacer?
No le pedí que hiciera nada de eso."
"Ella no te culpa. Quiere que reconozcas lo que pasó para
que estuvieras a salvo. Y cuando ella trata de mantenerte a salvo
ahora, tal vez quieras entender de dónde viene y apreciarlo en
vez de actuar como si te molestara. Sólo habla con ella. Resuél-
velo."
"Bien", resopló, y luego se marchó, dejándola sola con Ram.
Rion se frotó las manos en la cara antes de dejarse caer en
una de las sillas de la sala de estar, exhausta. Cuando levantó la
mirada, encontró a Ram mirándola, con los ojos arrugados en
las esquinas. "¿Qué?"
Se rió. "No estoy seguro de por dónde empezar… ¿Cómo te
las arreglas con esos dos?"
"Solía ser mucho más fácil."
"Bueno, nunca hay un momento aburrido…" Su mirada os-
cura le hizo reír. "Siempre has tenido la reputación de llevar a
cabo aventuras arriesgadas, escapar de una situación loca tras
otra. Siempre pensé que era sólo una charla de bar."
"Créeme, lo era."
"¿Qué vas a hacer con el armiger? ¿Crees que podemos con-
fiar en él? Diablos, ni siquiera sé cómo llamarle."
"Yo tampoco. Como una persona, supongo. Creo que, por
ahora, no tenemos exactamente una opción. Dijo que necesitaba
a los humanos de la Rubicon. Lo que sea que planee, no puede
hacerlo solo. Nos necesita, y nos necesita con vida."
"Lo cual suena bastante siniestro."
"Tenemos que encontrar una manera de apagarlo si se trata
de eso, porque no nos va a arrastrar de vuelta a la Tierra."
"¿Crees que eso es lo que quiere?"
"Bueno, sí. Ya lo has oído. La Tierra fue el último lugar donde
se supo que la Bibliotecaria estuvo. No hubo suficiente tiempo
para que se fuera una vez que los anillos de Halo fueron dispa-
rados. Sin embargo, el armiger, como este personaje Guilty
Spark, le dijo a los oficiales de la Rubicon que cree que ella está
viva. Tenía que saber que la historia podría llegar hasta la ONI.
Entonces, ¿por qué divulgar el plan? ¿Por qué dar una lección de
historia a la misma organización que probablemente intentará
detenerte? Y si no te detienen, al menos llegar a la Bibliotecaria
primero?"
Ram pareció pensativo por un minuto, luego dijo: "¿Crees
que quería que lo supieran? ¿Crees que mintió?"
Ella asintió y luego se encogió de hombros, sin estar segura.
"Sí y no. No lo sé. Pero que Dios nos ayude si dice la verdad, por-
que nada bueno puede venir de liberar a una antigua diosa de la
tumba."

Incapaz de concentrarse en otra cosa que no fuera el armiger,


Rion dejó de intentarlo y buscó en la pantalla para encontrarlo.
Estaba de vuelta en la bodega de carga. Lo observó por un mo-
mento mientras clasificaba el material que habían sacado de la
Rubicon. Los trozos que tenía en sus manos deberían haber ne-
cesitado un compensador de gravedad, pero parecía manejarlas
con facilidad. Lo único que lo obstaculizaba era su pierna da-
ñada.
Bajó a la bodega y se sentó en uno de los escalones inferio-
res. El armiger trabajó unos momentos más, clasificando y ju-
gueteando, por qué, no podía decirlo, antes de reconocerla de-
jando de hacer lo que estaba haciendo para mirarla fijamente.
Cuando lo hizo, ella le hizo un gesto para que se tomara un des-
canso. Sin decir palabra, él accedió, apoyándose en parte en el
borde de uno de los carros de gravedad cerrados y doblando sus
manos metálicas delante de él.
La historia que había revelado le hizo verlo de forma dife-
rente, un extraño contraste de metal y luz sólida con los recuer-
dos y experiencias de un humano y una IA.
"¿Para qué necesitas exactamente a los humanos?" pre-
guntó finalmente.
Estuvo callado por un largo momento, y ella tuvo que pre-
guntarse si estaba buscando una mentira creíble. "Como viste y
escuchaste, la Bibliotecaria imprimió en la humanidad los me-
dios y el deseo de reclamar el Manto de Responsabilidad. Ella les
confió todo lo que es Forerunner a ustedes. Como tal, pueden,
en virtud de su ADN, desbloquear el acceso a ciertos artefactos
que yo no puedo. Por eso los necesito una vez que lleguemos a
Triniel, y luego una vez más en la Tierra."
La Tierra no fue una sorpresa. Triniel, sin embargo, era un
nombre desconocido para ella. "¿Triniel es el mundo Forerun-
ner al que nos estás llevando?" Él asintió. "¿Y la historia que le
contaste a la tripulación de la Rubicon, tuvieron tiempo de pa-
sársela a la ONI antes del accidente?"
"Se envió un paquete de datos. Habría viajado una gran dis-
tancia hasta que fuera capturado por la red de comunicaciones
más cercana, y luego transmitido a la autoridad competente."
"Así que la respuesta es sí, la ONI sabe lo que sabemos."
"Oh, ellos saben mucho más que eso."
Rion archivó esa enigmática respuesta. "Si te creen, espera-
rán que vuelvas a la Tierra. ¿Es eso lo que querías?" No hubo
respuesta. "Les mostraste tu jugada."
"¿Les mostré mi jugada?"
"Les dejaste claras tus intenciones."
Se detuvo e inclinó la cabeza en un gesto pensativo. "¿Lo
hice?" dijo despreocupadamente. "Es difícil de recordar…"
"Tonterías."
Esos grandes ojos azules parecieron estudiarla durante mu-
cho tiempo. Y luego hizo algo sorprendente. Se rió. Fue un ex-
traño sonido, alienígena y sintético, por supuesto, pero teñido
con una nota de su antigua humanidad. "La confianza es algo di-
fícil de proporcionar, Capitana Forge. Más difícil aún de ganar.
Podría abandonarme en Triniel, pero no creo que lo haga."
"¿Por qué?"
"Porque tú y yo estamos buscando lo mismo. Deseas encon-
trar a tu padre. Y yo deseo encontrar a mi... madre, por así de-
cirlo. Lo haremos juntos. Forerunner y humana. Como una vez
fue y debería haber sido siempre. No soy un fragmento como tu
IA recuperada, Little Bit. Si hay alguien capaz de encontrar la
nave de tu padre, soy yo. Eso es lo que quieres, ¿no?"
Ella asintió solemnemente.
"Ayúdame, Capitana Forge, sé mi aliada, y te devolveré el fa-
vor. No deseo luchar contra ustedes ni doblegarlos a mi volun-
tad. Sólo deseo continuar mi búsqueda y hacer lo que debe ha-
cerse. Y si eso significa ayudarte en tu propia tarea, y en la
recuperación de tus posesiones personales, lo haré." Se rió. "Hay
tiempo."
"Suenas muy seguro de ti mismo."
"Cuando Nacido de las Estrellas vino a la Tierra, era un
aventurero, un cazador de tesoros, lleno de esperanza y una
profunda necesidad y amor por el descubrimiento. Él no podía
rechazar su vocación más que tú. Y yo era..."
Una pausa.
"¿Era qué?"
"Un oportunista, un estafador... joven, como tu Niko, aunque
mucho menos inteligente en ese momento, lo admito. Me guiaba
algo mucho más grande que yo, aunque no lo sabía entonces. Te
veo a ti y a tu tripulación… y no puedo evitar ver las sombras y
fantasmas de una vida que me fue arrebatada, una vida de aven-
turas y amistades, una vida que podría haber sido."
Se quedó en silencio y, a pesar de su deseo de permanecer
distante, Rion no pudo evitar sentir cierta empatía por lo que le
habían arrebatado y por lo que había sido de él: los terrores que
había visto y las torturas que le habían infligido, las pérdidas, la
soledad.
Un silencio llenó la bodega de carga.
"Mira", dijo después de un tiempo. "Lo siento… por lo que te
pasó. Lo que te hicieron."
Sus extraños ojos brillantes la miraron durante mucho
tiempo, y ella se preguntó si alguien le había dicho eso antes.
Demonios, cuando comparó sus primeros años de vida con
los de Niko, lo puso en un nivel muy humano. No podía imaginar
que Niko pasara por algo similar. Chakas había tenido más o me-
nos la misma edad que Niko tenía ahora cuando fue secuestrado
por el Didacta, sacado de la Tierra, encarcelado, torturado...
Chakas había visto a estos "dioses" tomar decisiones de nivel de
extinción para toda la galaxia. Había sido usado y quebrantado,
compartimentado, y luego dejado solo por años…
"Gracias, Capitana", dijo, y luego se levantó y se alejó de ella
para reanudar su tarea.
Rion lo observó por un momento, y luego se puso de pie
para dejarlo con sus pensamientos y sus recuerdos.
CAPÍTULO 26

As de Picas, desliespacio a Triniel, dos días más tarde

uando Rion entró en la sala de estar, se quedó sin palabras al


ver a Niko y al armiger inclinados sobre la mesa, con las cabezas
casi tocándose. No lo había visto ni hablado con él desde su úl-
tima conversación en la bodega. Él había pasado mucho tiempo
con Niko y Lessa, ganándose a su tripulación ... no es que se ne-
cesitara mucho en lo que se refería a Niko.
Al entrar, Niko miró por encima del hombro mientras el ar-
miger se enderezaba y daba un paso atrás desde la mesa. En la
bodega de carga, su tamaño era manejable, pero aquí en la sala
de estar, sus tres metros ocupaban mucho espacio.
Rion se acercó y vio una imagen holográfica de un humano
flotando sobre la mesa. Era un joven de la edad de Niko con piel
de bronce, ojos oscuros y pelo negro hasta los hombros, que lle-
vaba un chal alrededor de la cintura, de lino, tal vez, y sandalias
de cuero en los pies.
"Este es él. Este es nuestro armiger", explicó Niko, aclarando
su garganta. "Chakas… antes de que los Forerunners lo convir-
tieran en una máquina."
"Sí, lo sé. Su imagen estaba en la grabación cuando nos contó
su historia." Levantó una ceja con dudas y se dirigió al dispensa-
dor de comida, sabiendo hacia dónde iba este pequeño esfuerzo,
y suponiendo que era sólo cuestión de tiempo. "Así que estás
construyendo un avatar", dijo, seleccionando un tazón de arroz
preparado para su comida.
"Bueno, sí. Parecía el siguiente paso", respondió Niko mien-
tras recuperaba su tazón caliente, quitaba el envoltorio y lo re-
volvía. "Así podrá recorrer toda la nave sin tener que arrastrar
el cuerpo de su armiger e intentar meterse en sitios pequeños.
Sin ánimo de ofender", le dijo al armiger.
"No me ofende."
Lo último que Rion quería era un antiguo ser que apareciera
a voluntad en cada panel holográfico y sistema de su nave. Mien-
tras mezclaba su comida, miró al armiger con el ceño fruncido.
Había algo diferente en él, pero no estaba segura de qué. Era en
la cara y en los ángulos… parecían de alguna manera menos se-
veros, más suaves.
Ram entró en pijama, el sueño todavía se aferra a sus ojos.
Les gruñó, sin interesarse en lo que pasaba en la mesa, y fue di-
recto al dispensador de café.
Niko se sentó en el borde de la mesa, estudiando el avatar.
"Sólo tenemos que encontrar la apariencia correcta."
"¿Qué pasa con esa?" preguntó, apoyándose en el mostra-
dor.
"Bueno, ese es el viejo él. Era Chakas, sí. Y fue un monitor.
Pero ahora es ambas cosas. Es más. Necesita una nueva persona,
¿verdad, Spark?"
"¿Spark?" Rion habló bruscamente, casi atragantándose con
un bocado de arroz.
"¿Por qué no puedes tener una mente abierta?" dijo Niko,
muy exasperado.
"Tengo una mente abierta."
Ram resopló.
Rion lo miró fijamente. No tuvo que preguntarse de quién
fue la idea de empezar esta pequeña aventura, porque estaba
claro que tenía Niko escrito por todas partes. Pero mientras co-
mía y reflexionaba, con la mente abierta, la idea tenía su atrac-
tivo.
Tratar con un avatar era mucho más cómodo que con la
criatura alienígena que tenían delante. No era el tamaño o la luz
sólida o la aleación lo que la inquietaba, sino la ausencia de ex-
presión facial. Había momentos en los que podía leer la emoción,
notando que su luz tendía a ser más brillante si encontraba in-
terés o molestia en algo. Su tono y su lenguaje corporal eran fá-
ciles de leer, pero a menudo permanecía callado, y entonces
Rion no tenía ni idea de lo que hacía o pensaba o de cuál podía
ser su estado emocional.
Y para una criatura en la que no confiaba, eso era algo difícil
de aceptar.
"No, no lo haces", dijo Niko, después de un largo momento.
Rion frunció el ceño otra vez mientras la cautela se desli-
zaba por sus pensamientos. Era un error que Niko recibiera al
armiger con los brazos abiertos, sin saber su verdadera agenda.
Su tiempo en la nave era temporal. Tenían un trato, y una vez
terminado, la tripulación y el armiger se separarían, si cumplía
con su palabra.
A pesar de sus reservas, no fue capaz de arruinar el buen
humor de Niko. En los días siguientes a la subida a bordo del
armiger, el viejo Niko había empezado a resurgir de su dolor.
Veía el bien en todo, la posibilidad en todo. Tenía un propósito.
Impulsar.
Tanto él como Less habían estado luchando desde la muerte
de Cade, comprensiblemente. Y a parte de Rion le preocupaba
que el fallecimiento de Cade los cambiara tan completamente
que perdieran todo lo que los hacía ser quienes eran. Ahora po-
día ver un rayo de esperanza.
"Bien", dijo, tratando de tener una mente abierta, pero trazó
la línea en Spark. Tenía que preguntarse qué pensaba el armiger
sobre eso. Volvió su atención hacia él. "Así que Spark, ¿eh?"
El armiger bajó su cabeza de aleación, lo que atrapó la luz.
La aleación parecía estar en mejor forma que cuando lo habían
sacado del siniestro, menos erosionada, el color ahora era más
gris oscuro que negro, aunque eso podría ser sólo la iluminación
de la sala de estar.
"Ese nombre servirá por ahora", dijo.
"No. No. No." Ram golpeó su frente contra el dispensador,
incitando a la cafetera a que dejara de derramar el café y lo sir-
viera.
Antes de que Rion pudiera entender la apariencia cam-
biante del armiger, Lessa entró con un montón de ropa y dejó el
cesto junto al mostrador que contenía el vaporizador incorpo-
rado. Abrió el panel plano, tiró la ropa dentro, lo cerró, selec-
cionó sus preferencias, y luego miró al grupo con curiosidad.
Aún no había domesticado sus rizos rubios apretados, y pare-
cían flotar alrededor de su cabeza como una nube ingrávida.
"¿Qué está pasando?" preguntó, acercándose a la mesa.
"¿Te parece diferente?" preguntó Rion.
"¿Quién, Spark?"
Rion puso los ojos en blanco. "Sí, el armiger."
Less lo miró fijamente. Ella y Niko habían pasado más
tiempo con la cosa que Rion. Quizá no se habían dado cuenta.
"¿Te estás reparando?" Rion le preguntó de repente.
"No se está reparando", dijo Niko con entusiasmo, con los
ojos en blanco. "Se está transfigurando. Lo ha estado haciendo
desde que lo trajimos a bordo, poco a poco."
"¿Transfigurarse en qué?" Preguntó Rion, poniéndose más
derecha.
"Esta forma es un soldado", respondió el armiger.
"Y prefiere no verse como uno", dijo Niko, "eso es todo."
"La capacidad de los armigers para transfigurarse era bas-
tante común", explicó el armiger. "Mi aleación está compuesta
de metales y máquinas celulares, que interactúan con mi estruc-
tura neural artificial. Sin embargo, la interfaz está gravemente
dañada. Una vez que lleguemos a Triniel, tendré las herramien-
tas para reparar el daño."
Less se deslizó en una silla. "Puedo ayudar con un avatar",
dijo. "Soy bastante buena con cosas como esta." Crujió sus nudi-
llos y miró críticamente al avatar.
Niko entrecerró los ojos. "No quiere parecer humano, Less."
"¿No quieres?" le preguntó al armiger.
Rion observó el intercambio con curiosidad y emociones
conflictivas. Las IAs listas eran tan comunes hoy en día que casi
todos sabían que exhibían emociones y preferencias, desarrolla-
ban sus propias personalidades únicas y a menudo elegían re-
presentarse como humanos. Rion se había encontrado con do-
cenas de personas en su vida. El armiger, en muchos sentidos,
no era una excepción. Tenía su propio sentido del humor, prefe-
rencias, y sin duda una gran cantidad de otras emociones.
Pero también era bastante singular. Complicado. Poco fia-
ble. Alienígena.
Tal vez Niko estaba en lo cierto y un avatar era un paso en
la dirección correcta, o al menos algo más cómodo para la tripu-
lación.
"Por ahora, tenemos que conformarnos con un avatar", dijo
Niko.
Rion terminó de comer y limpió su tazón. Cuando se volvió
a dar la vuelta, un nuevo holograma flotaba sobre la mesa. Era
una versión casi idéntica del armiger, aunque quizá un poco más
suave en los bordes y en los ángulos pronunciados.
"¿Qué piensa, Capitana?" preguntó el avatar, la voz sonaba
más humana que nunca.
"Creo que hemos creado un monstruo."
Sus actitudes parecieron desinflarse.
"No, no es algo malo", le aseguró Lessa rápidamente mien-
tras le disparaba a Rion una mirada fulminante, al igual que
Niko. Al menos los dos estaban finalmente de acuerdo en algo.
"Es sólo una expresión. Por favor, busca la frase. Te prometo que
no es mala."
"Ya veo", dijo por fin el avatar del armiger. "Sin embargo..."
Manifestó un orbe plateado en su mano con un ojo azul. Era una
versión reducida de 343 Guilty Spark. "He sido un monstruo",
dijo, mirando fijamente la imagen durante un largo momento
antes de presionar la esfera en su pecho, donde desapareció, de-
jando sólo una vaga impresión gris oscura detrás. "Para recor-
darme a mí mismo de lo que soy capaz, y del horror que puedo
y he infligido."
Lessa se inclinó y le dedicó una cálida y alentadora sonrisa,
con la barbilla apoyada en las manos. "Bueno, creo que es per-
fecto. Encantado de conocerte, Spark."
"Gracias, Lessa."
Ram pasó con apenas una mirada, sorbió su café y dijo, "El
avatar está bien. El nombre está bien. No es tan difícil, gente." Y
luego se fue.
CAPÍTULO 27

Después de la elaboración del avatar, continúo mi trabajo en la


bodega de carga actualizando lo que puedo en los sistemas de la
As de Picas, a la espera de nuestra llegada a Triniel. Dirijo a Ram
Chalva, usando mi cuerpo de armiger para ayudarlo a implemen-
tar reparaciones y actualizaciones manuales. Mientras hago esto,
varias versiones de mi avatar permanecen con el resto de la tripu-
lación. Una está en el escritorio de Niko mientras trabajamos en
la actualización de sus drones, Michelle y Diane. Otra conversa
con Lessa. Hablamos de mapas estelares, navegación, y qué color
se vería mejor en las paredes de la sala de estar. Otro avatar apa-
rece en la mesa táctica del puente mientras la capitana se sienta
en su silla, absorta en la comprobación de los sistemas y las pro-
visiones.
Estudio sus características. He notado que generalmente
trenza su cabello oscuro y lo lleva enroscado en la nuca. Hoy está
trenzado en una cuerda floja y cuelga sobre su hombro. Intenta
ser severa y autoritaria, errando a menudo en el lado de la tran-
quilidad y la distancia, a veces incluso dura, pero es solo una más-
cara la que lleva. Sonríe cuando no quiere, se ríe fuera de lugar y
mira a su tripulación con consideración.
También siente un profundo pesar por su camarada perdido,
Cade.
La escucho algunas noches en el pequeño gimnasio, gol-
peando las máquinas con ira y dolor. Y me compadezco.
"Tu padre, John Forge..." Digo, y ella levanta la vista de su tra-
bajo.
"¿Qué hay con él?"
"Crees que aún está vivo."
Piensa por un largo momento. "A veces me pregunto si estoy
persiguiendo fantasmas. Sólo sé que si me hubiera perdido a mí,
él iría hasta los confines de la galaxia para encontrarme. Nunca
se detendría."
"Perdóname por decir esto, pero apenas lo conocías."
"Eso es cierto. No hemos estado juntos durante 26 años. Sé
que es una posibilidad remota, encontrarlo después de todo este
tiempo, pero si hay una posibilidad, tengo que intentarlo."
En eso, estamos en el mismo aprieto. Ella con su padre. Yo con
la Bibliotecaria.
"¿Y qué pasaría si está muerto?" Pregunto.
"Entonces al menos sabré la verdad."
"¿Qué harás entonces?"
"No lo sé. Seguir adelante. Continuar trabajando, supongo."
"Tus amigos, la tripulación, significan mucho para ti."
"Sí. Así es." Inclina la cabeza y me estudia, tratando de ver si
estoy llegando a algún punto. "Como tus amigos significan mucho
para ti, estoy segura."
"La verdad es que Riser y Vinnevra, Nacido de las Estrellas, se
fueron hace mucho tiempo. Ahora son polvo de estrellas. Es ex-
traño haberlos perdido hace tanto tiempo, pero sólo reciente-
mente haberlos recordado. Su pérdida… todavía se siente fresca."
"¿Realmente crees que la Bibliotecaria puede traerlos de
vuelta?"
"Por supuesto."
Rion se muerde el labio en señal de duda y luego dice, "A veces,
cuando la gente se ha ido durante mucho tiempo... tenemos que
considerar dejarlos ir, dejarlos descansar en paz." Entonces son-
ríe. "Lo cual sé que es un sentimiento hueco viniendo de mí, la
chica que ha estado buscando a su padre durante dos décadas."
"Aún no has dicho si tenemos un acuerdo. ¿Me ayudarás y me
acompañarás a la Tierra?"
Le he dado mucho tiempo para decidir. Pero ahora debo sa-
ber.
"Ayúdame a recuperar nuestras cosas, y sí, te ayudaré en
cambio", dice.
"Tenemos un acuerdo, entonces."
Ella asiente. "Es un trato."
No digo nada, y ella vuelve a su trabajo. Sin embargo, sigo ob-
servándola, preguntándome por qué no siento culpa por mi en-
gaño.
Su padre está muerto.
Sin embargo, no le digo la verdad.
A veces debemos estar dispuestos a hacer el mal para hacer el
bien.
CAPÍTULO 28

Triniel, julio de 2557

espués de abandonar el desliespacio tres horas antes y de ha-


cer una corrección de rumbo hacia Triniel a velocidad sublumí-
nica, Rion estaba impaciente por echar un vistazo al arco de azul
y verde que ahora llenaba la pantalla cuando la As entró en la
órbita alta.
El planeta era una vez y media el tamaño de Venezia, con
océanos azules y tres continentes color esmeralda. Según el ar-
miger, en los primeros días de la vida del planeta, los largos y
estrechos continentes habían sido una vez un anillo conectado
de cordilleras volcánicas que se envolvían como una espiral al-
rededor del planeta. Con el tiempo, la cordillera se había roto en
tres pedazos. Las piezas se enfriaron finalmente y la actividad
volcánica se redujo, permitiendo que un mundo templado y exu-
berante evolucionara y creara un entorno futuro perfecto para
que los Forerunners lo colonizaran.
Triniel había permanecido intacto desde la Guerra Forerun-
ner-Flood.
A medida que descendían, ciudades enteras aparecieron,
asomándose a través del dosel verde, estando vacías durante
cien mil años…
Rion siempre había imaginado ganar el premio gordo de la
recuperación, ¿qué recuperador no lo hacía? pero esto no se pa-
recía a nada que ella pudiera imaginar. Y aunque era una vista
impresionante desde su posición elevada, tuvo que recordarse
a sí misma de mantener su interés bajo control. Con o sin
premio, no tenían ni idea de lo que encontrarían en la superficie,
ni podían estar 100% seguros de la verdadera intención del ar-
miger.
Mientras que Niko y Lessa habían empezado a llamarlo por
el nombre que acababa de elegir, Rion descubrió que aún no po-
día. Para ella, él sería el armiger hasta que demostrara que se
podía confiar en él. Él tenía razón cuando dijo que la confianza
se ganaba. Y hasta ahora no había hecho nada para ganarse la
suya. Sin embargo, su tiempo en Triniel podría revelar la verdad.
Mientras Rion guiaba la As a una órbita baja, miró hacia la
mesa táctica donde el nuevo avatar del armiger estaba de espal-
das a ella, observando el planeta junto con Niko, Less y Ram.
"Somos los primeros humanos en vislumbrar este mundo",
dijo.
Ram llamó su atención ante el comentario, pero no dijo
nada. Que el armiger eligiera pensar en sí mismo como humano
era extraño, viendo como se había decidido por un avatar que
era todo menos eso.
Rion supuso que ese era el punto. Él era ambas cosas, y no
hacía caso omiso de ello.
Manifestó un holograma del planeta en la mesa táctica, con
cordilleras transparentes que daban paso a paisajes urbanos de
altas espirales y vastos complejos. "Este es nuestro destino."
Movió el planeta con un movimiento de su mano y se acercó a
una instalación construida en la ladera de una montaña en la
punta misma del continente central. "Esta es una instalación de
los Constructores. Tendrá todo lo que necesitamos."
"Pero no has estado aquí antes, ¿verdad?" Niko preguntó,
fascinado con la vista.
"Eso es correcto. Aprendí sobre Triniel a través de los datos
que adquirí durante mi tiempo como monitor de la Instalación
Cero Cuatro, aunque en ese momento estos datos estaban com-
partimentados, como gran parte de mis conocimientos adquiri-
dos lo estaban entonces. Aprendí mucho a través de muchas
fuentes."
"¿Qué tipo de fuentes?" preguntó Niko, alejándose de la
vista.
"Mis compañeros monitores. Los almacenes de datos de la
Matriz. A través de los visitantes de mi instalación, mis explora-
ciones, comunicaciones y alianzas… Cada interacción está llena
de datos, más de los que la mayoría puede comprender", dijo.
Ram se apartó de la pantalla y miró la imagen holográfica
con una incredulidad sin reservas. "Nunca pensé que vería algo
como esto… Podríamos pasar toda una vida en un solo edificio.
Imagina todas las máquinas cotidianas, fuentes de energía, ar-
maduras… la lista es interminable."
"Chicos, esto es mucho mejor que un campo de escombros",
dijo Niko, uniéndose a él en la mesa.
Rion no podía debatir con eso, pero aún no estaba vendida.
Cuando las cosas parecían demasiado buenas para ser verdad,
normalmente lo eran. "Muy bien, entremos." Intercambió una
mirada con el armiger y le dio una inclinación de cabeza para
tomar el control.
La As descendió a través de la atmósfera, y pronto estaban
captando señales de vida. "Marino, mamífero, ave…" dijo el ar-
miger mientras monitorizaba los sensores. "¡Qué alentador! Tri-
niel ha florecido."
Rompieron las nubes y la cordillera central se hizo visible,
enorme, dentada y recortada en una alfombra verde que bajaba
desde sus laderas hasta los océanos a ambos lados. Delante de
ellos, una gran criatura alada se deslizó con las alas extendidas
hacia un valle nebuloso. La cosa era casi tan grande como la As.
A medida que continuaban su descenso, volando más cerca
de las montañas, aparecieron enormes raíces, tan gruesas como
las antiguas secuoyas, aferrándose a la roca. Desde las raíces,
grandes púas crecían en ángulos aleatorios, los extremos pun-
tiagudos estaban perforados con formas blandas y huesos blan-
queados, animales terrestres y marinos en diferentes etapas de
descomposición.
La macabra mezcla con la belleza circundante fue un espec-
táculo extraño e inesperado. Rion se enderezó en su silla. En los
espacios entre las puntas había cientos de sacos de huevos
translúcidos, que contenían lo que parecían ser embriones de
cualquier forma de vida que hubiera puesto en exhibición su co-
mida podrida.
"Impresionante", dijo el armiger. "Estas fueron una vez pe-
queñas aves. Como los pájaros carniceros de la Tierra, empalan
su comida sobre espinas, guardándola para alimentar a las crías
y para exhibirla frente a una posible pareja. Cuantos más cadá-
veres haya, más posibilidades habrá de aparearse."
"Bueno, ya no son pequeñas", dijo Less, señalando a otra
enorme criatura alada posada en la base de una de las púas, pi-
coteando las tripas de una de sus comidas perforadas.
"¿Son territoriales?" preguntó Rion.
"Oh, por supuesto", respondió el armiger, admirando a la
gran criatura alada.
"Entonces mantengamos nuestra distancia."
Los picos dieron paso a un valle inclinado y a una alta me-
seta que albergaba una gran ciudad con altas torres de ángulos
geométricos escarpados, cuyo metal gris plateado aún brilla en
algunos lugares. Había puentes que atravesaban alturas imposi-
bles, y otros edificios de piedra pulida y lisa, de forma trapezoi-
dal, con manchas de algún mineral luminoso que atrapaba la luz.
Todo eran líneas rectas y ángulos, aunque no del todo en condi-
ciones prístinas. Las enormes raíces desarrolladas se habían
abierto camino alrededor de los rascacielos, creando cintas es-
pinosas alrededor de muchos edificios y creando puentes natu-
rales de una torre a la siguiente.
Los pájaros alienígenas gobernaban esta área, eso estaba
claro, pero ni siquiera el crecimiento excesivo podía disminuir
el tamaño, la escala y la belleza de las antiguas estructuras de
Triniel.
El silbido de Ram llenó el puente. "Hay que reconocerlo",
dijo en apreciación. "Los Forerunners sí que sabían cómo cons-
truir una ciudad."
A pesar de la espeluznante vista de las comidas de las aves
perforadas en las púas, había una asombrosa belleza en todos
los lugares donde miraban. Árboles con ramas colgantes esta-
ban cubiertos de pequeñas flores rosas, millones de ellas, por
toda la ciudad, creando una combinación de verde y rosa, metal
y raíz.
Por un momento, Rion olvidó su temor y dejó que el asom-
bro y la rareza de lo que estaban viendo la invadieran. Las flores
se elevaron en masa en el aire, llevadas por las brisas que venían
de la costa, creando una danza de nubes rosas que se elevaban
y caían suavemente por toda la zona.
"Increíble", murmuró pensativo el armiger. "Creo que la to-
xina creó un camino evolutivo divergente no sólo para los pája-
ros, sino también para toda la flora y la fauna."
Los gratos sentimientos de Rion se desvanecieron. "¿Qué
quieres decir con toxina?"
El armiger se movió para mirarla de frente. "En los últimos
días de la guerra, los habitantes de Triniel estaban en la ruta di-
recta del Flood. No había forma de escapar de su destino, no ha-
bía ayuda disponible, no había ningún lugar a donde correr. . . .
En un acto de desafío, y algunos dirían que de inmenso valor,
liberaron una toxina a nivel planetario, privando al Flood de su
fuente de alimento, y por lo tanto de su potencial de enorme cre-
cimiento." Hizo una pausa. "Este era un mundo muerto antes de
que llegara el Flood."
El ambiente en el puente se volvió sombrío.
"¿Todos murieron?" Preguntó Lessa, con los ojos muy abier-
tos. "¿Suicidio en masa?"
"Sí. Todos murieron. Era un final preferible a lo que les es-
peraba. No fueron el único planeta que lo hizo."
Todas esas torres, edificios y casas, no estaban abandona-
das o vacías; estaban llenas del polvo de millones. La belleza de-
bajo de ellas, la vegetación intacta, las flores y las raíces, eran un
monumento a un mundo que se había quedado colectivamente
en silencio.
El resto del vuelo también estuvo tranquilo, y finalmente
llegaron a la punta del continente y a la ladera que contenía la
instalación de semillas de los Constructores, que tenía vistas al
mar azul.
Mientras el armiger dirigía la As debajo de una raíz gigante
que se extendía de una cresta de la montaña a otra y luego se
dirigía a una estación de acoplamiento cubierta de sobrecreci-
miento, pequeños escombros, musgo y vides en flor, Rion no
pudo evitar sentirse pequeña en relación con la instalación y la
naturaleza que la rodeaba. Como una pequeña mosca, se posa-
ron en el lugar de los antiguos dioses espaciales.
Un lugar propicio para ser saqueado.
Un lugar que podría ser su propia tumba si no tenían cui-
dado.
Rion se consoló con la tarea rutinaria de equiparse en el ves-
tuario con la tripulación, tomar su rifle y su pistola de la armería,
y luego liberar su carro de gravedad. Esto era lo que sabía, y po-
día hacerlo con los ojos cerrados. Después de colgar su bolsa de
herramientas en el gancho del carrito, revisó a la tripulación y
esperó en la cabecera de la rampa mientras las puertas de la es-
clusa se abrían y la rampa bajaba.
Los pasos del armiger resonaron detrás de ella, poniéndole
la piel de gallina en los brazos. Miró por encima del hombro
cuando apareció la alta figura de metal, su luz sólida brillando y
recordándole que pertenecía a este lugar entre las ruinas y la
tecnología antigua.
Se detuvo a su lado. "¿Lista, Capitana?"
Ella fingió una sonrisa; sí, ella misma había hecho todas las
pruebas, pero no pudo evitar preguntar, "¿Estás seguro de que
la toxina global está inactiva en este momento?"
"Bastante seguro. Hace mucho que se disipó."
"Después de ti", dijo, y permitió que el armiger bajara por la
rampa delante de ella. Rion hizo un gesto a la tripulación, y en-
tonces se pusieron en marcha, entrando en las instalaciones y
abriéndose en abanico.
Los G de Triniel eran un poco más pesados de lo óptimo,
pero era manejable, y la atmósfera era buena. Sus botas crujían
sobre las hojas muertas y los escombros. Más allá de la estación
de acoplamiento, los cantos de la vida silvestre y las aves mari-
nas alienígenas resonaban. El aire cálido tenía una fragancia con
una mezcla de flores y mar. Al entrar en la estructura, aparecie-
ron glifos familiares en las paredes y el suelo.
El armiger se adelantó, acercándose a una consola, que Rion
reconoció inmediatamente. Era muy similar a la que habían en-
contrado en las ruinas del campo de escombros, completa con
un panel abovedado. Se hizo a un lado y le hizo un gesto a Rion
para que pusiera una mano en el panel.
"¿Qué pasará?"
"La energía regresará a las instalaciones."
Mirar fijamente los ojos de una inteligencia artificial de cien
mil años para tratar de encontrar la verdad parecía un ejercicio
inútil, pero Rion lo hizo de todas formas. La miró con compren-
sión. "¿Recuerda nuestra conversación sobre la confianza, Capi-
tana?"
"Yo no lo llamaría una conversación", dijo ella, frunciendo el
ceño.
Su encogimiento de hombros decía que la elección era de
ella. No la forzó. Qué amable de su parte.
Había tenido razón cuando dijo en la nave que la confianza
era algo difícil de proporcionar. Era especialmente difícil para
los hartos, para los que se habían educado con golpes duros y
lecciones dolorosas. Pero la confianza que ella tenía que deposi-
tar en él ahora no la otorgaría precisamente gratis. No habían
llegado a Triniel por una decisión mutua, y si querían volver a
casa de una pieza, jugar el juego del armiger era un mal necesa-
rio, ya fuera un juego honesto o no.
"También podríamos empezar este viaje lateral", murmuró,
golpeando con la palma de la mano la superficie fría de la cúpula.
Instantáneamente la consola se encendió. La instalación co-
bró vida; los glifos, las líneas y la iluminación se activaron en se-
cuencia como fichas de dominó, iluminando una vasta cámara
circular con una cavidad vertical central que se elevaba en lo
alto de la montaña y descendía hasta sus profundidades. El al-
cance del lugar superaba la imaginación de Rion, más expansivo
y extraño e impresionante que cualquier ruina que hubiera visi-
tado.
Sólo que esta no era exactamente una ruina.
Era, como todo en Triniel, un lugar en espera.
Al acercarse a una barandilla que permitía contemplar la ca-
vidad, una pasarela en espiral que rodeaba su pared interior co-
bró vida, las luces se encendieron una tras otra en un despliegue
vertiginoso, desde algún lugar muy alto por encima de ellos y
desaparecieron muy por debajo. Un piso tras otro se iluminaba
dentro de la cavidad, mostrando no sólo el pasillo sino también
cientos de habitaciones con fachada de vidrio construidas en la
pared cilíndrica.
Varios pisos más abajo, se reveló una antigua pieza de tec-
nología, suspendida en el centro de la cavidad por abrazaderas
unidas a largos radios insertados profundamente en la roca.
Niko se inclinó sobre la barandilla. "¿Qué es eso?"
El armiger se inclinó sobre la barandilla para echar un vis-
tazo. "Un motor trasluz. Hay varios motores debajo de ése. La
cavidad es muy profunda…"
La risa de Ram de repente resonó en el espacio, sonando un
poco aturdida y mareada. "Un motor trasluz. Oh, no es gran cosa.
Sólo un motor trasluz…" Se apartó de la barandilla y sacó el ci-
garrillo enrollado de detrás de su oreja, oliéndolo profunda-
mente, y luego se rió de nuevo.
Si había una ocasión que exigía una fumada de celebración,
era ésta. Pero él simplemente lo enrolló entre sus dedos con una
sonrisa incrédula.
"Esto es irreal", murmuró Lessa.
Rion estudió la enorme cámara con una sensación que no
pudo nombrar. Pero no era emoción. La tecnología aquí era ex-
traordinaria, y la advertencia de la ONI y la pérdida de Kip en
Sedra pesaba mucho en su mente. "¿Hacia dónde?" le preguntó
al armiger, queriendo hacer avanzar las cosas.
Esperó mientras él accedía a una terminal cercana. Ahora
que la energía estaba restaurada, no necesitaba su ADN para
buscar en los bancos de conocimiento de la terminal. "Tercer ni-
vel debajo de nosotros", respondió finalmente, quedándose
justo donde estaba.
Rion se acercó más. "¿Qué estás haciendo?"
"Activando los satélites de comunicaciones en órbita. To-
mará algunos momentos para que los relevadores de aquí en-
víen las señales, y luego más tiempo para que los satélites estén
en línea."
"Es increíble que las cosas aún funcionen", dijo Lessa, va-
gando por detrás de ellos.
"Los Forerunners construían ciudades para que duraran
millones de años", le dijo con naturalidad. "Las ciudades de Tri-
niel pueden encenderse en cualquier momento... como si se pul-
sara un interruptor. Todo vuelve a la vida."
"No nos adelantemos", les dijo Rion antes de que se les ocu-
rrieran ideas brillantes. Se acercó más al armiger. "¿Por qué es-
tás accediendo a los satélites?"
"Para enviar un mensaje."
"¿Qué clase de mensaje?"
La armiger se retiró de la terminal. "Por favor, síganme."
Rion se puso delante de él antes de que pudiera irse e igno-
rar su pregunta.
"Todos tenemos nuestros secretos, Capitana", dijo, mirán-
dola fijamente desde su elevada altura. "¿Exijo que compartas
los tuyos conmigo? Tenemos un trato. ¿O ya lo has olvidado?"
"No. No lo he olvidado."
"Entonces está decidido." Se movió a su alrededor y se diri-
gió a una plataforma circular cercana, que se elevó ligeramente
del suelo y emitió una suave luz azul.
No, no está decidido, pensó ella, mientras él subía a la plata-
forma y hacía un gesto para que los demás se unieran a él. Ni por
asomo.
Una vez que todos estaban reunidos, presionó el panel cer-
cano.
En un abrir y cerrar de ojos, de repente estaban varios nive-
les más abajo, de pie en una plataforma diferente, e inclinados,
jadeando, todos menos el armiger y Ram, extrañamente, que es-
taban de pie allí muy bien y mirándolos con una sonrisa triun-
fante por haber escapado de las ramificaciones físicas de la tele-
portación instantánea.
Rion le frunció el ceño y tropezó desde la plataforma, encon-
tró la consola más cercana y se apoyó en ella, teniendo que apo-
yarse en algo sólido y real. Se sintió desgarrada y recompuesta,
y su cuerpo no sabía si quería vomitar, desmayarse o explotar.
"¿Qué demonios fue eso?" preguntó Niko, sin aliento.
"Una plataforma de translocación." El armiger pasó por de-
lante de ellos y se dirigió a un largo pasillo excavado en la roca.
Rion levantó la cabeza, intercambiando miradas de incredu-
lidad con su tripulación, antes de retirar su angustia física y se-
guir al armiger.
La primera cámara en la que entraron parecía estéril y lim-
pia, con mesas altas colocadas debajo de extraños dispositivos
que colgaban sobre rieles. "Este es el laboratorio donde el cristal
es cortado." El armiger cruzó hasta una larga pared donde unos
estantes bien iluminados sostenían brillantes cajas rectangula-
res de varios tamaños. El armiger extendió la mano y seleccionó
la más pequeña, no más grande que un dedo, y la abrió.
Una luz se desprendió del contenedor. Cerró la tapa a pre-
sión. "Esta servirá. Pero debo advertirles a todos: incluso una
astilla como esta crea distorsión espacial, exponiéndolos a ra-
diación y desorientación. Es capaz de doblar el espacio y el
tiempo, la energía y la gravedad, y no debe ser manipulada bajo
ninguna circunstancia excepto dentro de los límites de la caja."
Niko quedó inmediatamente fascinado y se acercó a los es-
tantes. "Si todos estas escamas son tan poderosas, ¿cómo se las
arreglaron para cortarlas? Supongo que cortaron las escamas de
un trozo más grande, ¿no?"
"El Cristal Fuente, también llamado Cristal Madre por los
cortadores. No reside aquí... en vez de ello, trozos más grandes
fueron cortados y transportados a las instalaciones de fabrica-
ción a través de la ecúmene. El cortador entonces cortaba las es-
camas de los trozos para usarlas en las naves, desde la más pe-
queña hasta la más grande. Esos dispositivos que cuelgan de las
vías son cortadores de cristal."
"Entonces, ¿dónde está Mamá Cristal en estos días?" Niko
preguntó mientras los demás examinaban los objetos.
"No lo sé. La ubicación era uno de los secretos mejor guar-
dados de la ecúmene. Sólo los cortadores lo sabían, y morirían
antes de revelar su ubicación. Los cristales son intrínsecamente
peligrosos." Levantó una mano de metal, alejándolos de las ca-
jas. "Por lo tanto, no puedo permitir que los recuperen. Sólo he-
mos tomado uno, que servirá de acompañamiento a la semilla
de mejora, e incluso entonces se almacenará en su caja protec-
tora hasta el proceso de mejora."
Rion no estaba lista para considerar la idea de la mejora,
pero no tenía sentido discutirlo ahora.
Salieron de la habitación y se dirigieron a otra plataforma
de translocación que alteró su estómago hacia otro nivel, y el
salto no mejoró en la segunda ocasión. Después de recuperarse,
siguieron al armiger a otro laboratorio de paredes y mostrado-
res blancos y pulidos que parecían haber sido tallados de una
sola pieza de piedra, o quizás era de metal, Rion no estaba se-
gura. Al entrar, se encendieron enormes pantallas holográficas
a lo largo de las paredes, llenas de glifos, planos de naves y otros
elementos de diseño.
"Aquí es donde preparaban las semillas de diseño", supuso
Rion mientras miraba una de las grandes proyecciones. Era el
plano de una increíble nave angular con tres largas alas, como
nunca antes había visto. Tenía un profundo aprecio por las na-
ves estelares, su diseño, su energía, sus líneas... Le encantaba
todo lo relacionado con los vuelos espaciales. Y encontrar dise-
ños de una antigua raza avanzada era nada menos que extraor-
dinario.
"Sí. Las semillas son códigos, trazados con filamentos de luz
sólida y cifrados con comandos cuánticos."
El armiger se puso a su lado y estudió el plano que había
llamado la atención de Rion. "Una keyship", le dijo, y la observó
durante un largo momento antes de seguir adelante y acceder a
uno de los paneles de vidrio de la estación de trabajo en el mos-
trador. Otra pantalla se iluminó con extraños glifos y patrones y
cuerdas brillantes. La pantalla en sí misma era una tecnología
increíble. Pero cuando el armiger extendió las manos al interior
de la pantalla y comenzó a tirar y manipular las cuerdas de luz,
se quedó aturdida y boquiabierta. Observó, fascinada, como un
plano de una nave de clase Mariner apareció en el fondo de la
pantalla. El armiger había puesto de alguna manera las especifi-
caciones de la As en la pantalla y estaba inyectando cuerdas de
luz y código en esas especificaciones más rápido de lo que ella
podía seguir.
"Esto llevará algún tiempo", dijo sobre su hombro. "Comple-
taré la semilla de diseño y luego repararé la lesión de la estruc-
tura neural de este armiger. Son libres de llevarse cualquier cosa
de este nivel."
La tripulación de la As se alejó de él y se dirigió más lejos
por el corredor.
"Entonces… ¿alguien piensa que esto es extraño?" Preguntó
Niko.
Rion miró por encima de su hombro. "¿Qué quieres decir?"
"No lo sé. Todo el lugar, todo el maldito planeta… es una
tumba gigante. Saquear aquí…"
"¿Se siente un poco mal?" Lessa terminó.
"Sí, algo así", dijo, y luego les dedicó una sonrisa irónica.
"Míranos. Recuperadores con conciencia."
Encontrar artefactos Forerunner era el mayor logro para un
recuperador, eran raros, y tomaba esfuerzo, tiempo y dinero en-
contrarlos. Ram tenía razón: estar aquí era un sueño hecho
realidad y sin embargo no había nada en su carro de la gravedad.
Rion y Ram intercambiaron miradas. Ambos llevaban mu-
cho tiempo en el negocio del salvamento. Habían saqueado si-
tios de naufragio, tratando de ser respetuosos con los muertos,
siguiendo el protocolo dondequiera que se encontraran con res-
tos. Pero tenían que comer, tenían que comprar combustible y
provisiones, y no podían ser aprensivos o dejar que sus emocio-
nes se interpusieran en el camino de un trabajo.
A pesar de que ella también era reacia, forzó la sensación de
distancia. "Intenten sacarlo de sus mentes", dijo, sabiendo que
la idea del suicidio planetario era difícil de olvidar, pero sí nece-
sitaban concentrarse y hacer este pequeño viaje lateral. Y recu-
perar el control de mi nave. "Cualquiera que haya estado aquí se
fue hace mucho tiempo. Hacemos esto como cualquier otro tra-
bajo. Concéntrense en restaurar los huevos del nido que la ONI
nos quitó."

Una hora más tarde, cada uno de ellos habían llenado sus carros
de gravedad con pequeños dispositivos y artefactos que habían
encontrado colocados en o dentro de las estaciones de trabajo
del laboratorio, ninguno de los cuales pudieron identificar. Todo
lo que recogieron era elegante, alienígena y muy por encima de
su capacidad de comprensión. Necesitarían la ayuda del armiger
para clasificar su pequeño tesoro de recuperación. Había sido
un proceso lento y no habían llegado muy lejos en términos de
exploración, porque había tanto de lo que maravillarse y tan
poco que realmente querían perturbar.
Mientras regresaban al laboratorio de construcción de se-
millas, Niko se desvió por un pequeño corredor que ya habían
evitado antes. Como todos los otros lugares que habían visto
hasta ahora, las paredes estaban pulidas y grabadas con líneas
rectas y glifos. La puerta del final estaba abierta, su marco era
alto y de forma trapezoidal y estaba tallada como todo lo demás.
Las habitaciones del interior conducían una a la otra, dife-
rentes a los laboratorios en los que habían estado, más íntimas,
con asientos y alfombras en el suelo, arte geométrico en las pa-
redes… Estaban dibujadas en un espacio tras otro… Cada habi-
tación en la que entraban parecía congelada en el tiempo, como
si alguien acabara de salir: habían dejado cosas en la mesa, va-
sos, utensilios...
Luego se encontraron con los restos.
Cuatro juegos de armaduras sin cabeza... estilizados protec-
tores de hombros y brazos, placas de torso grabadas con símbo-
los, abrazaderas de piernas y botas, atados por los moldes de sus
antiguos anfitriones... permanecían dispuestos en un retablo en
un largo sofá, los caparazones de una pareja se abrazaban, y
otros dos se giraban el uno hacia el otro, con sus guantes entre-
lazados. Cuatro cascos estaban colocados en los cojines junto a
las armaduras, como si se los acabaran de quitar, para poder mi-
rarse de frente, despedirse, susurrar palabras de amor o de
miedo, quizás… Pequeños rastros de polvo y trozos de huesos
en las armaduras y el asiento sugerían que estos antiguos gigan-
tes se habían descompuesto casi hasta convertirse en cenizas,
dejando atrás su polvo y armadura hueca como marcadores de
vidas perdidas hace mucho tiempo.
"Sip. Me voy de aquí", dijo Lessa, girando inmediatamente y
dirigiéndose al corredor.
Había un quinto Forerunner sentado en un panel de control
iluminado con una pantalla encima, brazos y manos en posición
de acción, con el casco puesto. Un escalofrío recorrió la columna
vertebral de Rion. Niko se adelantó, lo suficiente para ver el pa-
nel.
Se adelantó lentamente y presionó el glifo bajo el dedo en-
guantado. La pantalla cobró vida, y retrocedieron sorprendidos
al ver que el Forerunner los miraba fijamente. Era una figura
sentada en la misma armadura que el fallecido. Sólo que no lle-
vaba el casco.
Gracias a la historia que el armiger había compartido, ha-
bían visto imágenes de Forerunners dentro y fuera de su
armadura, pero ver a uno virtualmente vivo era asombroso. Era
sorprendentemente… familiar. La forma facial y la estructura
ósea eran casi idénticas a las de los humanos. Los ojos eran casi
iguales, pero la nariz y la boca eran muy pequeños, sólo ranuras
para las fosas nasales y líneas apretadas para los labios, y su piel
era de un gris oscuro yendo hacia el azul.
Empezó a hablar, pero el lenguaje era incomprensible.
El movimiento en la puerta indicaba que Lessa había regre-
sado, acechando mientras el armiger entraba detrás de ella. Exa-
minó la habitación, y luego se acercó a la pantalla. Tocó el panel,
introdujo las órdenes, y comenzó a reproducirse de nuevo,
ahora traducido:
"Las toxinas se transmiten por el aire. Dicen que no
lo veremos, ni lo oleremos, ni nos dolerá, sólo que nos can-
saremos y dormiremos. El Flood está sobre nosotros,
nuestros sensores indican que las carreteras estelares ya
se están expandiendo fuera de nuestras defensas orbita-
les. Sólo tenemos horas ahora." Hizo una pausa. "Yo y
otros dos permanecemos aquí. Sus cónyuges se han unido
a ellos. Juntos apagaremos la instalación y apagaremos
nuestras ancillas personales para evitar que nos salven.
Este es nuestro último acto de desafío. El Flood no obten-
drá nada de Triniel. Estamos unidos. Caeremos juntos."
Aclaró su garganta y levantó su barbilla. "Y que nuestro
sacrificio, los 883.489.876 de nosotros, desde el más joven
hasta el más viejo, sea guardado y recordado para siem-
pre en los salones sagrados del Dominio."

La pantalla se desvaneció.
"He completado mis tareas", dijo el armiger en el silencio
que siguió.
"Bien", dijo Rion en un tono entrecortado, alejándose de la
escena. "Salgamos de esta tumba."
Antes de irse, el armiger hizo una pausa en la terminal del
nivel principal, comprobando si el relé de comunicaciones es-
taba ya operativo. Rion esperó a que enviara el mensaje que ha-
bía mencionado antes, pero dudó.
"Una vez que el relé funcione", dijo Lessa, pasando junto al
armiger, "otros encontrarán Triniel, ¿no es así?"
El armiger se quedó en silencio durante un largo momento,
y luego bajó la cabeza. "Sí. Eventualmente."
Ella suspiró, melancólica. "Es una lástima…"

La As de Picas voló sobre las ciudades de color rosa, verde, metal


y raíz, luego a través de las cadenas montañosas y el océano, y
finalmente hacia la atmósfera, pasando por matrices de comu-
nicaciones y satélites que no se habían utilizado en cien mil
años.
El armiger los había sacado de línea antes de que pudieran
reiniciarse. Resultó que tenía conciencia después de todo.
Triniel seguiría siendo un planeta perdido, en un sistema es-
telar perdido, en un sector perdido de la galaxia, libre de la ex-
plotación masiva.
Como bien debería ser.
CAPÍTULO 29

Dejamos el sistema y la Capitana Forge pone rumbo a una pe-


queña luna llamada la Luna de Myer, en el sistema Shaps, un
punto de paso conocido que la tripulación usaba para repostar,
reabastecerse y descansar entre misiones.
Pasan diez días antes de que lleguemos, hacemos una rápida
visita al puesto de avanzada, y luego nos instalamos en un amplio
tramo de playa cerca de un mar poco profundo. Utilicé el tiempo
para activar mi interfaz neural y guiar las máquinas celulares de
mi armiger para comenzar el proceso de transfiguración que de-
seo. Hice un proceso lento para facilitar a la tripulación la acep-
tación de algo distinto a lo que estaban acostumbrados.
Si las mejoras de la nave hubieran procedido, nos habría lle-
vado sólo unas horas llegar, pero la capitana es testaruda y le
teme al cambio. El cambio es una fuerza que no puede controlar,
así que lo ignora y en su lugar busca maneras de evitar el curso de
acción obvio.
No necesito convencerla o empujarla en la dirección correcta.
Ella entrará en razón.
Conozco su historia, y sé que su vida nunca será como antes.
Ha encontrado demasiado y ha perdido demasiado como para re-
troceder.
Ella también lo entiende.
Una vez que la nave se apaga, las puertas de la esclusa se li-
beran y la rampa de carga desciende. El eco metálico de mis pasos
llena la bodega mientras Niko y Lessa corren por la nave, vestidos
con muy poco, con toallas bajo los brazos.
En minutos, salen de la nave y corren por la arena directa-
mente hacia el agua.
Camino hacia la cabecera de la rampa de carga y me maravi-
llo ante esta imagen tan humana enmarcada por el revestimiento
de metal de la nave. Sus risas resuenan sobre las suaves olas mien-
tras los cangrejos iridiscentes de la luna van de puntillas para re-
fugiarse y los pájaros gritan sobre sus cabezas.
Es su lugar, dicen. Lo descubrieron hace muchos años.
La Capitana Forge aparece a mi lado. También lleva muy
poco. Tiene las manos llenas de toallas y una manta.
No me comunico con ella, y me encuentro bruscamente con
que no estoy de humor para conversar.
Ram Chalva llega con un carro de gravedad cargado con si-
llas, bebidas y comida. La capitana coloca sus artículos en el carro,
y luego nos dirigimos a un ritmo tranquilo a la playa.
Más tarde, después de que la natación los ha agotado, Ram se
levanta y me sonríe, un destello de blanco a través de su barba
oscura. "Voy a recoger leña para el fuego. Ven a ayudarme", dice,
alejándose.
Lo sigo por el paisaje rocoso poco poblado de coníferas, cu-
rioso por la causa de mi estado de caos. Recojo palos secos.
"Esto es muy diferente del espacio", señala.
Hay una sabiduría en él que no está presente en los demás.
"Sí", digo.
Ha sido un día muy… humano.
Mi armiger se siente antinatural aquí. En el espacio, es real-
mente diferente. Estoy entre avances tecnológicos como yo. Pero
aquí en la playa, sobresalgo. No puedo nadar, ni beber, ni comer...
aunque recuerdo esas experiencias.
"Fuiste humano una vez", dice, buscando yesca.
Lo fui. Lo soy.
No sé cómo responder.
"Eres lo que quieras ser, Spark."
Ram Chalva es un hombre observador, del tipo que ve el cora-
zón de las cosas mucho más fácilmente que la mayoría.
Un fuerte grito resuena sobre las rocas, seguido de risas. Nos
acercamos al borde y vemos a Niko y Less medio cargando, medio
arrastrando a la capitana de vuelta al agua.
"¿Alguna vez has pensado en abandonar tu búsqueda?" me
pregunta.
Me vuelvo hacia él, preparado con una negación inmediata,
pero las palabras parecen atascadas en mis componentes vocales.
Finalmente logro decir: "No, por supuesto que no." Pero no hay
entusiasmo detrás de esto. "¿Alguna vez has considerado renun-
ciar a la tuya?"
Por supuesto, me refiero a su deseo de venganza contra Gek
'Lhar.
Me mira durante un largo momento, y luego baja la cabeza
en señal de reconocimiento.
Volvemos a buscar madera.
Cae la noche, y el cielo se mueve a través de etapas de naranja,
rosa, púrpura, y luego un azul oscuro. Aparecen las estrellas. La
fogata chispea, se enciende y dispara brasas en la noche. Es un
sonido encantador, el sonido del fuego. El sonido de los amigos. El
sonido de la risa.
Me he unido a ellos a través de mi avatar, usando la tableta
de datos de Niko, y actualmente estoy admirando la forma en que
la luz de las estrellas se refleja en el agua oscura.
Lessa se vuelve hacia mí y me dice: "¿Crees que hay un Dios?
Quiero decir, ¿uno omnisciente y omnipotente?"
Antes de que pudiera responder, Niko se ríe y pone los ojos en
blanco. La expresión de Lessa se oscurece.
"No soy lo suficientemente viejo o sabio para saber esas co-
sas", digo.
"¿Creías en un dios en Marontik", continúa, "cuando eras hu-
mano?"
"Muchos creían en los espíritus animales que reinaban en las
Praderas Occidentales: el Jaguar, el Cocodrilo, el Gran Elefante, y
Abada el Rinoceronte. Pero sobre todo, creíamos en la Biblioteca-
ria, la suprema Guardiana de Vida. Era nuestra diosa, nuestra ma-
dre... amable, amorosa y hermosa más allá de toda comparación.
Montaba en una gran nave estelar y se nos aparecía cuando éra-
mos niños. En Marontik, se construyó un templo en su nombre, y
mis hermanas servían allí como doncellas de oración."
"¿Realmente crees que está viva?" Niko pregunta.
"Sé que sí."
"Suenas como Rion", dice Lessa con una sonrisa. "Supongo
que a veces lo sabes, ¿verdad?"
La Capitana Forge le da un asentimiento y hay una pequeña
sonrisa en su cara, pero también hay tristeza. No sabe si su padre
está vivo; sólo tiene esperanzas.
Como yo, arde en deseos de respuestas. Todo este tiempo, to-
dos estos largos años en el marco de tiempo de Rion, John Forge
se ha ido, pero no puede abandonar la búsqueda. Es de la familia.
Así que existe en la esperanza.
Somos iguales en eso. Y la soledad, la necesidad de conectar
con la familia y los seres queridos es fuerte. Nos impulsa a ambos.
La culpa me invade de repente. Tal vez es el momento, la co-
nexión que siento actualmente con ella. Tengo las respuestas que
ella busca.
Debería decirle la verdad.
¿No es eso lo que hay que hacer?
La veo sonreír en la conversación del grupo, sus ojos brillan-
tes, un giro en sus labios, encontrando humor en las pequeñas co-
sas…
¿Qué le hará a ella? Me lo pregunto. ¿Qué hará cuando se en-
tere de que está muerto de verdad, que su búsqueda implacable
de todos estos años ha sido en vano?
"¿Rion...?" Empiezo antes de poder detenerme.
Su cabeza gira. La luz del fuego se refleja en sus ojos oscuros.
Parece más joven, no tan agobiada por las preocupaciones en este
momento.
Me parece que no puedo decir las palabras, no puedo ser el
liberador de tal dolor.
Tampoco puedo soportar la idea de perder la poca confianza
que tiene en mí. No completé el restablecimiento de la red de co-
municaciones en Triniel. Y al hacerlo, hice algo bueno. Me he ga-
nado su confianza. No puedo perderla ahora.
"¿Tienes algo en mente?" dice ella.
"No es nada importante", respondo.
No.
Aún no es el momento de las verdades y el dolor.
CAPÍTULO 30

Luna de Myer, sistema Shaps, julio de 2557

la mañana siguiente, Rion se despertó con un largo estira-


miento y una actitud decente. La luz del sol y el aire fresco le
habían hecho mucho bien. Después de darse una ducha rápida y
tomar una ración de energía, decidió conectarse al satélite de
comunicaciones local en órbita y ver cómo se veían las cosas en
el mundo de la recuperación.
Una vez establecido el enlace, abrió charlas, foros de
waypoint y canales privados, esperando las últimas noticias y
mensajes para descargar. No tardó mucho tiempo, y pronto es-
taba navegando por los canales de comercio y de recuperación.
Aparentemente ella era el tema de varios mensajes.
Gek 'Lhar había puesto una gran recompensa por ella y la
tripulación de la As de Picas.
Muy, muy grande.
Bueno, eso es lo que había conseguido por dispararle en la
cara y reírse de él cuando un inestimable campo de escombros
Forerunner explotaba alrededor de sus ojos.
Se frotó una mano en la cara y dejó escapar un pesado sus-
piro.
Podría ser peor.
Había varios mensajes de Nor. Sobre favores, Gek, y… un
mensaje del Agente Hahn le llamó la atención. Lo abrió y leyó lo
que había allí.
Vaya, vaya, vaya. Ahora Hahn quería hacer un intercambio.
Ofrecía la devolución de las proyecciones de Little Bit, sus obje-
tos personales del almacén de las afueras de Nueva Tyne, y los
créditos que la ONI había incautado de sus cuentas bancarias. A
cambio, estaba pidiendo la recuperación que habían tomado de
Geranos-a.
Ella admitiría que él había elaborado un argumento convin-
cente. Hablaba de buenas relaciones, nada de tácticas turbias,
sólo un simple intercambio, y luego se irían por caminos sepa-
rados, su único objetivo era asegurar la recuperación y liberar-
los de todos los crímenes contra la Directiva de Recuperación
del UNSC.
Qué montón de mierda.
No había nada simple al respecto.
La ONI saldría a capturar lo rescatado, junto con Rion, su
tripulación y su nave. No había manera de que les dejaran depo-
sitar el rescate, sin daño, sin falta. La ONI tenía que estar segura
de que lo tenían todo, y para ello, se tendrían que realizar inte-
rrogatorios y una búsqueda en toda la nave.
Mientras comía su barra energética, sus pensamientos gira-
ron.
No solo quería que le devolvieran sus cosas. Quería que la
Oficina de Inteligencia Naval los dejara en paz para siempre.

Más tarde, Rion se dirigió al exterior en busca de los otros. Los


encontró en la playa junto a las piscinas de marea y con cañas
de pescar hechas con palos finos.
Escalando las rocas, los observó por un momento, notando
que no había nada lo suficientemente grande en las piscinas de
marea para comer. Puso sus manos en sus caderas. "Y esto es lo
que llamamos un ejercicio de inutilidad, chicos", dijo sonriendo.
La línea de Lessa enganchó un cangrejo de la luna. "Oh, ¿en
serio? ¿Quién es inútil ahora?" Lo lanzó fuera del agua con un
chirrido, apuntando directamente a Rion.
Rion saltó hacia atrás mientras el pequeño cangrejo pasaba
junto a ella y caía en otra piscina. Riendo, vio al armiger sentado
sobre las rocas y se dirigió hacia él.
"¿Disfrutando del descanso?"
No respondió a la pregunta, sino que dijo en su lugar: "Había
olvidado lo mucho que me gustaba el agua." Desde Triniel, había
estado cambiando más y más, su aleación era casi lisa ahora y
de un gris plateado luminoso. Su cara era diferente también, ella
lo había notado en la nave, sus ojos eran más grandes, más ama-
bles, si tal cosa era posible, los ángulos menos severos. "Son di-
vertidos de ver… ah, finalmente." De repente se paró y llamó,
"¡Hay otras maneras de atrapar un pez!"
En un instante, el antebrazo y la mano del armiger se reali-
nearon, convirtiéndose en un arma y disparando un haz de ener-
gía dorada hacia las olas. Un segundo más tarde, un gran pez
cayó sobre las rocas, aterrizando justo a los pies de Niko. El
chico gritó cuando el pez se desplomó. Los hermanos se enfras-
caron en una divertida lucha para atraparlo.
El armiger se sentó, riéndose entre dientes mientras su
arma mutó a una mano y un antebrazo. "He estado esperando
que ese pez se acerque lo suficiente a las rocas para hacerlo."
Aun absorbiendo lo que acababa de ver, el armiger transfor-
mando sus componentes en armas, Rion dijo: "Con un sentido
del humor como ese, encajas perfectamente." Le hizo un gesto a
su brazo. "¿Podrías hacer eso siempre?"
"No hasta que reparé la interfaz neuronal de mis máquinas
celulares en Triniel."
Así que estaba armado incluso cuando no lo estaba. Rion se
puso de pie y limpió la arena de su trasero. "Vamos, reuniré a la
tripulación. Parece que el Agente Hahn está listo para hacer un
trato."

Un tiempo después, una vez que Ram encendió otro fuego y Niko
asó el pescado sobre las llamas, Rion les dijo lo que había averi-
guado y lo que el Agente Hahn quería a cambio.
"¡No puedes venderlo, no después de lo que ha pasado!" dijo
Niko, poniéndose de pie, listo para defender a Spark a toda
costa.
"Cálmate, chico", dijo Rion. "Nadie está vendiendo a nadie.
Sólo te digo lo que dijeron, no lo que vamos a hacer."
Niko dirigió su atención al avatar, que se había unido a ellos
a través de su pequeña tableta holográfica que se había colocado
en el refrigerador, mientras el armiger estaba en la bodega de la
nave. "No te estamos vendiendo."
"No me preocupa que lo hagan."
"Sabemos que es una trampa", dijo Rion. "Pero podría haber
una forma de ir a esta reunión y recuperar nuestras cosas sin ser
detenidos. Si fijamos la hora, elegimos el lugar y lo utilizamos en
nuestro beneficio. Y…" Respiró hondo. "No puedo creer que vaya
a decir esto, pero usamos la semilla de mejora."
La miraron con la boca abierta. El pez de Niko se incendió y
cayó en las llamas. Y aun así nadie se movió o habló. Rion usó un
palo para sacar al pescado de las brasas. Supuso que se había
ganado su reacción. Todos sabían que la As tenía un lugar espe-
cial en su corazón, así que el hecho de que estuviera dispuesta a
transformarla fue una revelación asombrosa.
"Para escapar, necesitaremos una nave más avanzada o al
menos comparable a la que traerá la ONI", continuó Rion.
"Rion", dijo Lessa. "No tienes que hacer esto. La As es tu
nave… Si estás haciendo esto por nosotros…"
Rion sacudió la cabeza. Ella había pensado mucho en esto.
"Yo también lo hago por mí. Me queda muy poco de mi padre, y
quiero recuperar todo. Todo lo que hemos pasado, no quiero
que haya sido en vano." Cavó en la arena con su pie. "Esto es lo
que queríamos. Por eso fuimos a Geranos-a. Estamos en la mira
de la ONI y eso no va a cambiar, no importa lo que se decida. No
sé ustedes, pero me gustaría que se lo pensaran dos veces antes
de enemistarse con los rescatadores."
"Entonces, ¿cuál es tu plan?" preguntó Ram.
"Controlamos cada detalle de cómo se desarrolla esto. La
ONI nos subestimará, no pueden evitarlo. No tienen ni idea de
que tenemos al armiger en nuestro lado. No tienen ni idea de
que ahora es algo más que lo que era cuando lo trajeron a bordo
de la Rubicon. Usaremos todo eso para nuestro beneficio. Y les
daremos lo que creen que tenemos."
"¿Y si las cosas van mal?" preguntó Ram.
"Oh, cuento con que las cosas vayan mal."
Niko parpadeó sorprendido. "Espera. ¿Queremos que las co-
sas vayan mal?"
"Como una distracción", supuso el armiger.
"Exactamente. Todos ustedes deben saber que Gek 'Lhar ha
emitido una gran recompensa por nosotros, yo en particular.
Todos los recuperadores, comerciantes y mercenarios están ha-
blando de ello. Lo que significa que la ONI tendrá dificultades
para atraparnos cuando todos los demás estén tratando de ha-
cer lo mismo."
Niko frunció el ceño. "Suena muy seguro."
"Lo será, si lo hacemos bien."
"Tendrán su merodeador en órbita", dijo Ram, "tal vez más
que eso. Podríamos escapar de la reunión, pero ¿qué hay de es-
capar del planeta?"
"Por eso usamos la semilla de mejora. Si somos atrapados
en el espacio, entonces todo lo que se logre en tierra será para
nada. Tenemos que asegurarnos de que podemos escapar de
ellos."
Su pecho se apretó con la realidad de lo que estaba diciendo.
No quería reconfigurar su nave, no quería que nada cambiara.
Pero las cosas habían cambiado... y ya era hora de que lo acep-
tara y empezara a jugar con nuevas reglas, no con las antiguas.
Tenía la oportunidad de superar a la propia Oficina de Inte-
ligencia Naval y recuperar sus objetos personales. Y ahora, gra-
cias al armiger y su semilla de mejora, ella tendría la capacidad
de buscar en la galaxia más rápido de lo que nunca pensó posi-
ble. Con las proyecciones devueltas, encontrar a su padre pare-
cía más real que nunca.
¿Cómo podía darle la espalda a una oportunidad como esa?
"Sí", dijo finalmente. "Estoy segura."
"Entonces, ¿cómo hacemos esto?" Preguntó Ram, mirando
al armiger. "¿Qué podemos esperar?"
"La semilla de mejora no cambiará la apariencia exterior de
la nave; sólo reforzará sus materiales existentes mediante enla-
ces de luz sólida. En el interior, los filamentos cuánticos y de luz
sólida se entrelazarán con los sistemas existentes de la nave,
todo ello dirigido por un código de actualización inteligente, que
he ideado en Triniel para crear una integración personalizada
entre la tecnología Forerunner y las especificaciones y tecnolo-
gías actuales de su nave. Por lo tanto, los cambios están sujetos
a las limitaciones del diseño humano de la nave.
"La mejora puede aplicarse en órbita, pero es mejor poner
la nave en tierra y funcionar con energía auxiliar mientras la se-
milla hace su trabajo. Una vez que el proceso esté completo, la
As de Picas habrá integrado completamente las tecnologías Fo-
rerunner, desde capacidad de sigilo hasta armas mejoradas, co-
municaciones y sistemas de navegación, manteniéndose dentro
del marco de la funcionalidad operativa humana. Sin embargo,
la mayor característica es el avance en el viaje por el desliespa-
cio. La semilla de mejora creará una integración perfecta entre
su unidad FTL, la tecnología trasluz Forerunner y la escama de
rebufo, teniendo en cuenta los materiales disponibles para tra-
bajar y el tamaño de la nave, por supuesto."
"Bueno", dijo Niko. "Por mucho que quisiera al pequeño,
esto deja los esfuerzos de LB en el polvo."
"Bien, entonces está decidido. Lo haremos aquí en la playa",
dijo Rion. "Le responderé a Hahn, y luego empezaremos."
CAPÍTULO 31

Todos están dormidos.


Se acerca el amanecer.
El proceso de mejora tomó aproximadamente 18 horas, 53
minutos y 11 segundos. Ahora está completo, y la nave demos-
trará ser una gran embarcación para completar mi tarea.
Me pongo de pie ante el panel de control de la bodega de
carga y lo uso para acceder al satélite de comunicaciones en ór-
bita.
Una vez que introduzco el código Jurídico en un mensaje se-
guro, lo envío y me instalo a la espera de una respuesta.
Una cálida brisa se mueve sobre el agua más allá de la rampa
de carga. Me imagino que recoge su olor salado y lo lleva a la bo-
dega. El rítmico sonido de las olas es bastante agradable también.
Dejo que mi mente vague por el presente y el profundo pa-
sado, las amistades forjadas en Marontik, el coraje de la juventud,
la temeraria y salvaje creencia en la invencibilidad. Las amistades
forjadas en medio de miedos y horrores…
Están todos allí, esperando por mí, personalidades que vagan
por los pasillos de la memoria viva. Lo único que falta soy yo.
Una respuesta aparece en el panel.
Como era de esperar, aparece la designación de Catálogo.
Este Catálogo es el último superviviente de una tríada, que se
formó durante el fin de la guerra para investigar crímenes contra
el Manto y registrar los eventos que rodearon al Didacta, la Bi-
bliotecaria y Nacido de las Estrellas. Uno de la tríada estaba con
la Bibliotecaria en la Tierra antes del disparo de la Matriz de
Halo; el segundo murió en el planeta Escudo Afilado. Como tríada,
formaron una red local para compartir todas las grabaciones y
los hallazgos de la investigación. "Una unidad, con tres puntos de
vista", como dicen.
Y necesito el punto de vista y la cooperación de este tercer Ca-
tálogo.
...
...
Me está negando el acceso a la red.
¡Cómo se atreve!
¡Qué arrogancia! ¡Ha tomado el mando de todos los nodos de
acceso!
Ingreso de nuevo mi comando:
—Dame acceso inmediatamente.
—No le di acceso al Didacta en persona. ¿Por qué iba a dár-
telo?
—¿El Didacta solicitó acceso? ¿Cuándo?
—¿Qué importa? Fue liberado. Y ahora se ha ido de nuevo.
—Solicito registro jurídico. Tríada Catálogo #879. La Tierra.
Designación temporal terrestre de los humanos: Antes de la Era
Común 97.445.
—Acceso denegado.
—¿Por quién?
—Yo.
—¡Qué irritante! Lo encontraré yo mismo.
—Haz lo que quieras. Lo que buscas no está perdido. Ya está
escrito.
—Sí. En el registro. Solicito acceso.
—Acceso denegado.
Termino la transmisión.
¡Inaceptable! ¡Totalmente inaceptable!
CAPÍTULO 32

Binterall, agosto de 2557

na seca y rocosa tierra semiárida con una escasa población


humana y alienígena, Binterall era un punto de paso para co-
merciantes, piratas, mercenarios y recuperadores. Más áspera,
menos poblada y menos avanzada que un lugar como Komoya,
la insignificante y apartada colonia no tenía presencia del UNSC
y un sistema de gobierno de mala calidad. Todo lo cual la con-
vertía en un refugio para aquellos ansiosos de esconderse, co-
merciar o hacer negocios más allá de las miradas entrometidas
de cualquier gobierno o milicia.
De hecho, a cualquiera le costaría encontrar un simpati-
zante de la ONI o del UNSC entre los que vivían o frecuentaban
Binterall, lo que hizo perfecta la elección de Rion como lugar de
reunión.
Organizar un trato en mitad del mercado de Puerto Alegría
podría ser un poco arriesgado, pero no eran los primeros en ha-
cerlo ni serían los últimos. Si algo salía mal, y ella se aseguraría
de que así fuera, no faltarían participantes con ganas de luchar,
especialmente contra el UNSC.
El Agente Hahn y su equipo serían muy conscientes de que
intentar detenerlos a plena luz del día sería un desastre. Y si los
Spartans aparecían con su elegante armadura, seguro que atrae-
rían una atención no deseada y un montón de altercados.
La posibilidad de que la ONI enviara una flota entera para
resistir era una posibilidad real, pero Puerto Alegría en un día
cualquiera tenía suficientes naves para crear varias flotas. Y
todas estaban armadas y bien preparadas para luchar. Además,
Niko había encontrado que las conversaciones estaban llenas de
rumores sobre un gran combate militar que recientemente ha-
bía llevado muchos de los recursos del UNSC a algún punto des-
conocido en el espacio. Y otros informes de que había habido un
ataque directo a la Tierra, en Nueva Phoenix. Aparentemente,
millones de personas habían muerto. El gobierno lo describía
como un ataque del Covenant, pero se hablaba de que era todo
lo contrario.
A pesar de lo desafortunadas y horribles que eran las noti-
cias, significaba, si los informes eran verdaderos, que los recur-
sos de la ONI y el UNSC podrían ser lo suficientemente escasos
como para ayudar a Rion a llevar a cabo su pequeño negocio.
Una vez que aterrizaron en las afueras de Puerto Alegría,
que en realidad no era un puerto, sino una pequeña meseta en
el extremo sur del lecho de un lago seco, con un laberinto des-
ordenado de edificios poco impresionantes en su superficie y
unos cuantos excavados en sus laderas rocosas, todos ellos ofre-
cían servicios y bienes variados para el cansado viajero, Rion y
la tripulación de la As de Picas se pusieron en marcha para poner
en práctica su plan.
La recompensa por sus cabezas era una parte crucial del
plan y hacía que las cosas fueran un poco más picantes, pero mo-
verse en un lugar como Puerto Alegría no era una preocupación
todavía, ya que casi todos los presentes eran el orgulloso objeto
de una o dos órdenes de arresto. Capuchas y máscaras, tratos
oscuros y enfrentamientos eran comunes.
En lugar de dejar la nave en el lecho del lago, como muchos
viajeros elegían hacer, Rion mantuvo la As escondida en las co-
linas del sur sobre el puerto. Todavía se estaba acostumbrando
a las nuevas características y programación de su nave, y sólo
había tocado la superficie de lo que la As podía hacer. Pero sus
lecciones con el armiger tendrían que esperar hasta que este
asunto terminara.
Una vez que el Agente Hahn aceptó reunirse a la hora espe-
cificada, Rion le envió una lista de artículos que querían recupe-
rar. Cuando hubieron negociado y acordado el intercambio, ella
envió otro mensaje a Nor.
Al principio, la Kig-Yar se negó a ayudar, pero sólo hizo falta
un poco de dulzura para convencerla de que Gek ' Lhar podría
dar parte de la recompensa a Nor a cambio de la ubicación de
Rion. Después de eso, sólo era cuestión de que Gek mordiera el
anzuelo. Según el lugar de la galaxia en el que se encontrara y la
información que le llegara, y que Nor hiciera lo que mejor hacía,
podría aparecer él mismo o enviar a sus Elites de confianza para
acabar con ella.
Los siguientes seis días los pasaron cargando los restos que
habían recogido en Geranos-a en un aerodeslizador alquilado
para su entrega en el mercado, mientras que Niko y el armiger
juntaban sus cabezas para crear el rescate que la ONI esperaba
encontrar. Utilizaron un núcleo de energía destrozado de una de
las bahías de investigación de la Rubicon y ensartaron un frag-
mento de la memoria de 343 Guilty Spark en el núcleo.
Era una cadena de código defectuosa con un bucle de me-
moria fragmentada, recitando la historia fragmentada que el
monitor había contado antes de que la Rubicon se estrellara, lo
suficientemente complicada en su diseño como para convencer
a la ONI de que habían obtenido su activo.
El resto del tiempo lo dedicaron a esperar y a realizar acti-
vidades ociosas, como reunir a la tripulación en la bodega de
carga para enseñar al armiger la sutileza del juego de cartas y
cómo proyectar una cara de póquer creíble, lo cual era una acti-
vidad ridícula por razones obvias. Mientras el armiger aprendía
este importante arte, Lessa aprovechó la oportunidad para
hacer una pequeña "renovación artística", como la llamó, pin-
tando un pequeño As de Picas en el hombro de aleación del ar-
miger.
Mientras Ram y Niko estudiaban sus cartas desde un lado
de la mesa de trabajo de Niko, el armiger se puso de pie en el
otro, examinando su mano con una mirada vacía en su cara.
"Intentas parecer despreocupado, no con muerte cerebral",
dijo Niko.
No hace falta decir que fueron seis largos días.
CAPÍTULO 33

Puerto Alegría, Binterall, seis días después

on generosas capuchas y máscaras que cubrían las mitades


inferiores de sus rostros, Rion, Niko y Lessa cruzaron el puente
que conectaba el empinado borde sur del lago con la meseta, y
luego se dirigieron a la árida calle del mercado de Puerto Ale-
gría. Ram permanecía en la As de Picas como punto de contacto
en caso de problemas.
El día era caluroso y ajetreado, la calle principal estaba sal-
picada de comerciantes y viajeros, tanto humanos como aliení-
genas. Rion estaba armada hasta los dientes y conectada al resto
de la tripulación por comunicaciones. Niko y Lessa la seguían,
guiando el carro de transporte que contenía los restos de la Ru-
bicon hacia la plaza principal.
La plaza era el mayor espacio abierto de la abarrotada me-
seta, rodeada de vendedores que vendían productos entre una
serie de restaurantes y bares. En el centro del mercado estaba la
vieja y destartalada estatua de la heroína de Puerto Alegría, la
joven colona que había descubierto agua bajo la meseta.
Rion habló en las comunicaciones, diciéndole a Ram que se
mantuviera alerta, y luego se registró con el armiger, que estaba
escondido en las rocas sobre los acantilados del lecho del lago
con vistas a la meseta. Tenía órdenes de disparar si era necesa-
rio para que escaparan e intentar con todas sus fuerzas no matar
a nadie.
Era lo más cerca que podía llevar al armiger a su ubicación
actual sin que lo vieran, y sin alertar a la ONI de que habían en-
contrado mucho más de lo esperado en Geranos-a.
"Atención", dijo Rion de repente.
Caminando a través de la congestionada calle del mercado
desde la dirección opuesta estaba el Agente Hahn, flanqueado
por los dos Spartans de la Taurokado que se había encontrado
antes, el Grandote y su contraparte femenina. A pocos metros
detrás del trío había otro soldado alto, sin duda otro Spartan, y
seis tipos de aspecto serio. Operaciones especiales, si tuviera
que adivinar.
A pesar de que todo el grupo estaba vestido como civiles y
armado como mercenarios, sobresalían como pulgares adolori-
dos: sus botas eran demasiado nuevas, sus ropas no tenían el
verdadero desgaste de un mercenario, su piel, su pelo y las ar-
mas que los acompañaban estaban demasiado limpias.
Una vez que ambos estuvieron en la plaza, Rion se detuvo a
pocos metros del contingente de la ONI y estableció contacto vi-
sual con Hahn antes de dirigir su mirada al Grandote. Ella man-
tuvo su mirada crítica por un largo momento, sin apreciar que
la miraran como si ella fuera el problema.
La habían forzado. Ellos habían hecho esto.
Volvió su atención a Hahn, sonriendo ante su gastada cha-
queta de cuero, sus pantalones marrones y sus botas marrones.
Había tratado de arañar las cosas un poco, pero era un intento
de aficionado. Si pasas un mes aquí en un lugar como este, se
verá mucho más áspero en los bordes.
Tiró de la cubierta de su cara, dejando la capucha donde es-
taba. "Bienvenido a Puerto Alegría, Agente Hahn." Y luego no
pudo evitar saludar a sus dos guardaespaldas diciendo: "Spar-
tans."
"Capitana Forge", dijo Hahn. "Hagamos esto en un lugar más
privado, ¿sí?"
Por supuesto que diría eso. Ella se encogió de hombros. "Ha-
cemos esto a la vista de todos o en ningún sitio. ¿Trajiste nues-
tros artículos robados?"
"¿Trajiste mis cosas?" Lessa intervino, inclinándose alrede-
dor de Rion, con la voz firme, sin molestarse en contener su ira.
Uno de los tipos de operaciones especiales se movió alrede-
dor del trío y tiró una bolsa de lona a sus pies, mientras que la
mujer Spartan le lanzó otra bolsa a Niko. Él la miró fijamente,
bajando su máscara para decir: "¿Qué se siente robar la manta
de nuestra madre?"
La cabeza de Lessa giró bruscamente en su dirección. Sus
ojos se abrieron de par en par sobre la franja marrón que había
elegido para cubrir sus rasgos mientras él abría la bolsa para
comprobar los artículos que había pedido, murmurando,
"Apuesto a que los hace sentirse como tipos duros, eh."
Los Spartans no respondieron, aunque la mujer levantó su
frente y le lanzó una mirada plana, sin impresionarse, con la
mandíbula apretada.
"¿Mis proyecciones y los artículos de mi padre?" preguntó
Rion.
El Grandote le dio una palmadita a una pequeña bolsa que
llevaba en el hombro mientras Hahn decía: "Está todo aquí. ¿Y
los objetos recuperados de Geranos-a?"
"Están en el carro", dijo Rion fácilmente, señalando al trans-
porte que está detrás de ellos. Los seis soldados de operaciones
especiales avanzaron inmediatamente para examinar el carro.
"Es todo tuyo. Supongo que lo que realmente buscan es esto."
Ella le tiró la pequeña caja que llevaba. "Este núcleo de datos era
la única cosa de valor que sacamos del sitio."
Hahn levantó la mano para atrapar la caja, pero uno de los
tipos de operaciones especiales, el de pelo negro, de sienes blan-
cas, atrapó la caja en el aire. Él era todo negocios, ya que utilizó
algún tipo de escáner para leer el núcleo. Pasaron unos segun-
dos antes de que levantara la cabeza y le diera a Hahn una incli-
nación de cabeza. El núcleo entró en un extraño y brillante con-
tenedor blanco, y luego el hombre se lo pasó a tres soldados, que
desaparecieron con él entre la multitud.
Hahn de hecho parecía aliviado, lo que la sorprendió.
Sin embargo, los Spartans parecían cualquier cosa menos
eso. Rion miró alrededor del mercado y vio que empezaban a
llamar más que suficiente la atención. Su pulso se aceleró. A es-
tas alturas, Ram ya habría dejado escapar en las conversaciones
locales que Rion y la tripulación estaban en Puerto Alegría.
En cualquier momento...
Ella extendió su mano. "Está bien. Mi propiedad."
Hahn dudó.
"Mira, trato justo, ¿cierto? Ese era el trato. Me devuelves mis
pertenencias y terminamos. Nos dejas en paz y nosotros te de-
jaremos en paz." Ella miró al Grandote. "Y por favor recuerda,
nosotros no empezamos esta mierda."
El Grandote le dio una breve y enigmática mirada antes de
continuar monitoreando la plaza. De su bolsillo del pecho, Hahn
sacó un pequeño contenedor de chips y se lo entregó a Rion. Ella
lo tomó y se lo arrojó a Niko. Escaneó el contenido y el chip. "Sí.
Es una copia limpia de las proyecciones de Little Bit. Los archi-
vos de video también están bien. No hay corrupción."
"Como prometí", dijo Hahn, luego metió la mano en su otro
bolsillo y sacó un pequeño trozo de papel.
Ella frunció el ceño, no interesada en cualquier oferta que él
quisiera hacer.
"Tómalo. Considéralo. Ponte en contacto si te interesa."
Rion cogió el papel y lo metió en el bolsillo de su pantalón.
El Grandote le dio la bolsa que tenía. "Tus objetos persona-
les", dijo. Cosas que había recogido a lo largo de los años o que
había traído de la Tierra y de su tiempo en la Hakon. No era mu-
cho, pero, al igual que para Lessa, algunas cosas importaban.
Rion tomó las asas de la bolsa, pero el Spartan no las soltó.
Su tensión se disparó. "No quieres empezar algo aquí."
"Creo que nos las arreglaremos", respondió.
Más allá de su hombro, Rion vio que la multitud se hacía a
un lado y sintió un inmenso alivio. Era extraño que la llegada de
seis Elites marchando por el mercado le hiciera sentirse feliz.
Pero la aparición de los Sangheili les daría la oportunidad que
necesitaban.
"Eh... ¿Rion?"
Volvió la mirada ante la advertencia de Niko; al norte, una
banda de piratas Kig-Yar se dirigía hacia una calle lateral.
Entonces, desde uno de los bares, un alboroto de clientes se
dirigió hacia ellos, casi seguro que eran cazadores de recompen-
sas humanos que se enteraron de las noticias.
Y de otro, más espías de la ONI vestidos de mercenarios se
levantaron de sus asientos.
Rion frunció el ceño ante el Spartan. "Veo que has traído
amigos."
Observó la zona con un ojo perspicaz, con la boca dibujando
una línea sombría. "Veo que no soy el único."
"Definitivamente no son mis amigos."
Aquí vamos.
El Grandote extendió la mano hasta la cintura para sacar las
correas.
"Eso no va a funcionar una segunda vez." Rion arrancó la
bolsa de sus manos y se la tiró a Niko. "¡Corran!"
Los grupos que avanzaban aumentaron su velocidad hacia
la plaza.
Niko y Lessa huyeron por la calle, perseguidos por piratas y
la ONI. No se preocupó por ellos. Perderían a sus perseguidores
mucho antes de volver a la As. Lessa y Niko estaban en su ele-
mento. Al crecer en las polvorientas calles de Aleria, esos dos
sabían exactamente cómo usar un lugar como Puerto Alegría
para su ventaja.
Rion puso todo lo que tenía en una patada fuerte en la rodi-
lla derecha del Grandote mientras él le ponía una correa en la
muñeca. Se sintió como una viga de metal, su pierna apenas se
dobló, pero fue suficiente para desbalancearlo por una fracción
de segundo y permitirle sacarse de la mano el otro extremo de
las correas.
Mientras se movían en círculos, dijo, "Te das cuenta de que
me estoy conteniendo."
"¿Sabes lo que pienso? Creo que no te gusta lo que la ONI
nos hace a los civiles. Supongo que eres un soldado, un marine.
No es tu estilo escabullirte en la oscuridad y quitarle las sábanas
a los niños inocentes."
Los Kig-Yar, mientras tanto, no tenían esos sentimientos,
sólo se preocupaban por la recompensa por la cabeza de Rion.
Abrieron fuego, forzando a la mujer Spartan a agarrar a Hahn y
apresurarlo para que no corriera peligro, mientras que el otro,
junto con el resto de los agentes de la ONI, se enfrentaron a los
Sangheili.
Un haz de energía atravesó el aire por encima y golpeó la
vieja fuente del centro del mercado, rociando piedra por toda la
zona.
Bueno, eso debería hacer que los locales se levantaran, pensó
Rion, y casi en el momento justo, el caos estalló en la plaza.
Rion arremetió contra el Grandote mientras estaba dis-
traído por un Kig-Yar que se acercaba. Evadió el golpe y luego le
asestó un duro golpe en la caja torácica mientras tiraba de su
pistola y disparaba contra el Jackal. Aunque sus huesos cedieron
ante el golpe, Rion se apartó de su distraído agarre e ignoró el
dolor que le quemaba el costado. El Spartan se agarró a ella para
recuperarla. No alcanzó su brazo, pero pudo enganchar el ex-
tremo colgante de las correas y tirar de su espalda.
Rion tropezó con él, cayó de rodillas e inmediatamente le
dio un fuerte golpe en la ingle. Tratar de encajar significaba que
no llevaba su armadura Mjolnir, y ella lo había atrapado antes
de que pudiera protegerse.
Se congeló. No se movió, no tropezó, no dejó caer el extremo
de las correas. Pero un músculo marcó su mandíbula y su cara
se puso un poco roja.
Ambos estaban aturdidos.
Él por el hecho de que ella jugó sucio, y ella por el hecho de
que él lo tomó como… bueno, como un Spartan.
La puso de pie como si fuera tan ligera como el aire.
Una ráfaga de agujas atrapó a uno de los Sangheili cercanos,
y otra ráfaga se acercó.
La vieron al mismo tiempo. La boca del Gran Hombre se vol-
vió sombría, y en una fracción de segundo, la agarró de la mu-
ñeca y el brazo y la levantó de sus pies con todas sus fuerzas. La
aguja no le dio en el pecho y se estrelló contra la suave carne de
su hombro, atravesó la parte posterior y se alojó en el pecho de
un mercenario detrás de ella, donde explotó. Cayó al suelo,
muerto. El Grandote la había lanzado tan fuerte que le había dis-
locado el hombro, y ella continuó en el aire, navegando por el
aire de lado.
Apretando los dientes, se preparó para una dura caída.
Pero la caída nunca llegó. Chocó en el aire con una placa de
metal. El choque le robó el aliento mientras un brazo y una mano
de aleación la agarraban con fuerza. Aparecieron puntos negros
en su visión. El choque dio paso a una oleada de más dolor, ca-
liente, nauseabundo y desorientador.
Nunca llegó a tocar el suelo.
El armiger había corrido hacia Rion con toda su fuerza, sal-
tando y atrapándola en el aire, disparando su arma integrada a
medida que avanzaba.
"Esto no es parte del plan", gimió. Se suponía que no debía
mostrarse.
"Lamento decir que ahora sí", dijo.
"¿Dónde están Less y Nik-?"
Pensó que él había dicho algo, pero el mundo se inclinó. Par-
padeó con fuerza, tratando de mantenerse consciente. Desde
que el armiger la agarraba, su última imagen era la del mercado
en plena pelea, la escena se hacía cada vez más pequeña.
Su boca se estrujó. Bueno, de acuerdo con los planes, éste
había salido sin problemas.
Y entonces la oscuridad la envolvió por completo.
CAPÍTULO 34

sto es como en los viejos tiempos!" Lessa gritó, sonriendo


de oreja a oreja mientras se ponía la bolsa de lona en la espalda
y pasaba los brazos por las agarraderas. Corría por un callejón
en Puerto Alegría con Niko a su lado, levantando polvo a medida
que avanzaban. Detrás de ellos, cuatro espías de la ONI los se-
guían en una persecución intensa.
Niko casi choca con un vendedor que salía de la puerta de
un almacén, giró sobre sus pies y tropezó, pero se sujetó, lo-
grando agarrar la bolsa de lona de Rion, y siguió adelante. "¡No,
no lo es! ¡En aquel entonces, yo estaba en forma!"
Con una bolsa en la espalda y otra en su mano, lo pasaba
peor que Lessa, pero a pesar de esa desventaja, seguían siendo
rápidos y tenían mucha experiencia en despistar en un lugar tan
atrasado como éste. Todo en Puerto Alegría estaba aplastado en
un laberinto desordenado. Había callejones, calles y túneles, mil
lugares para esconderse.
Con el corazón palpitando, Less echó una rápida mirada ha-
cia Niko y se rió, luego se deslizó hasta detenerse cuando un trío
de piratas Kig-Yar apareció al otro lado del callejón. Pensando
en sus pies, vio un estrecho pasaje entre los edificios de adelante
y corrió hacia él, Niko a su espalda.
Los condujo a través del pasaje y luego a lo largo de una se-
rie de pequeños carriles peatonales hasta que se deslizaron por
una calle estrecha. Cada giro, cada pato bajo las mesas de los
vendedores o cada salto sobre los obstáculos, los acercaba un
paso más a la As de Picas. Less tenía un gran sentido de la
orientación, y no importaba dónde se vieran obligados a girar,
siempre los volvía a poner en un camino hacia el sur.
"¡Toma, tíramelo!" gritó, viendo a Niko cansado con la carga
de la bolsa extra.
Él sacudió la cabeza y siguió adelante.
Típico.
¿Cuándo todo se había convertido en una competencia en-
tre ellos? ¿Cuándo había empezado a rechazar su ayuda en todas
las cosas?
Ella ignoró su voz interior y echó una rápida mirada sobre
su hombro. Los espías de la ONI se habían ido, pero ahora habían
encontrado a un grupo de mercenarios que estaban tras la re-
compensa por sus cabezas. Podía ver los acantilados a la distan-
cia y la cima del puente que los llevaría a salvo a las colinas. No
faltaba mucho para llegar.
Mientras corría, entre la multitud, oyendo disparos a lo le-
jos, se dio cuenta de que sabía la respuesta a su pregunta, la sa-
bía desde hacía tiempo. Niko ya no era un niño, y no necesitaba
que ella lo cuidara.
No fue fácil de admitir. Era aún más difícil dejarlo ir…
Y, tal vez, sólo tal vez, sí, ella lo había hecho sentir culpable
demasiadas veces… No había sido a propósito; él nunca parecía
entender o mostrar ningún tipo de aprecio por sus esfuerzos y
sacrificios. De hecho, evitaba reconocerlos por completo.
Más adelante, podía ver el camino hacia el puente a través
de una neblina de polvo. Pero en su camino había otro gran
grupo de agentes de la ONI vigilando el camino de entrada y sa-
lida de Puerto Alegría, y causando una terrible conmoción frente
al puente por ello. Maldita sea.
"¡Niko!" gritó, buscando una ruta alternativa, y la encontró
en un edificio de piedra de dos pisos con una escalera exterior
al techo. Se desvió hacia el callejón y se dirigió a la escalera.
"Tú primero", dijo, agarrando la bolsa que él llevaba. "Me
quedan algunas fuerzas, te estás desgastando. No hay tiempo
para discutir. ¡Vamos!"
Él sacudió la cabeza y le tiró la bolsa antes de subir la esca-
lera.
Antes de que Less pudiera unirse a él, vio a los Jackals bus-
cando en la calle más allá del callejón. Ella le silbó a Niko y él se
detuvo, a mitad de camino. Le hizo un gesto hacia la calle. Aún
no los habían visto, pero no podía arriesgarse a que los suyos
subieran por la escalera. "Llega al puente."
Ya conocían el plan. Como la meseta estaba tan llena de
gente, las casas y edificios se habían construido para llegar a los
bordes del acantilado y a los soportes de las esquinas del puente.
Tenían la intención de utilizar la cubierta de las estructuras
fuertemente apretadas para llegar a las vigas de soporte del
puente, y pasar por debajo del puente en lugar de a través de su
superficie.
No necesitaban una extracción todavía. Exponer a la As o a
Spark era el último recurso.
"¡Vamos! ¡Hay tiempo!" Niko le gritó.
Ella sacudió la cabeza, le hizo un gesto para que se fuera, y
luego se fue, dirigiéndose a la calle y dejando un rastro muy ob-
vio frente a los Jackals, atrayéndolos lejos de la posición de Niko.
Sí. Como en los viejos tiempos, y los hábitos seguro que eran
difíciles de erradicar.
Niko probablemente estaba poniendo los ojos en blanco in-
cluso ahora.
Lessa podía ser pequeña, pero eso contradecía su carácter
combativo. Era liviana y veloz como el demonio, y casi todos los
que tenían contacto con ella la subestimaban.
Se agarró a un poste de apoyo en la intersección y se balan-
ceó, casi chocando con un grupo de humanos de aspecto robusto
y lo que era claramente un Sangheili… un rápido escaneo le dijo
que posiblemente eran del tipo contrabandista o recuperador.
"¡Vaya, mira por dónde vas, chica!" le dijo uno de ellos.
Sin aliento, encendió su encanto, con los ojos muy abiertos
y asustados. "¡Por favor, ayúdenme! Los Jackals... están tratando
de venderme…"
Uno de los hombres la agarró por los dos brazos y se inclinó
con el ceño fruncido. "¡¿Venderte, a quién?!"
En ese momento los Kig-Yar cruzaron la intersección, con
sus picos abiertos y sus ojos redondos iluminados por la emo-
ción. "Por favor", suplicó Lessa. "¡No quiero ser comida de Ja-
ckal!"
El hombre maldijo y empujó a Lessa detrás de él mientras el
Sangheili que los acompañaba se adelantó y se agachó, rugiendo
contra los Jackals, listo para luchar. Less fue avanzando cada vez
más en el grupo hasta que salió detrás de ellos. No se quedó para
ver lo que pasó después, pero les deseó lo mejor mientras avan-
zaba por un camino lateral, otro callejón, y luego un camino pea-
tonal entre las casas que llevaba hasta los acantilados cerca del
puente.
Niko ya habría bajado por el puente al otro lado del camino.
Lessa subió por la barandilla de seguridad de la pasarela y luego
bajó una escalera que llevaba a un balcón de nivel inferior de
una casa privada. Mantuvo un perfil bajo mientras se apresu-
raba a cruzar el balcón y luego pasó por encima de la barandilla
para acceder a la esquina este del puente.
Deslizándose por un metro de acantilado rocoso hasta la
viga de soporte, golpeó la cosa con bastante fuerza, pero se las
arregló para sostener la bolsa de Rion mientras se detenía allí
para recuperar el aliento. Una vez que estuvo lista, se movió al-
rededor del soporte en forma de V y luego encontró una buena
base para acceder a las largas vigas que corrían por debajo del
puente. Entonces vio a Niko, de pie en la viga paralela bajo la
calzada, con una mano levantada haciendo un saludo.
Ella le devolvió el saludo, y juntos comenzaron a trotar a lo
largo de las vigas hacia el otro lado.
Less consiguió llegar unos metros antes de que los disparos
de agujas de la meseta que estaba detrás de ella golpearan uno
de los soportes que estaba por encima. Se agachó, desplazando
su equilibrio, causando que un pie se deslizara de la viga.
Oh, no.
Lessa contuvo la respiración mientras caía hacia adelante,
su rodilla golpeó con fuerza. Al caer de lado, empujó la bolsa de
Rion para mantenerla a salvo y luego se agarró a la viga.
Escuchó el grito de Niko sobre el latido de su corazón mien-
tras se agarraba, con la bolsa en su espalda pesándole. "¡Niko!"
Ella lo vio por el rabillo del ojo mientras corría hacia el si-
guiente travesaño, se apresuró a cruzar, y luego volvió a bajar a
su lado. Una vez allí, dejó su bolsa, se sentó a horcajadas en la
viga y la agarró por los antebrazos. "Te tengo. No te dejaré caer."
Trató de levantarla sin perder el equilibrio, pero sólo logró
que Lessa se levantara lo suficiente para que pudiera alcanzar la
viga y sostenerse del otro lado.
Tuvo que recordarse a sí misma que debía respirar, cal-
marse, recordar que había estado en sitios más difíciles que éste.
"Sólo aguanta", le dijo. "La ayuda llegará pronto."
Los Kig-Yar se dirigían a los soportes de la viga inferior. "No,
tienes que irte. Es demasiado peligroso." Debajo de ellos, varias
nubes de polvo revelaron naves levantándose del lecho del lago.
"No me importa. No voy a dejarte ir. No puedo." La miró a
los ojos y ella vio algo sorprendente, algo que no había visto en
mucho tiempo. "No te caerás, Less. Pero si lo hicieras, me lanza-
ría justo después de ti. Sé que eso es lo que has hecho por mí
toda mi vida. Lo entiendo, y lo siento. Siento mucho no haber
podido ayudarte. Estaba... avergonzado..."
Dejó que su hermano se encargara de eso ahora. Se rió y re-
ajustó su sujeción. "Avergonzado, ¿por qué?"
"Porque no pude cuidarme a mí mismo."
"Eras un niño. No se suponía que lo hicieras."
"Tampoco tú."
Y, caramba, dolió oír eso, porque tenía razón. Ella había te-
nido que crecer. Desde los cinco años, cuando los dejaron en el
refugio, empezó a asumir la responsabilidad de velar, proteger
y cuidar a su hermano.
Y ahora él entendía.
"Bueno, ya no eres un niño pequeño", dijo, con los ojos do-
loridos. "Puedes cuidarte muy bien." Pensó que eso podría doler
al decirlo en voz alta, pero lo que más sintió fue orgullo y alivio.
Él se rió. "Bueno, puede que te equivoques en eso. No soy
como tú; la mayoría de las veces tengo la cabeza en las nubes o
la nariz en el trabajo. Soy un asno terco, lo sé, pero aun así te
necesito, Less. Trabajamos mejor juntos, ¿no es eso lo que siem-
pre me dijiste?"
Su garganta se sentía densa, demasiado densa para respon-
der. Su fuerza combinada estaba disminuyendo. Sus brazos
ardían, y sabía que no sería capaz de aguantar mucho más
tiempo. Y los Kig-Yar estaban avanzando.
"Siento las cosas que dije…" le dijo.
"Lo sé. No pasa nada."
Se oyeron disparos en el puente y un zumbido familiar re-
sonó, rebotando en el metal a su alrededor. El alivio la llenó y se
aferró a todo lo que tenía. "Dios, me encanta ese sonido", logró
decir, reconociendo los familiares motores de la As mientras el
pájaro negro se elevaba desde abajo, Ram se encontraba en la
cabina mientras maniobraba los propulsores para girar la nave
180 grados.
La rampa de carga bajó, revelando que Spark estaba allí de
pie, con las piernas apoyadas. Tan pronto como hubo suficiente
espacio, salió hasta el final de la rampa y se dobló sobre una ro-
dilla mientras Ram mantenía la nave firme.
Spark alcanzó la viga de soporte y agarró la parte posterior
del cuello de Lessa con una mano y la bolsa en su espalda con la
otra, arrastrándola hacia arriba y por encima de Niko. Ella lanzó
un grito de miedo al quedar colgando en el aire antes de que
Spark la arrojara a la nave.
Luego agarró a Niko bajo sus axilas y lo levantó.
"Este no es lugar para holgazanear", dijo Spark, trayéndolo
a bordo, y luego recuperando las dos bolsas. "Las probabilidades
de que cruzaran el puente eran muy escasas. No entiendo por
qué no pidieron la extracción antes…" Cuando la rampa se cerró,
el discurso continuó.
La As se elevó al cielo, recibiendo disparos desde el suelo
mientras avanzaba. Less se puso de pie con las piernas temblo-
rosas y se dirigió al puente. Antes de entrar, se quedó atrás, es-
perando a que Niko la alcanzara.
"¿Qué?" preguntó, sin aliento, pálido, sudoroso, con tierra
en la cara.
Dios, ella lo amaba. Le rodeó el cuello con los brazos y lo
apretó fuerte, aunque le dolían todos los músculos. Él la abrazó
en la espalda.
"Less", dijo en un tono apagado, "gracias por salvarme, una
y otra vez."
"Creo que esta vez eres el héroe del día, hermanito. Gracias
por salvarme el culo ahí fuera."
Cuando se tranquilizó, vio que sonreía como un gran idiota,
increíblemente satisfecho consigo mismo. "Y nunca dejaré que
lo superes."
Ella se rió. "Oh, sé que no lo harás."
CAPÍTULO 35

UNSC Taurokado, espacio aéreo de Binterall

apitana", dijo Turk, "tenemos a la As de Picas a la vista."

"Ya era hora", gruñó Karah, con las dos manos en la mesa
táctica y los labios formando una línea apretada. Llevaban un día
entero buscando la nave en la superficie de Binterall y no habían
encontrado nada. Incluso la Bad Moon Rising, que se había unido
a ellos hace doce horas para el intercambio, había llegado con
las manos vacías. Karah estaba casi segura de que la tripulación
de esa nave de recuperación había conseguido de alguna ma-
nera una tecnología de camuflaje muy sofisticada y sin duda al-
tamente ilegal.
A través del canal de comunicación abierto con el equipo en
la superficie, la voz del Agente Hahn sonó sobre el caos de la es-
caramuza que se estaba produciendo en Puerto Alegría. "¡Dis-
pare contra esa nave, Capitana!"
"Hay niños en esa nave." La voz de Novak interrumpió la
transmisión, entre gruñidos apagados y disparos de armas. "Ci-
viles."
"Recuperadores, Novak", Hahn respondió. "Criminales."
"No es" …un grito penetró a través de las comunicaciones
de Novak, sonando como un Kig-Yar… "una sentencia de muerte
por recuperación ilegal, o por engañar a la ONI."
"¡Están violando directamente la Directiva de Salvamento!"
"¡Y tenemos nuestro salvamento!"
"¡Caballeros! ¡Suficiente!" Karah ladró. La As de Picas estaba
ganando altitud. Si llegaba al espacio y saltaba, la perderían de
nuevo.
La Bad Moon Rising apareció y se colocó detrás de la As de
Picas. No tenían adónde ir, y aun así no se detenían ni respon-
dían a las llamadas. Karah había tomado algunas decisiones di-
fíciles en su época, pero estaba con Novak, no quería dispararle
a una tripulación herida y a un par de niños. Lo haría si tuviera
que hacerlo... pero la experiencia le había enseñado que normal-
mente había otra manera.
"Turk, envía una advertencia a través de su proa."
CAPÍTULO 36

Puente de la As de Picas, espacio aéreo de Binterall

s la Taurokado. Nos encontraron", dijo Lessa, sin aliento, su-


dando y cubierta por el polvo de su carrera por Puerto Alegría.
El disparo de advertencia había errado en la proa de la As mien-
tras despegaban de la superficie.
"¿Dónde diablos está Rion?" preguntó Niko.
"Está en la bahía médica con Spark", dijo Ram sobre su hom-
bro.
El miedo atravesó el corazón de Lessa. Se congeló, sin saber
si quedarse y ayudar a Ram a sacarlos de este aprieto o correr a
la enfermería. En su vacilación, el avatar de Spark apareció so-
bre la mesa holográfica.
"¿Qué debemos hacer?" Preguntó Lessa.
"Deberíamos sentarnos y sacar a la As de este lío", dijo Ram
en un tono parejo, "y luego hablaremos de Rion."
Rama giró la nave, poniendo la Taurokado a diez grados de
su proa. "Nos están llamando", dijo Niko.
"Ignóralo. No dispares", dijo Ram con calma, y luego miró
por encima de su hombro. "Spark, creo que es hora de mostrar-
nos lo que tus mejoras pueden hacer y sacarnos de aquí."
"Con mucho gusto."
CAPÍTULO 37

UNSC Taurokado, espacio aéreo de Binterall

ientras la As de Picas daba la vuelta, la Capitana Karah ad-


miró el elegante diseño de la pequeña nave y la increíble audacia
de su tripulación. Novak tenía razón. Desafiar la Directiva de Sal-
vamento del UNSC no era una violación castigada con la muerte.
Pero sí necesitaban asegurar esa nave. "Turk, dispara otro…"
Y justo frente a sus ojos, la nave se alejó a una velocidad fe-
nomenal y se sumergió en un portal que no había estado allí
hace un segundo.
"¿Turk...? Informe."
"Se han… ido, Capitana. No hay nada en los sensores."
La maldición del Agente Hahn atravesó las comunicaciones.
CAPÍTULO 38

Mi armiger está en la bodega de carga mientras mi avatar flota


sobre el panel de sistemas en la bahía médica. La tripulación se ha
reunido en torno a la cama de la Capitana Forge. La han acomo-
dado, cuidando los monitores y los fluidos adheridos a su piel y
venas. Está pálida, con círculos azul amarillentos bajo los ojos, los
pómulos pronunciados y los labios sin mucho color.
Aun así, está viva.
Me siento aliviado.
Está intentando sonreír para ayudarlos.
Niko sacude la cabeza, mordisqueando ansiosamente una
uña mientras Rion cuenta cómo se lesionó. Lessa sostiene una de
sus manos mientras Ram está a los pies de su cama. Están trau-
matizados al verla en tal estado, y sorprendidos por su suerte.
Esta palabra me llama la atención. Suerte.
¿Qué es la suerte? ¿Un conjunto aleatorio de sucesos que con-
ducen a la buena fortuna? ¿Una fuerza invisible, pero que sin em-
bargo conduce a ciertos individuos al éxito o los guía hacia su des-
tino? ¿O quizás es un don genético que se transmite de generación
en generación, tocando a aquellos de maneras que sugieren una
mayor presencia trabajando?
Sea lo que sea, Rion Forge parece tenerla.
Se ríen, describen los eventos en Puerto Alegría, pero yo ape-
nas escucho. Estoy perdido en mis propios pensamientos hasta
que su silencio me llega. Me miran fijamente. Esperando.
"He oído que tengo que agradecerte", me dice Rion.
"¿No te acuerdas?"
Traga. Se está debilitando. "Recuerdo que estaba flotando.
Luego miré por encima del hombro hacia el mercado..."
"Le vomitaste toda la espalda", le dice Niko, mirándome.
"Cuando te trajo a la nave." Niko trata de suavizarlo, pero mien-
tras continúa sus palabras se recortan de emoción. "Entonces en-
traste en un shock hipovolémico, el corazón casi se detuvo... La
aguja entró justo debajo de tu clavícula, y luego hizo un agujero
en la parte posterior de tu omóplato… Casi mueres."
Nadie habla durante mucho tiempo después de eso.
Finalmente Ram se dirige al mostrador médico y sirve una
ronda de bebidas. Le da una a Rion, un pequeño trago mientras
los otros están llenos. Ella levanta la ceja.
"Dejé de fumar, no de beber. Además, toda cercanía a la
muerte merece un brindis. No moriste, y escapamos con la mer-
cancía." Él sonríe. "Yo llamo a eso una buena carrera, ¿tú no?"
Una risa áspera se le escapa. "Sí. Bastante buena."
Niko está en conflicto. Quiere ser feliz, pero también está en-
fadado. Todos se sienten así; algunos son mejores que otros para
ocultarlo. Lessa ve a su hermano luchar y se acerca a Rion y toca
su vaso con el suyo. Ella le da un asentimiento de apoyo. Él se re-
laja y baja su bebida.
"Una vez que esto salga a la luz, creo que estarás en camino
de convertirte en una leyenda", le dice Ram a Rion, manteniendo
el ánimo ligero para su beneficio.
"Lo dudo", dice.
"Lo digo en serio. Lo que pasó en Puerto Alegría lo escucharán
por todas partes. No hay muchos civiles que puedan decir que se
enfrentaron a la ONI, a los Spartans y a antiguos miembros del
Covenant al mismo tiempo y escaparon."
"Se lo tomaron con calma con nosotros. Éramos activos que
tenían que mantener intactos. No se puede interrogar a un
muerto. No volverán a subestimarnos."
Y tiene razón.
"Pero sin embargo, lo conseguimos", les dice, y me mira.
"Brindemos por nuestro as en la manga." Ella levanta su copa.
"Por… Spark."
Es la primera vez que me llama por mi nombre.
Inclino mi cabeza, incómodo con su gratitud, y me pregunto
por qué debería sentirme así. Tienen razón. Soy casi totalmente
responsable de su éxito.
Lessa cubre a Rion con la manta que la ONI les devolvió, un
artefacto de su propio pasado. "Bueno, me alegro de que estés
bien. Estarás de vuelta en el puente en unos pocos días."
Rion está demasiado cansada para preguntarse hacia dónde
nos dirigimos. Ya estamos en el sistema Sol, manteniendo una po-
sición en el cinturón de asteroides.
Estoy ansioso por ir a la Tierra, pero debemos esperar.
Y hay tiempo; siempre hay tiempo.
La capitana se curará; su tejido y su hueso se están uniendo
con la ayuda de la nanotecnología, y pronto volverá a estar en
condiciones de operar.
Una vez que lo esté, nos abriremos camino.
Al igual que el fragmento de Guilty Spark que entregamos a
la ONI.
"Los chips", pregunta Rion a Niko. "¿Te aseguraste de que es-
tuvieran completamente limpios?"
"Sí, jefa. Spark y yo hicimos diagnósticos de todo. Los chips
están limpios, y todo, desde las bolsas de lona hasta nuestros ob-
jetos personales, ha sido escaneado. Encontramos algunos gusa-
nos, pero con la nueva actualización, fueron fáciles de localizar.
Estamos limpios. Pusimos tus objetos personales en tu habitación
junto con los chips."
"Gracias", dice, mirándonos a cada uno de nosotros.
Como los demás, le doy un saludo y la dejo descansar.
CAPÍTULO 39

As de Picas, sistema Sol, cinturón de asteroides

Nueve días después, Rion salió de la bahía médica y volvió a la


vida en la nave. Sus costillas remendadas aún estaban doloridas,
una espina persistente absorbida por el constante dolor de hue-
sos en su hombro…
Era un dolor que lo enturbiaba todo.
A pesar de la incomodidad, se distrajo desempacando sus
objetos personales. Una vez hecho eso, finalmente recordó el pa-
pel que el Agente Hahn le había dado momentos antes de que le
dispararan.
Tómalo, dijo. Considéralo. Ponte en contacto si te interesa.
Ella buscó por todas partes en su habitación. Nada. Tocó su
comunicador. "¿Alguien sabe dónde está mi ropa ensangren-
tada?"
"Cuando dices 'ensangrentada'", Niko respondió, "¿estamos
hablando de 'dónde está mi maldita ropa' o literalmente 'dónde
está mi ropa empapada de sangre'? Porque hay un…"
"Niko. Ropa ensangrentada. ¿Dónde está?"
"Less", dijo, y Rion asumió que su hermana estaba en algún
lugar cercano, "¿dónde pusiste la ropa que la Capi empapó de
sangre en Puerto Alegría?"
La voz de Lessa salió por el comunicador. "La puse en una
bolsa de peligro biológico y luego en el quemador. ¿Por qué?"
Rion cerró los ojos y rezó por tener calma. No era algo fácil
de hacer cuando parecía que un Jackal estaba grabando su nom-
bre en su omóplato con garras infectadas, una y otra vez. "Por
nada", dijo ella, y luego se rindió por el día. Exhausta, se fue a su
cama, acostándose cuidadosamente de lado.
No era como si hubiera algo que Hahn, o alguien en la ONI,
pudiera ofrecerle que cambiara su curso actual de todos modos.
CAPÍTULO 40

Instalación en Voi, Kenia, África, Tierra,


1 de septiembre de 2557

a cara del Capitán Hollier llenó la pantalla de Annabelle. "Es-


tamos entrando en el sistema ahora, Directora. Se estima que
aterrizaremos en la base a las 15:00", le dijo.
El equipo RA se había retirado de la pelea en Binterall con
sólo unas pocas heridas leves que reportar, e inmediatamente
saltó al sistema Sol por orden de Annabelle, junto con la Tauro-
kado. Barton no se alegraría, pero ya estaba furioso con Anna-
belle por solicitar, una vez más, el mando temporal de la nave
después de que regresara de su última misión.
Aunque el plan del Agente Hahn había funcionado como se
había prometido, Annabelle no estaba contenta de perder a los
rescatadores y su nave… pero el hecho de que su equipo regre-
sara sano y salvo con el fragmento de Guilty Spark contenido en
uno de los núcleos de datos de la Rubicon la apaciguó un poco.
Habían recuperado exactamente lo que Annabelle había antici-
pado. Y aun así, no pudo quitarse de encima su cautela. No es-
taba lista para tener esperanzas todavía; todavía había que exa-
minar y trabajar.
Annabelle ya había leído el informe de Thea detallando sus
esfuerzos de recuperación en Geranos-a, y la reunión en Bin-
terall. Acababa de empezar a revisar los informes individuales
del equipo, tomando nota en particular del informe de Hollier y
del archivo de vídeo que acompañaba al núcleo de datos que se
estaba entregando, así como el informe del líder del Equipo de
Asalto Apolo, el Spartan Novak, que detallaba la fuga de Rion
Forge. Y estaba esa extraña anomalía en el video que provocaba
un desenfoque de su rescate…
"Bien. ¿Y la cápsula de contención?"
"Funciona como estaba previsto."
"¿Sin contacto?"
"Nada. El fragmento parece ser inerte, por lo que podemos
decir. Estoy seguro de que cuando lo llevemos a la instalación
principal y el Dr. Iqbal pueda hacer su trabajo, sabrás más."
"Por supuesto. ¿Pudo Thea limpiar la transmisión de No-
vak?"
Sacudió la cabeza. "Definitivamente hay una distorsión allí
que no puede limpiar. La ha puesto de un humor terrible."
Annabelle sonrió. "A las IAs no les gusta cuando se enfren-
tan a un obstáculo que no pueden superar. Haré que Ferg lo re-
vise también. ¿Qué opina usted, Capitán?"
"Honestamente, es difícil de decir. Todo el mercado era un
caos. Perdí la visibilidad. Por lo que sabemos, podría haber sido
una especie de androide."
"Cuando esté en rango, haga que Thea le envíe el archivo
maestro a Ferg."
"Lo haré, Directora. Hasta pronto."
CAPÍTULO 41

As de Picas, Tierra, septiembre de 2557

l salir del cinturón de asteroides, la As de Picas se acercó a la


Tierra y entró en su atmósfera completamente camuflada y bajo
el radar, descendiendo lenta y silenciosamente, gracias a las mo-
dificaciones de la semilla de mejora, Spark orientó la nave desde
el holograma de la mesa táctica. La tripulación se había reunido
en la pantalla de visualización para ver su descenso y maravi-
llarse al ver su mundo natal, una primicia para los tres. Miraron
al planeta azul con la misma clase de reverencia reservada a un
lugar de culto.
Rion estudió a Spark desde su silla, preguntándose por qué
no se había unido a los demás en persona, ya que prefería mo-
verse por la nave en forma física siempre que fuera posible. To-
dos conocían su historia, habían escuchado su relato y los de Na-
cido de las Estrellas y la Bibliotecaria. Había escuchado su deseo
de volver a ser humano, y de reconectarse con viejos amigos. Tal
vez era más emocional de lo que ella había supuesto.
A veces era fácil olvidar que, detrás del metal y del avatar
holográfico, había una mente humana sin directivas ni progra-
mación. Era libre. Y recordaba. Y en este momento, no podía
atreverse a mirar el lugar al que había intentado llegar desespe-
radamente durante tanto tiempo.
La As se colocó en un afloramiento rocoso justo encima de
la zona boscosa en la base de la ladera oriental de Mawenzi, el
segundo pico más alto del Monte Kilimanjaro, que estaba sepa-
rado del pico más pequeño, Shira, al oeste por la Cima de Kibo,
el más alto de los tres picos de la montaña. Desde la ladera, se
podía ver hasta la llanura de Voi y hasta la ciudad africana de
Nueva Mombasa y el Océano Índico más allá.
Después de aterrizar, la tripulación se preparó para un día
de caminata y luego se dirigió a la bodega. La energía era intensa
mientras la esclusa silbaba y la puerta se abría, su emoción, in-
quietud y maravilla llenaban el aire caliente que se precipitaba
a la bodega, trayendo consigo el familiar olor a tierra, arcilla y
hierba seca.
Ram estaba sonriendo a través de su barba oscura, sus ojos
se arrugaban en las esquinas. Less y Niko charlaban, la natura-
leza cíclica de su relación siempre era un misterio para Rion,
mientras que Spark estaba parado al final de la rampa, inmóvil
y temeroso de desembarcar en su planeta natal.
Sintió la mirada de Rion y algo en su comportamiento cam-
bió, como si una cortina se deslizara sobre sus rasgos. Le hizo
una pequeña inclinación de cabeza, levantó la barbilla y bajó de
la nave.
No podía oler los olores, ni respirar el aire en sus pulmones,
ni sentir la cálida brisa en su piel. Estaba en casa, pero a través
de una lente de sentidos simulados.
Y sabía que eso tenía que doler.
Rion enderezó sus hombros, contrayendo el dolor que aún
tenía, y lo siguió. Spark le había asegurado que la herida estaba
casi curada, pero su respuesta al dolor no parecía haber alcan-
zado todavía el rápido trabajo de los nanocitos.
Sin embargo, estaba lo suficientemente bien para un día de
caminata.
Y un trato era un trato. Tenía un trabajo que hacer, un tra-
bajo rápido. Entrar, ser el acceso que Spark necesitaba, y luego
salir de aquí.
Entonces tal vez, sólo tal vez, pasar un tiempo fuera en algún
lugar cálido, tranquilo y completamente aburrido.
Los pájaros volaban a través de las copas de los árboles de-
bajo de ellos y volaban de las ramas de los árboles obstinados
que se aferraban a las laderas de los barrancos por encima de
ellos. La tripulación estaba extendiéndose en abanico, absor-
biendo todo.
Mientras Rion hacía lo mismo, dando vueltas en un círculo
lento, se quedó sin aliento por el hecho de que la As parecía casi
invisible. Una cosa era saber que su nave estaba equipada con la
capacidad de camuflaje de los antiguos, pero otra muy distinta
era verla desde fuera.
Sólo si sabías que estaba ahí podías ver las señales, las im-
presiones del tren de aterrizaje de la nave, el muy tenue con-
torno translúcido de los ángulos y curvas de la As. Lo único visi-
ble ahora era el interior de la bodega de carga, como una extraña
puerta abierta a otro mundo.
No había tenido mucho tiempo para asimilar las caracterís-
ticas del nuevo juego de herramientas de la As. Su nave era real-
mente una fusión única entre lo humano y lo Forerunner, no una
adaptación humana, sino una integración perfecta y unificadora
dirigida por la tecnología Forerunner. Diferente de las naves
readaptadas de la ONI, diferente de cualquier nave en la galaxia,
para el caso.
Rion se recordó una vez más de las posibilidades que exis-
tían con una nave como esta…
Sintiéndose optimista, se volvió hacia Spark, con una pre-
gunta en sus labios, pero el armiger había desaparecido. Bordeó
el contorno de la nave y lo encontró situado en la punta del aflo-
ramiento, parado completamente quieto mientras miraba una
impresionante vista del paisaje africano.
Podían ver por kilómetros desde aquí arriba, el bosque, las
llanuras, las ciudades, un nebuloso espejismo en la distancia. El
cielo era azul y sin nubes, el sol de la mañana brillaba en el cielo.
Mientras Rion estaba de pie a su lado, se preguntaba por qué
sus propias emociones se sentían tan distantes y bloqueadas.
Este era su hogar también, y por supuesto, no había estado fuera
durante milenios, pero ciertamente un largo tiempo para una tí-
pica vida humana. La belleza de la Tierra, la idea de un hogar
racial, evocaba un sentido de orgullo y pertenencia. ¿Pero un
verdadero hogar? Este no lo era. No para ella, ya no. Este era el
lugar de su infancia, de recuerdos que la llenaban de tristeza y
arrepentimiento.
Su familia se había ido. Su tripulación era lo más cercano
que tenía a una familia en estos días, y actualmente caminaban
asombrados al ver por primera vez el lugar de nacimiento de la
humanidad.
Echó un vistazo al perfil a Spark. Estaba derecho y quieto.
"Es exactamente igual", dijo mientras ella se giraba para
irse, sus palabras apenas fueron audibles. "Sin embargo, es dife-
rente."
Rion le hizo un asentimiento comprensivo. "Tómate tu
tiempo", le dijo, y lo dejó en paz.
CAPÍTULO 42

Encomiendo la vista a la memoria hasta los más pequeños deta-


lles, registrando los colores y sus millones de variaciones, el zum-
bido de los insectos, los sonidos de la vida silvestre, el ratón de la
hierba corriendo por los arbustos, el estampado de una pezuña en
el suelo duro y el movimiento de una cola, el crujido rítmico de las
hierbas entre dientes sin filo. La forma en que el viento hace que
las hierbas se balanceen y se froten entre sí en una extraña y que-
bradiza canción...
Recuerdo el sonido.
Es el sonido de mi hogar.
Cuando era niño, me tumbaba en la hierba alta, con las ma-
nos detrás de la cabeza, y miraba al cielo. El viento movía los tallos
dentro y fuera de la vista y la canción de la hierba sonaba en gran-
des extensiones de la sabana.
Marontik se ha ido, arrastrada por el tiempo, olvidada bajo
capas de arcilla, arena y tierra cambiante.
Es silencioso.
Sin embargo, la canción de la hierba continúa.
Visualizo mi casa justo ahí… un espejismo de casas de barro,
de tres o cuatro pisos de altura, con el humo de cien fuegos de chi-
menea haciendo bailar pequeños hilos en el cielo anaranjado.
Hay palabras lo suficientemente precisas para describir la
vista que veo y el sentimiento que me provoca, pero no puedo en-
contrarlas en las vastas reservas de mi mente.
Si pudiera llorar, las lágrimas me correrían por las mejillas,
aunque no puedo precisar por qué. Si tuviera un corazón, podría
partirse en dos. Si tuviera aliento, podría estar absorbiendo la
esencia de este lugar hacia el interior de mi cuerpo hasta derrum-
barme.
Este es mi hogar.
Pero ya no estoy seguro de lo que significa esa palabra. O más
bien, lo que significa para mí ahora.
Cuando todavía no tenía veinte años, dejé este lugar como pri-
sionero del Didacta. Me marché siendo ingenuo y simple, inculto y
descarado, sin imaginar los horrores que me esperaban en las es-
trellas, y las pruebas que me cambiarían, mente y cuerpo…
La gran distancia y el inimaginable tiempo que me ha llevado
volver a casa me llenan de dolor.
Estoy destrozado por el pesar.
Asfixiado por el dolor.
Ardiendo de rabia.
Pienso en mi madre y mis hermanas, me pregunto qué habrán
pensado de mi ausencia. Habrán pensado que morí en una pelea
de cuchillos como mi padre, quizás, robando a los matones equi-
vocados, que mi cuerpo había sido arrastrado a las hierbas secas
para ser comido por los buitres y chacales.
¿Me buscaron? ¿Lloran por mí? ¿Cantaron por mí?
¿Oraron a la Suprema Moldeadora de Vida por mi regreso?
Nunca podrían haber adivinado que ella fue la que me puso
en el camino para llevar al joven Forerunner, Nacido de las Estre-
llas, al Cráter Djamonkin con el Florian, Riser, para levantar a su
marido, el Didacta, de su largo sueño.
¿Se preocupaba por nosotros, la Bibliotecaria?
Sí, hasta cierto punto, creo que sí.
Pero al final, éramos simplemente herramientas.
Esta es una verdad difícil de aceptar.
Me pregunto… ¿me usaría de nuevo?
Me temo que ya sé la respuesta.
Y ya no me gusta lo que sé.
CAPÍTULO 43

Monte Kilimanjaro, Tanzania, África, Tierra

ion estaba sentada en una roca cercana, removiendo la sucie-


dad debajo de sus uñas, cuando finalmente apareció Spark. Se
consideraba una persona comprensiva, sensible cuando la oca-
sión lo requería, y ciertamente se compadecía de la IA, pero no
podía deshacerse del pequeño nudo de desconfianza que se agi-
taba en sus entrañas.
Parecía más distraído y perdido que nunca.
Tal vez era sólo ella. Este era casi el final del camino, y su
asociación estaba llegando a su fin. Por supuesto que Spark es-
taba distraído; finalmente estaba de vuelta en la Tierra y se con-
centraba en sus propios objetivos elevados, cualesquiera que
fueran.
Aun así, se sentía como la calma antes de la tormenta.
"¿Lo resolviste?" le preguntó.
Él respondió con un gesto de asentimiento.
Niko se acercó y se dejó caer en la roca junto a Rion, y le
sonrió a Spark. "¿Cómo es volver a casa después de cien mil
años?"
Rion puso los ojos en blanco. Niko no tenía nada sutil en el
cuerpo.
"¿Qué?" preguntó Niko, captando su mirada. "Es una pre-
gunta legítima."
Spark se giró para mirar la As de Picas. La forma en que su
barbilla se levantó ligeramente mientras miraba fijamente a la
distancia sugirió que podría estar accediendo a algo dentro de
los sistemas de la As.
Lessa arrojó al suelo la piedra naranja que había estado exa-
minando. "¿Y qué pasará después de que desbloqueemos tus
terminales?" le preguntó. "¿Te vas a quedar aquí?"
"Lo importante", dijo Rion, de pie y lista para acabar con
esto, "es que accederemos a sus terminales, y entonces nuestro
trato estará hecho."
"Eso es correcto", dijo Spark, todavía completamente con-
centrado en la nave.
"Agarren sus mochilas", les dijo Rion, recogiendo las suyas
del suelo donde las había dejado. "¿Y dónde diablos está Ram?"
Mientras deslizaba sus brazos por las correas de su mochila,
una sola línea de luz sólida comenzó a consumir la puerta de
carga de la As hasta que no quedó nada más que las impresiones
en la tierra. Su nave estaba completamente oculta, con puerta y
todo.
Spark todavía no se había movido. "Ah. Ahí estás", dijo en
algo cercano a un susurro, sonando complacido consigo mismo.
El temor se deslizó por la columna vertebral de Rion. ¿Y
ahora qué?
CAPÍTULO 44

Instalación en Voi, Kenia, África, Tierra

n general, Annabelle estaba contenta de tener unos minutos


preciosos para sí misma en su oficina. No es que fuera a durar,
por supuesto. Como directora, siempre llegaba algo que pertur-
baba el día.
La Bad Moon Rising y la Taurokado habían aterrizado en la
pista hace 20 minutos. El Dr. Iqbal y su equipo esperaban en el
perímetro para escoltar el núcleo de datos protegido a su insta-
lación de contención permanente bajo tierra, lo que llevaría al-
gún tiempo ya que se debían seguir estrictos protocolos de se-
guridad.
El Capitán Hollier, el equipo RA y el Equipo de Asalto Apolo,
junto con la Capitana Karah y el Agente Hahn, habían ido a un
informe en el Hangar Uno, donde serían entrevistados por Fer-
guson, la IA de la instalación.
Y mejor Ferg que Annabelle, eso era seguro. Sólo pensar en
el fiasco de Binterall era como si tuviese una espina clavada en
su costado, y no estaba segura de que se mantuviese tranquila
cuando llegara ese momento de la entrevista.
Después de rellenar su taza de café, se deslizó en la silla de
su escritorio para ver el vídeo que habían adquirido del equipo
RA y el Equipo de Asalto Apolo del encuentro en Binterall. Ferg
acababa de terminar de procesar el vídeo y de limpiar una gran
cantidad de distorsiones causadas por la pelea.
Cuando Thea supo que Ferg no había tenido problemas para
limpiar la grabación, se sometió a una revisión, convencida de
que algo iba mal.
Después de acceder a la petición de Thea, Annabelle había
enviado a Ferguson a un informe. Ahora estaba instalada para
ver cómo se desarrollaba la escena en la plaza de Puerto Alegría.
Esperaba ver una tripulación de recuperación variopinta,
sucia y asquerosa; en cambio, vio a una mujer alta y de pelo os-
curo armada como una insurreccionista, y a dos jóvenes miem-
bros de la tripulación que parecían estar al final de su adoles-
cencia o a principios de sus veinte años. Gracias a la grabación
que hizo el líder del equipo Apolo, Annabelle pudo escuchar el
intercambio, y observó con interés la caja que la capitana había
entregado que contenía el núcleo de datos y a Guilty Spark.
Y luego se produjo el tiroteo, que Annabelle tuvo que admi-
tir que fue inteligente. La Capitana Forge ciertamente había cu-
bierto sus bases y creado un ingenioso plan de escape. Recibir
un disparo directo de un aguijoneador no estaba previsto, pero
el líder del equipo Apolo actuó con rapidez. Desafortunada-
mente, no habían podido detener a los recuperadores como se
había planeado.
Entonces el misterioso borrón gris apareció a la vista.
Annabelle rebobinó la señal y volvió a mirar.
Escalofríos cubrieron sus brazos. Ralentizó la grabación.
No podía ser. Una piel de gallina se extendió por su cuerpo
como un fuego salvaje mientras volvía a ver la grabación, esta
vez disminuyendo aún más la velocidad. Ahí está. Se detuvo en
el momento en que el borrón sacó a Rion Forge del aire.
Y supo exactamente lo que estaba viendo.
El hecho de que un armiger Forerunner hubiera aparecido
repentinamente como la caballería fue una intensa conmoción.
La última vez que había visto uno había sido en un video durante
su estancia en el Arca. Había tenido la suerte de estar a salvo
dentro de la Mayhem en ese momento, pero incluso en la panta-
lla, los armigers de la superficie del Arca habían sido sensibles,
mortales y amenazantes en apariencia, con sus partes flotantes
y ojos brillantes…
¿Qué demonios hacía un antiguo armiger Forerunner en
Binterall? Y lo más importante, ¿por qué estaba rescatando a
Rion Forge, de entre toda la gente?
Espera. Annabelle se acercó a la pantalla y la amplió varias
veces más.
El armiger llevaba una insignia de la As de Picas en su hom-
bro.
El terror se agitó bajo su piel, frío y eléctrico.
Oh, Dios. No.
"¡Radeen!" El ayudante apareció casi instantáneamente en
su puerta mientras se apresuraba a girar alrededor de su escri-
torio. "¡Diles que detengan la contención! ¡No dejen que ese nú-
cleo de datos entre en las instalaciones! ¡Anda! ¡Ferg!"
Corrió por el pasillo y se apresuró a entrar en el ascensor,
con el corazón acelerado. Ferg no había respondido.
Annabelle se había estado devanando los sesos todo este
tiempo, tratando de averiguar cómo dos avanzados merodeado-
res de la ONI habían fallado en asegurar una nave civil de la clase
Mariner.
Ahora lo sabía muy bien.
Los Monitores podían controlar a los armigers.
343 Guilty Spark no era sólo un constructo dañado atrapado
en un núcleo de datos. Estaba aliado con los rescatadores, lo que
significaba que estaba libre y operativo. Y nada de esto era un
accidente. Los instintos de Annabelle gritaron, la horrible com-
prensión le carcomió por dentro mientras caminaba por el as-
censor, instándola a moverse más rápido.
"¿Annabelle? ¿Qué demonios está pasando?" La voz del Dr.
Iqbal llegó por el comunicador. "El fragmento aún está asegu-
rado en la cápsula de contención del merodeador."
"¡Ferg!" gritó mientras se abrían las puertas del ascensor,
irrumpiendo en una pista muerta a través del asfalto. "¡Inicia el
cierre de toda la instalación! ¡Ahora!"
Todo encajó perfectamente en su lugar. No era el núcleo de
datos físicos lo que le preocupaba. Eran los breves momentos en
los que el núcleo de datos no había estado contenido, cuando
Rion Forge se lo había entregado al Agente Hahn, cuando el
equipo lo había escaneado y embolsado.
Sólo unos pocos segundos. Es todo el tiempo que había ne-
cesitado.
Dios mío…
Guilty Spark podría haber invadido sus comunicaciones y
unidades antes de que la lucha en Binterall estallara.
Al acercarse a los hangares donde se celebraban los infor-
mes, se detuvo cuando toda la energía comenzó a apagarse. Las
puertas de la bahía se cerraron.
"¡Radeen! ¿Quién está iniciando el apagado? ¿Es Ferg?"
"Directora", dijo Radeen con una calma mortal que la sacu-
dió hasta la médula. "Estoy en su oficina. Es el video. La imagen...
está corrompida. Es un código de transmisión. Es..."
Las comunicaciones se cortaron.
Y Ferguson había depurado el video. Ferg, que no respondía.
Estaba en el video, y ahora estaba en Ferg. "¡Maldita sea!"
Vio al Dr. Iqbal salir corriendo de la Bad Moon Rising, con
aspecto agotado y confuso. La pista estaba en un estado de con-
fusión y caos cuando un transbordador terrestre perdió poten-
cia y corrió por el borde de la rampa de carga abierta de un Pe-
lican, volteándose, mientras un pesado drone caía del cielo y se
estrellaba contra el borde de la pista y explotaba. Y Annabelle lo
vio todo a través de una lente en cámara lenta de reacción y
comprensión.
No había nada malo en Thea.
Todos habían sido manipulados.
343 Guilty Spark y la tripulación de la As de Picas trabajaban
juntos.
Sólo Dios sabía lo que el monitor les había prometido.
¡Idiotas!
Idiotas que estaban aliados con uno de los activos más for-
midables e inestables de la galaxia, uno que ahora había com-
prometido sus instalaciones y tenía a todo su equipo encerrado
en ese hangar.
CAPÍTULO 45

Monte Kilimanjaro, Tanzania, África, Tierra

Una vez que Spark terminó de comunicarse con la As de Picas,


parpadeó, se dio la vuelta y miró fijamente a Rion con la cabeza
inclinada. Las líneas azules de su placa frontal parecían suavi-
zarse un poco. Si tuviera que adivinar, diría que de repente es-
taba feliz y ansioso por empezar.
"¿Qué estabas buscando?" le preguntó.
"Un viejo amigo." Pasó junto a ella sin explicarle nada.
Rion suspiró y luego reunió a la tripulación. "Muy bien,
gente, nos vamos. ¿Y dónde diablos está Ram?"
Lo encontraron en el barranco, de rodillas con un puñado
de tierra. Rion se detuvo y le dio su momento, sabiendo que la
experiencia podría ser bastante profunda para algunos. Sonreía
mientras se lo llevaba a la nariz y olía. La primera vez en la Tie-
rra hacía que la gente hiciera cosas extrañas. Rion levantó su
bota y le dio un empujón juguetón. "Tú también, peregrino, va-
mos."
Ram puso la tierra en su bolsillo mientras se ponía de pie,
pasó su rifle de su espalda a la parte de adelante, y siguió el paso
de sus compañeros, Spark liderando el camino y Rion en la reta-
guardia.
Unos pocos parches de bosque se aferraban al barranco, lle-
gando tan lejos como el clima lo permitía. El camino era rocoso
y salpicado con tramos de empinadas subidas y el cruce ocasio-
nal de arroyos. Lessa y Ram disfrutaban del paisaje y de los
esporádicos avistamientos de monos y pájaros, mientras que
Niko se daba una palmada en el cuello y gemía, "Oh, genial."
"Se llaman mosquitos", dijo Rion riéndose.
"Son más bien mierdecillas", refunfuñó, y se dio una pal-
mada en el brazo. "Hay malditos bichos a donde quiera que va-
mos."
"Tal vez sólo seas tú, no me molestan en absoluto", dijo
Lessa, comenzando otra adorable discusión entre hermanos que
duró la mayor parte de la caminata.
A medida que la subida se hacía más pronunciada y el pro-
greso era más lento, pasó una hora. Pero al menos se mantenían
en las laderas y evitaban los lugares de mayor altitud. Rion em-
pezó a preguntarse si Spark sabía adónde demonios iba y estaba
a punto de preguntarle cuando rodearon el borde de un escar-
pado afloramiento rocoso y luego se metieron bajo un amplio
saliente.
"Enciendan las luces", dijo Rion.
Mientras se movían más profundamente bajo la roca, Less
inclinó su luz sobre ellos para resaltar el techo del saliente.
"Vaya. Miren eso." Docenas de antiguas pictografías cubrían las
rocas, animales y cazadores, manos y símbolos, en barro ocre,
carbón blanco.
El saliente se adentraba en la montaña. Cuanto más oscuro
se hacía el pasaje, más las pictografías parecían saltar de la roca
y ponerse a la vista.
"Con cuidado aquí", dijo Spark mientras saltaba por un
corto saliente.
Siguieron con precaución y continuaron, la cueva se ensan-
chaba a medida que avanzaban y el olor de la roca y la tierra se
hacía más fuerte. Cada respiración y cada paso se amplificaba en
el espacio hueco.
"Parece que nadie ha pasado de este punto", dijo Lessa. "Las
pinturas ya no están." Su luz destelló sobre las paredes de la
roca.
"No, miren", dijo Niko, iluminando con su luz un...
"Espera. Es un glifo Forerunner." Rion se acercó. Era difícil
de detectar porque no estaba pintado en la pared, sino tallado y
era muy antiguo, lo que indica que podría ser más antiguo que
cualquier cosa que hubieran visto hasta ahora.
"¿Estás seguro de esto?" Niko le preguntó a Spark. "¿Cómo
sabes que la Bibliotecaria estuvo aquí?"
Ahora estaba tan oscuro que la luz sólida azul del cuerpo del
armiger iluminaba el espacio confinado. Al volverse hacia Niko,
sus ojos parecían estar suspendidos como dos orbes brillantes.
"Mencionó la montaña en un mensaje a su esposo."
"¿Eso es todo? ¿Es todo lo que tienes para continuar?"
"No."
Cuando no dijo nada más, Niko murmuró: "Bueno, eso es
tranquilizador."
El armiger avanzó hacia las sombras, esta vez más despacio
para permitirse tiempo para examinar las paredes. Después de
un momento, le hizo un gesto a Rion con una mano. "Aquí", dijo,
señalando un área oscura en la pared de roca.
Rion usó su mano para limpiar los años de polvo y suciedad
de la roca, y encontró un panel de aleación insertado en la roca.
El panel estaba bordeado con pequeños glifos y en el centro es-
taba el contorno de una gran mano. "No hay duda de lo que hay
que hacer aquí", dijo, poniendo su mano en el glifo.
Un escalofrío atravesó su palma mientras una fuerte grieta
resonaba en el espacio. La roca que los rodeaba tembló, la vibra-
ción atravesó las suelas de las botas de Rion y movió sus piernas.
Una luz azul apareció como un soplete, delineando la forma
de una puerta.
Rion volvió a tropezar. A medida que la línea completaba su
circuito, la puerta se llenó de luz sólida. Después de unos mo-
mentos la luz se desvaneció, dejando un espacio abierto en
forma de una puerta alta.
"Genial", murmuró Niko, pasando por delante de ellos hacia
la puerta.
Rion lo agarró del cuello y lo tiró hacia atrás.
"¡Ay!"
"Con cuidado", enunció, tirando de su arma y haciéndole
sostenerla. "Con cuidado."
"Bien", dijo. "Ya lo entendí. Con cuidado."
El armiger se abrió paso.
"Ojos abiertos", le dijo a la tripulación.
Rion no estaba segura de lo que encontrarían después,
quizá una instalación Forerunner como la que habían visto en
Triniel. Pero era simplemente más roca, más oscuridad, y más
aire sofocante y picante.
"Manténganse contra la pared", les dijo Spark, justo cuando
Rion tuvo la sensación de que todo el espacio se había abierto
de repente. La visibilidad era limitada, pero se hizo evidente que
estaban bordeando algún tipo de caída.
"Entonces, ¿qué estamos buscando?" preguntó Rion, con su
voz resonando en la oscuridad.
"Un Centinela", respondió el armiger.
"¿Un qué?"
El camino se niveló y se ensanchó en lo que parecía ser un
callejón sin salida.
"Drones protectores armados. Dos de ellos vinieron a la Tie-
rra en los últimos días, acompañando a una nave de la clase Gar-
gantúa." Spark buscó en la pared de nuevo. "Deberías saber que
yo los envié. Tres vinieron", dijo, mirándolos y señalando hacia
arriba. "Como los tres picos de la montaña." Sonrió. "Centinelas
nevados."
"Dos escoltas y una nave gigante…" Rion dijo pensativa-
mente. "¿Dices que están aquí, bajo las montañas?"
Spark apenas prestaba atención, se concentró en limpiar un
punto de la pared de roca. "No del todo. La Gargantúa se usó aquí
cerca para crear el portal al Arca. Un centinela dejó el planeta,
escoltando la keyship de una Trabajadora de Vida y su carga de
humanos rescatados."
"¿Y el otro?" Preguntó Lessa.
"Se quedó atrás. Con un nuevo propósito aquí, debajo de
Mawenzi."
"¿Por qué este pico y no los otros?" Ram preguntó.
"Mawenzi tiene vistas a Voi y al portal."
"¿Cómo pudo la Bibliotecaria sobrevivir aquí?" Niko pre-
guntó con escepticismo.
"No he dicho que haya sobrevivido aquí."
Rion hizo una pausa. ¿Qué diablos...? ¿No era esa la razón por
la que quería venir a la Tierra en primer lugar? Abrió la boca
para preguntar, pero se movió y de repente desapareció en la
roca.
Al inspeccionarla, Rion vio que había una rotura en la cara
de la roca: vista de frente, parecía ser una superficie plana; sin
embargo, vista desde un ángulo dejaba al descubierto una aber-
tura alta y estrecha que conducía a un túnel que zigzagueaba de
un lado a otro, ocultando la luz que venía de la cámara siguiente.
Emergieron en una amplia cornisa bajo un saliente, con al-
gún tipo de barrera de luz en su camino.
Una terminal estaba situada a un lado. Rion se acercó a ella
y puso su mano en el panel abovedado. La barrera desapareció
inmediatamente. Fueron lentamente hacia la cornisa. Había otra
terminal en su borde, y más allá de ella un barranco. Al otro lado
del barranco había una península de roca sobre la que una co-
lumna de luz cilíndrica emanaba de una base circular; una gran
forma oblonga flotaba dentro de la columna.
Rion podía ver otra terminal frente a la columna de luz, pero
no había forma perceptible de atravesar el amplio abismo.
"No se parece a ningún drone que haya visto antes", dijo
Niko.
"Porque no lo es. Ya no lo es. Sus partes se usaron para crear
estas estructuras", dijo Spark, dirigiéndose a la terminal.
Rion se le unió. Tan pronto como su mano tocó la plata-
forma, una amplia banda de luz se disparó desde la cornisa, atra-
vesando la división hasta el otro lado. "Es un puente de luz", dijo.
Había visto algunos puentes en funcionamiento en las naves del
Covenant, pero nunca había caminado sobre uno.
"¿Qué?" exclamó Niko. "Oh, amigo, esto es increíble."
Spark se acercó al puente de luz, levantó un pie y salió de la
cornisa hacia la luz sólida.
CAPÍTULO 46

Ahora somos libres de cruzar la línea divisoria. Empiezo, pero


observo que uno de mis compañeros no me sigue.
Ah. No confía en el puente de la luz sólida.
Mientras regreso, Niko pasa a mi lado sin tanta cautela.
"¿Estás seguro de que no se apagará de repente?" Ram pre-
gunta, dando un paso tentativo, probando su validez.
"Estoy seguro", le digo.
Rion le da una palmada en la espalda al komoyano y sonríe
ampliamente. "Finalmente. Algo que te sacude. Me alegra haber
estado aquí para presenciar el trascendental acontecimiento."
Como Rion, me divierto a costa de Ram. Ella y Lessa pasan a
mi lado, pero yo lo espero y caminamos juntos hacia la plata-
forma.
Mientras tanto, estoy en constante contacto con mi frag-
mento. Los procedimientos de apagado de la ONI eran esperados
y sólo sirven para ayudar a nuestra no detección mientras com-
pleto mi tarea aquí en la montaña. Mi fragmento busca los datos
desgastados del Catálogo que expiró y que se recuperaron bajo la
sabana africana, así como los registros de las intrusiones aleato-
rias del resto de Catálogo en su red.
879 me desafió a encontrar lo que necesito. Y así lo hice.
La tripulación de la As de Picas estudia la columna de luz só-
lida que emana de la base circular de la plataforma.
Hago una pausa, intrigado por la maravilla de sus rostros, la
forma en que la luz se refleja en su piel y hace brillar sus ojos.
Nuestro tiempo juntos casi ha terminado.
He disfrutado de sus diferentes personalidades e impredecibi-
lidad, y encuentro que hay dudas en mí para terminar nuestra
asociación.
Y sigo sintiendo culpa por la mentira que he mantenido entre
manos.
Revelar a Rion Forge que su padre ha muerto es una perspec-
tiva incómoda, y no quiero ser yo quien dé esas noticias.
Por lo tanto, he decidido no hacerlo. No tengo intención de
cumplir los términos de nuestro acuerdo.
Con ese dilema fuera del camino, me enfrento a la columna.
"¿Está ella ahí?" Lessa pregunta. "¿Tu Bibliotecaria?"
"Por decirlo de alguna manera. Aquí es, en efecto, donde ter-
mina nuestro viaje. Después de acceder a esta última terminal, ya
no los necesito."
Miro fijamente a través de la luz la larga y ovalada cápsula
que flota en el interior.
Esta es una cápsula de Trabajador de Vida, muy común y fa-
miliar. No contiene a la Bibliotecaria, por supuesto, pero contiene
algo más.
Un regalo, si no me equivoco.
"¿Y bien?" Rion dice, y me trae de vuelta al momento. Me mi-
ran de forma alentadora. Todo lo que tengo que hacer, una vez
bajada la barrera, es subir la rampa y entrar en la luz sólida…
Y aun así, dudo.
Los hermanos aún no han dominado el arte de ocultar las
emociones, no con un verdadero grado de éxito. Ram Chalva lo ha
hecho, pero en este caso, no se molesta. Rion también.
Todos parecen… felices. Por mí.
Estoy aturdido.
Rion mira al otro lado del puente de luz. También percibo en
ella cierta cautela y tal vez el deseo de estar a salvo a bordo de su
nave.
Quizá...
Quizá después de todo lo que les he hecho pasar... Les debo un
cierto grado de honestidad.
Un trato justo, entonces. He cambiado de opinión.
Se encuentra con mi mirada y levanta la mano para acceder
a la terminal, que desbloqueará la barrera alrededor de la co-
lumna de luz. Rápidamente me acerco y le agarro la muñeca.
"¿Qué?" pregunta, con alarma en sus ojos oscuros. "¿Qué su-
cede?"
Soy consciente de que no es el momento oportuno. Pero de re-
pente estoy seguro de que, sí, cumplir mi trato es el mejor final
posible. Entonces podré avanzar hacia la luz, libre de toda culpa.
"Hay algo que debo decirte."
Ella frunce el ceño y luego baja a mis dedos de aleación. La
libero.
De repente me acosa la indecisión una vez más, justo cuando
me sentía seguro.
Este cambio es inaceptable. Debo seguir adelante.
"Tu padre está muerto", digo.
Ya está. Lo dije.
Parpadea, luego frunce el ceño profundamente, retroce-
diendo como si la hubiera golpeado físicamente. Luego simple-
mente me mira fijamente. No hay ninguna reacción en absoluto.
La tripulación se mira, aturdida y confundida.
Me siento incómodo en el silencio. "Nunca sobrevivió a Etran
Harborage."
CAPÍTULO 47

lguien tenía que quedarse atrás y detonar el reactor de fu-


sión. Sacrificó su vida."
Spark siguió hablando, explicando, pero Rion no pudo oír
nada más por la angustia que corría por sus venas. Su mente se
tambaleaba, congestionándose con la negación.
"¿Qué es esto?" finalmente se las arregló a decir, su tono era
frágil mientras daba una risa aguda y ridícula, parpadeando el
ardor de sus ojos, y mirando a Spark y a la tripulación, tratando
de encontrar un ancla, un rescate de lo irreal. "No… no." Sacudió
la cabeza. "¿Qué es esto? ¿Por qué dices esto?"
Esto no es real.
Esto tenía que ser una versión retorcida de una broma de la
IA.
Tu padre está muerto.
Alguien tenía que detonar el reactor de fusión. Tenía que ha-
ber alguien que se quedara atrás…
Sacrificó su vida.
Las piezas pasaron por su memoria: la narración de Little
Bit, el archivo de vídeo, el campo de escombros, todos los frag-
mentos y partes de un todo mayor, todos hablando a la vez, en-
cajando en un horrible rompecabezas.
Su padre, no se habría quedado atrás.
Pero él lo haría.
Por supuesto que sí. Sería el primero en ofrecerse como vo-
luntario si las apuestas eran lo suficientemente altas. Y en ese
entonces, al principio de la invasión, seguro que lo estaban.
Volar el mundo escudo para evitar que el Covenant consi-
guiera una flota Forerunner entera era exactamente el tipo de
cosa que John Forge haría.
Una mano se posó en su hombro y saltó, retrocediendo.
Las voces comenzaron a filtrarse a través de su choque. La
tripulación. Spark.
"Siento mucho dar tan malas noticias, Rion", dijo Spark, so-
nando preocupado y confundido e incluso apenado.
Su frente se elevó. "¿Lo sientes?"
La conmoción, la pena y la rabia la llenaron, rápida, viciosa
y consumidoramente, empujando sus entrañas, en diminutas
grietas y rincones y células, hasta que quiso gritar, para rom-
perse en un millón de pedazos bajo la presión. Se abalanzó sobre
el brazo, empujando su placa torácica tan fuerte como pudo, sol-
tando un grito gutural.
Él podría haberla aplastado en un instante, pero en cambio
se alejó a trompicones como si fuera mucho más frágil.
"¡Lo sientes! No te diste cuenta de esto ahora. ¿Cuánto
tiempo? ¿Hace cuánto tiempo que lo sabes?"
"Lo he sabido casi todo el tiempo."
Rion se volvió completamente loca entonces, golpeando y
gritando al armiger mientras continuaba retrocediendo, negán-
dose a participar en una pelea mientras ella se golpeaba y en-
sangrentaba los nudillos en su aleación impermeable, golpeán-
dolo, golpeando sus piernas, derribándolo, hasta que se encon-
tró en el suelo, el armiger detrás de ella, finalmente
manteniéndola quieta en un asimiento de ahogo. Pero no había
terminado: tan pronto como estuvo en el suelo, el instinto la hizo
sacar su pistola y empujarla bajo la mandíbula del armiger.
Su respiración era irregular y brusca, su rabia quemaba len-
tamente ahora, y la situación actual resurgió, lo quisiera o no. Su
mirada sombría encontró al avatar de Spark parado en la termi-
nal, mirándola con consternación, las líneas de su cara de alguna
manera más humanoides que nunca.
"Dispara tu arma y la bala rebotará en tu cráneo", dijo con
calma.
Por supuesto que sí. Rion soltó el arma, y su brazo se quedó
inerte. Su cara estaba húmeda y estaba resoplando por el agarre
de ahogo.
"Te das cuenta de que no puedes dominarme. Podría ma-
tarte sin ningún esfuerzo", añadió el avatar de Spark.
Ella le dirigió una mirada asesina. "Ya lo has hecho."
Lessa se llevó la mano a la boca ante eso, con lágrimas ca-
yendo por su cara.
Spark lanzó un pesado suspiro, su comportamiento lleno de
arrepentimiento. "Me doy cuenta de cómo te sientes, pero…"
"No tienes ni idea de lo que se siente", dijo, hirviendo, mien-
tras las lágrimas calientes se formaban en sus ojos y luchaba por
liberarse de él.
El avatar se endureció, su luz azul se volvió carmesí, las lí-
neas de su cara se convirtieron en ira. "No tengo ni idea... ¿Yo?"
Desapareció cuando el armiger la liberó, empujándola hacia
adelante. Ella rodó sobre sus manos y rodillas, jadeando, con las
lágrimas cayendo al suelo. La tripulación ya estaba harta y se
movieron para intervenir, pero Rion levantó una mano y se puso
de pie.
El armiger se enderezó hasta su altura total, transformán-
dose en algo más amenazador. Se acercó y se inclinó hacia de-
lante, con un rojo intenso y amenazador, mirándola a los ojos.
"¡¿NO TENGO IDEA?!" gritó.
En algún lugar de su mente, su voz interior hizo un sonido
de advertencia, pero ella lo apagó, y empujó la placa de pecho
del armiger con ambas manos. "Sí", respondió. "Eso es exacta-
mente lo que digo."
Porque no podía retirarse ahora mismo, no podía soportar
el saber. La verdad era demasiado dura, demasiado real, dema-
siado punzante... prefería sangrar y luchar. Gritó y lo empujó de
nuevo, y luego fue a atacar, pero él finalmente se cansó y le aga-
rró la muñeca con fuerza.
"¿Cómo te atreves? Eres una mota de polvo. Una niña. ¡Al-
guien que no sabe nada! ¡Imagina una vida en la que todos a los
que conoces se han ido!" Él se acercó y ella se alejó. Pero él siguió
acercándose, apretando su muñeca cada vez más fuerte. "Razas
enteras, desaparecidas. Planetas enteros, desaparecidos… Pero
eso no es suficiente. No", continuó, "incluso tu propio cuerpo te
es arrebatado mientras eres consciente de que está sucediendo.
Toda tu civilización es aniquilada, y tú ayudaste a iniciar el pro-
ceso. ¡Imagina que eres el único que queda!" Su voz se quebró
con eso. "El único que queda durante cien mil años, y cuando
finalmente despiertas…"
No pudo continuar. Estaba abrumado por la emoción, su voz
se quebrantó como si llorara.
El armiger juntó sus dedos y se los llevó a la cara. "Tu dolor
es una mota", dijo con ira, "un pequeño grano de arena en un
océano del tamaño del universo."
Hizo una pausa. "Yo no maté a tu padre, Capitana. Él eligió
su propio destino. Tuvo el coraje de hacer lo que se necesitaba
hacer." Se inclinó hacia adelante, su cara cerca de la de ella, su
voz baja. "Llámame después de que seas testigo de cómo toda la
vida sensible de la galaxia es borrada con apenas un susurro.
Atrévete a mirarme a la cara y dime que no sé nada de dolor."
Se miraron fijamente, perdidos en su propia angustia, cada
uno culpando al otro.
Rion apartó su muñeca de él, y él la dejó ir, su luz roja volvió
a ser azul. Ella se frotó la muñeca y luego se limpió con el brazo
en su cara húmeda. "Ya me cansé de que me lleven por la nariz."
Fue a la terminal y golpeó su mano en la cúpula. "Hemos termi-
nado aquí." La barrera translúcida cayó, y la columna de luz pa-
reció brillar un poco más cuando ya no estaba.
Rion se dio la vuelta; apenas puso un pie en el puente para
irse, una ráfaga de luz atravesó la división y la detuvo.
La cornisa estaba llena de soldados armados, con armas
desenfundadas. Reconoció al Agente Hahn y cerca de él a un
Spartan muy alto con armadura Mjolnir, dirigiendo a otros dos
Spartans a lo largo de la cornisa. No hacía falta que el Grandote
se quitara el casco, ya que Rion sabía exactamente quién era.
Apareció otro escuadrón, con equipo de combate de opera-
ciones especiales totalmente negro.
Contó diez en total.
Rion giró, una fría amargura se asentó en sus huesos. "Corta
el puente", exigió.
Spark deshabilitó el puente de luz. Luego se enfrentó a ella,
dudando un largo momento antes de decir: "Adiós, Capitana."
Se dio la vuelta y caminó directamente hacia la columna y
fue tragado por la luz hasta que no quedó ni una sombra de él.
Simplemente se había ido.
Los abandonó.
Spark se había retirado al enfrentarse a un enemigo al que
no podían derrotar. Al menos, no aquí, no atrapados como esta-
ban.
Rion no pudo procesarlo completamente; había demasiadas
emociones obstruyendo su cerebro. Las opciones no venían. Por
mucho que lo intentara, no parecía haber una forma de salir ade-
lante. La tripulación… contaba con ella, y…
"Rion." Era Niko. Estaba frente a ella ahora, tan afectado y
conmocionado por la revelación y la deserción de Spark como
ella, pero la agarró por los hombros y la miró de frente hasta que
se concentró en él.
"Oye, oye. Ponlo en una caja", dijo en voz baja. "¿Recuerdas
lo que me dijiste? ¿Enciérralo detrás de una pared, mantenlo
contenido? Y luego" …miró a través de la división y de vuelta a
ella… "cuando lo necesitemos, lo dejas salir como una maldita
tormenta. ¿Recuerdas?"
Las lágrimas nadaban en sus jóvenes ojos. Aquí había al-
guien que creía en ella, confiaba en ella, se preocupaba por ella.
Si no hubiera estado emocionalmente agotada, se habría arrodi-
llado y dejado salir todo. Pero en lugar de eso, se encontró en-
dureciéndose por dentro, encontrando alguna reserva interior.
Pensó en Cade, y en cómo nunca superaría esa pérdida, pero ha-
bía una manera, siempre una manera, de seguir adelante. Podía
hacerlo de nuevo. Y ella... todos... lo superaría.
Lentamente empezó a asentir, dejando que las palabras de
Niko la bañaran, dándole fuerza…
Le ofreció una sonrisa triste y desproporcionada. "Enton-
ces, Capi… ¿Qué hacemos ahora? ¿Última resistencia?"
Respiró hondo y notó que dos de los soldados de operacio-
nes especiales trabajaban en la terminal desde su extremo. "Es-
tán tratando de volver a poner el puente en línea. Echemos un
vistazo y veamos si podemos encontrar otra forma de salir de
aquí."
"¿Qué hay de seguir a Spark?" Dijo Lessa, señalando a la co-
lumna de luz sólida.
"No tenemos ni idea de a dónde ha ido a parar. Y no sé uste-
des, pero yo estoy cansada de seguir a ese imbécil hacia lo des-
conocido. Ram, ve a la izquierda, Niko, a la derecha, recorran la
plataforma y vean adónde lleva."
Aunque la tripulación de la As estaba armada y tenía los ri-
fles listos, no habían apuntado y no lo planeaban.
Rion y Lessa se quedaron en la terminal y observaron el pro-
greso a través de la división. Si ese puente de luz se activaba...
"Capitana Forge." La voz del Grandote resonó en la caverna.
"No hay ningún sitio al que puedas ir. Se acabó. Bajen sus armas
y lo solucionaremos."
"¡Sí, no gracias!" Rion le gritó. "Sé lo que ustedes le hacen a
gente como nosotros. No pienso desaparecer pronto."
"Nadie va a desaparecer", dijo el Spartan.
"¿Me das tu palabra?"
Dudó. Porque, por supuesto, no podía responder por la ONI,
no era él quien estaba a cargo. Y la ONI tenía un don para escon-
der a los prisioneros sin tener en cuenta el sistema legal o los
derechos individuales.
"Capitana", llamó la Agente Hahn. "Todo lo que queremos es
al armiger y al monitor. Entrégalos, y te garantizo que tú y tu
equipo saldrán de esto."
Lessa se acercó a Rion, frunciendo el ceño. "Como si pudié-
ramos controlar a Spark."
"Señor", uno de los soldados que trabajaba en la terminal
dijo: "El puente de luz se está conectando."
CAPÍTULO 48

Paso a través de la luz cegadora de la columna y entro en una


neblina blanca.
No veo nada al principio, y luego... una figura ligera emerge
del éter, y sé que es ella.
La Bibliotecaria.
Siento la tecnología que le permite despertar y formarse. Su
esencia se fortalece y flota más cerca de mí. Y la veo claramente.
Sin cambios. El epítome de la gracia, y la belleza, y la inteligencia,
ella lleva un vestido y un tocado que fluye y un aura pesada de
responsabilidad. Sus grandes y oscuros ojos me miran con amor y
amistad, tristeza y arrepentimiento.
Es la misma que me bendijo de niño, la misma que se me apa-
reció en mi mente de niño, serena y cariñosa. Ella es como siempre
la he visto.
Diosa. Madre. Manipuladora. Salvadora.
Su examen me atraviesa con enorme gravedad y poder. De re-
pente me saca de mi cuerpo de armiger, volviéndome visiblemente
más sólido hasta que una vez más soy Chakas. Pero sé que esto es
simplemente obra suya. Haciéndonos iguales. Haciéndonos re-
cuerdos de carne y hueso.
"Chakas", dice con todo el afecto de una madre dando la bien-
venida a un hijo que perdió hace mucho tiempo. "De alguna ma-
nera siempre te las has arreglado para encontrar un camino, y
servirme bien."
"Y yo siempre me las he arreglado para pagar un precio."
No quiero que nuestro saludo empiece con una discusión. Las
palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. Pero son ver-
daderas, así que levanto mi barbilla y las reclamo.
Su cabeza se inclina. "¿Te he hecho mucho daño?" pregunta,
su expresión se suaviza con pena y arrepentimiento.
¡Sí! Grito por dentro.
Ella asiente gravemente. "Por eso, estoy triste. Parece que
sólo queda el pesar." Su angustia debería llenarme de satisfacción,
pero como la amo, no hace más que hacerme sufrir más.
"Has persistido", dice con orgullo. "Te has adaptado. Eres una
maravilla singular."
"¿De tu diseño?" Debo saberlo. ¿Quiso ella que esto sucediera?
Puso en marcha tantas eventualidades, y debo saber si soy una de
ellas.
Sacude la cabeza. "No. Tu evolución ahora es tuya, un pro-
ducto de necesidad quizás, uno que podría tener un gran impacto
en las cosas por venir. A veces..." Sus ojos oscuros muestran un des-
tello de alegría. "A veces el universo crea lo que necesita sin las
maquinaciones de los demás."
"No lo entiendo."
"No, no lo entiendes. Pero un día lo harás. Ahora eres una cria-
tura de elección, sin mi influencia. ¿Servirás al Manto?"
"El Manto era de ustedes, nunca fue mío."
"No. Era tuyo, estaba destinado a los de tu especie, no a los
Forerunners. Y míranos ahora." Ella me mira con tal remordi-
miento. "Los defensores del Manto son tan pocos... y todavía hay
mucho que hacer. En Requiem, me despertaron, junto con mi es-
poso."
Yo retrocedo. "¿El Didacta está vivo?"
Recuerdo que el Catálogo también lo afirmó.
Su expresión se desvanece y suspira. No responde, pero está
claro que su amenaza no es preocupante.
"He visto el progreso del avance de la humanidad", dice. "He
visto los caminos que pueden tomar y la oscuridad que viene de
muchos lados. Le he dado a la humanidad los medios y el ímpetu,
y les daré todo lo que me corresponde. Quizás esta vez logren lo
que nosotros no pudimos." Sus labios se levantan ligeramente en
las esquinas. "No nos tienen a los Forerunners interponiéndose en
su camino."
Hay tantas cosas que he querido decirle a lo largo de los mi-
lenios, tantas preguntas, tantas acusaciones, tantas conversacio-
nes… y ahora no puedo encontrar las palabras.
"No me importa su guerra y su Manto", le digo.
"Pero entonces… te importa. A un lado le importa. Al otro no.
Uno es frío e intrigante. El otro es todo corazón."
"No tengo corazón. Eso también me lo quitaron. He pagado
mi precio, he hecho lo que se requería de mí. Mis amigos", me las
arreglo a decir. "Riser, Vinnevra…"
Me estudia durante un largo momento. "Como humano, lle-
vaste la esencia de Forthencho, Señor de los Almirantes, dentro de
ti. Sentiste su lucha, su tormento y desesperación. Eras su prisión.
Y sabías lo que se sentía al perderte ante su fuerte presencia… ¿Le
harías tal cosa a otro, levantar viejos amigos que están en paz?
¿Reclutar a otros humanos para que los lleven?"
"Tú hiciste lo mismo." Conmigo.
"Por un bien mayor."
"El bien mayor es sólo una excusa para que los fuertes tomen
decisiones por los débiles."
No me responde; ve que es un argumento que ninguno de los
dos ganará. Mi ira se desinfla.
"¿Lo están?" Cuestiono sus palabras. "¿En paz?"
"Ellos fueron llevados a vivir sus vidas en paz, su canción ge-
nética en calma."
"Son recordados en el Dominio. Envíame allí. Dame acceso
para que mi memoria se una a ellos." Le suplico. Las palabras que
salen de mí son aplastantes. Renunciaré a todo para estar entre
ellos.
"Ahora sólo son ecos, Chakas", me dice. "La experiencia recor-
dada a través de los ojos de mi especie, nada más. No estás desti-
nado a revivir el pasado, a vivir en los pasillos de la memoria viva."
Ella sacude la cabeza. "Al lugar que deseas ir, lo malo vive junto a
lo bueno."
No sé cómo responder a esto. Estoy confundido y, después de
todo este tiempo, ya no sé lo que quiero.
Ella tiene razón, ya lo sé. ¿No hay esperanza?
Me encuentro empezando a entrar en pánico.
"Entonces únete a mí", le ofrezco. "Puedes caminar, como yo,
entre los humanos otra vez." Es algo insignificante para ella usar
un armiger de la misma manera que yo lo he hecho.
Ella sacude la cabeza. "No es mi momento."
"Entonces me uniré a ti."
"Querido Chakas. Veo la carga de soledad que has llevado du-
rante estos largos milenios. Si no hubieras sido un monitor, el peso
te habría aplastado hace mucho tiempo. No dejes que ocurra
ahora. Debes hacer lo más difícil y dejarlo ir. Tal vez… los amigos
que buscas, ya los has encontrado."
La niebla se despeja y puedo ver a la tripulación de la As de
Picas, atrapada. No escaparán de la cámara.
En nanosegundos, repito nuestro tiempo juntos, cada palabra
hablada, cada palabra no dicha, nuestras pruebas y nuestro viaje,
nuestra confianza y desconfianza, nuestros desacuerdos y risas.
De toda la vida sensible que pude haber encontrado, me en-
contré con ellos. Tan adecuadas a mis necesidades, y tan familia-
res...
Siento pánico otra vez. No quiero perder a la Bibliotecaria.
"¿Y tú? ¿Qué harás ahora?"
"Esta huella se unirá a las otras que ya se han ido al Registro
Absoluto. La humanidad debe recibir las herramientas para asu-
mir el Manto de Responsabilidad. Y el conocimiento... deben tener
el conocimiento para atender el Dominio. . . .” Ella se queda mi-
rando la nada por un tiempo antes de agraciarme con una mirada
suave. "Entonces, quizás..."
"¿Bastión?" Pregunto.
Su tierna sonrisa me llena de amor y finalidad, y veo que no
cree que poder llegar allí, o quizás a cualquier lugar donde pueda
recuperarse, descansar y encontrar la paz al fin.
"Tal vez", responde. "Con un poco de suerte."
Si tuviera un corazón, se rompería. No siento la suerte, pero
su ausencia, una pesada condena y desesperación. Ya me estoy de-
jando llevar...
"La suerte es tu camino", le recuerdo.
"No, querido Chakas… Spark. Es el tuyo." Ella mira a la tripu-
lación a través de la escasez de luz. "Y el de ellos. Siempre lo ha
sido. ¿No lo ves? Puedes ir conmigo al Registro Absoluto o… puedes
elegir un camino diferente. La elección es tuya, mi viejo amigo."
Aparece una pequeña caja grabada y me la entrega.
"¿Qué es esto?"
"Una llave. Encuentra lo que falta", dice ella. "Arregla el sen-
dero. Corrige lo que mi especie ha hecho mal."
Frunzo el ceño.
"O ven conmigo."
El tiempo se ha detenido.
Encomiendo este momento a la memoria, cada detalle.
Quiero preguntarle qué es lo que quiere. No lo que espera lo-
grar o las responsabilidades que ha tomado sobre sus hombros,
sino sus deseos, lo que quiere su corazón.
Pero me doy cuenta de que no tengo que preguntar eso. Ya lo
sé. "¿Puede el Didacta encontrará la paz?"
El dolor que pasa por sus ojos me aflige instantáneamente.
"Temo que mi esposo está más allá de la redención." Cambia sus
emociones. "¿Has hecho tu elección entonces?"
Miro atrás y veo que el puente de luz se ha reactivado y que
los Spartans avanzan, con las armas desenfundadas.
Me vuelvo hacia la Bibliotecaria. Está esperando mi decisión.
"He esperado cien mil años para encontrar a mis amigos. ¿Por
qué iba a irme si los he encontrado?"
La boca de la Bibliotecaria se estira y sus ojos se arrugan en
las esquinas. Me mira con mucho amor y orgullo. Sabe que haré lo
correcto. Confía en mí. Que yo también encuentre la misma con-
fianza en mí mismo.
"Nos encontraremos de nuevo, viejo amigo."
"Sí. Sé que lo haremos."
CAPÍTULO 49

iko y Ram volvieron de inspeccionar la plataforma circular


con las malas noticias. "No hay nada allí atrás, sólo una pared de
roca", dijo Ram.
"Estamos atrapados", dijo Niko mientras el puente de luz
sólida cobraba vida de repente y cruzaba la línea divisoria. Co-
rrió hacia la terminal, pero tenía miedo de tocar algo. "¿Cómo lo
apago?"
Los Spartans se prepararon para cruzar el puente, yendo
despacio en formación. Rion maldijo en silencio a Spark por ha-
berlos abandonado. ¿Ese temor que había sentido antes? Quizá
debería haber escuchado sus instintos.
"¡Capitana Forge! ¡Bajen sus armas! El Grandote llamó
mientras él y su equipo cruzaban el puente.
"¿Qué hacemos?" Preguntó Lessa.
"Bueno, lo que no vamos a hacer es dispararle a un grupo de
Spartans. Bajen las armas y levanten las manos." El miedo que
vio en sus jóvenes ojos la mató.
"Bueno, yo diría que fue un placer trabajar contigo", dijo
Ram, "pero..."
Vieron a los Spartans avanzar, manteniéndose muy quietos,
sabiendo que si hacían el más mínimo movimiento, les podían
disparar.
"¿Cómo demonios nos encontraron?" preguntó Niko.
Lessa miró fijamente a las profundidades del abismo. "Creo
que prefiero saltar a que me hagan prisionera."
"Ni siquiera lo pienses", dijo Rion. "Encontraremos una sa-
lida. Siempre lo hacemos."
"Sí, bueno, nuestra suerte podría haber r…" dijo Niko.
Un brillante destello blanco llenó la caverna.
Los Spartans se congelaron. Rion se protegió los ojos, mi-
rando hacia arriba junto con todos los demás.
La luz llenó todo el espacio y parecía atravesarla. La sintió,
una baja vibración que se suavizaba a través de su piel, músculo
y hueso. Zumbido y energía. Imágenes llenaron su mente, dema-
siado rápidas para capturarlas y mantenerlas.
Melodía y canción. Recuerdos. Palabras.
A medida que la luz se desvanecía, la habitación rotaba. El
vértigo y la emoción se apoderaron de ella. Pestañeó con fuerza,
tratando de estabilizarse, y notó que los que la rodeaban esta-
ban afectados de manera similar. Pero no había tiempo para
averiguar qué demonios acababa de pasar, porque de repente la
columna de luz sólida detrás de ellos empezó a brillar más. Par-
tículas de color corrían por la luz en pequeñas líneas verticales,
fluyendo como un código, creciendo más rápido, más brillante y
más intensamente hasta que la cápsula interior se disparó como
una bala a través de la columna y desapareció.
Rion se alejó de la vista y volvió a la normalidad con un par-
padeo, pero vio a los Spartans y a los soldados de operaciones
especiales arrodillarse y apuntar con sus armas, una multitud
de voces gritándoles que se detuvieran.
Sorprendida, las manos de Rion se elevaron en el aire. Su
tripulación hizo lo mismo.
"¡Alto al fuego, Howlers! ¡No disparen!" gritó el Grandote al
mismo tiempo.
Su corazón se aceleró y el miedo se deslizó hacia sus entra-
ñas, Rion no estaba segura de qué diablos estaba pasando. No
habían hecho ninguna insinuación amenazadora, y a ella le cos-
taba seguir los gritos y las órdenes mixtas del otro lado de la lí-
nea divisoria.
"¡No disparen!" gritó el Grandote otra vez.
"¡Manos detrás de la cabeza!" gritó otro. "¡Arrodíllate!
¡Ahora!"
Rion unió sus dedos detrás de su cabeza, y mientras iba a
doblar las rodillas, captó movimiento y miró detrás de ella. El
entendimiento despertó.
El armiger estaba de pie en la plataforma, sosteniendo un
pequeño objeto de metal y poniéndose en posición de batalla,
con un rojo amenazador y muy agresivo.
Oh Dios.
"¡No, no, no disparen!" le gritó desesperadamente a los
Spartans. Dios mío. Estaban justo en medio de lo que bien podría
ser una masacre.
La tripulación parecía frenética y asustada, todos con las
manos detrás de la cabeza mientras el armiger daba unos pasos
adelante para ponerse en medio de ellos, entre Lessa y Niko. Se
agachó y soltó un rugido desafiante. La piel de gallina subió por
los brazos de Rion.
Mientras estaba listo para luchar a su lado... para proteger-
los… Spark tuvo la peor oportunidad que Rion había conocido, y
estaba a punto de hacer que los mataran a todos. Sus temores
estaban justificados cuando hizo algo aún peor para inflamar
una situación ya explosiva: manifestó un rifle de luz sólida.
El equipo de operaciones especiales ignoró la orden del
Grandote y abrió fuego.
Rion estaba en una pesadilla a cámara lenta. Agarró a la per-
sona más cercana, Lessa, y la arrojó hacia la terminal. Al vol-
verse, vio a Ram y a Niko detrás de la terminal buscando refugio.
Rion se zambulló, sintiendo un aguijón en su bíceps izquierdo
mientras una bala atravesaba la piel y el músculo.
Se apiñaron fuertemente detrás de la pequeña cobertura
que tenían. "¿Todos están bien?" gritó. Less y Niko estaban páli-
dos, con los ojos abiertos como platos.
Ram le dio un asentimiento. "Estamos bien. ¿Estás bien?"
preguntó, mirando la sangre que se derramaba por su brazo.
"Duele como el infierno, pero he tenido peores. Estoy bien.
Preocúpate por eso más tarde."
Un destello de comprensión y admiración cruzó sus rasgos.
Él también había estado allí, muchas veces en su línea de trabajo.
Le devolvió el asentimiento, y luego vio que su cigarrillo se había
caído de su bolsillo en la esquina de la terminal. Con una maldi-
ción, sacó la mano para recuperarla, mientras varios disparos
fluían por encima.
Rion miró alrededor de la terminal y vio al armiger apun-
tando su rifle ligero no a los Spartans, sino al ancho saliente ro-
coso. Varios disparos hicieron que todo el saliente se astillara y
se derrumbara.
Los soldados se retiraron hacia el otro lado del puente antes
de quedar atrapados en la avalancha de roca que rápidamente
cubrió el puente.
El tiroteo había terminado.
Spark no había estado tratando de matarlos. Si hubiera que-
rido, todo lo que tenía que hacer era desconectar el puente de
luz mientras estaba ocupado. Ahora que no lo estaba, accedió a
la terminal y desactivó el puente de luz, las rocas derrumbadas
cayeron inmediatamente en el abismo. Rompió el panel en un
esfuerzo por evitar que se volviera a acceder al puente antes de
dar la vuelta a la terminal para enfrentarse a ellos.
Sus pasos de aleación resonaron en la quietud. Se paró so-
bre ellos y luego se inclinó, los ojos rojos brillantes cambiando
lentamente al azul.
"Síganme", dijo, extendiendo su mano.
Al principio, nadie se movió.
Luego Lessa golpeó su mano con la de él. "No me lo pidas
dos veces." Él la levantó y el resto la siguió. Una vez que todos
estaban de pie, Spark los llevó a la plataforma donde había es-
tado la columna de luz. La columna se había ido, pero la plata-
forma seguía brillando como una de las…
Plataformas de translocación, Rion se dio cuenta, justo an-
tes de que desaparecieran de la existencia.
Y luego reapareció afuera en el aire fino y el paisaje estéril
justo debajo de la cima de los picos dentados de Mawenzi.
El malestar rodó por las entrañas de Rion mientras tropeza-
ban, encontrando rocas cercanas a las que aferrarse, necesi-
tando algo sólido para aterrizar. Lessa fue detrás de una de las
rocas y vomitó, mientras que Niko se sentó en la tierra, aturdido.
Y Ram se quedó allí con Spark como si nada hubiera pasado.
Otra vez.
"No puedo respirar", dijo Niko.
"Es la altitud", le dijo Ram.
"Nos va a llevar horas volver a la nave", dijo Rion. Estaban
tan arriba, que todo lo que podía ver eran nubes. Se tragó las
náuseas y luego revisó su bíceps izquierdo. Un buen trozo de
piel y músculo había sido cortado en dos. Tenía suerte de que
sólo fuera una herida superficial. Le dolía y ardía, pero se cura-
ría.
"¿Te dispararon?" La frente de Niko se arqueó en alto.
"Ahorra tu aliento", le dijo Rion. "Estoy bien."
"¡Less!" Niko corrió hacia su hermana. Acababa de notar la
sangre que goteaba de un corte sobre su ceja.
"Está bien", dijo ella, limpiándose la boca. "Me golpeé la ca-
beza con la terminal." Se sentó sobre una roca y él se arrodilló
delante de ella, con la preocupación grabada en su sucia cara.
Lessa le hizo señas para que no se preocupara, y luego miró a
Spark. Aunque había vuelto a su color azul normal, seguía ar-
mado, escudriñando el horizonte en busca de señales de peligro.
"Volviste por nosotros", dijo.
Nadie dijo nada. Sí, había regresado y los había salvado a to-
dos… pero eso no negaba el hecho de que se había ido en primer
lugar, y casi consigue que los maten a todos.
Los Spartans no tardarían mucho en escapar de la caverna
y Rion estaba bastante segura de que habían pedido refuerzos
antes de que el techo se derrumbara. De hecho, teniendo en
cuenta dónde estaban, la montaña entera estaría repleta de mi-
litares en cualquier momento.
Dejó escapar un largo y frustrado aliento. "¿Y ahora qué?
¿Cómo diablos vamos a volver a la nave sin ser vistos?"
"Puedo acceder remotamente a la nave", reveló Spark. "Esta
vendrá a ustedes."
"Ella", Rion corrigió.
Spark la miró fijamente durante mucho tiempo y Rion pensó
que podría tener que dar explicaciones, pero sólo asintió y dijo:
"Ella."
"Eh, chicos..." Niko estaba de pie y mirando a través de las
nubes a tres manchas oscuras que se movían rápido. "Se acercan
drones."
El armiger rápidamente se unió a ellos y fueron inmediata-
mente engullidos en una cúpula de luz sólida translúcida justo
antes de que los drones se elevaran y luego hicieran varias pa-
sadas alrededor de la cima. Rion sostuvo su arma con fuerza, mi-
rando hacia arriba a través de la neblina de luz y esperando que
no los descubrieran.
En los segundos tranquilos que pasaron, sus pensamientos
se dirigieron a su padre.
No, todavía no.
No podía ir allí. No hasta que estuvieran fuera de esta mon-
taña y a salvo de nuevo.
Los drones hicieron una pasada más antes de bajar por las
laderas.
La cúpula se disipó. "No nos han detectado", anunció Spark.
"Eso es útil", bromeó Niko.
"No necesitaríamos su ayuda ahora mismo si no nos hubiera
traicionado", dijo Rion.
"Yo no los traicioné."
Ella miró fijamente al armiger.
"Muy bien. Sí. Sí los traicioné. Pero tenía mis razones. Y
luego cambié de opinión."
Ella puso los ojos en blanco, tratando de no dejar que la al-
titud la afectara. "Qué suerte tenemos."
Fiel a la palabra de Spark, la As de Picas llegó poco después
de que los drones desaparecieran, estableciéndose cerca en una
ladera escarpada. La tripulación se reunió y esperó a que la
rampa descendiera, el viento los golpeó mientras la fuerza de los
propulsores empujaba contra la roca sólida.
Rion vio a Niko y Lessa subir a bordo, seguidos por el armi-
ger. Ram se detuvo a su lado, dándole palmadas en su hombro
bueno, y dándole una mirada comprensiva. "Un pie delante del
otro, Forge."
Tan pronto como estuvieron a bordo, la nave despegó de la
ladera de la montaña sin la ayuda de Rion. Debió provocar algo
en ella; debió preocuparse hacia dónde se dirigían, pero no sin-
tió nada.
Se dirigió al vestuario con los demás. Tomando asiento, es-
tudió a la tripulación. Estaban golpeados, magullados, sucios y
parecían completamente exhaustos. Niko se encogió de hom-
bros y fue al botiquín a buscar un aerosol antiséptico para tratar
el corte en la ceja de Lessa. Lo limpió con cuidado y luego aplicó
un sello.
Ram se sacó la correa de su rifle, colocó el arma en el suelo,
se sentó en el banco y por fin encendió su cigarrillo; dio una
larga calada y dejó su cabeza apoyada contra la pared, cerrando
los ojos.
"Rion."
Niko estaba de pie frente a ella con el botiquín, haciéndole
un gesto hacia su brazo. Se quitó lentamente el equipo, empe-
zando a sentir el dolor y el calor en su brazo izquierdo, sus
músculos y sus nudillos magullados. La lesión de su hombro de
Binterall ardía de dolor. Todo le dolía. Niko limpió su herida y
luego la selló.
"Gracias", dijo.
Después de guardar su equipo, él y Lessa se retiraron a la
bodega y subieron los escalones.
Ram se quedó allí, disfrutando de su humo.
Al salir del vestuario, Rion pasó por un panel de sistemas.
Podría haberlo comprobado, para ver si había un destino, un ca-
mino a cualquier parte, pero estaba claro que Spark los llevaría
a un lugar seguro o peligroso o realmente a cualquier lugar que
le pareciera adecuado.
Honestamente estaba demasiado agotada para preocu-
parse.
CAPÍTULO 50

Instalación en Voi, Kenia, África, Tierra

nnabelle estaba trabajando con dos grupos de oficiales y un


equipo de tierra... uno tratando de entrar en la torre de comuni-
caciones, y el otro a través de las puertas de explosión en el Han-
gar Dos. Las puertas del Hangar Uno seguían cerradas herméti-
camente, pero había un agujero del tamaño de un Pelican en el
lateral del hangar por donde el equipo RA y el Equipo de Asalto
Apolo habían salido.
Mientras Thea estaba a punto de entregarse para ser revi-
sada, la IA había detectado una extraña señal proveniente del
Kilimanjaro, una posible firma de una nave que se identificaba
tanto como Forerunner como humana... era algo que nunca an-
tes había encontrado. Había enviado un mensaje rápido a Ho-
llier segundos antes de que la instalación se cerrara completa-
mente.
Una vez que el Equipo de Asalto Apolo y el equipo RA estu-
vieron libres del hangar, y Annabelle fue informada de la señal,
ordenó a ambos equipos que se prepararan y la rastrearan, sa-
biendo que tenía que ser la As de Picas y potencialmente 343
Guilty Spark, la coincidencia era demasiado grande para igno-
rarla. Si podían neutralizar al monitor, su control de la instala-
ción se anularía, y lo que fuera que había planeado se cortaría.
Había pasado una hora desde que ambos equipos salieron
de las instalaciones hacia el Monte Kilimanjaro. No había forma
de saber su estado hasta que el apagón fuera levantado.
Los equipos estaban por su cuenta.
El Dr. Iqbal llegó con su propio equipo científico a remolque.
"¿Es cierto?" preguntó en voz baja sólo para sus oídos. "¿Está él
aquí? ¿Guilty Spark?"
"Creo que sí. Se ha apoderado de un armiger…"
"Dios mío. ¿Estás segura?"
Annabelle se alejó de los demás mientras seguían inten-
tando liberar la cerradura del hangar. Echó un vistazo a la mon-
taña. "Son Centinelas nevados", murmuró.
"¿Qué?"
"La está buscando, a la Bibliotecaria. Tal como los bots de
estadística lo predijeron."
Mientras miraban la montaña, una brillante columna de luz
brotó de la cima, disparándose al cielo, y pintando las nubes en
un arco iris de colores a medida que avanzaba.
"¿Qué demonios fue eso?" dijo Iqbal.
Annabelle sacudió la cabeza. Fuera lo que fuera lo que pa-
sara en esa montaña, rezó para que su equipo estuviera a la al-
tura de su reputación. Se dirigió al doctor. "¿Qué sabes sobre las
anulaciones manuales de bloqueo?"
"¿Por qué?"
"Necesitamos entrar en la torre de comunicaciones para
restablecer las comunicaciones. Y los técnicos con el conoci-
miento no están aquí…"
"Lo que significa que están atrapados debajo de nosotros",
concluyó Iqbal.
"Estas puertas no se están moviendo. Vamos", dijo Annabe-
lle, "veamos qué podemos hacer con las comunicaciones."
Mientras se apresuraban a ir hacia la torre, la instalación se
volvió a encender de repente. Annabelle se detuvo cuando las
luces de la torre de control se encendieron y el ALS se activó, sus
luces intermitentes y barras de luz iluminaron la pista y el área
circundante para guiar una vez más a las naves para el aterri-
zaje; simultáneamente las puertas del hangar se abrieron. Hizo
un gesto de dolor cuando su unidad de comunicaciones le sonó
en el oído, una docena de mensajes entraron todos a la vez. An-
nabelle silenció el dispositivo, respiró hondo y luego lo volvió a
encender para empezar a dar órdenes. Su primera prioridad era
volver a poner en marcha la instalación y luego averiguar qué
daño se había producido.
"¿Directora Richards?"
"¡Ferg! ¿Eres tú?"
"Sí, estoy… aquí."
"¿Qué ha pasado?"
"Parece que experimentamos una compleja intrusión por
una astilla no clasificada. Lanzó una red a través del sistema,
cortando órdenes, sistemas, y comunicaciones, y atrapando a mi
constructo. Fue... inquietante…"
"¿Daño?"
Dudó, lo que tomó a Annabelle con la guardia baja. Se pre-
paró para las malas noticias. "No detecto ningún daño."
"¿Cómo puede ser posible?"
"Estoy haciendo un diagnóstico completo, pero una inspec-
ción superficial no muestra ningún daño interno en nuestra red,
marco o sistemas operativos. No se ha escapado, Directora", ad-
mitió. "Se retiró por sí mismo. No puedo encontrar ningún ras-
tro de él en nuestro sistema. Lo siento, yo..."
"No te preocupes por eso, Ferg." Maldita sea. Esa astilla ha-
bía dejado algo o había obtenido lo que quería de ellos antes de
retirarse. Y Ferg había sido comprometido.
"¿Me entrego para que me revisen? Thea está en espera."
"Sí, por favor, hágalo. ¿Thea?"
"Estoy aquí, Directora Richards."
"Has otro diagnóstico. Y consígame una línea de comunica-
ción abierta con el equipo."
CAPÍTULO 51

As de Picas, Tanzania, África, Tierra

ion subió las escaleras de metal, cruzó la pasarela y se metió


en el pasillo que conducía a sus aposentos. Una vez dentro, se
sentó en el borde de su cama, sus pensamientos estaban nubla-
dos y sus emociones agotadas.
Su espacio personal ya no se sentía como un hogar; todo era
diferente, y no era sólo porque la ONI había revuelto la habita-
ción. En el cajón de su escritorio estaban las imágenes de su pa-
dre, así como las proyecciones de Little Bit. Todos esos proble-
mas, todos esos riesgos, ¿y para qué?
Se había ido.
Se frotó una mano en la cara.
En su mente, imaginó a la Spirit of Fire dejando el mundo
escudo Forerunner mientras volaba en pedazos. Once mil almas.
Vivas gracias a John Forge. Y gracias a su sacrificio, la humani-
dad sobrevivió al ataque del Covenant al principio de la guerra.
Un héroe no reconocido.
Un sacrificio perdido, como la propia nave.
Cansada, con el corazón roto, se recostó y cerró los ojos.
Rion no estaba segura de cuánto tiempo había dormido, pero se
dio cuenta inmediatamente de que la As estaba en tierra. Tomó
ropa limpia, se duchó y se dirigió a la sala de estar.
La tripulación no estaba cerca, y no se preocupó en llamar.
Había una crudeza en ella, una hipersensibilidad, como si el te-
nue hilo al que se aferraba se rompiera con la más mínima pro-
vocación: un asentimiento de compasión, una palmada en la es-
palda, una mirada de tristeza... Cualquier cosa podría romper la
fina burbuja de protección que la rodea.
Cuando se giró para dejar la sala, esa fina burbuja se rompió
al ver al armiger de pie encorvado en la puerta.
Tomó un respiro cuidadosamente controlado. "Muévete."
No se movió.
Su presión sanguínea se elevó. Detrás de ella, Spark gritó:
"Capitán Forge... Rion."
Se giró para encontrar el avatar sobre el panel holográfico
de la mesa de la sala de estar.
"Quería decírtelo…" empezó. "Lo intenté de verdad. Pero
cuando lo intenté... No pude hacerlo. No quería ser yo quien cau-
sara tanto dolor. Pero ahora sé que era inevitable." Hizo una
pausa. "No me has preguntado cómo lo supe."
No, no lo había hecho. Era demasiado nuevo, el saber que su
padre se había ido de verdad, el aceptarlo. Durante mucho
tiempo, había sentido que él estaba ahí fuera en algún lugar, per-
dido, esperando…
Pero también sabía que tendría que terminar con esto en al-
gún momento. Un gran revoltijo de detalles y más dolor…
Se encontró con la mirada de Spark y volvió a la sala de es-
tar, esperando.
"Como 343 Guilty Spark, tuve varias interacciones con espe-
cies del antiguo Covenant, Sangheili, Huragok, San'Shyuum, así
como con la humanidad y su Comando Espacial de las Naciones
Unidas y la Oficina de Inteligencia Naval… He estado en muchos
lugares interesantes debido a esas reuniones, y he cosechado
una maravillosa colección de datos de ellas. Tantos datos, que te
sorprenderían. De hecho, el número de…
Rion levantó una ceja y lo trajo de vuelta al tema.
"Cuando me recuperaron y me pusieron en tu nave, hice lo
que mi naturaleza me dictaba. Recogí datos. El nombre de la
nave de tu padre provocó un eco en mi memoria. Me llevó varios
días, pero conseguí sacar este recuerdo de mis almacenes de
memoria.
"La Spirit of Fire participaba rutinariamente en los depósi-
tos de mantenimiento planificado preprogramados y en la des-
carga de datos. Era, o es, su esperanza dejar un rastro, ¿entien-
des? Dentro de una descarga recuperada había un mensaje de tu
padre, John Forge. Este mensaje estaba en cada descarga, una
promesa hecha por la IA de la nave, Serina, y el capitán de la
nave a tu padre.
"Debí haber purgado la información. Pero, dada mi natura-
leza, es difícil desprenderse del más mínimo byte de informa-
ción, especialmente de aquellos que suenan con tanta humani-
dad… He enviado el paquete a la tableta de datos de tu habita-
ción."
Su revelación debería haber sido una sorpresa, pero Rion se
estaba acostumbrando a lo impactante, lo inesperado, lo impre-
sionante. Era parte de su nueva normalidad. Al menos, eso es lo
que se dijo a sí misma al inclinar la cabeza y salir de la sala de
estar.
En su habitación, se sentó en su escritorio y encendió su ta-
bleta de datos.
Hizo una pausa, sin estar segura de si estaba lista…
Pero con un aliento constante, abrió la tableta de datos y ac-
cedió al mensaje.
Una ráfaga instantánea de dolor la golpeó fuertemente en el
pecho. La cara de su padre apareció en el cuadro, mirando a un
lado por un momento antes de pasar una mano por su mandí-
bula desarreglada, y luego soltó un pesado suspiro. Estaba de
pie en un puente de luz sólida en una estructura Forerunner que
Rion ahora sabía que era Etran Harborage, el mundo escudo.
Se dio cuenta de que era el mismo día, las mismas ropas y la
misma vista que el video que Little Bit le había mostrado.
Solo que ahora no sonreía.
Mientras se daba la vuelta y miraba a la cámara, ella lo vio
todo escrito en sus ojos oscuros y en el conjunto apretado de su
cara. Lo que estaba a punto de hacer. La decisión ya estaba to-
mada. Su corazón latía con fuerza, su garganta estaba en carne
viva mientras intentaba tragar. Abrió la boca, sacudió la cabeza
y luego lo intentó de nuevo.

"Hola, pequeña."
Sus palabras se quedan en su garganta, su expresión
está buscando, buscando la manera correcta de empezar.
Pero no hay buenas palabras para esto, no hay una buena
manera de decir lo que se necesita. Así que se encoge de
hombros. No hay nada que pueda hacer ahora.
"Se me acaba el tiempo, Lucy… Esta guerra, está
avanzando con fuerza y rapidez…
"Cuando veas esto, serás mayor. Le dije a Serina que
esperara. No te enfades por eso. Pequeña, no necesitas
crecer con esto sobre sus hombros. Pero…" Sacude la ca-
beza; un músculo se agita en su mandíbula. Está lu-
chando. "No puedo irme sin decir adiós. Tenemos un
trato, tú y yo. Siempre seremos sinceros el uno con el otro.
No voy a echarme atrás ahora.
"Sin un reactor, la Spirit se quedará a la deriva un
tiempo antes de que la encuentren o vuelva a casa. Serina
se aferrará a este mensaje y se asegurará de que lo reci-
bas cuando pase el tiempo suficiente. Ella y Cutter me lo
prometieron."
Él mira hacia otro lado, se frota la mandíbula de
nuevo.
"Mira, pequeña... lo que estamos enfrentando... no se
ve bien. Hay una flota de naves alienígenas aquí. Tecno-
logía como nunca antes hemos visto. Si cae en las manos
equivocadas, estamos acabados. Tú, tu madre, tu abuelo,
la tía Jill, todos. Así que estoy haciendo mi parte, ¿de
acuerdo?
"Esto es lo que hace falta. Este es un sacrificio que
sabía que venía con el trabajo.
"Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Nunca lo
dudes. Nunca pienses que lo que hago ahora significa que
no te amo, porque, hija, te juro que mi corazón está rebo-
sante."
Sus ojos se vuelven vidriosos. Lo sabe, y se los frota
rápidamente. La siguiente parte parece ser la que más le
duele. "Vas a ser una gran mujer. Ya estoy orgulloso de la
persona que sé que serás."
Se detiene, y su respiración es temblorosa mientras
se toma un momento para recuperarse antes de mirar a
la cámara.
"Así que esto es un adiós. Lo siento mucho. Espero
que algún día puedas perdonarme por dejarte. Hasta en-
tonces, levanta la cabeza, pon los hombros rectos, y
nunca, nunca tengas miedo de tomar la vida por los cuer-
nos y hacerla lo que quieras que sea."
Él asiente bruscamente, besa sus dedos, y luego los
golpea en el lente de la cámara.

Rion se sentó muy quieta mientras su corazón se destro-


zaba, sintiendo cada puñalada de dolor, cada rotura y fisura. Los
últimos 26 años de su vida transcurrieron dejando atrás a una
niña que amaba a su padre más que a la vida misma y lo extra-
ñaba terriblemente.
Sus lágrimas cayeron sobre el escritorio.
Apenas podía respirar, temiendo que si parpadeaba o ha-
blaba o se movía el resto de ella se rompería también, se rompe-
ría en un millón de pedazos. Perdió todo el sentido del tiempo,
su mente estaba aturdida, llena de imágenes borrosas del pa-
sado y del presente.
Su padre se había ido.
Ella nunca llegaría a rescatarlo, nunca cumpliría la fantasía
con la que había vivido tanto tiempo desde el momento en que
él vio su cara y supo que nunca se había dado por vencida con
él. Nunca podría abrazarlo tan fuerte hasta que él se riera y le
dijera que se estaba ahogando.
Como tantos otros en la guerra, había muerto como un hé-
roe, un soldado, un marine hasta la médula. Amaba lo que hacía,
y protegía lo que era suyo.
Ahora era polvo de estrellas. Había dirigido su nave a través
de su acto final. Y le dejaba ir a lo grande. John Forge había vi-
vido fiel a sus creencias, como decía, tomando la vida por los
cuernos y esforzándose por someterla, incluso si eso significaba
irse en el proceso.
Un corazón de guerrero y un alma salvaje.
Y nunca lo volvería a ver.
Todo había terminado.
Si Rion se hubiera enterado de la muerte de su padre a
tiempo, no sería la persona que era ahora. Nunca habría dejado
la Tierra, no le habría gustado tanto estar entre las estrellas…
Todo en lo que se había convertido era gracias a él.
Pensó en esta otra vida que podría haber vivido, en cosas
como el destino y la suerte, y se preguntó si algo de eso real-
mente importaba. Su mente le decía que todo era aleatorio, que
era mucho más fácil de esa manera, pero su corazón le decía que
había caminos y planes, que tal vez John Forge no había muerto
en vano, que tal vez había hecho una enorme diferencia, su único
acto de valentía resonaba en toda la galaxia.
Se aferró a ese pensamiento, frotándose los ojos húmedos,
su cabeza estaba dolorida por pesares y revelaciones, su cora-
zón ardía por la pérdida y el dolor.
Y dejó ir lo que podría haber sido, y abrazó lo que era.
Su llamado estaba en las estrellas.
Con su padre.
Donde ella pertenecía.
CAPÍTULO 52

Monte Kilimanjaro, Tanzania, África, Tierra

uando su equipo se reportó, Annabelle dio un suspiro de ali-


vio. Sin pérdidas. Algunas heridas menores, lo peor era la frac-
tura de la tibia del Agente Hahn.
Ferg había estado trabajando las 24 horas del día en con-
junto con los bots estadísticos, tratando de resolver el enigma
de por qué Guilty Spark quería entrar en su sistema en primer
lugar. Ferg había tenido cierto éxito creando una línea de tiempo
de los movimientos de la astilla dentro del sistema de la instala-
ción. El monitor no sólo quería que se apagaran, sino que había
estado buscando datos muy específicos, a saber, la interferencia
repetida de un Catálogo desconocido, que había estado aco-
sando a la ONI desde su repentina aparición en 2552, junto con
los archivos del otro Catálogo recuperados de la sabana.
Sólo esa pequeña astilla de Guilty Spark podría haber cau-
sado un daño masivo, y sin embargo se había retirado sin ningún
daño real a sus sistemas en lo absoluto, lo cual era una especie
de enigma.
Puede que nunca supieran por qué.
De acuerdo con los informes, la luz coloreada que había sa-
lido disparada a la atmósfera, que había sido presenciada por
varios cientos de personas en toda la zona, llevaba lo que el
equipo AR y Apolo afirmaban que era una cápsula que se había
visto flotar dentro de la columna de luz sólida dentro de la mon-
taña. Como el armiger había entrado en esta luz y se vieron dos
formas humanoides flotando en su interior, el Dr. Iqbal teorizó
que era una cápsula de Trabajador de Vida, y la otra forma den-
tro de la luz era una huella de la Bibliotecaria.
Annabelle tenía que admitir que la idea tenía peso. Sin em-
bargo, a pesar de sus creencias, todo lo que presenciaron ambos
equipos se estaba llevando a cabo a través de la base de conoci-
mientos de la ONI de los descubrimientos Forerunner.
Que 343 Guilty Spark hubiera llegado a la Tierra para bus-
car a la Bibliotecaria era algo que Annabelle no podía entender.
Supuso que nunca había creído realmente que pasaría. Una de
las grandes eventualidades para las que se habían preparado
había ocurrido.
No estaban más cerca de adquirir al monitor que antes, pero
sí tenían una nueva instalación Forerunner de la que extraer, es-
tudiar y aprender.
La Taurokado estaba en camino de regreso a Onyx para ha-
cer lo que Barton quería, mientras el Equipo de Asalto Apolo se
reunía con la UNSC Infinity para ser reasignado. El equipo de An-
nabelle, junto con la división científica de COMELIBROS, estaba
ahora comprometido en lo que sería un proceso muy largo de
catalogar y explorar el nuevo sitio expuesto en la montaña.
Annabelle se abrió paso en el sitio, pasando por el estrecho
pasaje y entrando en la caverna, ahora inundada de luz. Los es-
combros que casi habían matado a su equipo y a los Spartans
habían sido retirados de la proximidad del puente de luz, reac-
tivado por el Dr. Iqbal.
La luz sólida hacía que toda la cámara tuviera un brillo pá-
lido y sobrenatural.
Una hazaña tecnológica muy sorprendente que aprovecha
los fotones y los excita lo suficiente como para formar una su-
perficie sólida, y algo más extraño aún era caminar sobre esta
superficie. Annabelle dudó, mirando al otro lado de la división,
donde varios científicos con batas blancas de laboratorio ins-
peccionaban la plataforma de translocación, registrando notas y
tomando lecturas, mientras varios drones estaban mapeando el
sitio interior.
El Dr. Iqbal estaba al otro lado del puente, arrodillado frente
a la terminal, estudiando algo importante. Con una inspiración
profunda y luego una exhalación, Annabelle se dirigió a la plata-
forma, imaginando cómo le había parecido a su equipo cuando
llegaron por primera vez, encontrando a la tripulación de la As
de Picas con un armiger Forerunner. Habían sido testigos ocula-
res de la columna de luz, del armiger entrando y saliendo con
algo en su mano.
El Dr. Iqbal sintió una presencia y miró por encima del hom-
bro. "Directora."
"Doctor. ¿Alguna idea de dónde pueden haber ido?"
"Ninguna. Pudimos acceder a la plataforma de transloca-
ción", dijo, mirando la columna cilíndrica tallada en la roca y que
conducía a la superficie. "Es un portal estático. Nos lleva a la
base del pico Mawenzi."
"Así que Forge y su tripulación usaron el portal y se encon-
traron con su misteriosa nave allí."
"Y el armiger, no lo olvides."
Ella sonrió. "Difícil hacerlo. ¿Y el artefacto?"
"Ni idea. He visto el material del equipo varias veces, como
estoy seguro que tú también lo has hecho. La mayor parte estaba
escondida en el brazo del armiger, pero parece una especie de
caja de metal. No coincide con nada de nuestra base de datos."
"¿Alguna teoría?"
"Aún no. Pero si fue la huella de la Bibliotecaria a la que ac-
cedió… si habló con ella, recibió algo de ella, debe ser de gran
importancia."
Tal vez algo que había sentido que era imperativo dejar
atrás antes de que el pulso de Halo llegara a ella... . . Sólo una
corazonada, dado lo que sabían hasta ahora. Annabelle miró al-
rededor de la cámara otra vez, dándose cuenta de cuánto trabajo
quedaba por hacer aquí y en otros lugares. "Mantenme infor-
mada, Doctor."
"Por supuesto."
Annabelle lo dejó con su tarea y caminó hasta el borde del
afloramiento, mirando hacia abajo a la oscuridad, y luego a tra-
vés de la división donde el equipo casi fue aplastado por las pie-
dras que caían. Extraño. Si el armiger, controlado como estaba
por Guilty Spark, los quería muertos, todo lo que tenía que hacer
era desactivar el puente de luz, y sus RA y el Equipo de Asalto
Apolo habrían caído a la oscuridad de abajo.
Al igual que con la intrusión en la computadora central de la
instalación, parecía que el objetivo no había sido la destrucción
o el daño.
Guilty Spark sólo quería acceder a sus archivos e interactuar
con la supuesta huella de la Bibliotecaria.
Y, una vez más, puede que nunca supieran el motivo. Sin em-
bargo, tenían esa anomalía de luz, que había sido capturada en
la grabación del equipo. Durante tres segundos, toda esta cá-
mara se había iluminado. La marca de tiempo de la grabación se
había detenido, y luego recogió otra anomalía cuatro segundos
después. Thea estaba segura de que había un código dentro de
la propia luz.
¿Y la tripulación de la As de Picas…? Bueno, vivían en tiempo
prestado.
CAPÍTULO 53

Para el registro, nunca dejamos la Tierra.


Durante la última semana, la As de Picas ha permanecido
oculta. Seguimos en el continente africano, encaramados en una
meseta con vistas al bosque nacional de Tsavo. Rion no estaba en
condiciones de preocuparse de adónde nos llevé cuando escapa-
mos, así que nos mantuve aquí, sabiendo que nuestro trabajo aún
no había terminado.
No parecía preocuparse por nada durante muchos días, así
que empecé a preguntarme si cometí un terrible error al decirle
la verdad sobre su padre.
Ha pasado los días recorriendo los senderos locales, haciendo
rutinas normales con la tripulación, e ignorándome tanto como
ha podido. Una sombra de su antiguo yo.
Y de repente, como el sol que regresa después de una larga
lluvia, volvió.
Todavía no está preparada para perdonarme, por supuesto.
Aunque su acuerdo de participar en el ritual que vamos a rea-
lizar me parece una señal positiva de que el perdón podría llegar.
"¿Estás lista?" Le pregunto.
Lessa, Niko y Ram se unen a nosotros, vestidos con la mejor
ropa que tienen, que para Niko es la misma ropa que usa todos los
días. Lessa se ha puesto un vestido, y Ram lleva su abrigo de recu-
peración con sus muchas medallas y cintas robadas. El pelo oscuro
de Rion está suelto y trenzado sobre su hombro. Lleva un par de
pantalones limpios y un tipo de blusa llamada "camiseta sin man-
gas".
Ya he encendido el fuego.
El sol apenas comienza a ponerse, cubriendo la tierra con to-
nos de naranja, amarillo y rosa.
En mi corta vida en la Tierra, teníamos muchos rituales para
despedirnos de los que habíamos perdido. Se cantaban canciones,
se pintaban los cuerpos, se bailaba alrededor de una gran ho-
guera… Podríamos haber sido un pueblo primitivo, pero amamos
y lloramos a los que perdimos de todos modos. Estas acciones no
cambian a través de los vastos océanos del tiempo o con el surgi-
miento y caída de las civilizaciones.
Creo que hay una gran posibilidad de que nunca volvamos a
la Tierra. Así que esta despedida en particular importa.
Esta vez, me despediré apropiadamente de mi hogar, mi fa-
milia y mis amigos.
Los dejaré ir.
La cápsula de Trabajador de Vida y la huella se fueron sin mí.
Eso también fue una pérdida en muchos sentidos, una difícil elec-
ción después de tantos miles de años, pero la correcta. Ahora lo sé.
Aprenderé a mirar hacia adelante, no hacia atrás.
Y así, mientras el sol se hunde en el cielo occidental, empiezo
a cantar.
Canto por Forthencho, por Gamelpar y Vinnevra, por Nacido
de las Estrellas y Riser. Canto por la tripulación perdida de Ram,
y los padres que los hermanos nunca conocieron, y canto por John
Forge y su gran sacrificio.
Escribimos sus nombres en el saliente de piedra cercano con
ocre rojo y carbón, y enviamos sus espíritus al oeste.
Luego nos quedamos un rato y vemos cómo el sol desaparece
más allá del horizonte.
Admiro la vista. No hay nada como una puesta de sol en esta
parte del mundo, el cielo ahora está inundado de rosas y naranjas
ardientes, púrpuras y azules oscuros.
Eventualmente los cielos se vuelven negros y el aire se enfría.
El fuego casi se extingue. Ram está sentado con sus piernas col-
gando sobre el borde de la meseta, fumando uno de sus "cigarri-
llos" enrollados a mano, un curioso hábito. Los hermanos están
pintando símbolos alrededor de los nombres escritos en la roca
detrás de nosotros. Rion se sienta ante el fuego, con sus dedos
manchados de carbón y rojo.
"Rion…" empiezo, pero ella levanta una mano para silen-
ciarme y finalmente aparta la mirada de las llamas. Su mirada es
severa, con ojos rígidos.
"¿Por qué has venido aquí? ¿Qué querías de la Bibliotecaria?"
me pregunta.
"Quería acceder al Dominio."
Esto es parcialmente cierto.
"¿Por qué?"
Puedo ver que este es mi momento de ser honesto. Esta es su
prueba.
"Encontrar los recuerdos, los fantasmas de mis amigos…
unirme a ellos o traerlos, de lo cual no estoy seguro."
"Te habrías ido de este mundo, ¿para qué? ¿La vida después
de la muerte?"
"No es una vida después de la muerte… pero sí."
"¿Por qué volviste, entonces?"
"Porque... lo que quería cuando recuperé mis recuerdos hu-
manos era encontrar a los que conocía, mis amigos. Todo el
tiempo que había pasado solo... todo era muy fresco y sorpren-
dente... y horroroso. Así que mi objetivo inmediato era encontrar-
los, hacer que la Bibliotecaria los devolviera, a través de un geas
quizás. Pero cuando recopilé mis recuerdos en Geranos-a y fui res-
catado por ti y tu tripulación, muchas cosas empezaron a cam-
biar…
"Ahora tengo mi libertad. Mi programación es mía. Y ya no
quiero estar encadenado al pasado. Es hora de que siga adelante."
Ella resopla con eso.
"Para ti también", digo.
Esto no le agrada, pero es la verdad. Somos iguales, en este
sentido.
"¿Qué te dio la Bibliotecaria?"
"Una llave de coordenadas."
"¿Adónde?"
"A un lugar seguro." Entre otras cosas.
En este momento, ella no presiona más.
"¿La usarás?"
"Tal vez. Con el tiempo."
"¿Y hasta entonces?"
"Creo que necesitas desesperadamente una IA para adminis-
trar tu nave."
Su frente se levanta. "¿Y tú eres la IA para el trabajo?"
"No más mentiras, Capitana."
Me mira tan fijamente que me pregunto si mi armiger podría
partirse en dos. "No más mentiras", dice.
Y sin embargo…
Quizá sea mejor no decir algunas cosas.
CAPÍTULO 54

As de Picas, desliespacio hacia el sistema Shaps,


7 de septiembre de 2557

espués del ritual de despedida, dejaron la Tierra justo debajo


de las narices de la Flota Natal y saltaron, dirigiéndose al sis-
tema Shaps y a la Luna de Myer.
Desde allí, calcularían su próximo movimiento.
La primera noche en el desliespacio, Ram les preparó una
cena tradicional komoyana sin apenas ingredientes tradiciona-
les, lo que en retrospectiva hacía que fuera sólo una cena. Rion
no tuvo el corazón para señalarle eso, pero Niko estaba más que
feliz de hacerlo.
Se reunieron alrededor de la mesa, acompañados por Spark
en el panel holográfico.
Después de la comida, la charla se centró en el futuro, y
Lessa hizo la pregunta en la mente de todos.
"¿Y qué hacemos ahora? Quiero decir... ¿podemos volver a
la recuperación? ¿Deberíamos?"
El ambiente se volvió sombrío.
"No estamos exactamente a salvo con Gek 'Lhar", dijo Ram.
"Esa recompensa sigue en vigor."
"Y la ONI no se detendrá nunca", añadió Lessa. "Ellos saben
que tenemos su activo."
"Lo cual, en realidad, si lo piensas", dijo Niko frunciendo el
ceño, "es ridículo. Spark no pertenece a nadie más que a sí
mismo."
Spark asintió hacia el chico.
Nadie estaba emocionado con la perspectiva de un futuro en
el que siempre estuvieran huyendo, siempre mirando por en-
cima del hombro.
"No somos el enemigo", dijo Lessa. "En lugar de tratar de
aprender de él, quieren encerrarlo."
"En su defensa", le dijo Spark, "No causé una buena impre-
sión entre los militares humanos cuando era monitor. Tampoco
lo hicieron otros de mi especie anteriormente."
"Así que para recapitular", dijo Niko, "nuestro futuro im-
plica alejarnos de la ONI, esquivar lo que queda del Covenant, y
evitar a todos los mercenarios y cazarrecompensas de la galaxia.
Así que… como una semana normal."
Eso provocó unas cuantas risas, y Rion sonrió mientras ter-
minaban de comer, mientras la conversación giraba en torno a
Gek 'Lhar y a dónde podría estar en la galaxia.
Los últimos meses habían sido un viaje tumultuoso, y no le
entusiasmaba continuar por ese camino en particular.
¿Podrían volver a como estaban las cosas antes? Con un
poco de delicadeza y una cuidadosa planificación... probable-
mente. Se necesitaría algo de trabajo, pero la mayoría de las co-
sas se podrían arreglar una vez más.
¿Quería hacerlo?
No estaba tan segura.
Podrían cosechar fácilmente las recompensas de Triniel,
con la recuperación en su poder, nunca más les faltarían
créditos o recursos. Aunque no estaba segura de que volvieran.
Saquear una tumba planetaria no se había sentido bien, ni tam-
poco la idea era atractiva ahora. Y la recuperación definitiva-
mente perdió algo de su brillo cuando se volvió fácil.
Pensó en la caverna bajo el Kilimanjaro, en la forma en que
la luz la había llenado y en la extraña figura que se movía fuera
de la neblina.
Se había aferrado a su secreto, y se preguntaba si la tripula-
ción había hecho lo mismo.
Rion había visto a la Bibliotecaria.
Había contemplado a la antigua Forerunner, totalmente im-
presionada por el amor y la sabiduría de sus ojos, y comprendió
enseguida cómo Spark podía aferrarse a su devoción durante
tanto tiempo.
Entendió por qué la llamaba madre. Salvadora de la huma-
nidad, nutridora…
Pero incluso cuando Rion sintió el estímulo de la lealtad y el
amor, supo que esas emociones eran lo que eran: una disposi-
ción genética incorporada en su ADN, que daba a la Bibliotecaria
una forma de ser escuchada, una forma de inspirar lealtad, una
forma de empujar a sus hijos a desarrollar su potencial.
Como cualquier otro humano, Rion escuchó.
Escuchó. Y comprendió.
Las pruebas que se avecinan. Las batallas por venir. El lugar
seguro. Las cosas que necesitaban ser curadas y atendidas.
Cuida de él. Es muy frágil y más importante de lo que puedes
imaginar.
Había pensado mucho en ese momento en los últimos días,
sin querer compartirlo todavía.
Ella también se había sentido en conflicto. Por un lado, se
sentía como si hubiera sido bendecida. Por otro lado, no le gus-
taba mucho la idea de estar genéticamente predispuesta a que-
rer lo que alguien más quería.
Aunque sus elecciones eran propias.
Y, caramba, ¿tenían opciones como nunca antes.
Con una nave de lujo como la As de Picas, gracias a la semilla
de mejora, y una IA del nivel de Spark, podían llegar a lugares
que la mayoría de los civiles o militares no podían soñar.
Y como siempre en estos días, pensó en su padre.
Su sacrificio... la escala de la guerra, los miles de millones de
muertos. La pérdida de Kip Silas y los muchos que murieron en
Sedra, y más recientemente los millones de desaparecidos en
Nueva Phoenix... Parecía que la matanza nunca terminaría.
Pensó en la horrible perspectiva del Flood, en lo que Spark
y los Forerunners habían pasado, y supo en sus entrañas que si
esa amenaza en particular reaparecía, y las diversas especies de
la galaxia no se daban cuenta y no dejaban de matarse unas a
otras, estaban todas condenadas.
Tal vez el Manto de Responsabilidad que tanto apreciaban
los Forerunners no era una responsabilidad de una sola raza,
sino una responsabilidad de todas las razas. Humanos,
Sangheili, Kig-Yar, Unggoy… la vida de la posguerra había co-
menzado a reunir pequeños grupos de especies. Si ciertas fac-
ciones dejaran de hacer la guerra, de manipular los miedos, de
aferrarse a su información y tecnología, y de decidir por el bien
común sin la aportación del bien común, podría ser el comienzo
de algo mejor.
Un solo acto podría marcar una enorme diferencia, podría
repercutir en toda la galaxia… John Forge lo había demostrado.
"Rion." El codo de Niko la sacó de sus pensamientos profun-
dos.
"¿Qué?"
Él le dio una mirada extraña. "Te preguntamos qué piensas.
Sobre el futuro."
La miraban expectantes. Ella respiró hondo. "Bueno... Ram
tiene razón. Tenemos que quitarnos la recompensa de nuestras
cabezas. Y Less también tiene razón. No somos enemigos de la
ONI. Tampoco somos el enemigo del UNSC. Puede que traten de
pintarnos como los malos, pero no vamos a estar a la altura de
sus expectativas de quiénes somos y qué representamos."
Niko ladeó la cabeza, curioso. "¿Qué representamos?"
"No lo sé", respondió. "Sinceramente pensé que lo sabía.
Pero ahora... Lo que sí sé es que voy a terminar lo que empecé y
encontrar a la Spirit of Fire. Todavía hay once mil almas ahí
fuera…" Y tenía que creer que lo estaban. Rion no había podido
salvar a la que más le importaba, pero seguro que podía salvar
al resto. Su padre lo hubiera querido así, y si había alguna forma
de honrar su memoria y su sacrificio, era ésta.
Se encontró con los ojos azules de Spark, y él bajó la cabeza.
"No tengo ninguna duda, Capitana. Encontraremos esa nave."
Era una tarea difícil, pero si alguien podía ayudarla a lograr
ese objetivo, era Spark. Rion le devolvió el asentimiento y luego
se centró en la tripulación. "Después de eso... Tenemos una nave
muy rápida. Podemos ir a lugares y hacer cosas que nunca antes
pudimos. Tenemos el botín de Triniel, así que tenemos los fon-
dos. Podemos darnos el lujo de elegir." Rion tomó su vaso de
cerveza. "La galaxia es nuestra."
"Brindaré por eso", dijo Ram, mostrando una sonrisa blanca
a través de su barba negra mientras levantaba su vaso.
Niko se puso de pie. "Por la chatarra."
"Por las estrellas", Lessa se unió.
"Por el padre." Ram asintió hacia Rion, y luego hacia Spark.
"Y la madre."
Spark manifestó su propio vaso y lo levantó. "Por los ami-
gos."
Rion se inclinó sobre la mesa mientras juntaban sus vasos.
"Por la familia."
Y bebieron.

Ahora nos llaman criminales. Renegados.


La Oficina de Inteligencia Naval difunde su propaganda por
la galaxia, pone recompensas y nos persigue entre las estrellas.
Pero tenemos una nave rápida.
La más rápida. La más inteligente, si me permites decirlo.
Tienen miedo. De lo que sabemos. De lo que podríamos com-
partir. De adónde vamos, y de lo que podríamos traer de vuelta.
Saben lo que todavía hay ahí fuera. Lo que podría regresar.
Su miedo está justificado.
EPÍLOGO

UNSC Infinity, cubierta Spartan, diciembre de 2557

ovak entró en su habitación y vio la señal intermitente en su


tableta de datos personal.
Arrojó su toalla de gimnasio sobre su cama y se sentó en su
escritorio. El mensaje no tenía remitente, ni datos de origen, ni
sello de tiempo. Lo pasó por un completo control de seguridad.
Salió limpio. Misterioso, pero limpio.
Mientras leía la breve misiva, una pequeña rareza le retor-
ció los labios. Sacudió la cabeza y se inclinó hacia atrás en su si-
lla, con una sonrisa creciente.
Esperaba no volver a encontrarse con Rion Forge, porque
no le gustaría tener que poner un pájaro de fuego como ese en-
tre rejas.

Un destino tentador, ese.


Se le escapó una risa profunda mientras golpeaba su
unidad de comunicación para presentar un informe, y
luego miró fijamente el mensaje un momento más.
Oye, Grandote.
Estoy un poco ocupada en este momento, así que
pensé en darte un poco de suerte ya que parece que la
necesitas.
Gek 'Lhar (recuerdas quién es, ¿verdad?) se dirige a
la Tierra, específicamente a un asentamiento de refugia-
dos en Quito.
No lo estropees esta vez.
AGRADECIMIENTOS

Gracias a 343 Industries por confiar en mí, no sólo para impul-


sar la historia de Rion Forge, sino también para dar a otro per-
sonaje icónico una oportunidad de redención. Un agradeci-
miento especial a Jeremy Patenaude, Tiffany O'Brian y Jeff Eas-
terling.
Una inmensa gratitud a mi editor, Ed Schlesinger, sin cuya
creencia, apoyo y paciencia este libro simplemente no existiría.
Gracias.
A Jonathan, Audrey y James por su inquebrantable amor y
comprensión; y a Kameryn por continuar siendo mi animadora
y confidente.
Los reconocimientos no estarían completos sin reconocer el
increíble trabajo de Greg Bear en la Saga Forerunner, que fue
instrumental en la escritura de este libro. Es mi más profunda
esperanza el haber hecho algo de justicia al continuar con parte
de la historia.
SOBRE EL AUTOR

KELLY GAY es la aclamada autora de la serie de fantasía urbana


de Charlie Madigan. Es una autora con múltiples publicaciones
y con obras traducidas a varios idiomas. Ha sido nominada dos
veces al RITA, nominada al ARRA, finalista del Goodreads Choice
Award y finalista de la Long List del SIBA Book Prize. Kelly tam-
bién ha recibido la beca del Consejo de las Artes de Carolina del
Norte en Literatura. Es autora de la historia corta "Into the Fire",
que aparece en Halo: Fracturas, y de la novela Halo: Humo y
Sombra. Se la puede encontrar en línea en kellygay.com.

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