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transporta a los lugares más recónditos de la imaginación, los más fabulosos y sublimes, los
más oscuros y retorcidos que la perversa mente humana puede engendrar y bastardear. Es
difícil de explicar el por qué, pues dar una sola y tajante respuesta sería pecar de simplista,
pero lo real, sea por lo que sea, es que a una gran horda de lectores—quizás, la enorme
mayoría de los que se dedican a leer en primer lugar—disfrutan mucho menos las historias
suaves, las tramas limpias, los versos puritanos. Para nadie es un secreto, que el deleite de
lo oscuro, lo lúgubre, lo extraño, bizarro, sádico y sangriento en las lecturas, es sin duda
Razones existen varias, comenzando desde el morbo que cierto tipo de situaciones
despierta en la gente, pues como seres curiosos que somos, nos atraen los casos peculiares,
especialmente aquellos que supongan peligro para los demás, o nosotros mismos. Llaman la
atención en principio, es inevitable, después de todo, las cosas turbias son una forma de
marketing mucho más eficiente que la buena publicidad, pues no necesitan venderse, a
Otra razón, puede ser que la imaginación es poderosa, y peligrosa al mismo tiempo.
Pocos son los desequilibrados que pueden pensar en acontecimientos cuyos desarrollos son
dignos del Marqués de Sade, y, sin embargo, una miríada de personas no tendría reparo en
ponerse a sí mismos dentro de estas enfermizas historias, eso sí, en sus mentes, donde todo
vacío, satisfacen una necesidad, las más demoniacas y monstruosas que las personas se
pudiesen imaginar. No son otra cosa que una vía de escape, una rienda suelta para que la
imaginación se maquine cualquier asqueroso y pútrido deseo profano, para que cada uno se
La realidad de las cosas es que, sí la gente disfruta más este tipo de narrativas, es
solo porque les presenta una situación hipotética que en carne y hueso les resulta
irrealizable, ya sea que se pongan a sí mismos en estos casos ficticios o no, la perversidad y
malicia tan intrínseca dentro de nuestros atormentados espíritus disfruta, aunque sea un
realidad, a pesar de que los pensamientos son tan reales como lo es la propia nada.
La forma de narrar, de contar las cosas, puede ser incluso más atractiva, pues
alguien como nuestro querido Poe no se equipara al nivel de blasfemia que tiene Sade, por
ejemplo. Entre más explícitas se vuelvan las palabras, mayor es la intención de la audiencia
el tiempo para apreciar estos escritos. Pensemos en que estos mismos son una oportunidad,
¿De qué? De representar todo aquello que nuestra pseudo-sociedad moralista desea ocultar,
y de abrir una ventana hacia el bajo mundo de lo que es la mente humana en su parte más
primitiva.
Pensar en demonizar este tipo de textos solo por su contenido es hipócrita, y es
estúpido, pues es lo mismo que pretender ocultar algo evidente de la naturaleza del homo
sapiens, sin mencionar claro, que todas las personas, sin excepción, alguna vez en su vida,
aunque sea una, han materializado los más inmundos deseos, que sonrojarían al más
negarlo es ser un desconocedor del funcionamiento del propio ser, por tanto, deberíamos no
verlo como algo que se debe restringir, sino al contrario, deberíamos normalizarlo como
una ruta sana para filtrar las ansias de dolor y corrupción ética que constantemente
perturban nuestros pensamientos, mientras nos entretenemos de forma lunática con lo que