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Dan Ariely, Las trampas del deseo, 2008, Barcelona, Ariel, tr. de
Francisco J. Ramos, 282 p.
RESEÑAS
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Normalmente, los seres humanos elegimos las cosas con relación a otras
cosas y estimamos su valor en función de eso: por ejemplo, un auto de
seis cilindros sabemos cuánto vale sólo cuando lo comparamos con el de cuatro
cilindros y vemos que es más caro.
La mayoría de la gente no sabe lo que quiere hasta que lo ve en su contexto.
No sabemos qué modelo de bicicleta queremos hasta que vemos al campeón
del Tour montado en un determinado modelo.
Cuando se sitúa un círculo pequeño entre círculos mayores, el círculo
pequeño parece más pequeño; en cambio, cuando este círculo se coloca entre
círculos todavía más pequeños, parece mayor. Nuestras decisiones son rela-
tivas (a círculos más grandes, o a veces más pequeños): cuanto más tene-
mos, más queremos. El único remedio es romper el círculo de la relatividad: no 203
enajenarnos con el entorno para evaluar o autoevaluar lo que somos o lo que
hacemos.
Habiendo narrado cómo fue que las perlas negras de Tahití lograron posicionarse
en el mercado y mantenerse a un precio exorbitante, el autor nos cuenta su
experimento con estudiantes del MIT. A 55 alumnos de una clase de marketing
se les pidió que anotaran los dos últimos dígitos de su número de seguridad
social y a continuación, pujaran por una serie de artículos (teclado, libro de
diseño, chocolates y vinos, incluyendo una botella de vino de 1996).
Lo que se pretendía demostrar era lo que él llama coherencia arbitraria:
es decir, aunque los precios iniciales sean “arbitrarios”, una vez que se han
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¿Por qué nos gusta hacer cosas, pero cuando nos pagan
por ello?
Vivimos en dos mundos: uno regido por normas sociales y el otro regido por
normas mercantiles. Cuando nos comportamos con normas sociales solemos ser
generosos y solidarios; cuando lo hacemos por las mercantiles, nos volvemos
autónomos y egoístas. Cuando introducimos normas mercantiles en las
normas sociales se daña una relación. Y cuando reintroducimos normas sociales,
desaparece la relación. Cuando las empresas usan normas sociales con sus
clientes, una violación del intercambio social equivale a devolver al consu-
midor al intercambio mercantil.
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Si las empresas utilizaran más las normas sociales con sus trabajadores
se darían cuenta de que la lealtad hace que las personas sean más flexibles,
preocupadas e interesadas por meter el hombro cuando se requiere. El dinero
motiva de manera inmediata, pero resulta la forma más cara de motivar; las
normas sociales, en cambio, marcan la diferencia a largo plazo y no sólo son
más baratas, sino que son incluso más efectivas.
Todos sabemos que los seres humanos actúan de manera distinta en los estados
racionales e irracionales. De lo que no estamos muy conscientes es de que,
independientemente de que seamos “buenos”, nos quedamos cortos a la hora
de predecir el efecto de la pasión en nuestra conducta. El autor realiza expe-
rimentos para identificar qué tanta diferencia hay en las decisiones que tomamos
cuando estamos bajo los efectos de la excitación sexual, por ejemplo. Pero podría-
mos suponer igualmente que otros estados emocionales (la ira, el hambre, los
celos, etcétera) funcionan del mismo modo, convirtiéndonos en unos extra-
ños para nosotros mismos. Y lo que descubre es que la variación es notable:
este es el fenómeno de Dr. Jekyl y Mr. Hyde.
206 Por tanto evitar las tentaciones es más fácil que luchar contra ellas. Chollo.
O bien les ayudamos a nuestros adolescentes a decir no, antes de que la tentación
se afiance, o bien, hacemos que estén preparados para afrontar las conse-
cuencias de decir sí, cuando se ven arrastrados por la pasión (procurando,
por ejemplo, llevar siempre un preservativo encima).
Por desidia: renunciamos a nuestros objetivos de largo plazo por una grati-
ficación inmediata. Cuando no se dan alternativas para que hagas lo que tienes
que hacer es cuando más probabilidades tienes de lograrlo. Pero eso suele ser
violento o impositivo. La mejor opción quizás es dar a las personas la opor-
tunidad de comprometerse de entrada con su vía de acción preferida para que
sea cada quien el que se autoimponga los límites o los plazos para lograr, ahorrar,
ponerse a dieta o hacer sus exámenes médicos preventivos.
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