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LA LITURGIA
PARTE QUINTA
Liturgia Sacramental
PENITENCIA (Continuación)
PRACTICA DE LA CONFESION
241. Examen de conciencia. Se comienza rezando el «Padre Nuestro» o alguna otra oración, pidiendo
luz a Dios para reconocer las culpas. Se piensa en los pecados cometidos, ayudando para ello el hacerlo
por los Mandamientos de la Ley de Dios, de la Santa Madre Iglesia, obligaciones particulares y ocasiones
de pecar.
Arrodillado ante el Sagrario o ante una imagen de tu devoción, después de pedir la ayuda del cielo,
pensarás un rato:
Primer Mandamiento. - ¿He hecho mis oraciones por la mañana y por la noche? ¿He leído o he visto
alguna revista mala?
Tercero. - ¿He oído misa todos los domingos y días de fiesta? ¿He estado siempre en el templo con
atención y compostura? ¿He procurado penetrar el significado de las funciones litúrgicas a que he
asistido? ¿He comido carne en días prohibidos?
Cuarto. - ¿He sido obediente y respetuoso con los padres y superiores? ¿Asisto a clase todos los días?
¿Estudio diariamente las lecciones? ¿Tengo mal genio con mis hermanos y amigos?
Quinto. - ¿He molestado u ofendido a los compañeros? ¿Tengo odio o envidia a alguno? ¿Le he
hecho daño? ¿Le he deseado algún mal?
Sexto y noveno. - ¿He hablado cosas feas o deshonestas? ¿He asistido a cines o diversiones inmorales?
¿He mirado revistas o grabados indecentes? ¿He hecho cosas feas?
Séptimo y decimo. - ¿He quitado algo en casa o fuera de ella? ¿He destrozado algún objeto? ¿Tengo algo
que no sea mío?
Octavo. - ¿He dicho mentiras? ¿He echado a otro la culpa sin tenerla? ¿He descubierto sin necesidad las
faltas del prójimo?
Ave María Purísima. Hace ocho días, quince o el tiempo que sea, que me confesé, cumplí la penitencia,
he hecho examen de conciencia y tengo dolor de mis pecados. Desde mi última confesión me acuso de...
(dirás con humildad y sencillez todos los pecados que creas graves, sin callar ninguno por vergüenza, y
los veniales deliberados que trates de evitar). Después de oír atentamente los consejos del confesor, reza
el «Señor mío Jesucristo» y cumple la penitencia.
242. Dolor y propósito. De nada serviría averiguar los pecados, ni siquiera manifestarlos al confesor, si
falta el dolor y propósito. El dolor puede ser de contrición perfecta o amor de Dios que borra los pecados
antes de confesarlos, aunque permanece la obligación de hacerlo, y la atrición o dolor imperfecto que
nace del temor del infierno, del temor al castigo, etcétera. Este basta para la confesión, aunque hay que
procurar formar el de contrición, pensando para ello en los beneficios de Dios, en lo que sufrió Jesucristo
por amor nuestro, repitiendo despacio y pensando a la vez las palabras del «Señor Mío Jesucristo» o el
«No me mueve mi Dios para quererte» (Vid., pág. 105).
Después de hecha la confesión, oye atentamente la exhortación del confesor y con el firme propósito de
mejorar tu vida, reza el Señor Mío Jesucristo y cumple la penitencia que te imponga el confesor.
Dios Padre nuestro, envíanos sacerdotes santos, todos por el Sagrado y Eucarístico Corazón de Jesús,
todos por el Doloroso e Inmaculado Corazón de María, en unión con San José su castísimo esposo
Rogamos por la Restauración de la Fe Católica en el mundo
Por la Libertad Religiosa en todo el mundo
Por la Paz y la Libertad en todos nuestros países
Por el Fin del aborto y el Respeto a la Vida
¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te
aman!
¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te
aman!
¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te
aman!
Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.
Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.
Santísima Trinidad, te adoro! Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento.
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en
reparación de los ultrajes con los que El es ofendido. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y
del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.
LOS MISTERIOS GLORIOSOS DEL SANTO ROSARIO
1 Padre Nuestro
Padre nuestro
que estás en el cielo
Santificado sea tu nombre
Venga tu reino
Hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo.
3 Ave Marías
Gloria
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la fe y humildemente pongo
este ramo de rosas a tus pies.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la esperanza y
humildemente pongo este ramo de rosas a tus pies.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la caridad y humildemente
pongo este ramo de rosas a tus pies.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la unión con Cristo y
humildemente pongo este ramo de rosas a tus pies.
1 Padre Nuestro,
10 Ave Marías,
Gloria.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte ampáranos gran Señora, no te olvides de
nosotros en aquella última hora.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo,
especialmente las más necesitadas de tu misericordia.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas blancas con mi petición por la virtud de la unión contigo y
humildemente pongo este ramo de rosas a tus pies.
La Salve
Dios te salve, Reina y Madre de
misericordia, vida y dulzura y
esperanza nuestra:
Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos
de Eva; a ti suspiramos, gimiendo
y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos y, después de este
destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente! ¡oh piadosa!
¡oh dulce Virgen María!
Oración original a San Miguel Arcángel del Papa León XIII – 25 de septiembre de 1888
¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestiales, san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la
terrible lucha que debemos sostener contra los principados y potestades, contra los príncipes de este
mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado
inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del diablo.
Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo
combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes
de resistirte y para quien no hubo nunca jamás lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente
que se llama diablo y Satanás, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo
del abismo.
Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza.
Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba de espíritu malignos, recorre la tierra entera para
desterrar de ella el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a
las almas destinadas a la eterna corona de gloria.
Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como
un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad,
de blasfemia y el soplo envenado de la impureza, de los vicios y de todas las abominaciones.
Enemigos llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura a la Iglesia, esposa del
Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este
lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al
mundo, han alzado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y
dispersar al rebaño.
Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, auxilia al pueblo de Dios contra los ataques de esos espíritus
malditos, y dale la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría de
tenerte como defensor contra las malignas potestades del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de
conducir las almas a la beatitud celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies
a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la
esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras súplicas ante la mirada del Todopoderoso,
para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente
que es el diablo y Satanás, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los
pueblos. Amén
Oremos
Oh Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente
tu clemencia para que por la intercesión de la Madre de Dios María Inmaculada siempre Virgen, del Beato
Miguel Arcángel, del Beato José Esposo de la misma Santísima Virgen, de los bienaventurados Apóstoles
Pedro y Pablo y de todos los Santos, te dignes auxiliarnos contra Satanás y todos los otros espíritus
inmundos que vagan por el mundo para dañar al género humano y perder las almas.
Amén
¡Oh Señora mía, oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a Vos y, en prueba de mi filial afecto, os consagro
en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón. En una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo(a)
vuestro(a), oh Madre de bondad, guardadme y protegedme como cosa y posesión vuestra.
En Ti, dulce Madre mía, he puesto toda mi confianza y nunca jamás seré confundido. Amén.
V. Oh dulce Corazón de María,
R. Sed mi salvación.
V. Ave María Purísima,
R. Sin pecado concebida. Amén.