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Aún recuerdo cuando tenia 7 años y tome por primera vez un libro de la
biblioteca, era delgado, y con cubierta de papel rustico, con la imagen de
un niño negro que empuñaba una lanza mientras estaba de pie en la cima de
una montaña. El libro trataba de ese niño, que llevaba por nombre Kimazi.
En las ilustraciones pude descubrir que era bajito y flaco, con muchos
zarcillos en las orejas y un tapa-rabos diferente al de todos los demás
aldeanos. Kimazi era nieto del brujo de la aldea, y este le hace emprender
un viaje por toda la selva que los rodea hasta la cima de una montaña, para
que allí encuentre una roca que ofrecerá habilidades sobre humanas al
portador, y así lo hace el niño, sumergiéndose en una larga travesía, donde
se enfrenta a múltiples seres inimaginables, para lograr su cometido.
Poco tiempo después, cuando tenia unos 10 años, leí parte de “El diario
ilustrado de Hitler”, un ejemplar pesado y en pasta dura que mi abuela me
había obsequiado,que contaba a través del diario de Adolf Hitler,
cronológicamente toda la Segunda Guerra Mundial, y para ser sincero, solo lo
comencé a leer por las magnificas fotografías que había en el libro,
fotografías grotescas, que mostraban ciudades destruidas, cadáveres de
judíos, soldados estallando en el campo de batalla y mas atrocidades que la
fotografía capturaba ásperamente.
Sin embrago, había algo en estos dos géneros que me cautivaba,que me hacia
querer seguir leyendo,y era el saber que en las historias reales, habían
sentimientos, experiencias y hechos que si sucedieron, que alguien los vivió,
mientras que en las historias mágicas, había creatividad, muchas
posibilidades y caminos diferentes.